Son muchos años de fomentar el localismo/regionalismo a ciegas, como un dogma para alejarse lo más posible del pasado, de la dictadura de la España única e indivisible.
Esto ha conllevado problemas importantes que se empiezan a vislumbrar mejor ahora con las vacas flacas: todas las ínfulas de crear más y más entes autonómicos para cubrir funciones que ya correspondían al estado central, el gastar y gastar en infraestructuras totalmente sobredimensionadas y absurdas en su contexto, bajo el pretexto cutre de la comparación con los vecinos ("no vamos a ser menos que los de la provincia de al lado, hay que tener aeropuerto, AVE..."), el hecho de percibir como ajena la bandera que nos representa a todos (con independencia de que prefieras la república o tal, no debería ofender a nadie el ver una bandera española en cualquier momento por la calle, ni en Salamanca ni en Lérida ni en Madrid)
Pero sobre todo, ha conllevado una connotación negativa hacia todo aquel que sienta algo positivo hacia el conjunto del país, o que conciba el país como un todo, frente a los que se sienten orgullosos de una porción concreta.
Ojo, la descentralización también tiene cosas positivas, pero yo hablo sólo de lo que toca a la pregunta del post original, en mi modesta opinión.
También hay que tener en cuenta otro factor, que es más común si cabe a casi todas las naciones modernas: uno es el mayor crítico de lo propio, pero si la crítica proviene de una persona de fuera, se tiende a percibir como un ataque y se hace piña frente a esa "agresión externa".
Seguro que si escuchas a un neoyorquino hablar de su ciudad, la pondra a parir de arriba abajo. Pero si eres tú, recién llegado de fuera, el que pone a parir NY, es posible que ofendas a ese mismo neoyorquino de antes con tus comentarios. Pues lo mismo con Cataluña, Asturias, País Vasco, Canarias o la región que te venga en gana...