No es mía, pero quería compartirla con todos vosotros. Creo que es preciosa y muy sincera.
No sé por qué quise jugar
sabiendo que no iba a ganar.
Siempre intento cambiar el principio
para que no termine mal.
No entiendo por qué soy tan estúpido
si de antemano conozco el final
y, como siempre, el destino
me obliga a decir adios.
Decir adios ahora
es como arrancarme el corazón del pecho,
pero si no lo hago, jamás podré hacerlo.
Tú no sabes que en silencio compartimos lágrimas.
Tú no sabes, y no sabrás jamás,
lo importante que fuiste para mí.
Perder a alguien es siempre doloroso,
perderte a tí lo es aún más.
Tú no lo sabes,
pero tu sonrisa secó mis mejillas en más de una ocasión.
Fuiste el Sol que despejó mis tormentas,
el apoyo que me ayudó a caminar.
Por tí deseé que llegasen los Lunes,
esos días felices jamás volverán.
Jamás seré capaz de expresarte
lo que has supuesto para mí.
Ni siquiera las lágrimas lo harán;
sólo serán epitafio
de la amistad que compartimos.
Al igual que sé lo mucho que me importas,
sé lo pronto que me olvidarás.
Es la hora del adios
y aún no soy capaz de creerlo.
Por más que dure el tiempo,
siempre ha de haber un final.
Un día lo habrá en nuestra amistad,
porque hay cosas que no perdurarán.
¿Cómo decir adios
sin haber dicho hola?
Me tiemblan las piernas,
me sudan las manos.
Lo conseguiste,
nunca antes se había logrado.
He de ser fuerte y tragarme las lágrimas,
aunque quemen más que el fuego.
He de ser fuerte,
y besar una última vez tu frente.
Cerraré los ojos,
te abrazaré
y espero, que con nuevas fuerzas,
pueda esbozar una última sonrisa.
Y así, tras un último suspiro,
dejo escapar mucho más de lo que jamás llegué a tener;
con el último y doloroso
adios.