Mirar
hacia arriba
cuando la lluvia
cae
y desborda
el límpido
estanque
celeste
que se
asienta
en tus ojos.
Es un
dulce
regalo divino,
la orgullosa
excepción
a la célebre
ley de
Newton.
Al estanque,
¡todos al
estanque
en verano!;
de la mano,
cautivos
entre mil senderos
teñidos por
la perenne
consciencia
de las sombras.
¡Y que
el gran
astro
solar
germine
las células
que reservamos
para
ese
momento,
dulce,
sugerente,
sensual
como
un susurro
matutino!