Karib y los demás por fin llegan a Dulain, la primera parada de su viaje. Pero.. ¿ qué es lo que les espera?
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La mano le dolía cada vez más y apenas podía moverla y para colmo era su mano diestra. Mientras los demás se desperezaban, el muchacho se acercó a Dalath. No sabía porqué, pero el hombre era como el anciano de la marcha.
- Dalath – dijo enseñándole la mano -. Me… me he dado un golpe y desde entonces no deja de dolerme.
- Déjame ver – le respondió el hombre sonriendo amablemente. Le toco la mano con cuidado, pero al menor roce Karib hacía un gesto de dolor. Tras seguir mirando un poco más le devolvió la mano -. Creo que está rota.
- ¿Rota? Pero si el golpe no fue tan fuerte…
- Quizá a ti no te lo pareció, pero por lo que me dices está rota.
- Y.. ¿y ahora qué hago?
- No te preocupes. ¡Edenma! – llamó a su hija -. Karib tiene la mano rota, ya sabes qué buscar. Tráemelo rápido, por favor.
Edenma tardó poco en volver. Traía en la mano un matojo de hierba y un par de ramas bien gordas. Dalath tomó con suavidad la mano del chico. Rasgó un poco de su ropa y envolvió la hierba en ella. La colocó sobre el suelo y puso la mano de Karib encima de ella. Después tomó la rama que mejor le pareció para ese caso y la colocó encima del dedo que estaba roto sujetándola con un poco de cuerda, que aprovechó par aguantar también la almohadilla hecha con hierbas y ropa. Por fin tomó un poco de cuerda más grande y se la pasó por el cuello.
- Ahora usa esto para que te aguante la mano. No la muevas mucho. Allá arriba lo miraremos mejor.
El muchacho asintió. Se sentía raro con ese cacharro puesto, pero por lo menos no le dolía tanto como antes.
No tardaron en estar todos listos para el ascenso. Tan sólo Bolgar sabía cómo lo iban a hacer, y eso desconcertaba a los demás. Ya era noche cerrada y hacía un poco de humedad. El viento soplaba un poco más fuerte que los días anteriores y los árboles se movían a su ritmo. Bolgar se colocó en la orilla del lago, a donde llegaban pequeñas ondas, enturbiando la imagen de Luna decreciente mientras los demás aguardaban a una distancia prudencial tras él, esperando el acontecimiento que les llevaría allá arriba. Pero Bolgar no hacía nada.
Karib esperó pacientemente nervioso un buen rato, pero Bolgar seguía sin hacer nada más que mirar al agua y al cielo, una y otra vez. Y eso lo ponía aún más nervioso. Entonces, el guerrero se volvió y con cara de pocos amigos les dio una serie de instrucciones.
- Tenemos hasta el amanecer para llegar a la cima. Llegaremos de sobra, pero no os demoréis – todos asintieron. Después miró a Vernarder -. No quiero bromas de ningún tipo o yo mismo me encargaré de tirarte desde allá arriba. Soy capaz, y lo sabes.
- No te preocupes, de verdad – respondió el ladrón tapándose el ojo morado.
- Bien. Entonces apartaos.
Bolgar sacó una pequeña flauta plateada de la forja de su caballo y se giró nuevamente para mirar hacia Dulain. Se llevó el instrumento hacia los labios y comenzó a entonar una melodía disonante y extraña, que parecía no tener ni pies ni cabeza. Y nada sucedía. La melodía no terminaba nunca, o eso le pareció al muchacho. Y eso también le ponía más nervioso. Fue Edenma la que le tomó por el brazo y le susurró al oído algo para tranquilizarlo.
Por fin, Bolgar, sin previo aviso, separó la flauta de sus labios y la volvió a guardar con sumo cuidado. Después se retiró un poco de la orilla y se sentó. Se sentó. ¿Eso era todo? Se preguntaba Karibdys.
Parecía que todo seguía igual, pero entonces el muchacho notó cómo el viento se fue apagando lentamente. Pronto se sumergieron en un sobrecogedor silencio, tan sólo roto por la cascada, pero incluso ese sonido fue deshaciéndose como una nube en sus manos. En un principio el muchacho pensó que eran imaginaciones suyas, pero al fijarse en la columna del lago se dio cuenta de que cada vez caía menos agua. Decidió acercarse a la orilla del lago, para intentar verlo mejor, pero al llegar a la altura donde se encontraba Bolgar, éste le impidió seguir y le invitó a sentarse.
El muchacho hizo caso omiso y siguió de pie, viendo como poco a poco la cortina de agua era cada vez más delgada. Llegó un momento en que pudo ver la misma columna, un bloque de sólida roca tan grueso como dos granjas juntas recubierto de algo de musgo y verdín.
El silencio se rehizo, ahora más intenso que antes. Durante unos instantes que parecieron eternos, daba la impresión de que el tiempo se había detenido. Nada, absolutamente nada, se movía, sonada u olía. Era como si, de repente, sus sentidos hubiesen dejado de funcionar.
Karib buscó la mirada de Bolgar extrañado. ¿No pensaría ese hombre que iban a escalar aquello? El guerrero le devolvió la mirada con una sonrisa que sorprendió al muchacho. Era la primera vez en todo el camino que Bolgar le había sonreído.
En ese momento un lejano sonido comenzó a hacerse notar. Era el mismo sonido que hace un pequeño arroyo en su camino, pero, por allí no había ninguno. Bolgar le señaló hacia arriba, hacia el castillo de las hadas y Karib, sin entender del todo aquel gesto, dirigió su mirada hacia allá. Rápidamente buscó a Bolgar esperando una aprobación de que lo que estaba viendo era real y el guerrero asintió con la misma sonrisa de antes. Luego, el muchacho contempló boquiabierto lo que allí estaba ocurriendo.
Una cortina de agua se deslizaba abrazando a la columna del lago como lo haría una alfombra sobre unas escaleras de caracol. Descendía lentamente, retardando su llegada a la superficie del lago, pero eso a Karib no le importaba. No se creía lo que estaba viendo y aunque pudiese tocarlo, aún no lo había asimilado. Siguió con la mirada el bajar del agua maravillado. Una vuelta y otra más y así hasta que llegó al nivel del agua, donde desapareció su referencia.
El silencio y la quietud reinaron por tercera vez en la noche. Karib entrecerró los ojos para intentar distinguir algo en el lago, pero la poca luz no se lo permitió. En cierta manera le dio coraje que aquello terminase así, de manera tan simple. Un soplo de viento le devolvió a la realidad. Se había vuelto a levantar el aire y los árboles volvían a mecerse suavemente a su son.
El joven intentó buscar algo en el lago, pero no advirtió nada fuera de lo normal. Unas pequeñas olas llegaban otra vez a la orilla y él siguió una de ellas hasta que rompió. Entonces observó algo que le llamó la atención: el agua tenía un color violáceo. Se acercó a la orilla sin darse cuenta de que Bolgar ya no se lo volvió a impedir y se agachó para ver el agua más de cerca. Sin pensar en las consecuencias la tocó y, para su sorpresa, descubrió que era dura. Extrañado volvió la cara y Bogar asintió. Karib se incorporó y suspiró. Si aquello era duro, entonces podrían andar por él. O eso suponía.
El muchacho cerró los ojos, como para desprenderse aún más de la realidad, tomó aire y decidido se adentró un par de pasos en el lago. Cuando abrió los ojos comprobó que estaba andando sobre la superficie del agua sin hundirse.
- Es mármol azul. Podemos pisarlo sin miedo – dijo Bolgar -. Vamos, el amanecer no nos esperará.
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la casualidad ha querido que tenga aqui el cd con el libro (en clase práctica de estadística jijiji).
Espero que os guste y me despido otra vez. AAAAAAAAAAAAAAADIOS
Un saludo especial a ningu ( y felicidades por CINeol)