Diego Pastrana, el hombre acusado de haber violado y asesinado a golpes a la pequeña niña Aitana, ha resultado ser inocente. La noticia ha llegado después de que en multitud de cadenas y medios su caso fuese divulgado y que consecuentemente la opinión pública formase un juicio muy negativo en contra de su persona. Ahora él tiene el gran alivio de verse libre de cualquier culpa, y poder evitar que sobre sus hombros recaiga esta carga o se le procese y castigue por unos crímenes inexistentes.
Como es lógico, tras las lamentables circunstancias que ha tenido que atravesar con sólo 25 años, y que le han traído graves consecuencias a todos los niveles, incluido el psicológico, su abogado adelanta que se pedirán responsabilidades a través de diferentes denuncias para intentar paliar dentro de lo posible el difícil trance vivido por Diego. Sin embargo, hay algo más que debe subrayarse con relación a este tema: El significado de víctima propiciatoria que ha tenido, dentro de la coyuntura político-legislativa que nos ha tocado vivir, justo en el momento en el que Aitana perdía la vida por un desafortunado accidente de columpio.
Y es que, en estas fechas, las Asociaciones Feministas y el hembrismo institucionalizado han estado demandando el endurecimiento de las penas a todos los hombres con sentencia firme de maltrato, solicitando entre otras medidas la retirada de la patria potestad sobre sus hijos, aduciéndose que estos también podrían ser maltratados. En este contexto Diego ha sido el chivo expiatorio perfecto, al convertirse en el argumento de peso que avalaría esta demanda del feminismo radical, acallando cualquier posible réplica, dada la barbarie y crueldad del asesinato y la violación que nunca existieron pero que muchos se apresuraron a señalar, impidiendo, mediante la apelación al escándalo, un análisis riguroso que demuestre porque esta medida supondría otro abuso sexista más en contra de los hombres. Y los medios de comunicación han sido cómplices de esta maniobra, ya que en muchos de ellos se ha retransmitido de una forma consecutiva y claramente vinculada la información sobre la necesidad de esta reforma y la muerte de Aitana.
Pero es inocente. Al margen del linchamiento mediático al que se ha visto sometido, lo es. Al margen del esquema hembrista y misándrico que reiteradamente se nos introduce por los ojos, que iguala al hombre con el maltratador y ha conducido a colocarnos bajo la nefasta Ley Integral contra la Violencia de Género, lo es. Así que me parece muy oportuno que presente demandas y deseo que las gane todas, pero no puedo dejar de preguntarme ciertas cosas. Siendo inocente ¿porque se le señaló como culpable? ¿En base a que pruebas inexistentes? ¿Cómo ha podido producirse un ataque tan decidido e implacable sobre esta persona? ¿Por qué la sociedad se ha volcado en su contra de un modo tan estúpido y feroz? ¿Quizás porque ya hemos terminado de creernos del todo la mentira hembrista que afirma que el hombre es el maltratador siempre? Y sobre todo ¿cuándo podrá emplazarse por su parte de culpa en esta situación, y en otras similares, vivenciadas por hombres inocentes injustamente penados, al propio feminismo de género, el cual se muestra tan favorable a potenciar esta clase de despropósitos?
Que el caso nos sirva de lección a todos los varones de este país, ya que igual que a Diego, pueden colocarnos en el punto de mira del cadalso social sin molestarse siquiera en aclarar las cosas, olvidando el significado de esas dos palabras clave y tan necesarias en cualquier juicio justo: “presunción” e “inocencia”.