De nuevo paso a su lado. Si se pusiese ropas de bronce, sería una estatua más del paque. Pasó el verano, y continúa con sus atuendos, caseros, de abuela; sus zapatillas de andar por casa, con dos agüjeros cada una. Tengo la imagen muy grabada, pues siempre las miro, porque al pasar junto a ella, agacho la cabeza y miro al suelo, y el reojillo no llegá más allá de las zapatillas... por qué no me decido?.
Cada día, haga frío, o calor, ambos tenemos un cariño que tarea acompaña; yo, sacar a mi perra que es mi única compañía desde que... bueno, ella se fue; "La bruja del banco", la llaman los niños, tiene que dar de comer a sus palomas, que son su única compañía desde que... quien? se fue... puede que todo el mundo, o que siempre haya vivido sola, o que tenga una vida más apasionante que cualquier novela que se haya escrito. Esto pienso yo cuando la veo, pero qué piensa ella?.
Haga frío o calor, en su banco, en su mundo, dejando caer granos de maíz, a los que llamo "los granos de la vida", porque es lo único que reflejan sus ojos, el absoluto convencimiento de que cada grano, es un día que se escapa de sus manos, y que no volverá, porque voló con las palomas...
Hablará sola?, o con las palomas?, y por qué no habla conmigo?; seguro que una biblioteca de sabiduría descansa, bajo ese manto nevado, ya ralo por la edad, que cubre su cabeza.
Ochenta? noventa?, cuántos años de emociones sentados en un banco. Amor, odio, esperanza y olvido, camuflado bajo una anciana piel, que esconde en cada arruga un buen consejo que podría oir...
Hoy voy decidido, lo haré... pero vuelvo a mirar sus zapatillas. Tengo 100 motivos para hacerlo, y ninguno que me diga que pase de largo, pero hoy, una vez más, no me senté a su lado en el banco... Alguien me puede decir el por qué?. En el parque tengo la respuesta, pero nunca me atreveré a preguntar, hasta que las palomas recogan, el último grano de vida...