Las escaleras de mármol azul acaban de aparecer delante de Karib y sus amigos ante la llamada de Bolgar. Con miedo, pero con esperanzas, empiezan a subirlas. ¿Qué se encontrarán arriba? ¿Habrá llegado el momento de separarse?
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La subida no se les hizo tan pesada como en un principio parecía. Conforme avanzaban iban contemplando el paisaje que se extendía bajo sus pies. Ninguno pronunciaba ninguna palabra. Tan sólo miraban y subían.
Todo aquello les parecía muy extraño. Podían ver a través del mármol azul, como si no estuviesen sostenidos en nada. Les costó acostumbrarse a ello, pero acabaron por no mirar hacia el suelo, sobre todo cuando estuvieron a una altura considerable.
Bolgar iba a la cabeza, cargando con Derlander, tras él iban los demás, que se turnaban para ayudar a subir a Dalath, que pronto se cansó del ascenso.
Pronto dejaron atrás las copas de los árboles y empezaron a ver el extenso valle como si de una pintura, increíblemente grande, se tratase. Aún sin ser Luna llena, la luz celeste del astro inundaba el valle, convirtiendo el verde y azul en tonos mágicos y violáceos. Conforme subían el horizonte se alejaba un poco más dejándoles ver un poco más de Tirya. Primero el final del valle Dulain, y posteriormente los pequeños pueblos de alrededor, destacando entre todos Aucus.
A Karib se le encogió el corazón cuando vio aparecer su pueblo natal tras Dulain. Por su mente pasaron todos los pensamientos que había tenido en su huida y sintió nuevamente la punzada del dolor y de los recuerdos. Se apoyó en la columna de piedra.
“Está fría”, pensó “fría como yo, como todo esto”. No tuvo mucho tiempo para pensar, porque Edenma le pidió ayuda con Dalath. Karib se incorporó y tomó al hombre como pudo con su brazo sano resguardando el otro de movimientos.
El ascenso continuó incesante, rodeado de un silencio absoluto. Apenas era capaz de oír su propia respiración, o no quería romper el silencio con ella. Sin embargo, no tuvo más remedio que hacerlo cuando Dalath cayó rendido al suelo. Era un hombre ya mayor, superando la treintena, y la resistencia no era su fuerte. Cuando el hombre estuvo rendido, Karib aceleró el paso para alcanzar a Bolgar y pedirle un descanso. El guerrero aceptó sin mucho rechistar. Él también estaba cansado.
Se sentaron todos juntos, menos Bolgar, que lo hizo un poco más arriba, fuera de la vista de los demás. Karib procuró que a su vista quedase su pueblo y su entorno. Pronto se distrajo de la conversación que mantenían Edenma y Vernarder y empezó a recordar momentos vividos en Aucus. Le parecían tan lejanos, y en realidad hacía menos de un mes desde que salió del pueblo hacia las fiestas de la Luna, en la capital.
Sus ojos estaban dirigidos hacia Aucus, pero su mirada estaba perdida en el infinito, allá donde encontraría a su familia, a su madre, Aadala y a su padre, Karion; a su amigo Allen, que era un hermano para él. Siempre se metían en líos por su culpa. Todavía se acordaba de aquella vez que entraron en el corral del alcalde para robarle un par de gallinas “para darle un escarmiento”, según Allen. La cosa terminó como tenía que terminar, obligados a hacer unos trabajitos para el alcalde gracias al “canto del gallo”. Lo mejor fue que consiguieron robarlo y comérselo a la noche siguiente.
Karib sonrió. Le parecía que lo estaba viviendo, él y Allen, otra vez juntos. Suspiró y cerró los ojos para vivir aquella escena más intensamente, pero poco a poco se fue desvaneciendo. La oscuridad se fue adueñando de su sueño y él volvió a la realidad. Cuando abrió los ojos tenía ganas de llorar, pero no debía hacerlo. Tenía que ser fuerte porque por mucho que llorase, ellos no iban a volver.
- ¿Estás bien Karib? – le preguntó Vernarder, que estaba sentado a su lado.
- ¿Eh? Sí, sí. No me pasa nada.
- Tienes los ojos rojos. ¿Has llorado?
- No, será la … la altura – respondió el muchacho restregándose los ojos. ¿Había llorado?
- Bueno, no te preocupes. Tienes que estar bien, porque hoy vamos a conocer a las habitantes de allí arriba, ¿sabes? – Karib le miró extrañado, aún con las manos en los ojos -. Me refiero a que… ¡oh déjalo! Aún eres muy pequeño para entender de estas cosas.
- No soy tan pequeño. Pronto cumpliré los 16 años.
- ¡Oh vaya! – rió -. Perdone usted, señor mayor.
- No te rías de mí.
- Perdona, de verdad – dijo Vernarder con un tono más serio de lo que les tenía acostumbrado. Incluso sorprendió a Karib al hablarle así -. Te debo mucho, chico, y no sé cómo pagártelo.
- Tú no me debes nada, soy yo. Tú nos sacaste de aquella mina y…
- Y tú ayudaste a mi hermano. Si no fuese por ti, mi hermano estaría ahora mismo enterrado bajo tierra.
- Pero si no fuese por mi tampoco habrías tenido este problema…
- Ni hubiese conseguido salir de la mina – volvió a cortar el bandido -. Mi vida siempre ha estado ligada a los robos y algunas que otras “fechorías” –sonrió al decirlo -. Pero cuando llegó Satertel, nos obligó a mi hermano y a mí a hacer cosas que no queríamos. Tuvimos que raptar a Dalath y su hija y cuando hicimos lo mismo contigo, ya habíamos intentado escapar antes, pero nos amenazó con matar Dalath o a su hija. Tuvimos que esperar al momento adecuado para hacerlo. Y tú nos ayudaste… bueno, y ese personaje de allí detrás también – dijo refiriéndose a Bolgar-.
- Fue él el que te salvó, no yo.
- Karib, no te infravalores… bueno, ni sobreestimes. Ningún extremo es bueno. Mírame – dijo viendo que el muchacho seguía con la mirada perdida. Karib le hizo caso y descubrió en sus ojos algo que no había visto hasta entonces. Vernarder sufría mucho, y para ocultarlo se refugiaba en la risa fácil. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? -. Tú aceptaste ir a Chro, en contra de tu voluntad por traer a mi hermano aquí, donde nadie podía hacerlo. Muchas gracias.
- Yo no…
- Aucus – dijo el ladrón mirando hacia el frente -. ¿Es tu pueblo? Karib asintió-. Yo también sé lo que es dejar el hogar sin desearlo, pero así es la vida, Karib. Tienes que adaptarte a ella y luchar por seguir adelante. No sé lo que quiere Bolgar de ti, pero te tiene en mucho aprecio. Lo sé. Sólo hay que mirarle. Antes de partir saliste corriendo hacia el bosque, y Bolgar fue detrás tuya.
- ¿De… de verás? – preguntó Karib con un nudo en la garganta: Al final le habían pillado.
- Sí. Pero no te dijo nada cuando volvió. No quiere que veas que se preocupa por ti. Él tiene que parecer fuerte. Pero no le digas nada a él o me dará otro puñetazo en el otro ojo – dijo volviendo a su humor habitual.
- No te preocupes. No lo haré.
- Eso espero. Quiero llegar allá arriba con un ojo sano por lo menos. ¿Cómo va tu mano?
- Bien. No me duele demasiado, pero me molesta algo.
- Bueno, si esas hadas que dice que viven allá arriba pueden hacer algo por mi hermano, seguro que lo tuyo será coser y cantar.
- Eso espero.
- Bueno, pongámonos en marcha. Quiero llegar arriba cuanto antes mejor.
Vernarder se levantó y ayudó a Karib a hacerlo también. Luego ambos tomaron a Dalath y se pusieron nuevamente en camino.
La charla con el bandido le había animado un poco. Puede que después de todo el viaje con Bolgar no sea tan malo. Cómo había podido ser tan tonto que no se había dado cuenta de ello. Sabía que en esa semana de acontecimientos no había estado muy pendiente de las cosas que sucedían a su alrededor, pero, ¿tan lejos había estado de la realidad?
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Bueno, aquí te dejo un nuevo capítulo. Y te digo que en el próximo capítulo me habrá pillado el toro. Es decir, postearé conforme escriba, aunque la idea la tengo muy machacada, más o menos irán a este ritmo (2 semanas o por ahí).
Bueno, espero que te guste ^^.
Nos vemos prontoooo