Cuando Bolgar entró por la puerta, el elfo se levantó y le dirigió una mirada examinando al guerrero. Éste intentó apartar sus ojos de Lenaus, pero al final no tuvo más remedio que confesar lo que había sucedido resumiendo un poco las cosas. Tras una breve charla, el elfo le aconsejó que se cambiase de ropa y él mismo se ofreció para secar la armadura del guerrero antes de que se oxidase. No insistió mucho Bolgar, y al cabo del rato estaban los dos sentados frente a la chimenea secando y limpiando la armadura del humano.
Bolgar permanecía en silencio mirando las llamas con una mirada en la que se podía contemplar ira y a la vez que de compasión y algo de pena. Quizá sería por el efecto del fuego y las sombras, pero Lenaus incluso llegaría a jurar que algo cayó por la mejilla del hombre. El elfo hizo varios intentos de entablar una conversación, sin embargo Bolgar contestaba con gruñidos o monosílabos a sus preguntas. Realmente era un humano extraño.
- ¿Dónde te has metido para mojar de esta manera la armadura? Parece que te hayas tirado al río –preguntó Lenaus, a lo que Bolgar le respondió con una mirada algo irónica que el elfo no llegó a comprender -. Vaya, vaya, Bolgar, no crei que fueses a echar tanto de menos a ese niño.
- Yo no echo de menos a ese mocoso. Es un engreído y un...
- Y un niño, Bolgar. Nunca has tenido nada de tacto con los niños. Siempre acabas perdiendo la paciencia. Me pregunto qué te habrán hecho.
- A mi nada, pero es que ese... ese... mocoso me saca de quicio. Se cree que tiene derecho a todo en este mundo, sin responder ante sus actos ni...
- Bolgar. Es un niño, ¿qué quieres que haga? ¿Que piense en cómo te sentirás si no va contigo? – la pregunta iba cargada de ironía.
- No, pero, un poco de sentido común sí.
- Ese muchacho acaba de perder a su familia y es normal que se encuentre perdido. En estos momentos debe de encontrarse solo, abatido y todo eso que sentís vosotros cuando ocurre algo así. Bueno, todos los humanos menos tú. A veces parece que no tienes sentimientos Bolgar.
- No es que no tenga sentimientos, sino que prefiero ocultarlos.
- Y eso a veces es malo. Soy tu amigo Bolgar. A mi puedes decirme lo que quieras. Nunca comprenderé vuestra especie.
- Ni yo la vuestra – ambos se rieron un poco menos apesadumbrados por todo lo que había ocurrido.
- Bueno, y ahora qué pretendes hacer.
- Supongo que ir a buscarle, ¿no?
- Seguirás el río, ¿verdad?
- Supongo.
- Deja de suponer y dime qué vas a hacer.
- Iré siguiendo el río, te lo acabo de decir. Supongo es una forma de hablar –nuevas risas.
- Debes tener cuidado. Fuera de la ciudad no sabemos cómo está la situación. Puede haber de todo allí fuera.
- Lo sé, eso es lo que más me preocupa. Le podría haber ocurrido cualquier cosa por ahí fuera, aunque no tenemos noticias de que nada potencialmente peligroso vaya detrás del chico.
- ¿Y Obitah?
- Lo he tenido en cuenta. Creo que todavía no está recuperado de nuestro último combate, aunque es mejor tomar precauciones. Te vas a ir hacia el norte, ¿no?
- Así es. Partiré esta misma mañana si me dejas ir. Lo tengo todo preparado. Ya sabes que nos debemos encontrar en Chro.
- Espero el día que emprendamos una misión los dos juntos.
- Oh, ¿me echas de menos?
- No, simplemente por la buena comida que haces. Es para chuparse los dedos – el elfo pareció enfadarse por ese último comentario: Realmente Lenaus era muy sensible a ese tipo de comentarios, y Bolgar reaccionó tan rápido como pudo para evitar despedirse de su amigo enfadado -. Era una broma, Lenaus.
- Lo sabía – sonrió con una mueca pícara-. Bueno, creo que es hora de que partamos cada uno hacia nuestro destino, ¿no crees?
- La verdad es que sí. Debo encontrar al muchacho cuanto antes, y luego iré hacia Lutneo y cruzaremos el mar hasta llegar a tierra de elfos.
- En ese caso debo dejaros esto – dijo Lenaus entregándole a Bolgar un anillo de color verde colgado de una cadena del mismo color. Tenía un dibujo muy rústico de una hoja -. Esto te permitirá el libre acceso a los bosques verdes.
- ¿Qué es?
- Humanos – dijo en tono despectivo, aunque sonriendo -. Preguntáis por todo. ¿No te vale con la simpleza de saber que te dejarán pasar por mis tierras sin problema?
- La verdad es que sí, pero...
- Entonces ya está.
Por mucho que lo intentó Bolgar, la conversación ahí quedó zanjada y no logró sacarle más información a Lenaus acerca del anillo que portaba, y conociendo a su amigo, era mejor no insistirle. Como él, se puso a preparar las cosas para el viaje. Cogió su manta para dormir y una adicional para Karib, un poco de comida, suficiente para llegar a Musso y allí recargar las provisiones, aunque no lo creía necesario. También se aseguró de coger algo de ropa y un aparato de su invención para “cepillarse” los dientes después de comer, aunque el dolor de encías que le quedaba luego era bastante molesto.
Tras un buen rato, Bolgar se dirigió a la puerta donde se encontró con Lenaus. Éste iba vestido con un traje verde, el que usaba siempre para viajar. Bolgar se preguntaba cómo se las arreglaba para no ensuciarlo nunca, pues estaba impecable. El elfo también llevaba su arco y su carcaj de flechas que él mismo elaboraba. Luego se despidieron y cada uno tomó por su lado; Lenaus, a pie, hacia el norte, y Bolgar, con dos caballos, hacia el sur. De nuevo se separaban sus caminos e iba a pasar mucho tiempo hasta que se volviesen a encontrar, en Chro.
Bolgar siguió con la mirada a su amigo mientras éste se perdía entre la multitud y las calles de la ciudad. Le daba pena ver marchar al elfo, pues era la única persona de la que podía hablar como amigo. Tenía otros compañeros, pero no era capaz de llegar a confiar en ellos. Su mirada se perdió en el horizonte cuando Lenaus torció por una de las callejuelas y se despidió del hombre con el brazo levantado. Luego, con paso lento y algo apesadumbrado, entró de nuevo en la casa para terminar de preparar las cosas.
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ay q malito estoy.. snif
un besote ... uy ningu.... este... mejor a ti un abrazo anda...
aaaaaaaaaaaatchis
nos vemos y gracias por leerme. Por cierto, igual os doy una sorpresa sobre el guardian dentro de poco
nos e ves