Vuelvo a postear dos capítulos, en vista de que suelen ser bastante cortos y que así avanzamos más rápido.
CAPITULO 10
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Era mediodía, el sol brillaba en todo lo alto del cielo creando una temperatura muy agradable.
Daniel llegó a casa de Tander, quien había tardado algo más en salir de la casa de Sanyar y que, al parecer, se había entretenido hablando con otros sabios. Shela abrió la puerta con gesto preocupado.
- Bienvenido Daniel –dijo tratando de mostrar un gesto más cálido–. ¿Cómo te fue?
- Bien –se limitó a decir él.
Daniel entró en la casa, no paraba de pensar en lo que ahora se esperaba de él, tenía una gran inquietud por el desconocimiento de la situación real que existía.
- No debes inquietarte en vano –le dijo Shela acercándose a él.
Daniel le contó todo lo que había ocurrido durante su visita a la casa de Sanyar. Shela le escuchó atentamente a lo largo de todo el relato, sorprendiéndose en algunos momentos. Después le explicó que allí, en el valle de la luz, cualquier contacto físico simple como el de darle la mano a alguien se consideraba un gesto grande de confianza en esa persona, o de fuertes sentimientos románticos hacia aquella persona. Por lo que Daniel llegó a la conclusión de que Sanyar le había querido demostrar que confiaba totalmente en él cuando lo llevó de la mano ante su madre y los sabios.
Alrededor de media hora después todos excepto Tander, quien todavía no había llegado, se sentaron a la mesa para el almuerzo. Esta tardanza impacientaba a Daniel, a quien los nervios ya tenían atenazado por dentro. Después del almuerzo Daniel insistió en ayudar a Ashla y Shela a lavar los platos y demás tareas, sin embargo ellas no se lo permitieron argumentando que eso era trabajo suyo y que él era su invitado.
Daniel permaneció durante una larga hora allí en el comedor, observando con detenimiento todo lo que le rodeaba, esperando a que Tander llegara. Kimal jugaba en una piel de animal estirada sobre el suelo de madera, los muros de piedra vieja eran un escaparate para Daniel quien los miraba vez tras vez intentando ver algo en ellos que le distrajera, algo que acabara con ese tortuoso esperar. Una mirada al techo reveló una rudimentaria lámpara compuesta de velas que se encontraban apagadas debido a la temprana hora de la tarde en la que aún se encontraban.
Entonces llegó Shela de nuevo y la siguiente hora de espera se le hizo mucho más corta. Hablaron sobre su vida, de las cosas que le gustaban, de las aficiones y aspiraciones que tenía. Daniel se dio cuenta de que ni el estilo de vida, ni las aspiraciones, ni el modo de pensar correspondía en aspecto alguno con el de su vida. Cada vez estaba más seguro de que no podía estar en el año 2005, pero también se daba cuenta de que esa vida podía ser mucho más agradable para su forma de ser que la vida que él conocía. No echaba de menos lo más mínimo la ciudad, los coches, las prisas, las colas, la contaminación, su trabajo de electricista ni siquiera la televisión. Allí, en un ambiente tan diferente como ese, se encontraba a gusto.
Daniel también explicó a Shela su oficio y su vida, pero omitiendo todos los detalles que pudieran dar lugar a falta de entendimiento; era obvio que allí no se conocía la electricidad, así que Daniel le explicó a Shela que, allí de donde procedía, era el encargado de que las luces de las calles estuvieran encendidas por las noches. Shela escuchó ilusionada todas las aventuras que Daniel le contó acerca de sus excursiones y escaladas con Alejandro.
Sin embargo después de otra hora Daniel volvió a acordarse de la espera que estaba llevando a cabo y que aún no había concluido, ya que Tander aún no había vuelto. Impaciente le dijo a Shela que debía ir al Keshtal para enterarse del asunto importante por el que le hicieron ir a casa de Sanyar. Daniel estaba seguro de que si Tander ni siquiera había vuelto a su casa para almorzar es porque algo muy importante se estaba debatiendo. Shela trató de detenerlo.
- Ten paciencia, mi padre volverá. Puede que esté reunido en asamblea con los otros sabios, y si es así no deben ser molestados –argumentó Shela.
- Si es así esperaré en la puerta, pero debo ir –le contestó Daniel decidido.
- Por favor, no te vayas, tengo un mal presentimiento –le suplicó Shela con una gran inquietud reflejada en sus ojos.
Daniel permaneció con ella, sentado a su lado y tratando de ver que le turbaba tanto. La mirada de Shela era triste y perdida, Daniel trataba de averiguar el por qué de ese cambio. Shela le confesó que un escalofrío le había recorrido el cuerpo cuando él le dijo que debía marcharse y que siempre que había sentido algo así habían sucedido cosas malas. Además la sensación que había sentido había sido aterradora. Daniel miró a sus ojos y percibió la necesidad que tenía Shela de sentirse acompañada. También era consciente de las costumbres de esa tierra, pero a pesar de todo ello al mirar a esos ojos azules sentía que Shela necesitaba un gesto cariñoso. La tomó de la mano, consciente de lo que ese gesto implicaba. Shela le miró a los ojos y Daniel sintió una pregunta en su mente.
¿shupdqhfhuídv d pl odgr sru ho uhvwr gh qxhvwudv ylgdv?
(¿Permanecerías a mi lado por el resto de nuestras vidas?)
La joven sintió la respuesta de Daniel.
hv or txh pdv dqkhod pl frudarq, frpsduwlu pl ylgd frqwljr
(Es lo que más anhela mi corazón, compartir mi vida contigo)
Ambos se abrazaron, ambos deseaban que ese momento durara eternamente. Sin embargo después de unos cinco minutos Daniel sintió que debía ir al Keshtal, que era un deber que no podía pasar por alto y que no podía demorarse más. Viendo que definitivamente se iba a ir, y volviendo a sentir los terribles escalofríos que le indicaban que algo nada bueno se avecinaba Shela lo llevó hasta una habitación en la planta de arriba de la casa y le enseñó una vieja espada que se había transmitido en su familia por generación tras generación.
- Quiero que la lleves contigo –dijo Shela con gesto de preocupación en su rostro.
- Solo voy al Keshtal, ni siquiera creo que tarde mucho, y puede que a tu padre le moleste que me lleve esa espada –objetó Daniel.
- No se enfadará, simplemente sabrá que te has convertido en alguien muy especial para mi y quiero que estés protegido –dijo Shela casi llorando.
Daniel iba a indicar que ni siquiera sabía manejar la espada, sin embargo, viendo el estado de Shela decidió llevarla y no poner ninguna objeción.
Ya había comenzado a atardecer cuando Daniel salió a la calle.
[align=center]CAPÍTULO 11
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Daniel llegó al Keshtal unos diez minutos más tarde; los sabios seguían reunidos en su interior. Sin embargo al enterarse que Daniel estaba fuera esperando lo mandaron llamar.
Daniel entró en una habitación inmensa y bien iluminada; si existía el lujo en el valle de la luz sin duda estaba allí. Había cuadros diversos colgados en las paredes, lámparas ornamentales de gran belleza, suelo de mármol, así como muebles de pino de gran calidad.
- Daniel, has sido identificado como el elegido predicho en nuestro libro sagrado. La sabiduría de este libro es muy grande, por lo que no hay lugar para la confusión. ¿Estás dispuesto a desempeñar el papel que se te ha reservado en el destino del valle de la luz? –preguntó el sabio más anciano, quien presidía la asamblea.
Daniel echó una mirada a todo lo que le rodeaba, los veinte sabios tenían sus miradas fijas en él, el silencio era total. Daniel tomó fuerzas y respondió a la pregunta.
- Sí, haré todo lo que esté en mi mano por esta tierra.
El silencio se vio alterado por los murmullos ante la nueva situación.
- Bien, tu misión no será sencilla ni liviana, deberás hacer gala de todo tu valor. El valle de la luz se está viendo invadido por una maldad desconocida hasta ahora. Las noticias cada vez son peores; hoy hemos llegado a un extremo al que nunca pensábamos que se llegaría. Hoy un hombre, habitante de la población de Jedmen le ha quitado la vida a otro. El motivo que argumentó fue que el otro le había robado dos gallinas. Cosas como estas no son propias de nuestra gente, hay algo que está envenenando nuestras mentes y corazones y el libro sagrado nos ha revelado que los causantes de esto son antiguos hombres, ahora poderosos e inmortales cuyo objetivo es envolver en las sombras al valle de la luz.
El anciano se detuvo durantes unos segundos, la tensión en la sala era evidente.
- La fuerza de estos seres reside en la piedra plateada, un regalo de los dioses a estos hombres por las buenas cualidades que mostraron hace muchos años. Pero el poder les corrompió, se marcharon a las tierras desconocidas y comenzaron a reinar allí, pero ahora no les basta con eso y quieren que el valle de la luz también esté bajo su poder. La única forma en la que se pueden detener es llegando hasta La fortaleza de las tinieblas, su lugar de morada, que debe hallarse en las tierras desconocidas. Según el libro sagrado al final de esa fortaleza, en la torre más alta, en el último cuarto se encuentra guardada la piedra plateada, que tan sobrenaturales poderes les concede. Deberás llegar hasta ella y destruirla. El material de la piedra plateada no es simple roca terrestre; el libro sagrado indica que procede de otro mundo y que el contacto con el agua de cierto estanque hará que se diluya, acabando así con todo su poder. Por lo que deberás, arrojarla a un estanque que seguro encontrarás cerca de su fortaleza. Seguro que los mendhires, u hombres inmortales tratarán de evitarlo; pero de seguro los dioses buenos te protegerán ya que lucharás contra la más alta representación de la maldad.
Daniel permanecía de pie, pensativo. ¿Qué locura era esa en la que iba a adentrarse? Hombres inmortales, tierras desconocidas, piedras mágicas… Nunca había creído en ese tipo de cosas y ahora se veía ante un viaje hacia un lugar que no conocía, y ante un desafío más propio de grandes titanes que de un joven débil cuyo único “gran logro” en su vida había sido el finalizar con éxito varios juegos de ordenador.
- Daré mi vida si es necesario a esta causa –dijo Daniel sin saber muy bien de donde habían salido esas palabras.
- Bien, ahora ten la bondad de dejarnos a solas. Debemos revelar la identidad de otro personaje muy importante en el futuro de esta tierra –le dijo el anciano.
Daniel salió de esa habitación, salió del Keshtal y fijó su mirada hacia la dirección en la que se encontraba la casa de Tander, la noche ya había caído con toda su oscuridad sobre Somper.
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