Pos ea, el siguiente^ ^.
Fuera del ciclo
-¡Maldita sea!, ¿Dónde se ha metido?.
Estas serían las primeras palabras de Nanouk nada más conseguir salir de la cueva. La joven jadeaba ostensiblemente tras un descenso que le había costado más de lo que esperaba y una de sus manos apretaba con fuerza su muslo herido tratando de mitigar el dolor, pero lo que más la preocupaba era haber perdido el rastro de su objetivo.
Había tardado demasiado en salir, tanto por las molestias de su pierna como por la cantidad de Leoran con los que se había encontrado por el camino, y ahora ya no podía ver a Nyla por ninguna parte. Además, la multitud que aún salía de la cueva le bloqueaba la vista y las fuerzas le fallaban, por lo que no tendría más remedio que descansar un momento apoyándose en la pared de roca del cráter.
A su alrededor los habitantes del volcán parecían volver a la normalidad y el pueblo cobraba vida una vez más. Incluso los guardias, hasta entonces omnipresentes allí dónde mirase, habían regresado hacia sus zonas asignadas y solo el centro del cráter seguía mostrando una actividad fuera de lo normal.
Los trabajos allí habían continuado y todo parecía ya casi listo. Las antes desnudas mesas habían sido cubiertas con telas de colores y bordados tan vivos como las ropas de los propios Leoran. Sus superficies, lejos de estar vacías como antes, aparecían decoradas por innumerables adornos florales entre los que destacaban las pequeñas bayas luminosas de la planta del lago.
Ahora aquellas pequeñas frutas eran casi inapreciables, pero Nanouk sabía que de noche brillarían como perlas de luz azul entre el resto de flores y si no hubiese estado tan ocupada buscando a Nyla seguramente se habría quedado un rato mirándolas. Pero ahora su prioridad era encontrar a la joven Shamshir, necesitaba dar con ella fuese como fuese y sus ojos continuarían el trabajo que el cansancio impedía realizar a sus piernas. Hasta que al fin…
-Ahí está...
Un nuevo murmullo broto de los labios de la Harumar para acompañar a una sombría sonrisa en el mismo instante en que sus ojos se posaban sobre la orilla Oeste del lago. Allí estaba lo que buscaba, una joven humana cuya falta de cola la hacía destacar fácilmente entre los demás incluso a distancia y que parecía descansar sentada al borde mismo del agua. Algo especialmente conveniente para Nanouk en esos instantes.
Con la misma determinación que cuando había salido de la cueva, la Harumar se puso en pie de nuevo, apretó los dientes y uno de sus puños soportando el dolor de su pierna, y se dirigió hacia allí procurando mantenerse lejos del lago. No quería que la viese todavía, después de todo aún no sabía como reaccionaría al encontrarse con ella y lo último que necesitaba en esos instantes era tener que perseguirla.
Dada la aparente tranquilidad de Nyla en ese momento, sin embargo, esto no le resultaría demasiado complicado. Los ojos de la humana parecían seguir con interés los preparativos que tenían lugar en el cráter y esta no se daría cuenta de nada. Ni siquiera cuando unos tambaleantes pasos dejaron de escucharse justo a su espalda y una sombra se extendió sobre su cabeza. Pero lo que oiría a continuación sí la haría reaccionar:
-Nyla.
El simple sonido de la familiar voz que acababa de pronunciar su nombre haría que la joven Shamshir sintiese de pronto como un escalofrío recorría su espalda haciéndola estremecer. Sabía perfectamente a quien pertenecía, no la olvidaría nunca después de aquella horrible noche, y en cuanto sus ojos bajaron temerosos hacia la superficie del lago y pudo ver en ella el reflejo de la joven de cabellos de plata, saltaría como un resorte abandonando la roca en que estaba sentada.
-Na-Nanouk… -Dijo con voz entrecortada mientras se daba la vuelta y retrocedía apresuradamente hasta meter ambos pies en el agua. –Estás… estás viva.
-No parece que te alegres mucho por eso. –Señaló la Harumar acercándose lo suficiente para poder apoyarse en la roca y descansar un poco su pierna.
-No.. no te acerques. –Respondió Nyla mirándola con un temor más que evidente y retrocediendo aun más hacia el interior del lago. –Por favor… no.
-Quieres calmarte. –Sugirió Nanouk dándose cuenta de que en aquel estado Nyla apenas prestaba atención a lo que le estaba diciendo. –No voy a hacerte nada.
-¡Intentaste matarme!. –Replicó la Shamshir en absoluto más tranquila pese a esto.
-Te lo merecías. –Aseguró Nanouk tajantemente. –¿Es que crees que puedes decirle lo que se te antoje a alguien y no esperar consecuencias?. Ah claro, espera, sí que lo crees. Después de todo así sois la mayoría de los Shamshir, ¿Verdad?.
Aquellas palabras sí parecieron hacer efecto en la joven humana. Nyla dejó al fin de retroceder al escuchar esto y se detuvo con el agua ya por las rodillas. El miedo seguía patente en sus ojos y todavía temblaba ligeramente, pero había algo más en su rostro tras escuchar a Nanouk, algo provocado por los recuerdos que las palabras de la Harumar habían traído de nuevo a su mente y la haría bajar la mirada. No con miedo, sino con algo que ni Nanouk ni ninguno de los habitantes de Thalan había visto nunca en el rostro de niña de aquella Shamshir: vergüenza.
-Yo… tenía miedo. –Trató de explicar Nyla para sorpresa de Nanouk. –Tenía muchísimo miedo, creía que iba a morir.
-¿Y crees que yo no?. –Respondió Nanouk con tono ligeramente alterado, incapaz de controlar del todo la rabia que sentía al recordar también lo sucedido. -¿Crees que por estar entrenados para luchar ya no tenemos miedo?. Ya tenía bastante con intentar sacarnos a las dos de allí con vida, lo último que necesitaba era escuchar todo aquello. ¿Qué esperabas que hiciese después de eso?. ¿Que me disculpase por estar a punto de morir intentando protegerte?.
-Eso tampoco justifica que intentases matarme. –Señaló Nyla con voz todavía titubeante pero levantando al fin los ojos para mirar a Nanouk. –Pero tienes razón, y… lo siento, siento mucho lo que te dije.
-Ya te he dicho que no voy a hacerte nada. –Insistió Nanouk aparentemente sorprendida por aquella disculpa. –Puedes dejar de fingir.
-Supongo que esto también me lo merezco. –Suspiró con cierto alivio Nyla ante la confirmación de que no le haría daño. –No puedo esperar que me creas después de todo lo que te dije, ¿Verdad?.
-No. –Respondió secamente Nanouk. –Y no esperes que yo me disculpe por lo que hice.
Nyla estuvo a punto de decir algo nada más oír esto, es más, su boca llegó incluso a abrirse para dejar escapar una de las muchas respuestas en absoluto agradables que cualquiera hablándole así se habría ganado en Thalan, pero no lo hizo. Aunque con algo de retraso, después de todo no estaba muy acostumbrada a medir sus palabras, se daría cuenta de que eso no ayudaría en absoluto a ninguna de las dos y se lo pensaría mejor.
Ahora que ya no estaba tan asustada, la joven humana aprovecharía además para salir del agua y quitarse las empapadas sandalias antes de continuar la conversación. Algo que sorprendería de nuevo a Nanouk por el cuidado con que Nyla las colocaría sobre una de las rocas y se secaba a continuación las manos con un pequeño pañuelo.
-Sabes, a diferencia de ti yo sí puedo entender esa respuesta. –Continuó al fin la joven de ojos color ámbar volviendo a mirar a Nanouk. –Porque es exactamente lo que habría dicho yo en tú lugar.
-No me compares con los de tu clase. –Replicó rápidamente Nanouk visiblemente ofendida por esto. -¿Crees que yo no tengo una buena razón para decir eso?. ¡Mírame!, has destrozado por completo mi vida.
-Hace unos días te diría que te callases y que yo he perdido mucho más que tú. –Respondió Nyla con voz ligeramente apenada. –Pero ahora ya no estoy tan segura de que sea así. Aunque de todas formas sí hay algo que pareces olvidar: nada de esto es culpa mía. Yo no elegí ir en esa misión.
-Pero tú fuiste quien me eligió a mi como su guardián. –Insistió Nanouk negándose a aceptar aquella respuesta. -¿Por qué?.
-Porque eras diferente. –Respondió Nyla con sinceridad, sosteniendo por un momento la mirada verde-azulada de la Harumar. –Cuando te ví me di cuenta de que eras distinta a todos tus compañeros, por eso te elegí. Supuse que sería divertido tener como guardián a alguien que no aceptase las órdenes sin más, que podría entretenerme intentando obligarte a hacer lo que quería.
-Esa es una razón despreciable. –Aseguró Nanouk con voz áspera. -¿Cómo puede alguien como tú haber llegado siquiera a ser una Shamshir?.
-Nací siéndolo. –Aclaró Nyla. –Como todos los Shamshir, ninguno elige serlo, simplemente naces con esta habilidad y el ejército se encarga de convertirte en uno.
-Pero no todos son como tú. –Replicó Nanouk al tiempo que se sentaba sobre la piedra que antes había ocupado Nyla. –Eso no significa nada.
-¿Tú crees?. –La voz de Nyla se volvió aún más triste al decir esto y Nanouk pudo ver como bajaba la cabeza por un momento como si no quisiera seguir mirándola. –A todos nos educan exactamente igual, la única diferencia entre unos y otros está en el lugar que ocupamos en la sociedad. Y ni siquiera eso lo elegimos nosotros, nuestros poderes son quien decide a quien nos asignaran basándose en nuestro nivel de habilidad y es precisamente eso, no nosotros, lo que decide el lugar que ocuparemos. ¿Todavía crees que no todos son como yo?.
Nanouk se quedó en silencio al escuchar esto, como si realmente no supiese que decir al escuchar al fin de uno de ellos la verdad sobre los Shamshir, pero tampoco tendría que hacerlo puesto que la propia Nyla no tardaría en continuar.
-Si aún lo crees déjame decirte algo más. –Continuó con tono extraño y melancólico. –Eso que tú has llamado una razón despreciable no es más que lo que hacen con nosotros, lo que han hecho conmigo y con cada Shamshir desde que nacemos. Y tienes razón, es despreciable, y supongo que yo también en cierto modo por hacerlo. Pero quería ser como ellos por una vez, quería saber qué sienten los que deciden qué hacer con nuestras vidas. Y tú me diste la oportunidad perfecta para hacerlo.
-Debería matarte solo por tener el valor de decirme eso a la cara. –Respondió Nanouk apretando con fuerza uno de sus puños mientras miraba con una mezcla de rabia y tristeza a la joven humana. -¿Crees que mi vida es un juguete con el que puedas jugar así?.
-Antes… sí. –Asintió Nyla temblando ligeramente, aunque no tanto por miedo a Nanouk como por los sentimientos que aquellas palabras agolpaban en su corazón. -¿Por qué no iba a pensarlo?. Eso es lo que hacen con nosotros, ¿Por qué ibais vosotros a ser diferentes?.
-Con nosotros hacen lo mismo. –Dijo Nanouk aflojando ligeramente el puño al entender en parte las palabras de Nyla. –Y no somos así… yo no soy así.
-Pero aún así intentaste matarme. –Repitió Nyla consciente de la reacción que esto podría provocar, pero sintiendo que necesitaba decirlo. –Tú también deberías entender lo que es equivocarse.
Estas últimas palabras provocarían un incómodo silencio entre ambas jóvenes. Nanouk no parecía saber qué responder a lo dicho por Nyla, ni siquiera quería mirarla ya a la cara. Hasta entonces odiar a la Shamshir le había resultado tan sencillo, hasta el punto de que casi había olvidado lo que ella misma había estado a punto de hacer esa noche, pero ahora las cosas habían cambiado.
Su corazón no era tan frío como ella quería aparentar y los ojos de Nyla ya no la miraban con orgullo o con desprecio como antes, lo que lo hacía todo mucho más difícil. No solo para aceptar lo que había intentado hacer, sino también para seguir adelante con su plan de forzarla a ayudarla a salir de allí de una forma u otra.
Nyla tampoco se sentía mucho mejor, sabía perfectamente que todo lo que Nanouk le había dicho era cierto y no estaba segura de qué hacer a continuación. Podía ver el daño que le había causado a aquella joven, tanto por lo sucedido aquella noche como por lo que la había empujado a hacer con sus continuos ataques. Y a diferencia de Nanouk, ella sí sabía que esa no era la verdadera forma de ser de su antigua guardián.
Nyla no solo recordaba a la guerrera testaruda y rebelde que había encontrado en el templo de los Harumar, también tenía grabada en su mente la mirada rota y temblorosa de la muchacha del vestido lavanda cuyas ilusiones había destrozado aquella noche como un simple juego. Por eso sabía que la que tenía delante no era la verdadera Nanouk sino simplemente la coraza con que esta se protegía de ella y de todos. Lo que al fin la haría preguntar algo más.
-¿Cómo sobreviviste?. –Dijo con voz titubeante, no muy segura ya de si Nanouk respondería o no. –Lo último que recuerdo de la cueva fue como caías con un golpe de los cazadores, creía que estabas muerta.
-Ellos me curaron. –Respondió Nanouk con tono más animado, aparentemente tan aliviada como ella por cambiar de tema. –Ni siquiera sé como se las arreglaron para quitarme la armadura antes de que se fundiese conmigo y me matase, pero cuando me desperté ya no la tenía y estaba en una cama con las heridas vendadas.
-Yo me desperté en una celda. –Explicó Nyla respondiendo a una pregunta que Nanouk no había hecho, pero que intuía por la forma en que sus ojos se volverían de nuevo hacia ella en ese momento. –Creo que algunos de los guardias querían que curase a uno de sus compañeros heridos, pero él no me dejó.
-¿Él?. –Preguntó ahora sí Nanouk.
-Aquel muchacho. –Respondió Nyla con una extraña sonrisa al tiempo que señalaba hacia el centro del lago con la mano en que aún sostenía su pañuelo. –Él fue quien me sacó de la celda y me dijo dónde vivir en el pueblo.
Un tanto curiosa por saber a quién se refería Nyla, Nanouk giraría la cabeza en la dirección que esta había señalado y se encontraría con alguien familiar. A lo lejos, tumbado entre las raíces del árbol del lago de forma que solo su torso quedaba fuera del agua, la Harumar vería al mismo muchacho de cabellos color cobre que ya había llamado su atención en la cueva.
De nuevo parecía estar completamente solo, descansando bajo la sombra del árbol mientras el agua lo mecía lentamente y con los ojos cerrados como si nada de lo que le rodeaba le importase.
-Tú también le viste en la cueva, ¿Verdad?. –Llamaría de nuevo su atención Nyla al ver que Nanouk parecía más interesada en observar a aquel Leoran que en ella. –Es distinto a todos los demás, incluso de los de su propio grupo… como tú, en cierto modo creo que os parecéis un poco.
-Dices que no te dejó usar tus poderes. –Intentó desviar la conversación Nanouk al notar que Nyla se había dado cuenta de lo mismo que ella respecto a aquel muchacho. -¿Por qué?. No tiene sentido, ¿Si no quieren usar tus poderes por qué dejarte con vida?.
-Todavía no estoy muy segura. –Aseguró Nyla encogiéndose de hombros. –Pero lo que sí tengo claro es que mis poderes no les importan tanto como a los humanos. Además, si fuese por eso por lo que me dejaron con vida, ¿Por qué no te mataron a ti?.
-Probablemente porque soy la primera de mi raza a la que ven sin armadura. –Supuso Nanouk tampoco muy segura de que estuviese en lo correcto. –Hasta ahora debían pensar que éramos monstruos de piedra… como nosotros hacíamos con ellos al creer que solo eran unos salvajes.
-Hay muchas cosas que no sabemos de ellos, eso es cierto. –Asintió Nyla mirando a su alrededor por un momento. –No son lo que creíamos, y me gustaría saber hasta que punto en Thalan son o no conscientes de esto.
-¿Acaso importa?. –Preguntó Nanouk sin entender lo que quería decir la joven humana.
-Puede que más de lo que crees. –Afirmó Nyla volviendo a mirarla. –Es más fácil luchar contra unos salvajes que contra una civilización. La gente no repara en aplastar a un animal salvaje, no tienen remordimientos cuando lo matan, pero sí cuando acaban con una criatura como ellos.
-¿En serio crees que eso podría cambiar las cosas?. –Preguntó de nuevo la Harumar encontrando de pronto algo útil para sus propios planes en aquellas palabras. –Tú eres una Shamshir, hay mucha gente que os respeta y creerían tu palabra, si volvieses a Thalan podrías…
-Eso es en lo que has estado pensando todo este tiempo, ¿Verdad?. –La interrumpió de pronto Nyla adivinando de nuevo sus palabras. –En huir de aquí.
-¿Tú no?. –Insistió Nanouk totalmente seria. -¿Es que quieres quedarte aquí encerrada el resto de tu vida?.
La respuesta a esta pregunta era obvia para Nanouk, pero para su propia sorpresa no parecería tan clara para la joven Shamshir. Lejos de responder inmediatamente, Nyla se quedaría pensando por unos segundos como si no supiese que decir. Hasta que, al cabo de un rato, dio con la forma de intentar explicarle a la Harumar lo que realmente pensaba.
-Deberías haberte dado cuenta ya después de lo que hemos hablado. –Dijo con tono calmado, casi comprensivo. –Mírame, ¿Crees que esto es peor que lo que conociste en Thalan?. Aunque supongo que en tu caso es completamente distinto. Todo esto parece haberte hecho mucho más daño que a mí, ni siquiera pareces la misma de Thalan.
-No soporto estar encerrada. –Replicó al instante Nanouk apretando con rabia uno de sus puños una vez más. –No lo aguanto, prefiero lo que sea antes que estar así. ¿Cómo puedes estar tan tranquila con todos esos guardias vigilándonos siempre?.
-Porque yo ya estoy acostumbrada. –Respondió Nyla tranquilamente. –He pasado así toda mi vida, la única diferencia es la raza de esos guardias. Pero aquí al menos no hacen nada más, solo están ahí y ni siquiera estoy segura de si nos vigilan o si simplemente protegen a su gente.
-¿En que los hace eso diferentes?. –Pareció no entender Nanouk. –Sigue siendo lo mismo, tan solo una cárcel gigantesca.
-Eso es lo que debería ser. –Siguió diciendo Nyla con la misma serenidad que hasta entonces. –Pero yo no estoy encerrada como tú dices, y por lo que veo a ti te están tratando exactamente igual. Es cierto que no podemos salir de la ciudad, o al menos eso creo, prefiero no intentar siquiera acercarme a las puertas y darles un motivo para desconfiar de mi después de lo bien que se han portado conmigo. Pero en Thalan sucedía exactamente lo mismo.
A un Shamshir no se le permite abandonar la ciudad a menos que lo haga en una misión, y son los generales quien deciden eso, no nosotros. Y eso mismo pasa con vosotros, sé que tampoco podéis salir a menos que acompañéis a uno de los nuestros a algún lugar. Aquí al menos no tenemos que preocuparnos de eso, nadie nos controla ni nos dice nada. Lo único que tengo que hacer es trabajar para ganarme la comida y la cama que me han dado, como cualquiera de ellos, y hasta eso van a dejar que lo elija yo. Ni siquiera me dejan hacer los trabajos que no dejarían hacer a sus mujeres. ¿Te das cuenta de lo que significa realmente eso?. Nos tratan como a ellas, como si nosotras también fuésemos unas Leoran.
-Sigue siendo una cárcel. –Murmuró Nanouk con desgana para decepción de Nyla.
-Tal vez, pero yo aquí soy libre, por primera vez la gente me mira a mi, no a mis poderes. –Respondió la Shamshir en un tono ahora mucho más serio. –Prefiero esto a la jaula de seda y mármol que tenía en Thalan. Me sorprende que tú no lo veas así, vuestra situación allí es incluso peor que la nuestra.
-Thalan es distinto a esto. –Negó Nanouk devolviéndole una mirada igualmente seria. –Allí al menos no estoy sola, tengo…
-¿Qué?. –La interrumpió de golpe Nyla casi con brusquedad ante las continuas negativas de la Harumar a entender sus palabras. -¿Un hermano al que casi no ves porque ni siquiera vive en una parte de la ciudad a la que tú puedas entrar?. ¿O es por Luciora?. Otro Shamshir como yo, ¡Si, como yo!, al que ni siquiera conoces de verdad. Solo te has encaprichado de su maldita imagen de noble bondadoso, como decenas de otras niñatas antes que tú.
-¡¡Cállate!!.
El grito de Nanouk conseguiría su objetivo al instante. Nyla no solo se callaría de golpe, además retrocedería de inmediato visiblemente asustada y solo se detendría cuando sus pies tocaron con uno de los postes a los que los Leoran amarraban sus barcas en el lago.
La calma se había borrado por completo de su rostro y una vez más parecía el animalillo asustado que había sido en sus primeros días entre los Leoran. Aunque esta vez el temor no se debía a ninguno de ellos, sino a la joven de cabellos de plata que ahora estaba también de pie y la miraba fijamente con una rabia que la aterraba.
-Ya estoy harta de escucharte. –Dijo Nanouk con tono brusco y para nada amistoso. –Ni siquiera te das cuenta de que estás volviendo a hacer lo mismo que en aquella cueva, ¿Verdad?.
-Hay una diferencia. –Aseguró Nyla con voz temblorosa. –Esta es la verdad. Puedo arrepentirme por todas las mentiras que te dije esa noche, pero no por lo que acabo de decir.
-Tu no sabes nada de mí, ¡Nada!. –Replicó Nanouk comenzando a caminar hacia ella. –No puedes decir la verdad cuando ni siquiera me conoces. Pero me da igual, esta vez no pienso perder el control de esa forma. Ya te lo dije, yo no soy así.
-¿Entonces qué vas a hacer?. –Preguntó visiblemente asustada Nyla.
-Voy a salir de aquí cueste lo que cueste. –Respondió Nanouk parándose frente a ella y mirándola con una siniestra sonrisa. –Y tú vas venir conmigo. Me elegiste como tú guardián, ¿Recuerdas?. Si no cumplo con mi trabajo tendría problemas en Thalan.
Justo en el instante en que decía esto, y antes de que Nyla pudiese reaccionar, Nanouk alargó rápidamente su brazo sano hacia la Shamshir y la cogió por una mano para evitar que se alejase. Algo que asustaría aún más a Nyla y la haría tratar inmediatamente de soltarse forcejeando con el brazo de su captora.
-¡No!, ¡Suéltame!. –Pidió con desesperación, ignorando como reaccionarían el resto de Leoran a aquello.
-Te he dicho que no voy a hacerte daño. –Le recordó Nanouk apretando aún más su mano alrededor de la muñeca de la joven. -¿Quieres estarte quieta de una…
La voz de Nanouk y la de la propia Nyla se verían interrumpidas de pronto por algo totalmente inesperado para ambas: agua. Para sorpresa de ambas jóvenes, un extraño chapoteo resonaría de pronto justo a su derecha y el agua del lago saltaría hacia ellas como arrojada por algo invisible dejándolas totalmente empapadas. Algo que las dejaría atónitas en un principio, pero a lo que pronto encontrarían explicación al mirar hacia el propio lago.
El agua volvía a estar en calma, como si nada hubiese pasado, pero en el centro mismo del lago el muchacho al que las dos ya conocían se había puesto en pie y parecía mirarlas. Lo que convencería a Nanouk no solo de que él era el responsable, sino también de que no aprobaba aquello y sería mejor aflojar la mano de la Shamshir.
Al instante, Nyla tiraría rápidamente de ella para soltarse y se alejaría de nuevo. Aunque solo para detenerse de pronto una vez más tras un par de pasos, mirar su mano como si algo hubiese cambiado en ella y dirigir rápidamente su mirada hacia el suelo visiblemente preocupada.
-¡Estúpida!. –Protestó buscando con angustia a su alrededor y en la orilla del lago. -¿Por qué tenías que hacer eso?. ¿Es que no has entendido nada de lo que te he dicho?.
-Solo quiero salir de aquí. -Respondió Nanouk intentando dar un nuevo paso hacia delante, pero deteniéndose de golpe al sentir un nuevo pinchazo en la pierna que la obligaría a apretar con fuerza su muslo. –Y te necesito para hacerlo.
-Pero yo no quiero volver allí. –Insistió Nyla arrodillándose entre dos de las barcas y sonriendo de pronto al tiempo que sacaba su pequeño pañuelo del agua. –Yo no tengo a nadie esperándome allí. Solo tengo superiores que me dan órdenes, gente que me obedece porque cree que conseguirá algún favor haciéndolo y de vez en cuando algún noble interesado en meterse entre mis sábanas. ¿Crees que merece la pena volver por eso?.
-No tienes derecho a pedirme nada después de todo lo que me has hecho. –Replicó Nanouk sentándose en el borde de una de las barcas, incapaz ya de mantenerse de pie. –Y mucho menos después de lo que acabas de decirme.
-¡Solo te digo la verdad!. –Intentó hacerla entender Nyla mientras apretaba con fuerza su pañuelo en la mano. –Me da igual si te duele oírla, ese es el mundo al que quieres volver, no el que tú crees. Sin mí no verás a tu hermano más que cuando Luciora decida bajar de la zona alta, y conmigo tarde o temprano te enviarán en otra misión de la que puede que no vuelvas. ¿Es eso lo que quieres?. ¿Y por qué, por Luciora?. Si tanto me odias a mí cómo puedes pensar siquiera en él.
-Él no es como tú. –Intentó defenderse Nanouk.
-Es un Shamshir. Tú simplemente no le conoces. –Insistió Nyla con tono igualmente alto. -¿Crees que es difícil ser como él cuando uno tiene todo lo que quiere sin necesidad de pedirlo siquiera?. Pues no lo es, ni siquiera yo sería tan despreciable a tus ojos si no tuviese que hacer todas esas cosas para conseguir lo que quiero mientras que a él se lo dan todo en bandeja solo por ser el protegido del consejo. Ni siquiera sabe lo que es el miedo, jamás a salido de la ciudad o lo han obligado a hacer misiones. Pero algún día lo sabrá, antes o después aparecerá un Shamshir con más poder que él y el consejo lo relegará al mismo puesto que nosotros. Entonces verás al verdadero Luciora, y no creo que ni tú ni nadie quiera estar cerca cuando sienta miedo por primera vez o tenga que enfrentarse de verdad al mundo real.
-¿Por qué?. –Preguntó furiosa Nanouk mirándola confundida, incapaz de desechar por completo sus palabras por más que quisiese. -¿Por qué te empeñas en destrozar todo lo que tengo?. No lo entiendo…
-Porque yo una vez pasé por lo mismo. –Respondió Nyla con una sinceridad que la sorprendería a si misma. –Sé lo que es ver como alguien se derrumba al darse cuenta de que darle una moneda a un pobre de la zona baja de la ciudad no es la gran obra de caridad que creías, porque ahí fuera no solo hay pobres: hay heridos, muertos, cosas que jamás querrías ver. Y ni siquiera puedes hacer nada por ellos, porque aún que estén ahí, a dos pasos de ti desangrándose en el suelo, tú debes estar lista en caso de que el general te necesite y no puedes agotarte.
-¿Eso te sucedió a ti?. –Preguntó sorprendida Nanouk.
-Eso nos pasa a todos los Shamshir que salimos de la ciudad a alguna batalla. –Respondió esta al tiempo que dirigía su mirada hacia la pierna herida de Nanouk. –¿Tus heridas aún no se han curado?.
-Eso no es cosa tuya. -Respondió bruscamente Nanouk.
-Yo puedo curarlas. Esto no es Thalan, no hay ningún general que me impida ayudar a quien quiera. –Dijo escogiendo con cuidado sus palabras para intentar conseguir lo que quería. –Si prometes dejarme aquí… lo haré.
-¿De qué te sirve eso?. –Refunfuñó Nanouk no muy segura de por qué la Shamshir le ofrecía algo así de pronto. –En cuanto me cures podría obligarte de todas formas.
-Tú no eres como yo. –Sonrió Nyla tomando aquello como una respuesta afirmativa y comenzando lentamente a acercarse. –¿Ya lo has olvidado?, yo soy la mala de las dos. Si prometes algo sé que lo cumplirás.
Nanouk bajó la cabeza por un momento todavía indecisa y miró a su pierna una vez más. Necesitaba que la curase, después de todo por eso había buscado a Nyla en un principio, pero había cosas entre todo lo que la Shamshir le había dicho que la confundían. Además, si la dejaba allí sabía que probablemente sufriría algún tipo de castigo al llegar a Thalan, lo que le ponía las cosas aún más difíciles.
-Eso me complicará las cosas en Thalan. –Dudó Nanouk.
-Y llevarme contigo te complicaría el viaje de vuelta. –Señaló Nyla. –Yo no puedo seguir tu ritmo y mucho menos en una jungla como esta.
-Está bien. –Aceptó al fin Nanouk encontrando en aquellas palabras el pequeño empujoncito que necesitaba para decidirse. –En ese caso de acuerdo. Si vas a ser una carga mejor dejarte aquí.
Nyla asintió sonriendo al escuchar esto y se acercó al fin del todo a Nanouk. Todavía sentía cierto reparo hacia la joven de cabellos de plata, pero ahora que había conseguido lo que quería no podía echarse atrás y se acabaría sentando a su lado en la barca. Hecho esto, dejó con cuidado el pañuelo sobre su regazo y acercó la mano al muslo de la Harumar.
-¿Qué es eso?. –Preguntó Nanouk sorprendida por todo el cuidado que Nyla ponía en algo aparentemente tan sencillo como aquel pañuelo.
-Es un regalo. –Respondió Nyla en un tono que Nanouk encontraría tan extraño como la cálida sonrisa que por un momento asomaría en los labios de la joven. –El primero que alguien me hace a mí y no a una Shamshir más. Dime, ¿Es aquí?
-No solo ahí. –Respondió esta apuntando con la mano hacia su hombro herido. –También me clavaron una flecha aquí. ¿Recuerdas?.
-No. –Negó Nyla sacudiendo ligeramente la cabeza. –Estaba tan asustada que casi no sé lo que sucedió en aquella pelea. Y sinceramente, tampoco quiero recordarlo.
Dicho esto, Nyla dirigió su otra mano hacia el hombro de Nanouk, cerró los ojos y se concentró para empezar aquello que solo los de su clase podían hacer. Cada una de sus manos comenzó a brillar de pronto con la típica luz blanca de los Shamshir, sus dedos recogieron aquel centelleo dirigiéndolo hacia el extremo de uno de ellos y las manos de la joven empezaron a moverse al unísono.
La propia Nanouk se sorprendería en ese momento al ver por primera vez las habilidades de quién había sido su protegida. Nyla podía no ser tan poderosa como Luciora como ella misma había dicho, pero el hecho de que le consintiesen tantas cosas, incluso la pérdida de varios guardianes, tenía una justificación y la Harumar estaba viéndola en ese mismo momento.
Aún con los ojos cerrados, Nyla podía dibujar no uno, sino dos círculos de luz a la vez centrando ambos sobre las heridas y sus dedos apenas parecían dudar un momento. Ambos se movían dibujando en el aire runas que ni Nanouk, ni la misma Nyla, alcanzaban a entender realmente y no tardarían en finalizar. Momento en que ambos círculos descenderían hasta pegarse a la ropa de Nanouk y cumplirían al fin su cometido.
Con una simple presión de las palmas de sus manos sobre ambas runas, Nyla haría que estas estallasen de pronto con un cegador centelleo blanco y sus ojos se abrirían al tiempo que la pequeña bruma blanquecina resultante comenzaba a disiparse.
-Ya está. –Aseguró respirando pesadamente. –No eran muy graves.
-No para alguien con tus poderes al menos. –Replicó Nanouk al tiempo que movía el brazo y la pierna para comprobar que ya no le dolían en absoluto. -Pero para mí era un obstáculo que me impedía seguir con mis planes.
-No lo conseguirás. –Murmuró en tono agotado Nyla recostándose hacia atrás hasta apoyar ambas manos en el otro borde de la barca mientras intentaba recuperar la respiración. –Este es su bosque, aún así no conseguirás huir. Solo conseguirás que te maten.
-Eso no debería importarte. –Replicó Nanouk poniéndose de pie al fin para alejarse cuanto antes de ella. –Ahora ya no es cosa tuya. Tú tienes lo que querías, y yo también.
Dicho esto, Nanouk le dio la espalda a la todavía agotada Nyla y se alejó siguiendo la orilla del lago. Aunque solo para detenerse unos metros más adelante al escuchar como la voz de Nyla la llamaba de nuevo.
-¡Estúpida!. –Le gritó desde la barca, segura de que ya no volvería le dijese lo que le dijese. –Eso es lo que eres si haces eso. Si de verdad consigues salir de aquí serás libre como tú quieres, por primera vez serás verdaderamente libre. ¿Y tú vas a tirar eso por la borda corriendo a encerrarte otra vez en la celda de Thalan?. ¡No eres más que una maldita estúpida!
Nanouk la miró de reojo al escuchar esto y su corazón dio un extraño vuelco ante las palabras de la Shamshir, pero no dijo nada. Tan solo siguió adelante recorriendo lentamente la orilla del lago hasta desaparecer tras uno de los edificios cercanos y Nyla se quedaría sola una vez más. Todavía demasiado agotada para ponerse en pie y sin poder ver ya como, a lo lejos, dos lágrimas se deslizaban por las mejillas de la joven Harumar mientras esta apretaba con fuerza en una de sus manos la pequeña piedra que colgaba sobre su pecho.
Así pasaría el resto del día para ambas jóvenes. Una de ellas descansando a orillas del lago, con los pies descalzos jugueteando sobre la superficie del agua y la mirada perdida en los reflejos que el árbol lanzaba sobre sus aguas. La otra encerrada en su cabaña, tratando de alejarse de todos para que nadie viese su rostro en aquellos momentos mientras su corazón intentaba olvidar las palabras de Nyla y su mente se nublaba bajo una confusa tormenta de emociones.
Estaba curada y eso debería hacerla sentirse mejor, incluso se había quitado las vendas ya y había comprobado con alegría que no había ni rastro de las profundas heridas de las flechas, pero no era así. En todo lo que Nyla le había dicho había cosas que no le importaban en absoluto, como el más que posible fracaso de su plan y que pudiesen matarla por intentar huir, pero había muchas otras que le hacían daño con solo recordarlas.
Todo lo que la Shamshir había dicho tenía demasiado sentido para ser solo mentiras, y en el fondo una parte de sí misma parecía haberlo sabido siempre. Algo que la hacía estremecerse mientras sostenía aquella piedra en su mano sentada en la cama y bajaba la cabeza dejando que sus cabellos le tapasen la cara casi por completo. Hasta que, varias horas más tarde, algo atraería al fin su atención y la sacaría de aquel torbellino de pensamientos desesperados: música.
Al principio serían tan solo unas notas sueltas que apenas llegarían a acariciar sus tímpanos, pero pronto comenzarían a sucederse hasta formar una melodía que la haría levantar la cabeza. Hacía años que no escuchaba una sola nota musical, tantos como había pasado en Thalan puesto que allí las fiestas solo tenían lugar en la zona alta de la ciudad, y volver a escuchar de pronto las armoniosas voces de los instrumentos la atraería hacia lo que podía estar sucediendo en el exterior.
Era una melodía sencilla pero intensa, cargada de emociones que estallaban en forma de profundos redobles de tambor, se dejaban arrastrar suavemente sobre las delicadas notas de las flautas y volvían a acelerarse cabalgando sobre las cuerdas de las arpas Leoran. Y con ellas, el corazón de la propia Nanouk comenzaría a relajarse poco a poco mientras sus ojos observaban a través de la ventana lo que sucedía en el exterior.
La gran celebración para la que los Leoran se habían estado preparando durante todo el día había comenzado al fin. El centro del volcán bullía con la vitalidad de todos sus habitantes, las mesas antes vacías estaban llenas de Leoran disfrutando de una gran cena conjunta y en el rostro de todos ellos podía verse una sonrisa incomparable.
Todo el pueblo estaba alegre, algo que probablemente no sucedería muy a menudo en aquellos tiempos de guerra, y lo demostraban con una formidable fiesta que rompía con sus luces la habitual oscuridad del cráter. Esa noche no importaba que los Leoran pudiesen ver en la oscuridad, toda la ciudad brillaba para festejar la elección que había tenido lugar esa mañana y al pálido brillo del árbol y sus bayas se unía la calida luz del fuego.
Alrededor de toda la plaza y en las calles colindantes las temblorosas llamas de decenas de antorchas iluminaban la ciudad con su bailarina luz anaranjada. Y entre las mesas, justo en la parte central del círculo formado por estas, una gran hoguera los iluminaba a todos haciendo resaltar aún más los cambios en sus vestimentas.
La mayoría se habían preparado para la fiesta y sus ropas mostraban otro de los aspectos de la cultura de aquella raza. No solo parecían más elaboradas y vistosas que la ropa con que Nanouk los había visto durante aquellos días, además seguían un patrón que incluso ella podía distinguir fácilmente con solo mirarlos.
En el caso de las mujeres estas vestían ropas ligeras como de costumbre, especialmente desde el punto de vista de Nanouk que intentaba todavía acostumbrarse a cada prenda que le daban y al molesto vuelo que parecía acompañar a todas sus faldas, pero sus colores tenían algo en común esa noche. Todas parecían seguir el ejemplo de la muchacha que esa mañana había sido la protagonista en la elección de la cueva, vistiendo ropas con los tonos de rojo, naranja, amarillo e incluso azul más intensos y vivos que Nanouk había visto nunca. Lo que las hacía destacar bajo la luz de la hoguera incluso mientras permanecían sentadas cenando, tanto por los colores de los vestidos como por los cuidados bordados en hilo de plata que los recorrían formando extraños diseños tribales.
Estos últimos adornos no parecerían nada especial para Nanouk en un principio, después de todo no conocía la simbología Leoran y solo era capaz de apreciar la belleza de sus diseños y contrastes. Pero al mirar a los hombres de su raza se daría cuenta de que significaban algo más.
Ellos llevaban ropas totalmente opuestas a las de las mujeres. Pantalones y camisas ligeras, chalecos o incluso nada sobre sus torsos en algunos casos salvo unos extraños guantes sin dedos que llegaban hasta más allá de sus codos, y siempre de los mismos colores. Para algunos era gris claro, para otros blanco puro, y en algunos casos un tono brillante como la plata que denotaba el rango de quien los llevaba.
Sobre este color base, sin embargo, y al igual que sucedía con las mujeres de su raza, complicados bordados en hilo de los mismos colores con que estaban hechos los vestidos de estas últimas trazaban infinidad de diseños partiendo siempre de sus manos, sus piernas y su cintura.
El resultado eran ropas tan coloristas y curiosas como Nanouk habría imaginado para aquella raza, pero con un detalle más que evidente. Las de ambos se complementaban, no solo eso, los bordados estaban hechos de forma que, cuando se tocasen, ambas ropas pareciesen mezclarse. Lo que daba una idea de lo importante que la relación entre ambos era para su cultura y fascinaría aún más a Nanouk. Sobretodo porque, como ya temía, Nyla parecería tener razón en algo más.
Junto a su cama, cuidadosamente dobladas al lado de la bandeja en que aún descansaba una cena que su estómago se había negado a aceptar, las Leoran habían dejado también un vestido para ella. Cosa que habían estado haciendo cada día desde su llegada allí y que ella, pese a su recelo inicial y su disgusto con la falta de tela de aquella ropa, agradecía pues le permitía ponerse algo limpio cada día. Pero en esa ocasión era distinta.
La ropa que le habían dejado esa mañana ya la llevaba puesta. Aquella era para la fiesta, no un cambio de ropa más, y bastaba un vistazo para darse cuenta de que seguía el mismo diseño que la de las Leoran.
-Como a una de ellas… -Murmuró Nanouk repasando mentalmente las palabras de Nyla al tiempo que sus ojos recorrían los bordados de aquellas prendas. –Pero eso no significa nada. Yo no soy una de ellas, yo… yo también tengo mi sitio.
Afectada de nuevo por los dolorosos sentimientos que aquello desataba en su corazón, Nanouk apartaría al fin la mirada del vestido y volvería sus ojos hacia la celebración. La cena tocaba a su fin, después de todo no era precisamente para eso para lo que se habían reunido allí, y algo más comenzaba en el centro de la plaza.
Los más pequeños, hasta entonces junto a sus padres, se reunirían a un lado de la plaza para jugar entre ellos por las iluminadas calles del pueblo y los adultos se dirigirían al círculo central dónde también se encontraba la hoguera. Entre esta última y las mesas había cerca de unos veinte metros, espacio más que suficiente para lo que había sido preparado y en el que Nanouk no tardaría en ver a alguien familiar.
Allí estaban de nuevo los dos Leoran que habían protagonizado el final de la ceremonia en la cueva. El mismo muchacho de cabellos azabache, vestido ahora con un atuendo similar al de sus compañeros pero visiblemente más elaborado, y la joven del vestido escarlata que ahora caminaba de su mano hacia la hoguera.
Ella seguía llevando la misma ropa, como si la ceremonia no hubiese terminado, y Nanouk no tardaría en notar que de nuevo se había equivocado. No era ella quien caminaba de la mano del joven, sino este último quien se dejaba llevar hasta el borde mismo de las llamas por ella. Y una vez allí, en frente de todos los que esa misma mañana habían celebrado con júbilo su unión, se detendría para mirarlos y esperar a alguien más.
Por un instante Nanouk supondría que se trataba del resto de guerreros que había visto entrenando con aquel muchacho pues estos no estaban muy lejos. Todos seguían juntos a un lado del círculo, incluso el extraño joven que había ganado la flor y al que, sinceramente, Nanouk no esperaba en absoluto ver allí después de lo sucedido. Pero ninguno de ellos se movería.
En lugar de estos, a quien esperaba la joven era a otra Leoran que no tardaría en acercarse también a ellos. Era mucho mayor que ella, por su aspecto probablemente una de las ancianas del poblado, y en sus manos portaba lo que parecían ser un cuenco y una de las bayas del árbol.
Nanouk notó como la música se hacía más suave y lenta en ese instante, apenas ya perceptible a distancia. Algo estaba a punto de pasar, algo importante que la haría mirar con atención y a la vez con tristeza echando de menos la melodía, hasta que la mujer se detuvo justo frente a los dos jóvenes.
En ese momento la joven Harumar se daría cuenta de que no era la única mirándolos con atención. Todo el poblado los observaba con el mismo interés que esa mañana en la cueva, manteniendo un tenso silencio en espera de que todo sucediese como esperaban y deseaban.
La anciana, por el contrario, parecía mucho más tranquila que cualquiera de ellos y dirigiría una sonrisa a los dos jóvenes mientras comenzaba lo que había ido a hacer allí. En su mirada no había tensión como en la de los demás, tan solo la calma de quien ya ha vivido algo igual mientras ofrecía el cuenco a la Leoran más joven. Hecho esto, situaría cuidadosamente la baya sobre esta y haría una pequeña hendidura en su parte inferior dejando caer el brillante líquido que contenía.
El cuenco no estaba vacío y Nanouk vería como parte de aquella agua luminosa se derramaba por su borde al encontrarse con el líquido que ya lo ocupaba, pero nada de esto preocuparía a la anciana. En cuanto la baya estuvo vacía arrojó la cáscara al fuego, tomó la otra mano de la joven y la acercó al cuenco usando a continuación uno de los dedos de la muchacha para remover el contenido.
Al instante la luz cambió de color. El pálido tono celeste del agua se mezcló con el oscuro tinte del cuenco y su luz se volvería roja de pronto hasta ser casi del mismo color que el vestido de la muchacha. Exactamente igual que la pintura que, ahora, cubría el dedo de la joven mientras continuaba removiendo el cuenco.
Los ojos de la anciana pasaron entonces a mirar al muchacho como pidiendo algo y este respondería de inmediato. Con la misma tranquilidad con que ella había cedido su mano a la anciana, él levantó una de las suyas mostrándole el dorso de la misma y la complicada runa allí tatuada. A lo que la anciana respondería con una sonrisa apartando al fin el cuenco de la mano de la joven y soltándole la mano. Ahora eran ellos los que debían seguir adelante, nadie más, y las miradas de ambos se centrarían en los ojos del otro mientras la joven sonreía decidiéndose a continuar.
Con la misma lentitud y cuidado con que la Anciana había manejado su mano, la joven acercó su dedo a la mano del muchacho y, tras posarlo sobre ella, comenzaría a recorrer cada línea de la runa con el mismo cubriéndola con el tinte que aún lo bañaba. Hasta que, finalmente, ésta brilló también con aquella luz roja entre ambos. Momento en que la anciana se apresuraría a limpiar el dedo de la joven antes de que se secase aquel tinte y, al fin, se alejaría dejándolos solos.
Pero eso no era todo, y Nanouk pronto se daría cuenta. Aún una vez terminada aquella parte de la ceremonia, la joven no solo no apartaría su mano de la del muchacho, sino que la cogería por la muñeca y la acercaría a uno de sus hombros hasta que la runa estuvo a unos centímetros de su propia piel. Era evidente lo que iba a hacer, incluso para alguien ajeno a las costumbres Leoran como Nanouk, pero la joven todavía parecía dudar por algo.
Los ojos del muchacho titubearon también en ese momento con cierto temor y se desviarían por un segundo hacia el Leoran de melena cobriza, como si su sombra planease aún sobre él amenazando con quitarle lo que deseaba. Pero ella pronto lo convencería de lo contrario, y lo haría más allá de ninguna duda sorprendiendo incluso a la anciana con su siguiente acción.
En lugar de colocar la runa sobre su hombro, la joven tomó la mano del compañero que ella misma había elegido esa mañana, la colocó justo delante de su rostro… y la presionó suavemente contra su frente ante las miradas atónitas de todos. Aquello no era algo habitual, menos aún teniendo en cuenta que, por la prisa con que la anciana había limpiado su dedo, aquel tinte parecía ser permanente. Pero tanto Nanouk como el joven de cabellos azabache entenderían perfectamente por qué lo había hecho.
Ella elegía a su compañero, no aquella pequeña flor, y lo había elegido a él. Esa era su forma de decírselo y de borrar cualquier tipo de duda que él pudiese tener todavía. Algo que, por la formidable sonrisa que aparecería en ese mismo instante en el rostro del muchacho, acababa de conseguir sobradamente y lo llevaría a hacer algo que de nuevo sorprendería a Nanouk: abrazarla.
Hasta entonces Nanouk tan solo había intuido que la vida de los Leoran era similar a la de humanos y Harumar en cuanto a su disposición familiar. Había visto parejas con niños pequeños, esa misma mañana había podido comprobar que tenían incluso símbolos para marcar sus compromisos como los humanos y ahora estaba segura de haber visto la unión permanente de aquella pareja, pero hasta entonces no tenía ninguna razón para pensar que sus muestras de cariño fuesen también similares.
Los dos jóvenes pondrían fin a todas estas dudas en unos segundos sin embargo, cuando la muchacha soltaría al fin a su elegido y, para alegría de todo el pueblo, fundiría sus labios con los suyos en un dulce beso que haría estallar de júbilo a todos los demás. La ceremonia había terminado, el pueblo tenía a un nuevo jefe para sus guerreros, y la fiesta podía al fin continuar para todos con aquel beso como señal de apertura.
La música volvió a sonar tan fuerte como al principio una vez más para alegría de Nanouk, los Leoran se separaron por un momento para dejar que la joven pareja fuese la primera en empezar y estos comenzaron a bailar al son de la música. Era una danza extraña, al menos desde el punto de vista de una Harumar o una humana, aunque no por eso desagradable a la vista.
Los dos jóvenes estaban tan cerca uno del otro que sus cuerpos se rozaban continuamente mientras se movían al son de la melodía. Él cogiéndola de la cintura y la espalda, ella con una mano en su costado y otra en su cuello evitando siempre que se alejase, y siempre tocándose. No se trataba de una postura rígida como en los bailes humanos, las manos de ambos se deslizaban por el cuerpo del otro cambiando a cada paso, sus piernas se entrecruzaban continuamente manteniéndolos tan juntos como era posible y sus mejillas se rozaban una y otra vez. Acercándose ahora para alejarse en el siguiente paso, pero solo para regresar de nuevo y volver a acariciarse en el siguiente como si lo importante no fuesen los pasos en si de aquel baile, sino el suave contacto de ambos cuerpos al son de la música.
Era una danza obviamente de pareja, que probablemente nunca se toleraría en público entre los humanos de una ciudad como Thalan, pero tan atrayente que incluso Nanouk se encontraría sin darse cuenta dando pequeños golpecitos con el pie en el suelo al ritmo de la música.
Ambos jóvenes, sin embargo, no serían los únicos bailando por mucho tiempo. Pasado el tiempo que todos consideraban oportuno, las parejas ya formadas de Leoran ocuparían también el círculo central para unirse a ellos en aquel baile y solo los más jóvenes quedarían en la zona exterior. Incluidos todos los guerreros que hasta ese día habían sido compañeros del elegido por la muchacha.
Para estos últimos, como Nanouk tampoco tardaría en comprobar, aquella también era una noche importante. Significaba el fin de la elección y, con ella, el principio de su libertad como pronto probaría la forma en que varias jóvenes se acercarían a ellos para buscar una pareja de baile.
Ahora ninguno de ellos debía preocuparse ya por cual sería el elegido para acompañar a aquella muchacha, todos eran finalmente libres y tanto ellos como varias de las muchachas del pueblo parecían alegrarse bastante por esto. O al menos así parecía ser para todos… menos uno.
Nanouk se había dado cuenta hacía ya un buen rato de que en su civilización, a diferencia de la humana, eran ellas quienes parecían llevar la iniciativa a la hora de buscar pareja. Por eso no se había sorprendido demasiado al ver como una tras otra varias jóvenes se acercaban a aquellos muchachos, pero sí al ver como uno de ellos las ignoraba completamente a todas.
Sabía quien era, después de todo era difícil olvidarle tras lo visto esa mañana, pero no entendía el por qué de su comportamiento. El muchacho de cabellos color cobre era el mejor de su grupo, lo había demostrado ante todos y Nanouk podía entender fácilmente el por qué aquellas jóvenes se veían atraídas hacia él. Después de todo, fuese o no el mejor el entrenamiento había dado unos frutos más que visibles en su cuerpo y este no parecía molestarse demasiado por ocultarlo. Y sin embargo él no parecía interesado en ninguna de ellas.
Aunque con educación y toda la delicadeza posible para no ofenderlas, las había ido rechazando una tras otra y al final optaría por una solución mucho más drástica para no seguir causando molestias a su gente. Simplemente se despediría de los que aún estaban a su lado con una mano, se daría la vuelta y se alejaría de la fiesta por una de las calles. Algo que, aparentemente, conseguiría su objetivo pues ninguna de aquellas muchachas parecía tan interesada en él como para seguirle, pero acarrearía al mismo tiempo un pequeño problema para Nanouk pues esta ya no podía verle desde su ventana.
Hacía tan solo unos minutos, esto apenas habría importado para la joven Harumar, pero ahora sentía aún más curiosidad por aquel muchacho y aquello era lo único que le permitía no volver a caer en el estado de depresión en que había pasado toda la tarde. Por lo que al fin decidiría hacer algo que no había contemplado siquiera en un principio: salir de la casa.
Ponerse el vestido que las Leoran le habían dejado estaba fuera de toda discusión, como también lo estaba acercarse al baile por mucho que le gustase la música, así que trataría de evitar llamar la atención en la medida de lo posible rodeando la plaza. Algo no muy complicado dado que todos los Leoran estaban disfrutando visiblemente de la fiesta, y no solo ellos por la sonrisa que había visto en el rostro de Nyla mientras esta era llevada de un lado para otro de la plaza por el mismo grupo de jóvenes Leoran con las que había estado jugando en el río. O al menos eso pensaría en un principio.
Por desgracia para la joven Harumar, mientras trataba de rodear la plaza tras una de las casas que la circundaban esta se daría casi de bruces con alguien a quien ya conocía. Una Leoran cuya primera reacción sería reírse al ver el sobresalto con el que Nanouk respondería a su presencia y cuyos ojos se dirigirían inmediatamente hacia su hombro y su pierna.
Era una de sus cuidadoras, la misma que durante esos días le había llevado ropa, comida, y había tenido la paciencia de enseñarla a ponerse las prendas de los Leoran. Ahora, sin embargo, no estaba allí para eso y tanto su alegre sonrisa como el vistoso vestido que lucía harían que Nanouk dejase de estar a la defensiva.
En un principio la había preocupado lo que podrían decir al notar que ya estaba curada, o incluso que cambiasen en cuanto a la forma de tratarla ahora que estaba recuperada del todo, al fin y al cabo era una guerrera y con su brazo y pierna sanos volvía a ser notablemente peligrosa. Pero pronto se daría cuenta de que no era así.
La Leoran parecía alegrarse al ver que ya no llevaba las vendas e incluso señalaría su propio hombro intentando preguntarle con gestos cómo estaban sus heridas. A lo que Nanouk respondería apartando la tela de su ropa hacia un lado hasta dejar al descubierto el lugar donde antes estaba la herida.
Allí ahora tan solo estaba su piel, tan blanca y suave como en el resto de su cuerpo y sin el menor rastro siquiera de la profunda herida causada de la flecha. Algo que sorprendería visiblemente a su cuidadora por la forma en que la miraría por un instante, pero a lo que esta tampoco pareció dar demasiada importancia.
En lugar de eso, simplemente miraría hacia la fiesta por un momento buscando a Nyla como si ya supiese que había sido ella y volvería a sonreír volviendo su atención hacia Nanouk una vez más. Aunque ya no por sus heridas sino, como esta pronto entendería al verla señalar su ropa, por el descuidado aspecto con que esta había ido a la fiesta.
-No voy a ponerme uno de esos vestidos. –Protestó inmediatamente Nanouk intuyendo lo que la Leoran quería decirle. –Ni siquiera quiero ir a la fiesta, solo…
-Ete Faur. –La interrumpió la mujer señalando con una mano hacia la dirección que pensaba tomar Nanouk y sonriendo traviesamente. –Ira?.
Al igual que para una humana, para una Harumar como Nanouk aquellas palabras no tenían el menor sentido como de costumbre y esta no sabría muy bien como reaccionar. Aunque sí se daría cuenta de que aquella mujer parecía saber exactamente lo que estaba haciendo. Y esto la hacía sentirse tremendamente incómoda, como si alguien la estuviese espiando y ella ni siquiera se hubiese dado cuenta. Pero no se trataba de eso.
La Leonar no la espiaba, simplemente había señalado algo más que obvio e incluso iría más allá ofreciéndole una ayuda que esta no había pedido.
-Rure. –Pidió indicándole con la mano que la siguiera.
-¿A dónde vamos?. –Dudó Nanouk entendiendo perfectamente sus gestos.
La Leoran no le respondería ya, después de todo sabía tan bien como ella que sus palabras no servirían de mucho, y simplemente se puso en marcha rodeando otro de los edificios en dirección al lago. Algo que obligaría a Nanouk a seguirla si no quería quedarse atrás y llevaría a las dos a recorrer buena parte de la periferia de la plaza hasta alcanzar finalmente el borde del agua.
Allí no había antorchas como en la fiesta, tan solo la luz del árbol que irradiaba con su mortecino fulgor azulado las tranquilas aguas del lago y sus orillas, pero esto era más que suficiente para ver lo que buscaban. El muchacho de cabellos color cobre estaba también en aquel lugar, sentado en una de las barcas de la orilla con los pies en el agua y la mirada también fija en la superficie de esta. Como si él pudiese ver en ella algo que a los demás se les escapaba.
-Así que a esto se refería Nyla cuando decía que era distinto. –Murmuro Nanouk mirándolo de nuevo con la misma curiosidad que antes. –Siempre está solo, no es como ellos. Pero por qué, ¿Por qué su mejor guerrero no está con los suyos?.
-Fauret naer nar enaret. –Dijo la Leoran respondiendo a unos pensamientos que la mirada de Nanouk le transmitía con mucha más facilidad que aquellas palabras incomprensibles para ella. –Nafaur enare Ikiba. Sedo Aranna, dat…
Para Nanouk las cosas no eran tan fáciles de comprender como para la Leoran y ni sus palabras y ni expresión tendrían mucho sentido par ala joven Harumar, pero la tristeza que podía ver en sus ojos sí le decía algo. Había algo tras el comportamiento de aquel muchacho, algo que muchos Leoran no parecían saber y que, para aquellos que lo sabían, parecía ser un motivo de tristeza. Y esto haría que sintiese aún más curiosidad por aquel joven, aunque por supuesto no la suficiente para pasársele siquiera por la cabeza acercarse más.
Por desgracia para ella, sin embargo, una vez más las cosas no seguirían precisamente el curso que ella esperaba. Algo que ya intuiría que pasaría nada más ver la traviesa sonrisa que la Leoran le dirigiría nada más ver su interés por el muchacho, pero que no comprendería del todo hasta ver como esta le pedía que esperase allí con gestos y, tras marcharse en dirección a la fiesta, regresaba con algo en las manos.
No era nada raro, mucho menos en una fiesta como aquella. Tan solo una especie de ánfora alargada y estrecha de la que manaba un intenso olor agridulce y un cuenco como los que había visto repartidos por las mesas. Pero lo que sí la sorprendería sería lo que la Leoran parecía querer que hiciese con ellos.
Nada más dárselos, esta señalaría hacia el muchacho como invitándola a llevárselos y el rostro de Nanouk se volvería serio casi de golpe al tiempo que negaba rápidamente con la cabeza intentando que la entendiese. Para sorpresa de la joven, sin embargo, este no sería el caso y la Leoran simplemente le daría la espalda para regresar a la fiesta dejándola allí sola. Algo que no acabaría de comprender puesto que sabía que ambas razas compartían los mismos gestos de negación.
Visto esto, y puesto que hacer lo que la Leoran le había dicho no le interesaba en absoluto, Nanouk daría también media vuelta y regresaría hacia la plaza. Después de todo, su curiosidad sobre a dónde había ido aquel extraño Leoran ya estaba satisfecha y la idea de acercarse a decirle nada no la atraía precisamente. Pero todavía necesitaba algo en lo que centrar su atención para no seguir dándole vueltas a las palabras de Nyla y la fiesta era su única opción.
No se acercaría mucho, apenas lo justo para asomar a la plaza central desde una de las calles, pero esto le permitiría seguir el baile y la música con mucha más facilidad que desde su casa. Cada vez había además más parejas bailando alrededor de la hoguera, algunas todavía moviéndose con cierta timidez pues eran en su mayoría jóvenes que acababan de salir a la plaza, pero otras compartiendo el roce de sus cuerpos con tanta pasión que habrían hecho sonrojar a más de un humano en Thalan.
Esto último, aunque no fuese humana, incluía también a Nanouk que empezaba a encontrarse incómoda mirando a algunos de ellos y dirigiría su atención hacia los objetos que todavía tenía en las manos. No sabía muy bien qué hacer con ellos ahora que la Leoran se había ido y no tenía nada que hacer mientras escuchaba la música en aquel rincón, así que decidiría probar el contenido del ánfora.
El olor era agradable y una vez en el cuenco el líquido tenía un color verde-azulado que delataba su posible origen frutal. Algo por otro lado nada extraño en una cultura como la de los Leoran y que animaría a Nanouk a probarlo… y beberse casi de un golpe aquel primer cuenco apenas segundos después de que tocase sus labios por primera vez.
La bebida era tan dulce como su olor y exquisitamente suave a pesar del pequeño toque amargo de la misma. Y Nanouk no había cenado ni tomado nada desde el medio día, lo que unido a su falta de algo mejor que hacer la llevaría a tomarse otro cuenco sin preocuparse ya por lo que diría la Leoran que se lo había dado.
Lo que Nanouk no sabía, sin embargo, era que la fruta no era precisamente el único componente de aquella bebida y que esta estaba allí para disimular con su sabor el del verdadero elemento de la misma. Y media botella más tarde los más que evidentes efectos de dicha parte de la bebida empezarían a hacerse notar en una Nanouk cuya vista empezaba a tener cierta dificultad a la hora de seguir los movimientos de las parejas.
Hacía ya un rato que había dejado de sentir el menor reparo por mirarles por acaramelados que bailasen algunos e incluso ella se mecía ligeramente al ritmo de la música sentada en una caja. Pero esto empezaba a marearla de una forma que ella misma encontraría extraña y tendría incluso que sacudir la cabeza para despejarse mientras tomaba tragos ya directamente de la botella y buscaba algo en aquellas parejas.
Ahora que no le preocupaba mirarlos y estaba lo suficientemente cerca quería confirmar algo. Sabía que los símbolos con que adornaban sus cabellos no eran algo exclusivo de la pareja formada ese día, sino de todas las parejas Leoran, y ahora quería comprobar también si en el caso de los tatuajes sucedía lo mismo.
Esto no sería sencillo para ella, tanto por la forma en que su vista parecía nublarse cuando las parejas se movían muy deprisa como por la total falta de marca alguna en la frente de las Leoran. O al menos así sería hasta que, tras un rato sin ver nada más que las runas tatuadas en el dorso de la mano de todos los hombres de la fiesta, recordaría el gesto inicial de la muchacha del vestido rojo y miraría a otro lado.
Allí estaban. En los hombros de todas las Leoran que formaban las parejas más apasionadas de la fiesta podía verse la misma runa que en las manos de sus compañeros. Lo que significaba que era un símbolo común para todos y, siendo algo permanente, probablemente el signo definitivo de la unión entre ellos.
-Un momento. –Murmuraría Nanouk nada más darse cuenta de esto al tiempo que se ponía en pie de golpe y se apoyaba rápidamente en la pared de la casa notando como su equilibrio se tambaleaba ligeramente. -¿Y él?.
Hacía un rato a Nanouk jamás se le habría pasado por la cabeza lo que estaba a punto de hacer, pero en su estado actual esto parecería de lo más lógico y no lo dudaría un momento. Tras vaciar lo que quedaba de la botella, se alejaría de la fiesta siguiendo el camino por el que había llegado y regresaría junto al lago. El muchacho de cabellos cobrizos seguía en el mismo sitio, en realidad ni siquiera parecía haberse movido, y Nanouk trataría de dar con lo que buscaba.
Desgraciadamente, a aquella distancia y con solo la luz del árbol para iluminarle era imposible para Nanouk ver nada entre la alborotada melena del Leoran y esta no tendría más remedio que acercarse. Algo que, por otro lado, haría sin demasiados miramientos en esta ocasión y la llevaría hasta estar casi junto a él.
El Leoran notaría su presencia fácilmente y sus ojos se apartarían del lago por un instante para dirigirse hacia ella, pero ni siquiera se molestaría en mover la cabeza para girarse hacia ella. Como si no le importase en absoluto, el joven tan solo la miraría un segundo con su ojo derecho y volvería su atención hacia el lago una vez más.
Nanouk, por el contrario, seguía tan interesada en satisfacer su curiosidad como al principio pese a la helada mirada del zafiro que ocupaba uno de los ojos del joven y llegaría a sentarse en la misma barca para mirarle con más atención. Hasta que, al fin, daría con lo que buscaba.
Era totalmente distinto al de las parejas del baile, pero estaba segura de que significaba exactamente lo mismo. En su pelo había un extraño adorno, como un pequeño cilindro del cristal más brillante que Nanouk había visto nunca a través del cual pasaba un mechón de su pelo. Y en su interior, de una forma similar a como sucedía en la planta del lago, el agua parecía fluir por el cilindro como si tuviese vida propia.
Los extremos del cilindro estaban además rodeados por hilos de metal plateado que lo ajustaban al pelo formando un diseño ondulado en ambos bordes, como las olas de un mar en tormenta. De la parte inferior partía también un hilo del mismo color que su pelo y de este colgaba una pequeña concha.
Era blanca y brillante como una perla, con innumerables filigranas arremolinándose en su interior a causa de las mezclas entre betas de distintos tonos del mismo material y unas diminutas muescas en su parte superior. Estas últimas eran apenas visibles para Nanouk a aquella distancia, pero parecían haber sido talladas con un cuidado que denotaba algún tipo de significado, aunque a Nanouk se le escapaba por completo cual podía ser.
Todo esto convertía a aquel pequeño objeto no solo en un emblema como el que ya había visto en muchas parejas, sino en algo difícil de pasar por alto y que confirmaría las sospechas de Nanouk. No había nadie en toda la fiesta llevando algo así, ni siquiera ninguna de las muchachas que se habían acercado a él para sacarlo a bailar, y esto la haría sonreír amargamente al darse cuenta de que, una vez más, Nyla tenía más razón de la que le gustaría reconocer.
-A ti te han hecho lo mismo, ¿Verdad?. –Murmuró mirándolo de reojo. –Estas tan solo como yo.
El Leoran no respondería una vez más, en realidad ni siquiera parecería escucharla y continuaría ignorándola con la esperanza de que se fuese cuanto antes. Pero desgraciadamente para él no le sería tan sencillo librarse de la joven Harumar, especialmente en el estado en que se encontraba tras tomarse el contenido de aquella botella.
Al ver que seguía sin hacerle caso, Nanouk frunciría el ceño un tanto molesta y dirigiría su atención hacia otra parte del muchacho. Había todavía otra cosa que quería comprobar y sus ojos buscarían el lugar dónde había visto que todos los Leoran llevaban marcada la runa que luego compartirían con su pareja. Sin embargo, sería precisamente al hacer esto cuando se daría cuenta de algo más.
La mano que portaba la runa era precisamente la que llevaba vendada. La misma con la que había sostenido la flor esa mañana antes de dejarla caer al lago, y cuyo dorso aparecía cubierto por una desgastada tela negra. Era demasiado vieja para ser la venda de herida alguna, pero lo suficientemente grande para no dejar que Nanouk pudiese ver lo que quería. O al menos no por completo.
Con la mano del muchacho posada sobre una de sus rodillas y totalmente relajada, la holgura de la tela hacía que esta se separase un poco de su piel en la parte superior y Nanouk trataría de ver algo por aquel pequeño hueco. Aunque lo haría de la forma más torpe posible e ignorando algo que, de haber sido capaz de pensar con más claridad, no se le habría pasado por alto tan fácilmente: la gravedad.
Al inclinarse hacia delante para intentar ver con más claridad bajo aquella tela, Nanouk se movería demasiado hacia el borde de la barca y llegaría a soltar sus manos del mismo. Lo que la haría perder inmediatamente el equilibrio y caer de bruces hacia el agua incapaz de reaccionar o hacer nada para sujetarse.
Por suerte para la joven Harumar, sin embargo, antes de que pudiese caerse por completo esta notaría como su cuerpo se detenía de golpe y al mirar hacia el lado se encontraría con uno de los brazos del muchacho que acababa de cogerla por la espalda.
-Soure raed. –Dijo con voz seria al tiempo que tiraba de ella hacia atrás hasta dejarla sentada de nuevo en la barca.
-¡Puedo yo sola¡. –Protestó Nanouk ignorando el hecho de que acababa de ayudarla y apartando su mano de un manotazo.
El Leoran siguió sin mirarla a pesar de todo y ni siquiera pareció tomárselo demasiado mal, simplemente suspiró con cierta resignación al tiempo que sacudía la cabeza y volvió su atención al agua. Algo que, en esta ocasión, haría que fuese Nanouk quien se molestase porque continuase ignorándola.
-Al menos podías mirarme cuando te hablo. –Refunfuñó sujetándose al borde de la barca y girándose hacia él.
Como si la hubiese entendido, el ojo derecho del muchacho volvió a mirarla a través de sus cabellos y la helada mirada de aquella pupila azul cielo la haría callarse de golpe. Aunque no por temor, sino porque había algo en él que le resultaba demasiado familiar y que, bajo el efecto de aquella bebida, no le importaba en absoluto intentar descubrir.
-Piensas seguir haciéndome lo mismo, ¿Verdad?. –Preguntó con tono ahora visiblemente molesto al tiempo que sonreía sombríamente. –Muy bien, pues a ver si puedes.
Dicho esto, y sin el menor aviso, Nanouk se inclinó de golpe hacia el muchacho y cogió su rostro con ambas manos obligándolo a mirarla. Algo que no solo lo sorprendería visiblemente, sino que la haría tambalearse de nuevo y lo obligaría a sujetarla por los hombros para que no acabase en el agua.
-A mi también me han dejado tirada, ¿Sabes?. –Murmuró Nanouk mirándolo a la cara e intentando ver el otro ojo del muchacho que ahora escondían sus cabellos. –Tenga o no razón esa niñata, a Luciora no le importo en absoluto, de eso estoy segura. Y Leoran o no la verdad es que eres mucho más guapo que él, hasta me has hecho seguirte sin darme cuenta. Podría quedarme contigo, seguro que eso es lo que haría Nyla.
El Leoran no la entendería, por supuesto, pero la situación no parecía agradarle demasiado y trataría de soltarla para librarse de ella. Algo que no haría sino empeorar las cosas puesto que, nada más cogerla por las muñecas para separar sus manos de su cara, esta lo sujetaría aún con más fuerza.
-No tengas tanta prisa. –Protestó con voz ligeramente mareada ya entre los zarandeos y los efectos de la bebida. –Todavía hay algo que quiero ver. ¿Por qué escondes tus ojos?. Ese es muy bonito, es como el cielo de mi pueblo, tan claro… ¿Y el otro?
-Loare itere. –Protestó en esta ocasión el Leoran intentando que lo soltase.
-No pienso soltarte hasta que lo vea. –Insistió Nanouk resistiéndose a hacerle caso. –Estate quieto.
Ninguno de los dos entendía lo que decía el otro, pero las intenciones de ambos eran más que claras y sus forcejeos continuarían durante un buen rato sobre el borde de la barca. Hasta que, cuando al fin el Leoran parecía haber conseguido librarse de ella y apartar sus manos de su cara, Nanouk perdería el apoyo de uno de sus pies y se caería hacia atrás agarrándose rápidamente a lo único que tenía a mano: él.
El resultado sería cuanto menos cómico para cualquiera que los hubiese visto. Nanouk caería hacia el interior de la barca llevando consigo al Leoran y, a causa del brusco cambio de lugar del peso que sostenía, esta última volcaría arrojándolos a los dos sobre la orilla del lago. Ambos ilesos por suerte pues la barca no caería sobre ninguno de los dos, pero ligeramente aturdidos, especialmente Nanouk como el Leoran pronto comprobaría.
En un principio había sido él quien había caído sobre ella en la barca, pero al volcarse esta los había arrojado de nuevo al suelo y era él quien descansaba ahora con la espalda sobre la arena mientras ella yacía sobre su pecho. Al fin estaba tranquila, algo que alegraba bastante al Leoran, pero parecía haber perdido la conciencia y por un momento el Leoran se preocuparía por ella.
Nada más ponerse en pie con ella todavía en brazos, sin embargo, el olor del alcohol que todavía acompañaba a la respiración de la joven haría que el Leoran se diese cuenta de lo que realmente sucedía. Y también que tomase rápidamente una decisión sobre qué hacer con ella a continuación.
Lejos de llevarla de vuelta a su casa o de buscar a una de las mujeres, el Leoran se adentraría unos pasos en el lago con ella todavía en brazos, miraría al agua con una sombría sonrisa en su rostro, volvería a mirar a Nanouk y…
-¡Ikiba!. –Lo llamó de pronto una voz a su espalda.
El joven se detuvo de golpe al escuchar aquella voz de mujer, se dio la vuelta y miró hacia una de las calles que llevaban a la plaza. Allí estaba una de las Leoran que habían cuidado de Nanouk, precisamente la misma que le había dado la botella, y por su cara no solo había adivinado perfectamente lo que este estaba a punto de hacer, sino que además parecía no gustarle en absoluto la idea.
-Zaer, zaer. –Dijo con resignación Ikiba saliendo poco a poco del lago para alegría de la mujer.
Sin más opciones ahora que aquella Leoran estaba allí, el muchacho no tendría más remedio que llevarla de vuelta a la casa en la que ya la había dejado una vez. Parecía dormir tranquilamente en sus brazos, algo tan extraño para él como para ella y que este achacaría a la bebida que había tomado esa noche, por lo que ya no le daría más problemas hasta que pudo dejarla sobre su cama.
Antes de irse, sin embargo, el Leoran se tomaría todavía unos segundos para mirar a la dormida Harumar. Ahora que estaba quieta y no era tan molesta su aspecto era muy diferente, sobretodo cuando él apartó con cuidado algunos de sus cabellos de plata para despejarle el rostro, y antes de irse una última palabra resonaría todavía entre las paredes de madera de la casa: “belnaria”.