Todos los capítulos de "Lazos de Sangre". (AVISO, no recomendada para menores de 18).

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Prólogo

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Desde los origenes de nuestre civilizáción, los humanos hemos mirado siempre a las estrellas con una mezcla de fascinación y temor. Nos sentíamos solos, abandonados en la inmensidad del vacío que rodeaba nuestro pequeño planeta y nos preguntábamos si realmente existiría vida inteligente cerca de alguno de aquellos diminutos puntos de luz que iluminaban nuestra noche.
Sin embargo, también sentíamos miedo. Temíamos encontrar un enemigo entre esas mismas estrellas y nuestra imaginación creó cientos de monstruos procedentes de las estrellas que acudían a nuestro planeta con la única intención de destruirnos. Y ese temor se mantiene aún hoy en día.
Pocos podían llegar a imaginar, sin embargo, que nuestro mayor enemigo no se encontraba en las estrellas, si no en nuestro propio planeta. Y no llegaría del futuro en forma de ninguna nueva amenaza, si no del pasado.

Nos encontramos en el año 2358. La humanidad ha superado la grave crisis ecológica del siglo XXI y nuestra civilización se encuentra en su época de mayor gloria. Las guerras se detuvieron hace casí un siglo, las enfermedades han sido eliminadas casi por completo y la esperanza de vida ronda los doscientos años. Y sin embargo, es precisamente en este año cuando empezará nuestra era más oscura.

Todo empezó con un descubrimiento aparentemente inofensivo: Un compuesto químico capaz de alterar las células de la piel para que estas bloqueasen por completo la luz solar. Para los humanos, este compuesto no resultaba excesivamente interesante. Sin embargo, había alguien para quién sí lo era. Una raza de seres que habían permanecido ocultos durante miles de años entre las sombras y que encontraron en este compuesto un arma capaz de proporcionarles la oportúnidad de vengarse: Los Vampiros.
Durante milenios, los vampiros habían sido cazados por los humanos debido a su debilidad frente a la luz del sol y habían llegado casi a extinguirse. Su número era tan escaso y se ocultaban de tal forma que se les consideraba tan solo una leyenda. Pero no lo eran. Algunos habían sobrevivido y esperaban con impaciencia una oportúnidad para vengarse.

Fue una carnicería. Nadie supo con certeza de donde procedían o como se habían extendido tan deprisa, pero los vampiros empezaron a multiplicarse como una plaga por toda América y se extendieron como un cancer a Asia y África.
Nadie podía hacerles frente. Eran más fuertes que los humanos, prácticamente invulnerables a las armas convencionales y, además, eran inmunes a la luz del sol por lo que ya nada, ni siquiera el día los detenía.

En apenas dos años, los vampiros conquistaron sin apenas oposición tres cuartas partes del planeta y lo que en un principio era una lucha por la supervivencia de su raza se convirtió en algo muy distinto: una guerra para aniquilarnos y esclavizarnos por completo. La única parte del mundo que consiguió resistir fue Europa y en ella se reunieron lo que quedaba de los ejércitos de todo el mundo para hacer frente a la nueva amenaza.
Sin embargo, no todo está perdido. Los vampiros no nos atacan para conseguir sangre, si no por venganza. Y esto nos da una pequeña esperanza. Sabemos que algunos vampiros no desean la guerra, qué aceptarían vivir en paz y alimentarse de sangre artificial como han hecho durante los últimos siglos. Pero mientras el rey de los vampiros siga con vida, mientras el monstruo que empezó todo esto siga controlandolo todo y obligándolos a luchar nadie podrá parar esta carnecería.
Por eso, nuestra esperanza, la esperanza de la humanidad no se encuentra en los ejércitos si no en un pequeño grupo de élite. Soldados reclutados y entrenados durante la guerra, cargados de odio hacia los vampiros y dedicados no a atacar a sus ejércitos, si no a dar caza a sus generales y, si es posible, al mismísimo rey de los vampiros. Su nombre es Hunters y esta es la historia de uno de sus miembros.
Capítulo 1: El Cazador.



La guerra no iba bien. Cada día que pasaba los ejércitos del rey de los vampiros ganaban más y más terreno y los humanos se veían obligados a replegarse cada vez más hacia el centro del continente. Si las cosas no cambiaban, Europa acabaría callendo también bajo el control de los vampiros y la humanidad estaría acabada.
Por eso, para evitar esta catastrofe, era necesario acabar cuanto antes con el rey de los vampiros y poner fin a la guerra. Sin embargo, aún para los Hunters, esta era una tarea casi imposible. Pero, por fortuna, su comandante tenía un plan con el que esperaba cambiar esa situación.
-¿La princesa?- Sorprendido al oír el plan que el comandante acababa de proponerle, el segundo oficial al mando de los Hunters miró a su superior con cierta escentricidad. -Eso sería muy arriesgado. Además, ¿En qué puede beneficiarnos acabar con ella si lo que necesitamos es matar a su padre?.
-Muy sencillo teniente. -Respondió el comandante sonriendo ligéramente. -No podemos matar al rey por qué es demasiado fuerte incluso para nosotros. Pero su hija es vulnerable, y si acabamos con ella lo enfureceremos, lo forzaremos a atacarnos y acabará cometiendo algún error que nos permita acabar con él.
-Es posible.- Tras oír la explicación de su comandante, el teniente permaneció en silencio unos segundos como pensando en algo. -Pero hay un problema con ese plan. La fortaleza de los vampiros está muy bien protejida. Aunque uno de nosotros consiguiese entrar y matar a la princesa sería imposible que saliese de allí con vida. Es una misión suicida.
-Lo sé. -Respondió el comandante sin inmutarse. -Pero tengo al hombre ideal para una misión así. Sïgueme.

Dicho esto, el comandante abandonó la sala de reuniones y se dirigió hacia un pequeño ascensor que comunicaba los diferentes pisos del complejo. En apenas segundos, el ascensor los llevó a uno de los pisos subterráneos del complejo en el que se encontraban las salas de entrenamiento para los nuevos reclutas. Tras salir del ascensor, el comandante se acercó a un gran cristal a traves del que podía verse una de las salas y señaló hacia un joven que se emcontraba en su interior haciendo prácticas con su espada.
Se llamaba Álam. Tenía veintidos años, era alto, con el pelo largo y atado en una pequeña coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda y unos ojos tan profundos y oscuros como la misma noche. Pero lo que más destacaba de él no era su aspecto, si no la rábia con que golpeaba una y otra vez a los androides de entrenamiento haciendolos pedazos con su espada.
-Es muy bueno. -Al ver la evidente habilidad de aquel muchacho, el teniente se giró hacia su superior y lo miró con curiosidad. - Parece un Hunter bastante hábil, ¿Por qué quieres sacrificarlo?.
-Por qué morirá de todas formas. -Evidentemente, esto sorprendió todavía más al teniente y el comandante sonrió ligeramente mientras continuaba hablando. -Los vampiros destrulleron su pueblo cuando era aún un niño y mataron a todo aquel que conocía. Ahora lo único en lo que piensa es en vengarse, en matar a tantos como pueda. Y eso lo convierte en un suicida en potencia. Su vida no le importa en absoluto, se enfrentaría a cualquier rival sin importar lo fuerte que este fuese, y ese esprecisamente el motivo por el que lo he elegido a él.
-¿Quieres decir que está loco?. -Preguntó el teniente. -No. -Respondió el comandante. -Pero se deja cegar por su rábia, y eso acabará matandolo. Además, hay otro detalle más.
Tras decir esto, el comandante señaló hacia el pecho del muchacho y el teniente pudo ver sobre este un pequeño colgante negro con forma de lágrima.
-¿Sabes qué es eso?. -En respuesta a la pregunta, el teniente negó con la cabeza y el comandante sonrió de nuevo. -Es un inhividor de ondas cerebrales. Y sin él, Álam moriría en apenas unos segundos.
-Entiendo. -Al oír esto, el teniente miró de nuevo a Álam y en su mirada pudo verse cierta tristeza. - ¿Es un psyquico verdad?. Por eso lleva esa cosa al cuello, por qué sin él no podría controlar su mente y moriría.
-Así es. -Respondió el comandante. -Si Álam pudiese controlar su poder sería imparable, pero como todos los que nacen con ese don, su cerebro es incapaz de soportarlo y moriría en pocos segundos sin el inhividor.
-Es una lástima, habría sido un Hunter excelente.
-Lo sé. -Tras decir esto, el comandante se alejo de nuevo de la ventana y comenzó a caminar una vez más por el pasillo. -Vamos, ya es hora de que hablemos con él.
Sin una palabra más, los dos oficiales continuaron su camino por el estrecho pasillo metálico del complejo y, tras abrir la puerta de la sala de entrenamiento, pasaron al interior para hablar con Álam. Para comunicarle a aquel muchacho cual era su misión, una misón de la qué, a menos que ocurriese un milagro, no volvería con vida.
Capítulo 2: En el corazón de las tinieblas.



Álam observó inmóvil como el aerodeslizador de los Hunters se alejaba en silencio oculto bajo el extraordinario campo de camuflaje que le había permitido llegar hasta el corazón mismo del territorio de los Vampiros. Sabía que era la última vez que lo veía y, quizás por esto, algo en su interior lo forzaba a observarlo mientras se alejaba. Cómo si con ese gesto estuviese despidiendose de algo... o de alguien.
Según sus órdenes el aerodeslizador pasaría a recogerle al cabo de 24 horas para llevarle de vuelta tras haber cumplido su misión. Él sabía que no sería así. Aunque no se lo hubiesen dicho, Álam comprendía perfectamente el peligro de aquella misión y sabía que no se arriesgarían a enviar de nuevo al deslizador para buscarle. Y sin embargo, esto le daba igual.
En cuanto el deslizador desapareció de su vista, Álam se dio la vuelta y dirigió su mirada hacia su objetivo. La fortaleza del rey de los vampiros se encontraba a poco más de dos kilómetros. Había sido construida en el fondo de un gran valle, de forma que las altas y escarpadas montañas que lo rodeaban formaban una barrera natural que la protegía. Además de esto, en la mayoría de estas montañas podían verse otras fortalezas menores que protegían los principales accesos al valle.
Gracias a todo esto, el lugar era prácticamente inexpugnable y podría resistir sin problemas el ataque de cualquier ejército por muy numeroso que este fuese. Sin embargo, había algo en lo que no habían pensado al construirla.. Y era en la posibilidad de que quien los atacase no fuese un ejército, si no un solo hombre.
Tras un rato observando el aspecto del valle desde la cima de la pequeña colina en la que lo había dejado el deslizador, Álam descubrió un pequeño paso al este de una de las fortalezas más pequeñas. Era un pequeño desfiladero de apenas uno par de metros de ancho que discurría entre las paredes completamente verticales de dos de las montañas y en el que, probablemente debido a su reducido tamaño, tan solo parecía haber una pequeña torre de vigilancia. Lo que lo convertía en un objetivo perfecto para Álam que se dirigió inmediatamente hacia allí.
Todavía era de noche y esto le daba cierta ventaja. Irónicamente, la oscuridad que durante tantos siglos había sido su enemiga era ahora su aliada. El polímero de camuflaje que cubría la armadura de los Hunters, unido al color completamente negro de esta lo volvía casi invisible en la oscuridad y esto le permitió llegar sin apenas problemas a las proximidades de la torre. Esta era en realidad un pequeño puesto de guardia construido con la forma de una gran espina de metal de unos ocho metros de altura y era más que probable que en su interior hubiese varios vampiros. A Álam esto no le importaba, al contrario, en cierto modo le agradaba esa posibilidad.
Sin hacer el menor sonido, Álam se deslizó entre las sombras que cubrían el paso y se acercó a la torre. Fue entonces cuando se encontró con su primer obstáculo. Allí, a unos pasos de donde se encontraba, una figura envuelta en una larga capa negra montaba guardia frente a la puerta abierta de la torre. A simple vista podría parecer un humano corriente, sin embargo, el hecho de que llevase puesta la habitual armadura roja y negra del ejército de los vampiros unido al débil resplandor verde de sus ojos dejaba bastante claro que no era así. Aquel guardia era un vampiro y, por tanto, una posible presa para un cazador como Álam.
Nada más verlo, Álam se detuvo de golpe y sonrió ligeramente mientras se llevaba la mano a la espalda y desenvainaba su espada. A diferencia de otros Hunters, que preferían usar armas con hojas de energía, Álam usaba una espada tradicional fabricada con la misma aleación que los antiguos cazadores de vampiros habían usado siglos atrás y reforzada con un campo de plasma que le proporcionaba la misma potencia de corte y resistencia que a cualquier otra arma.
Con su arma preparada y su objetivo a la vista, Álam comenzó a moverse de nuevo y se acercó lentamente a su presa. El vampiro no parecía estar demasiado alerta, probablemente no esperaba que alguien los atacase en el corazón mismo de su reino. Y esto fue un error. Un error que le costaría la vida.
Antes de que este supiese siquiera lo que estaba pasando, Álam salió de entre las sombras a espaldas del vampiro y, con un rápido movimiento, hundió la espada en su espalda con tal precisión que esta atravesó su corazón antes de que su extremo saliese de nuevo por su pecho atravesando nuevamente su armadura.
El efecto fue inmediato. Al instante, el vampiro cayó al suelo herido de muerte y su cuerpo comenzó a convulsionarse antes de que la vida lo abandonase por completo. Pero Álam todavía no había acabado. Tras arrancar su espada del cuerpo del vampiro pulsó un pequeño botón en la empuñadura de la misma y, al instante, una afilada cuchilla curvada rodeó su mano dandole a la empuñadura de la espada el aspecto de un hacha. Hecho esto, Álam apretó con fuerza su mano alrededor de la empuñadura de su arma, tensó su brazo y descargó un fuerte golpe a la altura del cuello del vampiro.
El golpe fue perfecto. La hoja del arma separó limpiamente la cabeza del vampiro del resto de su cuerpo y este dejó al instante de moverse mientras su sangre se deslizaba lentamente por las paredes de la torre y de la montaña así como por la armadura de Álam.
Satisfecho por el resultado, Álam se limpió con la mano la sangre de la cara y se puso en pie de nuevo. Ahora tenía el camino libre. Aunque había oído un sonido procedente del piso superior de la torre y sabía que eso significaba que allí había alguien más, la oscuridad de la noche y su armadura le permitirían cruzar el paso sin que nadie lo descubriese. Pero....
¿Por qué iba a hacer eso?. ¿Para cumplir su misión?. ¿Para salvar a la humanidad quizás?. Ninguna de estas razones significaba nada para Álam. La humanidad le había traicionado, lo habían enviado a una muerte segura y ni siquiera habían tenido el valor de decirselo aún sabiendo que habría aceptado de todas formas. Y en cuanto a su misión, la única razón por la que la había aceptado era para poder acabar con tantos vampiros como le fuese posible. ¡Y eso era lo que pensaba hacer!.
Tan sigilosamente como hasta entonces Álam se acercó a la puerta de la torre y, tras comprobar que no había nadie más en el primer piso, dio un rápido vistazo a su alrededor. Aparentemente, aquella torre había sido diseñada para albergar a dos, o como mucho tres guardias. Y por el número y frecuencia de los pasos que podía oír en el piso superior allí no debía haber más de un vampiro. Y esto hizo que en su rostro apareciese de nuevo la misma sonrisa diabólica que había aparecido cuando había acabado con el primer vampiro hacía tan solo unos segundos.
Sin perder más tiempo Álam se acercó a las escaleras, miró hacia arriba durante unos segundos y comenzó a subir hacia la cima de la torre. Hacia su siguiente presa.
Capítulo 3: El Halcón Negro.



Terminado su trabajo en la torre, Álam se internó en el estrecho paso entre las montañas y se dirigió hacia el valle para continuar su misión. Su segunda presa no había ofrecido mayor resistencia que la primera. El vampiro estaba tan distraído que apenas había tenido tiempo de desenvainar su espada antes de que Álam le cortase la cabeza de un solo golpe y su cuerpo yacía sin vida en el segundo piso de aquella torre que ahora se había convertido en un improvisado mausoleo para ambos guardias.
Sin más contratiempos, Álam llegó al fin al otro lado de las montañas y se detuvo un momento al borde del paso ocultandose en la sombra de una de las montañas mientras observaba el valle y buscaba la mejor forma de llegar a su objetivo.
La fortaleza de Nathaniel, el rey y señor de los vampiros, no era precisamente un objetivo fácil. Se encontraba justo en la parte más profunda del valle, a la sombra de la mayor de las montañas del mismo y había sido construida sobre las ruinas de un antiguo castillo mediaval.
Irónicamente, aquel mismo castillo había sido en su día un fuerte para los cruzados. Un lugar en el que se reunían los caballeros del señor durante la guerra santa para acabar con los infieles. Y sin embargo, ahora sus poderosos muros se habían convertido en la guarida del señor de los vampiros, un ser que representaba todo aquello contra lo que los cruzados habían luchado.
Aunque no siempre había sido así. Al principio de la guerra, aquella fortaleza había albergado al alto consejo de los vampiros formado por los siete únicos vampiros oríginales. Los últimos de su raza que habían conseguido sobrevivir durante todos aquellos siglos al exterminio al que los habían sometido los humanos. Pero Nathaniel era demasiado ambicioso como para compartir el poder incluso con los de su propia especie y, uno tras otro, estos habían muerto en extrañas circunstancias dejándolo a él como único rey y señor de su raza.
Oficialmente, Nathaniel había culpado a los Hunters de las muertes y, con esto, había fomentado aún más el odio de los vampiros hacia los humanos. Sin embargo, los Hunters sabían que no había sido así, sabían que la verdad era muy distinta y por eso era tan importante para ellos y para toda la humanidad acabar con aquel monstruo.

Afortunadamente, pese a todo esto aquella fortaleza contaba con un punto débil. Al haber sido construida junto a una de las montañas, la cara de la fortaleza que estaba orientada hacia ella carecía casi por completo de vigilancia. Sus cinco grandes torres de vigilancia estaban orientadas hacia el lado opuesto a la montaña formando un arco alrededor del edificio principal del palacio de Nathaniel qué se encontraba prácticamente pegado a la pared de la misma. De esta forma, las torres formaban una formidable defensa frente a cualquier ataque frontal o lateral contra el palacio y la montaña impediría a cualquier ejército acercarse por la retaguardia.
Sin embargo, para alguien com Álam cuyas armas principales eran la astucia y el sigilo aquel era el lugar ideal para entrar en la fortaleza ya que, con un poco de suerte, su armadura le permitiría atravesar la llanura que rodeaba la fortaleza sin ser visto por los centinelas de las torres. Y una vez allí no tendría problemas para entrar en el palacio.
Con un plan ya en mente, Álam se dispuso a abandonar el paso. Sin embargo, en ese mismo instante algo llamó su atención a su espalda y se giró de golpe hacia el camino por el que acababa de llegar. Pero allí no había nada. Por un momento le había parecido ver un pequeño destello rojizo a su espalda, pero ahora no podía ver nada que pudiese haberlo causado y, tras un rato observandolo todo con atención, decidió olvidarlo y continuar adelante.
Sin perder un segundo más, Álam salió de entre las montañas y se alejó rápidamente en dirección a la fortaleza. Y justo en ese momento una figura salió de entre la oscuridad que cubría el paso y comenzó a caminar hacia el final del mismo.
Llevaba la misma armadura roja y negra que los centinelas del paso, pero en esta ocasión no se trataba de otro guardia. En sus hombros podían verse grabados dos halcones dorados con las alas abiertas que representaban el cuerpo al que pertenecía: los BlackHawk, el equivalente entre los vampiros de los Hunters humanos.
Eran un cuerpo de soldados de élite, entrenados por los mejores maestros de su raza y que habían sido transformados en vampiros por el rey en persona para formar parte de su guardia personal. Sin embargo, de vez en cuando también se ocupaban de otras tareas menos importantes como supervisar la vigilancia de las demás fortalezas y comprobar que todo estaba en orden.
Y eso era precisamente lo que aquel vampiro había estado haciendo hasta entonces. Hacía apenas unos minutos había llegado a la torre para comprobar si los centinelas estaban o no haciendo su trabajo. Pero lo único que encontró en aquella torre fueron los cuerpos sin vida de los dos guardias y una extraña sombra alejandose en la oscuridad en dirección al valle.
No había necesitado más que un par de segundos para comprender que aquella sombra era en realidad un cazador oculto bajo el camuflaje de su armadura. Sin embargo, al intentar salir tras él este había estado a punto de descubrirlo y había tenido que ocultarse junto a la torre. Pero no le preocupaba, aquel era su territorio y, ahora, el cazador se convertiría en presa: ¡Su presa!.

Mientras tanto, y ajeno por completo a esto, Álam continuó su camino hacia la fortaleza sin que ninguno de los centinelas pareciese darse cuenta de su presencia. Afortunadamente para él, los vampiros confiaban tanto en la seguridad de aquel valle que la fortaleza ni siquiera contaba con los sistemas electrónicos más básicos con los que contaría cualquier base militar humana y que, de haber estado presentes, lo habrían detectado de inmediato. Sin embargo, estos ni siquiera existían en aquella fortaleza y Álam consiguió llegar sin problemas a su objetivo: un pequeño desfiladero formado por la pared sur de la fortaleza y la ladera de la montaña justo detrás del palacio.
Una vez allí, Álam observó con atención la fachada sur del palacio y sacó de su cinturón un pequeño garfio con el que esperaba poder alcanzar alguna de las ventanas del mismo. Sin embargo, antes incluso de que pudiese decidirse por uno u otro lugar, un sonido a su espalda llamó su atención de nuevo.
Fue apenas un susurro, el sonido de algo cortando a gran velocidad el aire y acercandose rápidamente a él. Pero fue más que suficiente. Con la agilidad de un felino, Álam dio un rápido salto lateral hacia la derecha y esquivando por apenas milímetros el cuchillo con el que acababan de atacarle y se giró de golpe hacia la dirección de la que este provenía.
Allí, justo en la entrada del pequeño desfiladero en que se encontraban, pudo ver la silueta de un vampiro con sus ojos verdes como esmeraldas centelleando malignamente en la oscuridad.
-¿Qué tenemos aquí?. -Sin mostrar la más mínima sorpresa, el vampiro comenzó a caminar lentamente hacia Álam. -Parece que he descubierto a una rata que intenta entrar en el castillo.
- Así que eras tú. - Nada más verle, Álam reconoció al instante los emblemas de su armadura y desenvainó lentamente su espada mientras lo miraba fijamente. Sabía perfectamente a qué se enfrentaba y debía andarse con cuidado.. -El destello que vi en el paso era el de tu armadura. Me has estado siguiendo desde entonces.
-Así es. Bravo muchacho, eres más inteligente de lo que esperaba. -Respondió el vampiro sonriendo burlonamente. -A decir verdad pude haberte detenido en el paso, pero después de ver lo que les habías hecho a los guardias de la torre tenía curiosidad por saber qué pretendías.
-¿Y bien?. - Preguntó Álam con una tranquilidad que sorprendió incluso al propio vampiro. -Ahora que ya sabes cual es mi intención, ¿Qué pretendes hacer?. ¿Dar la alarma quizás?.
-¿La alarma?. - Tras decir esto, el vampiro dejó escapar una pequeña carcajada. -No necesito a nadie para librarme de un miserable Hunter como tú. Sería una deshonra para mis camaradas si uno de nosotros tuviese que recurrir a algo así para acabar con un simple humano.
Nada más oír esto, Álam sonrió inmediatamente y apuntó con su espada hacia el vampiro retándolo a acercarse. - ¿A qué esperas entonces?. Adelante, aquí me tienes, demuestrame de lo que sois realmente capaces los BlackHawk.
-Lo haré muchacho, puedes estar seguro de que lo haré. - En respuesta a la pregunta de Álam, el vampiro desenvainó su espada y la centelleante hoja de plasma del arma iluminó tenuemente el pequeño pasillo de roca en que se encontraban con una débil luz azulada. -¡Préparate!.
Lejos de sentirse intimidado por las amenazas del vampiro, Álam continuó sonriendo como hasta entonces y se puso también en guardia. Si como aquel vampiro decía la verdad y no había dado la alarma ahora todo dependía de él y de su habilidad para derrotarlo. Lo que significaba que su misión todavía no había terminado.
Al contrario, la verdadera cacería.... ¡Acababa de comenzar!.



Los dos cazadores permanecieron inmóviles durante unos segundos. Sus miradas fijas en el otro, sus músculos tensos y listos para reaccionar al menor movimiento de su adversario. Pero sin que ninguno pareciese decidirse a atacar. Hasta que, de pronto, los dos comenzaron a moverse exactamente al mismo tiempo y corrieron al encuentro de su rival.
En apenas décimas de segundo, ambos recorrieron la pequeña distancia que los separaba y saltaron el uno hacia el otro con sus armas listas para atacar. Y en ese instante, justo en el momento en que los dos se encontraban en el aire, un brillante destello azul iluminó sus rostros cuando las hojas de ambas espadas chocaron entre si bloqueandose mutuamente.
Pero aquello no había hecho más que empezar. Nada más tocar el suelo, los dos se giraron rápidamente y sus armas centellearon de nuevo en la oscuridad al encontrarse una vez más la una con la otra bloqueando el golpe de su rival.
-No está mal. -Con las hojas de sus armas todavía tocándose, el vampiro miró sonriendo a Álam cuyo rostro se encontraba ahora a escasos centímetros del suyo. -Luchas bastante bien.... para ser un humano.
-Tú tampoco lo haces mal. -Lejos de sentirse intimidado por esto, Álam dio un fuerte empujón con su espada para obligarlo a retroceder y saltó hacia atrás poniendose nuevamente ne guardia. -Para ser un vampiro.
-Todavía no has visto nada muchacho. -Mientras decía esto, el vampiro movió su espada a un lado y se preparó para atacar de nuevo sin apartar nin un solo instante su mirada de Álam. -Cómo tú mismo has dicho, soy un vampiro. ¡No lo olvides!.
Casi en el mismo instante en que decía esto, el vampiro saltó de nuevo hacia Álam dando un fuerte corte vertical hacia su pecho y este usó nuevamente su espada para bloquearlo. Sin embargo, en esta ocasión el resultado fue muy diferente al de la última vez. La fuerza con que el vampiro lo había atacado en esta ocasión fue tal que Álam retrocedió unos pasos a causa del golpe. Aprovechando esto, el vampiro atacó de nuevo y dio una rápido corte horizontal hacia su pecho.
Pero Álam no era tan fácil de vencer. Pese a la dureza del golpe recibido, Álam esquivó el nuevo ataque agachándose rápidamente y, a continuación, saltó hacia atrás esquivando un nuevo golpe de la espada del vampiro.
Enfurecido por la facilidad con que Álam había conseguido evitarlo a pesar de su fuerza, el vampiro tardó apenas unos segundos en atacar de nuevo e intentó atravesarlo con su espada aprovechando que este había quedado de espaldas a la pared de la montaña tras haber esquivado su último golpe y no podía retroceder. Sin embargo, y pese a la brutal fuerza con que este lo había atacado, Álam consiguió nuevamente esquivar el golpe de su rival y, mientras la hoja del arma del vampiro se hundía en la roca de la montaña tras haber fallado por apenas milímetros su objetivo, saltó por encima de él apoyandose en la propia pared de la montaña, dio un rápido giro en el aire y cayó justo a su espalda dando un fuerte corte vertical con su espada.
Gracias al campo de plasma que la rodeaba, la hoja del arma de Álam atravesó la armadura del vampiro sin problemas y abrió un profundo corte en la espalda del mismo haciendo que este gritase de dolor y callese de rodillas frente a él. Por supuesto, aquella herida no era mortal para un vampiro, pero le había hecho daño y Álam esperaba que después de un golpe así ya no pudiese seguir luchando... pero se equivocaba.
Antes de que Álam pudiese reaccionar, el vampiro se giró de golpe como si su herida apenas le afectase y lo atacó con todas sus fuerzas. Por fortuna, Álam consiguió una vez más detener el golpe con su espada y evitar que la hoja del arma del vampiro se hundiese en su pecho. Sin embargo, en esta ocasión la fuerza del golpe fue tal que arrancó su espada de sus manos y estuvo a punto de hacerlo caer.
Aprovechando las escasas décimas de segundo que Álam necesitaba para recuperar el equilibrio, el vampiro se puso en pie rápidamente y dio un fuerte puñetazo hacia su estómago que hizo que Álam callese inmediatamente al suelo dejándolo totalmente a su merced.
-Reconozco... que no lo has hecho nada mal. -Aunque visiblemente dolorido por su herida, el vampiro miró con desprecio a Álam y sonrió triunfalmente. -Pero como ves, no eres nada frente a uno de nosotros.
-Todavía no... has... ganado. -Tratando de recobrar el aliento, Álam miró rápidamente hacia donde se encontraba su espada y, tras comprobar que estaba demasiado lejos como para alcanzarla, volvió a mirar al vampiro buscando una salida a la difícil situación en que se encontraba. -La lucha no termina hasta que uno de los dos esté... muerto.
-En ese caso, será mejor que le pongamos fin de una vez. -Aunque sorprendido por la forma en que Álam le había hablado estando en aquella situación, el vampiro no dudó ni un segundo y levantó la espada por encima de su cabeza para descargar el golpe final. -Hasta nunca... cazador.
Dicho esto el vampiro tensó los músculos de sus brazos, levantó un segundo la vista hacia la extraordinaria luna llena que brillaba esa noche en el cielo y se dispuso a acabar al fin con la vida de su presa. Pero... justo en ese instante, algo lo golpeó violentamente en el pecho y sus manos se abrieron de golpe soltando su espada a causa del intenso dolor que brotó de pronto en el centro de su pecho.
Totalmente desconcertado, el vampiro bajó la mirada y observó con horror que la causa de aquel golpe y del dolor que ahora sentía era un pequeño arpón de acero que se había hundido profundamente en su armadura atravesandola por completo y del que partía un delgado cable de metal. Un cable que se dirigía hacia las manos de Álam.
-No puede... ser... -Aún para un vampiro del nivel de un BlackHawk, aquella herida era demasiado como para que pudiese seguir luchando y este calló de rodillas tratando de arrancarse con la mano el arpón del pecho. -No puedo creer que un simple... humano... valla a derrotarme usando un truco así.
-Y no lo habría logrado. Si no hubieses confiado tanto en ti mismo. -Tras dejar escapar un suspiro de alivio, Álam se puso en pie de nuevo y recogió su espada del suelo sin dejar de mirar en ningún momento al vampiro. - Te creías tan superior a un simple humano como yo que bajaste la guardia durante un segundo. Y ese exceso de confianza acaba de costarte la vida.
-Maldito... seas.... -Incapaz de hacer nada para defenderse, el vampiro observó como Álam se acercaba de nuevo a él y levantaba la espada para poner fin a la lucha tal y como él había intentado hacer hacía apenas unos segundos. -Te veré en el... infierno. Por qué allí es donde irás cuando mi señor acabe contigo. No importa lo fuerte o hábil que... seas. Jamás conseguirás derrotarle.
-Te equivocas. Mi objetivo no es vuestro rey. -Respondió Álam sonriendo ligeramente al ver la sorpresa que acababa de aparecer en el rostro del vampiro. -Si no su hija.
-¿La princesa?. -Nada más oír esto, la expresión de sorpresa del vampiro desapareció por completo y este dejó escapar una pequeña carcajada. - Si ese es realmente tu objetivo entonces es que los humanos sois todavía más estúpidos de lo que yo creía.
-Puedes decir lo que quieras. Eso no la salvará. -Sin la menor idea de lo que significaban aquellas palabras, Álam apretó con fuerza la empuñadura de su arma y miró por última vez al vampiro. -Ahora, como tú mismo has dicho, es hora de acabar con esto de una vez.
Sin una palabra más, Álam bajó su espada dando un fuerte corte a la altura del cuello del vampiro. Sin apenas esfuerzo, la hoja del arma atravesó la carne y los huesos del vampiro separando de un solo golpe su cabeza del resto de su cuerpo y poniendo así fin a su enfrentamiento.

Mientras la sangre del vampiro se extendía lentamente por el suelo formando un gran charco bajo el cuerpo del mismo, Álam guardó de nuevo su espada en su funda y se inclinó junto a él. El combate había terminado, sí, pero antes de continuar necesitaba recuperar algo del cuerpo de aquel vampiro.
Tra pulsar un pequeño botón en la base del cilindro metálico al que estaba unido el pequeño cable que ahora partía de la gran herida abierta en el pecho del vampiro, los garfios que se habían abierto en el extremo del arpón se contrajeron de nuevo y Álam pudo sacarlo sin problemas de la herida. Hecho esto, una nueva pulsación en el mismo botón hizo que el cable desapareciese de nuevo en el interior del cilindro y que su pequeño garfio de escalada ocupase una vez más su posición original listo para ser usado de nuevo.
Con todo ya solucionado allí, Álam se acercó de nuevo al muro exterior de la fortaleza y observó una vez más la fachada sur del palacio. Sabía que los aposentos de Nathaniel y de su hija debían estar en la torre principal del palacio, pero.... ¿Dondel?. Aquella torre tenía cuatro ventanas abiertas en la cara sur y en ellas no había nada que le permitiese diferenciarlas unas de otras. Tan solo una de ellas, la situada en la parte más oriental de la torre, contaba con un pequeño balcón que la diferenciaba de las demás.
Álam no tardó en decidirse a empezar por esa. Fuese o no la correcta, el balcón le ofrecería un lugar perfecto para saltar a las otras ventanas sin problemas y valía la pena intentarlo. Además, estaba seguro de que no tardarían en echar en falta a los centinelas del paso y al vampiro que acababa de matar, así que sería mejor que se diese prisa.
Sin perder un segundo más, Álam apuntó hacia una de las rocas que se encontraba directamente encima del balcón y pulsó el pequeño botón que lanzaría su garfio. Al instante, el pequeño arpón salió disparado de nuevo del cilindro y se clavó sin problemas en la roca elegida por Álam abriendo al instante sus pequeños garfios para anclarse con firmeza a la roca.
Hecho esto, Álam comenzó a escalar por la pared del muro exterior de la fortaleza y, una vez en la cima de este, dio un pequeño salto y se descolgó con ayuda del cable hasta apoyar sus pies en la pared de la torre. Sin apenas problemas, Álam continuó ascendiendo con ayuda del cable y llegó por fin al balcón.
Una vez allí, Álam se acercó a la ventana y observó con cuidado el interior. La habitación estaba casi completamente a oscuras y apenas se podía ver nada en su interior. Pero, aún así, la pálida luz de la luna que se filtraba por ella le permitió distinguir algo en la oscuridad que confirmó al instante sus sospechas. Allí, en medio de la gran habitación a la que daba aquella ventana, había una extraordinaria cama cubierta por un magnífico dosel de terciopelo cuyo color escarlata era perfectamente visible a pesar de la falta de luz y contrastaba con las no menos extraordinarias cortinas de seda blanca que la rodeaban.
Convencido de que en aquella cama encontraría a la criatura a cuya vida había venido a poner fin, Álam desenvainó de nuevo su espada, cortó de un rápido y silencioso golpe la cerradura de la ventana y entró en la habitación.
En silencio, sin hacer el más mínimo sonido Álam se acercó lentamente a la cama en que descansaba su presa y sonrió ligeramente mientras apartaba con una mano las cortinas y preparaba su espada. A decir verdad su misión apenas le importaba ya, pero el solo pensar en el dolor que aquello iba a causarle al señor de los vampiros hacía que valiese la pena el esfuerzo. Y entonces, cuando hubiese acabado con ella, podría seguir adelante con sus propios planes y buscar a su verdadera presa: ¡A propio Nathaniel!.



¡Preciosa!. Esta fue la única palabra que Álam pudo encontrar para describir a la joven vampiresa que apareció ante sus ojos al apartar las cortinas y que dormía tranquilamente en aquella cama, ajena por completo a su presencia y al peligro mortal que corría en aquel momento.
Incluso en la oscuridad de aquella habitación, su larga melena dorada resplandecía bajo la tenue luz que entraba por la ventana y sus cabellos brillaban como oro puro a su alrededor haciendo resaltar todavía más el blanco perlado de su piel. Una piel perfecta, sin el más mínimo defecto y cubierta tan solo por una finísima sábana de seda que caía suavemente sobre ella dejando entrever su maravillosa silueta.
La suave curva de sus caderas se perfilaba claramente bajo aquella sábana cuyo delicado tejido era incapaz de ocultar las fascinantes curvas de sus pechos y acentuaba todavía más la estrechez de su delicada cintura convirtiendola en la criatura más hermosa que Álam había visto en su vida.
Pero no fue esto lo que más impresionó a Álam, sino su rostro. Había esperado ver en él la misma maldad, la misma expresión diabólica que había en el rostro de Nathaniel. Y sin embargo, lo único que pudo ver en el rostro de la princesa fue una expresión de paz e inocencia más propias de un ángel que de la hija de un monstruo como el rey de los vampiros.

Aún así, nada de esto consiguió detenerle. Antes de empezar su misión algunos de sus compañeros le habían hablado sobre la extraordinaria belleza de algunas vampiresas y sobre el extraño embrujo que su mirada podía llegar a ejercer sobre un hombre. Pero él no dejaría que nada de eso le afectase.
Su belleza era tal que Álam estuvo seguro nada más verla que ni siquiera necesitaría usar su mirada para hechizar a un humano cualquiera y, al mirarla, notó como su propia voluntad se tambaleaba forzandolo a pensar si lo que iba a hacer era o no lo correcto. Sin embargo, su odio hacia los vampiros lo ayudó a superar todas las dudas que aparecieron de pronto en su mente y se acercó lentamente a la cama dispuesto a acabar con ella.
En silencio, con el mismo sigilo con que había llegado hasta allí, Álam guardó su espada, sacó un pequeño cuchillo de un compartimento de su armadura y apuntó con él al corazón de la princesa. Al mismo tiempo, movió su mano izquierda hasta colocarla justo encima del rostro de su presa y se preparó para dar el golpe. Debía hacerlo a la primera, sin un solo fallo que pudiese darle tiempo a defenderse y sin dejar además que gritase al sentir el golpe si no quería que todos los guardias del palacio entrasen de pronto en aquella habitación.
Lentamente, Álam levantó el brazo con el que sostenía el cuchillo y apretó con todas sus fuerzas la empuñadura del mismo preparandose para dar el golpe mortal. En ese momento, movió rápidamente su otra mano cubriendo con ella la boca de su presa, la sujetó con firmeza para que esta no se moviese, tensó todos los músculos de su otro brazo para descargar al fin la estocada con la que acabaría con la vida de aquella criatura y................... ¡Se detuvo!.
En el preciso instante en que su mano tocó el rostro de la princesa y pudo sentir el cálido contacto de sus labios y sus mejillas en su propia piel Álam recordó las palabras del BlackHawk y se detuvo de golpe. Antes incluso de que ella abriese los ojos y lo mirase aterrorizada al ver el cuchillo en su mano, Álam comprendió el significado de aquellas palabras y las dudas que invadieron de pronto su mente le impidieron continuar.
Y cuando ella lo miró, cuando sus profundos ojos negros como el azabache se encontraron con los maravillosos ojos azules de la princesa, sintió como si algo se rompiese de pronto en su interior y fue incapaz de apartar sus ojos de los suyos. De aquellos dos extraordinarios zafiros tan azules y brillantes como el mismo cielo y a la vez tan profundos y misterioso como el océano.
Sin embargo, Álam pudo ver en esos mismos ojos el miedo, el terror que ella sentía en aquel momento al verle allí y esto lo hizo volver en sí. Recordando de nuevo su misión y sus planes, Álam reunió la escasa fuerza de voluntad que le quedaba, sujetó el cuchillo con ambas manos y lo bajó con todas sus fuerzas.
Al instante, la princesa cerró los ojos llena de miedo y de su boca, ahora libre de la mano de Álam, brotó un grito de terror que resonó durante unos segundos por toda la habitación antes de que esta quedase de nuevo en silencio. Y entonces, al cabo de casi un minuto en completo silencio sin que nada se moviese en el interior de aquella habitación.... ella abrió de nuevo los ojos.
Estaba sorprendida. Aterrorizada por lo que acababa de suceder y a la vez desconcertada por seguir con vida. ¿Qué había sucedido?. ¿Por qué no estaba muerta?. Ambas preguntas encontraron su respuesta cuando ella miró de nuevo a Álam y vio el cuchillo clavado en su almohada, justo al lado de su cabeza.
Esto la sorprendió aún más. Él seguía allí, justo frente a ella, mirándola de la misma manera que antes y sosteniendo todavía la empuñadura del cuchillo con una mano. Pero ya no parecía querer hacerle daño. Y esto la tranquilizó un poco.
Aunque todavía notablemente asustada, consiguió reunir el suficiente valor como para intentar hablar con él con la esperanza de que este respondiese a alguna de sus preguntas y pudiese comprender al fin lo que sucedía. Sin embargo, justo en ese instante, la puerta de la habitación se abrió de golpe y los dos miraron inmediatamente hacia ella.
El grito de la princesa había atraído a los guardias y tres de ellos entraron de pronto en la habitación para comprobar que era lo que sucedía.
Nada más verlos, Álam saltó inmediatamente hacia atrás alejándose de la cama y desenvainó rápidamente su espada. Había necesitado apenas unas décimas de segundo para darse cuenta de que los tres guardias llevaban la misma armadura que el vampiro que había eliminado antes de entrar en el palacio. Y esto suponía un grave problema.
Hacía apenas unos minutos que había tenido que luchar contra uno de ellos y sabía perfectamente que contra los tres a la vez no tendría ninguna posibilidad. Y menos aún en un sitio cerrado como aquel en el que podían acorralarlo fácilmente.
Pero todavía le quedaba una posibilidad: la ventana por la que había entrado. El cable de metal por el que había subido seguía en el mismo sitio y podría usarlo para salir de nuevo del palacio aprovechando que tan solo dos de los vampiros le estaban prestando atención. Por fortuna, el tercero parecía ser mayor que aquellos dos y había ido inmediatamente a comprobar el estado de la princesa despreocupándose por completo de él. Lo que le daba una pequeña posibilidad para escapar.
Pero Álam ni siquiera se movió. A pesar de la presencia de los tres BlackHawk, decidió permanecer en aquella habitación y luchar hasta el final. Después de todo, había ido allí para matar a tantos vampiros como pudiese antes de que alguno de ellos consiguiese acabar con él. Y no pensaba dar marcha atrás ahora...... aunque eso significase su muerte.
Sin embargo, en lugar de atacarle, los dos vampiros más jóvenes continuaron vigilándole sin moverse y tan solo el tercero se decidió al fin a acercarse a él tras haber terminado de comprobar como se encontraba la princesa.
A diferencia de sus dos compañeros que no parecían mayores que Álam, este tenía el aspecto de un hombre ya maduro, de entre cuarenta y cincuenta años. Tenía el pelo corto, completamente blanco al igual que la pequeña barba que cubría su cara y su aspecto no parecía tan atemorizante como el de sus dos acompañantes. Sin embargo, y com Álam aprendería muy pronto, en ocasiones las apariencias puede ser engañosas.

-Un Hunter. ¡Malditos humanos!. ¿Cómo se atreven a enviar a uno de sus asesinos a acabar con la princesa?. -Mientras desenvainaba su espada, el vampiro miró con desprecio a Álam y sus ojos centellaron de furia. -¿Es qué tu raza es tan estúpida que ni siquiera sabéis quién es vuestro verdadero enemigo?. ¿O quizás sois demasiado cobardes cómo para atacar al rey en persona?.
-Extrañas palabras viniendo de un BlackHawk -Sin apartar un solo instante la vista de su adversario, Álam se movió lentamente hacia la derecha tratando de poner la mayor distancia posible entre él y los otros dos vampiros para poder actuar con mayor libertad. -Cualquiera diría que habrías preferido que atacase a Nathaniel en lugar de a su hija.
- Y así es. Por qué si lo hubieses hecho ahora estarías muerto y la princesa no habría tenido que pasar por esto. -Respondió el vampiro mientras movía su espada a un lado bajando adrede la guardia. -Pero no te preocupes, de todas formas no vivirás mucho. Yo me ocuparé de que no salgas de aquí con vida.
-Nunca tuve intención de hacerlo. -Mientras decía esto, Álam sonrió ligeramente y pudo ver cierta sorpresa en los ojos del vampiro que no parecía comprender como aquel muchacho podía despreciar así su propia vida. -Pero antes de morir me llevaré conmigo a tantos de vosotros como pueda.
Sin una palabra más, Álam se decidió al fin a atacar al vampiro y corrió hacia él dispuesto a aprovechar que este había bajado la guardia. Sabía perfectamente que era un truco y que este intentaría algo, pero no tenía otra posibilidad. Debía acabar rápidamente con él si quería tener alguna oportunidad contra los otros dos y tenía que aprovechar aquella ocasión aunque fuese una trampa.
Una vez lo suficientemente cerca de él, Álam dio una rápida estocada hacia el pecho del vampiro aprovechando el impulso de su carrera para tratar de golpearlo con todas sus fuerzas. Sin embargo, el vampiro ya había esperado algo así. Puede que no fuese tan fuerte y rápido como sus dos compañeros, pero su experiencia compensaba con creces esas carencias.
Sin el menor problema, el vampiro esquivó la hoja de la espada de Álam moviendose rápidamente a un lado al tiempo que desviaba el golpe con su propia espada. Hecho esto, y antes siquiera de que Álam pudiese reaccionar, el vampiro dio un rápido puñetazo hacia su pecho con su otro brazo.
El golpe fue tan fuerte que Álam retrocedió unos pasos a pesar de la protección de su armadura y se tambaleó un instante tratando de mantener el equilibrio. Y ese instante era todo lo que adversario necesitaba. Sin que este pudiese hacer nada para defenderse, el vampiro dio un rápido corte diagonal hacia su pecho y Álam pudo sentir la mordedura de la hoja del arma en su propia piel al atravesar la armadura y cayó al suelo.
Por fortuna, su armadura había conseguido desviar el golpe lo suficiente como para evitar que este fuese mortal. Sin embargo, la sangre que brotaba del profunde corte abierto en su armadura dejaba claro que este no había fallado del todo y el vampiro sonrió satisfecho comprendiendo que su combate había terminado.
Pero... aún en aquel estado, Álam todavía no se daba por vencido. A pesar de la profunda herida de su pecho, trató de ponerse en pie de nuevo, sujetó con fuerza su espada e intentó atacar de nuevo a su rival soportando el terrible dolor que sentía en el pecho.
Sin embargo, antes siquiera de que pudiese levantarse, uno de los vampiros que hasta entonces no habían intervenido en la pelea se acercó rápidamente a él por detrás y lo golpeó en la nuca con la empuñadura de su espada. Al instante, Álam cayó al suelo completamente inconsciente y el mayor de los tres vampiros miró inmediatamente al más joven.
-¿Por qué has hecho eso?- Preguntó con rabia el primer vampiro. -Era mío. No tenías derecho a intervenir.
Como respuesta a su pregunta, el segundo vampiro señaló hacia la puerta de la habitación y este comprendió inmediatamente lo que sucedía al ver allí a su señor. Al mismísimo Nathaniel observandolos impasible desde la entrada de la habitación sin apenas prestar atención a su hija que continuaba en su cama mirando con temor todo lo que estaba sucediendo.
¡Álfred!. -Al oír la voz de su señor dirigiendose a él, el vampiro que acababa de vencer a Álam bajó una de sus rodillas hasta tocar el suelo e inclinó la cabeza para saludarle. -No quiero que le mates.
-Pero señor -Respondió sorprendido Álfred. -Ha intentado matar a vuestra hija. Merece la muerte.
-Y la tendrá, pero antes tengo otros planes para él. -Mientras decía esto, Nathaniel miró hacia Álam y sonrió malignamente al pensar en la ironía del plan que acababa de surgir en su perversa mente. -Por ahora encerradlo en el calabozo y procurad que siga con vida. Eso es todo.
Dicho esto, Nathaniel dio media vuelta y desapareció de nuevo tras la puerta de la habitación seguido por los dos vampiros más jóvenes que arrastraban con ellos el cuerpo inconsciente de Álam. En cuanto los tres se marcharon, Álfred se acercó de nuevo a la cama de la princesa y la miró con cierta preocupación al ver que esta seguía temblando ligeramente.
-¿Os encontráis bien princesa?- Preguntó Álfred. -S-si, si, estoy bien. -Respondió ella con voz temblorosa. -Solo un poco asustada.
-Lo siento princesa. Todo esto es culpa mía, soy el responsable de vuestra seguridad y debí prestar más atención. -Mientras decía esto, Álfred bajó la cabeza y miró hacia el suelo. -Pero ahora estáis a salvo, y os prometo que ningún humano conseguirá llegar hasta vos de nuevo. Confiad en mi.
-Lo sé Álfred, sé que harías lo que fuera para protegerme. -Respondió ella tratando de sonreír al ver la preocupación que Álfred la miraba. -No te preocupes, se me pasará enseguida. Ahora, por favor, ¿Podrías irte?. Me gustaría estar sola un momento.
-Por supuesto.
Aunque todavía no muy convencido de que ella se encontrase bien, Álfred decidió hacerle caso para que pudiese descansar y tranquilizarse un poco y salió de la habitación dejandola sola tal y como ella le había pedido. En ese instante, la sonrisa desapareció por completo del rostro de la princesa y esta dirigió una vez más su mirada hacia el pequeño cuchillo que continuaba clavado en su almohada.
A decir verdad ya no estaba asustada, lo que realmente la preocupaba en ese momento era la pregunta que se había hecho a sí misma en el instante en que Álam lo había clavado allí y no en su corazón perdonandole la vida. La misma pregunta que no había tenido tiempo de hacerle a él y que, ahora, ocupaba por completo su mente: ¿Por qué?.
[url=http://www.elotrolado.net/showthread.php?s=&threadid=20510[U]Capítulo 6: Melissa[/url]




Álam tardó varios días en recuperar la consciencia debido a la gravedad de su herida. Y cuando al fin se despertó, lo hizo gritando como tantas otras veces, con el cuerpo cubierto por completo de sudor y un profundo dolor en el corazón a causa del horrible recuerdo que había despertado en su mente.
Había vuelto a soñar con ellos. Aún después de casi diez años, la pesadilla se había repetido una vez más atormentándolo con las imágenes de aquella horrible noche. Unas imágenes que pertenecían a su pasado y que todavía recordaba como si todo aquello hubiese sucedido ayer.
El rostro pálido y sin vida de su madre tendida sobre su propia cama con un cuchillo clavado en el pecho, la ventana rota de la habitación, los cristales en el suelo cubierto de sangre. Y el dolor..... aquel horrible e intenso dolor dentro de su cabeza al ver a su padre de pie junto a la cama, mirándolo con los mismos ojos verdes y brillantes que aquel monstruo.
El resto estaba borroso. Recordaba el calor del fuego, a su padre gritando entre las llamas mientras su cuerpo y el de aquella criatura demoníaca que acababa de quitarle todo lo que tenía en el mundo se consumían junto al resto de la casa. Pero nada más.
A partir de ahí, había perdido la consciencia y todo lo demás estaba en blanco. Tan solo la historia que los Hunters le habían contado más tarde sobre lo que habían visto cuando le habían encontrado medio muerto entre los restos de su casa le permitía saber que había sucedido en realidad en el pueblo y por qué él era ahora el único superviviente de aquella catástrofe. Y eso era precisamente lo que más lo atormentaba: lo que realmente había pasado.

Pese a todo, Álam no tardó mucho en apartar todo aquello de su cabeza. Por mucho que lo atormentasen las viejas heridas de su pasado, ahora tenía otras cosas de que preocuparse. Después de todo, había pasado por lo mismo cada día durante los últimos diez años y, en cierto modo, estaba empezando a acostumbrarse al dolor de aquel recuerdo. Aunque, en el fondo de su corazón, sabía que nunca llegaría a superarlo por completo.
Más calmado tras un rato tumbado en silencio y sin apenas moverse, Álam trató de levantarse para poder observar mejor la pequeña celda en la que lo habían encerrado. Pero al hacerlo notó inmediatamente un agudo dolor en el pecho y se detuvo inmediatamente.
Su herida todavía no estaba curada del todo. Tenía una venda alrededor del pecho que la cubría por completo, lo que significaba que alguien se había ocupado de ella, pero el dolor que sentía al moverse indicaba que aún tendría que esperar uno o dos días antes de poder moverse como antes.
Aún así, desde donde estaba Álam podía ver la mayor parte de su celda con solo girar la cabeza y esto le permitió darse cuenta de donde se encontraba realmente. Era una habitación pequeña, rodeada por gruesos muros de roca maciza, lo que significaba que se estaba en una de las partes más profundas del palacio. Probablemente en uno de los calabozos de la antigua fortaleza mediaval que los vampiros habían restaurado.
Olía a humedad, no había ventanas que dejasen entrar la luz del sol y la única salida parecía ser una robusta puerta de metal situada en la pared opuesta a la que servía como anclaje para el estrecho tablón sobre el que descansaba Álam. A parte de esto, Álam se dio cuenta también de un detalle que encontró bastante extraño: No había ningún sistema de vigilancia. Ni cámaras, ni micrófonos, ni nada que se les pareciese.
Por supuesto, Álam sabía que podían estar ocultos y que el hecho de que él no pudiese verlos no significaba necesariamente que no estuviesen allí. Pero por el aspecto de aquella celda y por como habían respetado incluso la antigua cerradura de la puerta, estaba casi convencido de que no se equivocaba al pensar que no lo vigilaban. Lo que, a decir verdad, no era tan extraño ya que salir de allí era prácticamente imposible.

Precisamente mientras pensaba en esto, el sonido de unos pasos acercándose por el pasillo al que conducía aquella puerta llamó su atención y Álam dirigió inmediatamente allí su mirada. Alguien se había detenido justo enfrente de su celda y, por los crujidos que provenían de la vieja cerradura de la puerta, estaba a punto de entrar.
Tal como él esperaba, al cabo de unos segundos la puerta se abrió lentamente chirriando en protesta por la evidente falta de uso y Álam pudo ver, no sin cierta sorpresa, como alguien envuelto en un grueso manto marrón pasaba al interior. Casi al instante, y para mayor sorpresa aún de Álam, la puerta de la celda se cerró de nuevo y pudo oír los pasos del guardia alejándose de nuevo por el pasillo.
Esto resultaba bastante extraño. No solo por el curioso aspecto de su visitante, si no por el hecho de que lo hubiesen dejado solo con él sin siquiera la vigilancia de uno de los guardias. Esto solo podía significar dos cosas: O aquel extraño individuo era uno de los BlackHawk y venía a acabar de una vez por todas con su vida, lo que era bastante posible, o bien era alguien al que los vampiros tenían tan poca estima que no les preocupaba el hecho de que Álam pudiese matarlo para intentar huir.
Fuese quien fuese, lo cierto era que bajo aquel manto era imposible distinguir nada que pudiese sacarlo de dudas. Incluso su rostro quedaba oculto gracias a la capucha que cubría por completo su cabeza y ni siquiera sus ojos eran visibles. Lo que le impedía además saber si se trataba de un vampiro o de otro humano. Sin embargo, pronto saldría de dudas.
-Veo que ya te has despertado. -Dijo una voz suave y melódica perteneciente a una mujer cuya juventud quedaba patente en el delicado timbre de su voz. -Me alegro. Por un momento creí que te perderíamos, pero parece que eres más fuerte de lo que pensaba.
-¿Quién eres?. -Preguntó bruscamente Álam. -Me llamo Melissa. -Respondió ella con la misma tranquilidad que antes mientras se acercaba lentamente a él. -Y estoy aquí para ayudarte. Así que, por favor, no uses ese tono conmigo.
-¿Para ayudarme?. -Esto sorprendió aún más a Álam que continuó mirándola con cierto recelo mientras esta se acercaba cada vez más a él. -¿Por qué?.
-Es mi trabajo. -Respondió. - Me han dicho que tengo que curarte y asegurarme de que sigues con vida. Y no ha sido nada fácil, sabes. Tú herida era muy grabe, creí que no sobrevivirías.
-Eso no tiene sentido. He intentado matar a su hija, ¿Por qué iba Nathaniel a querer mantenerme con vida?. -Preguntó de nuevo Álam cada vez más desconcertado por las extrañas respuestas de Melissa. -No lo sé -Respondió ella mientras se sentaba en el borde de la improvisada cama de madera sobre la que este permanecía tumbado. -Ni siquiera los guardias saben lo que piensa hacer el rey contigo. Lo siento.
Mientras decía esto, Melissa sacó un pequeño botiquín de entre su ropa y lo dejó al lado de Álam para empezar con su trabajo. Hecho esto, se giró de nuevo hacia él y comenzó a desatar la venta que cubría la herida sin que Álam hiciese nada para impedirselo. Tan solo continuó mirándola con cierta curiosidad mientras esta intentaba, no con demasiado éxito precisamente, soltar los vendajes.
-¿Seguro que sabes lo que haces?. -Preguntó Álam un tanto sorprendido por la torpeza con que esta estaba actuando. -Lo sé perfectamente. -Respondió ella en un tono no demasiado agradable. -Ayer apreté demasiado la venda y por eso me cuesta soltarla, pero no hay ningún problema.
Aunque no demasiado convencido, el tono en que esta le había hablado dejaba bastante claro que no le hacía demasiada gracia que dudasen de sus habilidades como enfermera y Álam decidió dejarla continuar tranquila.
A decir verdad, todavía no se fiaba en absoluto de ella y habría preferido no dejar que lo tocase. Sin embargo, en el momento en que sintió el calor de sus manos sobre su pecho mientras esta intentaba una y otra vez soltar la venda comprendió algo que lo hizo cambiar de idea.
Aquellas manos no pertenecían a una vampiresa como él había supuesto en un principio, sino a una humana. Y esto hizo que su opinión sobre ella cambiase radicalmente. Después de todo, aquella chica le había salvado la vida al ocuparse de su herida y, si se encontraba allí, probablemente fuese una prisionera como él.
Por otro lado, al tratarse de una humana Álam supo con seguridad que no se trataba de una espía enviada por Nathaniel para intentar sacarle información sobre los Hunters ya que cualquiera de sus vampiresas podría haberse ocupado de eso con mayor facilidad. Y esto hizo que su recelo hacia aquella chica desapareciese casi por completo aún a pesar de la torpeza con que esta continuaba intentando ayudarle.

Al fin, tras un rato intentándolo, Melissa consiguió desatar la venda y sonrió satisfecha mientras desenvolvía poco a poco la herida. Hecho esto, dejó la venda manchada de sangre a un lado de la cama y comenzó a limpiarle la herida con un pequeño algodón impregnado en desinfectante que había sacado de su botiquín.
Por supuesto, todo esto era un método realmente primitivo para curar una herida como aquella y cualquier médico humano habría tardado apenas unos segundos en curarla por completo usando las modernas técnicas de que disponían en los hospitales humanos. Sin embargo, los vampiros no necesitaban de nada de esto dada la asombrosa capacidad de regeneración de sus células y aquello era todo lo que Melissa podía hacer por él.
-Ya casi está curada. Un par de días más y estarás como nuevo. - Dijo Melissa mientras apretaba suavemente el pequeño algodón con desinfectante sobre uno de los puntos en que la herida todavía no había cicatrizado por completo. -Me alegra saberlo. -Respondió Álam secamente. -Pero no creo que viva tanto tiempo. No deberías molestarte.
-Eso no lo sabes. -Al mismo tiempo que decía esto, Melisa apretó con fuerza un nuevo algodón recién impregnado en el desinfectante y Álam la miró fijamente mientras apretaba con fuerza su mano alrededor del borde de la cama para soportar el dolor. -No he pasado tanto trabajo para nada, así que no quiero volver a oírte decir algo así.
-Está bien... aghhhhhhh... Pero por favor, no hagas eso. -En respuesta a estas últimas palabras, Melissa apartó de nuevo el algodón y Álam respiró aliviado. -Eso está mejor. -Dijo ella sonriendo ligeramente bajo la capucha que cubría su rostro. -Por cierto, ¿Cómo te llamas?. Todavía no me lo has dicho.
-Álam. -Respondió -Álam Curinov.
-Bien, pues encantada de conocerte Álam. -Todavía hablando con el mismo tono serio y ligeramente arisco que antes, Melissa dejó de mirarle y volvió de nuevo su atención hacia la herida. -Pero ahora estate calladito y deja que termine con esto, o te aseguro que volveré a hacerlo.
Dicho esto, Melissa continuó con su trabajo con el mismo cuidado que hasta entonces y Álam no dijo una sola palabra más. Después de lo que acababa de hacer, no le apetecía en absoluto molestarla de nuevo. Al menos no hasta que terminase de curarle.

Al cabo de un rato, y sin más interrupciones por parte de Álam, Melissa terminó al fin con la cura y, tras envolverle la herida con una venda limpia, recogió su botiquín y se puso en pie de nuevo para irse.
-En fin, ya he terminado. -Visiblemente satisfecha con su trabajo, Melissa se alejó unos pasos de Álam y lo miró una vez más antes de irse. -Ahora tengo que irme, así que descansa un poco y no hagas nada que pueda empeorar tu herida. Mañana vendré otra vez para ocuparme de ella y podremos hablar un poco si quieres. ¿De acuerdo?.
Aunque bastante sorprendido por la amabilidad que Melissa estaba mostrando hacia él una vez más, Álam asintió con la cabeza sin decir nada y esta se acercó a la puerta de la celda. Una vez allí, dio un par de golpes sobre la superficie metálica de la misma para llamar al guardia y esperó a que este viniese a abrirle. Sin embargo, antes de que este terminase de abrir la puerta, Álam la llamó de nuevo.
-¡Melissa!. -Al oír esto, ella se giró de nuevo hacia él y pudo ver como Álam sonreía ligeramente mientras la miraba. -Gracias.
-No tienes que dármelas. -Respondió ella apenas unos segundos antes de que la puerta se abriese por completo. -Es mi trabajo.
Dicho esto, Melissa se giró de nuevo hacia la puerta ahora abierta y, sin decir nada más, salió de la celda. Al instante, el guardia cerró de nuevo la puerta dejando a Álam solo una vez más en el interior de aquel calabozo.
Sin embargo, lo que el no sospechaba todavía era que no tardaría en tener compañía de nuevo. Y, en esta ocasión, no se trataría de una visita tan agradable como la de aquella chica.



Durante el resto de la mañana de su primer día de cautiverio, Álam no recibió más visitas. Tan solo la de su carcelero, a mediodía, para traerle una pequeña bandeja con un poco de comida y un vaso con agua. Sin embargo, eso pronto cambiaría.
Unas horas después de que su carcelero hubiese regresado para llevarse la bandeja de nuevo, la puerta de la celda se abrió una vez más y por ella entraron dos vampiros cuyo aspecto hizo que Álam se incorporase sobre la cama inmediatamente a pesar del dolor de su herida.
Se trataba de dos de los guardias del palacio. Dos vampiros altos y corpulentos vestidos con armadura completa y armados con sendas espadas de plasma cuyas hojas de energía centelleaban en la penumbra de la celda como pequeñas antorchas.
Al verlos, Álam supuso que Nathaniel se habrían decidido a al fin a acabar con su vida y los miró a los dos esperando a que uno de ellos se acercase para poner fin a todo. Después de todo, había ido allí sabiendo que moriría tarde o temprano y, aún siendo un Hunter, sabía perfectamente que no podría hacer nada frente a los dos a la vez en el estado en que se encontraba, y mucho menos teniendo en cuenta que ni siquiera contaba con un arma con la que defenderse.
Sin embargo, en lugar de acercarse a él los dos guardias se separaron colocandose a ambos lados de la puerta y Álam observó sorprendido como alguien más entraba en la salda. Pero, en esta ocasión, no se trataba de otro guardia, sino de una vampiresa a la que el propio Álam no tardó en reconocer.
Tenía el pelo negro, tan oscuro como la propia noche y tan largo que le llegaba casi a la cintura haciendo resaltar aún más la palidez de su piel y de su rostro. Un rostro joven, en el que destacaba el delicado carmín de sus labios y el intenso brillo de sus ojos verdes en los que Álam podía ver la misma maldad que en el resto de los vampiros y, a la vez, algo diferente. Algo mucho más sutil que se escondía en su mirada y que podría fácilmente confundir el corazón de cualquier hombre.
Y este efecto se veía reforzado aún más por su belleza y por el más que insinuante vestido que llevaba puesto. Este, estaba hecho con terciopelo de un suave color lavanda con bordados de oro y dejaba totalmente al descubierto sus hombros y su espalda formando un pronunciado escote con forma de corazón que era incapaz de ocultar por completo sus pechos.
Además de esto, su falda contaba con dos largas aberturas a cada lado que partían desde su cintura dejando al descubierto parte de sus caderas ya que esta se deslizaba entres sus largas y esbeltas piernas cada vez que daba un paso haciendolas perfectamente visibles.

Nada más entrar, la vampiresa hizo un gesto con la cabeza y los dos guardias se acercaron inmediatamente a Álam que observó con más curiosidad que temor como estos le colocaban un par de grilletes de acero en cada mano y lo encadenaban a una gran argolla anclada en la pared. Hecho esto, los dos guardias regresaron junto a la puerta y, a un nuevo gesto de la vampiresa, abandonaron la celda cerrando la puerta tras ellos.
En cuanto los dos estuvieron solos, la vampiresa sonrió ligeramente y comenzó a acercarse a Álam.
-Supongo que ahora mismo te estarás preguntando que hago aquí. ¿Verdad? . -Dijo con una voz suave y meliflua que sonaba casi como un susurro. -En absoluto. -Respondió Álam sin excesiva amabilidad. -Aunque reconozco que me sorprende que te haya enviado a ti. Suponía que Nathaniel tendría al menos las agallas de matarme el mismo, pero parece que se conforma con que su reina haga el trabajo sucio por él.
-Te equivocas. -Mientras decía esto, la reina continuó acercandose a él y lo miró directamente a los ojos. -No estoy aquí para matarte. Al contrario, he venido a ofrecerte la posibilidad de salvar tu vida.
Evidentemente, esta respuesta dejó totalmente desconcertado a Álam que no comprendía en absoluto lo que significaba aquello. La vampiresa que ahora estaba frente a él era Mariana Arcanov, la esposa del propio Nathaniel y reina de los vampiros. ¿Por qué iba ella a querer salvarle la vida después de que hubiese intentado acabar con la vida de su propia hija?.
-Dime, ¿Cómo te llamas?. -Ajena por completo a los pensamientos de Álam, la reina continuó sonriendo como si nada y lo miró cuidadosamente de arriba abajo. -Álam. -Respondió.
-Álam. -Repitió ella casi susurrando las sílabas de su nombre. -Es un nombre sencillo, me gusta. Y no es lo único que me gusta de ti.
Tras decir esto, Mariana se acercó todavía más a Álam y este pudo sentir el frío tacto de una de sus manos mientras ella recorría lentamente su pecho con sus dedos jugueteando con ellos sobre la venda que lo cubría.
-¿Qué quieres de mí?. -Preguntó Álam con cierto nerviosismo al ver como ella se acercaba cada vez más a él. -No te preocupes, es algo muy sencillo. -Tras decir esto, Mariana puso ambas manos sobre los hombros de Álam y las deslizó hasta su cuello sin dejar en ningún momento de mirarle. -¡Te quiero a ti!. Estoy harta de tener que estar siempre sola mientras Nathaniel se divierte con todas las vampiresas de la corte. Quiero a alguien que me haga compañía, que esté a mi lado. Y tú podrías ser ese alguien.
Tras decir esto, Mariana apretó su cuerpo contra el de Álam de forma que este pudo sentir la suave presión de sus pechos contra el suyo y la caricia de sus caderas semi desnudas rozando suavemente su ropa mientras ella acercaba su rostro aún más al suyo. Y entonces, cuando ambos estaban ya tan cerca que Álam podía incluso sentir la cálida caricia de su respiración sobre sus labios, ella lo miró fijamente a los ojos y esperó una respuesta. Pero esta no llegó. Pese a su sorpresa, y a la belleza de la reina, Álam no estaba dispuesto a dejar que uno de los monstruos que él tanto odiaba se le acercase y retrocedió inmediatamente hasta que su espalda tocó la pared de la celda obligándola a soltarle.
-Sabes que podría obligarte a hacerlo. Solo tendría que hacer lo mismo que Nathaniel con sus guardias y me obedecerías ciegamente. -Al ver que Álam no parecía estar de acuerdo con sus planes, el rostro de la reina pareció entristecerse de golpe y esta ni siquiera se movió de donde estaba. -Pero no es eso lo que quiero. No quiero un esclavo.
-¿Qué pretendes hacer entonces?. -Preguntó de nuevo Álam más sorprendido ahora por la súbita tristeza de la reina que por lo que esta le estaba diciendo. -Aunque seas su esposa no creo que Nathaniel esté muy dispuesto a dejar suelto a un humano en su palacio. Y menos si se trata de un Hunter como yo.
-Hay otra forma. -Dijo ella hablando cada vez con mayor tristeza. -Soy una vampiresa, a diferencia de él yo puedo darte una parte de mi sangre y transformarte en un auténtico vampiro. No en un vulgar sirviente como los demás.
-Lo siento. De todas formas no puedo aceptar tu oferta. -Mientras decía esto, Álam se acercó de nuevo a ella y se sorprendió al darse cuenta de que una parte de él lamentaba tener que rechazarla. -Tengo mis motivos para odiar a los de tu raza, y preferiría morir antes que convertirme en un vampiro y tener que obedecer las órdenes de ese monstruo al que llamáis rey.
-Yo también fui humana una vez. -Respondió la reina. -Antes de que Nathaniel me transformara en... esto, yo era como tú. Por eso vine aquí. Esperaba que tú, siendo aún humano, comprendieses lo que siento y aceptases mi propuesta. Aunque solo fuese para salvar tu vida. Pero veo que no es así.
-Lo siento. -Repitió Álam. -Yo también. -Dijo ella mientras lo miraba de nuevo y acariciaba lentamente su rostro con una mano sin que en esta ocasión Álam hiciese nada para evitarlo. -Cuando Elisabeth me contó lo que había sucedido y me dijo que no habías fallado, qué si estaba viva era por qué tu no habías querido matarla, supuse que serías diferente a los demás. Pero me equivoqué, no eres diferente a ellos. En realidad ni siquiera eres diferente a Nathaniel.
-¿Qué quieres decir con eso?. Yo no soy un monstruo, no mato solo por diversión. -Respondió Álam visiblemente molesto por la comparación que esta acababa de hacer. -¿Acaso importa el motivo?. -Replicó de nuevo la reina. -Eres un asesino, tu odio hacia nuestra raza es tan fuerte como el de Nathaniel hacia la tuya y los dos haríais lo que fuese por acabar el uno con el otro. Lo única diferencia es que él sí tiene el poder para hacerlo. Y tú.... morirás dentro de poco.
-Entonces... ¿Tú sabes que es lo que piensa hacer Nathaniel conmigo verdad?. -En respuesta a esta pregunta, Mariana asintió con la cabeza y se giró para no tener que mirarle mientras se lo decía. -Dentro de tres días habrá una gran ceremonia en el palacio, ese es el momento que Nathaniel ha elegido para matarte. Es todo lo que puedo decirte.
-Tres días...... -Tras decir esto, Álam hizo una pequeña pausa y respiró profundamente antes de continuar hablando. -En fin, supongo que era de esperar. Pero he de reconocer que me sorprende, es más tiempo del que esperaba.
-Lo dices como si no te importase en absoluto tu propia muerte. ¿Por qué desprecias así tu vida?. -Preguntó Mariana todavía de espaldas a él. -No la desprecio. -Afirmó Álam. -¡La odio!. Mi vida terminó hace diez años, y lo que queda de ella no es más que sufrimiento y dolor, por eso no me importa. Al contrario, me alegro de que al fin acabe este infierno.
-No sé que ha podido pasarte Álam. Pero antes de irme quiero decirte una cosa. -Mientras hablaba, la reina se alejó de él y se acercó lentamente a la puerta. -Por muy destrozada que esté tu vida, siempre podrás reconstruirla. Lo único que necesitas es encontrar una razón para seguir viviendo y la voluntad de superar tu pasado. Y si lo consigues, si durante estos tres días encuentras dentro de ti esa razón y cambias de idea.............. mi oferta sigue en pie.
-Lo tendré en cuenta. -Respondió él. -Pero dudo que eso llegue a suceder. De todas formas, me alegra ver que no todos los vampiros son unos monstruos como Nathaniel. Al menos eso significa que todavía queda alguna esperanza para el mundo.
-No solo para el mundo Álam, también para ti. -Replicó Mariana mientras abría la puerta y les indicaba a sus guardias que entrasen con un gesto de su mano. -Todavía eres joven, no te rindas tan fácilmente.

Dicho esto, la reina salió de la celda y los guardias se acercaron de nuevo a Álam para soltarle. A continuación, los dos salieron también de la celda y cerraron una vez más la puerta volviendo a dejar a Álam solo en el interior de su prisión.
Una vez libre de nuevo, Álam se sentó sobre la cama y no tardó en acostarse para poder descansar un rato. Aunque después de la cura de Melissa su herida parecía estar mucho mejor, tras estar tanto tiempo de pie encadenado a la pared esta volvía a dolerle y se encontraba mejor acostado.
Sin embargo, durante el resto de ese día Álam sería completamente incapaz de dormirse. Cada vez que cerraba los ojos recordaba una y otra vez las palabras de Mariana y continuaba dandole vueltas en su cabeza a aquella última frase: "En realidad ni siquiera eres diferente del propio Nathaniel".
No podía ser, ella no podía tener razón. Por muy crueles que fuesen sus métodos para acabar con los vampiros él no podía ser como ellos. Era humano, no un maldito monstruo como Nathaniel.
¿O sí lo era? Ahora que se paraba a pensarlo, Álam comenzó a darse cuenta de que, a diferencia de los demás Hunters, su lucha contra los vampiros no tenía nada que ver con salvar a la humanidad. Tan solo quería acabar con ellos, no le importaba el cómo ni el por qué, solo quería verlos muertos, desangrándose a sus pies para saciar su sed de venganza. Y esto era exactamente lo que Nathaniel había hecho con los propios humanos.
En su afán por vengarse de los vampiros, Álam había llegado a convertirse en un ser tan cruel y despiadado como los monstruos a los que tanto odiaba. Y al pensar en esto, al darse cuenta de su error durante aquellos años, Álam sintió un estremecimiento en su corazón. Por primera vez en diez años, algo había conseguido afectarle y despertar el sentimiento de culpa que dormía enterrado en lo más profundo de su corazón.
Y ese algo no era el miedo a la muerte que lo aguardaba a manos de Nathaniel, si no al monstruo en que el mismo se había convertido.



Tal como le había dicho, Melissa volvió a visitarle a la mañana del día siguiente para ocuparse una vez más de su herida y asegurarse de que seguía bien. Pero cuando entró de nuevo en la celda y miró hacia la cama en que debía estar Álam se dio cuenta inmediatamente de que algo andaba mal.
Álam seguía allí, sí, pero ya no parecía el mismo. El día anterior su tranquilidad y su calma a pesar de la dura situación en la que se encontraba la habían sorprendido enormemente. Y sin embargo, ahora parecía completamente hundido.
Estaba sentado en el borde de su cama, con los codos apoyados en sus rodillas y la cabeza entre sus manos de forma que estas le cubrían por completo la cara impidiendo que Melissa pudiese verle los ojos. Pero no necesitaba hacerlo para darse cuenta de que algo terrible había debido pasarle para que alguien tan fuerte como Álam se hubiese derrumbado así de golpe.
Parecía ausente, tan perdido en sus propios pensamientos que ni siquiera se había dado cuenta de que ella había entrado. Y esto hizo que Melissa lo mirase aún con mayor preocupación y tratase de atraer su atención llamándolo.
-¿Álam?.
Nada más oír su voz, Álam pareció volver en sí de nuevo y levantó lentamente la cabeza al tiempo que apartaba las manos de la cara para mirarla. Tenía los ojos enrojecidos después de haber pasado toda la noche despierto, y su mirada reflejaba todavía la tristeza y la preocupación que las palabras de Mariana le habían hecho sentir el día anterior, pero, aún así, al verla a ella de nuevo una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Cómo si, a pesar de todo, se alegrase de verla. Lo que, para sorpresa de la propia Melissa, hizo que ella misma se sintiese mucho mejor de pronto.
-¿Te encuentras bien?. No tienes muy buen aspecto. -Pregunto mientras se acercaba a él para poder empezar con su trabajo. Aunque, a decir verdad, en aquel momento esto era lo que menos la preocupaba. -No es nada, solo he pasado una mala noche. -Mintió Álam que prefería no mencionar nada sobre la visita de la reina. -Pero gracias por preocuparte.... y por haber vuelto. No esperaba verte de nuevo.
-¿Por qué?. -Preguntó ella un tanto sorprendida. -Ayer te dije que volvería para ocuparme de tu herida. ¿No lo recuerdas?.
-Claro que lo recuerdo. -Respondió. -Pero suponía que Nathaniel no se molestaría en mandarte de nuevo. Después de todo la herida ya está casi curada y, aunque no lo estuviese, podría aguantar perfectamente los dos días que me quedan.
-¿Dos días?. -Esto sorprendió todavía más a Melissa que, tras dejar su botiquín sobre la cama tal y como había hecho el día anterior, se sentó al lado de Álam olvidando momentáneamente lo que había ido a hacer allí. -¿Qué quieres decir con eso?.
-¿Todavía no lo sabes?. -En respuesta a su pregunta, Melissa negó con la cabeza y Álam continuó hablando. -Nathaniel ya ha decidido lo que hará conmigo. Me matará dentro de dos días, en una gran ceremonia que va a celebrarse en el palacio.
-Lo siento, yo.... no lo sabía. - Respondió inmediatamente Melissa con una voz tan cargada de tristeza que el propio Álam se sorprendió al oírla. Sabía que ella también era humana y que, quizás por eso, se comportaba con tanta amabilidad con él, pero lo que no había esperado era que se preocupase tanto por él cuando hacía apenas un día que se conocían.
-No te preocupes, tú no podías saberlo. -Dijo al fin Álam tras un rato en silencio. -Además, no es culpa tuya. Sabía perfectamente a lo que me arriesgaba al venir aquí, no es nada nuevo para mí saber que voy a morir.
- Ss.. Sí, sí que lo sabía. Pero... -Titubeó Melissa que no pareció animarse en absoluto al oír las palabras de Álam sino todo lo contrario. -Yo... yo no esperaba que fuese tan cruel, no puedo creer que valla a hacer eso contigo.
-Melissa, ¿De qué estás hablando?. -Preguntó Álam visiblemente intrigado al darse cuenta de que ella parecía saber mucho más de lo que le había dicho hasta entonces. -¿Qué es lo que ocurrirá dentro de dos días?. Por favor, dímelo, si voy a morir al menos tengo derecho a saber cómo.
-Está bien. -Suspiró Melissa que bajó la cabeza y dirigió su mirada hacia el suelo mientras continuaba hablando. -Dentro de dos días la princesa Elisabeth cumplirá veinte años. Esa ceremonia de la que hablas será para conmemorar su mayoría de edad como vampiresa y será durante ella cuando pruebe por primera vez la sangre. Y, sí lo que dices es cierto, esa sangre será.... la tuya.
-Eso es imposible. -Lejos de sorprenderse, Álam miró con incredulidad a Melissa. -He visto a la princesa, he tenido su rostro a apenas unos centímetros del mío y hay algo que puedo asegurarte. Ella no es como Nathaniel, ni siquiera es un vampiro: ¡Es humana!.
Al oír esto, Melissa levantó la cabeza de golpe y se giró bruscamente hacia él para mirarlo de nuevo. Álam no podía ver su rostro bajo la capucha que cubría su cabeza, pero al verla reaccionar así se dio cuenta de que aquello la había sorprendido mucho y decidió esperar a que ella dijese algo.
-¿Cómo... cómo lo sabes?. -Preguntó al fin Melissa con voz la voz visiblemente alterada a causa de la sorpresa. -De la misma forma que supe que tú también lo eras. - Tras decir esto, y para mayor sorpresa de Melissa, Álam cogió una de sus manos y la sujetó suavemente entre las suyas. Con cuidado, como si sus pequeños y delicados dedos pudiesen partirse entre los suyos si apretaba demasiado. - Me bastó con tocarla. La piel de un vampiro es fría como el hielo, pero cuando la toqué a ella no fue eso lo que sentí, sino el calor de un cuerpo humano, el mismo que siento ahora al coger tu mano.
-Te equivocas. -Para sorpresa de Álam, Melissa no solo parecía no estar de acuerdo con su explicación si no que, tras decir esto, dio un pequeño tirón obligándolo a soltar su mano y dirigió de nuevo su mirada hacia el suelo como si algo la hubiese preocupado de nuevo. -La princesa no es humana, no del todo al menos.
-¿Qué quieres decir con eso?. -Preguntó inmediatamente Álam visiblemente sorprendido por estas palabras. -Simplemente lo que has oído. -Aclaró Melissa. -Su madre era humana, por eso ella conserva algunas de las características de los humanos. Pero su padre es Nathaniel, y una parte de ella también es un vampiro.
-No puedo creerlo. -Replicó Álam sacudiendo la cabeza. -Había supuesto que se trataba de la hija de uno de los reyes asesinados por Nathaniel durante la guerra y que si la trataba así era por qué esperaba convertirla en una más de sus vampiresas. Pero nunca imaginé que pudiese ser realmente su hija.
-Pues lo és. -Afirmó Melissa. -La madre de Elisabeth era la esposa de Nathaniel cuando la guerra aún no había empezado y este vivía entre los humanos ocultándose todavía de la luz de Sol.
-Entonces, ¿La reina Mariana no es su madre?. -Preguntó de nuevo Álam. - No. Su verdadera madre murió podo después de que empezase la guerra. -Respondió Melissa con la voz cargada por una extraña tristeza que sorprendió aún más a Álam. -El propio Nathaniel la mató. Y probablemente habría hecho lo mismo con ella si no temiese perder el respeto de los BlackHawk y de la propia Mariana al hacerlo.
-Entiendo.
Tras decir esto, Álam bajó la cabeza y se quedó un rato en silencio, como si su mente estuviese tratando de digerir todo lo que Melissa acababa de contarle. Sin embargo, ella todavía no había terminado y no tardó en hablar de nuevo con él.
-Álam.... ¿Puedo preguntarte algo?.
Al oír esto, Álam levantó de nuevo la cabeza y la miró con curiosidad. No sabía que era lo que esta pensaba preguntarle, pero por la forma en que se lo había pedido parecía bastante serio y Álam asintió con la cabeza sin decir nada más esperando a que ella continuase hablando.
-Ahora que sabes que la princesa no es completamente humana tú no.... no te.... -Para mayor sorpresa de Álam, Melissa pareció ponerse bastante nerviosa mientras decía esto y se detuvo un momento para pensar de nuevo lo que quería decirle. -Lo que quería preguntarte. -Continuó. -Era si no... te arrepientes ahora de no haberla matado al saber que es en parte un vampiro.
Terminada su pregunta, Melissa suspiró un poco más tranquila y miró a Álam esperando impaciente su respuesta. Sin embargo, en lugar de responder inmediatamente este bajó de nuevo la cabeza para no mirarla y ella pudo ver como en su rostro aparecía de nuevo la misma expresión de preocupación y tristeza que tenía cuando ella había entrado.
-¿Tú también crees que no soy más que un asesino verdad?. -Preguntó Álam todavía sin mirarla. -Supongo que es normal. Después de todo.... eso es lo que soy. Eso es lo que somos los cazadores... ¡Asesinos!.
-Álam, eso no es cierto. -Respondió apresuradamente Melissa tratando de explicarse mejor. -No era eso lo que pretendía decir, yo no... yo solo quería...
-Saber si la única razón por la que no la había matado era por qué creía que se trataba de una humana, ¿Verdad?. -Dijo Álam interrumpiéndola y girando de nuevo la cabeza para mirarla. -Sí. -Continuó Melissa. -Pero eso no significa que piense eso de ti, nunca lo he pensado.
-No te preocupes, lo comprendo. Pero si de verdad quieres saberlo, la respuesta es no. No me arrepiento de no haberle quitado la vida. Una parte de ella es humana, y eso basta para mi. Me enviaron aquí para matar a un monstruo, a una criatura malvada y cruel como Nathaniel. Pero ella no lo es, por eso no la maté.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?- Se extrañó Melissa al oírlo hablar de esa forma de alguien que ni siquiera conocía. -Por sus ojos. -Aclaró Álam. -En su mirada no había rastro alguno de la maldad de su padre. Lo único que pude ver en sus ojos cuando me miró fue bondad, inocencia y... miedo. Y esto último fue lo que más me dolió. -Tras decir esto, Álam hizo una pequeña pausa y miró fijamente a Melissa. -Por qué sabía que el causante de ese miedo... era yo.
-Hablas de una forma muy extraña de ella. -Dijo Melissa todavía un tanto sorprendida por lo que acababa de oír. -Parece como si.... bueno, casi como si te hubieras... enamorado de ella.
-¿Enamorado?. -Repitió Álam dejando escapar de pronto una pequeña carcajada. -No, no es nada de eso. Es una mujer preciosa, eso no puedo negarlo. Nunca había visto a nadie com ella, y aunque saliese con vida de aquí dudo que llegase a verla algún día, pero una cara bonita no basta para ganarse mi corazón. Sí es que todavía queda un corazón que ganar dentro de mi pecho.
-No digas eso. Todos tenemos un corazón. -Afirmó Melissa que ahora parecía mucho más animada al ver que había conseguido hacerlo sonreír de nuevo. -Incluido tú.
-Yo no estaría tan seguro. -Replicó Álam. -Pues yo sí lo estoy. -Insistió Melissa mientras cogía su botiquín de la cama y lo abría para sacar de él todo lo que necesitaba. - Anda, no pienses más en esas cosas y tumbate un rato para que pueda ocuparme de tu herida: Después de todo, a eso había venido.
-No hace falta. Ya está casi curada, no tienes por qué molestarte.
-No es ninguna molestia. Es mi trabajo, y me gusta hacerlo. -Mientras decía esto, Melissa terminó de sacar todo lo que necesitaba del botiquín y miró de nuevo a Álam. -Esto es lo único que puedo hacer para ayudarte. No es mucho, pero te sentirás mejor con una venda limpia y así yo no me sentirme tan inútil.
-Como quieras.
Convencido por las palabras de Melissa, Álam decidió hacerle caso y se tumbó de nuevo sobre la cama para dejarla hacer su trabajo. A diferencia del día anterior, en esta ocasión Melissa parecía saber un poco mejor lo que hacía y apenas tuvo problemas para desatar la venda. Lo que hizo que Álam sonriese ligeramente al pensar en la torpeza con que actuaba el día anterior. Sin embargo, esta sonrisa desapareció inmediatamente al verla de nuevo con el algodón lleno de desinfectante en la mano.
-Vamos, no pongas esa cara. Te prometo que hoy tendré más cuidado. -Aseguró burlonamente Melissa. -Eso es precisamente lo que me preocupa. -Respondió Álam. -Todavía no he olvidado lo de Ayer, sabes.
Consciente de que aquello era solo una broma, Melissa dejó escapar una pequeña risilla al oír esto y comenzó a limpiar con cuidado la herida de Álam. Ahora que él ya no parecía tan abatido, ella misma se sentía mucho mejor y no podía evitar sonreír bajo la capucha que le cubría la cara al darse cuenta de que ella era la responsable de aquel cambio.
Además, después de lo que le había contado estaba segura de que Álam no era tan frío y duro como pretendía aparentar. Y esto era algo que la hacía sentirse extrañamente alegre. O al menos así fue hasta que Álam habló de nuevo para preguntarle algo.
-Dime, ¿Por qué llevas siempre esa capucha cubriendote la cara?. -Nada más oír esto, Melissa soltó de golpe la venda con la que estaba cubriendo la herida de Álam y este lamentó al instante haberselo preguntado. -Lo siento, no pretendía molestarte. No tienes que decirmelo si no quieres.
-No me importa decirtelo. -Respondió Melissa con una voz en la que Álam podía notar claramente cierta tristeza. -Llevo este manto por qué si dejase que vieses mi rostro me aborrecerías como todos los demás. Esta es la única forma en que puedo acercarme a alguien sin que me miren con miedo o con rechazo.
-Melissa, eso no es cierto. -Se apresuró a decir Álam. -No sé que puede pasarte en la cara, pero te aseguro que por muy grave que sea eso nunca haría que te odiase. -Dicho esto, Álam se detuvo un momento esperando a que ella dijese algo, pero Melissa permaneció en silencio y fue él quién siguió hablando. -Lo siento. Si eso hace que te sientas mejor entonces no te preocupes, no me importa que no pueda verte la cara.
-Gracias. Me alegro de que lo entiendas.
Dicho esto, Melissa cogió de nuevo la venda y continuó con lo que estaba haciendo sin decir una sola palabra más. Tras terminar de asegurar el vendaje, guardó una vez más todas sus cosas en el botiquín y lo guardó en su manto para irse.
-Ya he terminado. -Dijo mientras se ponía en pie y Álam se incorporaba una vez más hasta sentarse sobre la cama. -Tenías razón, la herida está casi curada. Mañana ya estará cicatrizada del todo.
-¿Ya te vas?. -Preguntó Álam al ver que ella se giraba hacia la puerta de la celda y se alejaba lentamente de él. -Sí. -Respondió. -Hoy he pasado demasiado tiempo aquí, será mejor que me valla antes de que alguien venga a buscarme.
-¿Volverás mañana?. -Volvió a preguntar Álam siguiendola con la mirada mientras ella se acercaba poco a poco a la puerta oculta bajo aquel grueso manto que, a pesar de todo, era incapaz de ocultar por completo las curvas que delataba que se trataba de una mujer y el delicado balanceó de sus caderas a cada paso que daba.
-Tu herida ya está curada. -Respondió de nuevo ella mientras se acercaba a la puerta y golpeaba un par de veces la superficie metálica de esta para llamar al guardia. -Pero...
Tras decir esto, Melissa se giró una vez más hacia Álam cuya mirada permanecía fija en ella y sonrió ligeramente bajo su manto.
-De todas formas, hasta mañana Álam.
Justo en el momento en que ella terminaba de pronunciar estas palabras, la puerta de la celda se abrió de nuevo y Melissa salió inmediatamente por ella sin darle tiempo a Álam a decir nada más. Sin embargo, aún cuando ella ya se había ido y la puerta se había cerrado, Álam sonrió y respondió a su despedida mientras se acostaba de nuevo sobre su cama.
-Hasta mañana................... Melissa.

Sin más problemas, Melissa terminó con la cura de la herida de Álam y la cubrió una vez más con una venda limpia. Hecho esto, lo guardó todo de nuevo en su botiquín y se dispuso a marcharse una vez más.



Esa noche Álam sí consiguió dormir. Tal vez fuese debido a su charla con Melissa, o quizás se debía simplemente al cansancio que sentía tras haber pasado toda la noche anterior en vela, pero lo cierto era que esa noche todas sus preocupaciones parecían haber desaparecido de repente y ni siquiera la certeza de que le quedaba tan solo un día de vida impidió que se quedase dormido.
Y una vez más volvió a soñar. Pero esta vez no serían las imágenes de su pasado las que acudirían a sus sueños para atormentarle, sino algo muy distinto. Quien apareció en sus sueños es noche, fue ella. La joven cuya vida había tenido en sus manos hacía tan solo unos días y por la cual se encontraba ahora en aquella celda: La princesa Elisabeth.
Estaba sola, de pie frete a él en medio de la oscuridad que los rodeaba a ambos. Pero había algo extraño en su rostro, sus ojos estaban llenos de lágrimas como si estuviese llorando y de sus labios partía un delgado hilo de sangre escarlata que se deslizaba lentamente sobre el alabastro de su piel.
Al verla, Álam comprendió al instante que se trataba de un sueño y trató de acercarse más a ella. Pero no pudo siquiera moverse, su cuerpo no parecía obedecerle en el sueño y lo único que pudo hacer fue hablar con ella desde donde estaba.
-¿Por qué lloras?. -Preguntó Álam tratando de comprender el significado de aquel sueño. -Yo... no quería... hacerlo -Respondió la princesa hablando entre sollozos. -No quería hacerte daño.
Lejos de aclarar las cosas, esta respuesta dejó a Álam todavía más desconcertado. No solo por lo que ella le había dicho, si no por que la voz con que le había hablado era una que él ya conocía: la voz de Melissa.
Aquello solo podía significar dos cosas, qué la muchacha que ahora tenía delante fuese realmente Melissa y que su mente hubiese asociado su voz al rostro de la princesa al no conocer cual era realmente el suyo o, por el contrario, que aquella fuese Elisabeth y su mente hubiese hecho todo lo contrario.
Fuese como fuese, Álam seguía sin comprender su respuesta ni el significado de aquel extraño sueño y decidió seguir hablando con ella.
-Tú no me has hecho nada. -Dijo tratando de conseguir que dejase de llorar. -No es cierto, yo te.... -Tras decir esto, ella se detuvo un momento y se llevó la mano al pecho mientras intentaba controlar los temblores que recorrían su cuerpo mientras lloraba. -Yo no quería, pero tú... y... y ahora no sé que hacer, estoy muy asustada.
-¿Por qué?. -Preguntó él de nuevo sin comprender en absoluto lo que significaban todas aquellas frases que ella no llegaba a terminar. -¿De qué tienes miedo?.
-No quiero que todo vuelva a ser como antes. -Respondió ella mientras trataba de secarse los ojos con las manos. -No quiero estar sola de nuevo. ¡No quiero volver!.
-No estás sola, yo también estoy aquí. -Continuó Álam que todavía no comprendía nada de lo que ella le estaba diciendo. -No te preocupes, no hay nada de que tener miedo.
Al oír esto, ella levantó la cabeza para mirarle y durante unos segundos Álam se encontró de nuevo mirando aquellos ojos que tanto lo habían fascinado la primera vez que la había visto. Sin embargo, esta vez sus ojos parecían cargados por una tristeza tan profunda que el propio Álam sintió deseos de correr a abrazarla para intentar tranquilizarla.
Pero no podía moverse. Y aunque hubiese podido no le habría servido de nada ya que, antes incluso de que ella pudiese responder a sus últimas palabras, el sueño comenzó a desvanecerse. Ni siquiera su voz consiguió llegar hasta él antes de que si imagen desapareciese por completo en la oscuridad que lo rodeaba y Álam tan solo pudo ver como ella movía los labios pronunciando unas palabras que él ya no podía oír.

Horas más tarde, y con aquel extraño sueño todavía dandole vueltas en la cabeza, Álam se despertó al fin y se sentó sobre su cama para pensar. No sabía que significaba aquel sueño, ni tampoco quién era realmente la joven que aparecía en él. Pero, se tratase o no de Melissa, sus palabras habían conseguido inquietarlo.
Sin embargo, su preocupación por aquel extraño sueño desapareció de golpe al cabo de apenas unos minutos al oír de nuevo el característico chasquido de la cerradura de la puerta al abrirse.
Esa mañana ya sabía de quién se trataba. Y también sabía que, a diferencia de los dos últimos días, ella no venía a verle solo para ocuparse de su herida. Había venido por qué el se lo había pedido, para hablar con él una vez más antes del día de la ceremonia. Y esta vez no pensaba recibirla como el día anterior, sino con una sonrisa que demostraba perfectamente la alegría que sentía al verla de nuevo y poder hablar un rato con ella.
Sin embargo, lo que Álam no sabía todavía era que ese día Melissa no pensaba quedarse tan solo unas horas como de costumbre. Al tratarse del último día que podía pasar con él, Melissa había hecho todo lo posible para arreglar las cosas en el palacio de forma que nadie los molestase en todo el día y se quedó con él hasta el anochecer. Ni siquiera el carcelero vino a verle y fue ella misma la que se ocupó de ir a buscar algo de comida para los dos.
De esta forma, los dos pasaron el día juntos, sentados uno al lado del otro sobre la cama de Álam y hablando tranquilamente, olvidandose por un momento de donde se encontraban realmente y de lo que sucedería al día siguiente.

Melissa escuchó fascinada cómo Álam le hablaba del mundo fuera de la fortaleza, de aquel mundo que ella ni siquiera conocía y que tantas veces había soñado con ver. Le habló de los humanos, de cómo vivían en los países todavía libres mas allá de la frontera y de las grandes ciudades con sus bosques de torres de titanio y vidrio.
También le habló del océano, de los gigantescos domos agrícolas que flotaban sobre su superficie cómo pequeños mundos en miniatura cubiertos por sus azuladas cúpulas de paneles solares y de la belleza de aquellas aguas azules que ella nunca había tenido la oportunidad de contemplar.
Sin embargo, a pesar de todo lo que le había contado acerca de su mundo Melissa se dio cuenta de que había algo de lo que Álam no le había dicho nada. Durante toda su conversación, Álam no le había hablado de él ni una sola vez y esto hizo que sintiese cada vez más curiosidad por saber qué podía haberle pasado para que tratase de ocultarle así su pasado. Hasta que, al fin, se atrevió a preguntárselo.
-Álam, ¿Por qué no me hablas un poco de ti?. -Pese a la tranquilidad con que Melissa había dicho esto, Álam se puso completamente serio al oír su pregunta y esta se apresuró a decir algo más. -Lo siento, si no te gusta hablar de eso no tienes que....
-No me importa. -La interrumpió Álam cuya voz sonaba a la vez seria y ligeramente triste. -Si quieres, no me importa contartelo... a ti no. -Tras decir esto, y para sorpresa de Melissa, Álam sonrió ligeramente y la miró de una forma un tanto extraña. -Pero a cambio quiero que tú también me hables de ti. Sé que no eres solo una prisionera y antes de contarte nada sobre mí quiero saber qué haces realmente aquí.
Esto sorprendió notablemente a Melissa que se puso completamente derecha de golpe y miró en silencio a Álam durante unos segundos cómo pensando en qué hacer a continuación. Sin embargo, al cabo de un momento esta pareció comprender algo y, tras dejar escapar un pequeño suspiro de alivio, volvió a hablar.
-Está bien, supongo que es justo. -Respondió Melissa con un tono de voz un tanto extraño -Además, yo nunca te he dicho que fuese una prisionera. -Al oír esto, Álam sonrió de nuevo y miró aún con mayor curiosidad a Melissa. -Eso es cierto,
-Pero la verdad es que sí lo soy. -Continuó ella. -No estoy encerrada en una celda, como tú, pero eso no significa que sea libre. Mi prisión es la propia fortaleza, aquí es donde he pasado toda mi vida y sé que nunca dejarán que salga de estos muros.
-Pero... ¿Qué haces aquí?. -Preguntó él. -No comprendo cómo alguien que nos odia tanto como Nathaniel puede permitir que una humana viva en su propio palacio.
-Él no tiene nada que ver con esto. -Respondió Melissa. -Si sigo viva es gracias a la reina Marina. Ella fue la que consiguió convencer a Nathaniel para que me dejase con vida y me trajo aquí para que hiciese compañía a Elisabeth.
-¿Compañía?. -Repitió Álam visiblemente intrigado. -Así es. -Afirmó ella sonriendo. -En realidad podría decirse que las dos hemos crecido juntas.
Si antes estaba sorprendido, estas últimas palabras dejaron a Álam totalmente asombrado y continuó mirándola con la misma expresión de desconcierto que hasta entonces. Lo que hizo que Melissa decidiese continuar con su explicación.
-No pongas esa cara, si lo piensas no es tan extraño. -Explicó Melissa. -Elisabeth no es una vampiresa corriente, y eso le ha traído muchos problemas. Al ser también medio humana, la mayoría de los vampiros del palacio la miran con rechazo y prefieren mantenerse lejos de ella. Y los que no lo hacen, la temen por ser la hija de Nathaniel.
-Por lo que dices parece que pese a ser la princesa Elisabeth no es precisamente feliz aquí. -Dijo al fin Álam que parecía empezar a comprender lo qué decía Melissa. -No, no lo es. -Aseguró Melissa con cierta tristeza. -Si no fuese por mí Elisabeth estaría siempre sola. Los únicos que van a verla a veces y con los que puede hablar son la reina y Álfred, pero ellos tienen sus obligaciones y no pueden pasar mucho tiempo con ella. Y Nathaniel ni siquiera la deja salir del palacio, la mantiene aquí, encerrada en esta fortaleza como si fuese una prisionera más y no su propia hija.
-No me sorprende. -Dijo Álam sacudiendo ligeramente la cabeza. -Nathaniel nos odia más que a nada en el mundo, no es de extrañar que trate así a su hija al ser medio humana.
-No es solo por eso. -Lo contrarió Melissa. -Elisabeth no es como su padre, ella no odia a los humanos y lo último que desea es que continué la guerra. Y eso es lo que más lo enfurece.
Para sorpresa de Melissa, estas últimas palabras parecieron sorprender bastante a Álam. Al oír lo que ella acababa de contarle, Álam había recordado de pronto lo que le había dicho el BlackHawk al que se había enfrentado antes de entrar en el palacio y, ahora, había comprendido al fin lo que este intentaba decir con aquello.
-Ahora lo entiendo. -Mientras decía esto, Álam dirigió su mirada hacia el suelo cómo si no estuviese hablando con Melissa, si no consigo mismo. -Al atacar a la princesa no estábamos dañando a Nathaniel, al contrario, le estábamos haciendo un favor. Lo único que habría conseguido si la hubiese matado habría sido acabar con la única esperanza que nos quedaba para acabar con la guerra.
-Pero no lo hiciste. -Añadió inmediatamente Melissa tratando de atraer de nuevo la atención de Álam al ver la seriedad que había aparecido de pronto en su rostro. -Vamos, no te tortures más pensando en eso.
-No te preocupes, no pensaba hacerlo. -Respondió Álam al tiempo que se giraba de nuevo hacia ella y sonreía de nuevo. -Sé que hoy no has venido a verme solo por qué es tu trabajo, y lo último que quiero es hablar de algo así.
-Bueno, eso no es del todo cierto. -Dijo Melissa a la vez que dejaba escapar una pequeña risilla. -También he venido para quitarte la venda, no solo para hablar contigo.
Al oír esto, Álam ladeó la cabeza y miró a Melissa de una forma bastante curiosa que hizo que esta se riese todavía más.
-Está bien, está bien. -Acertó a decir mientras se reía. -Me has cogido, no he venido por eso. Pero ya que estoy aquí será mejor que lo haga y me asegure de que la herida está curada del todo. ¿No crees?.
-No hace falta ya ni siquiera me duele, no tienes por qué... -Antes incluso de terminar de habar, Álam se dio cuenta por la forma en que Melissa tamborileaba con sus dedos sobre la madera de la cama que esta no pensaba hacerle el menor caso por mucho que insistiese y decidió dejarlo. -En fin, ¿Supongo que nada de lo que diga te hará cambiar de opinión verdad?
En respuesta a esto, Melissa negó con la cabeza y Álam comenzó a quitarse la camisa para dejar que ella se ocupase de la venda como había hecho durante los últimos tres días. Y tal y cómo él le había dicho, cuando al fin terminó de quitarle la venda pudo comprobar que la herida había cicatrizado ya por completo y sonrió satisfecha.
Sin embargo, mientras recorría lentamente la cicatriz que cruzaba el pecho de Álam con la mirada para asegurarse por completo, Melissa reparó en el pequeño colgante negro que colgaba de su pecho y se detuvo un momento. A decir verdad, ya lo ha había visto otras veces mientras se ocupaba de la herida y siempre la había intrigado el extraño aspecto de aquella gema negra. Y, ahora que él parecía confiar más en ella, no encontró ninguna razón para no preguntárselo.
-Llevas un colgante muy extraño. -Mientras decía esto, Melissa lo cogió con la mano y lo sostuvo frente al rostro de Álam. -¿Qué es?. Nunca había visto uno piedra preciosa de este color.
-No es una joya. -Respondió Álam con un tono de voz un tanto serio. -Es un inhibidor psíquico, un aparato que regula las ondas cerebrales e impide que sobrepasen un cierto límite.
-¿Y por qué lo llevas?. -Preguntó de nuevo Melissa que ahora miraba todavía con mayor curiosidad la pequeña lágrima negra que tenía en la mano. -Me mantiene con vida. -Explicó Álam. -Sin él moriría en cuestión de minutos.
Nada más oír esto, Melissa dio un pequeño respingo y soltó inmediatamente el colgante. Todavía no comprendía del todo el significado de lo que él le había dicho ni para qué servía exactamente, pero si la vida de Álam dependía de aquel colgante prefería dejarlo donde estaba.
-Tranquila, puedes cogerlo si quieres, no pasa nada. -La tranquilizó Álam. -Mientras esté a menos de dos metros de él estaré bien.
-Es igual, si es tan importante prefiero no tocarlo. -Respondió Melissa cuya voz sonaba ahora un tanto preocupada. -Lo siento, no sabía que estabas enfermo. No debí preguntarte nada.
-No es una enfermedad. -Continuó Álam buscando la forma de explicarselo lo más sencillamente posible. -Soy un Psíquico, por eso necesito el inhibidor.
-¿Un Psíquico?. -Repitió Melissa que parecía todavía más desconcertada. Cómo si fuese la primera vez que oía aquella palabra. -Entonces, ¿Quieres decir que no eres humano?.
Álam no pudo evitar sonreír al oír esto. Viniendo de otro, probablemente le habría molestado y se lo habría tomado como un insulto, pero no tratandose de ella.
-Claro que lo soy -Afirmó. -En realidad algunos incluso creen que los psíquicos como yo somos el futuro de la humanidad. Dicen que la mutación que afecta a nuestro cerebro es un paso hacia la evolución de la especie humana y que, tarde o temprano, esta se perfeccionará y ya no serán necesarios los inhibidores.
-¿Pero tú no lo crees así verdad?. -Preguntó Melissa al ver la extraña expresión que había aparecido en el rostro de Álam mientras decía esto. -No. -respondió él sacudiendo la cabeza. -Si eso fuese cierto, entonces cada vez habría más como nosotros, pero no es así. Por fortuna, apenas nacen ya niños con este defecto y los que lo hacen rara vez consiguen sobrevivir más allá de los ocho o diez años. Creo que no somos más que un fracaso, una prueba de la naturaleza que no ha tenido éxito y que, como tantas otras especies a lo largo de la historia, acabará extinguiendose sin dejar rastro.
-¿Con solo ocho años?. -Repitió Melissa con un tono de voz en el que podía notarse la pena que sentía por aquellos niños. -Eso es terrible. ¿Por qué muren tan jóvenes, es que ese... inhibidor o como se llame que llevas tú no funciona con los niños?.
-No, no es por eso. -Tras decir esto, Álam bajó la cabeza y cogió el colgante en una de sus manos. -Si todos llevasen uno de estos colgantes ninguno moriría, pero no es tan sencillo. Cuando nace, un Psíquico es igual a cualquier otro humano y es imposible distinguir a un niño corriente de uno de nosotros. Incluso nuestro genoma es el mismo que el de un humano corriente. Pero al alcanzar cierta edad eso cambia. Una parte de nuestro cerebro que debería permanecer dormida se activa de pronto y el resultado suele ser terrible.
-¿Y por qué no se lo ponen entonces?. -Al oír esta nueva pregunta, Álam volvió a mira a Melissa y sonrió ligeramente. No por qué le hiciese gracia nada de lo que le estaba contando, si por la bondad que aquella muchacha estaba demostrando al preocuparse así por algo que no tenía nada que ver con ella. -No es tan fácil. -Continuó Álam. -Cuando eso sucede, el cerebro de esos niños sufre una sobrecarga neuronal a causa del exceso de actividad que se genera en su mente y la mayoría mueren al instante. Otros, con más suerte, caen inconscientes tras sufrir el ataque y pueden llegar a sobrevivir durante un par de días sin el inhibidor. Pero eso es muy poco frecuente, y a veces ni siquiera esos dos días son suficientes para que los médicos se den cuenta de lo que le sucede realmente al niño y le pongan el inhibidor.
-Entonces, ¿Eso fue también lo que te pasó a ti?. -Preguntó de nuevo Melissa que parecía a la vez intrigada y apenada por la extraña naturaleza de Álam. -No. -Respondió él secamente. -En mi caso fue distinto.
Evidentemente, esta respuesta la sorprendió bastante ya que había supuesto que Álam era uno de aquellos niños que sí habían tenido la suerte de sobrevivir un par de días más tras sufrir el ataque. Sin embargo, por la forma en que Álam le había respondido Melissa se dio cuenta de que, fuese lo que fuese lo que le había sucedido, probablemente no le gustaría hablar de ello. Además, la tristeza que había aparecido en sus ojos al oírla preguntarselo dejaba claro que no era un recuerdo agradable par él.
Pero, para su sorpresa, en lugar de dejarlo correr y cambiar de tema, fue el propio Álam quien continuó hablando incluso antes de que ella pudiese decir nada para disculparse por haberselo preguntado.
-Yo tenía 12 años. Se suponía que había superado ya la edad de riesgo y que estaba fuera de peligro, pero entonces sucedió algo que lo cambió todo. -Explicó Álam con voz serena y a la vez cargada de una profunda tristeza mientras miraba fijamente a Melissa. -Antes de que la guerra lo arrasase todo, vivía con mis padres en un pequeño pueblo en la costa norte de lo que antes de la guerra se llamaba la Nueva República de Rusia. Mis padres trabajaban en uno de los domos que flotaban sobre la superficie semi congelada del mar de Karna y llevábamos una vida tranquila y sin problemas. Pero entonces.....
Tras decir esto, Álam hizo una pausa y apretó con fuerza sus manos alrededor del borde de la cama, cómo si tratase de arrancar con sus dedos un trozo de la madera que la formaba. Al ver esto, Melissa comprendió que lo que le estaba contando debía haber sido muy doloroso para él y tuvo la tentación de pedirle que no siguiera, pero sabía que no podía hacer eso, no ahora que él se había decidido a hablarle de él. Y lo dejó continuar.
-Ya ni siquiera recuerdo que día fue, solo sé que todo el pueblo parecía haberse quedado sin electricidad y que toda la casa estaba a oscuras. -Dijo al fin Álam con la voz cargada de tensión. -Yo me había despertado en mitad de la noche y, al no poder volver a dormirme, me levanté y fui a llamar a mi madre. Pero cuando llegué a su habitación..... ya estaba muerta.
Yo no podía creerlo. Hacía tan solo unas horas estaba perfectamente, y ahora estaba allí, tendida encima de la cama sobre una gran mancha de sangre con un cuchillo clavado en el pecho. Pero entonces vi algo que me hizo darme cuenta de que aquello sí era real.
Allí, al lado de la cama, vi los ojos centelleantes del monstruo que había hecho aquello. Los ojos verdes y llenos de maldad de una vampiresa que permanecía de pie junto a la ventana destrozada de la habitación. Y a su lado, cómo si nada hubiese sucedido y mi madre o yo ya no significásemos nada para él, mi padre me miraba con los mismo ojos brillantes que aquella horrible criatura.
Al principio no lo comprendí del todo, no sabía lo que estaba sucediendo y llamé llorando a mi padre esperando que reaccionase. Pero no lo hizo, en lugar de eso se apartó para dejar pasar a la vampiresa y vi como ella se acercaba cada vez más y más a mí. Y entonces...
Entonces empezó el dolor. Un dolor terrible que brotó de pronto en mi cabeza, como si mi propio cerebro fuese a estallar. Era tan intenso, tan terrible que la sangre comenzó a brotar de mi nariz cómo si algo se hubiese roto dentro de mi cabeza y durante unos segundos cerré los ojos creyendo que no podría soportarlo. Y cuando volvía a abrirlos.... mi casa se había transformado en un infierno.
La habitación, el cadáver de mi madre, mi propio padre e incluso la vampiresa estaban envueltos en llamas y se contorsionaban de dolor agonizando entre enormes llamaradas rojizas que lo consumían todo a mi alrededor. La casa entera estaba ardiendo y solo una cosa permanecía intacta en medio de aquel infierno: Yo.
No recuerdo mucho más después de eso, solo que me desmallé poco después y que cuando me desperté de nuevo estaba ya en una cama, en el hospital del cuartel general de los Hunters y el inhibidor colgaba ya de mi pecho.
Terminada la parte más difícil de su historia, Álam suspiró aliviado, cómo si al relatarle todo aquello a Melissa se hubiese librado de un gran peso. Sin embargo, el efecto en ella había sido exactamente el contrario y esta tardó casi un minuto en decir algo más.
-Entonces... -Se atrevió a preguntar al fin Melissa ahora que Álam la miraba con más calma. -El fuego del que hablas... ¿Lo provocaste tú?. -En respuesta a su pregunta, Álam asintió con la cabeza y Melissa pareció asombrarse todavía más. -No puede ser. -Continuó. -Es imposible que hayas podido quemar una casa entera solo con tu mente, no puede....
-No fue solo la casa. -La interrumpió Álam hablando ahora completamente serio. -Si hubiese sido así no sería tan extraño. Otros Psíquicos han acabado con las vidas de sus padres y han destruido edificios enteros al sufrir ese tipo de ataques. Pero.... yo destruí todo el pueblo. Cuando los Hunters me encontraron lo único que quedaba de él eran los restos humeantes de las casas y algunos cadáveres calcinados.
Tras decir esto, Álam pareció concluir al fin toda su historia y miró a Melissa esperando a que esta dijese algo. Pero no lo hizo. En aquel momento Melissa estaba tan desconcertada por lo que acababa de oír que no sabía que decir. No podía siquiera imaginar el dolor que había podido sentir Álam después de algo así ni la carga que había podido suponer para él la muerte de todas aquellas personas aún cuando sabía que no era más que un niño y no había podido hacer nada para controlar aquello. Pero Melissa sabía que ahora no podía quedarse en silencio, qué si no decía algo Álam se sentiría todavía peor.
-Álam yo... lo siento, lo siento mucho. -Se disculpó al fin diciendo lo único que se le ocurrió en aquel momento. -No podía imaginar que se tratase de algo así, si lo hubiese sabido nunca te habría pedido que me hablases de ti. Lamento mucho haberte obligado a recordarlo.
-No te preocupes. -Respondió Álam que, para sorpresa de Melissa, ahora tenía una pequeña sonrisa en el rostro. -En realidad no me importa recordarlo. Por muy dolorosos que sean, los recuerdos son lo único que me queda de mis padres y no quiero olvidarlos. Aunque, a decir verdad, es la primera vez que le cuento esto a alguien.
-Álam...
Alagada por estas últimas palabras, Melissa sonrió bajó su manto y trató de decir algo. Sin embargo, en ese preciso instante una pequeña luz roja comenzó a parpadear en su muñeca derecha y esta dio un pequeño salto sobre la cama. Cómo si, por algún motivo, aquella pequeña luz la hubiese asustado.
-¿Ocurre algo?. -Preguntó Álam intrigado. -Tengo que irme. -Respondió ella visiblemente nerviosa al tiempo que se ponía en pie y apagaba aquella luz con un simple toque de su mano. -Lo siento.
Dicho esto, Melissa se dio la vuelta y se dirigió apresuradamente hacia la puerta de la celda para salir de allí cuanto antes. Pero algo la detuvo. Antes de que pudiese llegar frente a la puerta, Melissa notó como una de las manos de Álam se posaba suavemente sobre su hombro y se detuvo al instante.
-Por favor espera, no te vallas. -Al oír esto, Melissa se dio cuenta de que Álam estaba ahora justo a su espalda, tan cerca de ella que incluso podía oír el acompasado susurro de su respiración. -Álam, no puedo. -Acertó a decir con voz nerviosa. -Me gustaría quedarme un poco más contigo, pero si lo hago los guardias vendrán a buscarme. Y no quiero...
-Será solo un momento. -La interrumpió Álam que comprendía perfectamente sus motivos para irse. -No quiero que tengas problemas por mi culpa, pero hay algo que quiero decirte. Y hoy es mi última oportunidad para hacerlo.
-Álam, si es por haberme ocupado de tu herida no tienes que hacerlo. -Mientras decía esto, Melissa suspiró aliviada suponiendo que Álam tan solo quería agradecerle de nuevo lo que había hecho por él. -Para mí fue un placer poder ayudarte en algo, no tienes que darme las gracias otra vez.
-No es solo eso. -Dijo Álam cuya voz sonaba ahora de una forma extraña, cómo cargada por una emoción que Melissa no acertaba a reconocer. -Melissa, durante estos días has hecho algo más que curar mi herida. Cuando viniste a verme la primera vez yo no tenía ninguna esperanza, sabía que iba a morir y ni siquiera me importaba, incluso pensé un par de veces en quitarme el inhibidor y acabar yo mismo con mi vida para quitarle ese placer a Nathaniel. -Justo en el momento en que decía esto, Álam notó como un pequeño estremecimiento recorría el cuerpo de Melissa y se apresuró a continuar. -Pero entonces encontré un motivo para no hacerlo, algo por lo que seguir con vida un día más aún sabiendo que no tardaría en morir de todas formas. Y ese algo.... eras tú, Melissa.
-A... Álam, yo... -Trató de decir Melissa cuya voz sonaba ahora temblorosa y alterada. -Por favor, déjame terminar. -La interrumpió de nuevo Álam. -Durante estos días me he dado cuenta de que lo único en lo que pensaba cada vez que tú te ibas eran en cuando volverías, de que mi único deseo era que el día terminase cuanto antes para volver a verte, aún que eso significase que me encontraría cada vez más cerca de mi muerte. Y ahora.... creo que al fin comprendo por qué.
Tras decir esto, Álam hizo una pequeña pausa cómo si todavía no estuviese muy seguro de lo que estaba a punto de decir y, tras unos interminables segundos, tomó aire y habló de nuevo.
-Melissa yo... no sé si alguien cómo yo puede todavía sentir algo así. Pero... si es posible, si mi corazón todavía es capaz de sentir amor, entonces hay algo de lo que sí estoy completamente seguro. Y ese algo es que yo.... yo te quiero Melissa.
Al oír esto, Melissa notó como su propio corazón se aceleraba de golpe dentro de su propio pecho y trató de decir algo mientras notaba como todo su cuerpo comenzaba a temblar a causa de la mezcla de emociones que en ese instante invadían su corazón. Pero no fue capaz, estaba tan nerviosa que apenas era capaz de controlar su propia voz y las palabras se le atascaron en la garganta.
-Lo siento. -Dijo al fin Álam al cabo de casi un minuto en silencio al ver que ella no decía nada. -Sé que voy a morir mañana y que no es justo para ti que te diga esto justo ahora. Pero, antes de morir quería..... -Tras decir esto, Álam hizo una pequeña pausa y levantó de nuevo la mirada. -No, es más que eso.... ¡Necesitaba! qué lo supieses.
-Po... por favor Álam... no... no te disculpes por eso. -Acertó a decir al fin Melissa con la voz entrecortada y temblorosa mientras levantaba una de sus manos y acariciaba con ella la mano que Álam tenía sobre su hombro. -Me hace muy feliz oírte decir eso, nadie..... nadie me había dicho nunca algo así. O... ojalá pudiese hacer algo más por ti.... si tan solo pudiese.....
Mientras pronunciaba estas últimas palabras, los temblores que recorrían el cuerpo de Melissa se hicieron todavía más fuertes y Álam no tardó en darse cuenta de lo que sucedía: estaba llorando.
-Por favor Melissa, no llores. -Se apresuró a decir Álam que no podía soportar verla así por su culpa. -Tú ya has hecho bastante, no tienes que hacer nada más. La culpa de todo esto es solo mía, así que no llores por favor. No quiero verte triste por mi culpa.
-Eso no es cierto. -Continuó ella entre sollozos. -Álam yo... yo...... lo siento, ¡Tengo que irme!.
Justo en el momento en que decía esto, Melissa soltó la mano de Álam y se alejó rápidamente de él obligándolo a soltarla. Antes de que el sorprendido Álam pudiese decir o hacer algo, ella corrió hacia la puerta, la golpeó una y otra vez hasta que el carcelero la abrió al fin y salió corriendo de allí sin mirar una sola vez atrás.
Por supuesto, este comportamiento dejó bastante sorprendido al propio carcelero que se quedó un momento en la puerta mirando con curiosidad a Álam. Sin embargo, al darse cuenta de que todo parecía estar en orden en la celda decidió dejarlo como estaba y cerró de nuevo la puerta.
Y en ese momento, solo de nuevo en aquella celda y con el recuerdo de la voz temblorosa de Melissa todavía en sus oídos, Álam se llevó la mano a la pequeña gema negra que colgaba de su pecho y lo miró una vez más.
-Solo unos minutos. -Pensó mientras cerraba con fuerza su mano alrededor del colgante y tensaba los músculos de su brazo. -Un simple tirón y bastarían unos minutos para acabar con todo esto.
Pero no lo hizo. A pesar de todo, Álam volvió a soltar su colgante y regresó una vez más a su cama. Puede que solo fuese una estupidez, pero ahora quería creer en lo que le había dicho Mariana y decidió esperar. Después de todo nadie, ni siquiera el propio Nathaniel, podía saber que le deparaba el destino cuando al fin llegase el día siguiente: el día de la ceremonia.



Fue una noche larga para Melissa. Tras haber salido de la celda de Álam, no había parado de correr hasta llegar a su habitación y se había encerrado en ella para no ver a nadie. Había pasado la noche sola, llorando sobre su cama abrazada a su almohada y ni siquiera sabía si aquellas lágrimas eran de alegría o de tristeza.
Pero sabía que no podía quedarse así. Las palabras de Álam seguían repitiendose una y otra vez en sus oídos y solo pensar en lo que le sucedería esa tarde durante la ceremonia hacía que el pecho le doliese como si alguien le hubiese clavado un puñal en el corazón. Y ese dolor hizo que al fin tomase una decisión.
Aunque todavía nerviosa y con manos temblorosas, Melissa se acercó al borde de la cama y, tras buscar un rato a tientas con la mano bajo esta, encontró al fin la pequeña caja que ella misma había escondido allí hacía dos días. A decir verdad, en aquel momento le había parecido una locura el riesgo que había tenido que correr para robar el contenido de aquella caja y ni siquiera había podido explicarse a si misma por qué lo había hecho. Pero ahora todo tenía sentido, ahora sí sabía por qué se había arriesgado así y por qué estaba dispuesta a arriesgarse aún más.
Puede que no sirviese de nada, pero al menos tenía que intentarlo, no podía dejarle morir así. Sabía el peligro que corría y que ni siquiera Mariana podría protegerla esta vez si la descubrían, pero no le importaba. Prefería eso a seguir soportando aquel dolor por más tiempo.
Con una determinación que hizo que ella misma se sorprendiese, Melissa se levantó de la cama y se apresuró a ponerse de nuevo su manto. Hecho esto, abrió la caja, escondió cuidadosamente bajo su ropa los dos objetos que contenía y abrió lentamente la puerta de su habitación esperando no llamar la atención de ningún guardia.
Tras comprobar que no había nadie vigilando en aquel momento, Melissa salió al fin de su habitación y corrió tan rápido como pudo hacia el extremo Este del pequeño pasillo al que daba su habitación. Allí, con un poco de suerte, podría tomar el ascensor que comunicaba la torre en que se encontraba su habitación con el resto del palacio sin que nadie la descubriese y bajar directamente hasta los calabozos. Pero, por desgracia, esa mañana la suerte no parecía estar precisamente de su lado.
Justo cuando llegaba frente a la reluciente puerta metálica del ascensor y estaba ya a punto de pulsar el botón de llamada, esta comenzó a abrirse por si sola y Melissa apenas tuvo tiempo de esconderse en el hueco de las escaleras que se encontraban justo al lado del ascensor antes de que esta se abriese por completo y uno de los guardias saliese de él.
Nada más verlo, Melissa sintió un escalofrío al pensar en lo que sucedería si la descubría y pegó su espalda a la pared tratando de ocultarse lo mejor posible. Sin embargo, al hacer esto tan solo consiguió empeorar las cosas ya que el guardia pareció oírla y, en lugar de continuar su camino, se detuvo un momento frente al ascensor y miró a su alrededor buscando la fuente de aquel sonido.
Pero no encontró nada. Por fortuna para Melissa, la esquina de la pared entre el ascensor y las escaleras hacía imposible que el guardia pudiese verla desde donde se encontraba y, tras sacudir ligeramente la cabeza, este continuó su camino.
Al ver esto, Melissa dejó de contener la respiración y se llevó una mano al pecho al tiempo que dejaba escapar un gran suspiro de alivio. Había pasado unos momentos de tensión terribles y el corazón todavía le latía más deprisa de lo normal, pero ahora no tenía tiempo para esperar a que se calmase.
Con cuidado de no volver a hacer ningún ruido para no atraer la atención del guardia, Melissa se acercó al borde de la pared y esperó a que el guardia se alejase lo suficiente para, rápidamente, entrar en el ascensor y pulsar el botón que la llevaría a los calabozos. Al instante, las puertas del ascensor se cerraron de nuevo y Melissa suspiró aliviada una vez más al sentir el pequeño tirón del ascensor cuando este empezó a moverse y encontrarse al fin lejos de aquel guardia.

Sin más problemas, Melissa esperó pacientemente a que el ascensor llegase a la parte más profunda de la fortaleza y, cuando este al fin se detuvo, se apresuró a colocarse tras uno de los laterales de la puerta antes de que esta se abriese por completo.
Después del susto que se había llevado antes no estaba dispuesta a correr más riesgos y, antes de salir del ascensor, asomó con cuidado la cabeza para asegurarse de que allí no había ningún otro guardia que pudiese delatarla.
Una vez segura, Melissa salió corriendo del ascensor y recorrió a toda prisa el largo y oscuro corredor de los calabozos hasta llegar al fin frente a la celda de Álam. Era la primera vez que recorría sola aquel pasillo y la oscuridad y los gritos de los demás prisioneros encerrados en varias de las otras celdas del calabozo la habían asustado más de lo que ella se había imaginado. Pero lo había conseguido, al fin había llegado y ahora ya no había nadie que pudiese impedirselo.
Pese a todo, cuando al fin se decidió a sacar la llave de la celda de entre su ropa y la metió en la cerradura, Melissa se dio cuenta de que estaba temblando y tuvo que detenerse un segundo antes de continuar para reunir el valor necesario para entrar en aquella celda y continuar con lo que había ido a hacer allí.

Álam no parecía distinto al día anterior. Cuando Melissa abrió la puerta, él estaba sentado sobre su cama como los días anteriores y parecía tan tranquilo y relajado como el día anterior. Sin embargo, cuando ella entró en la celda la tranquilidad y la serenidad que había en su rostro desaparecieron de inmediato y este la miró totalmente asombrado al tiempo que se ponía en pie de golpe.
-¿Melissa?. -Visiblemente sorprendido, Álam dio unos pasos alejándose de la cama para acercarse a ella y la miró con una extraña mezcla de curiosidad y alegría. -¿Qué haces aquí?. Creí que ya no volvería a verte.
Melissa no le respondió. Pese a las preguntas y a la visible alegría de Álam al verla de nuevo, Melissa se limitó a acercarse lentamente a él sin decir una sola palabra y se detuvo cuando ambos se encontraban ya a apenas unos centímetros el uno del otro. Y en ese momento, al tenerla tan cerca, Álam se dio cuenta de que algo iba mal. Antes incluso de que ella dijese nada, pudo notar que estaba temblando y se dio cuenta de que aquella no era solo una visita como las demás.
-Melissa, ¿Qué es lo que ocurre?.
Ahora la voz de Álam sonaba seria e incluso un tanto severa. Le preocupaba lo que pudiese sucederle a Melissa y ya no le estaba pidiendo una explicación: se la estaba exigiendo. Pero, aún así, ella siguió sin responder. Tan solo metió sus manos entre su ropa, sacó algo de debajo de su manto y se lo alargó a Álam que parecía cada vez más sorprendido.
Sin embargo, esta sorpresa pronto se transformó en algo muy distinto al reconocer el objeto que ella le estaba ofreciendo. Allí, sobre las delicadas manos de Melissa, descansaba la brillante empuñadura metálica de una espada de plasma en la que podían verse los típicos colores rojo y negro del ejército de los vampiros.
-Melissa, ¿Qué significa esto?. -Preguntó de nuevo Álam al tiempo que cogía la espada de sus manos y la miraba de nuevo. -¿Para que me has traído esta espada?.
-Yo no... no quiero que mueras. -Respondió Melissa con voz temblorosa. -Por favor, coge esa espada y márchate antes de que vengan a buscarte. No quiero que te hagan daño.
Al oír esto, Álam miró durante unos segundos la empuñadura de la espada que tenía en la mano y, a continuación, miró hacia la puerta abierta de la celda. Ahora comprendía por qué esta vez no había venido ningún guardia con ella y por qué se había arriesgado a dejar abierta la puerta. Pero eso no bastaba. La propuesta de Melissa era tentadora, sí, pero él sabía que no podía aceptarla.
-Lo siento. -Mientras decía esto, Álam cogió la espada y se la ofreció de nuevo a Melissa. -No puedo hacer eso. Te agradezco mucho lo que intentas hacer para salvarme, pero no puedo.
-Por qué. -Se apresuro a preguntar Melissa a la vez sorprendida y decepcionada por esta respuesta. -Por qué si lo hiciera no sería distinto de Nathaniel. -Explicó Álam. -No salvaré mi vida a costa de la de otro. Y sé que si me voy ahora no tardarán en darse cuenta de que tú me has ayudado. Lo siento, pero no permitiré que te ocurra nada por mi culpa.
-Álam... ¡Por favor!. -Insistió Melissa al tiempo que cogía una de las manos de Álam con las suyas. -No quiero que te maten. Por favor, vete. No te preocupes por mí, nadie sabe que estoy aquí. Además, aunque pasase algo Mariana me ayudaría.
-Eso no importa. -Mientras decía esto, Álam sacudió la cabeza y, tras conseguir que soltase su mano, la obligó a coger de nuevo la espada. -Tarde o temprano lo descubrirían. Y por mucha influencia que Mariana tenga en la corte dudo que pueda hacer nada para ayudarte si Nathaniel se entera de que has ayudado a huir a un Hunter.
-¡Eso no me importa!. -Replicó Melissa cuya voz sonaba cada vez más alterada y era ya incapaz de controlar las lágrimas ante las continuas negativas de Álam. - ¿Por qué?. ¿Por qué no puedes hacer lo que te digo e irte?...... ¿Es que no entiendes que yo tampoco quiero que te hagan daño?.
-Melissa..... -Al verla así, llorando frente a él y estremeciendose a causa de los sollozos, Álam se acercó aún más a ella e hizo lo único que se le ocurría en aquel momento para intentar calmarla: La rodeó con sus brazos y la abrazó suavemente hasta que pudo notar el contacto de su cuerpo contra el suyo bajo el grueso manto que la cubría. -Lo siento, la culpa de esto es mía. Ayer no debí decirte nada.
-No, eso... eso no es cierto. -Sollozó Melissa al tiempo que rodeaba la cintura de Álam con sus brazos devolviendole el abrazo y apoyaba su cabeza contra su pecho. -Yo... tampoco quiero que te vayas. Ojalá todo fuese distinto, ojalá pudiésemos estar juntos.... pero sé que eso no es posible. Por eso quiero que te marches, prefiero no volver a verte antes que tener que soportar el dolor de ver cómo te matan.
Al oír esto, Álam sintió como el afecto que sentía hacia Melissa crecía todavía más y la abrazó un poco más fuerte. Pero también sintió una dolorosa punzada en el corazón al darse cuenta de que lo que ella le había dicho era cierto y que no había esperanza para ellos....
¿O sí la había?. Justo en ese momento, Álam pareció darse cuenta de algo al recordar las últimas palabras de Melissa y una pequeña luz de esperanza apareció en el fondo de sus ojos al tiempo que dejaba de abrazarla y la cogía por los hombros para mirarla.
-¡Ven conmigo!. -Al oír esto, Melissa levantó al instante la cabeza y lo miró confundida. -¿Q..qué?. -Acertó a preguntar al ver la extraña sonrisa que había aparecido en el rostro de Álam. -Ven conmigo. -Repitió él. -Tú misma has dicho que aquí eres una prisionera, vayámonos juntos. No sé si conseguiré salir de aquí, pero te prometo que pase lo que pase te protegeré con mi vida si es necesario. Y si me cogen diré que te tomé como rehén, así Nathaniel no podrá hacerte nada.
-Álam yo... no... no puedo. No puedo hacer eso. -Respondió Melissa con voz temblorosa al tiempo que se separaba de golpe de Álam obligandolo a soltarla. -Me gustaría poder ir contigo, pero...
-Tranquila, lo comprendo. -Atajó Álam sin siquiera dejarla terminar al tiempo que la miraba con una mezcla de decepción y tristeza. -Lo siento, al oírte hablar así supuse que tú también...
-Álam, no es nada de eso. -Se apresuró a decir Melissa que había comprendido perfectamente lo que este había querido decir aunque no hubiese llegado a acabar su frase. -Yo siento lo mismo por ti, por eso estoy aquí ahora. Pero sé que todo lo que me has dicho cambiaría si pudieses verme la cara, y no quiero que eso suceda. Álam, yo... te quiero. Te quiero más de lo que nunca pensé que podría llegar a querer a nadie. Pero prefiero no volver a verte a saber que me odias. Por favor, haz lo que te he dicho y vete, no te preocupes más por mí.
-Eso no va a pasar. -Respondió Álam al tiempo que sacudía la cabeza. -No sé que puede pasarte en el rostro que sea tan terrible, pero te aseguro que sea lo que sea eso jamás haría que te odiase.
-Dices eso por qué todavía no me has visto. Tú no sabes... -Tras decir esto, Melissa hizo una pequeña pausa, miró de nuevo a Álam y, al ver la forma en que él la estaba mirando, comprendió que nada de lo que le dijese conseguiría convencerlo y pareció decidir algo de pronto. -Está bien, te enseñaré cómo soy realmente. Puede que eso sea lo mejor para los dos. Tal vez entonces aceptes irte y, al menos, tendré el consuelo de saber que sigues con vida aunque ya no pueda volver a verte.
Mientras decía esto, Melissa se alejó unos pasos de Álam y, cuando se detuvo de nuevo, se llevó las manos al borde de la capucha. Él la estaba mirando, sus oscuros ojos negros estaban clavados en ella y podía ver la impaciencia en su rostro mientras sus manos sujetaban temblorosamente la capucha y su mente la tentaba una y otra vez a cambiar de opinión. Pero no lo hizo.
Con un par de rápidos movimientos de sus manos, Melisa se quitó la capucha, abrió el pequeño broche que mantenía sujeto el manto y lo soltó por completo. Al instante, este se deslizó sobre sus hombros y calló al suelo dejandola completamente al descubierto frente a Álam

Él no dijo nada. No al principio al menos. Había esperado que Melissa tuviese alguna cicatriz, alguna marca o incluso alguna extraña deformación en la cara que la hiciese avergonzarse de su rostro. Pero lo que nunca había podido imaginar era que su problema no era ese, sino todo lo contrario. El rostro de Melissa era perfecto, más que eso, era la mujer más hermosa que Álam había visto jamas. Y ese era exactamente el problema.
Apenas podía creer lo que estaba viendo con sus propios ojos. El mismo cabello dorado, el mismo rostro angelical y los mismos maravillosos ojos azules que había visto aquella noche y que todavía no había podido olvidar. No había duda, la muchacha que tenía delante no era Melissa: ¡Era Elisabeth!.
-No puede ser... esto... esto no puede ser cierto. -Dijo al fin Álam mientras sacudía la cabeza y miraba totalmente desconcertado a Elisabeth. -Melissa, tu... ¿tú eres... ?.
-La princesa Elisabeth. -Atajó ella concluyendo la frase por él al tiempo que bajaba la mirada. -Pero... ¿Por qué?. ¿Por qué no me lo dijiste desde el principio?-Preguntó Álam con la voz cargada por una mezcla de tristeza y decepción, pero no de odio como ella había esperado. -¿por qué has estado jugando conmigo durante todo este tiempo?.
-No era ningún juego. -Respondió Melissa todavía sin levantar la vista del suelo. -Al principio era solo curiosidad. Quería saber por qué un Hunter, uno de los asesinos de los que Álfred me había contado tantas atrocidades me había perdonado la vida y se había dejado capturar por mi culpa. Pero sabía que a mí nunca me lo dirías, por eso inventé a Melissa. Además, era la única forma de venir a verte. Mariana consiguió que la vampiresa a la que le habían ordenado que se ocupase de ti me cediese el puesto, y gracias a ella pude venir sin que mi padre sospechase nada.
-Entonces por qué no te marchaste cuando te lo dije. -Dijo Álam en cuya voz empezaba a notarse cierta rabia. -¿Por qué viniste ayer a verme si era eso lo único que querías?.
-Por que... quería verte. -Explicó Melissa esforzandose por no empezar a llorar de nuevo al oír la forma en que le hablaba Álam. -Tú confiabas en mí y me hablabas cómo si realmente fueses mi amigo, por eso me gustaba estar contigo. Cuando salía de tu celda sentía como si me faltase algo y me pasaba el día esperando a que llegase el momento en que podría volver a colarme en el calabozo y venir a verte. Y después, cuando me dijiste que me querías.... me di cuenta de cual era la verdadera razón por la que no podía dejar de pensar en ti.
Si supieses la alegría que sentí en el corazón cuando te oí decir esas palabras. Tuve ganas de darme la vuelta, de abrazarte, de decirte que yo también te quería y quedarme a tu lado. Pero tenía miedo. Miedo a que me rechazaras al saber quién era realmente, a que me odiases como a los demás vampiros por ser lo que soy. Por eso seguí ocultandome y salí corriendo, por qué si me hubiese quedado un poco más ya no habría tenido suficiente voluntad para marcharme.

Terminada su explicación, Melissa permaneció en silencio y continuó mirando fijamente al suelo para evitar tener que encontrarse con la mirada de Álam. Ahora que se lo había contado todo, esperaba una respuesta furiosa por parte de Álam por haberlo engañado así. Sin embargo, para su sorpresa, cuando este volvió a hablar su voz sonaba ya mucho más calmada que antes.
-No necesitabas hacer eso. -Dijo Álam al tiempo que se acercaba lentamente a ella. -Si me lo hubieses dicho lo habría entendido y todo habría sido mucho más fácil para los dos.
-¿Álam?. -Al oírle hablar de nuevo con la misma calma que antes y ver cómo se acercaba a ella, Melissa levantó la cabeza y lo miró un tanto desconcertada. -E.. Entonces... ¿Quieres decir qué no te importa?. ¿Qué no me odias por ser la hija de Nathaniel y no la humana que creías?.
-¿Odiarte?. -Tras decir esto, y como respuesta a su pregunta, Álam sonrió y acarició suavemente el rostro de Elisabeth con una de sus manos sorprendiendola todavía más. -Melissa, acabo de descubrir que la mujer de la que me he enamorado es además la criatura más hermosa que he visto en toda mi vida. ¿Cómo podría odiarte por eso?. Al contrario, si eso es posible... te quiero todavía más.
Al oír estas palabras, Elisabeth sintió de pronto un enorme alivio en el corazón y en su rostro se dibujó una maravillosa sonrisa que reflejaba la profunda alegría que en aquel momento invadía su joven corazón. Y esa alegría pronto se transformaría en algo muy distinto al ver como Álam se acercaba aún más a ella para demostrarle lo que realmente sentía por ella.
Antes de que Melissa pudiese decir nada, Álam rodeó su cintura con uno de sus brazos, la acercó a él tirando suavemente de ella y se inclinó ligeramente hasta que sus rostros se encontraron a la misma altura y pudo ver su propio reflejo en la brillante superficie de sus fascinantes ojos azules. Y en ese momento, justo cuando las miradas de ambos se cruzaron de la misma forma en que lo habían hecho cuando se habían visto por primera vez, Álam rodeó la espalda de Melissa con su otro brazo y la acercó aún más a él hasta que sus labios tocaron al fin los suyos y pudo besarla.
Melissa ni siquiera se movió, tan solo cerró los ojos y se quedó quieta dejando que Álam la sostuviese entre sus brazos. Fue un beso corto, apenas unos segundos, pero tan dulce y sincero que ella no pudo evitar que los ojos se le llenasen de lágrimas cuando al fin ambos se separaron y vio la sonrisa con que Álam la miraba.
-¿Vendrás conmigo ahora.... Elisabeth?. -Preguntó al fin Álam con la mirada todavía perdida en el océano de sus ojos. -No me llames así, por favor. -Respondió ella sonriendo igualmente. -Elisabeth ya no existe. Ella no era más que una prisionera en este palacio y yo.... -Tras decir esto, Melissa soltó a Álam y le alargó de nuevo la empuñadura de la espada. -Espero no tener que serlo. Si tú todavía quieres llevarme contigo.
-Tendrán que matarme para impedirmelo... Melissa. -Afirmó Álam al tiempo que cogía la espada de la mano de Melissa y cogía una de sus manos. -Vamos, ahora será mejor que salgamos de aquí cuanto antes. Ya hemos perdido mucho tiempo y no quiero que los guardias nos encuentren aquí cuando vengan a buscarme.
Dicho esto, Álam tiró suavemente de la mano de Melissa y los dos salieron rápidamente de la celda. Una vez fuera, ella le indicó la dirección hacia la que debían ir para llegar al ascensor que los conduciría a los pisos superiores del palacio y los dos se pusieron en marcha hacia allí.
Sin embargo, antes de que pudiesen alejarse siquiera unos metros de la celda....
-¡ALTO!. -Gritó de pronto una voz áspera y desagradable a su espalda. -¿Quiénes sois y qué estáis haciendo aquí?.
Al oír esto, Melissa comprendió que se trataba de uno de los guardias del palacio y trató de darse la vuelta para intentar hablar con ellos. Sin embargo, antes de que pudiese girarse Álam la detuvo sosteniendo con firmeza su mano para que no pudiese darse la vuelta. Y cuando esta lo miró para saber qué ocurría vio con sorpresa que, en lugar de preocupación, lo que había en el rostro de Álam era una extraña sonrisa.
A diferencia de Melissa, él sabía por los pasos que podía oír tras él que se trataba de solo dos guardias. Y ahora que tenía un arma no dejaría que ellos se interpusiesen en su camino.

Antes de que ninguno de los dos guardias o la propia Melissa pudiesen darse cuenta de lo que estaba sucediendo, Álam se dio rápidamente la vuelta, pulsó el botón de activación de la espada y la lanzó con todas sus fuerzas hacia uno de los vampiros.
La empuñadura del arma giró a toda velocidad en el aire, recorrió en apenas décimas de segundo los escasos tres metros que separaban a Álam de los guardias y se activó justo en el momento en que alcanzaba su objetivo. Al instante, un chorro de plasma azul brotó de la empuñadura y atravesó la armadura y el pecho del guardia antes incluso de condensarse y formar la hoja de la espada.
Al ver esto, el otro guardia se giró rápidamente hacia Álam y se llevó la mano a su espada para defenderse. Pero ya era demasiado tarde. Lo único que pudo ver al girarse fue cómo el pie de Álam impactaba violentamente contra el visor de su casto y lo lanzaba hacia atrás derribándolo.
Aprovechando los escasos segundos que este necesitaría para ponerse en pie de nuevo, Álam corrió hacia el cuerpo del primer guardia que todavía se convulsionaba en el suelo con la espada clavada en el pecho. Rápidamente, cogió la empuñadura del arma con una mano, la arrancó de un tirón y, mientras la sangre del vampiro brotaba a borbotones de la herida manchando las paredes, el suelo e incluso la ropa del propio Álam, trazó un rápido círculo con ella a la altura de su cuello.
Sin apenas dificultad, la hoja azulada de la espada atravesó el cuello del vampiro cortándolo limpiamente y dejando tras de sí una reluciente estela azulada. Pero Álam aún no había acabado. Aprovechando el impulso de este último movimiento, sujetó la espada con ambas manos justo cuando alcanzaba la parte más alta del círculo que había trazado y la bajó con todas sus fuerzas clavándola exactamente en el corazón del vampiro.
Muerto su primer adversario, Álam se giró hacia el segundo que ya se estaba levantando, se limpió la sangre de la cara con la mano y se dispuso a atacar de nuevo.

Moviendose casi al mismo tiempo, ambos adversarios corrieron el uno hacia el otro con las espadas preparadas para atacar. Sin embargo, cuando ambos estaban ya a punto de encontrarse y el vampiro había ya movido su espada a un lado para dar un rápido corte horizontal hacia el pecho de Álam, este se lanzó al suelo y pasó deslizándose junto a sus piernas esquivando así el golpe al tiempo que daba un fuerte corte con su espada a la altura de las rodillas del vampiro.
La sangre del vampiro brotó al instante de las heridas manchando el suelo de roca del calabozo y este cayó de rodillas a causa de las heridas en sus piernas. Al mismo tiempo, Álam usó una de sus manos para frenarse y se puso en pie de un salto dando a la vez un rápido corte diagonal hacia la espalda de su rival.
El efecto fue inmediato. La gravedad de esta última herida acabó por completo con el vampiro que no pudo continuar sosteniendose siquiera de rodillas y cayó por completo al suelo sobre un charco formado por su propia sangre y la de su compañero.
Con su rival ya completamente indefenso, Álam se acercó una vez más a él, separó su cabeza de su cuerpo con un rápido corte de su espada y la hundió de nuevo en su espalda a la altura del corazón atravesando con tal fuerza su armadura que la hoja del arma se hundió incluso en la roca del suelo hasta que la empuñadura de la misma tocó la armadura y se detuvo.

Hecho esto, Álam cogió la espada del guardia que yacía a su lado y regresó junto a Melissa. A pesar de todo lo que había sucedido a su espalda, ella ni siquiera se había movido en todo aquel tiempo tal y como él le había pedido y, cuando este al fin llegó junto a ella y puso su mano sobre uno de sus hombros, dio un pequeño respingo temiendo que se tratase de otro.
-Tranquila, ya se a acabado. -La tranquilizó Álam mientras cogía de nuevo su mano. -¿Estás bien?. -Preguntó ella un poco más tranquila al verle de nuevo. -Perfectamente. -Respondió. -En realidad creo que lo necesitaba.
Dicho esto, Álam comenzó a caminar de nuevo y los dos se alejaron a toda prisa de la celda sin detenerse nin un solo segundo hasta llegar al fin al ascensor. Una vez allí, Melissa pulsó el botón que los llevaría hasta el primer nivel del palacio y los dos abandonaron al fin los calabozos.
Sin embargo, lo que ellos no sabían era que alguien se había adelantado ya a sus planes y que, cuando al fin llegasen arriba, ese mismo alguien estaría ya esperándolos.



Mariana observó sonriendo las caras de asombro de Álam y Melissa al encontrarse con ella nada más salir del ascensor. Era evidente que ninguno de los dos esperaba verla allí y mucho menos que pareciese estar ya esperándoles. Y por la velocidad con que Álam activó de nuevo la espada al verla no parecía que esto les agradase demasiado.
-¿Usarías eso contra mí?. -Preguntó sonriendo Mariana con la misma voz insinuante y seductora que la última vez que Álam la había visto y sin mostrar preocupación alguna por la espada que este sostenía en la mano. -Si es absolutamente necesario... si. -Respondió Álam tratando de evitar la mirada de la reina. -Pero preferiría no tener que hacerlo.
-No te preocupes, no lo será. -Afirmó Mariana sin dejar de sonreír. -No he venido a deteneros. Sino todo lo contrario.
Al oír esto, Álam pareció darse por satisfecho con su explicación y apagó de nuevo la espada volviendo a guardar la empuñadura en su cinturón. Sin embargo, a diferencia de él Melissa no estaba ni de lejos tan tranquila. No le gustaba en absoluto ni la forma en que Mariana miraba a Álam ni la extraña familiaridad con que ambos se habían hablado. Además, había algo que no conseguía comprender y no tardó en preguntarselo.
-¿Has venido para ayudarnos?. -En respuesta a su pregunta, Mariana asintió tranquilamente con la cabeza y Melissa preguntó de nuevo. -Pero... ¿Por qué?. Sabes que te arriesgas a que mi padre lo sepa y acabe haciendote daño. Además, ¿Cómo nos has encontrado?. Nadie sabía nada de esto.
-No te preocupes por tu padre, ocurra lo que ocurra sabe que no puede matarme, eso le traería demasiados problemas. Y en cuanto a como os he encontrado... -Tras decir esto, Mariana hizo una pequeña pausa y ladeó ligeramente la cabeza haciendo que su larga melena negra se deslizase sobre su hombro derecho. -Este es el camino más corto hacia los hangares, así que no me fue difícil suponer que tomaríais esta ruta. Y supongo que no habrás pensado ni por un momento que yo no me daría cuenta de lo que planeabas ¿verdad?. Puede que hayas podido ocultarselo a tu padre y a Álfred, después de todo ellos son hombres y no pueden evitar ser un poco..... simples. Pero te aseguro que yo no lo soy.
-Entonces, ¿Tú ya lo sabías?. -Insistió Melissa que parecía cada vez más sorprendida al ver la calma con la que Mariana se lo estaba tomando todo. -Por supuesto. -Continuó explicando la reina. -Me di cuenta de lo que sucedía la primera vez que te vi volver sonriendo de los calabozos. Aunque debo admitir que en un principio supuse que sería solo Álam quién huiría de aquí. Pero después de conocerle y ver como rechazaba mi oferta para salvarle la vida me di cuenta de que, pese a lo que él había dicho, la verdadera razón por la que me rechazó fue qué su corazón ya te había elegido a ti. Y estaba convencida de que no se marcharía dejandote aquí sola de nuevo a merced de tu padre.
-Ahora lo entiendo. -Exclamó de pronto Melissa que ahora empezaba a encajar todas las piezas del rompecabezas que había supuesto su vida durante los últimos días. -¿Por eso me ayudaste ayer con los guardias para que pudiese pasar el día con él verdad?. No fue solo por casualidad.
-No, no lo fue. -Dijo Mariana riendose ligeramente. -La verdad es que no me hace demasiada gracia que una jovencita como tú me gane en este campo, hace que me sienta un poco.... mayor. Pero después de veros juntos creo que haréis una buena pareja y además estoy segura de que serás más feliz fuera de aquí. Sé que no soy tu madre, pero tú eres lo más parecido a una hija que tengo y no quiero verte encerrada en esta maldita fortaleza toda tu vida.
-Mariana...
Al oír esto, una tierna sonrisa se dibujó en los labios de Melissa que abrazó inmediatamente a su madrastra para demostrarle que ella no era la única que se sentía así. Sin embargo, a diferencia de ellas Álam no se había olvidado de lo que estaba haciendo realmente allí y, por muy conmovedor que resultase verlas abrazarse como verdaderas madre e hija, no tardó en interrumpirlas.
-Tenemos que irnos. -Al oír esto, las dos parecieron volver a la realidad y se separaron de nuevo para mirarle. -Lo siento, pero ahora no tenemos tiempo para despedidas largas. No creo que tarden en dar con los dos guardias que nos encontramos en los calabozos y cuando hagan sonar la alarma nos será mucho más difícil salir de aquí.
-Tienes razón. -Coincidió Mariana dirigiendo una vez más aquella extraña y embrujadora mirada hacia Álam. -Pero no te preocupes, cómo ya os he dicho ha venido a ayudaros. Y creo que podré facilitaros un poco las cosas.
Tras decir esto, Mariana se llevó la mano a un pequeño brazalete de plata que adornaba su muñeca derecha y lo tocó ligeramente con uno de sus dedos como si estuviese pulsando un pequeño botón invisible. Al instante, y para sorpresa de Álam y Melissa, una de las puertas de la sala se abrió por si sola y uno de los guardias del palacio entró tranquilamente por ella sin mostrar apenas sorpresa al verlos.
Todo lo contrario que Álam que, nada más verle, activó al instante su espada y se colocó frente a Melissa. Sin embargo, antes de que este pudiese hacer nada, Mariana se apresuró a colocarse entre él y el guardia y sonrió de nuevo para calmarle.
-Tranquilo, él está de nuestra parte.
Aunque no de muy buena gana, al oír esto Álam decidió hacerle caso a Mariana y bajó de nuevo su espada pero sin llegar a desactivarla por completo. Satisfecha con esto, Mariana se dio la vuelta y se acercó al guardia para que este pudiese entregarle los dos objetos que había venido a traerle sin tener que acercarse más a Álam. Después de todo, aunque ahora confiase en ella y en Melissa no había que olvidad que Álam seguía siendo un Hunter y era preferible no forzarlo a acercarse a otros vampiros.
-¿Has traído lo que te pedí?. -Preguntó Mariana una vez frente a él. -Tal y como ordenasteis Majestad. -Respondió el guardia al tiempo que inclinaba ligeramente la cabeza y le alargaba ambos objetos a su reina.
-Perfecto. -Exclamó Mariana al tiempo que cogía ambos objetos y sonreía satisfecha. -Gracias Leo, ya puedes retirarte.
-Como ordenéis, Majestad.
Dicho esto, el guardia inclinó de nuevo la cabeza para saludar una última vez a su reina y volvió a marcharse por la misma puerta por la que había entrado dejandolos a los tres solos una vez más.
Mientras la puerta por la que este había salido se cerraba una vez más, Mariana regresó junto a los dos jóvenes que ahora la miraban con bastante curiosidad preguntandose el significado de todo aquello. Y una vez de nuevo frente a ellos se acercó a Álam y extendió una de sus manos hacia él ofreciendole uno de los objetos que el guardia acababa de darle.
-Bien, creo que esto es tuyo. ¿Me equivoco?. -Preguntó Mariana sonriendo burlonamente al ver la cara de sorpresa de Álam. -¡En absoluto!. -Respondió este sonriendo igualmente al ver que el objeto que Mariana sostenía en su mano era su propia espada. -Muchas gracias. Me alegra recuperarla.
-Eso pensé. -Tras entregarle la espada a Álam, Mariana dejó de mirarle y se giró hacia Melissa para entregarle a ella el otro objeto. -Y esto es para ti. ¿Sabrás usarlo?.
Aunque un tanto sorprendida, Melissa cogió de la mano de Mariana la pequeña y resplandeciente tarjeta metálica que esta le ofrecía y, cuando al fin comprendió de que se trataba, en su rostro apareció de inmediato una sonrisa exactamente igual a la de Álam.
-Claro que sí. -Dijo Melissa al tiempo que guardaba rápidamente la tarjeta bajo su ropa. -Muchísimas gracias.
- No tienes que darmelas, en realidad no lo hago solo por ti. -Respondió la reina al tiempo que dirigía una rápida y extraña mirada hacia Álam. -Yo también tengo mis propios planes. Y vosotros dos formáis parte de ellos: una parte muy importante.
Tal como ella esperaba, esta respuesta dejó bastante sorprendidos a Álam y a Melissa que no comprendían en absoluto lo que había querido decir Mariana con aquello. Pero en aquel momento los dos tenían demasiada prisa como para pararse a preguntarle más cosas y decidieron marcharse cuanto antes.
Sin embargo, justo cuando ambos estaban ya a punto de irse, una alarma empezó a sonar de pronto en toda la fortaleza y los dos se detuvieron al instante.
-¡Maldición!. -Se lamentó Álam al darse cuenta de lo que aquello significaba. -No debimos perder tanto tiempo, ahora nos estarán buscando y seguramente reforzarán la vigilancia en todas las salidas de la fortaleza y en los hangares.
-Es posible. -Respondió la reina con la misma tranquilidad que hasta entonces. -Pero vosotros todavía contáis con una ventaja sobre ellos.
-¿Qué clase de ventaja?. -Preguntó Álam con interés. -Muy sencillo. -Continuó la reina. -Ellos no saben que cuentas con nuestra ayuda y supondrán que no conoces el palacio, así que seguramente reducirán su búsqueda a los lugares de más fácil acceso. Pero no será por ahí por donde iréis vosotros.
-¿No?. -Esta vez fue Melissa la que preguntó al tiempo que miraba con curiosidad a su madrastra sin comprender lo que esta había querido decir. -Claro que no. Mirad esto.
Tras decir esto, mariana se llevó de nuevo la mano a su brazalete y, tras un nuevo toque con uno de sus dedos, este comenzó a brillar con una extraña luz verdosa. Al instante, un pequeño haz luminoso brotó de la parte superior del mismo y proyectó frente a Álam y Melissa un plano tridimensional de la fortaleza.
Hecho esto, Mariana deslizó su mano entre las diversas secciones del plano y se detuvo en la que correspondía a la sala en la que se encontraban. En ese instante, el plano hizo un rápido zoom hacia esa zona y, cuando esta fue lo suficientemente grande como para que pudiesen apreciarse todos los detalles de esa sección de la fortaleza, Mariana comenzó a trazar una línea con su mano indicándoles el camino a seguir.
-A menos que me equivoque, este era el camino que tú pensabas seguir. -Mientras decía esto, Mariana señaló uno de los corredores que partían hacia el Norte de la fortaleza en dirección al Hangar número 4 y Melissa asintió con la cabeza. -Lo suponía. Pero ahora ese camino estará seguramente lleno de guardias y puede que incluso alguno de los BlackHawk haya bajado también hasta ahí.
-¿Qué haremos entonces?. -Preguntó Álam con la mirada fija en el plano y en los múltiples corredores y pasillos de la fortaleza. -Muy sencillo. Tomaréis ese mismo camino, solo que con una pequeña diferencia.
Tras decir esto, Mariana hizo un pequeño gesto con su mano sobre el plano y, al instante, un nuevo corredor apareció de la nada sobre el primero marcado con una luz roja que lo diferenciaba claramente de los demás.
-A unos cien metros de aquí, justo antes de que el corredor gire hacia el Este para rodear la base de la torre, encontraréis una pequeña trampilla en el techo. Si entráis por ella accederéis a un túnel de servicio que lleva a los niveles superiores del hangar. Generalmente solo lo usan los mecánicos para el mantenimiento de las grúas de carga del hangar, así que no debería estar muy vigilado.
-¡Fantástico!. -Exclamó Melissa visiblemente más alegre ante la sugerencia de Mariana. -Así no tendremos problemas en llegar.
-Yo no estaría tan seguro. -Replicó Álam completamente serio con la mirada fija todavía en el plano. -Es muy posible que nos encontremos con algún guardia antes de llegar a la trampilla. Y aún que lo consigamos, ese corredor es muy estrecho, si hay alguien esperándonos ahí arriba me será difícil defenderme.
-Lo siento, sé que no os será fácil, pero es todo lo que yo puedo hacer por vosotros. -Dijo Mariana consciente de que lo que Álam acababa de decir era cierto y apenada por no poder hacer algo más por ellos. -Tranquila, tú ya has hecho más que suficiente. -Se apresuró a decir Álam al ver la expresión triste de la reina. -Ahora me toca a mí ocuparme del resto.
-¡A nosotros!. -Lo corrigió Melissa al tiempo que miraba de nuevo a Mariana. -No te preocupes, todo irá bien estoy segura.
-Por el bien de todos yo también lo espero. -Tras decir esto, Mariana acarició una última vez el rostro de su hijastra con la mano y decidió despedirse para no hacerles perder más tiempo. -Vamos, ahora será mejor que os valláis cuanto antes. Lo último que deseo es que tengáis más dificultades por mi culpa.
Dicho esto, Mariana se alejó unos pasos de ellos y abrió con el control remoto de su brazalete la puerta que los conduciría al pasillo que ella misma les había señalado en el mapa.
Al ver esto, los dos decidieron hacerle caso y, tras despedirse una vez más de ella, atravesaron rápidamente aquella puerta y se alejaron corriendo dejandola sola una vez más.

Pero pronto se detuvieron de nuevo. Por fortuna para ambos, el largo corredor al que conducía aquella puerta y que debería llevarlos hasta el hangar parecía estar desierto en aquel momento y no se veía a ningún guardia. Sin embargo, este parecía ser una de las partes más recientes de la fortaleza y su suelo formado por relucientes paneles de metal pulido hacía que sus pasos resonasen por todo el pasillo si se movían demasiado deprisa.
Lentamente, Álam guió a Melissa hacia la esquina del corredor junto a la que debería encontrarse la trampilla indicándole como debía moverse para no hacer ruido y los dos llegaron sin problemas al punto en que este giraba hacia la derecha.
Una vez allí, Álam miró hacia el techo y sonrió al ver que, tal y como Mariana les había dicho, allí podía verse una pequeña rejilla metálica cubriendo la entrada al pasadizo que esta les había señalado.
-Perfecto, esa es la trampilla de la que hablaba Mariana. -Dijo Álam en voz baja para evitar que alguien pudiese oírlos. -Ahora solo nos queda abrirla y entrar antes de que alguien nos vea.
-Álam, está muy alta. Puede que tú seas capaz de llegar hasta ella saltando, pero yo no. Y además, ¿cómo piensas abrirla desde el suelo?. -Preguntó con curiosidad Melissa mientras Álam se separaba de la pared y se colocaba debajo de la trampilla para asegurarse de que nadie podía verles desde el otro lado de la esquina del corredor. -Muy sencillo. -Respondió él sonriendo. -Tú la abrirás.
-¿Yo?. -Preguntó de nuevo Melissa visiblemente sorprendida. -Sí, tú. -Insistió Álam al tiempo que se agachaba bajando una de sus rodillas hasta el suelo. -Yo te subiré hasta ahí y te sostendré mientras la abres.
-¿Seguro que podrás?. -Insistió Melissa que ahora que conocía cual era su plan tenía bastantes dudas al respecto. -Seguro. -Repitió Álam. -Anda, ahora sube de una vez antes de que venga alguien. Y no te preocupes, te prometo que te sostendré bien. Además.... -Mientras decía esto, Álam miró de arriba abajo a Melissa y sonrió ligeramente. -No creo que peses mucho.
Puesto que no parecía quedar más remedio, Melissa decidió hacerle caso y dejó que Álam la alzase en el aire hasta que pudo alcanzar la trampilla. Por fortuna para ambos, esta no estaba cerrada con llave y Melissa tan solo tenía que soltar los cuatro pequeños cierres de presión que la mantenían en su sitio y moverla a un lado para que pudiesen entrar. Sin embargo, dada la posición en que se encontraba esto no resultaba del todo fácil y le llevaría todavía unos minutos.
Unos minutos que se hicieron especialmente largos para Álam que no se encontraba en una posición muy cómoda precisamente ya que, por poco que pesase Melissa, esta se sostenía por completo sobre sus hombros y sus continuos zarandeos al intentar abrir la trampilla estaban empezando a hacerle daño. Sin embargo, al mirar hacia arriba para comprobar si todavía le faltaba mucho comprobaría que dicha posición también tenía sus "ventajas".
Dada la posición en que se encontraban y el amplio vuelo de la larga falda de Melissa, desde donde se encontraba Álam podía ver perfectamente sus largas y esbeltas piernas frente a su cara y también la delicada prenda de seda y encaje blanco que cubría la parte más íntima de su cuerpo. Sin embargo, por muy interesante que resultase dicha vista, Álam era consciente de que aquel no era momento para distraerse y trató como pudo de apartar su cabeza de debajo de la falda de Melissa mientras prestaba atención a cualquier sonido procedente del otro lado del corredor.
Y esa atención no tardaría en tener su recompensa ya que, al cabo de apenas un par de minutos, Álam pudo oír claramente el rítmico sonido de los pasos de uno de los guardias acercándose a ellos por el corredor.
Nada más oírlo, Álam miró una vez más hacia la rejilla y comprobó con alivio que Melissa ya había conseguido abrirla. Pero tenía que darse prisa o aquel guardia los descubriría. Pero ya no podía decirle nada o el guardia oiría su voz, así que solo le quedaba esperar.
Mientras los pasos del guardia se acercaban más y más a ellos, Melissa cogió la trampilla, la apartó a un lado con una facilidad que sorprendió al propio Álam y miró hacia abajo para decirselo. Sin embargo, cuando lo hizo pudo ver como Álam le indicaba con una mano que subiese rápidamente al pasadizo y se apresuró a hacerle caso.
Pero ya era tarde. Justo en el instante en que ella se sujetaba con las manos al borde de la pequeña abertura que conducía a aquel túnel, el guardia dobló la esquina y se detuvo de golpe al verlos.
-Maldición. -Exclamó Álam al ver como este se llevaba rápidamente la mano a la empuñadura de la espada. -Melissa, ¡Sujetate!.
Nada más oír esto, Melissa se sujetó con todas sus fuerzas al borde del pasadizo y se impulsó hacia arriba. Al mismo tiempo, el guardia desenvainó su espada y cargó contra Álam dando un veloz corte horizontal a la altura de su pecho.
Fue cuestión de apenas unas décimas de segundo. En el mismo instante en que la hoja de la espada estaba apunto de alcanzarle, Álam notó como desaparecía el peso de Melissa de sus hombros y saltó hacia atrás esquivando por apenas milímetros el golpe.

Tras haber fallado su golpe y ver la agilidad con que Álam se había movido, el vampiro consideró que la joven que colgaba de la trampilla intentando alzarse sin éxito hasta el túnel de servicio sería una presa mucho más fácil y, durante apenas un segundo, dejó de mirar a Álam confiando en que la distancia a la que se encontraba y el tiempo que tardaría en activar su espada serían más que suficientes para que no le diese problemas.
Pero se equivocó. Antes siquiera de que el vampiro pudiese levantar su espada para acercarla a Melissa, Álam desenvainó su propia arma y se lanzó hacia el vampiro empujando con todo el peso de su cuerpo la hoja metálica de la espada hacia el pecho del guardia que no pudo hacer nada para defenderse.
La oscura hoja de metal de la espada de Álam centelleó un segundo cuando el campo de plasma que la cubría contactó con la superficie de la armadura del vampiro y atravesó el cuerpo del mismo sin apenas esfuerzo.
Con su rival empalado en su espada y ya incapaz de defenderse, Álam le arrancó la espada del pecho de un tirón y, antes incluso de su cuerpo cayese al suelo, dio un rápido corte con el que separó su cabeza de su cuerpo haciendo que su sangre saltase incluso a las paredes del pasillo y se deslizase lentamente sobre la pulida superficie de metal como gotas de mercurio escarlata.

Solucionado este problema, Álam guardó de nuevo su espada y se apresuró a ayudar a Melissa, que continuaba colgando de la abertura del techo, a subir al túnel. Hecho esto, el propio Álam tomó un poco de carrerilla y, tras alcanzar de un salto el borde de la trampilla, se alzó a sí mismo hasta estar por completo dentro del estrecho y oscuro túnel de mantenimiento que los llevaría a los hangares.
-¿Estás bien?. -Preguntó Melissa en cuanto este estuvo arriba. -Perfectamente. -Respondió Álam mientras volvía a colocar la rejilla en su sitio para evitar que los descubriesen de nuevo. -Tranquila, no ha sido nada.
-Lo siento, si me hubiese dado más prisa no habrías tenido que hacer eso. -Al oír esto, Álam la miró sonriendo y, al ver la expresión de preocupación que había en su rostro, cogió de nuevo su mano para tranquilizarla mientras continuaban adelante. -No te preocupes, has hecho lo que has podido. Ahora vamos, será mejor que nos demos prisa y lleguemos al Hangar antes de que se den cuenta de que estamos aquí.
En respuesta a estas palabras, Melissa sonrió de nuevo y los dos se pusieron en marcha una vez más avanzando lo más deprisa que la estrechez de aquel túnel les permitía hacia el hangar número 4 de la fortaleza. Hacia el lugar desde el que, con un poco de suerte, ambos podrían alcanzar al fin su libertad.


Álam examinó cuidadosamente la pesada puerta de metal que bloqueaba la salida del túnel. Por desgracia para ambos, Mariana parecía haberse olvidado de darles también una llave para la cerradura electrónica de aquella puerta y ahora los dos se encontraban atrapados en el túnel.
Volver atrás era imposible tras lo sucedido en el corredor inferior y por más que buscaba no encontraba ninguna forma de abrir aquella maldita puerta. Por un momento pensó en la posibilidad de usar su espada para cortar la cerradura y abrirla por la fuerza, pero tras examinar más detenidamente la puerta había descubierto un pequeño foto-sensor junto a la cerradura y desechó la idea.
Era evidente que el ingeniero responsable de la construcción de aquel túnel también había pensado en esa posibilidad y cualquier intento de acercar siquiera un arma de plasma a la puerta activaría la alarma y los descubriría.
-¡Maldita sea!. -Cansado de repasar una y otra vez la superficie de la puerta buscando alguna solución, Álam pareció darse al fin por vencido y se apartó de ella. -No hay forma. La puerta es muy sólida y no tenemos la llave. Tendremos que volver por donde hemos venido y esperar que todo se haya calmado ya en el pasillo de abajo.
-¿No podemos forzarla?. -Preguntó Melissa no demasiado convencida con la idea de volver. -Imposible. -Respondió Álam al tiempo que sacudía negativamente la cabeza. -Es una puerta de acero, no cedería por mucho que la empujase. Y no puedo usar la espada para cortar la cerradura o saltaría la alarma.
-¿Y si probase yo?. -Insistió Melissa mientras se acercaba a la puerta y dirigía su atención hacia la cerradura. -A lo mejor yo sí puedo abrirla.
-¿Tú?.
Álam no pudo evitar sonreír ligeramente al oír esto. Él mismo había probado ya a empujar aquella puerta con todas sus fuerzas y la cerradura no se había movido ni un milímetro, así que le resultaba difícil creer que una muchacha tan delicada como Melissa pudiese conseguir algo más. Sin embargo, esta parecía dispuesta a intentarlo y Álam no encontró ninguna razón por la que impedirselo.
-Cómo quieras. -Aceptó Álam aunque mirándola con cierto escepticismo. -Pero no creo que consigas nada.
-¿Tú crees?. -Respondió ella sonriendo burlonamente al tiempo que se acercaba a la puerta y apoyaba su hombro en la puerta para empujarla. -Creo que se te olvida algo.
Tras decir esto, Melissa plantó con fuerza los pies en el suelo del corredor, apoyó una de sus manos en la pared para tener un punto de apoyo y empujó la puerta con todas sus fuerzas. Al instante, y para sorpresa de Álam, la cerradura comenzó a ceder lentamente hasta que, con un fuerte chasquido, esta se partió al fin por completo permitiendo que Melissa abriese la puerta.
-¿Lo ves?. No era tan difícil. -Sonrió Melissa visiblemente satisfecha tanto por haber logrado abrirla como por la cara de sorpresa con que la miraba Álam. -Al menos no para alguien como yo.
-Eso parece. -Respondió Álam mientras se acercaba a la puerta y miraba con incredulidad el pestillo de acero de la cerradura que Melissa acababa de partir por la mitad. - Y tengo que admitir que me sorprende, dudo que incluso un BlackHawk hubiese podido hacer algo así.
-Nathaniel es mucho más fuerte que cualquiera de los BlackHawk. -Aclaró Melissa hablando en un tono bastante serio que hizo que Álam se girase inmediatamente hacia ella. -Y yo soy hija suya... ¿Recuerdas?.
-Lo sé perfectamente. Pero no es algo que me preocupe precisamente. -Se apresuró a decir Álam al ver la expresión seria que había en el rostro de Melissa. -Aunque de ahora en adelante procuraré no olvidar que eres más fuerte que yo.
Tal y como Álam esperaba, al oír esto y ver la sonrisa con que él la miraba, la preocupación desapareció casi por completo del rostro de Melissa y esta sonrió ligeramente mientras cogía una vez más la mano de Álam para seguir adelante.
Solucionado esto, Álam se asomó con cuidado para comprobar si había algún guardia cerca que pudiese haber oído el sonido de la cerradura al romperse y, una vez seguro, tiró de su mano para que lo siguiese.
Nada más salir del túnel, los dos comprobaron con cierta sorpresa que se encontraban en un estrecho andamio de metal suspendido a unos seis metros del suelo del hangar y se acercaron a la delgada barandilla de metal que lo rodeaba para planear lo que harían a continuación.
Lo primero que buscó Álam fue una forma de bajar de allí, lo que no le llevaría demasiado tiempo ya que aquel andamio comunicaba tanto con el suelo del hangar como con el nivel superior del mismo mediante sendas escaleras de metal ancladas a la pared.
Con esto ya claro, Álam dirigió su atención hacia el suelo del Hangar y buscó entre la multitud de naves de carga y demás vehículos que se amontonaban en su interior algo que pudiese servirles para huir. Necesitaba una nave pequeña, difícil de detectar y lo suficientemente rápida como para que no pudiesen alcanzarlos fácilmente.... ¡Y la encontró!.
Al mirar hacia la esquina noroeste del hangar, Álam pudo ver un pequeño aerodeslizador negro con la garra roja que simbolizaba el ejército de los Vampiros grabada en la parte frontal y dos pequeños cañones asomando bajo los estabilizadores laterales.
-¿Un patrullero?. -Se preguntó Álam nada más verlo mientras rastreaba el resto del hangar con la mirada. -Es extraño. Este hangar parece usarse más para carga y descarga que para labores militares. Además, ni siquiera hay guardias vigilandolo. ¿Qué hace aquí esa nave?.
-Seguro que ha sido cosa de Mariana. -Respondió Melissa sonriendo al tiempo que sacaba de debajo de su ropa la pequeña tarjeta que le había dado la reina y se la mostraba a Álam. -¡Mira!. Antes de irnos me dio la llave de una nave. Seguro que es esa y que fue ella quien la mandó traer aquí.
-Es posible. -Dijo Álam con la mirada fija en la tarjeta que sostenía Melissa. -Después de lo que he visto la verdad es que ya me espero cualquier cosa de Mariana. No sé cuales serán esos planes de los que ha hablado, pero parece tenerlo todo mucho mejor planeado de lo que esperaba.
Dicho esto, Álam se alejó del borde del andamio y se dirigió hacia las escaleras que bajaban hacia el suelo. Una vez allí, y para sorpresa de Melissa, este se quedó mirándola un segundo y, tras echar un rápido vistazo a su falda pareció recordar algo y dejó que ella bajase primero.
En cuanto ella estuvo ya en el suelo, Álam bajó rápidamente dando un par de saltos sobre los peldaños de la escalera y se detuvo de nuevo junto a Melissa. Sin embargo, nada más llegar junto a ella, en lugar de dirigirse inmediatamente hacia el deslizador como esta había esperado, Álam se quedó completamente inmóvil y movió lentamente la cabeza a ambos lados cómo si buscase algo.
-¿Ocurre algo?. -Preguntó Melissa un tanto preocupada por la expresión seria con que Álam miraba a su alrededor. -Espero que no. -Respondió él mientras continuaba examinando los alrededores. -Pero esto no me gusta. No se ve a nadie trabajando en el hangar y tampoco a ningún guardia, está todo demasiado tranquilo.
-Puede que Mariana se haya ocupado también de eso. -Sugirió Melissa. -Algunos de los guardias la obedecen a ella y no a mi padre.
-Es posible. -Nada convencido por las palabras de Melissa, Álam desenvainó de nuevo su espada y dirigió su mirada hacia el lugar en que se encontraba el deslizador. -Pero será mejor que vallamos con cuidado. Manténte unos metros por detrás de mí y si ves o oyes algo dímelo enseguida ¿De acuerdo?.
Aunque en su opinión aquello era excesivo y Álam se estaba preocupando demasiado, Melissa asintió con la cabeza y decidió hacerle caso. Sin hacer el menor ruido, los dos avanzaron entre las distintas naves que se agrupaban en el hangar acercándose cada vez más al lugar en el que se encontraba el deslizador y ninguno de los dos vio ni oyó nada sospechoso.
Sin embargo, cuando ambos se encontraban ya a apenas cien metros de la nave y pasaban junto al último de los cargueros estacionados en el hangar, el brillante haz de luz azul de una espada salió de golpe de detrás del morro de la nave justo en el instante en que Álam pasaba frente a esta y un intenso destello azulado iluminó de pronto el hangar.

-¡No está mal!. -Dijo sonriendo el vampiro al que pertenecía aquella espada al ver la velocidad con que Álam había detenido el golpe con su propia arma. -Eres mejor de lo que esperaba.
-¡Cobarde!. -Respondió Álam con desprecio al ver en sus hombros dos brillantes halcones dorados mientras empujaba con fuerza la espada del vampiro. -Creía que los BlackHawk teníais al menos un mínimo de honor, pero veo que ni siquiera tenéis el valor suficiente como para enfrentaros cara a cara a un humano.
-¿Un BlackHawk?. -Repitió el vampiro riendose ligeramente al tiempo que daba un rápido salto hacia atrás. -No te equivoques. Yo no tengo nada que ver con esos imbéciles.
Esta respuesta sorprendió a Álam que se mantuvo en guardia y observó con curiosidad al vampiro intentando comprender el significado de aquello. Tenía el pelo corto, tan negro como el suyo y sus ojos brillaban con la misma intensidad que los demás vampiros. Pero no llevaba armadura, lo que hacía difícil que se tratase de uno de los guardias del palacio. Y los dos halcones dorados que brillaban en sus hombros sujetando la larga capa negra y roja que ondulaba suavemente a su espalda hacían pensar que sí se trataba de un BlackHawk.
Pero, por otro lado, su comportamiento no encajaba en absoluto con el de estos y, además, se había tomado con demasiada calma la presencia allí de Melissa. Ni siquiera se había sorprendido al verla, cómo si ya esperase verla allí y supiese que no era realmente su prisionera.
-¿Quién demonios eres y que estás haciendo aquí entonces?. -Preguntó Álam al tiempo que movía su espada a un lado y se preparaba para atacar. -Me llamó Gústav. -Respondió el vampiro todavía sin dejar de sonreír. -Y si estoy aquí es por qué tienes algo que me pertenece. ¡Y pienso recuperarlo!.
Nada más decir esto, y antes incluso de que Álam pudiese decir nada más, el vampiro saltó de nuevo hacia adelante y trató de golpear a Álam con su espada. Pero una vez más este fue más rápido de lo que él había esperado y, tras detener el golpe con un rápido movimiento de su espada, contraatacó dando un rápido corte horizontal hacia el vampiro que retrocedió inmediatamente esquivando la hoja del arma por apenas milímetros.
Pero Álam no había terminado. Antes de que este pudiese recuperar por completo la estabilidad, dio un rápido salto hacia él descargando una fuerte estocada vertical hacia su cabeza que el vampiro desvió con dificultad interponiendo su espada en el camino del arma de Álam.
-¿De qué demonios estás hablando?. -Preguntó Álam mientras empujaba con fuerza su espada hacia abajo intentado doblegar la guardia del vampiro. -¿No te lo ha dicho?. -Respondió este sonriendo de nuevo al tiempo que daba un fuerte empujón para obligar a Álam a separarse de él. -Elisabeth es mi prometida. ¡Y no pienso dejar que te la lleves así como así!.
-¿Qué?. -Visiblemente sorprendido al oír esto, Álam bajó un segundo la guardia y dirigió su mirada hacia Melissa. -¿Es eso cierto?.
-¡Claro que lo és!. Creí que te lo habría dicho. -Respondió el vampiro al tiempo que daba una estocada recta hacia el pecho de Álam aprovechando la ligera distracción de este. -¡¡No es cierto!!. -Gritó inmediatamente Melissa al ver la duda en los ojos de Álam que había esquivado con dificultad el último ataque del vampiro y ahora parecía más pendiente de ella que de la lucha.
-Es cierto que estábamos prometidos, pero eso no significa nada. -Trató de explicar Melissa casi con lágrimas en los ojos mientras veía como Álam continuaba retrocediendo frente a los golpes del vampiro. -Es uno de los generales del ejército del Norte y mi padre iba a obligarme a casarme con él como premio por sus victorias en la frontera. ¡¡Pero yo le odio!!.
-No hace falta que me des más explicaciones. -Respondió Álam al tiempo que bloqueaba un nuevo golpe de Gústav y daba una fuerte patada hacia su estómago que lo cogió completamente por sorpresa obligándolo a dar un par de pasos atrás para no perder el equilibrio. -Comprendo perfectamente lo que dices. No te preocupes.
-Me da igual que te importe o no. -Dijo el vampiro mientras se ponía rápidamente en guardia de nuevo y se preparaba para detener un nuevo ataque de Álam. -Elisabeth me pertenece, no dejaré que te la lleves así como así.
Justo en el momento en que decía esto, Gústav dio un rápida estocada hacia el pecho de Álam que se acercaba corriendo hacia él tratando así de detenerle. Sin embargo, este esquivó el golpe con una facilidad asombrosa dando un rápido salto por encima del propio Gústav al tiempo que trazaba un arco con su espada hacia la cabeza del vampiro.
Pero este también era rápido. Antes de que pudiese alcanzarle, Gústav bloqueó la espada de Álam con la suya y se giró rápidamente hacia él tratando de golpearle antes de que tocase el suelo. La espada de Gústav pasó a unos milímetros de su hombro derecho y llegó a rasgarle la camisa abriendo una pequeña herida en su piel, pero la rapidez y agilidad de Álam impidieron que este pudiese completar el golpe y acabase con él.
Antes de que la espada del vampiro alcanzase su cuello, Álam saltó de nuevo hacia atrás dando un rápido giro en el aire y aterrizó sobre uno de los laterales del carguero tras el cual se había escondido Gústav.
Al ver esto, y comprendiendo que en esa posición se encontraba en inferioridad, el vampiro corrió hacia la nave más próxima y saltó también sobre ella colocándose a la misma altura que Álam.
Dados los escasos tres metros que separaban una nave de la otra, los dos permanecieron sin moverse durante unos segundos, mirándose fijamente en espera de que uno de los dos hiciese un movimiento. Hasta que, al fin, ambos se decidieron a seguir el combate.
Exactamente al mismo tiempo, Álam y el vampiro saltaron el uno hacia el otro y sus espadas centellearon al cruzarse en el aire mientras los dos caían de nuevo sobre la nave en que antes se encontraba su adversario y los campos de gravitación de estas cedían unos centímetros antes de compensar el brusco cambio de peso.
-Has fallado. -Dijo Gústav sonriendo mientras se preparaba para atacar de nuevo. -Es curioso, creía que los Hunters eráis mejores guerreros.
-Y lo somos. -Respondió Álam al tiempo que señalaba con su espada hacia el suelo, justo entre las dos naves. -¿Qué...?.
Al ver esto, Gústav dirigió su mirada hacia donde señalaba Álam y sus ojos se abrieron de golpe al ver allí, tirada sobre el suelo del hangar, la capa de su traje. Sorprendido, y furioso por esto, Gústav sujetó con fuerza la empuñadura y miró con rabia a Álam.
-¡¡Pagarás por eso!!.
Justo en el momento en que Gústav decía esto, los dos saltaron de nuevo y se encontraron una vez más en el aire. Sin embargo, en esta ocasión las cosas no resultarían tan bien para Álam
Aunque consiguió detener sin problemas el golpe de la espada de Gústav, este consiguió golpearle con su puño dandole un fuerte golpe en el costado y Álam calló bruscamente al suelo quedando completamente a merced del vampiro.
Satisfecho por el resultado de su ataque, Gústav se acercó lentamente a Álam y le propinó una fuerte patada en el estómago que hizo brotar sangre de su boca. Hecho esto, lo cogió por el cuello con una mano asegurándose de que este había soltado su espada y lo sostuvo en el aire frente a él apretando con fuerza su mano pero sin llegar a estrangularlo.
-Como ves, no sois tan fuertes como creéis. -Dijo Gústav al tiempo que lo golpeaba de nuevo con su puño haciendo que este escupiese sangre de nuevo. -Ahora dime. ¿Tienes algo que decir antes de que acabe de una vez con tu miserable vida?.
-Solo... una... cosa. -Consiguió decir Álam respirando con dificultad mientras miraba fijamente por encima del hombro del vampiro. -Melissa no es un.... objeto. No le... pertenece a... nadie.
-Valiente estupidez.
Dicho esto, Gústav levantó su espada y se dispuso a darle el golpe de gracia. Sin embargo, en ese instante pudo ver como Álam sonreía ligeramente y, al darse cuenta de a donde estaba mirando este, giró rápidamente la cabeza hacia allí.
Pero ya era tarde. Lo único que pudo ver fue como una barra de metal impactaba violentamente contra su cara y lo enviaba volando varios metros a través del hangar hasta que una de las paredes detuvo su avance y su cuerpo calló de nuevo al suelo completamente inconsciente.

-¡Álam!... ¿Estás bien?. -Tras librarse de Gústav, Melissa soltó inmediatamente la barra de acero que había usado para golpearlo y se arrodilló al lado de Álam que continuaba tratando de recobrar el aliento. -S..sí, no te preocupes.... -Respondió él con dificultad mientras ella lo ayudaba a levantarse. -Y.. gracias. Siento que hayas tenido que hacer eso.
-No me importa. -Se apresuró a decir Melissa. -Álam, lo que te dije era cierto. Por favor, tienes que creerme, fue mi padre quien nos prometió, yo no quería tener nada que ver con él.
-Melissa, no hace falta que me des más explicaciones. -Respondió Álam que parecía empezar a sentirse mejor y ya podía sostenerse por sí solo. -No me importa lo que haya pasado entre vosotros, lo que me importa es que ahora estás aquí, conmigo. Y no dejaré que nadie te aparte de mí por la fuerza.
-¡Pero no pasó nada!. -Replicó Melissa que no parecía en absoluto satisfecha con la respuesta de Álam. -Yo nunca había sentido esto por nadie y antes, cuando estábamos en la celda y tu.... -Mientras decía esto, Melissa miró fijamente a Álam y este pudo ver como sus ojos temblaban ligeramente. -Aquel fue mi primer beso.
-Lo siento. -Dijo Álam con suavidad al ver la forma en que ella lo miraba. -No pretendía que pensaras que dudaba de ti. Te aseguro que no he pensado eso ni por un solo segundo.
Al oír esto, la tristeza que había en los ojos de Melissa pareció desaparecer de golpe y esta volvió a sonreír de nuevo. Sin embargo, esta sonrisa desapareció casi al instante y fue substituida por una terrible expresión de preocupación que hizo que Álam se girase inmediatamente hacia donde ella estaba mirando.

Y entonces comprendió lo que sucedía. Nada más darse la vuelta, Álam pudo ver como la puerta del hangar terminaba de abrirse y varios guardias entraban a toda prisa con las espadas listas para atacar. Su combata contra Gústav debía haber activado algún tipo de alarma y, ahora que sabían donde estaban, la mayoría de los guardias del palacio no tardarían en reunirse allí.
-¡Maldición!. -Sin perder un solo segundo, Álam recogió su espada del suelo y se giró hacia Melissa. -¡Corre!. Ve hacia el aerodeslizador y usa la llave de Marina para ponerlo en marcha, yo trataré de entretenerlos de alguna forma.
-Pero.... -trató de decir Melissa más preocupada por él que por llegar hasta la nave. -¡Hazlo!. -Insistió Álam mientras se daba la vuelta de nuevo. -No tenemos mucho tiempo.
Aunque todavía con dudas, Melissa decidió hacer caso a Álam y salió corriendo en dirección al aerodeslizador. Mientras tanto, Álam observó inmóvil como los guardias se acercaban cada vez más y más a él y buscó con la mirada algo que pudiese ayudarle hasta que, de pronto, reparó en uno de los grandes depósitos de combustible del hangar.
Sin embargo, antes de que pudiese hacer nada, vio como dos de los guardias lanzaba un par de cuchillos de plasma hacia él y apenas tuvo tiempo de moverse antes de que estos lo alcanzasen. Por fortuna, uno de ellos falló su objetivo y pasó silbando a su lado mientras el segundo chocaba contra la hoja de su espada y caía al suelo frente a sus pies.
Pero entonces, justo cuando creía que ya había pasado el peligro, oyó algo que lo dejó petrificado. Un grito, un grito de dolor a su espalda que hizo que Álam se girase como un rayo hacia donde estaba Melissa justo a tiempo para ver como esta caía al suelo con un cuchillo clavado en su costado.
-¡¡MELISSA!!.
En aquel instante, al verla allí, tumbada en el suelo con la resplandeciente hoja azul del cuchillo centelleando en su costado y su sangre extendiendose sobre el suelo de metal del hangar, Álam notó como una furia y una rabia terribles invadían su cuerpo y como un agudo dolor aparecía de pronto en su cabeza al tiempo que se giraba de golpe hacia los guardias que seguían avanzando hacia él.
Sin siquiera pensarlo, Álam cogió la empuñadura de la espada que había robado al salir de la celda, la activó y la lanzó con todas sus fuerzas hacia los guardias mientras veía como su colgante empezaba a flotar ligeramente sobre su pecho y en su superficie aparecía una pequeña grieta.
La espada voló hacia su objetivo, atravesó a una velocidad terrible los más de trescientos metros que separaban a Álam del primer depósito de combustible y se hundió con tal violencia en la superficie metálica de este que incluso la empuñadura lo atravesó por completo.
Al instante, la hoja de la espada incendió el combustible, el depósito estalló violentamente provocando asimismo la explosión de varias naves cercanas y una nube de fuego y humo cubrió a los guardias convirtiendo la mitad sur del hangar en un verdadero infierno en el que Álam pudo ver como algunos de los vampiros se retorcían de dolor mientras otros con más suerte se levantaban tras haber sido derribados por la explosión.
Y en ese instante, justo cuando la rabia que había en su corazón se hacía más y más intensa y sentía con más fuerza la tentación de abandonarse a aquella furia, Álam recordó algo de pronto y su mente se calmó de nuevo conforme la preocupación por el estado de Melissa eclipasaba cualquier otro sentimiento, incluso aquella terrible furia. El dolor desapareció de tan deprisa como había aparecido y su colgante volvió a reposar una vez más sobre su pecho mientras él corría hacia donde estaba Melissa.
Una vez a su lado, la cogió suavemente en brazos y, tras desactivar el cuchillo y tirarlo a un lado, se puso en pie de nuevo para llevarla al deslizador. Estaba inconsciente y la herida era muy grave, probablemente mortal para un humano. Pero ella no lo era, Melissa seguía con vida todavía y eso bastaba para que Álam olvidase por completo aquella rabia que sentía en el pecho y se concentrase en lo que realmente importaba: en salvar a la joven que llevaba ahora en sus brazos.
Tan rápido como sus piernas le permitían, Álam corrió hacia la nave, cogió la tarjeta que Melissa aferraba todavía en una de sus manos y, tras abrir la cabina, la dejó suavemente sobre uno de los asientos. Hecho esto, saltó al asiendo del piloto, introdujo de nuevo la tarjeta en la ranura de control y activó de un golpe el motor principal del patrullero.
Al instante, los motores de la nave cobraron vida y esta se elevó unos metros tambaleandose ligeramente mientras los estabilizadores laterales se ponían lentamente en funcionamiento. Yen ese instante, justo cuando el deslizador se levantó por encima de las demás naves y Álam pudo ver todo el hangar y a las decenas de guardias que se habían reunido ya allí, este activó el sistema de armamento de la nave, quitó los seguros que protegían los pulsadores de ambos cañones y los presionó con todas sus fuerzas.
Con un zumbido, los dos cañones gemelos de la nave empezaron a girar a una velocidad vertiginosa rociando con ráfagas de luz mortal todo el hangar mientras Álam maniobraba el aerodeslizador para cubrir toda la superficie del mismo. Sabía que aquello no los mataría, pero al menos los haría sufrir tanto como pudiese.
Muchos de los rayos fallaron su objetivo y se estrellaron contra las paredes, otros destrozaron las pocas naves que todavía quedaban intactas en el hangar provocando nuevas explosiones, pero algunos si dieron en el blanco atravesando las armaduras, amputando brazos y piernas y destrozando literalmente los cuerpos de los guardias que tenían la desgracia de encontrarse en su camino.
Y al fin, cuando ya no quedaba nada en el hangar salvo un amasijo de hierros retorcidos y humeantes entre los que podían verse aquí y allá los cuerpos agonizantes de los vampiros, Álam dio la vuelta a la nave, abrió un gran agujero en la compuerta exterior del hangar usando los cañones del patrullero y salió al fin de la fortaleza.

Pero su huida aún non había terminado. Nada más salir, los cañones de la fortaleza apuntaron inmediatamente al deslizador y Álam maniobró como pudo el aparato esquivando los potentes haces de energía de la fortaleza que abrían profundas zanjas y hoyos a su alrededor hasta que, al fin, salió de su alcance y pudo relajarse un poco.
Tan solo le quedaba salir del valle, pero sabía que no podía hacerlo por encima de las montañas si no quería que lo derribasen desde una de las fortalezas menores. Así que solo le quedaba una salida.
Sin dudarlo ni un segundo, Álam puso rumbo a la grieta entre las montañas por la que había llegado y aceleró al máximo el deslizador alejándose aún más de la fortaleza y de las naves que acababan de despegar desde esta para intentar alcanzarle.
En cuestión de segundos, la nave alcanzó la base de las montañas y Álam la guió hacia la abertura esquivando apenas por milímetros las rocas que lo rodeaban y obligando al deslizador a volar formando un ángulo de casi noventa grados con el suelo.
Pero había olvidado algo. Justo cuando estaba a punto de alcanzar la salida y podía ver ya el gran bosque que se extendía al otro lado de las montañas, Álam vio como la torre de vigilancia aparecía frente a él y tiró con todas sus fuerzas de los mandos de la nave para obligarla a ascender.
Los motores rugieron en protesta por el esfuerzo, el casco del deslizador crujió ante la presión a la que estaba siendo sometido y la nave ascendió lo justo para evitar que el afilado extremo de la torre alcanzase la cabina. Pero no lo suficiente como para esquivarla por completo.
Pese a su esfuerzo, Álam no pudo evitar que uno de los estabilizadores chocase contra la torre y el golpe lo arrancó por completo del resto de la nave. Sin una de sus alas para mantenerlo recto, el deslizador se volvió completamente inestable y Álam no pudo controlarlo por más tiempo. Tan solo tuvo tiempo de soltar los mandos y saltar al asiento donde se encontraba Melissa y abrazarla para protegerla con su propio cuerpo mientras la nave se precipitaba violentamente hacia el bosque y se hundía entre los árboles desapareciendo por completo bajo la espesura.



Cuando Mariana entró en la habitación Álfred estaba ya allí. Nathaniel estaba furioso tras el desastre del hangar y, por lo que parecía, en esta ocasión no las pagaría solo con ella. Álfred era el encargado de la seguridad personal de la princesa y, aunque Nathaniel lo hubiese asignado a ese puesto solo para mantener a Melissa mejor controlada, no estaba dispuesto a permitir aquella clase de fallos.
-Señor, no hay escusa para mi negligencia al proteger a la princesa y no pido su perdón. -Dijo Álfred visiblemente avergonzado por lo sucedido. -Aceptaré cualquier castigo por esta grave falta. Pero le ruego que me permita ir en su busca. Le aseguro que traeré a la princesa y a ese bastardo que la ha secuestrado de vuelta.
-No irás a ninguna parte. -Respondió secamente Nathaniel mientras le daba la espalda a Álfred y dirigía su atención hacia una de las ventanas de la habitación desde la que podía verse partir una pequeña nube de naves de patrulla. -Ya he enviado a suficientes de mis guardias en su búsqueda. Si no los encuentran, mañana podrás partir en su búsqueda si es lo que deseas, pero todo lo que le suceda hoy a mi hija será únicamente responsabilidad tuya. Ese será tu castigo.
-Pero señor, y si ese humano le hace algo. No puedo... -Trató de replicar Álfred. -¡Harás lo que te he dicho!. -Ordenó Nathaniel bruscamente. -Ahora retirate, tengo asuntos que tratar con mi reina.
-Cómo deseéis, mi señor.
Dicho esto, Álfred dio media vuelta y Mariana lo siguió con la mirada mientras este salía de la habitación. Parecía que Álfred se preocupaba más por Melissa que por el propio Nathaniel, y eso era algo que el propio rey de los vampiros sabía muy bien. De ahí aquel extraño castigo. Pero ella también podría aprovecharse de eso, aunque eso tendría que ser más tarde, ahora tenía otros asuntos que atender.
-Me has mandado llamar. -Preguntó Mariana en un tono orgulloso que no se parecía en nada al sumiso tono que Álfred había usado para hablar con el rey. -Sí. -Respondió él secamente mientras se daba la vuelta y la miraba. -Quería preguntarte si sabías cómo ha podido escapar ese cazador del palacio.
-¿Cómo voy a saberlo?. -Preguntó irónicamente mientras daba unos pasos hacia él balanceando suavemente sus caderas y haciendo que su falda desapareciese entre sus piernas a cada paso que daba dejándolas totalmente al descubierto. -Eso deberías preguntárselo a tus guardias, no a mí.
-Ya lo he hecho. -Dijo Nathaniel sonriendo maliciosamente. -Y por lo que me han dicho parece casi como si alguien le hubiese ayudado a huir desde dentro.
-Valiente escusa. -Mientras decía esto, Mariana llegó frente a su marido y ladeó la cabeza haciendo que parte de su espesa melena negra le cubriese la cara mientras hablaba. -Tus guardias te tienen miedo, por eso inventan escusas como esa para justificar sus fallos.
-¿Escusas dices?. -Justo en el instante en que pronunciaba estas palabras, Nathaniel sonrió ligeramente, levantó una de sus manos y golpeó violentamente a Mariana dandole una fuerte bofetada que la hizo perder el equilibrio y caer al suelo. -¡¡No te atrevas a mentirme otra vez!!. ¿Crees que no sé lo que tramas?. Pero no olvides que no eres más que la reina y que esos trucos que usas para seducir a los demás no te servirán conmigo.
Mariana no dijo nada. Tan solo se llevó la mano a la cara a causa del dolor del golpe y se limpió la sangre que acababa de brotar de uno de sus labios. A decir verdad ya había esperado que Nathaniel sospechase algo, pero nunca había supuesto que llegaría a golpearla. Pero eso no hacía más que confirmar sus sospechas y afianzar su confianza en su plan. Si solo una posibilidad remota como aquella podía hacer que se alterase de esa forma, estaba claro que su plan podría llegar a dar éxito. Y esto hizo que, cuando al fin Nathaniel se marchó y la dejó sola de nuevo, Mariana sonriese ligeramente aún a pesar del dolor que sentía en su mejilla.
Sin embargo, apenas unos segundos después de que este se fuese otra de las puertas de la habitación se abrió de golpe y Álfred entró de nuevo por ella. Había vuelto para intentar convencer al rey de que cambiase de opinión, pero lo que encontró fue algo muy distinto.
Mariana seguía tendida en el suelo, con la falda del vestido completamente abierta de forma que no llegaba a ocultar el hecho de que ella no llevase nada debajo de esta. Además de esto, la violencia del golpe había hecho que el escote de su vestido se desplazase hacia un lado y la tenue aureola rosada de uno de sus pechos era perfectamente visible junto al borde malva de la tela del vestido. Lo que hizo que Álfred bajase inmediatamente la cabeza para no mirarla.
-¡Álfred!. -Sorprendida, pero a la vez satisfecha con su aparición, Mariana se puso lentamente en pie, se arregló el vestido y comenzó a acercarse a él. -¿Qué haces aquí?.
-Necesito hablar con el rey. Pero por lo que veo ya se ha ido. -Respondió Álfred visiblemente nervioso al tiempo que se daba la vuelta para tratar de irse. -Ahora, si me disculpáis...
-Espera. -Ordenó Mariana con voz suave y a la vez autoritaria. -Antes de que te vallas quería proponerte un pequeño trabajo que tengo en mente para ti.
-Estoy enteramente a vuestro servicio majestad. -Dijo Álfred sin darse todavía la vuelta. -Cuento con eso. -Afirmó ella ahora ya justo a su espalda. -Verás, quiero que cumplas las órdenes de Nathaniel y partas mañana en busca de Melissa y de Álam, pero con un pequeño cambio en tus planes.
-Lo siento Lady Mariana, pero no puedo hacer eso. Debo cumplir las órdenes del rey. -Se apresuró a decir Álfred mientras notaba como las manos de Mariana se deslizaban por su espalda en dirección a su cuello. -Lo sé. -Mientras decía esto, los ojos de Mariana centellearon de pronto y sus colmillos asomaron entres sus carnosos y seductores labios carmesí. -Pero pienso ocuparme de ese pequeño detalle ahora mismo.

Mientras tanto, lejos de la fortaleza, al otro lado de las montañas, los aerodeslizadores de los vampiros patrullaban el bosque desde arriba y varios de ellos habían bajado ya al suelo en busca de Álam y Melissa. Pero no encontraron nada, los restos del patrullero en que estos habían huido estaban completamente vacíos y no les quedaba más remedio que empezar a buscarlos entre la espesura del bosque. Pero esa no era una tarea fácil.
Álam llevaba varios minutos corriendo sin descanso por el bosque con Melissa todavía inconsciente en sus brazos y se había alejado ya mucho de ellos. Por fortuna, los árboles habían amortiguado el choque y ambos habían salido prácticamente ilesos del accidente del aerodeslizador.
Tan solo Álam había sufrido un pequeño corte en un brazo y había recibido un golpe en la espalda al intentar proteger a Melissa durante la caída, pero no había sido nada grave. Al menos no tanto como la herida de Melissa.
La sangre seguía manando a borbotones de la herida y el costado de su vestido, antes completamente blanco, era ya una gran mancha rojiza. Álam podía incluso sentir la calidez de su sangre deslizandose sobre la mano que rodeaba su pecho mientras la abrazaba sosteniendo su pequeño y frágil cuerpo contra su pecho. Y esto lo hacía correr cada vez más y más deprisa.
Ya no era el temor a que las patrullas enviadas desde la fortaleza o los aerodeslizadores que sobrevolaban el bosque lo encontrasen lo que le impulsaba a avanzar, si no su creciente preocupación por el estado de Melissa y el deseo de encontrar un lugar en el que poder detenerse para intentar hacer algo más por ella.
Pero sabía que no podía hacerlo. Si se detenía los guardias acabarían por encontrarlo en poco tiempo y todo habría sido inútil. Necesitaba encontrar un escondite, un lugar oculto donde no pudiesen verle desde el aire, una.... ¡Una cueva!.
Mientras buscaba desesperadamente con la mirada un posible escondite, Álam divisó la entrada de una cueva a los pies de una pequeña colina a unos escasos cien metros de donde se encontraba y corrió rápidamente hacia allí. Era un lugar bastante visible y no demasiado oculto, pero confiaba en que los guardias no lo siguiesen hasta allí y, de todas formas, prefería arriesgarse a eso antes que permitir que Melissa muriese en sus brazos.

Tan deprisa como las escasas fuerzas que le quedaban le permitían, Álam recorrió aquellos cien metros y entró en la cueva sin siquiera preocuparse de comprobar si le habían seguido o no. Era una cueva pequeña, escavada en la roca madre de aquella colina y no mucho más grande que la celda en la que Álam había pasado los últimos cuatro días. Pero era su único refugio en aquel momento.
Con muchísimo cuidado, Álam depositó a Melissa sobre el suelo de la cueva y sostuvo suavemente su cabeza con uno de sus brazos mientras se arrancaba de un tirón una de las mangas de su camisa y la usaba a modo de venda para presionar sobre su herida intentando inútilmente detener la hemorragia.
No comprendía qué era lo que estaba sucediendo. Melissa era un vampiro, ¿Por qué entonces no se cerraba su herida?. Álam sabía que si seguía así no tardaría en morir. Había perdido ya mucha sangre, su cuerpo empezaba a enfriarse entre sus brazos y su piel había palidecido ligeramente. Pero... ¡Qué podía hacer él!.
Agotado, frustrado e incapaz de pensar en nada que pudiese servir para ayudarla, Álam no pudo hacer otra cosa más que abrazarla y la apretó suavemente contra su pecho rodeándola con sus brazos sin dejar en ningún momento de presionar sobre su herida mientras sentía como la vida abandonaba lentamente su frágil cuerpo sin que él pudiese hacer nada para salvarla.
Sin embargo, en ese instante, justo cuando ya estaba a punto de abandonar la esperanza, Álam notó como Melissa se revolvía débilmente entre sus brazos y se apresuró a mirarla de nuevo.
-¿Melissa?. -Suavemente, como si temiese hacerle daño con solo moverla, Álam la dejó de nuevo en el suelo y la miró esperando una respuesta. -A... Álam... -dijo ella con voz temblorosa y débil. -¿Qué... me pasa?. Me duele... me duele mucho...
-Shhhhhhhh. -La interrumpió Álam. -No hables por favor, guarda las fuerzas. Estás herida, por eso te duele el costado.
-¿Es muy... grave?. -Preguntó Melissa ignorando el consejo de Álam y mirándole ahora con una mezcla de miedo y dolor que hizo que este sintiese una aguda punzada en el corazón al mirarla y fuese incapaz de mentirle. -Sí. -Respondió él al tiempo que acariciaba su cara con la mano tratando de tranquilizarla. -Pero tranquila, te pondrás bien.
Pero Melissa no se tranquilizó. Al contrario, la mirada triste y preocupada de Álam y el tono de su voz hicieron que se diese cuenta de que su herida era más grave de lo que él le estaba diciendo y sus ojos se llenaron de pronto de lágrimas mientras levantaba con dificultad una mano y la posaba sobre la de Álam.
-Tengo... frío. Y casi no siento.... las piernas... -Sollozó tratando inútilmente de contener las lágrimas mientras intentaba cerrar su mano entorno a la de Álam. -¿Me estoy... muriendo... verdad?.
-No, claro que no. -Se apresuró a decir Álam que olvidó por completo la herida y cogió la mano de Melissa mientras deslizaba su otra mano entre las sedas de sus cabellos intentando inútilmente calmarla. -No quiero... morir. -Continuó ella estremeciendose entre sollozos mientras sus lágrimas se deslizaban lentamente por sus mejillas. -Álam tengo... miedo.
-No vas a morir. -Insistió Álam cuyo corazón se estremecía dentro de su pecho como respondiendo a los temblores que recorrían el débil cuerpo de Melissa. -Eres un vampiro, para ti esa herida no es nada. Te pondrás bien enseguida, ya lo verás.
-Eso no es... cierto. -Replicó Melissa cuya voz era apenas un susurro ahogado por los sollozos. -¿Qué?. -Preguntó Álam cuya preocupación aumentó todavía más al oír esto y notó al instante un terrible dolor en el pecho, cómo si alguien le hubiese clavado un puñal en el corazón. Pero ella no le respondió, tan solo cerró los ojos y trató inútilmente de acercarse más él. -Álam... a... abrázame... por favor.
Tal y como ella le pedía, Álam la cogió de nuevo en sus brazos con el mismo cuidado que hasta entonces y la abrazó una vez más estrechándola delicadamente entre sus brazos, casi como si temiese que se partiese si apretaba demasiado. Pero ella no pudo hacer lo mismo, sus brazos ya casi no le obedecían y Álam apenas podía notar el contacto de sus pequeñas manos sobre su espalda.
-Melissa, ¿Qué has querido decir con eso?. -Insistió Álam cuyo corazón se negaba a abandonar la esperanza de salvarla. -Yo... no soy como ellos. -Respondió ella con la cabeza apoyada en su pecho y los ojos todavía cerrados. -Lo que hace que un... vampiro pueda curarse así es la... sangre que necesitan tomar para mantenerse... con vida -Continuó. -Pero yo no la necesito, mi mitad humana me permite... alimentarme como cualquier humano corriente y por eso... nunca la he... tomado. Y sin ella mi cuerpo no se... curará.
-No, eso no puede ser. -Dijo inmediatamente Álam al tiempo que la separaba ligeramente de él para mirarla. -No puedes ser así, tiene que haber una solución.
-Por favor... no me sueltes. -susurró ella usando las pocas fuerzas que tenía para intentar volver a apoyar su cabeza sobre su pecho. -Tengo mucho... miedo. Por favor... no me dejes sola. No quiero... morir sola.
Álam no dijo nada. En aquel instante su mente era incapaz de encontrar ninguna palabra con la que aliviar el dolor y el miedo que podía ver en los ojos de Melissa y lo único que pudo hacer fue abrazarla como ella le pedía. Y mientras lo hacía, mientras sentía como su cuerpo se estremecía entre sus brazos y ella apoyaba su rostro en su pecho buscando el calor y el cariño que necesitaba en aquel instante, dos pequeñas lágrimas se formaron en el rostro de Álam y se deslizaron lentamente por sus mejillas.
-¿Por qué... por qué tiene que ser así?. -Preguntó tristemente Melissa sin siquiera moverse, hablando a la vez para Álam y para sí misma. -Yo solo quería estar.... contigo. Poder vivir en paz... a tu lado. ¿Por qué no... puedo?. ¿Por qué yo... no puedo... ser feliz?.
-¡Podrás!. -Respondió de pronto Álam al tiempo que la separaba de nuevo de él forzandola a soltarle y la miraba fijamente a los ojos. -No voy a dejar que te mueras. ¿Me oyes?. No te he sacado de allí para que mueras ahora en mis brazos. ¡No lo permitiré!.
-Lo sé. -Dijo ella conmovida por sus palabras al tiempo que intentaba levantar una mano para acariciar el rostro de Álam. -Y... aunque solo fuese durante un momento, fui... feliz pensando que podría estar contigo. Pero ahora ya no puedes hacer... nada más por mí.
-Si puedo. -Mientras decía esto, Álam cogió la pequeña y delicada mano de Melissa y la colocó junto a su mejilla tal y como ella pretendía. -Si lo único que necesitas para curarte es sangre... ¡Toma la mía!.
-Álam... no... no puedo hacer eso. -Se apresuró a responder Melissa que, lejos de animarse al oír esto, pareció sentir todavía más temor ante lo que Álam le estaba proponiendo. -He perdido demasiada... sangre. Necesitaría casi toda tu sangre para curarme y... si hago eso... te mataría.
-No me importa. -Afirmó Álam en cuyo rostro se dibujó una pequeña sonrisa al darse cuenta de que todavía podía hacer algo por salvarla. -Si mi vida es el precio que he de pagar para salvarte estoy dispuesto a hacerlo. Lo único que me importa eres tú Melissa, y no dejará que te mueras si yo puedo hacer algo para evitarlo.
-¡No!. -Negó Melissa de nuevo usando todas sus fuerzas para que su voz sonara lo más clara y rotunda posible. -No salvaré mi vida a costa de la de... nadie. Y menos de la tuya.
-No tienes elección. -Mientras decía esto, Álam soltó la mano de Melissa y recogió su espada del suelo mientras continuaba mirándola fijamente. Pero ahora lo que había en su mirada ya no era solo tristeza. Había algo más, algo que se ocultaba tras la oscuridad de sus ojos y que hizo que Melissa sintiese un escalofrío al mirarle. -Cuando vino a verme Mariana me dijo que si despreciaba así mi vida era por que no tenía ninguna razón por la que vivir, pero que tarde o temprano la encontraría. Y no se equivocaba. Tú eres esa razón Melissa, y no me importa sacrificar mi propia vida para salvarte por que si te perdiese mi vida volvería a no tener sentido. Y prefiero la muerte antes que volver a sentirme así.
-Álam que... ¿qué vas a hacer?. -Preguntó con temor Melissa al ver como este la soltaba por completo y acercaba la espada a una de sus muñecas. -Es la única solución. Si tú no quieres tomar mi sangre tendré que obligarte a hacerlo.
Dicho esto, Álam apagó el campo de plasma que cubría la espada y acercó todavía más el filo de la hoja a su muñeca. Sin embargo, antes de que pudiese siquiera mover la espada para dar el corte, Melissa movió rápidamente su mano usando las pocas fuerzas que le quedaban y la colocó sobre la mano de Álam para que se detuviese.
-Por favor, no lo hagas. -Rogó hablando de nuevo entre sollozos. -No me obligues a... hacer eso, por... favor. Prefiero morir antes que... hacerte algún daño.
-Lo siento, pero esta vez no puedo hacer lo que me pides. Pase lo que pase no dejaré que mueras aquí. -Dicho esto, Álam apartó la mano de Melissa de la suya y separó unos centímetros la espada de su muñeca -De ti depende elegir en que forma, pero la decisión ya está tomada.
-Está bien.... -Aceptó al fin Melissa cuyo rostro estaba ya completamente húmedo a causa del torrente de lágrimas que corría desde sus ojos. -Pero por favor... no hagas eso.
Satisfecho al haber conseguido que ella aceptase, Álam hizo lo que le pedía y soltó su espada. Hecho esto, la cogió de nuevo en sus brazos y la acercó a él hasta que sus rostros estuvieron el uno frente al otro.
Sin embargo, en el instante en que sus ojos se encontraron de nuevo con los suyos y notó una vez más el fascinante hechizo de aquellos preciosos ojos azules oscurecidos ahora por la profunda tristeza que la inundaba, Melissa puso sus manos sobre sus hombros para que se detuviese y pareció dudar un momento antes de decidirse a hablar.
-Álam espera, hay.... hay otra forma. -Titubeó Melissa que parecía haberse calmado un poco más ahora que él la sostenía por completo en sus brazos y estaba tan cerca de ella. -¿Otra forma?. -Repitió Álam visiblemente intrigado. -¿Cual?.
-Yo también soy una vampiresa como... Mariana. -Explicó Melissa en cuyos ojos había aparecido de pronto un pequeño brillo de esperanza. -Y si dejas que te muerda puedo... puedo transformarte en alguien como... yo. Así no morirías.
-¿Quieres decir que me convertiría en un vampiro?. -Preguntó Álam mirándola de una forma bastante seria que dejaba claro que aquello no le agradaba en absoluto. -¡No!. -Se apresuró a negar Melissa al tiempo que movía suavemente la cabeza a ambos lados haciendo que su larga melena dorada se deslizase entre las manos de Álam. -Serías como yo, solo una parte de ti sería... un vampiro.
Pese a la respuesta de Melissa, la mirada y la expresión de Álam no cambiaron en absoluto y este ni siquiera dijo nada. Lo que hizo que ella se apresurase a hablar de nuevo.
-Álam, sé lo mucho que odias a los vampiros y te comprendo, pero es la única forma. -Mientras decía esto, Melissa se acercó un poco más a Álam hasta que sus rostros estuvieron a apenas unos centímetros el uno del otro y su mirada se centró por completo en los profundos ojos negros de Álam. -Hoy cumplo la mayoría de edad como vampiresa y... ni siquiera sé si podré realmente hacerlo. Pero... por favor, al menos déjame intentarlo. No quiero que mueras, si tú te vas y me dejas sola otra vez no sabría que hacer. Prefiero morir antes que volver a estar sola y encerrada en ese maldito palacio.
-Yo tampoco quiero perderte. -Respondió al fin Álam. -No me importa si es como vampiro o como humano, si hay solo una posibilidad de que pueda seguir junto a ti... adelante. ¡Hazlo!.
Nada más oír esto, una pequeña sonrisa se dibujó al instante en los labios de Melissa que notó como la pequeña esperanza que había nacido en su corazón crecía de golpe haciendo que su mirada centellease una vez más como si sus ojos fuesen dos extraordinarios zafiros.
Lo que hizo que Álam sonriese igualmente al ver que al fin parte de aquel miedo y aquella terrible tristeza había desaparecido de su mirada. Pasase lo que pasase ahora sabía que ella se salvaría y, por encima de todo lo demás, eso era lo que realmente le importaba. Sin embargo, antes de decidirse a hacerlo Melissa se detuvo un segundo y miró con cierta preocupación a Álam.
- Es la primera vez que lo hago. -Dijo con voz titubeante. -Puede que te duela un poco al principio.
Para sorpresa de Melisa, Álam no solo no se preocupó al oír esto si no que se rió ligeramente sorprendiendo todavía más a Melissa que lo miró de una forma un tanto extraña.
-¿De qué te ríes?. -Preguntó ella totalmente desconcertada. -De lo que acabas de decir. -Respondió Álam tranquilamente. -Sabes, si todo sale bien, espero que algún día sea yo el que te diga a ti esas mismas palabras.
Lejos de aclarar las cosas, esta respuesta dejó a Melisa todavía más sorprendida que antes y continuó mirándole esperando una explicación mejor. Sin embargo, en lugar de decir nada más Álam apretó suavemente el brazo con que había rodeado su cintura para acercarla aún más a él y empujó con cuidado su cabeza con una mano hasta colocar su rostro junto a su cuello.
-No te preocupes, todo saldrá bien. -Dijo Álam hablando esta vez con un tono de voz amable y cariñoso para tranquilizarla. - Anda, hazlo de una vez, estás muy débil y será mejor que no pierdas más tiempo.
Aunque todavía sin comprender del todo el significado de aquellas palabras, Melissa decidió hacerle caso a Álam y no perder más tiempo. Lentamente, acercó sus labios a su cuello y Álam pudo sentir durante unos segundos la cálida caricia de su respiración sobre su piel mientras ella abría la boca y, por primera vez en su vida, sacaba sus colmillos.

Álam no notó prácticamente nada, apenas un pequeño pinchazo como el de una aguja y luego lo único que sintió fue como una extraña sensación de sueño empezaba a invadir todo su cuerpo conforme la sangre lo abandonaba. Pero esto no le preocupaba en absoluto ya que, mientras el se debilitaba más y más, podía sentir como Melissa comenzaba a recuperar poco a poco las fuerzas.
En cuestión de segundos su herida dejó al fin de sangrar, su piel recuperó el color normal y Álam pudo notar como su cuerpo se calentaba entre sus brazos mientras el suyo empezaba lentamente a enfriarse. Las fuerzas lo abandonaron hasta el punto de que apenas podía mantener ya los ojos abiertos ni seguir sosteniendola en sus brazos.
Pero ya no era necesario. Ahora Melissa se había recuperado casi por completo y era ella quién lo sostenía a él abrazándolo contra su pecho hasta que, al fin, terminó de tomar toda la sangre que necesitaba y se separó de nuevo de él.
-¿Ya has terminado?. -Preguntó Álam con voz débil y apenas audible mientras ella lo ayudaba a tumbarse y apoyaba su cabeza sobre sus rodillas. -No. -Respondió Melissa con la misma voz suave y dulce de siempre pero cargada ahora de una terrible tristeza al ver el estado en que se encontraba Álam. -Todavía tengo que hacer algo más.
-Si necesitas más sangre tómala... no te preocupes por mí. -Dijo Álam esforzandose por mantenerse despierto mientras miraba con preocupación a Melissa temiendo que todavía no estuviese curada del todo. -Ya me has dado más que suficiente. No te preocupes, yo estoy perfectamente. -Aclaró ella tratando de sonreír para no preocuparle y conteniendo con dificultad las lágrimas. -Ahora no es de mí de quien tengo que ocuparme.
Aunque no comprendía del todo lo que aquello significaba, Álam se sentía demasiado débil como para preguntar algo más y permaneció inmóvil, esforzándose por mantener los ojos abiertos para poder seguir mirándola. Pero, lejos de aclararle las cosas, lo que ella hizo a continuación lo dejaría todavía más desconcertado.
Para sorpresa de Álam, Melissa se llevó una mano a uno de sus labios y abrió en él una pequeña herida de la que brotó de inmediato un finísimo hilo de sangre. A continuación, y sin decir una sola palabra más, ella se inclinó hasta que sus rostros estuvieron de nuevo a punto de tocarse y él pudo ver en sus ojos una extraña mezcla de ternura y tristeza.
-¿Por qué has hecho... eso?. -Consiguió preguntar Álam cada vez más débil. -Lo necesitas. -Respondió suavemente ella mientras deslizaba sus delicados dedos entre los oscuros cabellos de Álam. -Para que vuelvas a despertarte siendo tú mismo debo darte una parte de mi sangre.
Dicho esto, y sin darle tiempo a Álam a decir nada más, Melissa presionó suavemente sus labios contra los suyos y lo besó dejando así que su sangre fluyese de su boca a la suya mientras ambos se fundían en un dulce beso cargado con todo el cariño que Melissa sentía por él en aquel instante y que jamás habría podido expresar con simples palabras.

Cuando al fin se separaron de nuevo, Melissa reposó de nuevo su cabeza sobre sus rodillas y lo miró con los ojos cargados una vez más de lágrimas al ver que Álam apenas era capaz de mantenerse despierto. Sin embargo, en ese momento fue él quién sonrió tratando una vez más de animarla e intentó decir algo.
Pero, al mirarla de nuevo y ver como una pequeña gota de sangre se deslizaba entre la comisura de sus labios y comenzaba a resbalar por su barbilla, Álam recordó algo de pronto y comprendió lo que sucedía.
-No tengas miedo, no vas a quedarte sola. -Dijo Álam respondiendo a una pregunta que ella aún no había hecho pero que él ya conocía. -Yo estaré aquí.
-Si te ocurre algo yo... yo no sabría que hacer. -Respondió Melissa tratando inútilmente de secarse las lágrimas con las manos. -¿Y si no te despiertas?. ¿Y si he hecho algo mal o todavía soy muy joven para.....
-Todo irá bien. -La interrumpió Álam al tiempo que levantaba pesadamente una mano usando toda la voluntad y la fuerza que le quedaba hasta alcanzar la cara de Melissa y poder así limpiar con uno de sus dedos aquella línea escarlata que manchaba la perfección del blanco de su piel. -No te preocupes, no permitiré que vuelvas a estar sola nun... ca.... mas....
-¿Álam?. -Justo en el momento en que pronunciaba esta última frase, la resistencia de Álam llegó a su fin y este cerró los ojos por completo. Lo que asustó todavía más a Melissa que al verle así: tan pálido, frío y completamente inmóvil, rompió a llorar todavía con más fuerza que antes y lo abrazó de nuevo.
-Volverás a despertarte... tienes que volver a despertarte. No puedes dejarme sola ahora.

Durante las siguientes horas, Melissa continuó llorando sin parar abrazada al cuerpo inerte de Álam y ni siquiera el sonido distante de los aerodeslizadores de la fortaleza patrullando el bosque desde el cielo hizo que se moviese. Ya le daba todo igual, tan solo quería estar allí, a su lado hasta que se despertase y nada ni nadie haría que se moviese. Hasta que, al fin, el cansancio y la tensión acumulados acabaron por vencerla y se quedó dormida con Álam todavía entre sus brazos.



Cuando él recobró al fin el conocimiento y abrió los ojos de nuevo la noche había caído ya sobre el valle y pudo comprobar con sorpresa que ya no se encontraba en el mismo lugar. Estaba en una habitación pequeña y circular en la que apenas había mobiliario, tan solo la gran cama sobre la que se acababa de despertar y una pequeña silla colocada junto a la única ventana de la habitación. Lo que distaba mucho de parecerse al lugar en el que se había desmayado hacia varias horas.
No tenía la menor idea de cómo había llegado allí ni del por qué de aquello, pero, a decir verdad, eso le traía sin cuidado en aquel momento. Lo que realmente le preocupaba era la intensa sensación de pérdida y desorientación que sentía y el extraño sabor que todavía notaba en la boca. Un sabor dulce e intenso que no tardaría en reconocer y que hizo empezase a darse cuenta de lo que sucedía antes incluso de oír su voz.
-Valla, te has despertado mucho antes de lo que esperaba. -Preguntó de pronto una suave voz de mujer que él reconoció al instante y que confirmó por completo sus sospechas sobre lo que le había sucedido. -Dime, ¿Qué tal te encuentras?.
-Confuso. -Respondió Álfred mientras la seguía con la mirada observando como Marina se sentaba tranquilamente sobre el borde de la cama colocándose justo a su lado. -Tranquilo, pronto te sentirás mejor. -Aclaró la reina. -Es normal que te encuentres algo desorientado al principio después de tantos años sin ser tu mismo.
-¿Yo mismo?. -Repitió Álfred con cierta tristeza mientras bajaba la cabeza y miraba hacia el suelo evitando adrede la embrujadora mirada de la reina. -¿Y quién soy yo realmente?. Hace 15 años era un soldado, un general humano que se enfrentó a Nathaniel para defender su país y a la gente que había jurado defender. Pero ya apenas conservo recuerdos de esa parte de mi vida, de mi gente... de mi familia.
-Tal vez sea mejor así. -Dijo suavemente la reina mientras llevaba una de sus manos al hombro de Álfred y sonreía ligeramente. -Nada de eso existe ya Álfred, ni siquiera ese humano que recuerdas haber sido.
-¿Quién soy entonces?. ¿Uno de los esclavos de Nathaniel, es eso todo lo que soy ahora? -Preguntó de nuevo. -Nunca has sido un esclavo. -Respondió Mariana al tiempo que sacudía ligeramente la cabeza haciendo que un largo mechón de pelo cayese sobre su rostro ocultando parcialmente uno de sus ojos. -Puede que durante estos últimos años hayas estado a las órdenes de Nathaniel, pero ni tú ni ninguno de los BlackHawk habéis estado nunca completamente bajo su control. Todos erais grandes guerreros antes de que Nathaniel os convirtiera en vampiros y ni siquiera él puede corromper del todo el honor y el orgullo que poseíais. Durante estos quince años has servido al reino y has jurado lealtad no solo a Nathaniel sino a toda la familia real. Has sido un buen consejero, un amigo y un mejor guardián para mí y para Elisabeth y me niego a pensar que todo eso haya podido salir de la retorcida mente de Nathaniel. Tú y tus hermanos de sangre sois lo único que nos ha mantenido a las dos con vida durante estos años Álfred. Y ahora te necesitamos más que nunca.
-Elisabeth... -Mientras pronunciaba el nombre de la princesa, Álfred levantó de nuevo la cabeza y miró al fin a la reina con una expresión completamente seria. -Estáis en lo cierto. Me guste o no ahora ya no soy un humano y es a su gente y a quién tengo el deber de proteger. Puede que estuviese bajo el control de Nathaniel, pero durante estos años he visto crecer a la princesa hasta convertirse en la mujer que es ahora y me siento tan orgulloso de ella como lo estaría cualquier padre al ver que no es un monstruo como Nathaniel sino todo lo contrario. Pase lo que pase no permitiré que nadie le haga daño, ni a ella... ni a vos. Y mucho menos ahora que vuelvo a ser libre.
-Me alegra mucho oír eso. Sabía que no me equivocaba al elegirte a ti. -Admitió la reina en cuyos labios apareció una pequeña sonrisa al ver que Álfred empezaba a reaccionar tal y como ella había esperado. -Elisabeth es nuestra única esperanza para el futuro, pero es demasiado frágil como para que lo dejemos todo en sus manos. Y Nathaniel no se detendrá ante nada para matarla ahora que ya no te tiene a ti vigilándola constantemente.
-¿En serio crees que el rey sería capaz de acabar con la vida de su única hija?. -Dijo Álfred haciendo una pregunta de la que, a decir verdad, ya conocía la respuesta. -No lo creo: ¡Lo sé!. -Afirmó tajantemente Mariana. -Si le importase en algo su vida habría enviado a los BlackHawk en su búsqueda y no solo a sus guardias. Y dudo mucho que se hubiese arriesgado a usar los cañones de la fortaleza contra ellos si no pretendiese acabar también con ella.
-En ese caso será mejor que me dé prisa y parta cuanto antes. -Mientras decía esto, Álfred se puso en pie para irse y miró a su alrededor buscando su espada y su armadura, sin embargo, la reina lo llamó de nuevo y el extraño encanto de su voz hizo que se girase una vez más hacia ella. -No creo que sea buena idea que salgas ahora. -Dijo al tiempo que se ponía también en pie. -Si lo haces Nathaniel sabrá que lo has desobedecido y se dará cuenta de que pasa algo raro. Es más prudente que esperes hasta el amanecer como te ha dicho. Además, las patrullas ya han vuelto y no los han encontrado, así que no hay nada que temer por ahora.
-Volvéis a tener razón. -Admitió Álfred consciente de que lo que ella acababa de decirle era cierto y un poco más tranquilo ahora que sabía que aún no habían dado con ella. -Pero hay algo que no acabo de comprender.
-Déjame adivinar. -Se apresuró a decir Mariana sonriendo juguetonamente a la vez que cruzaba sus piernas desplazando su falda ligeramente hacia un lado al hacerlo. -¿Quieres saber por qué te he liberado verdad?.
-Así es. -Respondió Álfred cuya mente estaba más ocupada en aquel momento en tratar de no dirigir su mirada hacia las largas piernas de la reina ahora totalmente descubiertas que en averiguar qué podía esconderse realmente tras aquella sonrisa. -No necesitabais hacer esto para que me ocupase de buscar y proteger a la princesa. Lo habría hecho aún bajo el control de Nathaniel.
-Veo que me conoces mejor de lo que pensaba. -Mientras decía esto, Mariana sonrió todavía más y dejó escapar una pequeña risilla antes de continuar. Está bien, admito que esa no era mi única intención al liberarte. Pero antes de decirte cuales son mis verdaderas intenciones necesito saber si puedo confiar realmente en ti.
Mientras pronunciaba estas últimas palabras, la voz de Marina cambió de pronto y su tono se volvió mucho más suave y atrayente que antes al tiempo que se llevaba las manos a la espalda y sus ojos se cerraban ligeramente haciendo su mirada todavía más intensa y seductora que antes.
Pero en esta ocasión no se detuvo ahí. Sin decir una sola palabra, Mariana abrió la cremallera del vestido y, con un lento y sensual movimiento de sus manos y sus caderas, se lo quitó por completo dejando que el suave terciopelo con que estaba echo se deslizase rápidamente sobre su cuerpo hasta caer al suelo.

Álfred se quedó mirándola con una mezcla de sorpresa y fascinación indescriptibles reflejadas en su rostro e incapaz de decir una sola palabra. Ella no llevaba nada bajo el vestido y la deslumbrante belleza de su cuerpo desnudo era más que suficiente para dejarle sin aliento.
Sus firmes pechos coronados por los oscuros lunares de suave terciopelo rosado que formaban sus pezones. Sus cabellos negros como el azabache centelleando sobre el blanco perfecto de su piel y siseando suavemente al rozar su espalda y sus hombros cada vez que ella movía ligeramente la cabeza. La suave palidez de sus muslos, la delicada curva de sus caderas y sus nalgas. Todo en ella era perfecto.
Incluso la forma en que había cruzado las piernas ocultando parcialmente el insinuante triángulo oscuro que cubría la parte más delicada de su cuerpo resultaba extraordinariamente seductora.
-Majestad... -Consiguió decir Álfred tras unos segundos mientras sus ojos recorrían una y otra vez las sensuales curvas de la reina incapaces de apartarse de ella. -¿Qué estáis haciendo?.
-¿En serio necesitas que te lo expliqué?. -Respondió ella con una voz suave y melosa mientras se acercaba lentamente a él balanceando ligeramente las caderas y deslizaba sus brazos alrededor del cuello de Álfred cruzándolos tras él cómo si tratase de retenerle con algo más que con su belleza. -Pero majestad, vos... -Trató de decir Álfred mientras observaba como ella acercaba su rostro al suyo hasta estar a apenas unos milímetros. -Yo no puedo...
-¿También tú vas a rechazarme?. -De pronto, la voz de Mariana cambió por completo y Álfred pudo notar cierta tristeza en ella al igual que en sus ojos cuyo brillo era ahora menos intenso que antes. -¿Sabes cuanto tiempo hace que estoy sola?. ¿Cuantos años han pasado desde la última vez que he sentido el cariño de alguien?. Sé que mientras siga con viva llevaré la marca de ser la esposa de Nathaniel, pero... ¿Acaso me convierte eso en un monstruo cómo él?. ¿Tan horrible te parezco?.

¿Horrible?. Álfred apenas necesitó un segundo para responder y negó rápidamente con la cabeza mientras deslizaba lentamente sus manos por su espalda para abrazarla sintiendo al hacerlo como su mente cedía por completo al deseo que sentía por ella. Pero ya no era solo su belleza lo que lo atraía, si no también la soledad y la tristeza que podía ver en aquellos ojos cuya mirada parecía apelar directamente a su corazón.
Jamás comprendería cómo Nathaniel había podido abandonarla de esa forma. Mariana era hermosa, con mucho una de las mujeres más bellas y fascinantes de la corte. No solo eso, además era inteligente, astuta y sabía perfectamente cómo usar su belleza en su favor para llevar a cabo sus planes. Lo que la convertía en un enemigo terrible para cualquiera que fuese lo suficientemente estúpido como para ponerla en su contra. Y algo le decía que el propio rey no tardaría en descubrir el grabe error que había cometido al despreciarla así.
Pero, a decir verdad, ahora todo eso le traía sin cuidado. Ella estaba allí, desnuda entre sus brazos y tan cerca que podía sentir la insinuante promesa de sus pechos rozando el suyo e incluso el embriagador aroma que se desprendía de su pelo cada vez que ella movía ligeramente la cabeza. Y si de algo estaba completamente seguro en ese instante era de que, pasase lo que pasase, él no la rechazaría.
-Jamás he desobedecido una orden vuestra majestad. ¿Por qué iba a empezar ahora?. -Dijo Álfred cuya voz había perdido por completo el tono solemne con que antes se había dirigido hacia ella. -No te lo estoy ordenando. -Susurró ella mientras sus ojos centelleaban ligeramente y la tristeza desaparecía por completo de ellos. -Lo sé.
Tras decir esto, Álfred la atrajo aún más hacia él tirando suavemente de sus brazos y dejó que su aroma y su cuerpo lo envolvieran mientras ella apoyaba sus manos en su nuca y lo besaba apasionadamente. Fue un beso largo, ardiente y cargado con toda la pasión que ambos habían estado conteniendo durante aquellos segundos. Ella cerró los ojos, ladeó la cabeza y respondió a su beso deslizando suavemente su lengua entres sus labios hasta encontrarse con la suya, dejando que él probase la dulzura de su boca mientras ambos se fundían en aquel beso.
Cuando al fin se separaron de nuevo ella estaba sonriendo y sus ojos brillaban todavía más que antes respondiendo a la pasión y la felicidad que había encontrado al fin su corazón. La misma que ahora podía ver en los ojos de Álfred mientras este la cogía por la cintura y la llevaba a la cama.

Él no era joven, tenía experiencia y sabía perfectamente lo que hacía. Ella tampoco, pero habían pasado tantos años desde la última vez que alguien la había amado de aquella forma que su cuerpo parecía haber olvidado aquellas sensaciones. Y cuando él se acostó al fin a su lado tras haberse quitado la ropa y deslizó una de sus manos sobre la suave y pálida piel de uno de sus pechos no pudo evitar dejar escapar un pequeño gemido de excitación que hizo que Álfred la mirase y sonriese ligeramente.
-Han pasado muchos años desde la última vez que... -Suspiró Mariana mientras él deslizaba su otra mano por su costado y se inclinaba hacia ella. -¿Quieres que valla más despacio?. -Preguntó Álfred mientras hundía su rostro en la fragante curva de su cuello y deslizaba sus labios sobre su piel haciéndola gemir de nuevo. -Álfred... -Respondió ella mientras cerraba los ojos y dejaba que la dulce sensación de aquellas caricias la inundase por completo. -No soy ninguna niña...
Pese a sus palabras, Álfred notó como la respiración de Mariana se aceleraba cada vez más y más y sonrió de nuevo mientras volvía a besarla en los labios. Al mismo tiempo, deslizó su otra mano hacia abajo recorriendo lentamente su cadera mientras continuaba acariciando sus pechos con la otra y notaba como estos se endurecían de excitación bajo la palma de su mano.
Ella gimió de nuevo, su respiración se transformó en un suave jadeo que se extendía dulcemente por la habitación mientras él recorría lentamente su cuerpo con sus labios besándola una y otra vez y deslizaba su mano entre sus piernas acariciando la suavidad de sus muslos.
Y cuando al fin su mano alcanzó la suave montaña que se ocultaba entre sus piernas y pudo notar la humedad de su excitación ella arqueó la espalda y aferró las sábanas con ambas manos mientras él deslizaba con delicadeza sus dedos entre los labios más íntimos de su cuerpo y continuaba besándola. Llevando esta vez su boca hasta la rosada cima de uno de sus pechos donde sus labios acariciaron sus excitados pezones haciéndola estremecerse de nuevo entre sus brazos.
-A... Álfred. -Gimió mientras sentía como él deslizaba suavemente uno de sus dedos dentro de ella y continuaba acariciando y besando sus pechos. -Si... si haces eso voy a...
-No importa. -Respondió él con suavidad sin dejar en ningún momento de acariciarla al tiempo que empezaba a mover lentamente su dedo en su interior excitándola aún más. -No... -Insistió ella con la voz temblorosa a causa de la excitación. -No quiero que sea así...
Para sorpresa de Álfred, justo en el momento en que decía esto Mariana apartó sus manos de ella y rodó sobre él deslizando su cuerpo sobre el suyo hasta sentarse a horcajadas sobre su pecho. Obligándolo así a detenerse y dejándolo completamente a su merced.
-No solo quiero sentir tu cariño Álfred. -Dijo todavía jadeando mientras sus pechos se balanceaban suavemente al ritmo de su acelerada respiración y sus ojos centelleaban como dos brillantes esmeraldas entre los mechones negros de sus cabellos que ahora cubrían parcialmente su cara y sus hombros. -También quiero darte el mío. No es solo placer lo que busco.
Estas palabras hicieron que la pasión que ardía en el interior de Álfred se avivase todavía más y que su deseo hacia ella aumentase al igual que su cariño. Sin embargo, antes de que él pudiese decir una sola palabra para responderle, ella se inclinó hacia él y le cerró los labios con un nuevo beso mientras deslizaba lentamente sus caderas hacia atrás.
Álfred adivinó sus intenciones y respondió a su beso cogiéndola por la cintura para ayudarla a levantarse mientras ella lo buscaba con una de sus manos y lo guiaba cuidadosamente hacia ella. Y esta vez fue él quién cerró los ojos y la sujetó todavía con más fuerza al notar la calidez y la tersura de su interior mientras ella bajaba lentamente las caderas dejando que él la penetrase centímetro a centímetro hasta que sus cuerpos se unieron por completo y sus caderas descansaron sobre las suyas.
En ese instante, ella empezó a jadear de nuevo al sentir el calor y el roce de su cuerpo dentro de ella y apoyó las manos en su pecho mientras comenzaba lentamente a moverse sobre él. Su voz cargada de pasión se hizo cada vez más alta mientras movía las caderas apoyándose en sus rodillas y él la sujetaba por la cintura tratando de contener el irresistible fuego que ardía en su interior al verla moverse sobre él y sentir la húmeda fricción de sus cuerpos acoplados.
La excitación de ambos se hizo más intensa. Sus cuerpos se cubrieron de sudor mientras ella se movía más y más deprisa sobre él y Álfred deslizaba sus manos sobre la perfecta y pálida redondez de su trasero atrayéndola con fuerza hacia él cada vez que esta se alejaba y hundiéndose en ella una y otra vez.
Los gemidos de Mariana se hicieron más intensos, sus pechos perlados por el sudor se balanceaban violentamente arriba y abajo a causa del salvaje movimiento de sus caderas. Y cuando Álfred soltó de nuevo sus nalgas y las deslizó hasta cubrir sus pechos acariciando sus pezones con sus dedos ella echó la cabeza hacia atrás tratando de soportar aquella intensa sensación y él pudo notar el roce de sus largos cabellos acariciando sus piernas al compás del movimiento de sus cuerpos.
Al mismo tiempo, él se irguió hasta abrazarla de nuevo y cubrió uno de sus pechos con sus labios mientras ella arqueaba la espalda incapaz de controlar por más tiempo su propio cuerpo y apoyaba las manos en la cama para moverse cada vez más y más deprisa mientras él seguía acariciando y besando sus pechos.
-¡A... Álfred!.
Gritó entre jadeos y gemidos mientras su cuerpo se estremecía cada vez más fuerte a punto ya de alcanzar el límite. Pero él no le respondió, ahora su deseo se había intensificado tanto que era incapaz de hablar mientras la acariciaba cada vez con mayor urgencia y sentía como su excitación crecía más y más hasta que su cuerpo alcanzó al fin el límite.
Ella lo sintió explotar en su interior, sintió el cálido derramen de su esencia dentro de ella y cómo su cuerpo se estremecía y sus músculos se tensaban abrazándola todavía con más fuerza al alcanzar la cumbre. Y entonces, justo en ese instante, ella alcanzó también el clímax, cerró los ojos y de su garganta brotó un dulce e intenso gemido que resonó en la habitación mientras su cuerpo se sacudía entre espasmos de placer y se inclinaba de nuevo hacia adelante abandonándose por completo entre sus brazos.

Cuando al fin sus mentes y sus cuerpos comenzaron a calmarse de nuevo, los dos cayeron de nuevo sobre la cama totalmente exhaustos y Álfred siguió sosteniéndola entre sus brazos mientras ella permanecía inmóvil sobre él, con la cabeza apoyada en su pecho y los ojos completamente cerrados. Saboreando todavía los últimos rescoldos del placer y la pasión que la habían invadido hacía tan solo unos segundos.
-Es extraño volver a sentirse así después de tanto tiempo. -Susurró ella al cabo de un minuto mientras su respiración recuperaba lentamente el ritmo normal. -Pero ha sido maravilloso. Y ahora creo que sí pudo estar segura de que puedo confiar en ti.
-Sabéis, no era eso exactamente lo que esperaba oír ahora mismo. -Respondió él sonriendo mientras deslizaba su mano entre la seda negra de sus cabellos. -Álfred, ya te lo he dicho, yo no soy ninguna niña. -Dijo Mariana mientras apoyaba la barbilla sobre su pecho y lo miraba sonriendo ligeramente. -No esperes más cumplidos.
-Me alegra ver que volvéis a ser vos misma. -Rió él al ver de nuevo como sus ojos centelleaban recuperando la embrujadora y fascinante mirada que la caracterizaba. -Aunque reconozco que me ha gustado veros sin esa máscara durante unos segundos. Sois todavía más hermosa cuando no ocultáis vuestros verdaderos sentimientos tras ese alo de misterio y seducción que habéis creado a vuestro alrededor.
-¿Cómo sabes que no es precisamente esa máscara lo que es real y no lo que acabas de ver?. -Dijo ella juguetonamente mientras en sus labios aparecía una vez más aquella seductora y atrayente sonrisa. -¿Lo era?. -Preguntó Álfred con cierta curiosidad. -Eso voy a dejárselo a tu imaginación. -Respondió Mariana riéndose ligeramente.
-Si lo que decís fuese cierto, entonces seríais todavía más peligrosa de lo que yo había imaginado. -Dijo Álfred todavía sonriendo. -Así que creo que me quedaré con la primera opción. Sea o no la correcta.
-¿En serio te parezco peligrosa?. -Preguntó ella de nuevo mientras se deslizaba suavemente hacia adelante y apoyaba ambos brazos sobre su pecho para mirarle a los ojos. -Si. -Afirmó Álfred. -Mucho más que el propio Rey.
Mariana no pudo evitar reírse al oír esto. A decir verdad no sabía si tomarse aquello como un halago o como un insulto, pero lo cierto era que no le desagradaba en absoluto oírlo.
-No soy peligrosa. -Respondió ladeando ligeramente la cabeza de forma que sus cabellos se deslizaron sobre su espalda hasta cubrir parte del pecho de Álfred. -Al menos no con aquellos que están de mi parte.
-Me pregunto si eso me incluye o no a mí. -Mientras decía esto, Álfred la soltó al fin y cruzó sus brazos detrás de su cabeza para que sus ojos quedasen a la altura de los de la reina. -Una pregunta curiosa teniendo en cuenta lo que acaba de suceder, ¿No crees?. -Dijo ella con cierta sorpresa. -Es posible. -Aclaró Álfred. -Pero también podría tratarse solo de parte de alguno de vuestros planes y yo tan solo sería una pieza más en vuestro juego.
-¿En serio crees que es eso lo que he hecho?. -Preguntó Mariana mirándolo ahora con una mezcla de curiosidad y sorpresa al no esperar una respuesta así de él. -Eso lo dejaré a vuestra imaginación... majestad.
Al oír esto, Mariana dejó escapar una pequeña carcajada y se deslizó finalmente hacia un lado hasta acostarse junto a Álfred que aprovechó ese momento para tirar de una de las sábanas con una de sus manos y cubrir con ella los cuerpos todavía desnudos de ambos.
-No te preocupes, esto no es ningún juego para mí. -Susurró suavemente mientras apoyaba su cabeza en la almohada justo al lado de la suya. -Y cuando llegué el día en que al fin pueda ser libre otra vez y Nathaniel deje de respirar, te lo demostraré.
-¿En serio creéis que eso llegará a suceder algún día?. -Preguntó él al tiempo que pasaba un brazo alrededor de sus caderas y la acercaba más a él. -Si todo sale como yo espero... ¡Si!. Pero ahora prefiero olvidar eso por un momento, no quiero hablar más de él.
-¿No os echará en falta si no volvéis esta noche?. -Volvió a preguntar Álfred un tanto sorprendido al ver como ella pasaba un brazo alrededor de su pecho y cerraba los ojos para dormirse. -Hace más de diez años que Nathaniel no se preocupa de donde paso la noche. ¿Por qué iba a hacerlo justo hoy?. Estará demasiado ocupado con alguna de sus vampiresas cómo para pensar siquiera en buscarme.
-En ese caso creo que tenéis razón, ese monstruo al que he llamado mi rey durante todos estos años no se merece siquiera que perdamos más tiempo hablando de él. -Dijo mientras giraba la cabeza hacia ella para mirarla. -Pero antes de que os durmáis me gustaría que me explicaseis cual es exactamente ese plan del que me habéis hablado.
-No te preocupes por eso ahora, mañana tendremos tiempo de sobra para discutirlo. -Respondió ella en un tono ya apenas audible. -Nathaniel no dejará que salgas en busca de Elisabeth antes que sus esbirros para evitar que tú la encuentres primero. Ahora será mejor que duermas un poco, lo necesitas.
Evidentemente, esta respuesta no era precisamente lo que Álfred esperaba y este se quedó mirándola durante unos instantes esperando a que dijese algo más. Estaba claro que aquel plan debía ser terriblemente importante para que Mariana actuase con tanta precaución y eso lo hacía todavía más intrigante. Pero ella ya no dijo nada más y, al cabo de unos segundos, el propio Álfred decidió imitarla y cerró los ojos para dormirse mientras sentía la tibieza de su cuerpo pegado al suyo bajo las delgadas sábanas de la cama.
Mañana sería un día importante para ambos y de lo que sucediese durante los próximos días dependería en gran medida el futuro del reino y de ellos mismo. Pero, por ahora, lo único que podían hacer era disfrutar de aquel breve momento de paz en compañía del otro y no tardaron en quedarse dormidos con el dulce recuerdo de lo que acababa de suceder entre ambos todavía presente en sus mentes y en sus corazones.



A la mañana siguiente, Álfred partió con las primeras luces del alba siguiendo al primer escuadrón de reconocimiento que Nathaniel había enviado para reanudar la búsqueda. Sin embargo, mientras observaba desde una de las ventanas del palacio como la afilada silueta con forma de un gran halcón negro del aerodeslizador de Álfred desaparecía entre las gruesas nubes de tormenta que esa mañana cubrían el cielo, Mariana no pudo evitar sentir cierta preocupación al darse cuenta de que todo estaba saliendo demasiado bien.
Nathaniel se lo estaba tomando todo con demasiada calma, casi como si no le interesase demasiado encontrar a Elisabeth. A pesar del fuerte viento y la intensa lluvia que esa mañana azotaban el valle, tan solo había enviado una docena de patrulleros a sobrevolar el bosque. Y en aquellas condiciones les sería prácticamente imposible dar con alguien a quien ya no habían podido encontrar el día anterior.
Pero Mariana sabía que él sí quería encontrarla. Sabía que haría lo que fuese para aprovechar esta ocasión y librarse ella. Por lo que todo aquello solo podía significar una cosa: fuese lo que fuese lo que pretendía hacer, Nathaniel necesitaba que se alejasen de la fortaleza para que los BlackHawk no pudiesen intervenir. Lo que no auguraba nada bueno para Álam y Elisabeth.
Sin embargo, había algo que ella todavía podía hacer para averiguar más acerca de los planes de Nathaniel. Sabía perfectamente que él no le diría nada y que tampoco podría sacarles nada a ninguno de los generales con que este se había reunido esa mañana. Pero había alguien a quién quizás sí pudiese sacarle algo.
Con un nuevo plan ya en mente, Mariana sonrió ligeramente y el atrayente y a la vez siniestro centelleo de sus ojos se reflejó una última vez en las gotas de lluvia que se deslizaban por el cristal de la ventana antes de que esta se diese la vuelta y le diese la espalda a la furiosa tormenta que continuaba azotando el valle y sus alrededores. Todavía tenía mucho tiempo hasta que la reunión terminase, pero prefería no dejar nada al azar y se dirigió con calma hacia el lugar en el que sabía que lo encontraría.

Mientras tanto, Álfred había atravesado ya las montañas y detuvo su aerodeslizador sobre el lugar en que se había estrellado el patrullero el día anterior. Lo que no resultaba precisamente una tarea fácil en aquellas condiciones ya que la lluvia y el viento eran todavía más fuertes ahora que ya no se encontraba al abrigo de las montañas, pero aquello también tenía sus ventajas.
Gracias a la tormenta, el resto de naves enviadas por Nathaniel para continuar la búsqueda ni siquiera se acercaron al bosque por temor a estrellarse y se limitaron a volar a gran altura sobre este trazando amplios círculos alrededor del lugar del accidente. Lo que, en aquellas condiciones, era completamente inútil ya que ni siquiera los sistemas de rastreo de las naves podían atravesar la cortina de interferencias creada por la lluvia, el viento y el agitado mar de hojas en que se habían convertido las copas de los árboles del bosque.
Sin embargo, para Álfred esto no suponía problema alguno ya que su intención no había sido nunca buscarlos desde el cielo. Sabía perfectamente que era imposible encontrar a alguien en aquel bosque desde el aire, así que la única solución si quería adelantarse a los soldados de Nathaniel era bajar a tierra y empezar desde cero.
Lentamente, la nave descendió hacia el improvisado claro abierto en medio del bosque por el accidente del patrullero. Su forma similar a la de un halcón con las alas recogidas y echadas hacia atrás para lanzarse en picado le permitían mantenerse estable aún a pesar del fuerte viento y Álfred no tuvo problemas para descender. Tan solo tuvo que maniobrar un par de veces dando pequeñas pulsaciones con los motores para compensar el empuje del viento y evitar que las alas de la nave tocasen las agitadas ramas de los árboles que rodeaban el claro y acabasen desestabilizandolo.
Una vez en tierra, la nave se posó suavemente sobre la hierva que se arremolinaba violentamente bajo ella a causa de la turbulencia generada por sus motores y bajó ambas alas hasta el suelo para mantenerse firme. Terminado el aterrizaje, Álfred miró a su alrededor a través de la cúpula transparente que cubría la cabina y se preparó para salir.
Aún estando entre los árboles, el viento seguía soplando con fuerza y la lluvia no había amainado en absoluto. El bosque olía a humedad, era un olor profundo y terriblemente penetrante que se mezclaba con el aroma de la hierva y las demás plantas del bosque hasta hacerse casi sofocante. Los restos de los árboles que habían sufrido el impacto del accidente cubrían todavía el suelo y el viento silbaba a su alrededor arremolinando hojas y pequeñas ramas que volaban en círculos por el claro.
Pero esto no era algo que preocupase excesivamente a Álfred. Aún con la ropa completamente empapada, el pelo pegado a la frente y la cara tan cubierta de agua que empezaba a resultarle difícil incluso abrir los ojos, Álfred se dirigió hacia los restos del patrullero atravesando aquel tétrico escenario y se detuvo frente a la destrozada cabina del mismo.
El golpe había arrancado por completo la parte acristalada del habitáculo y este estaba completamente anegado. El casco tenía numerosas abolladuras en la parte frontal provocadas por su choque contra los árboles, el estabilizador derecho había sido arrancado literalmente del resto del fuselaje y el izquierdo estaba completamente destrozado atrapado entre una maraña de lianas. Pero, aún estando en un estado tan lamentable, Álfred sintió cierto alivio al ver que la cabina de los pilotos apenas había sufrido daños.
Sin embargo, su alegría al comprobar por si mismo que el accidente no había sido demasiado grabe desapareció por completo cuando apreció una serie de manchas rojizas en uno de los asientos. La lluvia había limpiado por completo la causa de aquellas machas y lo único que quedaba era una especie de borrones rojizos sobre la superficie negra del asiento. Pero eran más que suficientes para que Álfred comprendiese que se trataba de manchas de sangre.
Terriblemente preocupado por lo que aquello podía significar, Álfred saltó al interior del patrullero y comenzó a revisar el interior de la cabina. La lluvia la había inundado por completo y el agua le llegaba casi a las rodillas, pero eso le traía sin cuidado en aquel instante. Buscaba algo que pudiese explicarle lo que había sucedido: un fragmento afilado de metal ensangrentado, restos del cristal roto de la nave, una rama de algún árbol que hubiese podido atravesar la cabina durante el accidente, cualquier cosa que pudiese indicarle quién y por qué estaba herido. Pero no encontró nada.
El interior de la cabina estaba prácticamente intacto salvo por los inevitables destrozos causados en el equipo electrónico por el golpe y por la lluvia. Lo que hacia aquello todavía más extraño para Álfred que no acababa de comprender qué podía haber sucedido y empezaba a preocuparse cada vez más preguntándose si aquella sangre pertenecería a la princesa o a Álam y cómo se encontraría ella ahora.
Decidido a no perder ni un solo segundo más, Álfred saltó de nuevo fuera del patrullero y miró a su alrededor observando la espesura del bosque que lo rodeaba buscando algo que pudiese haberseles pasado a los guardias el día anterior y que le indicase por donde buscar. Pero sabía que era inútil. Álam era un Hunter y sabía que no habría dejado ningún rastro que él o cualquier otro pudiese seguir fácilmente, ni siquiera llevando a la princesa consigo. Y, aunque lo hubiese hecho, la tormenta había tenido tiempo más que de sobra para borrarlo.
Su única oportunidad para encontrarlos era intentar averiguar hacia donde habían ido y confiar en que no hubiesen podido alejarse demasiado estando uno de ellos herido. De lo contrario, con una noche entera de ventaja sobre él jamás los encontraría en aquel bosque y tendría que esperar a que lo abandonasen... si es que conseguían salir de allí con vida y los soldados de Nathaniel no les encontraban antes.
Si quería dar con ellos tenía que pensar como él, tenía que tratar de averiguar lo que había podido pasar por la mente de aquel cazador después del accidente.
¿Volver al territorio humano tal vez?. Sí, posiblemente ese fuese su primer pensamiento al abandonar la fortaleza, pero sería un loco si tratase de alcanzar la frontera a pie estando tan lejos. Además, los guardias de Nathaniel habían peinado la zona centrandose precisamente en esa dirección y no habían encontrado nada, así que era más que probable que no se hubiese decidido a seguir ese camino. Pero... ¿Hacia donde entonces?.
Mientras pensaba todo esto, Álfred se llevó la mano al antebrazo de su armadura, abrió un pequeño panel y pulsó un botón en el interior del mismo. Al instante, un proyector se activó en la hombrera derecha de su armadura y el holograma de un mapa de la zona apareció justo frente a sus ojos mostrando un plano detallado de toda la región dese la fortaleza hasta la lejana frontera con el territorio humano a varios miles de kilómetros.
Sin saber muy bien todavía qué estaba buscando, Álfred trazó un vector uniendo el punto más próximo de la frontera con el punto en que se encontraba y comprobó que la zona del bosque que se encontraba en medio había sido precisamente la más vigilada el día anterior. Lo que confirmaba sus sospechas de que Álam no se había dirigido hacia la frontera, al menos no inmediatamente.
Con esto ya claro, Álfred desplazó su mano por el mapa ignorando las continuas interferencias causadas por la lluvia al atravesar la proyección y, con un movimiento de su mano, hizo que este cambiase por completo mostrando un plano mucho más próximo de la zona en que se encontraba en el que ya podía verse claramente el lugar del accidente. Una vez en este plano, Álfred trazó un nuevo vector dirigiendose esta vez en la dirección completamente opuesta y pidió al ordenador de su armadura que introdujese los datos de la búsqueda que los guardias habían realizado el día anterior.
Sorprendentemente, la zona del bosque que atravesaba este último vector había sido apenas examinada dada su proximidad a la fortaleza ya que los guardias habían supuesto que nunca pensarían en ocultarse allí. Y ese mismo motivo fue el que hizo que Álfred se interesase por esa zona.
Tra girarse en la dirección que había marcado el mapa, Álfred dio una nueva orden a su armadura y el mapa cambió nuevamente pasando a mostrar una visión tridimensional del bosque desde el punto exacto en que él se encontraba. Un nuevo gesto de su mano borró por completo los árboles, las plantas y todo aquello que podía interponerse en su visión dejando tan solo una representación del relieve de la zona. Hecho esto, Álfred hizo avanzar el mapa y sus ojos recorrieron lentamente todo el terreno que lo separaba de las montañas sin siquiera moverse de don de estaba.
Hasta que, justo cuando el mapa llegaba al pie de una pequeña colina y comenzaba a ascender por su ladera, Álfred vio algo en la esquina del mismo y lo detuvo al instante.
-¿Una cueva?. -Se preguntó Álfred un tanto sorprendido mientras desplazaba el mapa en aquella dirección y este pasó a mostrar la entrada de una pequeña cueva y los datos referentes a su tamaño y profundidad. -No, no puede ser. ¿Ha sido capaz de esconderse justo delante de las narices de sus enemigos?. Ese muchacho debe estar completamente loco, o eso..... -Mientas pensaba esto último, Álfred apagó al fin y el mapa y comenzó a caminar hacia el borde del claro en la dirección que el mapa acababa de mostrarle. -.... o es realmente un genio.

Mientras tanto, en la fortaleza las cosas continuaban desarrollandose con calma y la reunión entre los generales y Nathaniel había llegado ya a su fin y estos fueron saliendo uno por uno del pequeño salón en que había tenido lugar dejando al rey solo nuevamente en su interior. Los cuatro tenían ya sus órdenes y debían regresar cuanto antes a sus respectivos puestos de mando para llevarlas a cabo. Sin embargo, para uno de ellos aquellas órdenes no estaban ni de lejos tan claras como para los demás y se detuvo un momento tras salir del salón.
-Se te ve preocupado. -Dijo de pronto una voz suave y atrayente a sus espaldas. -¿Qué ocurre, no te han gustado los planes de Nathaniel para encontrar a Elisabeth?.
Nada más oír esto, Gústav se giró de golpe y se encontró de frente con Mariana que lo miraba sonriendo ligeramente. Estaba de pie junto a la puerta por la que él mismo acababa de salir, con la espalda apoyada en la pared como si ya llevase un rato esperándolo. Y su sonrisa y su extraña mirada no fueron precisamente lo primero que atrajo su atención de ella.
Esa mañana llevaba un vestido rojo fuego rematado por pequeños detalles dorados, con una falda larga y lisa que le llegaba hasta los pies y que, en esta ocasión, solo contaba con una larga abertura a un lado. Esta vez el vestido si cubría sus hombros y su escote en forma de pica partía desde ellos trazando una curva hasta formar un pequeño pico justo en el punto en que el insinuante valle formado entre sus pechos comenzaba a ser visible.
-Mariana..... -Dijo al fin Gústav sin el menor rastro de respeto en su voz al tiempo que intentaba apartar su mirada de sus embrujadores ojos y del resto de su cuerpo. -Valla, por fin aparecéis. Habéis tardado más de lo que esperaba teniendo en cuenta que todo esto es culpa vuestra.
-¿Culpa mía?. -Repitió Mariana con voz inocente. -Gústav, no sé de que me hablas.
-Por favor, ahorraros el númerito queréis. -Respondió él bruscamente. -Sé perfectamente que fuisteis vos quién les ayudó a huir.
-Ah, ¿te referías a eso?. -Exclamó Mariana burlonamente. -Sí, es posible que les echase una mano. -Admitió. -Y no veo por que habría de arrepentirme por ello.
-¿No tenéis ni la menor idea de lo que habéis hecho verdad?. Al ayudarla a huir le habéis dado a Nathaniel la escusa perfecta para acabar con ella. Ahí fuera los BlackHawk no podrán protegerla. Y no creáis que Nathaniel va a enviarlos a ellos o a alguno de nosotros a buscarla.
-No necesita a los BlackHawk, ya tiene alguien que la proteja. -Respondió ella con calma. -¿Os referís a ese... humano?. -Dijo Gústav en un tono súbitamente desagradable. -No me hagáis reír. Si de verdad confiáis en él para que la proteja es que no sois tan inteligente como yo suponía.
-Es posible. -Mientras decía esto, Mariana dobló ligeramente una de sus piernas haciendo que su rodilla empujase su falda hacia adelante e hiciese aún más pronunciada la abertura de su falda. -Pero creo recordad que ese "humano" como tu dices ya te ha dado una paliza una vez. ¿Me equivoco?.
Nada más oír esto, los ojos de Gústav centellearon de rabia durante unos segundos y su mirada se clavó en el rostro de la reina que, lejos de preocuparse, continuaba sonriendo como si nada.
-Esa vez tuvo suerte. -Respondió Gústav al cabo de unos segundos. -Pero la próxima será muy distinto. No dejaré que me sorprendan tan fácilmente.
-¿La próxima vez?. -Repitió Mariana mostrando una expresión de curiosidad bastante convincente. -Es curioso, creí que habías dicho que Nathaniel no dejaría que los generales os ocupaseis de la búsqueda. ¿Acaso piensa hacer una excepción contigo?.
Gústav no le respondió, pero al oír esta pregunta sus ojos centellearon una vez más y Mariana ya no necesitó que dijese nada. Conocía perfectamente cual sería su respuesta y, a decir verdad, no estaba en absoluto de acuerdo con lo que pretendía
-Será mejor que ni siquiera lo pienses Gústav. -Dijo Mariana hablando ahora con voz seria y firme. -Si haces eso Nathaniel sabrá la verdad. Y sabes tan bien como yo lo que te espera si eso sucede.
-¡Me da igual!. -Respondió con furia Gústav. -Si es necesario que me enfrente al propio rey para conseguirla lo haré. Elisabeth me pertenece. Y no dejaré que ni él ni nadie me arrebate lo que me he ganado por derecho en el campo de batalla.
-Elisabeth nunca te ha pertenecido. -Replicó la reina. -Un corazón no se gana luchando Gústav, no de esa forma. Y si lo hubieses comprendido antes quizás habrías tenido una oportunidad. Pero así jamás conseguirás nada excepto conseguir que ella te odie cada vez más por tratarla como a un simple objeto que puedas poseer.
-Prefiero eso a perderla por completo. -Insistió Gústav. -No me importa lo que creáis. La encontraré cueste lo que cueste y la traeré conmigo de vuelta. Aunque eso signifique que tenga que enfrentarme a Nathaniel.
-¡No seas estúpido!. -Exclamó Mariana al ver que este parecía totalmente decidido. -No voy a mentirte Gústav, no te aprecio demasiado y tu muerte me da francamente igual. Pero odiaría perder a un buen general por una tontería así. No te di la libertad para esto, deja de comportarte como un maldito adolescente enamorado y actúa como un hombre.
-Lo siento, pero ya está decidido y nada de lo que digáis me hará cambiar de opinión. -Mientras decía esto, Gústav se dio la vuelta para evitar cruzar su mirada con la de la reina y se dispuso a irse. -Hasta pronto... mi Reina.
-Creeme Gústav, si haces eso no volverás a verme pronto. Ni a mí... ni a nadie. -Respondió Mariana con el mismo tono serio que hasta entonces.
-¿No creéis que valla a lograr encontrarla verdad?. -Preguntó él todavía de espaldas. -Todo lo contrario Gústav, sé que los encontrarás. -Afirmó ella. -Por eso sé que no volveré a verte. Por que cuando lo hagas... ¡Él te matará!.
-Ya os lo he dicho, no le tengo miedo a ese humano. -Respondió mientras comenzaba a caminar alejándose de ella. -Volveremos a vernos, os lo aseguro. Y cuando vuelva os traeré también la cabeza de ese humano en el que tanto confiáis.
Tras decir esto, Gústav aceleró el paso y se alejó por el pasillo sin darle tiempo a Mariana a responder. Lo que no impidió que esta dijese todavía algo más antes de irse, aunque, en esta ocasión, aquellas palabras iban más dirigidas a ella misma que al propio Gústav.
-Es una pena. -Mientras hablaba, Mariana se dio la vuelta y comenzó a caminar en la dirección contraria a la que había tomado Gústav para alejarse cuanto antes de allí y evitar encontrarse con su esposo. -Pero supongo que así es como debe ser. Esa es la única forma en que podía acabar.

Sin embargo, lo que ni ella ni el propio Gústav podían sospechar en ese momento era que Nathaniel no estaba tan solo en aquella sala como ellos habían supuesto. Justo en el momento en que ambos se alejaban, una sombra se deslizó por detrás de una de las cortinas de la habitación y dos brillantes ojos rojos como zafiros se iluminaron justo en el punto en que la sombra de las mismas desaparecía por completo.
-¿Qué queréis que haga?. -Preguntó una voz oscura y tan cargada de maldad como la del propio rey. -Simplemente sigue con el plan original. Esto no cambia nada, es solo una formalidad. -Respondió Nathaniel fríamente.
-¿Y si él o alguno de los generales la encuentra primero y trata de interponerse?. -Preguntó de nuevo aquella voz en un tono sombrío y gutural. -¿Qué hago con ellos?.
Al oír esto, Nathaniel simplemente sonrió y se acercó a una de las puertas laterales de la habitación para marcharse.
-Simplemente haz lo que debas. -Dijo mientras abría la puerta. -Cumple las órdenes que se te han dado... ¡Cueste lo que cueste!.
-Cómo ordenéis, Majestad.
Nada más decir esto, aquellos extraños ojos se apagaron de nuevo y la sombra desapareció una vez más tras las cortinas sin hacer el más mínimo sonido mientras Nathaniel atravesaba la puerta y salía al fin de la habitación sonriendo sombríamente.
Mariana no era la única que tenía sus propios planes, y el suyo también estaba ya en marcha. Ahora, pasase lo que pasase ya nadie podría detener el curso de los acontecimientos. Solo quedaba una cosa por hacer: Esperar.



Apenas podía ver por donde caminaba. La escasa luz que se filtraba entre las gruesas nubes de tormenta que cubrían el cielo era incapaz de atravesar el tupido manto de hojas y ramas que formaban las copas de los árboles del bosque y Álfred avanzaba prácticamente a tientas entre ellos.
Hacía ya varios minutos que había abandonado el claro y el bosque se hacía cada vez más y más oscuro. Los gruesos troncos de las coníferas se entremezclaban con una infinidad de lianas, enredaderas y arbustos que formaban una densa capa de maleza entre la que tan solo aquí y allá podían verse pequeñas aberturas formando una especie de camino que le permitían avanzar más deprisa.
Incluso la lluvia y el viento parecían ser incapaces de atravesar la densa telaraña natural formada por la vegetación y la única prueba de que la tormenta todavía continuaba descargando su furia sobre el bosque era el agudo silbido del viento aullando entre las ramas más altas del bosque.
Pero nada de esto suponía un problema para alguien como Álfred. Aún en medio de aquella selva en la que ni el cielo era ya visible, el mapa de su armadura le permitía orientarse sin problemas y no tardó demasiado en encontrar la colina en la que debía estar aquella cueva.
Curiosamente, en aquel punto el bosque parecía volverse menos denso y los árboles se hacían más escasos conforme se ascendía por la ladera de la colina hasta desaparecer por completo en su cima formando una especie de claro. Lo que acabó por confirmar las sospechas de Álfred.
Aquella colina estaba cerca de las montañas que rodeaban la fortaleza, era fácilmente accesible desde el aire gracias a aquel claro y la única entrada de la cueva la convertía en una auténtica trampa para cualquiera que fuese descubierto en su interior. Nadie en su sano juicio se escondería en un lugar así tras haber huido de la fortaleza. Y eso era precisamente lo que la convertía en el refugio perfecto.
Convencido de que sus suposiciones habían sido correctas, Álfred desenvainó su espada, se acercó despacio a la entrada de la cueva y asomó lentamente la cabeza al interior. Todavía no sabía cual de los dos había resultado herido, pero sabía que aquel humano era un Hunter y que no debía tomarselo a la ligera. Aún siendo tan joven, si le daba la más mínima oportunidad y se dejaba coger por sorpresa podía acabar con una espada clavada en el corazón.
Pero pronto comprobaría que todas sus precauciones eran innecesarias. Cuando al fin sus ojos se acostumbraron a la penumbra que reinaba en el interior de la cueva, Álfred pudo ver las siluetas de dos figuras humanas en el centro de la cueva y se detuvo de golpe.

La escena parecía sacada de alguno de los cuadros que adornaban el interior del palacio. Su princesa estaba allí, de rodillas en medio de la penumbra que cubría el interior de la cueva sosteniendo todavía entre sus brazos el cuerpo del humano que hacía apenas unos días había intentado matarla. Sus largos cabellos dorados se habían deslizado hacia adelante cubriendo los rostros de ambos como un delicado velo que parecía captar la poca luz que entraba en la cueva formando una débil aureola luminosa en torno a ambos que se unía al pálido resplandor blanco de su vestido dandoles el aspecto de dos espíritus que se hubiesen detenido a descansar en aquel extraño lugar.
La calma y la paz que reinaban en el interior de aquella cueva era tal que ni siquiera el propio Álfred se sorprendió al darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración desde que había entrado. Pero pronto vería algo que lo devolvería de nuevo a la realidad y haría que recordase a que había ido allí.
Mientras se acercaba lentamente a ambos procurando que sus pasos no hiciesen el más mínimo sonido para no perturbar su sueño, pudo ver el inconfundible brillo rojo de la sangre en su ropa y recordó inmediatamente las manchas que había encontrado en el patrullero. Alarmado ante la posibilidad de que no estuviesen simplemente dormidos, Álfred olvidó por completo la cautela con que había llegado hasta allí y se acercó rápidamente a los dos.
Para su alivio, en cuanto se inclinó hacia ambos para comprobar como se encontraban pudo oír el suave siseo de la respiración de Elisabeth y sus piró aliviado al darse cuenta de que solo estaba dormida. Sin embargo, el joven humano que esta sostenía entre sus brazos no parecía haber tenido tanta suerte como ella.
Aunque tanto el vestido de la princesa como la camisa de Álam estaban igualmente manchados de sangre, este último estaba completamente pálido, inmóvil y no parecía respirar, lo que le hizo pensar que había sido él quién había resultado herido y que ahora no estaba dormido, si no muerto. Sin embargo, cuando Álfred alargó la mano hacia el cuello de Álam para comprobar su pulso y salir por completo de dudas, Melissa se despertó de golpe y este se detuvo al instante.
Pero ella ni siquiera pareció darse cuenta de su presencia. Lo primero que vio nada más despertarse fue la misma imagen que había visto la noche anterior cuando se había dormido: el rostro pálido y sin vida de Álam. Y esto bastó para que no prestase atención a nada más y las lágrimas volviesen a brotar de sus ojos mientras acariciaba con su mano el rostro de Álam con la esperanza de que este se despertase de un momento a otro.
-Princesa. -Dijo Álfred con suavidad, tratando de atraer su atención sin alarmarla. -¿Os encontráis bien?.
Nada más oír esto, Melissa levantó la cabeza de golpe y sus hermosos ojos azules miraron con una mezcla de sorpresa y de miedo a Álfred a través del delicado velo de seda dorada con que sus cabellos habían cubierto su rostro.
-¿A.. Álfred?. -Aunque en parte aliviada por que fuese él y no otro el que los hubiese encontrado, Melissa apretó instintivamente el cuerpo de Álam contra el suyo con uno de sus brazos cómo si intentase protegerle y miró desconcertada a Álfred. -¿Que... qué estás haciendo aquí?. ¿Cómo nos has encontrado?.
-Por favor, no tengáis miedo. -Respondió Álfred ignorando adrede sus preguntas. -Estoy aquí para ayudaros. Sabéis que jamás os haría ningún daño.
-¿Para ayudarme?. -Repitió Melissa aparentemente un poco más tranquila pero sin soltar en ningún momento a Álam -Entonces, ¿No has venido para llevarme de vuelta con mi padre?.¿No vas a obligarme a volver al palacio?.
-Vuestro padre no tiene nada que ver con esto. -Respondió Álfred al tiempo que dirigía su mirada hacia el rostro completamente pálido de Álam. -Ha sido la reina quién me ha ordenado que os buscase. Y sus planes no eran exactamente esos.
-¿Qué quieres decir con eso?. -Preguntó Melissa visiblemente sorprendida al oír esto. -¿Si no has venido a buscarme por qué estás aquí entonces?. ¿Qué quiere Mariana de nosotros?.
-Me temo que eso ahora carece por completo de importancia. -Mientras decía esto, Álfred acercó la mano al cuello de Álam con cuidado para que Melissa comprendiese que no pretendía hacerle daño y comprobó que, tal como él pensaba, no tenía pulso. -Está muerto... los planes de la reina ya no sirven de nada.
-¡No está muerto!. -Replicó inmediatamente Melissa al tiempo que apartaba violentamente la mano de Álfred de Álam y lo miraba con desesperación. -Solo está dormido, pero volverá a despertarse.
-Princesa, lamento mucho que todo haya acabado así pero, por favor, tenéis que intentar comprenderlo. -Dijo Álfred con calma al ver su reacción. -Está muerto. Su corazón ha dejado de latir, ahora ya no podéis hacer nada por él. Lo mejor que podéis hacer es regresar conmigo al palacio, es la mejor solución para todos.
-¡No!. -Gritó de nuevo Melisa mientras las lágrimas comenzaban a brotar de nuevo de sus ojos y se deslizaban rápidamente por sus mejillas ya húmedas. -No pienso dejarle. Él... él me prometió que no me dejaría sola, me dijo que volvería.
-Comprendo como os sentís, pero por favor, tenéis que comprender..... -Trató de decir Álfred mientras alargaba una mano hacia ella. -¡No me toques!. -Gritó Melissa apartándose bruscamente de él sin soltar todavía a Álam. -No pienso dejar que me lleves de nuevo a ese palacio. ¡Nadie me separará de él!. ¿Me oyes?. Ni siquiera tú. Álam se despertará de nuevo, ¡sé que lo hará!. Y entonces nos marcharemos juntos de aquí.
-Siento mucho tener que hacer esto Lady Elisabeth, pero no puedo dejar que os quedéis aquí. Aunque eso signifique que tenga que obligaros a acompañarme. -Dijo Álfred hablando ahora en un tono completamente serio mientras se ponía en pie de nuevo. -Si hubiese sido uno de los guardias del rey y no yo el que hubiese dado con vos ahora estaríais muerta. Al huir así del palacio le habéis dado a vuestro padre la oportunidad perfecta para librarse de vos. ¿Es que no lo comprendéis?. Lo único que pretendo es protegeros.
-Lo sé. -Afirmó Melissa que, para sorpresa de Álfred, dejó suavemente a Álam en el suelo y lo miró con una expresión de determinación que jamás había visto en el rostro de su joven soberana. -Pero no puedo hacer lo que me pides. No me importa lo que pueda ocurrirme si me quedo aquí, pase lo que pase seguiré a su lado hasta que se despierte. Y sé que lo hará, sé que cumplirá su promesa y no me dejará sola. Por eso no puedo permitir que me obligues a irme Álfred. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea para evitarlo... ¡lo que sea!.
Mientras decía esto, Melissa recogió la espada de Álam del suelo y se puso en pie frente a Álfred que la observó todavía con mayor sorpresa al ver cómo esta levantaba temblorosamente el arma y dirigía la hoja de esta hacia su pecho.
-Princesa... -Al ver esto, Álfred comprendió que sus palabras no la habían convencido en absoluto y se acercó lentamente a ella hasta que la hoja de la espada tocó la placa metálica de su armadura. -¿Olvidáis que os conozco desde que no erais más que una niña?. Sé que seríais incapaz de usar esa espada contra mí aunque vuestra propia vida dependiese de ello. Por favor, bajad el arma y no lo hagáis más difícil.
-Álfred, no... no te acerques más por favor. -Suplicó Melissa entre lágrimas mientras daba un paso atrás alejándose de él - No me obligues a hacerte daño.

Pero Álfred no se detuvo. Continuó acercándose más y más a ella ignorando sus amenazas y la hoja de la espada que apuntaba a su pecho hasta que, al fin, la espalda de Melissa tocó la pared del fondo de la cueva y esta ya no pudo retroceder más.
-Vamos, bajad esa espada de una vez. -Dijo con calma mientras levantaba lentamente una mano para apartar la hoja del arma de su pecho y la miraba fijamente. -Comprendo vuestro dolor, pero aunque os quedaseis aquí ya no podríais hacer nada por él. Venid conmigo, es lo mejor para todos.
-¡No!. -Gritó Melissa una vez más al tiempo que pulsaba uno de los botones de la empuñadura de la espada activando de nuevo el campo de plasma que la rodeaba y obligando a Álfred a alejarse inmediatamente de ella. -¡Eso no es cierto!. Álam no está muerto y no voy a dejarle aquí. ¡No volveré a ese lugar!.
Esta reacción sorprendió visiblemente a Álfred que se quedó mirándola unos segundos sin hacer ni decir nada. No sabía si había acertado por casualidad con el botón de activación de la espada o si realmente sabía lo que hacía, pero estaba claro que no iba a dejar que se la llevase por las buenas. Lo que, a decir verdad, hacía que una parte de él se sintiese orgulloso de ella por el valor y el carácter que estaba demostrando. Aunque, por supuesto, aquello no significaba que fuese a permitir que se quedase en aquel lugar y arriesgase aún más su vida.
-No me dejáis otra opción. -Dijo Álfred tristemente. -Mi deber es protegeros y no puedo permitir que nadie os haga daño, ni siquiera vos misma.
Nada más decir esto, Álfred golpeó rápidamente la hoja de la espada con el antebrazo metálico de su armadura arrebatándosela de las manos a Melissa y dio un nuevo paso hacia ella.
-Sabéis que preferiría la muerte antes que levantar la mano contra vos o contra la reina. -Mientras decía esto, Álfred la miró a los ojos y sintió una dolorosa punzada en el corazón al ver el miedo y la desesperación que había en ellos. -Pero... si esa es la única forma de salvaros, estoy dispuesto a hacerlo aunque sea algo que lamentaré durante el resto de mi vida.
Dicho esto, Álfred levantó su brazo derecho y cerró los ojos durante un segundo antes de decidirse al fin a hacerlo. No quería hacerle daño, tan solo un pequeño golpe que la dejase inconsciente y le permitiese sacarla de allí sin que ella corriese más riesgos. Pero lo que él no sabía era que su mano jamás llegaría a tocarla.
Justo en el momento en que abría de nuevo y se disponía al fin a descargar el golpe, pudo ver como los ojos de Melissa se abrían por completo de golpe a causa de la sorpresa y notó como algo sujetaba de pronto su brazo con una fuerza terrible. Lo que hizo que se diese cuenta al instante de que la sorpresa de Melissa no se debía al hecho de que fuese a golpearla, si no a algo muy distinto. Algo que había hecho desaparecer por completo el miedo y la desesperación que antes había visto en sus ojos y que hizo que el propio Álfred se diese inmediatamente la vuelta. Pero lo que vio entonces lo dejó todavía más desconcertado.
Tal como Melissa le había dicho una y otra vez, Álam se había despertado. No solo eso, ahora estaba allí, justo enfrente de él, sujetando su brazo con una de sus manos sin el menor esfuerzo y mirándolo con una furia y una rabia terribles.
-No puede ser. -Acertó a decir Álfred mientras intentaba inútilmente soltar su mano y observaba atónito el rostro todavía pálido de Álam. -¿Estás vivo?.
Álam ni siquiera pareció oírle. Sus ojos negros brillaban cargados de rabia como si se tratase de dos extraordinarios diamantes negros y en su rostro tan solo podía verse una expresión de furia y odio terribles.
-¡Aléjate de ella!. -Gritó Álam con furia haciendo que su voz resonase en el interior de la cueva como el rugido de una bestia salvaje. -¡No te atrevas a tocarla!.
Justo en el momento en que decía esto, Álam tiró con fuerza del brazo de Álfred para alejarlo de Melissa, tensó todos los músculos de su otro brazo haciendo que incluso los huesos de su mano crujiesen en protesta cuando este cerró el puño con todas sus fuerzas y lanzó un fuerte puñetazo hacia el pecho de Álfred.
El golpe fue terrible. Álfred estaba tan sorprendido que ni siquiera tuvo tiempo de moverse para intentar defenderse y el puño de Álam impactó de lleno en el centro de su pecho con tal violencia que llego incluso a astillar su armadura antes de que la fuerza del golpe lo lanzase volando hacia una de las paredes de la cueva.
Sin que este pudiese hacer nada para evitarlo, Álfred recorrió volando varios metros hasta que su cuerpo chocó finalmente contra la roca de la pared y calló pesadamente al suelo completamente aturdido por el golpe. Tenía el pecho y la espalda destrozados a causa de los golpes y apenas era ya capaz de mantenerse consciente, pero, aún así, trató de levantarse una vez más y levantó pesadamente la cabeza para mirar a Álam que ahora parecía ya no prestarle atención y observaba atónito sus propias manos.
-In... creíble. Esa fuerza.... -Acertó a decir mientras un hilo de sangre comenzaba a brotar de su boca y las primeras gotas caían lentamente al suelo formando pequeños charcos carmesí sobre la roca. -Un... vampiro... de sangre... Real. No puedo... creer...
Antes incluso de que pudiese terminar aquella última palabra, Álfred notó como las fuerzas le fallaban y se desplomó por completo sobre el suelo. Sin embargo, lo que apareció en ese momento en su rostro no fue una expresión de preocupación o dolor, si no una extraña sonrisa. Una sonrisa que tan solo él y la propia reina podrían haber comprendido.

Pero había alguien más que también estaba sonriendo en aquel instante. Alguien cuyos ojos llenos de lágrimas resplandecían de alegría al ver a Álam despierto de nuevo y que, ahora que ya no había nadie que se interpusiese entre ambos, fue incapaz de contener por más tiempo el impulso de correr de nuevo a su lado.
-¡Álam!. -Gritó llena de alegría mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas sin darle apenas tiempo para girarse por completo hacia ella y comenzaba a llorar de nuevo dejando al fin que toda la tensión y la tristeza que había acumulado en su joven corazón se liberasen en forma de un torrente de lágrimas de alegría. -Por fin te has despertado. -Sollozó apoyando su rostro sobre el pecho de Álam. -Yo... tenía tanto miedo... estaba tan asustada... Pero sabía que volverías... qué no me dejarías sola.
-Melissa... -Respondió Álam que pareció olvidarse por completo de Álfred al oír de nuevo la voz de Melissa y la rodeó con sus brazos devolviendole el abrazo. -Te lo prometí ¿Recuerdas?. -Susurró mientras la furia desaparecía por completo de sus ojos y en sus labios aparecía una cariñosa sonrisa. -Pase lo que pase no dejaré que vuelvas a estar sola.
-Lo sé, pero... -Continuó Melissa que levantó la cabeza y miró sonriendo a Álam aunque todavía sin dejar de llorar. -Estaba muy preocupada, tardabas mucho en despertarte y tenía miedo de que estuvieses...
-Pero no ha sido así. -La interrumpió Álam mientras deslizaba una de sus manos entre sus delicados cabellos dorados y trataba de conseguir que se calmase. -Ahora ya ha pasado todo y los dos estamos bien. Anda, deja de llorar.
-Lo siento. -Respondió Melissa mientras trataba inútilmente de secarse las lágrimas con una mano. -Pero no puedo evitarlo. Me alegra tanto que estés bien que no puedo dejar de llorar.
-Si es por eso no me importa. Si son lágrimas de alegría lo que veo en tu rostro entonces llora cuanto quieras. -Dijo Álam sonriendo al tiempo que deslizaba sus manos hasta la cintura de Melissa y la alzaba ligeramente en el aire colocando su rostro a la misma altura que el suyo de forma que pudo ver su propio reflejo en el tembloroso espejo azulado de sus ojos. -Lo único que no quiero es verte triste. Ya has llorado demasiadas veces por mi culpa.
Tras decir esto, Álam la acercó todavía más a él apretando suavemente su cuerpo contra el suyo hasta que sus rostros estuvieron a apenas unos milímetros el uno del otro y, sin apartar su mirada ni un solo segundo de aquellos maravillosos ojos azules, se inclinó hacia ella besándola suavemente. Sus labios estaban húmedos y en ellos pudo notar todavía el sabor salado y ligeramente amargo que se entremezclaba con la dulzura de su boca. Tan solo cuando ella cerró al fin sus ojos y deslizó sus brazos alrededor de su cuello para devolverle el beso Álam cerró también los suyos olvidando por unos instantes todo lo que lo rodeaba para concentrarse en la joven mujer que tenía en los brazos.

Cuando al fin se separaron, los ojos de Melissa se habían secado casi por completo y le dirigió una maravillosa sonrisa a Álam que sintió un extraño alivio en el corazón al ver como sus ojos centelleaban de felicidad como dos pequeñas estrellas.
Sin embargo, mientras sostenía todavía a Melissa en sus manos, Álam notó como su mirada se nublaba de pronto y apenas tuvo tiempo de dejarla de nuevo en el suelo antes de que las piernas empezasen a fallarle. Lo que obligó a la propia Melissa a apresurarse a sostenerle para que no acabase cayendo al suelo e hizo que lo mirase de nuevo con preocupación.
-Álam, ¿Te encuentras bien?. ¿Qué te pasa?. -Preguntó mientras pasaba uno de los brazos de Álam por encima de sus hombros y lo ayudaba a sostenerse. -No lo sé. -Respondió Álam con cierta dificultad mientras se llevaba una mano a la cara y cerraba los ojos durante unos segundos esperando aclarar de nuevo su vista. -He sentido como una especie de mareo y ahora ni siquiera soy capaz de sostenerme de pie. Ha sido como si las fuerzas me abandonasen por completo de golpe.
-Tranquilo, creo que no es nada grave. -Dijo Melissa que pareció comprender de pronto lo que sucedía y, para sorpresa del propio Álam, cambió la expresión de preocupación de su rostro por una pequeña sonrisa para tratar de animarle. -Me has dado casi toda tu sangre y tu cuerpo todavía no se ha recuperado por completo, por eso estás tan débil. Aunque ya te hayas despertado necesitarás descansar todavía un tiempo para que tu cuerpo pueda reponer toda la sangre que has perdido.
-Eso será un problema. -Exclamó Álam con preocupación mientras dirigía su mirada hacia el cuerpo inconsciente de Álfred. -Ahora que él nos ha encontrado este lugar ya no es seguro. Tenemos que salir de aquí cuanto antes y alejarnos de la fortaleza, no podemos perder tiempo descansando.
-No creo que tengamos que preocuparnos por eso. Álfred me dijo que había sido Mariana y no mi padre quién lo había enviado. Además, si alguien lo hubiese seguido hasta aquí seguramente ya habrían entrado al ver que Álfred no salía.
-Aún así, sigue siendo peligroso que nos quedemos en esta cueva. -Insistió Álam que parecía cada vez más preocupado. -Pero en estas condiciones no creo que nos quede otro remedio. Apenas puedo caminar y el patrullero quedó destrozado en el accidente.
-¿Y si usamos la nave de Álfred?. -Sugirió de pronto Melissa que, a diferencia de Álam, continuaba sonriendo cómo si el peligro que los rodeaba ya no la preocupase. -Si él está aquí seguro que su aerodeslizador no está muy lejos.
-Eso sería perfecto. -Respondió Álam que, pese a sus palabras, no parecía excesivamente convencido por la propuesta de Melissa. -Con la nave de un BlackHawk podríamos huir sin que los guardias nos persiguiesen y alejarnos de una vez de esa maldita fortaleza. Pero primero tendríamos que dar con ella. Y yo no estoy en condiciones de salir a buscarla por el bosque con todos esos patrulleros buscándonos desde el aire.
-No te preocupes, eso no será ningún problema. -Mientras decía esto, Melissa sonrió juguetonamente y soltó un momento a Álam que parecía encontrarse y volvía a ser capaz de sostenerse por sí solo. -Tú solo espera aquí un segundo y verás como yo la encuentro enseguida. Ni siquiera necesito salir de la cueva.
Dicho esto, Melissa se dio la vuelta y se alejó de Álam en dirección a la salida de la cueva. Aunque, como ya había dicho, su intención no era salir al bosque, si no acercarse al cuerpo todavía inconsciente de Álfred. Una vez allí, Melissa se arrodilló junto al vampiro y, para sorpresa de Álam que todavía no comprendía lo que esta pretendía hacer, comenzó a revisar su armadura y su ropa como buscando algo. Lo que no le hizo demasiada gracia a este último.
Un tanto preocupado por el hecho de que este pudiese despertarse a causa de los zarandeos de Melissa, Álam decidió buscar su espada para poder defenderse. Aunque, a decir verdad, estaba convencido de que en el estado en que se encontraba no podría hacer nada contra él
Sin embargo, cuando al fin dio con ella y la cogió en la mano, Álam se encontró con algo que no había visto nunca hasta entonces y la miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad mientras la acercaba más a su rostro para verla mejor.
Allí, sobre la base de la hoja metálica de su arma, la doble cruz con forma de espada que simbolizaba a los Hunters humanos brillaba con una extraña luz roja bajo el tenue resplandor azulado del campo de plasma. Una luz que hizo que en su rostro apareciese una extraña expresión de preocupación ya que había sido él mismo el que había forjado aquella espada y sabía que aquel símbolo no debería brillar así.

Mientras tanto, y ajena por completo a lo que Álam estaba haciendo, Melissa había continuado su búsqueda y, tras dar al fin con lo que buscaba, regresó corriendo junto a Álam impaciente por enseñarselo. Sin embargo, cuando al fin llegó junto a él, la sonrisa que había en su rostro desapareció por completo al ver la preocupación con que Álam miraba su espada.
-Álam, ¿Ocurre algo?. -Preguntó con cierta preocupación mientras dirigía también su mirada hacia la espada -¿Le pasa algo a tu espada?.
-Eso parece. -Respondió él mientras desactivaba el campo de plasma del arma y acercaba su mano a la hoja de la misma. -No sé que significa esta luz, pero está claro que alguien ha modificado mi espada con algún propósito. La pregunta es quién y para qué.
-¿Crees que puede ser peligroso?
-No. -Aseguró Álam. -Si el que lo puso aquí pretendiese perjudicarnos con esto no lo habría marcado con esta luz para que lo encontrásemos. Es más posible que haya sido cosa de Mariana. Después de todo, fue ella quien me devolvió la espada.
-¿Quieres decir que eso también era parte sus planes?. -Volvió a preguntar Melissa que no estaba en absoluto tan convencida cómo Álam de que aquella extraña luz no significase algún tipo de peligro. -Es posible. -Dijo Álam con tranquilidad. -Sea lo que sea lo sabremos enseguida.
Dicho esto, Álam colocó su mano sobre el símbolo luminoso y lo presionó suavemente. Al instante, la luz que lo iluminaba desapareció por completo y el centro del mismo se abrió dejando al descubierto la pequeña lente de un proyector que se activó inmediatamente formando en el aire un perfecto mapa holográfico de todo el continente cuya titilante luz verdosa iluminó tenuemente la cueva.
-¡Un mapa!. -Exclamó aliviada Melissa mientras acercaba su rostro a la temblorosa imagen del holograma. -Eso parece. -Coincidió Álam. -Aunque por lo que veo no es un mapa común y corriente.
Mientras decía esto, Álam señaló con su mano una delgada línea luminosa que se dirigía hacia el norte del continente partiendo desde la fortaleza y al final de la cual podían verse marcados dos pequeños puntos rojos.
-Parece que Mariana ha pensado en todo. Incluso en una ruta de huida que nos permita evitar las patrullas que vigilan la frontera -Dijo Álam sonriendo ligeramente. -Aunque me pregunto que pueden significar estos dos puntos. Parecen representar dos pueblos, pero no comprendo que razón puede tener Mariana para enviarnos ahí.
-La verdad es que yo tampoco. No he salido de la fortaleza desde que tenía dos cuatro años, así que no sé mucho del exterior. -Mientras decía esto, Melissa dejó de mirar el mapa y miró sonriendo a Álam. -Pero tratándose de Mariana estoy segura de que podemos confiar en ella.
-Eso espero. Por qué ahora mismo ese es nuestra única salida si queremos alejarnos de la fortaleza sin que nos descubran. -Afirmó Álam mientras pulsaba nuevamente el símbolo de su espada apagando así el mapa y volvía a guardarla en su funda. -Pero ahora el problema es cómo llegar hasta allí.
-Eso ya no es ningún problema. -Respondió Melissa sonriendo burlonamente al tiempo que levantaba una de sus manos mostrándole a Álam una pequeña cajita metálica en la que podían verse una serie de inscripciones y un pequeño botón rojo. -¿Lo ves?. Ahora que he encontrado la llave del aerodeslizador de Álfred podremos irnos de aquí sin problemas.
-Melissa, aunque tengas la llave seguimos sin saber donde está. ¿Recuerdas?.
-En eso te equivocas. -Insistió Melissa que continuaba sonriendo animadamente. -Con esto no necesitamos saber dónde está la nave. Será ella la que nos encuentre a nosotros.
Dicho esto, y sin dar tiempo a Álam a preguntar nada más, Melissa volvió a acercárse a él y lo ayudó a caminar hacia la salida de la cueva sin darle una sola explicación más. Sin embargo, cuando los dos estaban ya a punto de salir, Álam se detuvo y dirigió su mirada hacia el cuerpo inmóvil de Álfred haciendo que Melissa lo mirase al instante con cierta preocupación.
-Sabes que si lo dejo con vida volverá a intentar encontrarnos, ¿Verdad?. -Dijo sin siquiera mirarla. -Sí. -Respondió ella con tristeza. -Pero... por favor, no lo mates. Álfred ha cuidado de mí desde que era pequeña y ha sido siempre muy bueno conmigo. Sé que ha intentado llevarme de vuelta con mi padre, pero solo lo hizo por qué creía que era lo mejor para mí. Estoy segura de que si tú hubieses estado despierto cuando llegó todo habría sido diferente.
-Cómo quieras. -Dijo Álam fríamente. -Pero espero que no te equivoques. La próxima vez que nos encontremos puede que no tenga tanta suerte y sea él quién me venza a mí. Y entonces será él quién deba tomar esta decisión.
Dicho esto, Álam comenzó a caminar de nuevo ayudado por Melissa y esta decidió no decir nada más al respecto. Sabía que Álam tenía rezón, pero no podía dejar que le matase, no después de todos los años que él había pasado cuidándola.

Una vez fuera, los dos se detuvieron un instante mientras sus ojos se acostumbraban al incremento de luz tras haber pasado más de un día en la penumbra de la cueva. La lluvia seguía cayendo con fuerza sobre el bosque y el viento no había parado todavía, pero a ninguno de los dos les preocupaba la tormenta. Al contrario, Álam incluso se sintió mejor al notar el frescor del agua cayendo sobre su piel y levantó un instante la cabeza hacia el cielo para dejar que la lluvia le empapase la cara.
-En fin, ya estamos fuera. -Dijo mientras volvía a mirar a Melissa y sacudía se llevaba la mano a la cara para secarse los ojos. -¿Qué hacemos ahora?.
-Enseguida lo verás.
Dicho esto, Melissa levantó el pequeño aparato que le había cogido a Álfred, apuntó con él hacia el cielo y pulsó el botón. Al instante, una diminuta luz roja se encendió en el mismo indicando que estaba funcionando y los dos oyeron a lo lejos una especie de rugido que sacudió los árboles del bosque.
-¿Qué ha sido eso?. -Preguntó un tanto preocupado Álam. -Enseguida lo verás. -Respondió Melissa al tiempo que dirigía su mirada hacia el cielo protegiéndose los ojos de la lluvia con la mano. -No creo que tardé en llegar.
Al oír esto, Álam pareció comprender al fin lo que Melissa intentaba decirle y levantó inmediatamente la cabeza tal y como ella acababa de hacer justo a tiempo para ver como un gran halcón negro aparecía a lo lejos volando a escasos centímetros de las copas del bosque y se acercaba veloz mente a ellos.
-Ahora lo entiendo. -Dijo Álam mientras veía como la nave se detenía justo sobre sus cabezas y comenzaba a girar lentamente en el aire buscando un lugar en el que posarse. -Reconozco que me has impresionado. ¿Cómo sabías que esa nave podía hacer eso?.
-Álfred me lo enseñó el día en que se lo instaló por primera vez. -Respondió ella sin dejar de sonreír mientras se sujetaba con una mano la falda del vestido que, pese a estar completamente empapada, se levantaba por encima de sus rodillas a causa de los remolinos formados por los motores del aerodeslizador. -Sabía que me encantaba ver cómo volaban los aerodeslizadores que entraban y salían del palacio. Así que el día que le instaló este control remoto al suyo me dejó que yo lo llamase desde uno de los balcones.
-Entiendo. -Al oír esto, Álam sonrió ligeramente y comenzó a comprender por qué ella estaba tan segura de que hacía lo correcto al dejarle con vida. -Pero ahora será mejor que lo hagas aterrizar de una vez antes de que alguno de los guardias se dé cuenta de que está volando solo y vengan a comprobar que pasa.
-Eso intento. -Afirmó Melissa pulsando una y otra vez el botón del control remoto. -Debería haberse posado nada más llegar, pero parece que no responde.
-Quizás deberíamos intentarlo en un lugar más despejado. -Sugirió Álam mientras miraba a su alrededor buscando un lugar apropiado. -Es posible que tenga algún sistema de seguridad o algo que le impida aterrizar si hay algún obstáculo en medio.
-¿Y a donde vamos a ir?. -Preguntó Melissa un tanto decepcionada. -El bosque es muy grande.
-En la cima de la colina parece haber una especie de claro. -Respondió Álam mientras señalaba hacia la parte superior de la pequeña colina en que se encontraban. -Puede que ahí sí pueda aterrizar. Pero será arriesgado, estaremos al descubierto durante unos minutos y es posible que nos descubran si alguna nave se acerca demasiado. Aunque dudo que lo hagan habiendo ya una nave sobrevolando la zona.
-¿Subimos entonces?.
En respuesta a la pregunta de Melissa, Álam asintió con la cabeza y los dos comenzaron a ascender lentamente por la pendiente de la colina. Afortunadamente para ambos, en aquella parte del bosque la arboleda era ya mucho menos densa y apenas había maleza que les impidiese el paso. Pero, aún así, Álam tenía dificultades para mantener el paso aún con la ayuda de Melissa y recorrer los escasos cien metros que los separaban de la cima les llevó mucho más tiempo del que esperaban.

Cuando al fin salieron de entre los árboles y se encontraron en el claro, Melissa pulsó una vez más el botón del control remoto y la nave voló velozmente hacia allí deteniendose una vez más sobre sus cabezas. Sin embargo, en esta ocasión esta tardó apenas unos segundos en comenzar a descender y se posó sin problemas en el centro del claro.
-¡Perfecto!. -Exclamó alegremente Melissa mientras caminaba rápidamente hacia la nave arrastrando literalmente a Álam con ella. -Ahora por fin podremos marcharnos de aquí.
-Eso parece. -Jadeó Álam visiblemente agotado tras la subida. -Aunque no estoy muy seguro de poder pilotar esa nave estando tan débil. Necesitaré descansar un rato antes de que podamos irnos.
-Álam, tú no vas a pilotar esa nave. -Dijo completamente seria Melissa mientras se detenía junto al aerodeslizador y esperaba a que las puertas terminasen de abrirse. -Apenas puedes mantenerte de pie, ¿Cómo esperas poder pilotar en ese estado?.
-No hay otra solución. -Replicó Álam. -Si uso el piloto automático nos descubrirían enseguida. Nuestra única posibilidad es pilotarla de forma manual.
-Si hay otra solución. -Afirmó Melissa. -¡Pilotaré yo!.
-Melissa, ¿Seguro que sabes cómo pilotar un aerodeslizador?. -Preguntó Álam bastante sorprendido por lo que acababa de oír. -¡Claro que sí!. -Exclamó Melissa. -Bueno.... o al menos en teoría.
-¿En teoría?. -Repitió Álam que ahora la miraba de una forma bastante curiosa. -¿Qué se supone que significa eso?.
-Verás, Álfred me enseñó a pilotar. Pero como mi padre no me dejaba salir de la fortaleza nunca solo podía practicar en el hangar. -Aclaró Melissa al tiempo que ladeaba ligeramente la cabeza y sonreía inocentemente. -Aunque no creo que volar fuera sea tan diferente, ¿Verdad?. Además, después de ver lo que hiciste con el patrullero no creo que yo lo haga mucho peor que tú.
-En fin, supongo que después de todo no nos queda otro remedio. -Se resignó Álam que, pese a no confiar en absoluto en las posibles habilidades de Melissa como piloto, sabía que no le quedaba otra solución. -Pero ten mucho cuidado, ¿De acuerdo?. Aún con una nave como esa no será esta tormenta puede ser muy peligrosa.
-Lo tendré, ya lo verás. -Respondió alegremente Melissa mientras lo ayudaba a subir al aerodeslizador. -Tú solo sientate ahí y descansa, después de todo por lo que has pasado lo necesitarás. Ahora me toca a mi hacer algo por los dos.
Tras decir esto, Melissa dejó a Álam en el asiendo del copiloto, le dio un pequeño beso y corrió a sentarse a los mandos de la nave para salir de allí cuanto antes. Afortunadamente, aquella era la misma nave en la que Álfred le había enseñado a pilotar y sabía perfectamente donde estaban los mandos y cómo usarlos. Aunque pronto comprobaría que pilotar en la tranquilidad del hangar era muy diferente a tener que hacerlo en medio de aquella tormenta.
Bajo la mirada atenta y preocupada de Álam que continuaba sin fiarse demasiado de que pudiese realmente hacerlo, Melissa puso en marcha la nave y comenzó a ascender lentamente haciendo que esta se elevase una vez más por encima de las copas de los árboles.
Fue entonces cuando empezaron los problemas. Lejos de seguir la ruta que Mariana les había indicado y dirigirse hacia el norte, Melissa apenas parecía capaz de controlar la nave y era el viento el que los dirigía zarandeándolos arbitrariamente a izquierda y derecha sin que esta pareciese ser capaz de hacer nada para controlarla.
-Melissa, tienes que mantenerlo derecho. -Dijo Álam con calma tratando de no ponerla todavía más nerviosa. -Si sigues así acabaremos estrellándonos.
-¡No puedo!. -Gritó Melissa forcejeando inútilmente con los mandos. -El viento es muy fuerte, no consigo enderezarlo.
-Intenta tranquilizarte, si te pones nerviosa será todavía peor. -Continuó Álam mientras observaba con preocupación como la nave descendía de golpe hacia el bosque y pasaba a apenas unos milímetros de las copas de los árboles. -Usa los motores auxiliares para compensarlo.
-¿Los qué?.
Justo en el instante en que Melissa preguntaba esto, un nuevo golpe de viento lanzó el aerodeslizador hacia abajo y Melissa dejó escapar un grito al tiempo que tiraba con todas sus fuerzas de la palanca intentando elevarla. Pero ya era demasiado tarde, la nave se había dado la vuelta y la acción de Melissa tan solo empeoró las cosas.
El deslizador giró sobre sí mismo, se inclinó hacia el suelo hasta casi formar un perfecto ángulo de noventa grados con el mismo y descendió en picado hacia el bosque mientras sus motores rugían impulsándolo todavía con mayor velocidad hacia su destrucción.
Pero entonces, justo cuando el pico de la nave estaba ya a punto de chocar contra los árboles, cuatro pequeños motores cobraron de vida de golpe en los costados y las alas de la nave y esta cambió al instante de dirección. La rígida estructura de metal del aerodeslizador crujió a causa del esfuerzo cuando este se enderezó por completo en apenas un par de metros y sus alas golpearon las copas de un par de árboles destrozándolas sin sufrir el más mínimo daños. Pero, al fin, la nave se estabilizó por completo de nuevo y comenzó a deslizarse lentamente hacia adelante volando a escasos metros del bosque.
-¡Esto!. -Dijo al fin Álam dejando escapar un profundo suspiro de Alivio mientras soltaba la palanca que acababa de empujar con todas sus fuerzas. -Estos motores se usan para enderezar la nave cuando hay un fuerte viento de costado... o cuando ocurren cosas como esta. Pero espero que no tengamos que usarlos otra vez para algo así.
-Álam lo... lo siento... -Acertó a decir Melissa con voz temblorosa sin prestar ya atención alguna a los mandos de la nave que continuaba su rumbo sin que el viento pareciese afectarle ahora en absoluto. -He estado apunto de matarnos... no debí intentarlo...
-No digas tonterías, eso no ha sido culpa tuya. -Respondió Álam con la misma calma que antes. -Es normal que si solo habías practicado en un hangar no supieses como volar con un viento así. No te preocupes, tú solo concentrate en llevar la nave derecha y pon rumbo hacia el norte, verás como ahora sí puedes hacerlo.
-E... está bien. -Aunque todavía con ciertas dudas, Melissa cogió de nuevo la palanca de mando y giró lentamente la nave hasta que este comenzó a desplazarse hacia el norte. -¿Está bien así?.
-Perfecto. -Sonrió Álam. -¿Lo ves?. Solo necesitabas un par de consejos y calmarte un poco. Ahora mantén el rumbo y no te eleves demasiado para no llamar la atención. Mientras tu amigo Álfred no regrese a la fortaleza y los demás sepan lo que ha pasado no creo que nos sigan si volamos en la nave de uno de los BlackHawk, pero es mejor ser prudentes.
-De acuerdo.
Animada por las palabras de Álam y por la forma en que este estaba confiando en ella a pesar de lo sucedido, Melissa siguió sus instrucciones y el aerodeslizador se alejó al fin de la fortaleza dirigiendose hacia el norte sin que ninguno de los patrulleros que seguían con la búsqueda se preocupase en absoluto por ellos.
Pero había alguien que sí se había dado cuenta de lo que había sucedido. Alguien que se había despertado hacía tan solo unos segundos y observaba desde la cima de la colina como la sombra negra de su nave desaparecía en la distancia. Pero no era esto lo que más le dolía, si no el gravísimo error que había cometido al dejarse sorprender así y al no haber prestado atención a las súplicas de su princesa.




Durante el resto de aquel día, el aerodeslizador continuó su viaje hacia el Norte sobrevolando el joven bosque semi-tropical que cubría lo que en otro tiempo habían sido los áridos desiertos del Asia Meridional.
Ninguno de sus dos jóvenes ocupantes sabía qué los esperaba cuando llegasen al lugar que Mariana les había marcado en el mapa, pero en aquel momento no tenían más opción que confiar ella. El radar de la nave mostraba decenas de patrullas que recorrían una y otra vez las principales rutas hacia la frontera y, aún volando en una de sus propias naves, dirigirse hacia allí sería demasiado arriesgado.
Y Álam sabía que aquel no el momento de precipitarse. Aún con la momentánea ventaja que aquella nave les proporcionaba, lo más importante en aquel instante no era llegar cuanto antes al lugar que Mariana les había indicado sino mantenerse ocultos. No sabía hasta que punto Mariana podría ayudarles, pero lo que sí sabía era que si los descubrían ahora nada de lo que ella pudiese hacer serviría ya de nada.
Por eso, cuando el Sol comenzó al fin a desaparecer en el horizonte el cielo se tiñó con la sangre del crepúsculo, Álam dirigió su mirada hacia el radar de la nave para asegurarse de que no había ningún patrullero cerca que pudiese descubrirlos y decidió que aquel era un buen momento para darle un pequeño descanso a la nave y a la propia Melissa que, tras más de ocho horas pilotando sin descanso, debía estar bastante cansada.
Apenas faltaban ya trescientos kilómetros para llegar al lugar marcado por Mariana y sabía que aquella nave podría recorrerlos en menos de una hora más de viaje. Pero fuese lo que fuese lo que los esperaba allí prefería encontrarselo bajo la luz del día y no oculto en las tinieblas de la noche.
Además, todavía se encontraba demasiado débil como para luchar y en aquel estado no podría hacer nada para protegerse a si mismo o a Melissa si algo salía mal. Era más prudente que ambos descansasen una noche más para dejar que todo se calmase un poco y, ahora que todavía podían ocultarse en alguno de los claros que salpicaban el denso manto verde del bosque como pequeñas heridas, parecía el momento perfecto para hacerlo.
Aunque, por supuesto, antes tendría que asegurarse de que su piloto sería capaz de bajar la nave a tierra. Algo de lo que, después de lo visto tras su más que accidentado despegue, no estaba del todo seguro.
-Melissa, ¿Crees que serás capaz de posar la nave en aquel claro de allí?.
Preguntó Álam al tiempo que señalaba hacia una pequeña abertura en la capa de hojas y ramas del bosque situada a apenas unos metros de donde se encontraban.
-¿Quieres que aterrice allí?. -Respondió un tanto insegura Melissa al tiempo que dirigía un rápido vistazo al claro y volvía a mirar a Álam. -Sí, creo que podré hacerlo. Pero ¿Por qué?. Ya falta poco para llegar.
-Precisamente por eso. -Explicó Álam. -No sé lo que habrá allí pero prefiero llegar de día y estando un poco más descansado. Además, llevamos muchas horas volando sin descanso. Si seguimos así llamaremos demasiado la atención. Y más ahora que se ha hecho de noche y el número de naves patrullando es mucho menor.
-Supongo que tienes razón. -Asintió Melissa aparentemente convencida. -Está bien. Entonces intentaré aterrizar ahí.

Tras decir esto, Melissa miró de nuevo hacia adelante y comenzó a reducir la velocidad de la nave al tiempo que la dirigía hacia el claro y comenzaba a descender lentamente. Una vez sobre él, Melissa detuvo el aerodeslizador de golpe, lo que hizo que Álam la mirase todavía con más dudas, y maniobró la nave haciendo que el gran halcón negro en que volaban desapareciese por completo entre las copas de los árboles y acabase posándose sin mayores problemas en el húmedo suelo del bosque.
-¡Listo!. -Exclamó Melissa visiblemente alegre al tiempo que soltaba los mandos de la nave y se giraba de nuevo hacia Álam. -¿Qué tal lo he hecho?.
-Francamente, mucho mejor de lo que esperaba. -Respondió Álam un tanto sorprendido. -Pero ahora que ya estamos en tierra será mejor que te des prisa y desconectes el motor principal y el sistema auxiliar de energía antes de que nos cause problemas.
-¿Quieres que lo apague del todo?. -Preguntó sorprendida Melissa. -Pero si hago eso no funcionará nada, ni siquiera el sistema de calefacción. Y ahí fuera debe hacer mucho frío, ¿Seguro que es necesario hacer eso?.
-No te preocupes, el motor de la nave debe estar hirviendo después de tanto tiempo funcionando sin detenerse, eso bastará para mantenernos calientes toda la noche. -La tranquilizó Álam. -Además, es necesario que lo desconectemos por completo si no queremos que nos encuentren. -Aclaró. -Mientras sus sistemas auxiliares tengan energía la nave estará enviando una señal de posición a todos los radares de la zona y no creo que tarden en darse cuenta de que algo no va bien si ven que nos quedamos toda la noche en medio del bosque. Lo mejor que podemos hacer es desconectarlo y esperar que no se les ocurra rastrear la última posición de la nave. Pero si tu amigo Álfred está realmente con la reina y no nos ha delatado como tu crees dudo que lo hagan.
-Está bien. Supongo que no queda más remedio, pero no me gusta la idea de quedarme a oscuras en medio de este bosque.
Dicho esto, Melissa apagó todos los sistemas de la nave y sacó la tarjeta de activación de Álfred desconectándola por completo. Al instante, el pequeño zumbido del motor desapareció por completo y todas las luces de la nave se apagaron de golpe. Tan solo la pálida y blanquecina luz de la Luna continuó iluminando débilmente el interior de la nave permitiendo que ambos pudiesen verse todavía entre las sombras.
-Tranquila, aquí estamos a salvo. -Dijo Álam sonriendo ligeramente al ver la preocupación con que Melissa observaba la oscuridad que los rodeaba. -Anda, deja de preocuparte e intenta dormir un poco. Ahora mismo es lo único que podemos hacer y creo que los dos lo necesitamos después de todo lo que ha pasado.
-Yo no estoy nada cansada. -Aseguró Melissa mientras se reclinaba en su asiento y giraba la cabeza hacia Álam para mirarle. -Pero tú si lo necesitas. Debiste hacerme caso y descansar mientras volábamos, así no te recuperarás nunca.
-No te preocupes, ahora ya estoy mucho mejor. -Mintió Álam que, a decir verdad, se sentía todavía más débil que antes. -Solo necesito descansar como es debido esta noche y mañana estaré perfectamente. Ya lo verás.
-¿Seguro que estás mejor?. -Insistió Melissa. -Sí. -Repitió Álam al tiempo que asentía con la cabeza tratando de convencerla. -Vamos, deja ya de pensar en eso. No es para tanto.
-Si lo es. -Continuó Melissa con una mezcla de tristeza y de cariño que hizo que Álam se quedase sin palabras durante un instante. -No solo me diste tu sangre Álam, cuando hiciste eso sabías que también me estabas entregando tu vida y que podías haberla perdido. No puedo olvidar eso.
-Pero no pasó nada. Sigo aquí, ¿verdad?. -Dijo Álam sonriendo. -No le des más vueltas a algo que ya ha pasado. Además, después de lo sucedido esta mañana creo que hasta tendría que agradecertelo.
-¿Agradecermelo?. -Repitió Melissa un tanto sorprendida. -Álam, estuve a punto de matarte.
-Eso no es cierto. Fui yo el que te obligué a hacerlo, ¿recuerdas?. -Respondió él sin dejar de sonreír. -Y fuiste tu misma la que me salvó al transformarme en alguien como tú y al darme una parte de tu propia sangre. Eso es algo que nunca olvidaré.
-Entonces... ¿No te importa?. -Preguntó ella con cierto temor. -Aún a pesar de lo mucho que odias a los vampiros, ¿No te importa ser ahora uno de nosotros?.
-Yo no soy un vampiro, tu misma lo dijiste. -Respondió Álam mientras observaba fascinado el reflejo de la luna en la temblorosa superficie espejada de sus maravillosos ojos azules. -Soy como tú, por eso no me importa. Mientras mi mente siga siendo la misma no me preocupa que una parte de mi cuerpo se un vampiro. Al contrario, después de lo sucedido con Álfred esta mañana incluso lo encuentro bastante... "interesante". Jamás imaginé que llegaría el día en que podría hacerle algo así a un BlackHawk.
-Álam.... -Al oír esto, la preocupación desapareció por completo de los ojos de Melissa y en sus labios apareció una pequeña y cálida sonrisa. -Me alegra mucho que pienses realmente así. Me preocupaba haberte hecho algo por lo que no pudieses perdonarme nunca.
-¿Perdonarte?. -Repitió Álam al tiempo que sonreía de una forma casi burlona que sorprendió bastante a la propia Melissa. -Sabes, eres una chica muy extraña.
Evidentemente, estas últimas palabras no eran exactamente lo que Melissa esperaba oír en aquel momento y, unidas a la forma en que Álam lo había dicho, hicieron que esta lo mirase completamente seria y dejase de sonreír al instante.
-¿Cómo que extraña?. -Respondió inmediatamente Melissa en cuya voz podía notarse claramente que aquel comentario no le había hecho demasiada gracia. -¿Qué se supone que significa eso exactamente?.
-Vamos, no pongas esa cara, no es nada malo. -Se apresuró a aclarar Álam al ver la forma en que esta lo miraba. -Es solo que me sorprende que te preocupes por algo así. Eres una mujer preciosa y además una princesa, no esperaba que fueses tan insegura. Deberías confiar más en ti misma y saber que una tontería así no hará que cambie en absoluto lo que siento por ti.
-¿Las mujeres humanas no se comportan así?. -Preguntó con curiosidad Melissa que parecía haber entendido lo que Álam quería decirle y se había relajado un poco. -No. Al menos no las que yo conozco. -Respondió él. -La mayoría se comportan exactamente igual que un chico. Aunque supongo que tampoco es demasiado justo que diga esto ya que las únicas que conozco son soldados o Hunters como yo. Es posible que no todas sean así.
-Ji, ji, ji... ahora eres tú el que me parece raro a mí. -Esta vez fue Álam el que se sorprendió al ver como Melissa dejaba escapar una pequeña risilla al oírle. -No esperaba que alguien como tú hablase de esas cosas. Ji, ji ,ji...
-Yo no le veo la gracia. -Afirmó Álam tratando de mantenerse serio. Aunque, a decir verdad, sabía que ella tenía razón y al verla reírse así apenas podía evitar sonreír. -Pero creo que por una vez tienes razón. Yo también le estoy dando demasiadas vueltas a cosas sin importancia. Creo que lo mejor para los dos es que lo dejemos por hoy y descansemos un poco.
Dicho esto, Álam dejó de mirar a Melissa y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento para intentar dormir un poco. Estaba completamente agotado y, ahora que Melissa ya no parecía preocupada y había aclarado aquel pequeño detalle, no encontró ningún motivo para no darle al fin a su cuerpo el descanso que este le pedía.
Sin una palabra más, los dos cerraron los ojos y se prepararon para pasar la noche en el interior de aquella nave sin saber todavía las sorpresas que el nuevo día podría depararles cuando al fin los planes de Mariana empezasen a revelarse.

Mientras tanto, lejos de allí, en la lejana frontera entre el territorio humano y el reino de Nathaniel, las cosas no estaban en absoluto tan tranquilas. El súbito incremento en el número de patrullas cerca de la frontera y los datos obtenidos por los satélites humanos sobre el movimiento de naves cerca de la fortaleza de Nathaniel habían hecho suponer a los dirigentes humanos que su plan había tenido éxito y estos se preparaba ahora para las posibles represalias.
Tan solo un hombre sabía que no había sido así. Conocía perfectamente a Álam pues el mismo lo había rescatado de entre las cenizas de lo que en otro tiempo había sido su pueblo y lo había entrenado durante más de seis años hasta convertirlo en el perfecto asesino que era ahora. Y si de algo estaba completamente seguro era de que huir no era propio de él. Algo no encajaba en todo aquello, algo que no acertaba a comprender pero que, sin duda, afectaría en alguna medida a sus planes originales.
Pero ese hombre era el mismo que hacía apenas unos días lo había enviado a aquella misión condenándolo a una muerte casi segura. Por eso, cuando esa mañana su primer oficial le pidió que firmase el informe antes de entregárselo al consejo, este lo hizo sin apenas pararse a leerlo y no puso ninguna objeción.
Puede que para los miembros del consejo aquel muchacho fuese tan solo un Hunter más del que se pudiese prescindir, pero él sabía que no era así. Álam era algo más que eso. Hacía diez años lo había encontrado entre las cenizas de un pueblo que él mismo había visto desaparecer en medio de una gigantesca columna de fuego y jamás podría olvidar la sensación de terror que había sentido al ver allí a aquel niño, completamente ileso en medio de toda aquella destrucción.
Durante los últimos días se había repetido a sí mismo que lo había enviado a aquella misión porque eso era lo que Álam quería realmente. Qué lo único que había hecho había sido concederle al fin la posibilidad de morir luchando contra aquellos monstruos a los que tanto odiaba. Pero, en el fondo, sabía que aquello tan solo era un sutil truco de su mente para engañarse a sí mismo y atenuar el sentimiento de culpa que aquella decisión le había provocado.
Lo había enviado allí por una única razón: ¡Por miedo!. Y ahora, le gustase o no, tendría que enfrentarse a ese miedo. Ya no podía hacer nada para ayudarle, pero lo que sí podía hacer era ocultarle todo aquello al consejo y darle a aquel muchacho algo que se le había negado durante los últimos diez años: la oportunidad de controlar su propio destino.

Sin embargo, lo que ni siquiera el mismísimo comandante en jefe de los Hunters podía llegar a imaginar en ese momento, era que alguien más se había dado cuenta de aquello. Alguien que, a diferencia de él, si estaba dispuesto a hacer algo por Álam y se encontraba ya en la frontera dispuesto a enfrentarse a todo aquel que tratase de interponerse en su camino ya fuese vampiro... o humano.



Era una noche clara, quizás demasiado para sus propósitos. La extraordinaria Luna llena que reinaba esa noche en el cielo nocturno junto a su titilante cortejo de estrellas iluminaba con su luz blanquecina y pálida los escarpados riscos de los Urales y acercarse al puesto de guardia le resultaría más difícil de lo que había esperado. Pero no tenía tiempo que perder. Ahora que lo sabía no dejaría que algo así le impidiese seguir adelante.
Con la velocidad de un felino, una sombra se deslizó entre los pequeños arbustos que cubrían la base de una de las montañas más septentrionales de la cordillera y se acercó sigilosamente a la cima manteniendose siempre en la sombra. La montaña no era muy alta, apenas unos ochocientos metros por encima de la gran llanura que se extendía a ambos lados de la misma, pero en su cima se encontraba uno de los muchos puestos de avanzadilla que controlaban la frontera y debía moverse con cuidado.

Tras unos minutos ascendiendo sigilosamente por la polvorienta pendiente de la montaña, las luces de la base aparecieron al fin ante sus ojos y se detuvo al instante. Se encontraba a apenas unos cien metros del pequeño muro que rodeaba el perímetro de la base y los escasos dos metros de altura de este no le suponían problema alguno, pero sabía que una vez en su interior su sombra se haría perfectamente visible y podría delatarle. Por eso, antes de aventurarse en su interior prefirió tomarse unos segundos para examinarla con detenimiento aprovechando la protección que todavía le brindaba la sombra de una de las montañas vecinas.
Toda el ala Norte de la base estaba ocupada por una serie de enormes edificios de planta rectangular alineados de forma paralela, lo que hacía pensar que probablemente se tratase de los almacenes y hangares de la base en cuyo interior descansarían las naves y demás vehículos de asalto así como las municiones y provisiones de los soldados.
El ala Sur, sin embargo, estaba prácticamente vacía y en ella tan solo podían verse un par de edificios. Uno de ellos, el más cercano al borde de la base que marcaba el límite del territorio humano, era una de las ya típicas construcciones modulares de un solo piso formada por pequeñas unidades hexagonales de acero y neo-aluminio que desde hacía años se habían convertido en el standard para las barracas del ejército. El otro, por contra, había sido construido en el extremo opuesto del complejo y parecía ser una pequeña estación de comunicaciones en cuyo techo podía verse un verdadero bosque de antenas y sensores de todo tipo.
El resto de la base, incluido el centro de la misma, parecían completamente vacíos y aquí y allá podía verse a varios guardias patrullando entre los edificios así como varios aerodeslizadores preparados para despegar en caso de emergencia. Incluso pudo ver un par de los nuevos aerotanques que habían empezado a usarse recientemente en combate. Pero sabía que aquello no era todo.
Una mirada más atenta a la parte central de la base hizo que percibiese una pequeña distorsión en el aire y no tardó en apreciar también una alargada y difusa sombra cuyo origen parecía no existir. O, al menos, así sería para cualquiera que no conociese las tácticas humanas. Pero este no era el caso.
Ni siquiera el extraordinario polímero de camuflaje que cubría todo el edificio era suficiente para ocultarlo a los ojos del dueño de aquella sombra. Sabía que allí se encontraba el centro de mando y que, seguramente, este se estaría rodeado de sensores activos de movimiento y custodiado por varios guardias ocultos tras el camuflaje. Lo que hacía que el centro de la base no fuese exactamente el lugar más apropiado para intentar atravesarla.
Tras un rato pensando, y con la seguridad de que acercarse a los depósitos de municiones o a los hangares sería prácticamente un suicidio ya que estos estarían también muy vigilados, decidió al fin tomar la ruta de las barracas y el centro de comunicaciones confiando en la capacidad de su armadura para evitar los sensores de este último.
Tenía miedo, no podía negarlo. Y su corazón latía cada vez más deprisa conforme se acercaba al borde de la zona iluminada por los focos de la base. Pero le habían enseñado a usar ese miedo, a aprovecharlo para ser más rápido, más fuerte. Y ahora era el momento de comprobar si todo eso era o no cierto.

Decidido al fin a seguir adelante, se acercó al borde de la oscuridad tras la que se había ocultado hasta entonces, se detuvo in instante para tomar aire y corrió con todas sus fuerzas hacia el muro de la base.
Nada más entrar en la luz, su sombra se hizo más densa y perfectamente visible sobre el polvoriento suelo de la montaña, pero ahora ya no podía detenerse. En apenas unos segundos alcanzó el muro y, sin siquiera detenerse, saltó por encima de este dando un rápido giro en el aire para evitar tocarlo al tiempo que doblaba sus rodillas nada más caer a tierra de nuevo y se llevaba las manos al suelo para amortiguar la caída. ¡Ya estaba dentro!. Ahora venía lo más difícil: salir.
Sin perder un solo segundo, levantó rápidamente la cabeza, buscó con la mirada su siguiente objetivo asegurandose al mismo tiempo de que nadie le había descubierto y echó a correr de nuevo dirigiendose esta vez hacia el apartado centro de comunicaciones y ocultándose tras él.
Tal cómo había supuesto, aquella zona de la base no estaba demasiado vigilada debido a la presencia allí de los soldados que permanecían en las barracas y a la confianza que estos tenían en los equipos de detección del centro de comunicaciones. Tan solo un guardia patrullaba entre ambos edificios para asegurarse de que nadie sin autorización se acercase a ellos ni a uno de los nuevos aerotanques del ejército que descansaba entre ambos edificios al igual que dos aerodeslizadores de combate. Probablemente colocados allí para reducir el tiempo de reacción de los pilotos que descansaban en las barracas. Pero esto no le suponía ningún problema.
Tras esperar pacientemente a que el guardia se diese la vuelta y comenzase a alejarse de nuevo en dirección a las barracas, salió una vez más de su escondite y se deslizó silenciosamente tras él colocándose justo a su espalda en el instante en que este pasaba junto a los vehículos y quedaba oculto a la vista de la mayoría de la base por ellos.
Aprovechando este momento, el intruso descargó un fuerte golpe con el dorso metálico de la mano de su armadura sobre el cuello del guardia y este cayó inconsciente al instante sin que ninguno de los dos hiciese el menor sonido. Hecho esto, continuó su camino moviendose sigilosamente entre los vehículos y no tardó en llegar a la parte trasera de las barracas.
Una vez allí, suspiró aliviado al haber conseguido cruzar al fin la mayor parte de la base. Tan solo necesitaba una carrera más y un poco de suerte para cruzar los escasos metros que debían separar las barracas del muro que protegía el perímetro Este de la base y estaría al fin fuera. Aunque debía hacerlo deprisa si no quería que encontrasen el cuerpo inconsciente del guardia.
Lo más rápida y silenciosamente que pudo, el intruso se apresuró a recorrer la parte trasera de las barracas pegandose todo lo posible a la metálica pared de las mismas para evitar en lo posible que su sombra pudiese delatarle. Una vez al otro lado de las mismas, se acercó al borde del edificio, dobló ligeramente sus piernas preparándose para echar a correr una vez más, dirigió su mirada hacia el lugar en que debería encontrarse aquel muro que señalaría el fin de la base y..... se detuvo.
En el instante en que su mirada se encontró al fin con el último muro de la base todos sus planes se vinieron a bajo y se apresuró a volver a ocultarse tras las barracas mientras su mente volaba intentando buscar una solución a aquella difícil situación.
Lejos de tratarse de un pequeño muro como el que protegía la parte Oeste de la base, la muralla Este del puesto de avanzada era una gigantesca construcción de hormigón y acero de más de ocho metros de altura y varios de grosor que bloqueaba por completo el paso levantándose entre las dos grandes montañas vecinas cómo una pequeña presa. Aunque, en este caso, estaba destinada a contener el avance de algo mucho más peligroso que el agua.
Pero eso no era todo. Además del obstáculo que aquella muralla suponía, desde donde se encontraba también alcanzaba a ver las impresionantes estructuras con forma de bóveda de cuatro pequeños búnkers construidos sobre la propia muralla. Y en su interior, protegidos por los gruesos paneles de titanio que cubrían cada búnker, descansaba una gigantesca arma de alta energía cuyos enormes cañones gemelos apuntaban en aquel instante hacia el otro lado de la frontera.
Todo esto suponía un nuevo y terrible problema para el dueño de aquella esquiva sombra. Aquellos cañones eran capaces de volatilizar casi cualquier vehículo de asalto con un solo disparo y era más que probable que estuviesen conectados a un sistema de detección mucho más complejo que el que vigilaba la propia base. Lo que los convertía en un terrible peligro aún contando con la protección de su armadura.
Por si eso no fuese poco, varias parejas de guardias patrullaban frente a las escalas de metal que permitían acceder a la parte superior de la muralla y también arriba, entre los búnkers, para asegurarse de que nada ni nadie conseguía atravesar aquella frontera. Aunque, por fortuna, estos esperaban a un enemigo procedente del otro lado, no de su propio territorio.

Durante unos segundos, pensó en la posibilidad de volver atrás, de olvidar todo aquello y regresar a donde pertenecía. Pero aquel pensamiento solo duró eso: unos segundos. Su voluntad de seguir adelante era mayor que el miedo que aquella fortificación le imponía y pronto encontró de nuevo las fuerzas para asomarse una vez más a la esquina de la pared de las barracas.
Desde donde estaba, observó atentamente los movimientos de la pareja de guardias que patrullaba la escalera más cercana y los comparó con los de los dos guardias que vigilaban la parte del muro a la que esta conducía. Según sus cálculos, tras cruzarse en el centro de sus respectivos recorridos cada pareja tardaba unos ocho segundos aproximadamente en alcanzar los extremos de su zona de patrulla y darse la vuelta para volver a encontrarse. Sin embargo, existía un retraso de más de tres segundos entre la pareja que vigilaba las escaleras y la que vigilaba el muro, lo que reducía su tiempo a tan solo cinco segundos. Algo realmente ajustado teniendo en cuenta los casi cincuenta metros que separaban las barracas de la muralla.
Pero aquello tampoco hizo que desistiese. Consciente de que no podía quedarse allí mucho más tiempo si no quería que le descubriesen, se preparó una vez más para iniciar una nueva carrera y esperó pacientemente a que los guardias de las escaleras se encontrasen de nuevo en el centro de su patrulla. En ese preciso instante, echó a correr hacia la muralla y comenzó a contar mentalmente los segundos que le quedaban:
-Cinco.
Corriendo tan deprisa cómo sus piernas y su armadura le permitían, recorrió en apenas un segundo veinticinco de los cincuenta metros que la separaban de la muralla y observó con cierto alivio como los guardias se alejaban el uno del otro sin notar nada extraño.
-Cuatro
Justo en el momento en que los guardias comenzaban a acercarse a los extremos de su zona de patrulla, la sombra llegó a la base de la muralla y sus manos volaron hacia los primeros peldaños de metal de la escala.
-Tres.
Desde donde estaba, pudo ver cómo uno de los guardias de la muralla aceleraba ligeramente el paso y se apresuró a ascender por la escala saltando literalmente de metro en metro sin apenas tocar los escalones.
-Dos.
Por el rabillo del ojo pudo ver cómo los guardias de las escaleras se daban la vuelta y comenzaban una nueva patrulla. ¡Ahora ya no había marcha atrás!. Pero el guardia de la muralla se acercaba cada vez más y más deprisa al final de su ronda. ¡Tenía que hacerlo más rápido!.
-Uno.
Al fin alcanzó el borde de la muralla. Pero el guardia también había llegado al final de su patrulla y estaba a punto de darse la vuelta. Sin pararse a pensarlo, saltó sobre la muralla, rodó sobre si mismo deteniendose justo en el centro de esta y, nada más ponerse en pie de nuevo, tomó impulso dando un rápido paso adelante y saltó al vacío.
-Cero.
Justo en el instante en que volaba sobre el borde opuesto de la muralla y estaba apunto de caerse, estiró con todas sus fuerzas su brazo derecho y se sujetó en el último instante al borde de la misma. Al mismo tiempo, el guardia se dio la vuelta y continuó tranquilamente con su patrulla sin que ni él ni su compañero se percatasen de nada. Ni siquiera de la presencia de una extraña sombra colgando del otro lado de la muralla.
Lo había conseguido. Estaba jadeando y su corazón apenas podía bombear la sangre lo suficientemente deprisa cómo para compensar el esfuerzo, pero al fin había cruzado la muralla. Ahora tan solo le quedaba una cosa por hacer: alejarse de allí. Aunque eso tampoco sería exactamente sencillo.

Cuando al fin consiguió tranquilizarse un poco más y su respiración se volvió más regular, dirigió su mirada hacia el suelo. Por ese lado, la muralla era todavía más alta que por la parte de la base ya que había sido construida aprovechando parte de la pendiente de la montaña y alcanzaba los doce metros desde el suelo. Pero, aún así, bajar no le sería demasiado difícil.
Pese a la altura de la muralla, y a la más que obvia ausencia de escaleras por esa cara de la misma, la presencia de varias armas automáticas de plasma a media altura y de una serie de cañones de fuego líquido apenas un par de metros de la base hacían que llegar al suelo fuese una tarea relativamente fácil para alguien bien entrenado.
Con la agilidad de una ardilla, la sombra se deslizó velozmente sobre la grisácea superficie de hormigón de la muralla siguiendo los saltos de su dueño que se dejó caer hasta apoyarse en la base de una de las armas de plasma. Una vez allí, este se sujetó al cañón de la misma con ambas manos, se descolgó bajo el mismo y se soltó una vez más yendo a parar esta vez sobre el grueso cañón de uno de los lanzallamas.
Llegar al suelo desde allí era ya un juego de niños. Sin embargo, antes de decidirse a saltar los dos últimos metros que lo separaban todavía del suelo y alejarse de la fortaleza, el fugitivo se detuvo un instante para tomar aire y sacó de uno de los laterales de su armadura un pequeño cuchillo de plasma todavía inactivo.
Sabía que mientras se encontrase cerca de la muralla los sistemas de camuflaje de su armadura lo mantendrían oculto fusionando su señal con la de la propia pared para que los radares y demás sensores no pudiesen detectarle. Pero nada de eso funcionaría en cuanto se alejase y lo que había visto sobre aquella muralla hacía que esto resultase extremadamente peligroso.
Tan solo tenía una posibilidad para evitar acabar volando por los aires, y era confiar en que aquel viejo truco que tantas veces había visto usar en las holo-filmaciones sobre los combates aéreos de las antiguas guerras humanas funcionase igualmente bien con los modernos sistemas de seguimiento de la base.

Con un rápido movimiento de su mano, activó la hoja del cuchillo y saltó al fin al suelo alejándose unos metros de la fortaleza. Al instante, una brillante señal luminosa apareció en la esquina superior izquierda del visor de su casco indicándole que acababan de descubrirle y echó acorrer una vez más alejándose rápidamente de la fortaleza.
Apenas unos segundos después, uno de los búnkers que dominaban la cima de la muralla se activó de pronto y comenzó a girar sobre sí mismo al tiempo que sus enormes cañones descendían lentamente siguiendo la trayectoria que su sistema de guía les indicaba. Hacia el enemigo invisible que descendía velozmente la pendiente de la montaña.
Pero este no se dejaría atrapar tan fácilmente. Antes de que el cañón pudiese disparar, subió al máximo la potencia de su cuchillo quitando incluso el bloqueo de seguridad y, cuando el prisma de condensación del arma estalló en pedazos convirtiendo la hoja de la misma en una brillante llamarada azul, lo lanzó con todas sus fuerzas hacia el otro lado de la pendiente.
Y en ese preciso instante se produjo el disparo. Mientras corría, sin detenerse ni un solo segundo ni pararse siquiera a comprobar a qué o a quién habían disparado, pudo ver el centelleo de la esfera de contención electromagnética al formarse en el extremo de uno de los cañones y oyó el terrible estallido del aire arremolinandose entorno a la pequeña reacción de fusión que esta encerraba en su interior.
Ya no importaba si había funcionado o no, tan solo podía hacer una cosa: seguir corriendo. Corrió con todas sus fuerzas hacia la base de la montaña sintiendo a cada paso cómo su corazón latía más y más deprisa y cómo la luz se acercaba a su espalda. Los sensores térmicos de su armadura saltaron llenando su visor de alarmas, el aire rugió en los receptores del casco y sintió cómo su corazón estaba a punto de pararse al darse cuenta de lo que aquello significaba.
Pero entonces, justo cuando estaba ya apunto de abandonar toda esperanza y detenerse, vio cómo la luz pasaba velozmente a su lado y cruzaba e milésimas de segundo la distancia que la separaba del otro lado de la pendiente hasta estrellarse contra la pared de la montaña vecina. Justo en el punto en que su cuchillo había caído hacía tan solo unas décimas de segundo.
El resultado fue devastador. La esfera electromagnética se desintegró por completo y la diminuta bomba de fusión que albergaba en su interior se desplegó en todo su esplendor formando una brillantísima esfera de más de tres metros de radio que desintegró literalmente todo lo que había en su interior convirtiendo incluso la propia roca en energía pura que se sumó a la explosión hasta que, apenas unos segundos después, esta se esfumó por completo dejando cómo única prueba de su existencia un perfecto cráter circular.
Aliviado, el fugitivo continuó su carrera sin detenerse ni un segundo y no tardó en llegar a la base de la montaña donde pudo al fin ocultarse de nuevo. Solo entonces, cuando al fin estuvo seguro de que estaba a salvo y de que la base no podía detectarle se detuvo de nuevo y dejó escapar un profundo suspiro de alivio.
Al fin había cruzado. Lo más difícil ya estaba hecho, ahora tan solo le quedaba un pequeño detalle por solucionar antes de poder empezar su búsqueda. Pero, a decir verdad, esto le parecía apenas un juego comparado con todo lo que acababa de pasar.

Tras recuperar el aliento y asegurarse de que ya no podían rastrearle desde la base, el furtivo dueño de aquella sombra salió una vez más de su escondite y se internó en la llanura que se extendía al otro lado de las montañas. Aquí y allá podían verse los restos de numerosos aerodeslizadores y otras naves de asalto cuyos esqueletos de metal yacían semienterrados en el polvoriento suelo de la llanura como testigos de las batallas que se habían librado en aquel lugar. Y a lo lejos, dominando la mayor parte de aquel desolador paraje, podían verse dos altas torres de metal cuyas estructuras relucientes cómo el marfil se erguían en medio de la llanura como los gigantescos colmillos de una descomunal bestia enterrada en las entrañas de la tierra.
Aquel era su último obstáculo. Aquellas dos torres eran uno de los muchos puestos de guardia del ejército de los vampiros en la frontera y tendría que pasar cerca de ellas. Aunque no era algo que le preocupase demasiado. Los vampiros no esperaban un ataque de los humanos, ese había sido siempre su mayor punto débil y de ahí que sus bases en la frontera fuesen apenas unos simples torreones de vigilancia. Lo que, por otro lado, no carecía de cierta lógica ya que cualquier intento de los humanos por atacar el territorio de los vampiros sería prácticamente un suicidio dada la superioridad de sus soldados.
Pero gracias a esta confianza le sería bastante fácil atravesar la frontera. En realidad, con un poco de esfuerzo podría incluso pasar sin ser visto ocultándose entre los restos de naves y demás aparatos con tan solo dar un pequeño rodeo. Sin embargo, tras todo por lo que acababa de pasar, no estaba muy dispuesto a hacer eso. Estaba agotado, le habían disparado con un arma capaz de destruir una nave de combate con un solo disparo y, a decir verdad, estaba más que furioso.
Por eso, cuando al fin llegó a las cercanías de las dos torres tras más de quince minutos caminando sin detenerse, no lo dudó ni un segundo y se dirigió directamente hacia el centro de las mismas donde dos soldados patrullaban tranquilamente la zona.

Ni siquiera supieron qué los estaba atacando. Lo único que uno de los soldados pudo ver antes de que su compañero callese muerto al suelo fue cómo una sombra se acercaba por detrás a él siguiendo a una extraña fluctuación en el aire y cómo, de pronto, la brillante hoja azulada de un arma de plasma salía de la nada y sesgaba de un solo corte el cuello de su compañero.
Solo entonces comprendió el segundo soldado lo que sucedía. Cuando la cabeza de su compañero rodó por el suelo y su sangre se esparció por los alrededores cubriendo en parte a su agresor, este pudo ver una extraña silueta perfilada en rojo mientras la sangre resbalaba sobre ella cómo gotas de mercurio sobre metal.
-Maldición, un Hunt.........
Antes de que pudiese siquiera terminar de hablar o llevarse la mano al antebrazo de su armadura para dar la alarma, un cuchillo atravesó zumbando el aire y se clavó en su cuello haciendo que este se detuviese al instante y callese de rodillas convulsionandose de dolor. Lo había descubierto, sí, pero ya era demasiado tarde.
Con un rápido tirón, el atacante arrancó su cuchillo del cuerpo del desgraciado vampiro y, antes de que este cayese por completo al suelo, segó también su cabeza acabando por completo con él.
Hecho esto, guardó de nuevo su arma, se sacudió las últimas gotas de sangre que todavía quedaban en su armadura y pasó entre ambas torres para alejarse de allí de una vez por todas. Sabía que había más guardias en las torres, pero estaba claro que las alarmas no habían sonado y no tenía demasiado interés en encontrarse con ellos. Se sentía mejor, mucho mejor. Y ahora ya solo había una cosa que le preocupaba.
Por eso, antes de continuar su camino, levantó una vez más su mirada hacia aquella maravillosa Luna llena y se preguntó si, en alguna parte, él estaría también observándola en aquel mismo instante.




Conforme las tinieblas de la noche se desvanecían por completo entre las blanquecinas brumas del nuevo día y los todavía débiles rayos del Sol comenzaban a acariciar las copas de los árboles con la rojiza y tibia luz del lejano amanecer, Álam empezó al fin a despertarse.
Esa mañana se sentía ya mucho mejor. Tal y cómo Melissa le había dicho, tras toda una noche de descanso su cuerpo parecía haberse recuperado casi por completo y volvía a sentir en sus músculos el mismo vigor y la misma fuerza que le habían permitido deshacerse de Álbert nada más despertarse.
Tan solo una débil sensación de cansancio le recordaba que todavía no se encontraba perfectamente. Aunque esto era ya apenas una pequeña molestia comparada con la debilidad que el día anterior había amortajado todo su cuerpo y, cómo su estómago no paraba de recordarle, se debía más al hecho de que llevase ya dos días sin comer nada que a lo sucedido con Melissa.
Precisamente mientras pensaba esto, Álam giró la cabeza hacia el asiendo del piloto donde esta debería estar descansando y abrió lentamente los ojos dejando que sus pupilas se ajustasen al repentino incremento de luz.
Esa noche parecía haber nevado sobre el bosque y el cristal frontal de la nave estaba cubierto casi totalmente de nieve por lo que la cabina se encontraba todavía en penumbra. Pero, aún así, Álam pudo distinguir perfectamente la todavía borrosa silueta del sillón vacío del piloto y sus ojos se abrieron por completo al instante a causa de la sorpresa.
El solo echo de no verla allí lo preocupó tanto que trató inmediatamente de levantarse al tiempo que miraba rápidamente hacia el panel frontal de la nave tratando de ver algo en el exterior a través de la delgada capa de nieve que lo cubría. Sin embargo, al intentar ponerse de pie notó algo extraño que hizo que se detuviese al instante.
Había algo encima de él. Algo grande y pesado apoyado sobre su pecho y sus piernas que le impedía levantarse y que hizo que mirase inmediatamente hacia abajo. Pero, al hacerlo, su sorpresa fue aún mayor al comprobar que lo que tenía encima era precisamente aquello que estaba buscando: la propia Melissa.
Ella seguía dormida todavía. Descansaba tranquilamente hecha un pequeño ovillo entre sus brazos, con las piernas recogidas bajo la larga falda de su vestido y apoyadas sobre su regazo mientras sus brazos rodeaban su cintura aferrandola suavemente a él y su cabeza reposaba apaciblemente sobre su pecho. Sus largos cabellos dorados caían delicadamente sobre su rostro cubriéndolo parcialmente, aunque sin llegar a ocultar por completo la angelical expresión de paz y tranquilidad que este reflejaba en aquel instante. Una tranquilidad que el propio Álam sintió en su corazón al verla allí y lo hizo suspirar aliviado.
No comprendía todavía por qué estaba allí y no en su asiento cómo cuando se habían dormido la noche anterior. Pero ahora que sabía donde estaba y que se encontraba perfectamente eso le traía sin cuidado
Le gustaba tenerla en sus brazos. Podía sentir la calidez de su cuerpo junto al suyo, el suave arrullo de su tranquila y apacible respiración e incluso el rítmico sonido de los latidos de su corazón bajo las delicadas curvas de sus pechos ahora pegados al suyo. Y todo esto no hacía más que aumentar el cariño que sentía hacia ella al darse cuenta de lo mucho que Melissa había confiado en él al dormirse así junto a él.

Más tranquilo, y procurando no hacer ningún movimiento brusco para no despertarla, Álam se recostó por completo en su asiento una vez más y levantó lentamente una mano para apartar con uno de sus dedos los cabellos que cubrían la cara de Melissa. En su rostro tan solo había paz, calma, tranquilidad... las mismas sensaciones que le había transmitido el día en que la había visto por primera vez. Algo realmente extraño teniendo en cuenta la situación en la que ambos se encontraban ahora.
Parecía cómo si nada de lo que les rodease le afectase en aquel instante, cómo si el peligro en que se encontraban ya no le importase y el mero hecho de estar con él y ser al fin libre bastase para hacerla feliz. Y, de alguna forma, esa misma sensación había despertado en su corazón y podía sentir cómo crecía y se hacía más y más fuerte en su interior cuanto más tiempo pasaba con ella.
Durante los últimos diez años su vida había carecido de objetivos, tan solo la sed de venganza lo había hecho seguir adelante día tras día. Pero, ahora, en medio de aquel lejano bosque y con aquella muchacha durmiendo en sus brazos, se dio cuenta de que eso al fin había cambiado. Ahora si tenía un objetivo, una meta por la que luchar. Y era proporcionarle a aquella joven a la que había entregado su corazón aquello que ella tanto deseaba.
Por eso, y aunque nada le habría gustado más que poder dejarla descansar tranquila y seguir observando la belleza y la inocencia de su rostro mientras dormía plácidamente entre sus brazos, Álam se decidió al fin a despertarla para poder continuar su camino cuanto antes. Su primer objetivo no estaba lejos y prefería no perder más tiempo allí.

-Melissa... -Susurró al tiempo que acariciaba suavemente su mejilla con el dorso de una de sus manos tratando de despertarla. -Vamos, despierta, ya ha amanecido y tenemos que irnos. Por desgracia para Álam, lejos de despertarse cómo él esperaba, Melissa giró la cabeza alejándose de su mano y se aferró todavía con más fuerza a él. Lo que hizo que Álam la mirase con resignación durante unos segundos antes de decidirse a intentarlo de nuevo.
-Vamos, arriba dormilona. -Insistió sacudiendola esta vez con uno de sus brazos. -No podemos quedarnos aquí todo el día.
En respuesta a los zarandeos de Álam, Melissa comenzó al fin a despertarse lentamente y, todavía medio dormida, apoyó ambas manos en el pecho de Álam para ponerse derecha y se sentó tranquilamente sobre sus rodillas mientras abría poco a poco los ojos. Estaba tan adormilada que durante un momento ni siquiera pareció darse cuenta de donde estaba y comenzó a arreglarse tranquilamente el pelo sin prestar la mas mínima atención a Álam que ahora la miraba con cierta curiosidad.
Sin embargo, cuando al fin pareció despejarse un poco más y estiró lentamente ambos brazos para desperezarse por completo, su mirada se encontró de nuevo con Álam y la expresión de sueño que había en su rostro fue substituida al instante por una curiosa expresión de sorpresa.
-Buenos días. -La saludó Álam que no podía evitar sonreír al ver la cara que esta acababa de poner al verle. -¿Has dormido bien?.
-Bu... buenos días. -Respondió ella con cierto nerviosismo al tiempo que bajaba la mirada aparentemente avergonzada y sus mejillas se enrojecían ligeramente. -He... he dormido muy bien... gracias. ¿Y... y tú?.
-Perfectamente. -Aseguró Álam que no acababa de comprender la reacción de Melissa y la miraba cada vez con mayor curiosidad. Aunque no podía negar que aquella situación empezaba a resultar incluso graciosa y tenía que esforzarse para no reírse. -En realidad mucho mejor de lo que esperaba. Aunque me has dado un buen susto al despertarme y no verte en tu asiento. ¿Por qué no me lo dijiste anoche?.
-Ve... verás... es que... -Trató de explicar Melissa mientras jugueteaba nerviosamente con ambas manos sobre la falda del vestido. -Ayer no podía dormir. Yo... no estoy acostumbrada a dormir fuera y el asiento era tan incómodo que no conseguía quedarme dormida.
-¿Y estabas más cómoda así?. -Preguntó Álam un tanto sorprendido dandose cuenta de que la posición en que ambos se encontraban hacía tan solo unos minutos no era ni de lejos algo cómodo. -No. -Negó ella sacudiendo ligeramente la cabeza. -Pero estaba mucho más tranquila. Contigo me siento mucho más segura, cómo si nada pudiese hacerme daño mientras tú estés conmigo. Por eso, aunque estuvieses durmiendo, pude dormir tranquila el resto de la noche. Además no esperaba que te despertases tan temprano. -Aclaró. -Suponía que estarías tan cansado que tardarías en despertarte y podría volver a mi asiento sin molestarte.
-Melissa, no me has molestado en absoluto. -Se apresuró a afirmar Álam. - Al contrario, me encanta tenerte a mi lado. Ha sido muy extraño encontrarte junto a mí nada más despertarme, pero también muy agradable. Jamás me había sentido tan cerca de alguien cómo me siento ahora de ti Melissa, y me alegra mucho saber que tú sientes eso al estar conmigo.
-Sabes, eso es algo que no esperaba oír de ti. -Respondió Melissa mientras su rostro recuperaba poco a poco el color normal y en sus labios aparecía una cálida y juguetona sonrisa. -No pareces el tipo de chico que diga esas cosas, Pero me alegra haberme equivocado.
-¿Puede saberse que significa eso?. -Preguntó Álam un tanto intrigado y todavía dandole vueltas a aquel último comentario. -¿Qué clase de chico parezco entonces?.
-No lo sé. -Le respondió ella sonriendo todavía, aunque, durante un breve segundo, Álam creyó ver una sombra de preocupación en sus ojos mientras hablaba. -A veces eres amable, tranquilo, incluso cariñoso... mucho más de lo que yo creía. Pero... cuando coges tu espada eso cambia. Tu mirada se vuelve dura y fría como el hielo y dejas de ser el mismo. Es cómo si dentro de ti hubiese dos Álam distintos.
-En cierto modo los hay. -Afirmó Álam con voz súbitamente seria mientras en sus ojos aparecía una extraña y triste mirada que ya no iba dirigida a Melissa, si no algo que solo él podía ver y que yacía enterrado en lo más profundo de su pasado. -Pero yo tampoco sé cual es el verdadero. Hasta hace poco creía estar seguro, pero tú has hecho despertar algo dentro de mí que creía muerto para siempre. Y ahora ya no lo sé.
-Sea cual sea, hay algo de lo que sí estoy segura. -Al ver el efecto que sus palabras habían causado en Álam, Melissa sonrió tratando de no darle importancia y se inclinó lentamente hacia él al tiempo que acariciaba su rostro con una de sus manos. -El verdadero Álam no es ningún monstruo sin corazón. Es el mismo que me salvó la vida hace poco, el mismo que se dejó capturar aún sabiendo que se arriesgaba a morir solo por no acabar conmigo. Y es también el mismo al que yo amo. Porque ese... eres tú.
Justo en el instante en que decía esto, Melissa se inclinó por completo sobre Álam dejando que sus cabellos los cubriesen a ambos con un suave manto de seda dorada mientras sus rostros se acercaba hasta casi tocarse y sus ojos se encontraban una vez más. Y en ese instante, justo cuando ambos estaban ya a apenas un milímetro el uno del otro, Álam rodeó su delgada cintura con sus manos, la acercó todavía más a él olvidando por completo aquello que hacía apenas un segundo lo había preocupado y la besó con ternura, rozando apenas sus labios con los suyos durante un breve pero dulce instante en el que el tiempo pareció detenerse para ambos.

Cuando ambos se separaron de nuevo, la tristeza y la preocupación habían desaparecido ya por completo del rostro de Álam y este tan solo sonreía mientras ella volvía a sentarse sobre sus rodillas y se apartaba una vez más el pelo de la cara.
-Sabes, puedes resultar muy convincente cuando te lo propones. -Dijo sin apartar su mirada ni un solo instante de sus ojos que ahora centelleaban como dos pequeños zafiros. -Pero tienes razón, han pasado demasiadas cosas durante estos días y supongo que estos cambios son lo que me hace estar tan confuso. Pero, mientras tú pienses así, lo demás me da igual.
-Entonces todo aclarado. -Sonrió Melissa que al fin había conseguido que su pelo se mantuviese a su espalda y no frente a su cara. -¿Nos vamos de una vez?. Estoy impaciente por ver que encontramos cuando lleguemos al sitio que nos marcó Mariana.
-La verdad es que yo también estoy algo intrigado. -Afirmó Álam. -Y ya nos habríamos ido hace un rato si tú no siguieses encima de mí. No puedo pilotar contigo ahí.
-¿Vas a pilotar tú?. -En respuesta a su pregunta, Álam asintió con la cabeza y Melissa lo miró un tanto preocupada. -¿Seguro que podrás?.
-Tranquila, hoy ya me encuentro mucho mejor. -Aseguró Álam. -Además, prefiero pilotar yo a partir de ahora. Es muy posible que ya sepan lo que ha ocurrido con esta nave y la estén buscando.
-Está bien. -Aceptó Melissa resignada mientras se levantaba y se apartaba a un lado para dejarle pasar. -Cómo quieras. Pero ten cuidado ¿De acuerdo?. Todavía es muy pronto para que estés bien del todo.
-Lo tendré, no te preocupes.
Dicho esto, Álam se puso igualmente en pie, saltó sin mayor esfuerzo sobre el bloque de palancas y demás controles que separaba ambos asientos y, tras introducir la tarjeta de activación de la nave en su sitio, se sentó de nuevo acomodándose esta vez en el asiento del piloto.
Casi al instante, la nave volvió de nuevo a la vida y sus motores se encendieron una vez más iluminando el interior de la cabina con multitud de pequeñas luces de advertencia mientras estos se calentaban y derretían la nieve acumulada en las toberas. Incluso el hielo que cubría el cristal frontal de la nave no tardó en derretirse despejandolo por completo y permitiendo que sus dos ocupantes echasen al fin un vistazo al exterior.

Todo presentaba un aspecto totalmente diferente al día anterior. Los árboles que rodeaban el claro estaban completamente cubiertos de nieve y sus ramas más bajas goteaban lentamente lágrimas de escarcha formando diminutas estalactitas de hielo. Todo estaba tranquilo, inmóvil, casi cómo si el bosque al completo estuviese dormido, esperando impaciente la cálida luz del sol para volver a la vida mientras los todavía débiles rayos del amanecer jugueteaban entre las caprichosas formas que el hielo formaba entre las ramas bajas de los árboles creando curiosos espectáculos de luz y reflejos azulados.
Pero toda esta calma se vio de pronto alterada cuando la mano de Álam despertó de nuevo los motores auxiliares del aerodeslizador y estos bramaron empujando la nave hacia el cielo. La turbulencia de los cuatro pequeños motores agitó el suelo del claro quebrando las plantas heladas durante la noche como diminutas esculturas de cristal y se arremolinó alrededor de la nave mientras esta ascendía lentamente formando un torbellino de nieve, polvo y cristales de hielo. Una gran estela blanca que siguió a la oscura silueta del halcón hasta que esta se elevó unos metros sobre las copas completamente blancas de los árboles y se detuvo de nuevo.
Frente a ellos se extendía un interminable mar helado que, cómo si de una blanca mortaja se tratase, cubría por completo lo que tan solo hacía unas horas era un bosque verde y rebosante de vida. Y a lo lejos, justo donde este terminaba y los árboles empezaban a perder terreno frente a los arbustos y otras plantas de menor envergadura, podía verse el principio de una de las grandes planicies que formaban las estepas siberianas. Tan solo unas colinas, apenas visibles en la lejanía, interrumpían la blanca monotonía del paisaje que ambos estaban a punto de recorrer.

Sin embargo, justo en el momento en que Álam estaba ya apunto de activar el impulsor principal de la nave y desconectar los motores auxiliares para ponerse al fin en marcha, una nueva señal luminosa comenzó a parpadear en el interior de la cabina. Aunque, en esta ocasión, la señal procedía del radar de la nave y no de los indicadores de control de la misma y esto hizo que Álam se detuviese al instante y dirigiese allí su mirada
-¿Qué ocurre?. -Preguntó Melissa sorprendida. -El radar a captado algo cerca de nosotros. -Respondió Álam completamente serio mientras observaba fijamente la intermitente alarma roja en el borde superior de la pantalla. -Parecen ser un par de naves. Y por la forma en que se mueven apostaría a que se trata de naves de combate. Son demasiado rápidas para ser civiles.
-¿Crees que nos habrán descubierto?. -Insistió Melissa que ahora observaba con temor las dos brillantes señales rojas en el borde de la pantalla. -No lo sé. -Dijo Álam sacudiendo ligeramente la cabeza. -Pero enseguida saldremos de dudas.
Visiblemente preocupado por lo que aquello pudiese significar, Álam pidió al ordenador de la nave que analizase el rumbo y configuración de ambos contactos y pulsó un nuevo botón al borde de la misma. Al instante, la imagen del radar desapareció por completo y esta pasó a mostrar todos los datos obtenidos sobre las naves mientras un pequeño proyector se activaba junto a la base de la misma y un tembloroso holograma con forma de esfera aparecían entre ambos mostrando un detallado diagrama de la zona.
Tal cómo Álam había supuesto, las naves no eran civiles si no dos de los patrulleros standard usados por el ejército de los vampiros. Aunque, afortunadamente, sus rumbos parecían indicar que no los habían descubierto ya que estas se dirigían hacia el Oeste y no al Sur donde ellos se encontraban.
Pero, aún así, había un pequeño detalle que hizo que Álam desconfiase de ellas: Ambas naves se estaban alejando, sí, pero el radar indicaba que las dos volaban con las armas y los sistemas de búsqueda y seguimiento activos. Algo que solo solía hacerse en situaciones de combate.
-Esto no me gusta. -Murmuró con la mirada fija en las dos líneas rojas que atravesaban el holograma marcando las rutas de ambas naves. -Estamos muy lejos de la frontera, esas naves no deberían estar en alerta.
-Pero se están alejando. -Señaló Melissa que parecía conformarse con ver como estas se apartaban cada vez más y más de ellos. -Eso significa que no saben que estamos aquí, ¿Verdad?.
-Sí. -Asintió Álam. -Pero no es eso lo que me preocupa ahora.
Tras decir esto, y para sorpresa de Melissa que todavía no comprendía muy bien qué era lo que lo estaba preocupando, Álam sacó su espada y activó una vez más el proyector instalado por Mariana. En cuanto el mapa apareció frente a él, tomó los datos de posición del primer punto que esta había marcado en su ruta y lo apagó nuevamente para, a continuación, introducir dichos datos en el ordenador de la nave.
Desgraciadamente, el resultado fue exactamente el que él había esperado. Cuando el ordenador del aerodeslizador superpuso su destino con las trayectorias de ambas naves, ambos pudieron comprobar que estas parecían proceder exactamente de ese punto y la propia Melissa pareció entender al fin lo que sucedía.
Pero ya no dijo nada más. Al ver esto, sus ojos se oscurecieron cargados de preocupación y no supo que decir o que pensar ante aquello. Tan solo se giró una vez más hacia cristal frontal de la nave y miró con temor hacia el lejano horizonte sin saber ya que esperar realmente. Lo que hizo que Álam olvidase su propia preocupación durante unos instantes y dijese algo para tratar de animarla.
-Tal vez sea solo una coincidencia. -Dijo mientras apagaba devolvía el radar a la normalidad y guardaba una vez más su espada. -Esto no tiene por qué significar que se trate de una trampa.
-¿De verdad lo crees?. -Preguntó ella sin dejar de mirar hacia el horizonte. -No. -Negó Álam sacudiendo ligeramente la cabeza. -Pero también hay otra posibilidad.
-¿Otra posibilidad?. -Repitió Melissa visiblemente sorprendida al tiempo que se giraba una vez más hacia a Álam. -¿Cual?.
Lejos de responderle, Álam se limitó sonreír al ver cómo la tristeza y preocupación que había visto antes en sus ojos se aligeraba de golpe al oír aquello y miró una vez más hacia adelante al tiempo que colocaba de nuevo sus manos en los controles de la nave. Sin embargo, antes de iniciar al fin el tramo final de su viaje hacia el lugar marcado por Mariana, este giró la cabeza hacia ella una vez más y le hizo una última pregunta.
-Dime, ¿Confías en Mariana?.
Bastante desconcertada por la falta de respuesta de Álam y por esta última pregunta, Melissa tardó unos segundos en decidirse al fin a responder y asintió afirmativamente con la cabeza.
-En ese caso, creo que yo también lo haré
Dicho esto, Álam volvió a mirar hacia adelante y, antes de que Melissa pudiese decir una sola palabra más, aceleró de golpe la nave haciendo que esta se pusiese bruscamente en marcha y se dirigiese velozmente hacia el Norte dejando tras de sí una larga y centelleante estela de hielo y nieve.



No se había equivocado. Aún antes de que su nave alcanzase su destino y se elevase por encima de las blancas colinas que se alzaban frente a ellos, Álam comprendió lo que había sucedido al ver las serpenteantes columnas de humo elevándose en la lejanía cómo oscuras serpientes celestes y estuvo al fin seguro de que aquello no era una trampa. Pero, a diferencia de Melissa, no fue su confianza en Mariana la que lo hizo estar seguro, sino su propia experiencia como Hunter.
Por eso, cuando la nave se alzó al fin sobre la cima de aquellas colinas y el desolador paisaje que estas ocultaban apareció ante ellos, en su rostro no hubo sorpresa, ni alegría, ni siquiera tristeza. Tan solo la serena y melancólica expresión de alguien que ha visto demasiadas veces una escena parecida y ya apenas siente nada al verla. Todo lo contrario que Melissa que apenas podía creer lo que estaba viendo con sus propios ojos y observaba horrorizada aquella macabra escena sin ser capaz siquiera de decir una sola palabra.

Tras aquellas colinas tan solo había un pequeño pueblo. Uno de los muchos asentamientos de ganaderos desperdigados por las amplias estepas siberianas que todavía no habían sido reconvertidas por el plan de reforma climática debido a la guerra y que mantenían aún los viejos modos de vida de los nómadas humanos pero asentados en un mismo lugar gracias a las nuevas tecnologías agrícolas.
Eran apenas un puñado de pequeñas casas prefabricadas agrupadas junto a la base de la colina donde esta las resguardaba de los fuertes vientos de las estepas. O, al menos, eso era lo que debía haber estado allí hace unas horas. Pero ahora lo único que quedaba eran restos humeantes, pequeños montones de escombros repartidos sobre la fina capa de nieve que cubría las calles del pueblo entre los que todavía se erguían los esqueletos metálicos de las paredes y los puntiagudos tejados de las casas como macabros recuerdos de lo que antes habían sido.
Tan solo un par de edificios permanecían todavía en pie en la parte más alejada del pueblo y parecían haberse salvado de la destrucción. Pero, por el aspecto de sus ventanas y sus puertas completamente destrozadas, no parecía que sus habitantes hubiesen tenido la misma suerte. Incluso el pequeño domo agrícola construido junto al pueblo había sido víctima del ataque y ahora no era más que un cascarón humeante con su azulada cúpula resquebrajada y cubierta de agujeros por los que brotaban todavía el humo y las llamas. Los soldados de Nathaniel habían hecho un gran trabajo... cómo siempre.
-¡Dios mío!. -Exclamó Melissa aterrada cuando al fin consiguió apartar los ojos de aquel terrible espectáculo. -Es... es horrible. ¿Qué es lo que ha pasado?.
-Creo que esto explica el comportamiento de aquellas naves. -Respondió con calma Álam, tratando de no alarmala todavía más al comprender lo terrible que aquella visión debía resultar para alguien como ella. -No estaban en alerta porque nos estuviesen buscando, si no por qué acababan de atacar este pueblo.
-Pero.... ¿Por qué?. -Preguntó de nuevo Melissa cuyos temblorosos ojos miraban ahora fijamente a Álam cómo suplicando una explicación que la ayudase a comprender aquello. -Este no podía ser un pueblo humano. ¿Por qué iba el ejército a atacar así un pueblo habitado por vampiros como ellos?.
-Me temo que ahora solo la propia Mariana podría responder a esa pregunta. -Explicó Álam. -Sean cuales sean sus planes, estoy convencido de que si nos envió aquí es porque algo o alguien en este pueblo formaba parte de ellos. Pero parece que Nathaniel se nos ha adelantado. -Tras decir esto, Álam volvió su mirada hacia los humeantes restos del pueblo y sacudió ligeramente la cabeza. -Y por la forma en que ha destrozado el pueblo diría que él tampoco sabe que es lo que Mariana había preparado. Aunque eso poco importa ya, fuese lo que fuese, al hacer trizas el pueblo entero se ha asegurado de que no lo encontremos.
-¿Y la gente?. -Continuó preguntando Melissa cuya mente parecía negarse a aceptar lo que sus ojos le mostraban. -¿Crees que alguien habrá podido...
-Lo dudo. -Atajó Álam sin dejarla siquiera terminar su pregunta. -Ya he visto esto otras veces. Durante la guerra centenares de pueblos y ciudades humanas sufrieron la misma suerte que este pequeño pueblo y el resultado siempre es el mismo. Puede que este sea un pueblo de vampiros y no de humanos, pero por lo que parece los soldados de tu padre lo han arrasado con la misma crueldad que si lo fuese. No creo que hay supervivientes.
Al oír esto, la mirada de Melissa se entristeció todavía más y esta permaneció unos segundos en silencio. Sabía lo cruel que podía llegar a ser su padre, pero jamás había imaginado que pudiese llegar a tanto. Había supuesto que su maldad era producto de su odio hacia los humanos, de toda la rabia que había acumulado durante los siglos que había pasado escondiendose entre ellos. Pero ahora, al ver los restos de aquel pueblo, comprendía que se había equivocado y el solo pensar en que todo aquello podía estar relacionado de alguna manera con ella hacía que el pecho le doliese cómo si algo le estuviese apretando el corazón y que sus ojos se llenasen de lágrimas.
Pero no lloraría. Sabía que si quería seguir adelante con Álam tenía que intentar ser más fuerte para no ser una carga para él y no estar siempre preocupándole. Ahora no era el momento para pensar en el pasado ni en ninguna otra cosa, si no en su futuro y en lo que harían a continuación.
-¿Qué vamos a hacer ahora?. -Dijo al cabo de un rato tratando de serenarse mientras se llevaba las manos a la cara y se limpiaba disimuladamente dos pequeñas lágrimas que habían empezado a formarse en sus ojos. -¿Seguiremos el plan de Mariana a pesar de todo?.
-Creo que sería lo más sensato. -Aclaró Álam que había notado perfectamente su gesto y sonrió ligeramente comprendiendo lo que significaba. -Es más que probable que Mariana nos haya marcado dos puntos de destino precisamente en previsión de que algo así sucediese. Pero por ahora creo que será mejor que nos conformemos con bajar ahí.
-¿Vamos a bajar?. -Preguntó sorprendida Melissa, -¿Para qué?.
-Necesitamos provisiones. -Explicó Álam con la misma calma que hasta entonces consciente de que todo aquello tan solo la preocuparía más. -No hemos comido nada desde hace dos días, no podemos seguir así. Además, quiero echar un vistazo a lo que queda del pueblo, puede que encontremos algo que nos indique por qué quería Mariana que viniésemos aquí.

Dicho esto, Álam tomo una vez más los mandos de la nave y la dirigió hacia la parte sur del pueblo descendiendo a ras de suelo con los motores a mínima potencia y la parte trasera de la nave casi tocando en la nieve que cubría la colina. Aún con aquellas dos naves ya fuera del radar, su instinto le decía que algo no iba bien y Álam prefería avanzar con precaución mientras no supiesen qué los esperaba realmente en aquel pueblo.
Lentamente, sin apenas hacer ruido y dejando tan solo una débil polvareda blanca tras de sí a causa de la turbulencia generada por los motores bajo la nave, el aerodeslizador se acercó a una de las calles y bordeó los derruidos edificios buscando un sitio en el que posarse lo más cercano posible al centro del pueblo. Sin embargo, al rodear la única pared todavía en pie de una de las casas, Álam vio algo inesperado frente a ellos y detuvo al instante la nave.
Allí, a apenas unos metros de donde se encontraban, otra nave permanecía posada entre los escombros de una de las casas. Las derruidas paredes del edificio la ocultaban a la vista de cualquiera que mirase desde el aire y por eso había pasado desapercibida para Álam en un principio. Pero, a nivel del suelo, su oscura silueta era perfectamente visible y este no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de lo que significaba.
Lo más silenciosamente posible, Álam hizo retroceder su nave hasta que esta volvió a quedar oculta tras la pared de una de las casas y, tras asegurarse de que nadie podría verla desde el interior del pueblo, la posó suavemente en el suelo. Hecho esto, Álam la desconectó por completo y, mientras el zumbido del motor desaparecía lentamente, se giró hacia Melissa para decirle algo.
-Será mejor que te quedes aquí. -Sugirió totalmente serio. -Todavía deben quedar soldados en el pueblo y aquí estarás más segura. Además, ahí fuera hace mucho frío.
-No me importa. -Respondió con determinación Melissa que no parecía en absoluto de acuerdo con sus planes. -No pienso quedarme aquí mientras tu sales solo ahí fuera. No soy ninguna niña, puedo aguantar el frío perfectamente. Y estaré más segura contigo que aquí sola, ¿No crees?.
Al oír esto último, Álam la miró con resignación comprendiendo que ella tenía razón y, puesto que por la forma en que lo miraba parecía claro que no conseguiría hacerla cambiar de opinión por mucho que se esforzase, decidió dejarla acompañarle.
-Está bien. Pero ve detrás de mí y no hagas nada sin que te lo diga, ¿Entendido?.
En respuesta a esto, Melissa asintió con la cabeza visiblemente satisfecha por haberse salido con la suya y se dispuso a salir del aerodeslizador al igual que Álam. En cuanto las dos puertas se abrieron, el viento del exterior entró rápidamente en la cabina en forma de una gélida corriente de aire y pequeños copos de nieve que los golpeó a ambos en la cara haciendo que el propio Álam se detuviese un segundo antes de saltar fuera y que Melissa comenzase a temblar de frío y se abrazase a sí misma tratando de entrar en calor.
-¿Seguro que no prefieres quedarte?. -Insistió Álam mientras bajaba de la nave de un salto hundiendo ligeramente sus pies en la delgada capa de nieve que cubría el suelo. -¡No!. -Repitió Melissa testarudamente. -Si tú vas yo también.
Dicho esto, Melissa bajó igualmente de la nave y, tras cerrar la puerta de la misma, corrió hacia donde estaba Álam procurando no quedarse quieta ni un segundo para intentar entrar un poco en calor. Su vestido, aunque largo, no estaba hecho para el frío y la falda del mismo no ayudaba en absoluto dado el vuelo de la misma y el hecho de que sus piernas estuviesen completamente desnudas bajo esta. La helada brisa que recorría el pueblo se colaba fácilmente bajo la ligera tela y esto aumentaba todavía más el frío que sentía en sus brazos y en su cara.
Álam, sin embargo, no parecía notar demasiado el frío y permanecía inmóvil junto al afilado pico metálico del Halcón observando con atención la nave enemiga mientras esperaba a que Melissa pudiese calentarse un poco. Su camisa no lo protegía mucho más del frío que el vestido de esta última, y menos aún con los cortes que esta tenía en ambos brazos como recuerdo de su pelea con Gústav y del aterrizaje forzoso del patrullero. Pero en aquel momento en su mente había cosas más importantes que el frío y, a diferencia de Melissa, a él lo habían entrenado para ser capaz de ignorarlo aún cuando se estuviese helando al igual que ella.

Cuando al fin pareció que Melissa se encontraba un poco mejor y esta paró de tiritar, Álam decidió continuar adelante y se acercó con cautela a la otra nave mirando en todo momento a su alrededor para asegurarse de que nadie los observaba. Se trataba de otro patrullero, o al menos eso era lo que parecía visto desde lejos.
Pero, cuando los dos se acercaron más a él y entraron en el recinto formado por las derruidas paredes de aquel edificio, Álam se dio cuenta de que había algo extraño en él. En sus costados no podía verse el típico símbolo escarlata del ejército de los vampiros, tan solo la misma pintura negra que cubría el resto de la nave.
-No tiene los emblemas de identificación. -Murmuró más para si mismo que para Melissa que lo seguía justo a su espalda como él le había dicho. -Y sus armas no parecen las habituales.
Mientras decía esto, Álam examinó los dos grandes cañones situados bajo las pequeñas alas de la nave y, a continuación, dirigió su atención hacia el pequeño cañon rotatorio montado justo bajo el morro de la misma. Aquel cañón, aunque enormemente móvil y preciso dada su capacidad de giro, era demasiado débil para suponer una amenaza para otras naves.
Los cañones de las alas, sin embargo, si eran lo suficientemente potentes para atravesar el blindaje de una nave, pero carecían de la capacidad de disparo múltiple de los típicos cañones de plasma que solían montar las naves de combate. Aunque, dada la longitud de los mismos, parecía evidente que su alcance y potencia eran superiores a los de estos últimos. Pero esto resultaría igualmente inútil contra cualquier otra nave de combate dada la velocidad y la alta maniobravilidad de estas. Lo que, unido a la carencia de emblemas en su casco, sugería un uso muy distinto para aquella nave.
-Una brigada de eliminación. -Dijo al fin Álam cuando terminó de examinar aquel aerodeslizador. -Por eso no lleva los emblemas. Parece que a Nathaniel no le interesa que sus súbditos sepan quién destruyó realmente este pueblo.
-¿Eliminación?. -Preguntó intrigada Melissa que no comprendía todavía lo que Álam estaba diciendo. -¿Qué quieres decir con eso?.
-Cazadores. -Explicó Álam alejándose de nuevo de la nave y dirigiendose ahora hacia la pared norte del edificio. -O quizás sería más exacto decir "carroñeros". Eso es lo que ha venido en esa nave. Soldados entrenados para buscar y eliminar a cualquier superviviente después de que la escuadra principal termine el trabajo de destrucción. Incluso su nave está preparada para perseguir y abatir a fugitivos o naves civiles.
-No puedo creerlo. -Dijo Melissa cuyo cuerpo se estremeció de pronto a causa de un escalofrío, pero no debido al helado viento que soplaba en el pueblo sino a algo muy distinto. -¿Cómo pueden ser tan crueles sabiendo que son vampiros como ellos?.
-Son soldados. -Respondió Álam mientras se acercaba a un gran agujero abierto en la pared. Probablemente el vestigio de una de las ventanas del edificio. -Como la mayoría de los guardias y soldados del ejército estarán bajo el control directo de tu padre o de uno de sus generales. Y dudo que a él le importase en absoluto que los habitantes del pueblo fuesen o no de su misma raza.
Dicho esto, Álam se asomó con cautela al borde de la destrozada ventana y observó desde allí la plaza central del pueblo y los edificios circundantes buscando a los dueños de aquella nave. Y, afortunadamente, no tardó en encontrarlos.
Al dirigir su mirada hacia uno de los edificios que todavía quedaban en pie, Álam pudo ver a dos soldados enfundados en las oscuras armaduras negras y rojas del ejército Vampiro saliendo por la destrozada puerta del mismo y sonrió ligeramente al tiempo que se llevaba lentamente la mano a la empuñadura de su espada. Parecía que solo eran dos, lo que no era demasiado sorprendente dado el tamaño de su nave, y tratandose de dos simples soldados no serían un problema para él. Y menos ahora que contaba con el factor sorpresa al haberlos encontrado sin que lo descubriesen y tenía además un pequeño as en la manga.
Sin embargo, mientras los observaba pacientemente planeando su siguiente movimiento y le indicaba a Melissa con su mano que se quedase quieta y no hiciese ruido, Álam vio algo más junto a aquellos soldados. Algo que hizo que su sonrisa desapareciese al instante de su rostro y sus ojos brillasen de pronto de furia tomando un débil color verdoso: Un superviviente.
Aun desde aquella distancia, Álam pudo ver con claridad como uno de los soldados sacaba arrastras de la casa a una niña pequeña que forcejeaba inútilmente tratando de soltarse. Pero ni sus forcejeos, ni sus lágrimas, ni siquiera sus angustiosos gritos parecían afectar a aquellos monstruos que continuaron caminando cómo si nada llevando a la niña con ellos cómo si esta fuese tan solo un simple objeto que pudiesen arrastrar tras de sí. O al menos así fue hasta que ambos se acercaron a las ruinas todavía llameantes de uno de los edificios vecinos.
En ese momento, el vampiro que sujetaba a la niña la cogió por el pecho con una mano, la levantó en el aire sin apenas esfuerzo hasta colocarla frente a él y, tras dirigir una rápida mirada hacia el fuego y hacia su compañero, se llevó la otra mano a su espada preparándose para poner fin a la vida de aquella pequeña.
Pero esto fue ya demasiado para Melissa. Había observado inmóvil cómo aquellos soldados arrastraban a la niña y había conseguido controlar el dolor que los desesperados gritos de la pequeña despertaban en su corazón. Sin embargo, al ver que estos iban a matarla no pudo más e, ignorando por completo lo que Álam le había dicho al bajar de la nave, salió de detrás de la pared quedando completamente al descubierto y se dirigió hacia los dos soldados.
-¡Basta!. -Gritó haciendo que los dos soldados se detuviesen al instante y se girasen sorprendidos hacia ella. -¡Soltadla!.
Aunque visiblemente sorprendidos por esto, al ver que quien les gritaba no era más que una joven muchacha que además parecía estar desarmada los dos soldados se miraron sonriendo y el que sostenía a la pequeña le hizo un pequeño gesto con la cabeza a su compañero indicandole que se ocupase de capturarla mientras él continuaba con su trabajo y ponía fin a la vida de aquella niña.
Pero lo que ninguno de los soldados sospechaba en ese instante era que aquella muchacha no estaba sola y que, por desgracia para ellos, su acompañante no había permanecido inmóvil durante aquel tiempo.

Antes de que el segundo soldado pudiese dar un solo paso hacia donde se encontraba Missa, Álam desenvainó su espada, la sujetó por el extremo de la hoja como si esta fuese una enorme daga y la lanzó con todas sus fuerzas a través de la ventana.
Con una velocidad endiablada, la espada atravesó en milésimas de segundo toda la plaza girando horizontalmente sobre si misma y pasó silbando junto al segundo de los soldados que apenas tuvo tiempo de moverse antes de que esta alcanzase al fin su verdadero objetivo y se clavase en la pared de uno de los edificios.
Al instante, la nieve se tiñó con el inconfundible color carmesí de la sangre y el desconcertado vampiro se giró rápidamente hacia su compañero justo a tiempo para ver cómo este caía sin vida al suelo. En su mortal vuelo hacia la pared, la espada de Álam lo había alcanzado y la terrible velocidad a la que giraba había hecho que esta sesgase su cuello limpiamente acabando con su vida tal y cómo Álam había esperado. No solo eso, mientras la cabeza del soldado caía al suelo separada ya del resto de su cuerpo y sus rodillas empezaban a doblarse, este había soltado a la niña y la pequeña había caído también sobre la nieve.
Ella ni siquiera se había movido. Continuaba allí, llorando desconsoladamente de rodillas sobre la nieve al lado del cuerpo decapitado vampiro completamente incapaz de pensar o hacer nada más. Aquello era demasiado para ella y ya ni siquiera tenía fuerzas para huir. Pero, por fortuna para ella, ya no tendría que hacerlo.
Con el primer vampiro muerto, la atención del segundo soldado estaba ya muy lejos de centrarse en aquella indefensa niña y este la ignoró por completo girándose una vez más hacia donde estaba Melissa al tiempo que activaba su espada dispuesto a acabar con la que creía era la responsable de aquello. Pero, al mirar de nuevo hacia ella, descubrió algo que lo hizo detenerse al instante.
Melissa ya no estaba sola. Álam había salido también de entre las ruinas y ahora permanecía en el centro mismo de la plaza, interponiendose entre aquel soldado y Melissa. Ya no estaba armado, y esto le dio cierta tranquilidad al vampiro, aunque en su rostro había una extraña sonrisa que lo hacía desconfiar. Pero, aún así, el hecho de que este fuese tan solo un humano y estuviese desarmado fue más que suficiente para que el vampiro apartase de su mente cualquier tipo de dudas y se decidiese a atacarlo.
Con una velocidad notable para alguien que vestía una armadura completa como la de aquel soldado, el vampiro corrió hacia Álam con la espada en alto y este lo esperó sin moverse. Permaneció quieto, completamente inmóvil hasta que su enemigo estuvo a apenas un metro de él. En ese instante, el soldado lo atacó aprovechando la inercia de la carrera para dar un fuerte y rápido corte horizontal con su espada a la altura de la cintura de Álam. Pero este reaccionó mucho más rápido de lo que él había esperado. Sin apenas dificultad, Álam saltó hacia atrás esquivando la mortal hoja azul del arma, apoyó con firmeza sus pies en el suelo nada más posarse en este y, aprovechando las escasas décimas de segundo que el vampiro necesitaría para volver a ponerse en guardia, lanzó un fuerte puñetazo hacia su estómago en el que descargo todo el peso de su cuerpo.
Cogido por sorpresa, el vampiro recibió de lleno el golpe y la fuerza de este hizo que incluso soltase su propia espada a causa del brutal impacto. Lo que le facilitó todavía más las cosas a Álam que, con su rival ya desarmado, sonrió nuevamente y lo cogió por el cuello con una de sus manos deslizando sus dedos entre el casco y la pechera de la armadura al tiempo que lo levantaba en el aire con su brazo y lo miraba fijamente.
-¿Qué hacéis aquí?. -Preguntó con aspereza. -¿Por qué habéis destruido este pueblo?.
Lejos de responder a sus preguntas, el vampiro trató de soltarse aferrando con sus manos el brazo de Álam, pero pronto comprobó que era inútil y, al sentir como la mano de Álam se cerraba aún con más fuerza alrededor de su cuello, desistió por completo.
-¡Habla!. -Exigió Álam sin darse por vencido. -¿Qué estabais buscando, por qué habéis atacado a esta gente?.
Pese a las amenazas de Álam, el vampiro continuó en silencio y se negó a responder a sus preguntas. Lo que no tardó en convencerlo de que intentar sacarle información sería totalmente inútil por mucho que lo amenazase. Y, por desgracia para aquel soldado, esto significaba que su vida no le servía de nada a Álam.
-Cómo quieras. -Sentenció apretando todavía más su mano. -En ese caso solo queda una cosa por hacer.
Justo en el instante en que decía esto, Álam apretó con todas sus fuerzas el cuello y, con un rápido y seco movimiento de su muñeca, le partió el cuello acabando así con la poca resistencia que este había presentado. Hecho esto, lo dejó caer al suelo y, cuando este se desplomó por completo sobre la nieve, recogió la espada del propio vampiro del suelo y la hundió con fuerza en su pecho atravesando con ella su corazón para acabar definitivamente con él.

Eliminada ya la amenaza de los dos soldados, Álam se dirigió hacia donde se encontraba la niña y, al llegar frente a esta, se detuvo un momento junto a ella. Tendría apenas cinco años, pero en ella ya podían verse los típicos rasgos de su raza. La piel pálida, que contrastaba con sus oscuros cabellos marrones recogidos en una pequeña trenza a su espalda, los ojos verdes y llenos de lágrimas, pero todavía brillantes como dos pequeñas joyas resplandecientes. Aunque, a diferencia de otros vampiros, lo que Álam pudo ver en aquel brillo no fue maldad, sino tristeza, pena, miedo, desesperación... el horror que todo aquello significaba para alguien tan joven.
Pero, aún después de ver esto, Álam no hizo nada por intentar tranquilizarla y se alejó de nuevo de ella ignorando sus gemidos y sus lágrimas para dirigirse hacia el lugar en que se había clavado su espada. Todo lo contrario que Melissa que, nada más ver cómo Álam acababa con el segundo soldado había corrido hacia ellos y no tardó en arrodillarse al lado de la niña para tratar de calmarla un poco.
-No tengas miedo. -Susurró suavemente Melissa con voz dulce y tranquila. -No voy a hacerte daño, solo quiero ayudarte.
Al oír su voz y verla tan cerca de ella, la pequeña pareció asustarse por un momento y la miró unos segundos cómo si tratase de decidir si podía o no confiar en aquella extraña. Pero no tardaría demasiado en decidirse. Después de todo lo que acababa de pasar, necesitaba más que nunca alguien en quien confiar y la suave y cariñosa forma en que Melissa le había hablado fueron más que suficientes para que la niña la abrazase inmediatamente y continuase llorando sobre su pecho aferrandose con fuerza a ella con la débil esperanza de que aquellas palabras fuesen realmente ciertas.
-Eso es. -Dijo sonriendo mientras le devolvía el abrazo y la cogía suavemente en brazos. -Tranquila, ya estás a salvo. Ahora nadie va a hacerte daño, confía en mí.
Mientras decía esto, Melissa acarició la cabeza de la niña con una de sus manos tratando de consolarla y se puso de nuevo en pie esperando a que Álam arrancase de una vez su espada del derruido muro de la casa y volviese con ellas. Sin embargo, lejos de hacer esto, Álam se limitó a guardar su espada de nuevo una vez liberada de la pared y continuó alejándose en dirección a las ruinas de uno de los edificios cercanos. Lo que hizo que Melissa se preocupase inmediatamente y se apresurase a acercarse a él temiendo que estuviese furioso con ella por no haber actuado como él le había pedido.
-Álam, lo siento. -Empezó nada más llegar junto a él, tratando de disculparse aún antes de que él dijese nada. -Sé que hice mal al no hacerte caso, pero...
-Podían haberte hecho daño. -Cortó secamente Álam sin siquiera darse la vuelta, confirmando con su serio y severo tono de voz las sospechas de Melissa. -Si esos soldados hubiesen tenido otras armas podrían haberte matado sin que yo pudiese hacer nada.
-Lo sé. -Afirmó intentando explicarse. -Pero no podía dejarla así. Por favor, compréndelo, no podía quedarme sin hacer nada y ver cómo la mataban.
Al oír esto, Álam se dio la vuelta y se giró al fin hacia ella para mirarla. Y en ese momento Melissa se dio cuenta aún antes de que él hablase de que no había sido aquello lo que lo había puesto furioso. La mirada fría y dura que había visto en sus ojos hacía solo unos minutos había desaparecido y, pese al tono de su voz, en ellos no había ira, tan solo una extraña mirada de confusión que ella no comprendía todavía. Pero que hizo que se diese cuenta de que aquel enfado era la forma en que él reaccionaba ante aquella confusión, no su respuesta a lo que ella había hecho.
-Es una de ellos. -Le señaló mirando fríamente a la niña. -¿Ibas realmente a arriesgar tu vida por salvarla?. ¿Por proteger a uno de esos...
Justo en el instante en que pronunciaba esta última palabra, Álam se dio cuenta de lo que estaba a punto de decir y se detuvo al instante. Pero ya era demasiado tarde, Melissa sabía perfectamente lo que había querido decir y sus ojos se entristecieron de golpe mientras miraba una vez más a la niña que continuaba abrazada a ella llorando desconsoladamente.
-Monstruos... ¿Eso era lo que ibas a decir verdad?. -Preguntó sin esperar ya una respuesta, sin levantar todavía la mirada para no encontrarse con la de Álam. -Creía que ya no pensabas eso. Que tras conocernos a Mariana y a mí habías dejado de pensar así.
-¿Acaso tú no piensas lo mismo?. -respondió Álam. -Aún después de ver esto y comprobar de lo que son capaces, ¿Todavía eres capaz de no verlos como monstruos?.
-¡No todos son así!. -Replicó ella levantando la mirada de nuevo. -No tienes derecho a juzgarlos a todos por las atrocidades de mi padre. Algunos son diferentes, tú mismo has conocido a Mariana y sabes que ella no es así. Y esta niña... ella no es más que una víctima de todo esto Álam, no un monstruo. No tiene la culpa de haber nacido así.
-¿Qué no tiene la culpa?. -Repitió con rabia Álam. -¿Tienes idea de cuantos niños humanos han muerto solo por eso?. ¿De cuantos fueron masacrados en las ciudades arrasadas por el ejército de tu padre solo por haber nacido humanos?.
-¡Mi padre es un monstruo!. -Insistió Melissa tratando de convencerle. -Y si tú juzgas a esta niña de esa forma estarás comportándote exactamente como él. ¿Es eso lo que quieres realmente Álam?.
Al oír esto, Álam no dijo y bajó la cabeza visiblemente confuso, tratando de evitar la triste mirada de aquellos penetrantes ojos azules. Era ya la segunda vez que oía algo parecido y, viniendo esta vez de alguien tan importante para él como Melissa, le resultaba duro aceptar aquellas palabras y ya no sabía que decir o qué hacer.
-No lo sé. -Respondió al fin levantando de nuevo la cabeza para mirarla. -Ya no lo sé. Desde que te conozco, todo lo que creía, todo aquello que me habían enseñado y que había dado por cierto se está viniendo abajo cómo un castillo de naipes. Ya no sé que pensar.
-Pero yo sí. -Afirmó ella dando un paso hacia él al ver la triste y confundida expresión del rostro de Álam, comprendiendo el daño que aquellas palabras le habían hecho. -Lo siento, no pretendía hacerte pensar eso, solo quería que te dieses cuenta de que...
-Solo has dicho la verdad. -La interrumpió al tiempo que se daba la vuelta para alejarse de ella. -Lo siento, ahora necesito estar un rato solo, hay demasiadas cosas en mi cabeza que tengo que aclarar y prefiero hacerlo solo.
-Álam espera... -Trató de decir Melissa al ver que este empezaba a alejarse de ellas. -No te preocupes, solo voy a comprobar si queda alguien más en el pueblo. -Dijo mientras se alejaba acelerando cada vez más el paso para evitar que lo siguiese. -Será mejor que tú entres en una de las casas que todavía están en pie, allí podréis resguardaros un poco del frío.
Dicho esto, y antes de que Melissa pudiese decir o hacer algo más, Álam echó a correr en dirección al edificio más alejado de la ciudad y esta se detuvo comprendiendo que lo mejor que podía hacer ahora era hacerle caso y dejarle solo un rato. Sin embargo, antes de que pudiese empezar a caminar de nuevo en dirección a la casa más cercana, la niña que llevaba en los brazos separó la cabeza de su pecho y, para sorpresa de esta, miró llorando hacia la dirección en que Álam se había ido.
-No te preocupes. -Aunque sorprendida por esta reacción, Melissa sonrió al verla y acarició suavemente su cabeza con una mano tratando de calmarala. -Volverá. Él no es así... . -Mientras decía esto, Melissa levantó la cabeza y miró también en aquella dirección. -Yo sé que no lo es.



Todo estaba vacío. Mirase donde mirase, lo único que encontraba era escombros, restos calcinados y todavía humeantes de lo que antes habían sido las casas de aquel pueblo. Pero en ninguna de ellas pudo encontrar un solo rastro de sus habitantes.
Parecía cómo si todo aquel pueblo no fuese más que un viejo poblado fantasma en el que ya no viviese nadie. Lo que no sería extraño, ya que muchos pueblos como aquel habían sido abandonados durante la guerra y habían sufrido esa misma suerte. Pero él sabía que aquel no era el caso. Aquella niña dejaba claro que alguien había vivido en aquel pueblo antes de que los soldados de Nathaniel lo arrasasen. La pregunta era: ¿Dónde estaban ahora?.
Por un instante, la tentadora idea de que la gente hubiese podido huir antes del ataque cruzó la mente de Álam mientras este salía de entre las ruinad de otro de los edificios. Si aquello fuese lo que había ocurrido, todavía cabía la posibilidad de que encontrar a alguno de los habitantes del pueblo y averiguar cuales eran realmente los planes de Mariana.
Sin embargo, su experiencia le impulsaba a desconfiar de tan tentadora probabilidad. Después de ver la destrucción que había sufrido el pueblo y haberse encontrado con una patrulla de eliminación todavía allí, estaba completamente seguro de que aquella niña no era el único vampiro que todavía estaba en el pueblo cuando habían llegado los soldados. Y, si era así, lo que quedase de ellos tenía que estar todavía en alguna parte.

Pensando todavía en todo esto, Álam se detuvo una vez más en el centro de la plaza del pueblo y miró a su alrededor examinando lo que quedaba del pueblo. Había revisado ya todas las ruinas salvo la casa hacia la que había enviado a Melissa, pero después de ver salir de allí a aquellos soldados arrastrando a la niña estaba convencido de que allí ya no quedaba nadie.
Solo le quedaba un lugar por revisar: el pequeño y derruido domo agrícola que había visto al acercarse al pueblo. No estaba lejos, apenas a unos trecientos metros de las ruinas más alejadas del pueblo. Pero, antes de decidirse ir a comprobarlo, tenía que ocuparse todavía de otro asunto más importante. Ya lo había retrasado demasiado y prefería no correr más riesgos para evitar futuros problemas.
Con paso firme y decidido, Álam se puso en marcha de nuevo y se dirigió hacia el lugar en que habían dejado su nave. El helado viento de la estepa seguía soplando en el pueblo y el frío era cada vez mayor con el paso de las horas pese a la proximidad del mediodía, aunque esto no parecía afectar demasiado a Álam. Su cuerpo sentía el frío, por supuesto, y se esforzaba en avanzar lo más deprisa posible para mantener la temperatura, pero su mente estaba demasiado ocupada como para reparar en algo tan trivial. Las palabras de Melissa seguían retumbando en su cabeza cómo en su día lo habían hecho las de Mariana, aunque en esta ocasión su fuerza era mucho mayor y parecía cómo si su propia alma se estremeciese al oírlas.
Pero ya no era tan solo la idea de haberse convertido en un monstruo como aquel al que tanto odiaba lo que lo atormentaba. No, había algo más que lo obligaba a recordar una y otra vez aquel momento, algo enterrado en su pasado que había salido de nuevo a la luz al ver a aquella niña llorando aterrada junto al cuerpo decapitado del vampiro. Y ahora, al pensar de nuevo en ello, una parte de él se avergonzaba preguntandose cómo podía haber sido tan hipócrita.
Durante los últimos años lo único que había evitado que se volviese completamente loco y continuase adelante eran su venganza y la certeza de que él no era el culpable de lo sucedido en su pueblo. Se había repetido a sí mismo una y otra vez que solo era un niño, que nada de aquello era responsabilidad suya y que no podía culpase por ello. ¿Cómo podía entonces no haber sido capaz de comprender lo que le había dicho Melissa ni sentir pena por aquella pequeña?. Ella ni siquiera había hecho nada, era completamente inocente, más de lo que él había sido nunca. ¿Con qué derecho había podido entonces actuar de aquella forma?. ¿Acaso era cierto que se comportaba cómo aquel monstruo?. ¿Era realmente tan incapaz de sentir, tan cruel y despiadado como el propio Nathaniel?
Ninguna de estas preguntas encontró respuesta en su mente. Álam no sabía cómo responder a todas aquellas dudas o, tal vez, no tenía el valor suficiente para aceptar la verdadera respuesta. O al menos eso creía en aquel instante. No comprendía todavía que a pesar de todo, aquellas dudas que lo atormentaban no eran en realidad una pregunta, sino una respuesta. Y, le gustase o no, su propio corazón había decidido ya aceptarla.
Sin embargo, mientras su mente no lo comprendiese, mientras su orgullo y el odio que todavía ardía con fuerza en el fondo de su alma se negasen a doblegarse ante aquellos nuevos sentimientos, lo único que podía hacer era intentar continuar con sus planes lo más deprisa posible y concentrarse en lo que estaba haciendo para tratar de alguna forma de alejar toda aquella confusión de su cabeza.
Y eso fue exactamente lo que hizo. Casi sin darse cuenta, Álam atravesó toda la plaza y, tras rodear las ruinas que la ocultaban, se acercó al fin a la nave y sacó de uno de sus bolsillos la tarjeta de activación. Con una breve pulsación sobre la superficie táctil de la misma, el cierre de seguridad se desactivó al instante y las puertas se desbloquearon permitiendo abrir una de ellas y pasar al interior.
La cabina estaba fría a causa de la falta de energía y del helado viento que había penetrado en su interior cuando ambos habían abierto las puertas al salir, pero eso no era algo que le afectase en absoluto. Sin perder un solo minuto más, Álam introdujo la tarjeta en su sitio una vez más y, mientras la nave se reactivaba lentamente, se sentó en el asiento del piloto para comenzar con sus preparaciones.
La baliza de localización de aquella nave seguía suponiendo un gran riesgo para ellos aún tratándose de la nave de un BlackHawk, por eso, ahora que tenían otra nave a su disposición había decidido librarse de ella aprovechando el sistema de piloto automático de la misma. Esto les proporcionaría además un poco más de tiempo al dar una pista falsa a todo aquel que siguiese la nave creyendo que se tratase de ellos. Aunque, para que todo saliese bien, necesitaría ajustar la ruta lo mejor posible para que la nave se alejase lo suficiente de su posición y no acabase estrellandose cerca de allí. Lo que no sería demasiado complicado dado el avanzado sistema de navegación de aquel tipo de aerodeslizador.
Gracias precisamente a este sistema y al detallado mapa que Mariana había introducido en su espada, Álam tardó apenas unos minutos en introducir los códigos de destino en el ordenador de abordo así cómo las desviaciones de ruta necesarias para despistar lo más posible a sus perseguidores y activó de nuevo los motores. Si todo iba bien, en cuanto la nave despegase del suelo le bastaría con conectar el piloto automático y esta se dirigiría por si sola hacia el Éste describiendo un gran arco hacia el sur que terminaría por despistar a todo el que intentase seguir su rumbo. Pero, antes de hacer esto, tendría que elevarla lo suficiente para desconectar el sistema de seguridad que le impedía conectar el piloto automático en el suelo.
Con la misma facilidad que la última vez, la nave se despegó suavemente del suelo impulsada por sus motores auxiliares y ganó lentamente altura conforme Álam incrementaba gradualmente la potencia de los mismos hasta elevarse unos tres metros sobre la nieve que ahora se arremolinaba bajo ella. Una vez a esa altura, Álam desconectó los cierres de seguridad de las puertas, abrió la suya usando el control manual y, tras pulsar el botón de activación del piloto automático saltó de la nave.
Mientras él caía al suelo y rodaba sobre la nieve para amortiguar la caída, el aerodeslizador giró bruscamente hacia la derecha siguiendo la programación de su mecánico piloto, conectó sus motores principales y se alejó velozmente hacia el sudeste dejando tras de sí un gran remolino de nieve y hielo que rodeó por completo a Álam mientras este tratada de ponerse en pie de nuevo. Y cuando al fin aquella turbulenta polvareda blanca se esfumó por completo y pudo abrir de nuevo los ojos, observó con una sonrisa que lo único visible ya de la nave era la estela que esta había dejado tras de sí al sobrevolar las colinas.
Solucionado esto, Álam se sacudió la nieve de la ropa y, tras echar un rápido vistazo a su nueva nave, se alejó de allí dirigiendose hacia el último lugar del pueblo que todavía no había revisado. Aunque, a decir verdad, tampoco tenía demasiadas esperanzas de encontrar a nadie allí. Y menos teniendo en cuenta la oscura humareda que brotaba por las grietas de la cúpula del domo.
Aún así, Álam continuó su camino ignorando una vez más el frío que empezaba ya a entumecer su cuerpo y tardó apenas unos minutos en llegar frente al gran portón metálico que bloqueaba la entrada al domo. Y fue justo en ese instante cuando se dio cuenta de que algo andaba mal.
Hasta ese momento todos los edificios que había revisado estaban completamente destrozados e, incluso en aquellos que todavía permanecían en pie, las puertas habían sido arrancadas violentamente de sus goznes o habían volado por los aires a causa de algún disparo. Pero esto no había sucedido con el domo, la entrada estaba intacta y la pesada hoja de metal que la cerraba no había sufrido el más mínimo daño. Incluso su cerradura permanecía activa todavía y una pequeña luz roja centelleaba intermitentemente al lado de la misma indicando que la puerta estaba cerrada.
Aquello tan solo podía significar dos cosas. Qué los soldados se habían conformado con atacar desde el aire el domo y la brigada de eliminación no había tenido tiempo de revisarlo o que, por alguna extraña razón, estos habían cerrado ellos mismos el domo para evitar que alguien entrase. Aunque esto último no parecía demasiado probable ya que aquella cerradura no supondría un gran problema para alguien armado.
Pese a todo, la idea de que allí dentro pudiese esconderse algo relacionado con el hecho de que Mariana los hubiese enviado allí hizo que Álam decidiese abrirlo de todas formas y, con un rápido y seco golpe de su espada, cortó limpiamente el grueso pestillo de metal volviendo totalmente inútil el cierre de la misma. Hecho esto, mantuvo su espada en la mano como medida de precaución y tiró lentamente de una de las hojas de la puerta hasta abrirla por completo.
Sin embargo, cuando esta se abrió del todo y el humo comenzó a salir por la nueva abertura, antes incluso de que sus ojos pudiesen distinguir nada entre la densa humareda y las llamas que todavía ardían en el interior, Álam comprendió que aquella precaución era ya innecesaria y bajó su espada.
El olor era insoportable. Un olor intenso y penetrante que se esparcía con aquel humo como las nauseabundas emanaciones de un cadáver putrefacto entremezclandose con el olor a quemado del plástico y otros materiales. El mismo olor que hacía años se había grabado a fuego en su cerebro y que, ahora, era más que suficiente para que supiese qué había realmente allí dentro sin necesidad de mirar. Pero, aún así, algo en su interior lo impulsó a hacerlo y, cómo una polilla atraída por el mortal brillo de una llama, Álam no pudo evitar dirigir su mirada hacia el interior del domo atraído por aquel nauseabundo olor.

Cadáveres. Eso era todo lo que había en el interior de aquel viejo domo agrícola convertido ahora en un gigantesco mausoleo para aquellos a los que en su día había servido cómo fuente de alimento. Por todo el enorme espacio interior de aquella gigantesca estructura con forma de cúpula podían verse los cuerpos carbonizados de los antiguos habitantes del pueblo. Agrupados en pequeños montones esparcidos por todo el recinto cómo macabras esculturas salidas de la mente de un psicópata, con las extremidades tensas y las manos alzadas hacia arriba en un agónico último esfuerzo y una desgarradora expresión de dolor en sus rostros.
Sin embargo, no fue esto lo que más impresionó a Álam, si no el significado real de lo que aquellas agrupaciones de cadáveres concentradas principalmente junto a la puerta y los respiraderos de las paredes parecían indicar. Y al mirar de nuevo hacia esta última, pudo ver algo que terminó por confirmar sus aterradoras sospechas: arañazos.
¡Los habían quemado vivos!. Por eso habían sellado la puerta, no para que nadie entrara, si no para evitar que alguien pudiese salir. En un acto de crueldad inimaginable, aquellos soldados habían encerrado a los habitantes del pueblo todavía con vida en el interior del domo para, a continuación, prenderle fuego condenándolos a una lenta y terrible muerte. Sin que estos hubiesen podido hacer nada para salvarse mientras las llamas los consumían lentamente salvo intentar desesperadamente abrir la puerta por la fuerza o encontrar otra salida en un vano intento por sobrevivir.
Al comprender al fin lo que había sucedido realmente en aquel lugar, Álam notó cómo un estremecimiento recorría todo su cuerpo y trató de darse la vuelta para apartar su mirada de aquel horrible lugar. Pero ya no pudo hacerlo.
Antes de que pudiese siquiera moverse, un terrible dolor brotó de pronto en su cabeza y este tuvo que sujetarse al borde de la puerta para evitar caerse mientras notaba cómo todo lo que le rodeaba comenzaba a retorcerse a su alrededor. La realidad misma se contorsionaba frente a sus propios ojos difuminandose como un viejo holograma mientras el dolor, aquel horrible y tan familiar dolor que no sentía desde hacía más de diez años, se hacía más y más fuerte.
El domo, los cadáveres de aquellos vampiros, el pueblo entero. Todo desapareció lentamente de su vista mientras él trataba inútilmente de conseguir que su propio cuerpo le obedeciese para salir de allí. Hasta que, al fin, algo más apareció ante sus ojos y Álam observó con horror cómo la terrible escena que había marcado su vida para siempre aparecía de nuevo ante sus ojos.
Sin embargo, esta vez algo había cambiado. Aún a pesar del horror que le suponía contemplar una vez más cómo su pueblo era consumido por aquella gigantesca columna de fuego y del dolor que sentía, Álam pudo ver algo que no encajaba en aquel espejismo que su propia mente había creado a partir de sus recuerdos.
Se vio a él mismo, de pie junto a la puerta de la habitación de sus padres, con las llamas rodeándole por completo, danzando a su alrededor cómo mortales serpientes flamígeras. Y para su sorpresa, en sus ojos no había ni rastro de las lágrimas que él recordaba. La expresión de aquel niño no era de terror, sino de furia. Sus ojos centelleaban con un extraño fulgor azul mientras el fuego que lo rodeaba lo consumía todo a su alrededor y su mano apuntaba amenazadoramente hacia su padre cuyo cuerpo se retorcía salvajemente entre las llamas junto a la vampiresa causante de todo aquello. Cómo si, de alguna forma, pudiese controlar aquel poder y dirigirlo hacia ellos.

Aquello fue demasiado par Álam. Aterrado ante lo que aquellas imágenes podían significar, trató de salir de aquel extraño sueño aferrandose con todas sus fuerzas al borde de la puerta que su mano todavía sujetaba y consiguió al fin hacer que sus músculos le respondiesen obligando a sus piernas a retroceder hasta que al fin salió del domo.
En ese instante, el gélido aire del exterior lo golpeó de lleno en la cara disipando de golpe el nauseabundo olor que lo rodeaba y devolvió a la realidad una vez más. Tan súbitamente cómo había aparecido, el dolor desapareció por completo de su cabeza al igual que aquella horrible visión y Álam calló de rodillas al suelo jadeando pesadamente a causa de la extraña y terrible experiencia que acababa de sufrir.
¿Qué demonios había significado todo aquello?. Aquel dolor... aquellas imágenes... todo había sido cómo cuando había sufrido el primer ataque cómo psíquico. Y sin embargo, el inhibidor seguía sobre su pecho, dañado aparentemente en su superficie, pero sin duda funcionando todavía o ya estaría muerto hace tiempo. ¿Cómo era posible entonces que sucediese algo así?.
Visiblemente afectado por todo aquello, Álam se puso lentamente en pie de nuevo y, mientras su mente intentaba sin éxito encontrar una respuesta a lo que acababa de suceder, cerró la puerta del domo de un golpe evitando volver a mirar al interior y se dio al fin la vuelta para alejarse de aquel maldito lugar.
Nada de aquello tenía sentido. Ni siquiera sus recuerdos habían sido los mismos, su propia imagen había sido alterada mostrándole a un joven Álam que distaba mucho de ser el pobre niño aterrado que él recordaba haber sido. Y la sola idea de que aquello fuese realmente la verdad, de que sus verdaderos recuerdos hubiesen estado escondidos durante todos aquellos años y aquel monstruo fuese realmente su pasado resultaba más aterradora que cualquiera de sus pesadillas.
Durante varios minutos, Álam permaneció allí, inmóvil frente a la puerta del domo, pensando en cómo interpretar todo aquello. Y al fin, tras un buen rato, comenzó a caminar de nuevo alejándose de allí con una idea ya clara en su mente.
Fuese o no real, aquello era su pasado, solo eso. No importaba si aquel monstruo era realmente él o si tan solo era una imagen creada por su mente para aterrorizarle de nuevo, aquello no era más real que cualquiera de sus sueños y no dejaría que eso volviese a afectar de nuevo a su vida. No ahora que había encontrado al fin algo por lo que vivir... alguien por quien seguir luchando y olvidar en parte el rencor y el odio que habían creado a aquella criatura.

Decidido a no pensar más en todo aquello, Álam se alejó corriendo de allí y se dirigió de nuevo hacia el pueblo para volver con Melissa. Habían pasado ya varias horas desde que se había ido y suponía que ya estaría empezando a preocuparse por él, además, por extraño que este último pensamiento le resultase, él mismo sentía que necesitaba volver con ella. Qué solo estando a su lado podría volver a olvidar todo aquello. Y, de alguna forma, esta último pensamiento le resultaba reconfortante.
Lo que él no sabía todavía, sin embargo, era que ella ya no estaba esperándole en el interior de aquella casa cómo él le había pedido que hiciera. Para su sorpresa, al llegar de nuevo al pueblo Álam pudo ver a Melissa fuera de la casa, sola en el centro mismo de la plaza con la espalda hacia él y uno de sus hombros apoyado en la base de lo que antes del ataque debía haber sido el soporte de una gran torre de iluminación.
Sorprendido por esto, y en parte preocupado al no ver con ella a la niña, Álam dejó de correr y, temiendo que les hubiese sucedido algo, se acercó caminando a ella al ver que esta parecía no haberse dado cuenta siquiera de que estaba allí y continuaba mirando tristemente hacia el suelo.
-¡Melissa!. -la llamó tratando de atraer su atención. -¿Estás bien?.
Nada más oír la voz de Álam, Melissa levantó la cabeza de golpe cómo golpeada por un rayo y se dio inmediatamente la vuelta visiblemente sorprendida. Al hacerlo, Álam observó sorprendido que esta parecía haber estado llorando y que tenía todavía lágrimas en los ojos, lo que hizo que su preocupación aumentase todavía más y tratase de preguntarle algo más. Sin embargo, antes de que pudiese hacerlo...
-¡¡ÁLAM!!.
Sin darle apenas tiempo a reaccionar, Melissa echó a correr hacia él con aquel grito cómo única explicación para su comportamiento y lo abrazó de pronto con todas sus fuerzas llegando casi a derribarlo.
-¿Melissa?. -Cada vez más sorprendido por aquel extraño comportamiento, Álam rodeó su espalda con sus brazos tratando de calmarla al notar que esta seguía temblando todavía un poco y la miró preocupado. -¿Por qué estas llorando?.¿Qué os ha pasado?.
Lejos de responder a sus preguntas, Melissa lo abrazó aún más fuerte y continuó llorando sobre su pecho sin decir nada. Conformándose con poder estar allí, abrazándole una vez más.
-Por favor Melissa, tienes que decirme algo. -Insistió Álam cada vez más preocupado. -¿Le ha ocurrido algo a la niña?¿es eso por lo que lloras?.
Ál oír esto último, Melissa pareció reaccionar al fin y miró a Álam con los ojos todavía húmedos mientras negaba sacudiendo ligeramente la cabeza.
-¿Entonces que ocurre?. -Repitió Álam. -¿Por qué estás llorando?.
-Creía que... -Dijo al fin con la voz todavía temblorosa sin aflojar en ningún momento su abrazo. -Yo... creía que te habías ido.
-¿Qué?. -Se sorprendió Álam. -Cuando te marchaste y dijiste que querías estar solo... yo... -Continuó Melissa explicándose mientras dos nuevas lágrimas se formaban en sus ojos. -tenía miedo de que te hubieses enfadado y... cuando oí despegar la nave creí que...
Al oír esto, Álam comprendió de pronto lo que había sucedido y a su mente no le resultó difícil encajar las piezas de aquel extraño rompecabezas. Lo que hizo que él mismo se sintiese mal de pronto al comprender el mal rato que le había hecho pasar al comportarse así.
-Qué me había ido y os había dejado aquí solas. -Terminó Álam completando la frase por ella al ver que esta parecía empezar a sollozar de nuevo. -Sí. -Asintió ella. -Sé que no debí decirte aquello y tenía miedo de que ya no quisieses seguir conmigo, de que prefirieses viajar solo.
-Tú no has hecho nada. -La corrigió Álam sonriendo ahora aliviado por que no hubiese ocurrido nada. -Fui yo el que actuó mal. Y aunque no fuese así, jamás pensaría siquiera en marcharme sin ti. Te quiero Melissa, más que eso, te necesito. Por extraño que parezca, ahora sé que realmente te necesito para seguir adelante y que sin ti no podría continuar. Volvería a ser el mismo asesino que era antes de conocerte, un simple monstruo sin corazón cómo tu padre... y prefiero morir antes que volver a sentirme así.
-Álam... -susurró Melissa cuyos ojos temblaban todavía cargados de emoción mientras en su rostro aparecía una maravillosa sonrisa cómo respuesta a aquellas palabras. -Soy yo la que debería decir eso. Tú siempre me estás protegiendo y yo no hago nada, a veces me siento inútil al no poder siquiera ayudarte.
-¿Y de que me serviría todo eso si tú no estuvieses ahí?. -respondió sonriendo Álam. -Si no tuviese alguien a quién proteger, ¿de qué me serviría saber luchar?. No eres inútil Melissa, al contrario, tú eres la que da sentido a todo esto. Sin ti... yo no sería nada.
Dicho esto, Álam soltó al fin a Melissa que parecía haberse calmado y le secó las lágrimas con uno de sus pulgares mientras acariciaba suavemente su mejilla con su mano.
-Ahora deja de llorar, ¿De acuerdo?. Parece que lo único que hago es hacerte llorar y me gustaría ver más a menudo esa espléndida sonrisa tuya.
En respuesta a estas últimas palabras, Melissa lo soltó tal y cómo él había hecho hacía un instante y asintió con la cabeza sin dejar de sonreír tal y cómo él le había pedido. Aunque, a decir verdad, ahora que estaba más tranquila y sabía que todo había sido solo un susto, había algo que la intrigaba.
-Lo que todavía no entiendo es lo que has hecho con la nave. -Dijo mirándolo ahora con curiosidad. -¿Cómo vamos a continuar el viaje ahora?.
-Era demasiado peligroso que continuásemos usando esa nave. -Explicó Álam con calma. -Tarde o temprano acabarían descubriendonos y la baliza de posición que lleva la hace demasiado fácil de encontrar. Por eso me deshice de ella. Además, ahora tenemos algo mejor.
-¿Algo mejor?. -Repitió Melissa. -¿Te refieres a la nave de aquellos soldados?.
-Exacto. Esa nave nos será mucho más útil que la de tu amigo. -Aseguró él. -Al tratarse de una brigada de eliminación no solo no lleva emblemas de identificación, tampoco lleva ningún tipo de baliza de posición para no ser descubierta. Y eso nos vendrá muy bien, les será difícil encontrarnos con una nave así.
-Menos mal. -Dijo Melissa dejando escapar un pequeño suspiro de alivio. -La verdad es que no me hacía ninguna gracia la idea de tener que caminar entre la nieve. Y no creo que la niña lo aguantase.
-Ahora que lo mencionas, ¿Donde está?. -Preguntó Álam recordando de nuevo a la pequeña vampiresa. -Está dormida. -Respondió. -La pobre estuvo llorando todo el tiempo hasta que no pudo más y se durmió en mis brazos. La dejé en una de las camas de la casa antes salir.
-Entonces será mejor que volvamos, si se despierta y se encuentra otra vez sola se asustará mucho.
Tras decir esto, Álam se giró hacia la casa en la que Melissa había dejado a la pequeña y se dispuso a empezar a caminar hacia allí tal y cómo acababa de decirle a Melissa. Sin embargo, al hacerlo vio que esta última lo miraba de una forma un tanto extraña y se detuvo un segundo.
-¿Ocurre algo?. -Al oír esto, Melissa simplemente sonrió y sacudió la cabeza al tiempo que se colocaba a su lado. -Nada, solo me ha sorprendido algo que has dicho. Pero sabes, me alegro de que sea así.
Aunque un tanto desconcertado por estas palabras, Álam decidió no darle más vueltas al ver que ella cogía su mano y los dos empezaron a caminar hacia la casa. Todavía les quedaba mucho que hacer antes de poder continuar el viaje y, ahora que iban a ser tres, necesitaría más tiempo para planearlo todo. Porque, fuese humana o no, ahora sí estaba seguro de que, pasase lo que pasase, no abandonaría a aquella niña a su suerte en aquel lugar.




Las cosas no iban demasiado bien. Desde el principio había supuesto que no sería fácil llevar a cabo aquel plan, pero nunca había imaginado que todo acabaría escapando a su control de aquella forma. Y, para alguien cómo Mariana, la sensación de no tener el control de lo que estaba sucediendo a su alrededor resultaba ciertamente desagradable.
Álfred llevaba ya dos días sin dar señales de vida, Álam y Melissa continuaban desaparecidos, incluso Gústav parecía haber desertado por completo escapando tanto a su control como al del propio Nathaniel. Y, por si esto no fuese ya suficiente, ahora su esposo la había hecho llamar para hablar con ella. Algo que no le apetecía en absoluto y que, conociendo a su marido, sabía que no contribuiría a mejorar su estado de animo precisamente.

Acompañada por Leo, uno de los guardias que ella misma había liberado del control de Nathaniel, Mariana abandonó el ascensor que la había llevado hasta el último nivel de la torre principal del palacio y se dirigió con desgana hacia los aposentos de su marido. Hacía años que no subía a aquel lugar y, mientras recorría el pasillo que la separaba de la habitación, viejos y desagradables recuerdos volvieron a su mente.
Todo parecía seguir igual que en los viejos tiempos, cuando el consejo de los vampiros originales todavía existía y ella no era más que la esposa de uno de ellos y no la reina que era ahora. La misma alfombra roja con bordes dorados seguía cubriendo el suelo de mármol, los mismos desagradables cuadros con representaciones de vampiros atacando a jóvenes humanas adornaban todavía las paredes junto a las espadas, hachas y otras armas ornamentales que colgaban como viejos trofeos reluciendo sobre soportes de oro y plata. Incluso la puerta de la habitación continuaba siendo la misma a pesar del tiempo, una antigua puerta de madera, labrada a mano por viejos artesanos humanos que mostraba un formidable relieve en ambas hojas en el que un gran dragón negro daba la bienvenida a los que visitasen aquella estancia con sus fauces abiertas amenazadoramente.
Pero esto no era algo que la perturbase demasiado, había aprendido a vivir con aquellos recuerdos, a usarlos para volverse más fuerte, más astuta, mas... malvada. Y ahora ni siquiera esto podía afectarla. Por eso, a pesar del disgusto que todo aquello le producía y de sus propias preocupaciones, Mariana podía todavía sonreír mientras se acercaba a la puerta de la habitación cómo si realmente se alegrase de que la hubiese llamado. Lo que ella no sabía todavía, sin embargo, era que Nathaniel le tenía preparada una sorpresa más antes de verla.
Justo en el momento en que Mariana se disponía a abrir la puerta de la habitación, esta se abrió de repente por si sola y Mariana observó sorprendida como una joven vampiresa salía apresuradamente de la habitación y cerraba temblorosamente la puerta tras ella. Tenía la ropa todavía ligeramente descolocada cómo si acabase de ponersela a toda prisa y la parte superior de su vestido estaba incluso rasgada, obligándola a sujetarla con la mano para ocultar sus pechos de otra forma perfectamente visibles para cualquiera que la mirase. Lo que dejaba bastante claro el significado de su presencia allí.
Sin embargo, lejos de reaccionar violentamente al verla cómo sin duda Nathaniel había esperado, Mariana continuó sonriendo cómo si nada y miró con cierta tristeza a la joven muchacha que tenía delante. Estaba asustada, sus ojos llenos todavía de lágrimas y la forma en que sus hombros temblaban de terror no dejaban lugar a dudas sobre lo que había sucedido realmente en aquella habitación. Y ahora, al encontrarse con la propia reina, su temor era todavía mayor y esta permanecía pegada a la puerta sin atreverse siquiera a moverse mientras Mariana se acercaba lentamente a ella y la miraba fijamente a los ojos.
-Tranquila. -Susurró la reina con voz cálida y tranquilizadora. -No tengas miedo, sé que no es culpa tuya, no voy a hacerte ningún daño.
Lejos de tranquilizarse cómo esta le decía, la vampiresa continuó temblando visiblemente asustada y cerró inmediatamente los ojos al ver cómo Mariana alargaba una mano hacia ella temiendo que esta fuese a golpearla a pesar de lo que acababa de decirle. Pero, en lugar de eso, Mariana se limitó a acariciar cariñosamente su rostro cómo si se tratase de una niña y continuó hablándole.
-Ya pasó todo. -Dijo tristemente Mariana mientras acariciaba suavemente su mejilla izquierda todavía visiblemente enrojecida y ligeramente hinchada a causa de algún golpe. -No te preocupes, no volverá a tocarte. Ahora ya se ha terminado.
Al oír esto, la vampiresa pareció comprender que Mariana no iba a hacerle nada y dejó al fin que todo el temor y el dolor que había en su interior se liberasen de golpe mientras la abrazaba de pronto buscando en ella, en aquella mujer a la que apenas conocía y a la que tanto había temido, el consuelo que necesitaba en aquel momento. Y, para sorpresa del propio Leo, Mariana no solo no se sorprendió por esto sino que incluso le devolvió el abrazo y continuó acariciando sus cabellos mientras la dejaba llorar sobre su hombro. Cómportandose durante unos minutos no como la reina orgullosa y manipuladora que conocía, si no como una madre que trata de consolar a una niña asustada.
O al menos así fue durante unos segundos. Pero aquella ilusión desaparecería por completo en el instante en que esta giró la cabeza hacia él y pudo ver de nuevo los brillantes ojos de la reina en los que ya no quedaba ni rastro de tristeza y centelleaban ahora con una furia indescriptible
-Leo, ¿Puedes ocuparte de ella?. -Dijo todavía sin soltarla, hablando aún con la misma voz amable y sosegada de antes, pero con una expresión completamente diferente en su rostro. -Creo que ya ba siendo hora de que entre ahí y vea que quiere.
-Pos supuesto majestad. -Respondió inmediatamente Leo. -¿Seguro que vos estaréis bien?.
-Perfectamente.
Dicho esto, Mariana soltó a la chica y sus ojos volvieron lentamente a la normalidad mientras la miraba de nuevo con el mismo cariño y calma que antes.
-¿Ten encuentras mejor ahora?. -En respuesta a su pregunta, la joven vampiresa asintió lentamente con la cabeza mientras se secaba todavía las lágrimas de los ojos y Mariana sonrió ligeramente. -Eso está mejor. Ahora Leo te llevará a un lugar en el que se ocuparán de ti, ¿De acuerdo?. Verás cómo pronto estás mejor.
Confiando en que la chica hubiese superado ya la crisis inicial, Mariana se apartó de ella y dejó que Leo se acercase para acompañarla, sin embargo, al verlo acercarse la vampiresa comenzó a temblar de nuevo y se acercó una vez más a Mariana alejándose de él.
-No pasa nada. -Trató de tranquilizarla Mariana que comprendía perfectamente cómo se sentía aquella muchacha. -Leo no es cómo él, tan solo quiere ayudarte. Lo que te ha pasado es horrible, lo sé, pero lo superarás. El tiempo puede curarlo casi todo. Pero ahora tenemos que asegurarnos de que él no ha podido hacerte nada que pueda arruinar para siempre tu vida. ¿Lo comprendes?.
Tal como Mariana esperaba, sus palabras tuvieron un efecto inmediato en aquella joven cuyo rostro mostró de pronto una terrible expresión terror y se llevó una mano al vientre comprendiendo perfectamente lo que ella había intentado decirle.
-No te preocupes. -Continuó Mariana satisfecha al ver que esta parecía entenderla. -Eso no va a pasar. Leo te llevará a ver a un médico y él se ocupará de ti, no dejaremos que eso suceda. Pronto volverás a estar bien, te lo aseguro.
Finalmente convencida por estas últimas palabras, la vampiresa decidió al fin confiar en Leo tal y cómo Mariana le pedía y se acercó lentamente a él mirándolo todavía con temor. Lo que hizo que este sonriese ligeramente satisfecho al ver que la chica parecía irse recuperando y se acercase igualmente a ella para acompañarla, aunque procurando mantenerse siempre a una mínima distancia para no llegar a tocarla. Sabía perfectamente la repulsa que debía sentir en aquel instante hacia él y hacia todos los demás hombres tras lo que acababa de pasarle y prefería no hacer nada que pudiese asustarla de nuevo. Sin embargo, antes de irse se giró una última vez hacia su reina para asegurarse de que todo iba bien.
-¿Seguro que no deseáis que llame a otro de los guardias majestad?.
-No será necesario. -le respondió Mariana en cuyos labios había aparecido de nuevo una sonrisa. Aunque esta ya no tenía nada que ver con aquella muchacha y en ella el propio Leo podía ver la misma seductora ilusión de maldad y atracción que solía caracterizar a su reina. -Puedo ocuparme de esto yo sola. Ahora es ella quien necesita ayuda, ¿No la dejes sola de acuerdo?. Ahora mismo sería lo peor que podría pasarle, y sé que tú sabrás consolarla si consigue superar su miedo hacia ti.
-Como ordenéis, majestad.
Dicho esto, Leo sonrió agradeciendo las palabras de la reina y continuó alejándose por el pasillo acompañando a aquella muchacha hacia el ascensor mientras esta miraba una última vez hacia Mariana. Hacia aquella mujer que durante tanto tiempo había considerado tan fría y distante como el propio rey y que ahora la había tratado de aquella extraña forma.
Y mientras ambos se alejaban por el pasillo, Mariana se giró de nuevo hacia la puerta satisfecha por haberlo solucionado todo al fin y sus ojos centellearon durante un breve segundo mientras su mano comenzaba lentamente a girar el pomo.
-Buen intento. -Murmuró sin perder la sonrisa, entrecerrando ligeramente los ojos de forma que el brillo de estos parecía ahora mucho más sutil y a la vez atrayente que antes. -Pero no te servirá de nada, no te daré el gusto de hacer lo que tú esperas.
Sin perder más tiempo, Mariana empujó la puerta y, sonriendo todavía cómo si nada de lo que acababa de suceder le importase realmente en absoluto, entró al fin en la habitación dispuesta a darle una pequeña sorpresa a su esposo que, sin duda, esperaba una reacción muy distinta.

Mientras tanto, lejos de allí, en el destrozado pueblo al que Melissa y Álam habían llegado esa misma mañana, las cosas habían transcurrido con mucha más calma para los dos jóvenes y su pequeña acompañante que continuaba durmiendo en una de las camas del que hasta entonces había sido su hogar. Relajándose por un momento en el mundo de los sueños donde, al menos por ahora, el horror que acababa de vivir parecía no poder alcanzarla.
La casa no era muy grande, apenas con un par de habitaciones en cada piso y sin más mobiliario del estrictamente indispensable. Pero, por fortuna para ambos, esta parecía no haber sufrido todavía el salvaje registro al que los soldados había sometido a los demás edificios y, salvo la puerta y algunas ventanas hechas añicos, todo parecía estar todavía intacto. Algo que les sería bastante útil a la hora de prepararlo todo para emprender de nuevo la marcha dada su más que urgente necesidad de provisiones.
Sin embargo, por el momento los dos habían decidido tomarse un breve descanso aprovechando que la niña todavía dormía y Melissa había guiado a Álam a la pequeña cocina de la casa donde, para su sorpresa, esta había reunido ya algo de comida para ambos. No era mucho, apenas un poco de pan y algo de fruta que había podido encontrar en la despensa de la cocina mientras él estaba fuera, pero tras haber pasado dos días sin tomar absolutamente nada ambos agradecieron enormemente aquella austera comida. Especialmente Álam cuyo cuerpo no había podido todavía reponerse por completo.
Terminada la comida, Melissa subió de nuevo a comprobar cómo se encontraba la niña para asegurarse de que continuaba todavía dormida y Álam decidió empezar a preparar las cosas para el resto del viaje. No sabía que los esperaba en su próximo destino, pero ambos necesitarían provisiones para el viaje y estaba seguro de que en aquella casa tenía que haber algo más que pudiese servirles no solo a ellos, sino también a aquella pequeña.
Melissa, por su parte, tras comprobar que la niña parecía encontrarse bien, había decidido echar un vistazo a la otra única habitación de la casa y, tras abrir la puerta con cuidado para no hacer ningún ruido que pudiese despertar a la pequeña, entró en el cuarto anexo al de esta última.
Era una habitación grande, probablemente la mayor de toda la casa, y Melissa no tardó en darse cuenta que aquel debía haber sido el dormitorio de los padres de aquella niña al ver la gran cama que ocupaba el centro de la habitación. Aún así, la falta de mobiliario también era patente en aquella habitación y Melissa no encontró nada que llamase demasiado su atención salvo un gran armario colocado a la derecha de la cama y una pequeña puerta abierta en la pared opuesta a través de la cual podía verse el baño de la casa.
Sin demasiado interés por revisar el lavado de aquella casa, Melissa se dirigió directamente hacia el armario esperando encontrar allí algo que pudiese serles útil. Sabía que, en cierto modo, lo que estaban haciendo era robarle a aquella pobre gente, pero ahora ellos ya no necesitarían nada de lo que quedaba en aquella casa y, al menos, sus cosas podrían servir para ayudarles en su viaje. Y estaba segura de que, estuviesen donde estuviesen, a los padres de aquella pobre niña no les importaría al ver que su pequeña tenía todavía una oportunidad de salvarse.
Sin embargo, la curiosidad de Melissa por lo que podría encontrar allí desaparecería de pronto al llegar frente a las puertas de este y observar su imagen reflejada en uno de los grandes espejos que adornaban ambas puertas.
Tenía un aspecto horrible: el pelo alborotado cayendo no solo a su espalda si no también sobre sus hombros y parte de su cara, el vestido arrugado y manchado, con el borde de la falda mojado por la nieve y manchado de tierra y el costado derecho cubierto por una gran mancha de sangre que se extendía casi hasta su pecho. Incluso su cara ofrecía un aspecto lamentable con las marcas de sus lágrimas todavía visibles en ambas mejillas y pequeñas manchas rojizas junto a sus labios.
A decir verdad, hasta hacía poco su aspecto nunca le había importado demasiado y la propia Mariana se había desesperado con ella alguna que otra vez intentando conseguir que se arreglase un poco. Pero aquello había cambiado, ahora comprendía las palabras de Mariana y, por primera vez en su vida, sentía que había un motivo para no descuidar así su apariencia. Más que eso, al recordar todos los cumplidos que Álam le había hecho desde que se conocían, todas las veces que le había dicho lo hermosa que era, sintió una extraña preocupación y tuvo la sensación de que aquello no era cierto, de que realmente no se merecía aquellas palabras.
Movida por aquella repentina sensación de preocupación e inseguridad, Melissa no lo pensó más y abrió el armario sabiendo ahora exactamente que era lo que buscaba. Desde el principio había sabido que allí arriba no encontraría comida ni nada que pudiese servirles durante el viaje y había decidido registrar aquella habitación sólo para no sentirse tan inútil mientras Álam se ocupaba de registrar el primer piso. Pero ahora se había dado cuenta de que allí si podría encontrar algo que les resultase útil y al abrir al fin aquellas puertas no pudo evitar sonreír al ver lo que había en el interior.
Tal cómo ella había supuesto, aquella habitación era la de los padres de la niña y en el armario pudo encontrar ropa de hombre perteneciente sin duda al padre de la pequeña y también algunos vestidos y ropa de mujer que su madre había debido usar en su día. Y, para mayor alegría de Melissa, esta parecía debía ser todavía una mujer bastante joven cuya ropa, aunque un poco grande, no le sentaría tan mal a ella.
Más que satisfecha con su hallazgo, Melissa rebuscó un momento entre los diversos trajes y vestidos del armario hasta encontrar algo que pudiese ponerse y, tras dejar sobre la cama de la habitación algunas cosas, cerró de nuevo las puertas para mirarse una vez más en el espejo. Su aspecto, por supuesto, seguía siendo el mismo que antes, pero ahora sabía que podría hacer algo para cambiarlo y ya no la preocupaba tanto.
Sin pensarselo más, Melissa echó un rápido vistazo a la puerta de la habitación para asegurarse de que la había cerrado y, tras desabrocharse el vestido, se quitó la parte superior y volvió a mirar al espejo. En su costado ya no había ni rastro de la herida que había estado a punto de costarle la vida, ni siquiera una pequeña cicatriz. Tan solo las rojizas marcas con forma de surco que la sangre había trazado sobre su piel le recordaban que aquello había sido real y no un simple sueño. Pero eso pronto lo solucionaría.
Tal cómo había hecho con la parte superior, Melissa desabrochó también la falda del vestido y la dejó caer al suelo quitándoselo por completo. A continuación, y tras comprobar que una de las finas cintas de seda que lo mantenían sujeto se había manchado también de sangre, soltó el pequeño broche que lo cerraba y se quitó el sujetador.
Hecho esto, y sintiendose un tanto incómoda ahora que estaba prácticamente desnuda, se dispuso a coger su nueva ropa para dirigirse al pequeño baño de la casa. Pero, antes de que pusiese siquiera agacharse a recogerla de la cama, la puerta de la habitación se abrió de golpe y la voz de Álam la llamó haciendo que esta diese un pequeño respingo y se girase sorprendida hacia él sin que ella misma se diese cuenta de lo que esto suponía en aquel instante.
-Melissa, ¿estas ah.............
Fue todo lo que acertó a preguntar un más que sorprendido Álam mientras entraba por la puerta y la buscaba con la mirada. Había subido para decirle que ya había encontrado todo lo necesario para continuar y pedirle que despertase a la niña para que pudiesen irse. Pero al abrir aquella puerta todo esto había desaparecido por completo de su mente al instante y este apenas había sido capaz de terminar aquella frase mientras miraba sorprendido a Melissa que permanecía de pie en junto a la cama, cubriendose sus de otra forma completamente desnudos pechos con sus brazos y observándolo igualmente atónita mientras él se esforzaba por apartar sus ojos de su semidesnudo cuerpo y bajaba rápidamente la cabeza para no mirarla.
-Lo siento, no sabía que estabas... -Consiguió decir al fin sin levantar la cabeza en ningún momento, tratando de no dirigir su mirada hacia ella. -Perdona.... ahora mismo salgo.
Sin decir nada más, y antes de que la propia Melissa pudiese decir una sola palabra al respecto, Álam se dio la vuelta y salió tan rápidamente cómo había entrado cerrando la puerta tras él. Lo que fue un gran alivio para esta última que en aquel momento no sabía muy bien cómo reaccionar y dejó escapar un profundo suspiro en el instante en que la puerta se cerró de nuevo.
Estaba molesta, eso no podía negarlo. Molesta con Álam por haber entrado así y haber estado a punto de verla desnuda y también con ella misma por la forma en que había reaccionado y por no haber tenido más cuidado. Pero también había algo más, algo aparte de su propia vergüenza al verle allí que había hecho que se sonrojase inmediatamente al verle y que, aún ahora, hacía que su rostro ardiese y sus mejillas brillasen con un vivo color rojo. Sin embargo, ese algo, esa sensación que durante aquellos segundos ardió en su interior como un pequeño fuego, era todavía muy débil y no tardó en apagarse de nuevo dejando tan solo como recuerdo la duda de si había o no actuado correctamente. Después de todo, durante su vida la única mujer a la que había conocido realmente y de la que podía decir que había aprendido algo cómo mujer había sido Mariana. Y, a decir verdad, aunque estaba casi segura de saber cómo habría reaccionado Mariana ante una situación así, prefería no pensar siquiera en aquella posibilidad. Después de todo, Mariana siempre había sido un tanto "peculiar" en ese sentido.
Cansada ya de pensar y darle vueltas a todo aquello, Melissa decidió no darle más importancia de la que realmente tenía y, tras recoger su ropa de la cama, la sujetó instintivamente frente a su pecho cubriendose con ella y se dirigió al baño de la casa encerrándose en él para evitar que algo parecido volviese a suceder.
Mientras tanto, fuera de la habitación, Álam se limitó a esperarla junto a la puerta de la misma sin comprender todavía del todo lo que había pasado. La imagen de Melissa casi desnuda frente a él todavía daba vueltas en su mente, y sabía perfectamente que a ella no debía haberle hecho demasiada gracia que él entrase en aquel momento y la viese así, pero lo que más lo intrigaba era la razón por la que esta se encontraba en aquel momento en aquella habitación sin apenas ninguna ropa encima. Aunque esta última pregunta dejaría de tener sentido en el instante en que esta salió de nuevo de la habitación.
Su viejo vestido blanco había sido substituido por una falda lisa de color azul celeste que le llegaba apenas hasta las rodillas, gruesas medias de algodón completamente blancas que ahora cubrían sus piernas protegiendola del frío y una blusa igualmente blanca parcialmente oculta bajo la chaqueta también de color azul que esta se había puesto por encima. Aunque no solo su ropa había cambiado, su cara resplandecía ahora completamente limpia y su pelo, ya perfectamente alisado, estaba recogido a su espalda con una pequeña cinta que lo mantenía atado dejando tan solo un par de mechones sueltos que caían a ambos lados de su cara.
Sin embargo, pese a aclarar las dudas que Álam tenía sobre lo que Melissa había estado haciendo, este cambio también provocó que este la mirase fijamente durante unos segundos visiblemente sorprendido. Lo que consiguió que esta recordase de pronto lo que había sucedido hacía unos minutos y bajase súbitamente la cabeza evitando así la mirada de Álam al notar cómo su cara comenzaba a enrojecerse de nuevo. Y esto, pese a ser en cierto modo la reacción que él había esperado de alguien como ella, hizo este la mirase con cierta preocupación.
-Lo siento. -Repitió Álam apartando su mirada de ella. -Te aseguro que no lo hice a propósito, no sabía que te estabas cambiando.
-Lo sé. -Afirmó Melissa todavía un tanto nerviosa. -La culpa fue mía. Debí cerrar la puerta, o al menos habertelo dicho. Además, tu no... ¿No viste nada... verdad?.
-No, no vi nada. -Respondió Álam sonriendo. -Cuando te miré ya te habías tapado, además, solo fueron unos segundos.
Ál oír esto, Melissa sintió como el rubor de sus mejillas desaparecía lentamente y levantó de nuevo la cabeza para mirar al fin a Álam consciente de que la forma en que se estaba comportando era, cuando menos, un poco extraña.
-Supongo que ahora mismo debo parecerte un poco estúpida al comportarme así contigo ¿verdad?. -Dijo tratando de sonreír. -En absoluto. -negó Álam. -En realidad esperaba que te lo tomases incluso peor, pero me alegra ver que no ha sido así. Si esto hubiese sucedido con una de mis compañeras del cuartel probablemente habría recibido ya una buena bofetada fuese o no culpa mía.
-Bueno, eso todavía podría arreglarse. -Rió burlonamente Melissa. -Pero no creo que sea necesario. Además, creo que será mejor que dejemos de perder el tiempo y valla a despertar a la niña para que podamos irnos. Era eso por lo que me estabas buscando ¿verdad?.
-Así es. -Asintió él. -Abajo he encontrado comida suficiente en el arcón frigorífico de la casa cómo para que no tengamos problemas durante el resto del viaje y creo que ahora deberíamos irnos cuanto antes.
-Está bien, ahora mismo la despierto. Pero... -de pronto, la sonrisa de Melissa desapareció de su rostro y Álam pudo ver cierta cautela en sus ojos mientras ella se decidía a preguntar algo más. - ¿Has encontrado también algo para la niña?. Ella es un vampiro y necesitará...
-Si, no te preocupes. -Dijo adivinando cual era el motivo de su preocupación. -También he encontrado varias bolsas de sangre para ella.
-Entonces voy a despertarla. -Aclarado aquel último detalle, Melissa recuperó una vez más la sonrisa y se dio la vuelta para dirigirse hacia la habitación de la niña. -Y tú deberías hacer lo mismo que yo y cambiarte. Con esa ropa llena de sangre tienes un aspecto horrible y ahí dentro hay algo de ropa que podría servirte.
Dicho esto, Melissa se alejó al fin de Álam, abrió la puerta con cuidado y entró de nuevo en la pequeña habitación en la que había dejado a su nueva compañera de viaje dejando a este solo una vez más en el pasillo. Aunque el mismo no tardaría en abandonarlo igualmente entrando en la habitación de la que ella había salido hacía tan solo unos segundos para seguir su consejo. No por el hecho de que su aspecto fuese "horrible" cómo ella le había dicho, sino porque aquella ropa no era demasiado adecuada para el frío y sabía que con la camisa manchada de sangre llamaría demasiado la atención.




Lo primero que vio al entrar de nuevo en aquella habitación fue la vieja cama cubierta todavía por el mismo dosel de seda negra que en el pasado había ocultado la pasión de su todavía joven corazón. Pero ahora aquello no era más que un recuerdo, un viejo y doloroso recuerdo convertido en odio que la hizo apartar inmediatamente la vista de allí y mirar hacia otro lado en busca de su esposo.
Nathaniel estaba al fondo de la habitación, de pie frente al gran lienzo que cubría la curvada pared norte de la misma y en el que, irónicamente, aparecían representados los veinte vampiros originales supervivientes a los siglos de exterminio que hacía años habían fundado aquel reino. Los mismos vampiros a los que, con su ayuda, él había asesinado uno por uno aprovechandose de las viejas leyes por las que todavía se regían.
Estaba sonriendo, algo que Mariana no podía evitar encontrar extremadamente desagradable, y por el aspecto de su ropa parecía no haber tenido tanta prisa en ponersela cómo la pobre chica con la que se había encontrado hacía tan solo unos segundos. Si es que en algún momento había llegado siquiera a quitarsela, algo poco probable teniendo en cuenta que tanto la gran capa negra que cubría por completo su cuerpo cómo las dos enormes hombreras metálicas que la sujetaban parecían haberse convertido durante los últimos años en una especie de segunda piel para él y no recordaba ya la última vez que lo había visto sin ellas.
Sin embargo, este pequeño detalle al que hasta entonces no había prestado atención, hizo que en esta ocasión se diese cuenta de algo que antes se le había pasado por algo: Aquella muchacha no había salido entonces por casualidad, debía haber estado allí desde hacía ya tiempo, encerrada seguramente en la habitación mientras Nathaniel esperaba el momento oportuno para dejarla ir y disfrutaba de la aterrada mirada de la joven vampiresa.
Aunque ni siquiera este pensamiento fue suficiente para borrar la sonrisa de sus labios en esta ocasión. Por muy desagradable que resultase, no dejaría que el sufrimiento de aquella pobre chica le sirviese realmente de algo a aquel monstruo permitiendo que le afectase y reaccionase como él esperaba.
Sin dudarlo un solo segundo más, Mariana avanzó hacia su esposo para acabar con aquello lo más deprisa posible y se detuvo a un par de metros de él esperando que este fuese el primero en hablar y le dijese directamente el por qué la había llamado. Aunque sabía que no lo haría así, le conocía demasiado bien y sabía que la falsa sonrisa que podía ver en sus oscuros labios negros tan solo podía significar malas noticias para ella.
-Bienvenida. -Dijo al fin con la misma siniestra y fría voz que de costumbre. -Me alegra ver que no has olvidado donde se encuentra nuestra alcoba a pesar del paso de los años. Aunque te esperaba antes, ¿Algún problema mientras venías hacia aquí quizás?.
-Nada que no haya visto ya otras veces. -Respondió ella con tranquilidad, devolviendole en cada palabra la ironía de aquella última pregunta. -Y espero que no sea esa la única razón por la que me has hecho llamar. Porque si lo que esperabas era verme montar el numerito de la esposa celosa al ver salir a esa pobre "niña"de aquí te aseguro que pierdes el tiempo.
-¿Niña?. -Repitió Nathaniel acentuando aún más su perversa sonrisa. -Me decepcionas, esperaba que tú mejor que nadie supiese que no me gustan las niñas. Y te aseguro que esa vampiresa era tan mujer cómo lo eras tú la primera vez que entraste aquí. ¿O ya has olvidado ese día?.
-No, todavía lo recuerdo. -Replicó Mariana con frialdad, manteniendo inalterable la expresión de su rostro en todo momento. -Por desgracia, parece que los malos recuerdos siempre son difíciles de olvidar.
Al oír esto, la sonrisa de Nathaniel desapareció de golpe y este la miró completamente serio durante unos segundos, observando el rostro impasible de su reina, de la mujer que antaño lo había amado y ahora lo odiaba con todo su corazón. A decir verdad esto no le molestaba en absoluto, es más, solía incluso encontrar interesante el odio que Mariana sentía hacia él y lo consideraba como una forma más de diversión, una distracción que aportaba algo de interés a la aburrida vida de la corte. Pero en esta ocasión su reacción lo había decepcionado, parecía que la había juzgado mal al suponer que aquello le afectaría y la sensación que esto le producía no era en absoluto agradable. Pero todavía le quedaban un par de ases en la manga. Y por muy fuerte que esta se hubiese vuelto con los años sabía que no sería capaz de mantener aquella indiferencia por mucho tiempo.
-Parece que te he subestimado. -Dijo al fin sin dejar de mirarla. -He de reconocer que me sorprende lo mucho que has llegado a parecerte a mí. Se diría que eres incluso más fría de lo que yo podría llegar a ser.
-Me halagas. -Deslizó Mariana modulando suavemente el tono de su voz, sin molestarse esta vez en disimular la satisfacción que le producía el cambio en la expresión de su esposo. -Pero no creo que me hayas hecho llamar solo para eso. ¿Vas a decirme de una vez qué estoy haciendo aquí?.
-Paciencia querida. - Continuó con voz serena y calmada, aunque sin poder ocultar por completo un débil brillo de ira que comenzaba a asomar en sus ojos. -Enseguida lo sabrás.
Dicho esto, Nathaniel dirigió su mirada hacia la pequeña mesa colocada a su derecha y alargó su mano hacia ella hasta presionar con uno de sus dedos uno de los botones que se encontraban en el borde de la misma. Al instante, un proyector se activó en el techo de la habitación y una perfecta pantalla holográfica apareció a la derecha de Mariana con la parte central brillando todavía intermitentemente mientras el ordenador esperaba la confirmación para empezar a mostrar las imágenes con que este había sido programado.
-Te he llamado porque necesitaba preguntarte un "pequeño" detalle sobre uno de nuestros generales al que tu pareces conocer bastante bien. -Explicó al fin Nathaniel volviendo a mirarla mientras rozaba suavemente con su dedo el botón del panel de control, aunque sin llegar nunca a pulsarlo por completo. -Gústav parece haber decidido no obedecer mis órdenes y ha abandonado su puesto al mando de los ejércitos del Norte para, según parece, buscar a nuestra descarriada hijita por su cuenta. Y me preguntaba si tú sabrías algo de todo esto.
-¿Yo?. -Preguntó Mariana fingiendo sorpresa. -Si lo que me estás preguntando es si he sido yo quien lo ha enviado en su busca, la respuesta es no. Gústav hace tiempo que no actúa bajo mis órdenes, tan solo sigue su propia ambición, y puedes estar seguro de que es precisamente eso lo que lo ha impulsado a desobedecerte. Fue una estupidez por tu parte otorgarle a alguien como él la mano de Elisabeth, no te quejes si ahora que la ha perdido intenta recuperarla aún a costa de enfrentarse a ti. Sea o no amor lo que siente realmente por ella, de lo que sí estoy segura es de que no está dispuesto a perder su única esperanza de acercarse al trono.
-Es una interesante teoría. -Dijo Nathaniel aparentemente satisfecho con las palabras de Mariana, cómo si aquello fuese ya lo que esperaba oír. -Aunque algo me dice que no es a mí al único al que ha traicionado nuestro joven amigo. Pero no te preocupes, sea o no uno de mis generales su fin será el mismo que el de cualquier otro traidor. Después de todo, debo enseñar a mis cachorros lo que sucede cuando uno de ellos intenta morder la mano de su amo. ¿No crees?.
-Me trae sin cuidado lo que hagas con él. -Respondió Mariana secamente. -Lo sé. -Afirmó Nathaniel. -Pero quería asegurarme de que no estaba todavía bajo tus órdenes antes de continuar. Si fuese así, las noticias que he recibido del Norte resultarían ciertamente... desconcertantes.
-¿De qué estás hablando?. -Preguntó intrigada y a la vez inquieta ante el posible significado de estas palabras, consciente de que aquello no auguraba buenas noticias para ella. -Verás, tras el abandono de Gústav he tenido que nombrar a un nuevo general para que se ocupe de controlar el Norte del reino. Y sus primeros informes al revisar el trabajo de Gústav durante los últimos años han sido bastante interesantes.
Nada más decir esto, una extraña y malévola sonrisa apareció de nuevo en el rostro de Nathaniel y este pulsó al fin el botón de activación del holograma mientras apartaba su mirada del rostro de su reina y la dirigía hacia la titilante pantalla que flotaba a la derecha de ambos. Al ver esto, Mariana sintió de pronto un mal presentimiento y dirigió de nuevo su mirada hacia la pantalla del holograma con una mezcla de curiosidad y temor. Y cuando esta al fin se encendió y las imágenes empezaron a desfilar frente a sus ojos, comprobó con horror que su intuición no le había fallado.
Las imágenes habían sido tomadas desde una nave y mostraban una perfecta vista aérea de un pueblo del Norte. No parecía importante, tan solo un pequeño pueblo de ganaderos construido junto a una colina y perdido en alguna de las grandes llanuras árticas del Norte del continente. Pero Mariana sabía que no era así, conocía aquel pequeño pueblo y no pudo evitar que su rostro se entristeciese de pronto al ver las siguientes imágenes.
La llegada de las naves, los primeros disparos de sus armas atravesando las paredes de las casas, la gente corriendo desesperadamente por las calles y gritando de miedo mientras todo a su alrededor estallaba o caía pasto de las llamas. Todo había sido fotografiado por la cámara de aquella nave. Incluso el horrible momento en que las naves, todavía girando alrededor del pueblo cómo gigantescos buitres velando el cadáver de lo que antes habían sido un pueblo lleno de vida, abrían finalmente fuego contra el domo con sus cañones de plasma condenando a una horrible muerte a aquella desgraciada gente..
-¿Qué significa todo esto?. - Preguntó mientras apartaba la mirada de aquellas horribles imágenes, tratando de mantener la calma y no mostrar la ira que sentía ahora en su interior. -¡Rebeldes!. -Explicó Nathaniel sin inmutarse -Lo que has visto ha sido la destrucción de un asentamiento rebelde en el Norte. Supuse que, siendo la reina, te agradarían estas noticias.
-¿Rebeldes?. -Repitió con rabia Mariana, dejando que su ira traicionase la serenidad de su voz durante unos segundos. -¡Mentira!. Si eran rebeldes por qué no se defendieron, ¿por qué solo se les ve huir aterrorizados de tus soldados?. No era más que un pueblo de gente inocente... ¡Y tú lo sabías!.
Al ver esta reacción, Nathaniel sonrió satisfecho al comprobar que esta vez si había conseguido lo que pretendía y apagó el proyector con una nueva pulsación sobre el panel de control de la mesa.
-Es posible. -Asintió. -Pero según los informes de nuestro nuevo general ese pueblo no estaba bajo nuestro control y, por alguna razón, Gústav nos lo había estado ocultando. Supongo que comprendes que no podía correr el riesgo de dejarlo así por más tiempo.
-Ahorrame tu estúpida ironía quieres, hace tiempo que dejé de tragarme tus escusas. -Replicó Mariana controlando de nuevo la voz. -Lo único que querías era sangre, y como todavía no has encontrado la manera de cruzar la frontera de los Urales has descargado tu rabia contra ese pobre pueblo. Ni siquiera te ha importado que fuesen vampiros como nosotros y no humanos, no eres más que un maldito monstruo.
-Vamos, vamos, no creo que haga falta caer en la vulgaridad de los insultos. -se burló Nathaniel. -te creía lo bastante inteligente cómo para no tener que recurrir a algo así.
-¿Insultos?. -Los ojos de Mariana centellearon de pronto disipando durante un breve segundo la seductora ilusión de su mirada. -No me malinterpretes, no era eso lo que pretendía. Tan solo suponía que esas palabras serían verdaderos halagos para alguien como tú.
Al oír esto, Nathaniel dejó escapar una desagradable carcajada y miró con desprecio a su reina, saboreando cada gota del odio que podía ver en su mirada.
-Siempre se te han dado bien los juegos de palabras. -Se burló. -Pero por muy inteligente que creas ser no deberías olvidar algo. Yo fui quien te creó, yo te convertí en lo que eres ahora y tú jamás podrás hacer nada a lo que yo no pueda anticiparme. Tus ridículos planes no son más que un juego de niños para mí, procura recordarlo la próxima vez. Tal vez así no tenga que matar a tantos... inocentes
-Lo haré, no lo dudes. -Dicho esto, la reina se dio la vuelta dandole la espalda a su marido y se dispuso a irse. Sin embargo, pese a todo lo que acababa de oír lo que apareció en ese instante en su rostro no fue preocupación, sino una extraña sonrisa oculta ahora a los ojos de su marido tras el azabache de sus cabellos. -Supongo que esta era la razón por la que me has hecho llamar. Así que, si has terminado ya de pavonearte, me gustaría irme de una vez.
Sin esperar siquiera una respuesta por parte de Nathaniel, Mariana comenzó a caminar hacia la puerta de la habitación y se alejó de él esperando haber terminado al fin con aquello y no tener que aguantarle por más tiempo. Sin embargo, en el instante en que abría la puerta y se disponía ya a salir, este la llamó una vez más.
-No seas impaciente. -Dijo suavemente, cómo si en realidad lamentase que se fuese. -Todavía tengo una última pregunta para ti.
-¿Qué quieres ahora?. -Preguntó inmediatamente Mariana sin molestarse en darse la vuelta o volver a cerrar la puerta. -Verás, hemos observado que la nave de Gústav se dirige hacia el Norte y, según parece, su rumbo lo lleva exactamente a ese mismo pueblo. ¿Tienes alguna idea de qué puede estar haciendo allí o por qué ha elegido precisamente ese lugar para buscar a Elisabeth?.
-Ya te he dicho que lo que haga Gústav ahora no es asunto mío, yo ya no tengo nada que ver con él. -Replicó. -Y aunque lo supiera. ¿Crees realmente que te lo diría?. Si es así me decepcionas Nathaniel, yo también te creía más inteligente.
-Cuidado querida, ese orgullo tuyo podría llegar a costarte algo más que una simple bofetada si no aprendes a controlarlo. -Amenazó Nathaniel visiblemente molesto por la osadía de aquellas palabras que constituían un desafío abierto a su propia autoridad. -Es posible. -Admitió despreocupadamente Mariana. -Pero dudo que seas tú el que lo haga. No soy tan estúpida como crees... querido, sé perfectamente que te habrías deshecho de mí hace tiempo de haber podido. Ahora, si me disculpas...
Dicho esto, Mariana salió al fin de la habitación y cerró la puerta tras ella dejando a Nathaniel solo de nuevo. Y en ese instante, justo cuando la puerta se cerró por completo tras ella y se encontró sola en aquel pasillo, dejó escapar un profundo suspiro y apoyó su espalda en la puerta relajandose al fin tras la tensión que había mantenido durante todo aquel tiempo.
Sus planes seguían adelante. A pesar del retraso que supondría la destrucción de aquel pueblo y de lo mucho que lamentaba la muerte de sus habitantes, su plan seguía en marcha y ahora sabía con seguridad que su esposo no sospechaba nada. Más que eso, tras su actuación en aquella habitación había conseguido que Nathaniel creyese haber conseguido desbaratar sus planes al atacar aquel pueblo y esto le daría un poco más de tiempo. Algo que, por la forma en que todo se estaba desarrollando, les vendría bien tanto a ella como a sus dos jóvenes amigos.
Tan solo había un pequeño detalle que todavía la inquietaba: Gústav. Su presencia en aquel lugar solo podía significar que Álam y Elisabeth estaban también cerca de allí y sabía lo que sucedería cuando ambos se encontrasen. Pero no era algo que la preocupase demasiado. Después de todo, ya iba siendo hora de salir de dudas y comprobar de una vez por todas si había hecho o no la elección correcta.

Mientras pensaba esto, Mariana se alejó al fin de la puerta y se dirigió hacia el ascensor de la torre con una misteriosa sonrisa dibujada en sus perfectos labios carmesí. La misma sonrisa que, casualmente, podía verse en ese mismo instante en el rostro de su joven hijastra mientras esta se inclinaba junto a la cama de la niña y se disponía a despertarla. Aunque, en su caso, se trataba de una sonrisa pura y sincera en la que podía verse la ternura que sentía por aquella pobre niña.
Con cuidado, tratando de no hacer nada que pudiese alarmarla, Melissa puso su mano en uno de los hombros de la pequeña y la empujó suavemente un par de veces tratando de despertarla. Lo que, para alegría de esta, pareció funcionar bastante bien ya que la niña comenzó lentamente a despertarse y se sentó sobre la cama frotándose todavía los ojos pero sin mostrar aparentemente ningún miedo. Aunque esto duraría tan solo unos segundos.
Cuando al fin se despejó por completo y vio a Melissa a su lado, la cruel realidad que había vivido aquella mañana volvió de golpe a su mente y esta comenzó a sollozar de nuevo mientras la miraba con ojos implorantes y trataba de decir algo.
-Ma... ¿Mamá?.
Al oír esto, Melissa sintió una aguda punzada en el corazón y no supo que decir, tan solo fue capaz de alargar la mano y acariciar el rostro de aquella pobre niña esperando poder aliviar en parte su dolor mientras buscaba una forma de responderle, de explicarle a aquella pequeña que jamás volvería a ver a sus padres. Aunque estaba segura de que, pese a su pregunta, ella sabía ya cual era la respuesta y era esto lo que más la entristecía.
Sin embargo, antes de que pudiese encontrar las palabras adecuadas para decírselo...
-¿Qué tal se encuentra?.
Sorprendida, Melissa se giró hacia la entrada de la habitación al oír aquella pregunta y se encontró con Álam que las miraba desde la puerta. Se había cambiado de ropa tal y cómo ella le había sugerido y ahora llevaba un oscuro pantalón negro, una gruesa camiseta blanca sobre cuyo pecho titilaba pálidamente la pequeña lágrima negra de su colgante y una holgada cazadora azul marino casi tan oscura como los pantalones.
-Parece que está bien. Pero... -Mientras decía esto, Melissa miró tristemente a Álam y este pudo ver en sus ojos la pena que sentía por aquella niña. -Ha preguntado por su madre... y no sé que decirle.
-Tenemos que decirle la verdad. -Dijo Álam mientras se apartaba de la puerta y se acercaba a ellas. -Ya es lo bastante mayor cómo para entenderlo, y mintiendole solo le haríamos más daño.
-Pero, y si no es así, y si todavía están...
Antes incluso de que Melissa pudiese terminar su frase, vio como Álam negaba tristemente con la cabeza y se detuvo al instante. Él había adivinado lo que estaba apunto de decir y, por la forma en que la miraba y la tristeza que podía ver en el fondo de sus profundos ojos negros, no le fue difícil darse cuenta de cual era su respuesta.
-¿Quieres que se lo diga yo?. -Preguntó mientras se agachaba junto a ella y miraba hacia la niña que continuaba sollozando aferrando con sus pequeñas manos la cálida mano de Melissa como tratando de retenerla junto a ella. -No. -Negó Melissa. -Tienes razón, es mejor así. Y prefiero ser yo quien se lo diga.
Dicho esto, Melissa volvió a girarse hacia la niña y trató de forzar una sonrisa mientras buscaba la forma menos dolorosa de decirselo. Aunque sabía perfectamente que no existía tal forma y que, dijese lo que dijese, no podría evitar hacerle aún más daño a aquella niña.
-Tu madre ya no está aquí pequeña. -Dijo al fin hablándole con toda la dulzura y el cariño de que era capaz en aquel momento. -Se ha ido.
-¿Está muerta verdad?. -Preguntó sorprendiendo a la propia Melissa que notó cómo sus propios ojos empezaba a humedecerse al oír aquellas palabras en boca de una niña tan pequeña. -Cuando mi abuela murió mamá dijo que se había ido al cielo con mi abuelo. ¿Es allí donde está ella ahora?.
-Sí. -Asintió tristemente Melissa mientras dos pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. -Pero no solo están allí. Aunque tu no puedas verlos ellos siguen aquí, contigo.
-¿Conmigo?. -Repitió la niña desconcertada, sin comprender del todo lo que Melissa quería decirle pero en parte aliviada por aquellas palabras. -¿Donde?.
-Aquí. -Mientras decía esto, Melissa sonrió cariñosamente y señaló con su mano hacia el pecho de la niña. -Mientras tú les sigas queriendo y los recuerdes, tus padres siempre estarán en tu corazón pequeña. Y vayas donde vayas, seguirán a tu lado, cuidándote como siempre han hecho.
La niña sí pareció entenderlo esta vez. Las palabras de Melissa hicieron que soltase su mano y se llevase las manos al pecho mientras la miraba con una extraña y dolorosa sonrisa que se entremezclaba con las lágrimas de sus ojos. Comprendiendo que, pese a que jamás volvería a ver a sus padres, de alguna forma estos estarían siempre con ella y no querrían que llorase por su culpa. Por eso, aún siendo tan pequeña, trató de contener las lágrimas mientras miraba a aquella desconocida cuya cariñosa sonrisa era ahora su único consuelo.
-Eso es, sonríe. Sé que no es fácil, pero eso es lo que ellos querrían, que sonrías y no que llores por ellos. -La animó Melissa aliviada al ver aquella tímida sonrisa e impresionada por el valor que estaba demostrando pese a ser todavía tan pequeña. -Dime, ¿Cómo te llamas?.
-Ana. -Respondió la niña secándose las lágrimas con las manos y tratando de no volver a llorar. -¿Y tú?.
-Yo me llamo Melissa. -Dijo al tiempo que señalaba con la mano hacia Álam que continuaba a su lado. -Y este es Álam. No te preocupes, ahora nosotros nos ocuparemos de ti y no dejaremos que nadie vuelva a intentar hacerte daño. ¿De acuerdo?.
Ana apenas tardó unos segundos en responder. Había perdido a sus padres, a sus amigos, a todo su pueblo. Lo único que le quedaba ahora eran aquellos dos desconocidos que la habían salvado y, después de la cariñosa forma en que Melissa la había tratado, no dudó en asentir con la cabeza ante su pregunta.
Satisfecha con esta respuesta, Melissa sonrió de nuevo y le dio la mano mientras esta bajaba de la cama para que los tres pudiesen al fin irse. Sin embargo, antes de que ambas saliesen de la habitación, Álam se detuvo un momento cómo buscando algo y miró una vez más a la pequeña.
-Ana, ¿Tienes alguna foto de tus padres?.
Tan sorprendida por esta pregunta cómo la propia Melissa, la niña miró con curiosidad a Álam y señaló con su otra mano hacia la pequeña mesilla que había al lado de la cama. Allí, Álam encontró un pequeño disco de metal de apenas diez centímetros de diámetro en cuya superficie plateada podía verse grabado con letras doradas el nombre de la pequeña y una diminuta lente semioculta en el centro del mismo.
Seguro de que aquello era lo que la niña había señalado, Álam lo cogió sonriendo y se arrodilló frente a la niña para darselo al tiempo que pulsaba un diminuto botón situado en la parte inferior y un pequeño holograma con la imagen de los padres de la pequeña aparecía frente a ambos.
-Guardalo bien, te será útil algún día. -Dijo mientras apagaba el holograma y dejaba el medallón en la pequeña mano de la niña. -Cuando notes que su imagen empieza a borrarse y tengas problemas para recordarles, vuelve a mirarlo. Y pase lo que pase, no los olvides nunca, así siempre estarán contigo.
Convencida por las palabras de Álam, la niña cogió el medallón mirándolo con tristeza y lo guardó con cuidado en uno de los pequeños bolsillos de su ropa. Lo que hizo que Álam sonriese una vez más y se pusiese de nuevo en pie para continuar.
-Creo que eso es todo. ¿Nos vamos?.
A modo de respuesta, Álam recibió una extraña sonrisa por parte de Melissa que parecía haberse sorprendido al verle hacer aquello. Sin embargo, lejos de decir algo esta se limitó a ponerle un abrigo a la niña y los tres salieron al fin de la habitación y abandonaron la casa sin más contratiempos.
Fuera seguía haciendo frío y el viento parecía haber arreciado, pero la ropa que llevaban ahora era más que suficiente para compensarlo y ni siquiera Melissa pareció notarlo pese a los remolinos de nieve y polvo de hielo que se formaban en torno a ellos mientras caminaban y que, en más de una ocasión, la obligaron a sujetar su falda con la mano para evitar que este la levantase. Algo que, para sorpresa de esta, tanto la niña como el propio Álam parecieron encontrar bastante gracioso.
Sin embargo, mientras se alejaban de la casa dirigiendose hacia las ruinas en las que se encontraba oculta su nueva nave, la sonrisa de Álam desapareció de pronto de su cara y este se detuvo de golpe sorprendiendo a sus dos compañeras. Aunque estas pronto comprenderían también lo que sucedía ya que la causa del repentino cambio de actitud de Álam no tardaría en aparecer sobre la cima de la colina.
Se trataba de otro aerodeslizador. Una gran nave con la misma forma de halcón que la que ellos habían usado hasta hacía poco y que, durante unos segundos, hizo que Melissa se sintiese ligeramente aliviada suponiendo que se trataba Álfred. Pero cuando la nave se acercó más al pueblo y comenzó a reducir la velocidad, pudo ver algo que la hizo darse cuenta al instante de que se había equivocado.
Aquella no era la nave de un BlackHawk. Pese a tener la misma forma, los dos emblemas con forma de halcón que adornaban ambas alas no eran dorados como era habitual en la orden de Álfred, sino rojos. Y ella sabía perfectamente que solo uno de los siervos de Nathaniel se atrevería a cambiar el color de los emblemas de los BlackHawk y usarlos como propios:
-¡Gústav!. -Exclamó asustada mientras volvía a mirar a Álam para advertirle. -Esa es su nave, la reconocería en cualquier parte.
Lejos de preocuparse al oír esto, Álam apartó durante unos segundos su vista del inminente peligro que aquel aerodeslizador suponía para los tres y miró a Melissa con una extraña y serena expresión de calma que contrastaba notablemente con el nerviosismo de la joven.
-¿El mismo Gústav que nos encontramos en el hangar del palacio mientras huíamos?.
En respuesta a su pregunta, Melissa asintió con la cabeza y lo miró con impaciencia esperando que este les dijese que debían cómo había venido haciendo hasta entonces cada vez que se encontraban en una situación parecida. Pero Álam no dijo nada, en lugar de eso, se limitó a girarse e nuevo hacia la nave que se había detenido ya por completo al otro lado de la plaza y esta pudo ver cómo una sombría sonrisa aparecía de pronto en su rostro.
La misma sonrisa que había visto hacía unos días cuando se había enfrentado a los guardias del palacio, la misma maligna y despiadada expresión que podía ver en su cara cada vez que cogía su espada para luchar. Aunque, en esta ocasión, no fue esto lo que más la sorprendió, si no el extraño brillo que vio en sus ojos, cómo una débil pero abrasadora llama de odio y rabia que ardía en el fondo de los dos diamantes negros que formaban sus ojos. Y esto la asustó todavía más que la presencia allí del Gústav.
-Álam, ¿Qué vas a hacer?. -Se apresuró a preguntar sin preocuparse ya de la nave, mirándolo tan solo a él. -No podemos quedarnos aquí al descubierto, tenemos que huir antes de que nos alcance.
-Ya es demasiado tarde para eso. -Respondió Álam. -No podemos huir de una nave cómo esa, ni siquiera usando el aerodeslizador de los soldados. Y aunque pudiésemos, no lo haría.
-Tú no lo entiendes. -Trató de explicar Melissa cada vez más preocupada y asustada. -Gústav no es cómo los demás soldados de mi padre. Antes era un BlackHawk, pero desde que se convirtió en general ha cambiado, ya no es cómo ellos. Y si nos quedamos aquí estoy segura de que no dudará en dispararnos desde la nave por muy cobarde que eso sea.
-No, no lo hará. -La tranquilizó Álam cuyos ojos permanecían fijos en el aerodeslizador enemigo, siguiendo cada uno de sus movimientos milímetro a milímetro mientras este descendía lentamente y se posaba en el suelo. -Si ha sido capaz de llegar hasta aquí para buscarte estoy seguro de que no ha sido solo para acabar matándote. No, él te quiere con vida, no se arriesgará a disparar mientras tú estés aquí.
-Aún así, Gústav es muy peligroso. Recuerda lo que sucedió la última vez. -Insistió Melissa. -Lo recuerdo, pero han cambiado muchas cosas desde entonces. Todo irá bien, confía en mí.
-Álam, yo confío en ti. Pero tengo miedo... no quiero que te pase nada. -Aclaró acercándose a él y mirándolo fijamente a los ojos con una mezcla de miedo y desesperación al ver que este parecía completamente decidido a ignorar sus consejos. -Por favor, deja al menos que hable yo con él. Si realmente está aquí porque me quiere puede que lo haga razonar, déjame intentarlo.
-Eso sería inútil. -Mientras decía esto, Álam vio como la nave se posaba por completo y, en cuanto esta apagó sus motores, se llevó la mano a la empuñadura de su espada consciente de que su rival estaba a punto de salir de ella. -Nada de lo que le digas le hará cambiar de idea, ni siquiera te escucharía.
-¿Por qué estás tan seguro?.
Justo en el instante en que oía esto, Álam desenvainó su espada y comenzó a caminar hacia adelante para dirigirse al encuentro de Gústav. Sin embargo, antes de alejarse de ella giró la cabeza una vez más hacia las dos y respondió a su pregunta.
-Porque si yo estuviera en su lugar... tampoco lo haría.
Dicho esto, Álam volvió a mirar hacia adelante y continuó avanzando hacia el centro de la plaza mientras observaba cómo Gústav bajaba de su nave y se disponía a hacer exactamente lo mismo.
Esta vez sí llevaba armadura, una resplandeciente coraza del mismo color rojo fuego que los emblemas de su nave sobre cuyo pecho podía verse labrada la silueta de un gran halcón negro en recuerdo a sus años como BlackHawk. Pero no fue esto lo que más intrigó a Álam mientras este se acercaba lentamente a él, sino la confiada sonrisa de este y la total carencia de los emblemas del propio rey tanto en su nave cómo en su armadura. Aunque esto no era algo que le importase demasiado.
Fuese cómo fuese, lo que sí estaba claro era que Gústav confiaba lo suficiente en sus habilidades con las armas cómo para no molestarse siquiera en activar su propia espada mientras se acercaba a Álam. Lo que no era demasiado sorprendente teniendo en cuenta lo sucedido la última vez que ambos se habían encontrado, pero Álam estaba dispuesto a cambiar eso y apenas pudo disimular una maliciosa sonrisa mientras este se detenía a apenas unos metros de él.
-Lo sabía. -Dijo sonriendo, observando sin el menor temor cómo Álam movía lentamente la espada hacia un lado y activaba el campo de plasma. -Estaba seguro de que si seguía a Álfred antes o después acabaría dando con vosotros. Aunque reconozco que me habéis sorprendido, esperaba tener que deshacerme primero de ese viejo zorro para llegar hasta vosotros, pero veo que no va a ser necesario. No sé cómo habréis hecho para despistarle, pero os lo agradezco, me habéis facilitado enormemente las cosas.
-¿Tú crees?. -Respondió Álam mirándolo fijamente, atento al más mínimo movimiento de su rival. -Yo no estaría tan confiado si fuese tú. Si quieres llevarte a Melissa... antes tendrás que matarme a mí.
-Con eso contaba. -Mientras decía esto, Gústav activó su espada y la centelleante hoja azul del arma apareció al instante frente a este. -Y te aseguro que será un verdadero placer hacerlo. Esta vez no tendrás tanta suerte como la última.
-¿A qué esperas entonces?. -Al igual que su rival, Álam se preparó para empezar el combate y apretó con fuerza su mano alrededor de la empuñadura de su arma. -¡Empecemos!.
Ninguno de los dos dijo nada más. Ambos sabían que las palabras sobraban ahora y dejaron que sus armas hablasen por ellos mientras se lanzaban a la vez al ataque y corrían furiosamente le uno hacia el otro dispuestos a acabar cuanto antes con la vida de su rival.
Álam atacó primero. Antes de que ambos se encontrasen, dio un rápido giro en plena carrera para infundir todavía más potencia a su golpe y lanzó un rápido corte horizontal hacia el cuello de Gústav que este detuvo sin demasiada dificultad usando su propia espada para bloquear la hoja del arma de Álam. Pero aquello era solo el comienzo.
Antes incluso de que el brillante destello provocado por el encuentro de las dos armas se desvaneciese por completo, Gústav empujó violentamente el arma de Álam obligándolo a retroceder y dio una rápida estocada hacia su pecho. Álam apenas tuvo tiempo de esquivarla, con la guardia momentáneamente abierta, tan solo fue capaz de moverse a un lado y recibió un brutal puñetazo del vampiro que lo lanzó varios metros más atrás.
Sin esperar siquiera un segundo, Gústav corrió tras él, levantó su espada y trató de empalarlo contra el suelo antes de que pudiese levantarse. Pero no le sería tan fácil. Antes de que este pudiese tocarle, Álam esquivó el mortal golpe de la espada de su rival rodando hacia atrás, usó sus manos para impulsarse aún más y ponerse en pie y saltó por encima del propio Gústav evitando un nuevo golpe de la espada de este.
Aprovechando las décimas de segundo de ventaja que este movimiento le proporcionó, Álam se giró en el aire y trató de golpear a su rival nada más caer al suelo. Pero Gústav se anticipó a este movimiento. Sin siquiera girarse, detuvo el golpe colocando su espada a su espalda y, mientras ambas armas permanecían todavía bloqueadas, se dio la vuelta rápidamente golpeando violentamente a Álam con su puño y lanzándolo varios metros más atrás.
-¡Vamos!, demuestrame de lo que es capaz un Hunter. -Exclamó Gústav sonriendo, seguro de su victoria mientras corría nuevamente hacia Álam que ya se estaba levantando. -¿Es esto todo de lo que sois capaces?.
Al mismo tiempo que decía esto, Gústav lanzó un fuerte golpe ascendente con su espada que destrozó nuevamente la guardia de Álam a causa de la brutal fuerza con que este contaba y aprovechó esto para intentar golpearle una vez más. Pero esta vez no tuvo tanta suerte, antes de que su puño alcanzase su objetivo, Álam lo detuvo con una de sus manos y lo miró fijamente a los ojos mientras bloqueaba con su espada su arma impidiendo que pudiese atacarle.
-En absoluto. -Respondió. -Todavía no has visto nada.
-No me hagas reír. Recuerda que no importa lo hábil que seas muchacho, eres un humano, solo eso. Y por mucho que lo intentes jamás podrás compararte a uno de nosotros, ¡No lo olvides!.
Al tiempo que decía esto, Gústav empujó con fuerza su puño y, pese a no poder golpearle, su fuerza le permitió arrastrar a Álam frente a él hasta que la espalda de este chocó con la pared semiderruida de uno de los edificios que rodeaban la plaza.
-¡Mírate!, eres realmente patético. Un Hunter, la última esperanza de la humanidad, arriesgando su vida por uno de nosotros, por uno de los monstruos que juró matar. Porque eso es lo que es Elisabeth, no importa que lo sea o no del todo, una parte de ella es cómo nosotros. ¿Estás realmente dispuesto a dar tu vida por ella, por uno de nosotros?
Para sorpresa de Gústav, a pesar de la difícil posición en que se encontraba, Álam sonrió al oír esto cómo si nada de aquello lo preocupase y notó como su mano se cerraba con fuerza entorno a su puño mientras este respondía a sus palabras.
-¡Ya lo he hecho!.
Nada más decir esto, Álam empujó la mano de Gústav apartándolo de él sin apenas esfuerzo y este observó atónito cómo los ojos de su rival centelleaban durante un breve segundo con un familiar brillo esmeralda mientras este se zafaba de su presa y le propinaba una violenta patada en el pecho. La fuerza del golpe fue tal que Gústav atravesó volando la plaza sin poder hacer nada para defenderse ante la brutal fuerza de su rival y calló junto a la columna que marcaba el centro de la misma. Dolorido, sorprendido y, sobretodo, desconcertado al ver cómo algo que creía imposible estaba sucediendo.
-No puede ser. -Consiguió decir mientras se ponía en pie y miraba con una mezcla de terror y sorpresa como Álam se acercaba tranquilamente a él con una diabólica sonrisa en el rostro. -Esa fuerza... es imposible que un miserable pueda hacerme esto a mí. A menos qué...
Justo en el instante en que decía esto, una extraña idea acudió de pronto a la cabeza de Gústav que miró inmediatamente hacia atrás buscando a Melissa con la mirada. Y entonces lo comprendió, aún antes de que Álam llegase de nuevo junto a él se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y miró nuevamente a su rival consciente esta vez de a qué se estaba enfrentando.
-¿Qué ocurre Gústav?. ¿Te ha abandonado tu valor ahora que ya no eres tan fuerte cómo creías?. -Dijo Álam sonriendo mientras continuaba acercándose a él y se limpiaba con una mano un pequeño hilo de sangre que brotaba de su labio inferior. -Querías ver de lo que era capaz un Hunter verdad, pues aquí me tienes. ¡Vamos, a qué esperas!.
-Has estado jugando conmigo durante todo este tiempo ¿Verdad?. -Comprendió Gústav retrocediendo hasta encontrarse con la columna. -Ahora entiendo el significado de aquellas palabras. Pero no lo permitiré, no dejaré que ella tenga razón. ¡Te mataré de todas formas!.
Nada más decir esto, Gústav se lanzó con rabia hacia Álam y su espada centelleó un breve instante mientras este la movía hacia atrás hundiendo el extremo de la hoja en la nieve y daba un violento corte ascendente hacia Álam dejando tras de sí una pequeña nube de vapor. Pero esta vez el resultado fue muy distinto a lo que había sucedido anteriormente.
Con una facilidad sorprendente, Álam se movió rápidamente a la derecha girando sobre sí mismo mientras esquivaba el golpe y, justo cuando se encontraba de espaldas a su rival y la espada de este alcanzaba el punto más alto de su golpe, le propinó un fuerte codazo en el pecho que lo hizo tambalearse a pesar de la protección de su armadura y dio un nuevo giro en dirección inversa al anterior alejándose de él mientras daba un rápido corte con su espada.
Al instante, un desgarrador grito brotó de la garganta de Gústav que retrocedió aterrado sujetándose con la mano el sanguinolento muñón de su otro brazo mientras sus ojos observaban atónitos su propia mano tendida sobre la nieve, seccionada limpiamente de su brazo y sosteniendo todavía la empuñadura de su espada.

-¡Bastardo!.... -Maldijo Gústav mientras retrocedía alejándose de él, dejando tras de sí un rastro de sangre escarlata que se extendía lentamente por la blanca capa de nieve que cubría el suelo. -Pagarás por esto, antes o después se acabará tu suerte.
-Es posible. -Admitió Álam mirando impasible al general. -Pero tú no vivirás para verlo. Habría podido matarte antes, pero tú ni siquiera te mereces la compasión de la muerte. No después de que estuviese a punto de perder a Melissa por tu culpa.
-Todavía no me has vencido. -Mientras decía esto, Gústav se llevó la mano a la espalda y sacó un cuchillo de plasma de un compartimento oculto en su armadura. -No permitiré que esto termine así. Elisabeth me pertenece, me gané el derecho a poseerla luchando, dejando mi propia sangre en el campo de batalla. Y no dejaré que nadie me arrebate lo que tanto me ha costado conseguir. ¡Nadie!.
Cegado por la rabia, Gústav activó el cuchillo y corrió de nuevo hacia Álam con una desgarradora expresión de dolor y odio en su rostro y la locura reflejada en el brillo de sus centelleantes ojos verdes.
Pero él ni siquiera se movió. Lo esperó inmóvil, atento al nervioso balanceo del cuchillo en su mano pero sin mover un solo músculo para evitar su ataque. Hasta que, cuando este estaba ya apunto de alcanzar su cuello, Álam se movió rápidamente a un lado dejando que este pasase sobre uno de sus hombros a escasos milímetros de su cuello y hundió su espada en el pecho de Gústav aprovechando el propio impulso de la carrera de este para atravesar su armadura justo a la altura de su corazón.
-Te equivocas, yo no te he quitado a Melissa. -Respondió Álam mientras sentía cómo Gústav se desplomaba por completo sobre él y se lo quitaba de encima de un golpe dejando que cayese de espaldas frente a él. Convulsionandose todavía en un inútil intento por aferrarse a la vida, pero condenado ya al olvido por aquella herida mortal. -Fue ella la que nunca te aceptó. Y si lo hubieses entendido antes todavía estarías vivo.
Cuando el cuerpo de su rival dejó al fin de moverse, Álam le arrancó la espada del pecho, la guardó de nuevo a su espalda y se alejó de allí sin prestarle más atención mientras la sangre del vampiro brotaba a borbotones de al hendidura recién abierta en su armadura tiñendo de rojo el halcón de su pecho y extendiendose lentamente por la nieve que lo rodeaba.
El duelo había terminado, sus cuentas con aquel general estaban ya saldadas y ahora había alguien esperándole en el borde de la plaza. Alguien que lo miraba con una mezcla de alegría y alivio en aquel momento y que, cuando este se acercó al fin a ellas, no dudó en correr a abrazarle. Sabía muy bien por qué había sido aquella pelea y que, en aquella ocasión, no había sido la lucha entre humanos y vampiros el motivo de aquel duelo, sino ella. Por eso, cuando él volvió a su lado de nuevo, la única forma que pudo encontrar para demostrarle lo que sentía en aquel instante fue abrazarlo con todas sus fuerzas mientras la niña los miraba sorprendida a ambos y le daba pequeños tirones en la falda para que volviese a coger su mano.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto. -Trató de decir Álam devolviendole el abrazo y sonriendo tranquilamente, sin el más mínimo rastro en sus ojos de aquel extraño brillo que tanto la había preocupado. -Ya ves que todo ha ido bien.
-Por un momento no fue así. -Le respondió ella todavía mirándolo con cierta preocupación. -Cuando Gústav te cogió creí que iba a perderte... no quiero que vuelvas a darme un susto así nunca más ¿me oyes?. No sé que haría si llegase a pasarte algo por mi culpa.
-Melissa, nada de esto ha sido culpa tuya. -Aseguró sin dejar de mirarla. -Puede que él creyese que estaba luchando por ti, pero no era así. ¿O habrían cambiado de alguna forma tus sentimientos si hubiese sido el el vencedor?.
-¡Claro que no!. -Negó ella inmediatamente. -¿Lo ves?. -Continuó él sonriendo cariñosamente. -Por eso esto no ha tenido nada que ver contigo. Tú ya habías elegido a uno de los dos, y no lo habías hecho por cómo luchásemos, sino porque tu corazón así te lo dijo. ¿Verdad?.
En respuesta a estas palabras, Melissa lo miró durante unos segundos sin decir nada cómo si estuviese pensando en lo que este acababa de decirle. Y cuando al fin pareció entenderlo, en lugar de responder a su pregunta deslizó sus brazos alrededor de su cuello y lo besó sin decir una sola palabra dejándolo bastante sorprendido.
Ella había comprendido perfectamente sus palabras, por eso dejó que sus labios hablasen por ella, para que estuviese seguro de que, tal y cómo decía, su corazón le pertenecía a él y no a nadie más. Fue un beso largo, dulce y tan apasionado que el propio Álam se sorprendió al sentir la delicada caricia de la lengua de Melissa sobre sus labios mientras la estrechaba con fuerza entre sus brazos y se perdía por un instante en el mar de sensaciones que ella estaba despertando en él.
Sin embargo, todo esto terminaría de pronto en el instante en que Ana, cansada ya de que ninguno de los dos le hiciese caso y todavía asustada por lo sucedido, dio un fuerte tirón a la falda de Melissa bajándosela ligeramente.
Al notar esto, Melissa se separó de Álam y sus mejillas se sonrojaron ligéramente mientras lo soltaba para subirse de nuevo la falda. Aunque lo que apareció en su rostro cuando dirigió su mirada hacia la niña no fue una expresión de enfado, sino una marabillosa sonrisa a modo de disculpa por haberla olvidado.
-Lo siento. ¿Creías que nos habíamos olvidado de ti verdad?. -Dijo sin dejar de sonreír al tiempo que le daba de nuevo la mano a la niña. -No te preocupes, te prometí que cuidaríamos de ti y te aseguro que voy a cumplirlo, perdona por no hacerte caso antes. Pero no vuelvas a hacer eso, ¿De acuerdo?.
En respuesta a estas palabras, la niña le devolvió la sonrisa y aceptó su mano al tiempo que sentía con la cabeza. Lo que permitió a Melissa mirar de nuevo a Álam que trataba de no reírse al darse cuenta de lo que había pasado.
-¡No tiene gracia!. -Le advirtió Melissa frunciendo el ceño. -En fin, ¿Nos vamos de una vez?. Me preocupa que puedan venir más naves si seguimos aquí.
-Ahora mismo.
Dicho esto, y para sorpresa una vez más de Melissa, Álam le ofreció también una de sus manos a la niña y los tres se alejaron en dirección a la nave sin encontrarse ya con más problemas. En cuestión de un par de minutos, el interceptor de la patrulla de eliminación se elevó de nuevo sobre el pueblo con sus nuevos pasajeros a bordo y no tardó en perderse en la distancia alejándose para siempre de aquel devastado pueblo convertido ahora en la última morada no solo de sus habitantes, sino también de uno de los mejores generales del ejército de Nathaniel.




Álfred observó con calma los restos de lo que hasta hacía unos días había sido su nave. Esta vez el accidente había sido terrible, el impacto había convertido la nave en un amasijo de metal retorcido y humeante aplastado contra la roca madre de la colina contra la que se había estrellado. Lo que hacía poco probable que alguien hubiese podido sobrevivir al accidente, aunque en esta ocasión no era algo que lo preocupase demasiado.
Un solo vistazo al lugar del accidente le había bastado para darse cuenta de que la nave no llevaba piloto cuando se había estrellado. La colina era demasiado baja para suponer un problema para cualquier piloto y la ligera brisa del Norte que soplaba sobre la llanura en aquel momento no era lo suficientemente fuerte como para haber causado aquello. Además, siendo su propia nave, no le era difícil adivinar cómo había conseguido llegar allí.
Sin embargo, lejos de suponer un problema esto había servido para que Álfred saliese de dudas y comenzase a comprender el comportamiento de Álam y Elisabeth hasta entonces. En un principio, al enterarse por otros soldados de la destrucción de aquel pueblo se había preocupado temiendo que el ataque hubiese coincidido con la llegada de los dos jóvenes ya que su nave se había detenido allí durante un tiempo. Y al ver cómo su señal se ponía en movimiento de nuevo y se dirigía en dirección contraria a la que debería haber seguido para llegar a su siguiente destino su preocupación había aumentado todavía más.
Pero ahora lo comprendía todo. Aquello no era más que una maniobra de distracción de aquel muchacho al que, aparentemente, había subestimado de nuevo. Si se había tomado la molestia de crear una distracción así para sus perseguidores era más que probable que continuase adelante y, puesto que ya había seguido una vez las indicaciones de Mariana, no era descabellado pensar que volvería a hacerlo.
Satisfecho al fin con sus comprobaciones, Álfred elevó de nuevo el pequeño patrullero que tan "amablemente" le había cedido uno de los guardias que participaban en la búsqueda y se dispuso a irse de nuevo. Tan solo un pequeño detalle rondaba todavía su cabeza, pero prefería no pensar siquiera en tal posibilidad y confiar en que aquellos profundos arañazos que había visto en la cola de la nave fuesen tan solo parte de los desperfectos y no la causa real del accidente.

Una vez a la altura adecuada, la nave giró hacia el Noroeste y sus motores principales ganaron potencia rápidamente hasta alcanzar el máximo haciendo que se desplazase lo más deprisa posible hacia su siguiente destino. Ahora ya sabía, o al menos creía saber, hacia donde se dirigían Álam y Elisabeth, pero antes prefería hacer una pequeña parada en las ruinas de aquel pueblo para asegurarse de que todo estaba sucediendo tal y cómo él suponía. Después de todo, ahora que ya no iban en su nave no le resultaría tan fácil seguirlos y cualquier pista que pudiese encontrar le sería de gran ayuda.
Pero lo que Álfred encontraría al acercarse a aquel desolado y ahora abandonado lugar sería algo muy distinto. En cuanto el patrullero se acercó lo suficiente cómo para que su radar pudiese rastrear la zona oculta tras la colina, el brillante destello rojizo de una nueva nave apareció en el centro mismo del pueblo y Álfred observó con preocupación los datos de su nuevo contacto.
Se trataba de la nave de Gústav, algo ya de por sí preocupante, pero eso no era todo. Según el ordenador del patrullero, aquella nave y su propietario estaban siendo buscados en aquel mismo instante por el ejército bajo orden del propio Nathaniel y sobre Gústav pesaba una orden de captura o eliminación inmediata.
-Estupendo. -Pensó Álfred mientras borraba de la pantalla los datos y cancelaba la orden de envío de posición del fugitivo que el ordenador había preparado para informar a la base más cercana. -Más problemas, esto era justo lo último que necesitábamos en este momento. ¿En qué demonios está pensando ese maldito loco?.
Molesto por aquellas noticias y la aparente despreocupación con que el general había actuado al desafiar así a Nathaniel, Álfred aceleró aún más la nave forzando sus motores y no tardó en sobrevolar la cima de la colina. Desde allí podía ver los destrozos causados en el pueblo y una parte de él recordó al ver aquello lo sucedido hacía años en su propio país cuando Nathaniel lo había atacado, pero otra parte seguía recordando el propósito real por el que estaba allí y no dejó que aquello nublase sus pensamientos ni por un segundo.
Decidido a aclarar las cosas con el general antes de seguir adelante, Álfred comenzó a descender hacia el pueblo dirigiendo su nave hacia la plaza central donde se encontraba el aerodeslizador de Gústav y observó con cautela los alrededores buscando a su dueño con la mirada. El pueblo estaba en silencio, tranquilo, casi cómo si la vida hubiese abandonado por completo aquel lugar y ya no solo sus habitantes, sino también los propios animales lo hubiesen abandonado para siempre.
Sin embargo, lo que él no sabía todavía era que aquel pueblo no estaba tan vacío como parecía y que, en ese preciso instante, alguien lo estaba observando igualmente a él desde detrás de una de las ruinas. Alguien cuyos centelleantes ojos de color rubí permanecían fijos por completo en aquella nave y sonreía maliciosamente en espera de que su piloto llegase al suelo.
Ignorando el peligro que lo acechaba tras las ruinas, Álfred detuvo su nave posándola al lado del halcón de Gústav y, al no encontrarle por ninguna parte, bajó de ella para continuar su búsqueda esperando encontrar además alguna pista sobre Álam y Elisabeth. Y, para su sorpresa, no tardó en encontrarla.
Con forme se acercaba al centro de la plaza, pudo distinguir claramente dos cuerpos tendidos junto a una de las casas de la parte Norte y ya semi cubiertos por la nieve. No solo eso, en el centro de la misma, junto a la base de la gran columna que todavía se erguía señalando el centro del pueblo, pudo ver también la silueta todavía reciente de un tercer cuerpo perfectamente marcada en la creciente capa de nieve que cubría el suelo. Pero, curiosamente, ya no había ni rastro del cuerpo que la había hecho. En su lugar, unas extrañas marcas con forma de surco se alejaban hacia el borde de la plaza y desaparecían a apenas unos metros de allí. Cómo si alguien... o algo, se hubiese llevado arrastras el cadáver que había hecho aquella marca.
Aún así, y pese a lo curioso de este último descubrimiento, Álfred decidió prestar más atención en un principio a los dos cuerpos que todavía seguían allí y se dirigió hacia ellos. En otras circunstancias no le habría parecido extraño encontrarse algún cadáver en un pueblo recientemente atacado por el ejército, pero teniendo en cuenta que no se veía ni rastro de más cadáveres por ninguna parte, algo le decía que aquellos dos le darían alguna pista sobre los dos jóvenes a los que seguía.
Lo primero que llamó su atención al acercarse al primer cadáver fue el hecho de que este no fuese uno de los habitantes del pueblo. Al apartar la nieve con una de sus botas y ver la oscura armadura que este llevaba, comprendió que no se trataba de un civil sino de un soldado y empezó a darse cuenta de lo que había sucedido.
Por el aspecto de su armadura no le fue difícil deducir que este pertenecía a una de las patrullas de eliminación de Nathaniel, probablemente enviado allí para acabar el trabajo empezado por el ejército y limpiar el pueblo para que no quedase rastro de aquella atrocidad. Aunque, por lo que parecía, ambos se habían encontrado con alguien no demasiado dispuesto a dejarse "eliminar" por ellos. Y por la precisión con que habían sido ejecutados era fácil darse cuenta de que tampoco había sido obra de un civil cualquiera.
La precisa herida que había atravesado perfectamente el corazón del primer soldado y el limpio corte que había decapitado al segundo eran la marca de identidad de los Hunters como Álam. Lo que venía a confirmar todas las sospechas de Álfred sobre el comportamiento de este y su princesa y su posible próximo destino. Sin embargo, había algo que todavía no terminaba de comprender:
Gústav parecía no estar ya en aquel pueblo. Tratándose de otro, podría haber supuesto que se estaría escondiendo de él para evitar ser descubierto, pero sabía que aquello no era propio de alguien tan orgulloso como aquel joven general. Si todavía no había salido solo podía significar dos cosas: que ya no estaba en aquel pueblo, algo poco probable dado que su nave seguía allí, o que el cadáver al que pertenecían las marcas del centro de la plaza no era otro sino el suyo. Aunque esto último tampoco tenía demasiado sentido.
El único que podría haber acabado con alguien como Gústav en aquel lugar era el propio Álam. Pero si eso era realmente lo que había sucedido... ¿Dónde estaba el cuerpo entonces?. Estaba claro que Álam no se había tomado demasiadas molestias para ocultar aquellos dos cadáveres, y sería ilógico pensar que con Gústav habría sido distinto. Al contrario, conocía a los Hunters y sabía perfectamente que una presa del nivel de Gústav no sería algo que les interesase ocultar. No, él lo habría dejado allí, cómo trofeo y a la vez cómo aviso para todo aquel que quisiese seguirlo.
Intrigado por el posible significado de todo aquello, Álfred regresó una vez más al centro de la plaza para examinar de nuevo las huellas que aquel cuerpo había dejado en la nieve. Aunque, en esta ocasión, lo hizo prestando mucha más atención a todo lo que lo rodeaba y con la mano cerca de la empuñadura de su espada. Era perfectamente consciente de que si Álam no se lo había llevado cabía la posibilidad de que alguien más estuviese todavía en aquel pueblo y prefería no correr riesgos.

La marca del cuerpo era todavía bastante clara pese a la pequeña nevada que había caído hacía unas horas y el rastro de sangre que este había dejado parecía aún fresco. Pero eso era todo. Para mayor desconcierto de Álfred, allí no había más huellas o marcas que pudiesen indicar quien o qué se había llevado el cuerpo. Y esto, teniendo en cuenta que todo parecía indicar que no hacía mucho que se lo habían llevado, resultaba ciertamente inquietante. Aunque pronto encontraría algo que desvelaría en parte sus dudas.
Mientras observaba con más atención el perfil dejado por el cadáver tratando de identificar por su silueta la armadura a la que pertenecía aquella huella, Álfred descubrió un pequeño montículo de nieve completamente teñida de rojo justo a la derecha de donde antes se encontraba el cadáver y dirigió allí su atención. Bajo este podía verse la empuñadura de una espada sobresaliendo entre la nieve, aunque no era eso si no lo que se ocultaba realmente bajo el montículo lo que le interesaba.
Tras apartar con la mano la nieve, Álfred descubrió bajo esta el guantelete metálico de una armadura tan roja como el helado charco de sangre sobre el que se encontraba y no tardó en reconocerla.
-Gústav.... -Murmuró para sí Álfred mientras observaba con una extraña sonrisa el preciso y limpio corte que había seccionado tanto la armadura como la mano del general. -...parece que nuestro pequeño cachorro no necesita de nuestra ayuda tanto como nosotros creíamos. Pero si ha sido él, entonces quién se ha llevado el cuer...
Justo en el instante en que pensaba esto, Álfred vio por el rabillo del ojo un débil destello verdoso a su espalda y reaccionó de inmediato. Movido más por el instinto y la experiencia que por su propio pensamiento, dio un rápido paso ala derecha girando rápidamente sobre sí mismo para esquivar el mortal rayo de luz al que pertenecía aquel destello y vio cómo este pasaba frente a él mientras se giraba, tan cerca que este llegó incluso a atravesar su capa y pudo oler el ozono desprendido por el haz de plasma al quemar el aire.
Pero aquello no había acabado allí. Antes de que pudiese girarse por completo y el estallido de aquel rayo al impactar contra la pared de una de las ruinas llegase a sus oídos, un pesado objeto lanzado desde el otro lado de la plaza lo golpeó de lleno en el costado. Cogido esta vez por sorpresa, Álfred perdió el equilibrio y el violento impacto lo arrojó varios metros más atrás.
Sin embargo, a pesar de esto todavía consiguió reaccionar y, tras usar una de sus manos para frenar su avance hundiendola con fuerza en la nieve hasta clavarla literalmente entre las losas de roca del suelo, rodó hacia un lado esquivando un nuevo rallo y corrió a protegerse tras la columna.
Su enemigo seguía escondiendose y parecía tener un arma, algo no muy común entre los soldados de a pie dada que estas resultaban bastante inútiles en combates entre vampiros. Pero tenía que admitir que su utilidad en una emboscada seguía siendo bastante alta, aunque ahora que ya estaba alerta no lo tendría tan fácil.
-¡Cobarde!. -Gritó mientras activaba su espada y rastreaba con la mirada las ruinas del otro lado de la plaza, tanteándolo para saber a qué se enfrentaba. -¡Sal a la luz y pelea!. ¡Vamos, te estoy esperando!.
Cómo respuesta a sus gritos, Álfred oyó una extraña y siniestra carcajada proveniente de una de las ruinas y dirigió hacia allí su mirada, aunque no pudo ver nada excepto las paredes derruidas de lo que antes había sido una casa.
-Todavía no. -Dijo de pronto una voz áspera y metálica que sonaba ya lejos de donde había oído aquella desagradable risa. -Aún es pronto. Pero tu turno llegará BlackHawk, tú también estás entre mis objetivos.
Conforme hablaba, la voz seguía desplazándose tras el arco de edificios que rodeaba la plaza dirigiendose hacia la parte norte del pueblo a tal velocidad que Álfred apenas podía girarse lo suficientemente rápido cómo para seguirla y lo único que alcanzó a ver antes de que esta se callase de nuevo fue una extraña sombra alada deslizándose a gran velocidad sobre la blanca nieve que cubría una de las calles. Aunque por desgracia su dueño se había ocultado ya tras una de las casas y le fue imposible verle. Pero, a decir verdad, después de lo que acababa de oír tampoco lo necesitaba.
Sabía a quien pertenecía aquella voz, lo había sabido desde el momento en que había encontrado su nave y había visto las marcas en la cola de esta, pero hasta ese momento se había negado a creer que fuese él. E incluso ahora, su mente seguía dudando que Nathaniel, por muy cruel que fuese, hubiese podido liberar algo así contra su propia hija. O al menos así fue hasta que regresó al centro de la plaza y pudo ver qué era en realidad el objeto que este le había arrojado.
Para su sorpresa, lo que yacía ahora sobre la nieve en aquel lugar no era otra cosa más que el cuerpo mutilado y sin vida del propio Gústav. Aunque no fue el hecho de ver aquel cadáver lo que inquietó a Álfred, sino el estado en que se encontraba su armadura. Además de la alargada y precisa brecha abierta por la espada de Álam a la altura del corazón, la pechera de la armadura presentaba ahora dos profundas marcas con forma de garra que, si bien no llegaban a traspasarla, si habían conseguido doblar y retorcer el metal cómo si este fuese simple papel. Algo totalmente fuera del alcance de cualquier vampiro, incluso de un BlackHawk cómo él. Lo que solo dejaba una posibilidad....
-¡Nathan!.
Seguro ahora de que sus suposiciones acerca de su enemigo eran ciertas, Álfred se giró rápidamente hacia donde estaba su nave y echó a correr hacia ella sin perder más tiempo. Sabía que era mucho más rápido que aquel patrullero y que no podría alcanzarle fácilmente, y menos aún teniendo en cuenta que no sabía realmente que ruta habían tomado ni él ni los dos jóvenes a los que ambos perseguían, pero tenía que intentarlo. No podía conformarse con esperar y dirigirse directamente hacia el destino que Marina les había marcado confiando en que ellos llegasen antes que aquel monstruo. No cuando algo tan importante estaba en juego.

Mientras tanto, lejos de allí, alguien con el mismo objetivo que él observaba el cielo desde lo alto de una pequeña colina, descansando por unos instantes antes de continuar su viaje sin saber todavía hacia donde, pero con la esperanza de que él siguiese todavía con vida y la firme determinación de encontrarle... o no volver jamás.




El viaje hacia su siguiente destino resultó mucho más tranquilo de lo que el propio Álam había podido esperar en un principio. Tras abandonar el pueblo dirigiendose hacia el Norte, había girado de inmediato hacia el oeste hasta encontrarse con la gran barrera natural formada por la meseta central de Siberia y, una vez junto a esta, había retomado su rumbo hacia el Norte manteniendose siempre por debajo de las estribaciones menores de la meseta y lo más pegado posible a la gigantesca pared de roca a cuyos pies morían las inmensas y blancas llanuras de la Siberia occidental.
Volando de esta forma, Álam esperaba evitar en la medida de lo posible los radares enemigos que de otra forma serían incapaces de localizarle dada la falta de baliza posicional de la nave. Además de esto, el interceptor en que volaban ahora parecía compensar su nefasta maniobrabilidad con una velocidad máxima muy superior a la de los alcones negros de los BlackHawk y esto les había permitido alejarse lo bastante deprisa del pueblo como para evitar las patrullas que, sin duda, no tardarían en empezar a rastrear la zona al encontrar el cadáver del general.
Pero, aún con aquella nave, su viaje sería más largo de lo que en un principio habían esperado. Mariana no solo había tenido la astucia de proporcionarles dos destinos, sino que además había sido lo suficientemente prudente como para ocultar la verdadera posición del segundo hasta que estos abandonaron el pueblo.
De alguna forma, el mapa que esta había ocultado en la espada de Álam había reconocido la posición del pueblo y en ese momento había cambiado por completo mostrándoles donde se encontraba realmente su siguiente objetivo. Y, por desgracia para ellos, este no se encontraba tan cerca como en un principio.
Su nuevo destino era una pequeña isla rocosa al sudeste de la península de Taimir, uno de los muchos islotes yermos y deshabitados que podían encontrarse en la costa Norte del continente rodeados por el gélido mar de Kara. Aunque a ninguno de los dos les resultó difícil darse cuenta de que, estando Mariana por en medio, el hecho de que en el mapa de la nave dicho islote apareciese como deshabitado resultaba del todo irrelevante.
Sin embargo, lo que sí resultaba preocupante era la enorme distancia que tenían que recorrer para llegar hasta allí. Llevaban ya dos días volando sin descanso con la nave siempre a máxima velocidad y su destino todavía no aparecía en el radar. El paisaje se repetía una y otra vez en una continua sucesión de planicies yermas y pequeñas montañas que rodeaban la meseta aportando con los ocres tonos de sus rocas un matiz de color a la interminable y blanquecina llanura. Tan solo de vez en cuando un pequeño bosque o una diminuta colina coronada por acacias rompía la monotonía del paisaje, pero estos desaparecían tan deprisa que no suponían gran diferencia para los pasajeros del aerodeslizador.
Durante aquellos días, Álam se concentró principalmente en pilotar la nave y tan solo la insistencia de Melissa para que la dejase ocupar su lugar y descansase un rato lo hizo abandonar de vez en cuando su puesto en el asiento de piloto. Y durante esos breves momentos en que el viaje no ocupaba por completo su mente, lo único en que conseguía pensar era en qué podría esperarlos en aquella isla y en los recuerdos que el todavía lejano mar de Kara traía a su mente.
Melissa, por su parte, prefería no molestarle demasiado y se conformaba con conseguir que la dejase pilotar de vez en cuando. Sabía lo que le sucedía, todavía recordaba la historia de Álam y comprendía perfectamente el por qué de aquel continuo silencio y la extraña y ausente mirada que podía ver en sus ojos la mayor parte del tiempo.
Devido a esto, durante las largas horas de vuelo en que Álam permanecía a los mandos decidió dirigir su atención hacia Ana en lugar de hacia él y se dedicó a hablar con ella. Tratando de hacer por aquella pequeña lo que ahora no podía o no sabía hacer por el propio Álam: aliviar el dolor de su corazón.
Sus palabras y su cariño eran lo único que podía ofrecerle en aquel momento a aquella niña, pero eran más que suficiente. Poco a poco, hora tras hora, Ana fue abriéndole su corazón mientras las dos hablaban y Melissa sintió una extraña calidez en el corazón al comprobar como la niña que se sentaba sobre su regazo dejaba de mirarla solo como a una desconocida y comenzaba a confiar en ella por algo más que simple necesidad.
Era una sensación nueva para alguien como Melissa cuya vida había dependido siempre de alguien más. Su madre, Mariana, Álfred, ellos la habían cuidado y protegido desde pequeña ayudándola siempre a seguir adelante a pesar de todo. E incluso ahora, lejos de ellos y de todo aquello que conocía, Álam se ocupaba de protegerla y guiarla durante su viaje enfrentándose a todo lo que intentaba detenerlos cómo si nunca tuviese miedo, avanzando siempre hacia su siguiente destino con una fuerza y voluntad que acentuaban todavía más su propia debilidad y la convencían de que Álam habría podido llegar sin problemas hasta allí sin ella.
Sin embargo, con la niña todo era distinto. Durante los días que llevaban juntas Ana tan solo había soltado su mano cuando substituía a Álam a los mandos y solo cuando regresaba y la cogía de nuevo era capaz de volver a sonreír. Aquella pequeña la necesitaba realmente, tanto o incluso más de lo que ella misma necesitaba al propio Álam. Y esto no solo la reconfortaba haciendola sentir al fin útil para alguien, sino que además la ayudó a darse cuenta de lo equivocada que había estado hasta entonces.
Ahora entendía el verdadero significado de lo que Álam le había dicho en el pueblo. Hasta ese momento la fuerza y el valor de Álam habían hecho que olvidase quién era realmente, pero ahora lo recordaba de nuevo y comprendía lo egoísta que había sido al suponer que él no necesitaba a nadie cuando en realidad estaba tan solo como ellas. Puede que ella no supiese como luchar y apenas pudiese defenderse por si sola, pero había otras cosas que podía hacer por él y ahora comprendía su error al creer que dejarlo tranquilo era lo mejor que podía hacer.
-Álam...
Cansada de verle así, sumido en sus pensamientos y con la mirada perdida por completo en el horizonte, Melissa trató de hablar con él dejando por un momento a la niña que ahora se distraía observando como la planicie que habían estado atravesando hasta entonces comenzaba a perder terreno frente a los cada vez más numerosos árboles del vasto bosque que cubría la costa. Pero parecía tan absorto en su propio mundo que ni siquiera la oyó y esto no hizo sino convencerla aún más de que no debía dejarle así.
-¡Álam!. -Lo llamó forzando un poco más la voz para conseguir que la escuchase. -¿Te encuentras bien?.
Cómo sacado de un extraño sueño por la voz de Melissa, Álam giró la cabeza hacia ella para mirarla y esta pudo ver una extraña nostalgia en sus ojos mientras este respondía al fin a sus palabras.
-Perfectamente. -Dijo con voz sosegada y tranquila. -¿Por qué, ocurre algo?.
-Sí. -Afirmó Melissa sin dejar de mirarle. -Llevas casi tres días sin apenas decir nada, parece cómo si no estuvieses con nosotras. Si hay algo que te preocupa por qué no me lo dices, no sé si podré ayudarte, pero te hará sentir mejor.
-No es nada de eso. -Respondió Álam en cuyos labios apareció de pronto una pequeña sonrisa, algo que Melissa no veía en su rostro desde que habían dejado aquel pueblo. -Tan solo he estado recordando viejos tiempos, solo eso. Siento haberte preocupado y no haberos prestado más atención durante estos días, pero al volver a ver el nombre de Kara he recordado muchas cosas que creía olvidadas. Y sabes... no todas eran malas.
Aquella respuesta sorprendió bastante a Melissa. Desde su partida del pueblo había atribuido aquel silencio a algún mal recuerdo que el regreso a aquel lugar pudiese traerle a Álam, pero nunca a que este sintiese nostalgia de su viejo hogar.
-Me alegra que sea así. -Respondió aliviada a pesar de su sorpresa, feliz de verle sonreír de nuevo como antes y lamentando en parte no haberse decidido antes a hablar con él. -¿Tú vivías cerca de aquí?.
-No. Mi pueblo estaba lejos de esta zona, al Este. -Mientras decía esto, Álam alargó la mano hacia el monitor central de la nave y tecleó una serie de coordenadas hasta que este pasó a mostrar una detallado mapa de la costa Norte del continente pero mucho más cercana a la frontera que la región en que se encontraban. -Estaba aquí. -Continuó a la vez que señalaba hacia un pequeño punto rojo cercano a la costa. -Aunque me sorprende que todavía aparezca marcado en los mapas, por lo que sé el pueblo nunca llegó a reconstruirse.
-¿Ese también es el mar de Kara?. -Preguntó Melissa mirando con una mezcla de curiosidad y fascinación aquel lugar. -Recuerdo que ya me habías hablado de él cuando estábamos en el palacio. ¿Te gustaba mucho el mar verdad?.
-El mar era nuestra vida. -dijo Álam hablando de nuevo con un aire de nostalgia que sonaba casi solemne. -Todos en el pueblo dependían de los domos que flotaban sobre él y pasaban la mayor parte del día sobre sus aguas. Incluso yo pasé gran parte de mi infancia sobre uno de esos domos acompañando a mis padres, tal vez sea por eso por lo que no he conseguido olvidarlo.
-Es extraño oírte hablar así. -Sonrió Melissa mirándolo ahora a él con la misma fascinación con que había mirado al mapa, cómo si en sus ojos pudiese ver algo más que sus oscuras pupilas. -Debe ser un lugar muy especial para ti.
-Lo es. -Afirmó Álam devolviendole la sonrisa al tiempo que dirigía una rápida mirada hacia el radar en cuyo extremo superior acababa de aparecer la inmensidad azul del mar de Kara. -Dime, ¿Tú no has visto el mar nunca verdad?. -En respuesta a esto, Melissa negó con la cabeza y Álam sonrió de nuevo. -Entonces deja que yo te lo enseñe. Kara no es un mar cálido ni tiene las aguas tan azules como los mares del Sur del continente, pero estoy seguro de que os gustará.
Dicho esto, Álam miró de nuevo hacia adelante y tiró de los mandos de la nave haciendo que esta ascendiese de golpe y se alejase de los árboles. Todavía estaban lejos, pero el sol del mediodía brillaba con fuerza en el cielo y la bruma que solía cubrir la costa ya se había disipado permitiendoles ver con claridad hasta el lejano horizonte.
La gran meseta había quedado atrás hacia unas horas al igual que la llanura y lo único que veían ahora frente a ellos era un interminable bosque de abetos cuyas copas formaban un tupido manto gris azulado bajo ellos extendiendose hasta el borde mismo de los abruptos acantilados que marcaban el fin del continente. Allí, la tierra desaparecía de golpe y la costa serpenteaba hacia el sudeste y el noroeste respectivamente formando una serie de irregulares ondulaciones en su camino hacia la península de Taimir y la desembocadura del todavía más lejano río Yenisei. Y tras esta, oculto todavía en parte por las últimas copas de los árboles pero ya visible en el horizonte, se encontraba el helado mar de Kara.
Su tranquila superficie centelleaba en la distancia con un débil y blanquecino color azul cómo si se tratase de un gigantesco espejo en el que se entremezclaban diminutos bloques y placas de hielo cuya inmaculada superficie brillaba también bajo el radiante sol del medio día cómo si se tratase de pequeños diamantes. Dando la impresión a todo aquel que lo observase a lo lejos de que se encontraba mirando un mar de estrellas y no simplemente una caprichosa mezcla de hielo y agua colocada al azar por la naturaleza.

Una vez a la altura adecuada, Álam redujo la velocidad de la nave y volvió a mirar hacia sus compañeras que ahora observaban maravilladas la fantástica vista que el panel frontal de la misma les ofrecía en ese instante. Tal cómo había supuesto, para alguien que jamás había visto antes el mar la visión del fantástico espejo helado de Kara resultaba tan fascinante como para él mismo y ninguna de las dos dijo nada durante un rato. Solo al cabo de unos segundos, cuando la nave comenzó a acercarse ya al borde de la costa y la inmensidad del mar empezó a rodearlos, Melissa apartó sus ojos de él y se giró de nuevo hacia Álam con una extraordinaria sonrisa dibujada en sus labios.
-Es precioso. -Afirmó todavía embelesada por la belleza de aquel lugar. -Jamás había visto algo así, nunca creí que pudiese haber lugares tan hermosos en el mundo.
-Kara no es solo hermoso Melissa. -Respondió Álam manteniendo todavía en su rostro aquella melancólica sonrisa. -Cómo casi todo en la naturaleza, esa belleza viene acompañada de un gran peligro y sus aguas son prácticamente mortales para los humanos. Pero aún así, para los que hemos vivido aquí no deja de ser un lugar especial... incluso para mí.
-¿Echas mucho de menos todo eso verdad?.
Cómo única respuesta a la pregunta de Melissa, Álam asintió lentamente con la cabeza y en su mirada esta pudo ver durante un breve segundo la misma sombra de tristeza que había visto en sus ojos durante su cautiverio, cuando este le había hablado de su pasado. Pero antes de que ella pudiese decir algo más, notó un pequeño y ya familiar tirón en la ropa y no tardó en oír la voz de Ana llamándola.
-¡Melissa!. -Exclamó la niña impaciente por que esta le hiciese caso mientras señalaba con su mano hacia el curvado cristal lateral de la nave. -¡Mira!.
Sorprendida, Melissa dirigió su mirada en la dirección que esta le señalaba y no tardó en ver la causa de aquel repentino alboroto. Mientras ambos hablaban, un grupo de aves marinas se había acercado a la nave y ahora revoloteaban curiosas alrededor de aquel nuevo compañero del aire maravillando a la pequeña y a la propia Melissa que no tardó en cogerla de nuevo sobre su regazo para que las dos pudiesen mirarlas juntas.
Y en ese instante, justo cuando las miradas de las dos se apartaron por completo de él y supo que nadie lo miraba, Álam dejó por un segundo que la máscara de su rostro se desvaneciese y en su cara apareció una profunda expresión de tristeza. Verlas así, juntas, sonriendo mientras observaban el curioso vuelo de aquellas aves con la inocencia y la alegría que solo un niño o alguien tan excepcional como su joven princesa poseían era algo doloroso para él, tal vez más de lo que ellas podrían imaginar en aquel momento. Porque, en el fondo, él sabía que aquella alegría y la momentánea felicidad que su compañía le proporcionaba a aquella niña y a ellos mismos no era más que una ilusión y que, cuando llegase él momento, sería precisamente él quien tendría que deshacer aquella ilusión.
Pero todavía no había llegado el momento, aún era pronto para decírselo y sabía que hacerlo tan solo les traería tristeza y preocupación a ellas y, aunque tratase de negarlo, también a él mismo. Por eso, cuando Melissa se giró de nuevo hacia él, la falsa a sonrisa que hasta entonces había enmascarado sus verdaderos sentimientos regresó a rostro una vez más.
-Son fantásticas. -Dijo sonriendo Melissa, sin notar nada extraño en el rostro de Álam que continuaba mirándola exactamente igual que antes. -Nunca había visto unas aves tan grandes, ¿cómo se llaman?.
-Son albatros. -Explicó Álam. -Sabes, en realidad ni siquiera deberían estar aquí. Se supone que solo viven en el pacífico, pero cuando yo era pequeño ya estaban aquí, supongo que deben ser otra de las peculiaridades de la reforma climática.
-¿Y aquella?. -Preguntó de nuevo Melissa que jamás había oído nada sobre aquella reforma de la que Álam hablaba y, puesto que no comprendía del todo lo que este había dicho, decidió ignorar esa parte y señaló hacia la parte izquierda de la nave, justo tras la cabeza de este. -Es negra y no blanca como las otras.
-¿Negra?.
Un tanto sorprendido, Álam se giró hacia donde esta señalaba y dirigió su mirada hacia el nuevo habitante del cielo que acababa de aparecer en el campo de visión de la nave. Y no necesitó demasiado para darse cuenta de que aquello a lo que señalaba Melissa no era en absoluto un pájaro.
Fuese lo que fuese no era un animal. Era demasiado pequeño para ser otra nave, pero los destellos que su cuerpo y sus enormes alas membranosas emitían al reflejar la luz del Sol no dejaban lugar a dudas. Se trataba de algo metálico, tan rápido o incluso más que su propia nave y cuya trayectoria lo llevaba directamente frente a ellos.
-¡Sujetaos!. -Las advirtió Álam sin dar más explicaciones al tiempo que sujetaba con fuerza los mandos de la nave y su mirada se volvía una vez más fría como los cascotes de hielo que sobrevolaban. -No sé que es eso, pero sea lo que sea viene hacia nosotros.
Aunque sorprendida y visiblemente desconcertada, Melissa decidió hacer caso a Álam al ver el cambio en sus ojos y buscó la manera de sujetarse lo mejor posible sin soltar en ningún momento a la niña cuya sonrisa había desaparecido igualmente y la miraba preocupada. Mientras tanto, Álam aceleró de nuevo la nave para tratar de evitar el encuentro con aquella criatura, pero resultó completamente inútil. Con una facilidad sorprendente, esta incrementó su propia velocidad superando con mucho a la de la nave y trazó un amplio arco desde la izquierda de la misma hasta colocarse justo frente a ellos. En ese instante, sus alas arquearon por completo frenándola de golpe en el aire y giró sobre si misma dirigiendose a continuación hacia ellos en una trayectoria que lo llevaría a chocar de frente con el interceptor. Aunque pronto comprobarían que esa no era su intención.
Mientras la nave y aquel monstruo se acercaban cada vez más el uno al otro, Álam vio de pronto un destello verdoso brotando de uno de los brazos de la criatura y su mente reaccionó de inmediato forzando a sus brazos a empujar los mandos de la nave hacia la derecha. Al instante, la nave respondió a sus órdenes girando bruscamente a la derecha y Melissa se sujetó como pudo al asiento sosteniendo al mismo tiempo a la niña mientras veía cómo un brillante rayo de luz pasaba a escasos milímetros de una de las alas.
-Creo que eso resuelve la duda de si es amigo o enemigo. Veamos si es igual de ágil que de rápido.
Dicho esto, Álam activó las armas de la nave, apuntó el morro de la misma hacia el monstruo y pulsó ambos gatillos a la vez lanzando dos mortales ráfagas de plasma hacia su adversario. Pero por desgracia, a diferencia del interceptor la maniobravilidad de aquel monstruo si era comparable a su velocidad.
Con tan solo un movimiento de sus potentes alas metálicas el monstruo esquivó ambos rayos, aumentó todavía más su velocidad cómo si no le importase estrellarse contra la nave y desapareció por encima de la misma justo en el momento en que Álam empujaba los controles forzándola a descender bruscamente para evitar el impacto.
Pero la criatura no había fallado. Justo en el instante en que la nave descendía, algo golpeó el techo de la cabina y el aerodeslizador se tambaleó en el aire durante unos segundos mientras sus estabilizadores de emergencia se activaban de golpe para compensar el impacto y un agudo y chirriante sonido invadía la cabina. El sonido de algo afilado y punzante atravesando el metal de la nave, desgarrándolo como si de la piel de un simple animal se tratase.
-¡Estáis bien!. -Gritó Álam girándose hacia sus dos compañeras al tiempo que dirigía una rápida mirada hacia el techo y comprobaba aliviado que no había ninguna hendidura- S... sí. -Respondió temblorosamente Melissa con la niña fuertemente sujeta entre sus brazos. -Pero que ha sido eso, ¿Qué es esa cosa?.
-No lo sé. -Dijo Álam cuya atención estaba ahora completamente puesta en los sonidos procedentes del exterior. -Pero por los golpes que se oyen en el casco creo que sigue ahí arriba. Tenemos que deshacernos de él antes de que pueda causar más daños a la nave. Preparaos, esto va a moverse bastante.
Nada más decir esto, Álam cogió de nuevo los mandos, deslizó de golpe hacia adelante la palanca que controlaba la potencia del impulsor principal de la nave y descendió en picado hacia el mar tratando de librarse de su indeseado pasajero. A una velocidad endemoniada, la afilada silueta del interceptor se precipitó hacia la helada superficie de Kara casi hasta encontrarse con su propia sombra, sus motores auxiliares se dispararon de nuevo, la nave giró sobre si misma a apenas un metro de las afiladas agujas de hielo que crecían entre las placas mayores y Álam la hizo descender aún más mientras volaban en posición invertida.
Pero no sirvió de nada. El sonido de las garras de aquella criatura al rasgar los paneles de titanio de la nave mientras se aferraba a ella se hizo más fuerte, pero nunca llegó a desaparecer y tan solo el débil chasquido de algunas de las mayores formaciones de hielo con que se encontraban en aquel suicida vuelo invertido hacían pensar que aquello sirviese de algo.
-¡Maldición!.
Furioso, Álam empujó de nuevo los controles haciendo que la nave se elevase volando todavía invertida y la hizo girar de nuevo sobre si misma dando un brusco giro de ciento ochenta grados sobre su eje horizontal hasta enderezarla de nuevo. Aunque, una vez más, esto no serviría de nada.
Lejos de deshacerse de él, su enemigo pareció no notar apenas nada y pasó al ataque. Antes de que Álam pudiese hacer algo más, un fuerte golpe abolló el techo de la cabina justo encima del asiento del piloto y, tan solo una décima de segundo después, una brillante hoja de plasma atravesó el casco de la nave pasando a escasos milímetros del rostro de Álam que reaccionó a tiempo y consiguió evitar el golpe pegándose por completo al siento.
Cuando la hoja del arma desapareció de nuevo, Álam dirigió una rápida mirada hacia el agujero antes de que el fluido de sellado que corría entre el doble blindaje de la nave lo cerrara por completo y pudo ver durante un breve segundo el diabólico brillo rojizo de los ojos del monstruo. Y la inteligencia que pudo ver en ellos lo convención de que nada de aquello funcionaría.
-Esa cosa no parará hasta que acabe con nosotros. -Exclamo al tiempo que abandonaba el asiento del piloto y saltaba al centro de la cabina con la espada ya en la mano, consciente de que aquel monstruo no estaba allí por casualidad sino por un motivo concreto y de que tan solo tenía una forma de librarse de él. -Sea lo que sea parece dispuesto a derribarnos. Y si eso sucede mientras volamos sobre el mar... estamos perdidos.
-¡Álam!. ¿Qué vas a hacer?. -Se apresuró a preguntar Melissa terriblemente preocupada al adivinar sus intenciones. -Eso es una locura, no puedes...
-No hay más remedio. -La interrumpió Álam. -Toma los mandos y cuida bien de Ana, ¿De acuerdo?. Volveré enseguida.
Dicho esto, y tras dirigirle una última sonrisa a Melissa para tranquilizarla, Álam tiró de la palanca que activaba la trampilla de emergencia de la nave situada justo sobre él y preparó su arma temiendo que su rival lo estuviese ya esperando. Pero no fue así, lo único que lo recibió cuando las dos hojas semicirculares de aquella trampilla terminaron de abrirse fue el helado viento del norte que lo golpeó de lleno en la cara dandole la bienvenida al que una vez había sido su hogar.
Sin dudarlo apenas un segundo, Álam apretó con fuerza la empuñadura de su arma cuya hoja ya siseaba a su lado con el campo de plasma completamente activo, subió en un par de saltos la pequeña escala que comunicaba con la trampilla y saltó fuera justo antes de que esta se cerrase una vez más.
En ese momento, sola de nuevo, aterrorizada por lo que pudiese estar esperando a Álam allí fuera y sin poder hacer nada por ayudarle una vez más, Melissa reunió toda la fuerza de voluntad que le quedaba y fue a sentarse al asiento del piloto para manejar la nave tal y cómo este le había pedido. Una vez más no podía hacer nada por ayudarle, tan solo esperar que regresase a su lado y no callese en aquella nueva batalla... ¿O tal vez si podía?. Recordando todavía todo lo que había pasado por su cabeza durante aquellos días, Melissa se secó las lágrimas que acudían de nuevo a sus ojos y decidió intentar hacer algo para ayudarle.
Y así, mientras Álam se ponía en pie en el exterior frente a su nuevo enemigo y la niña lloraba aterrorizada una vez más aferrandose a Melissa con todas sus fuerzas, con el rostro hundido entre sus pechos como tratando de esconderse de aquella horrible realidad que una vez más las había alcanzado e intentaba destruirlas, los motores auxiliares de la nave se dispararon una vez más y Melissa la guió lentamente hacia el mar tratando de mantenerla tan derecha como le era posible.




El viento soplaba con fuerza sobre el techo del aerodeslizador, aullando como un animal embravecido al deslizarse sobre la afilada silueta con forma de cuña de la nave en un ensordecedor preludio del choque de fuerzas que estaba a punto de producirse sobre ella.
Los dos rivales permanecían inmóviles todavía, mirándose fijamente desde ambos extremos de la nave sin que la helada brisa que los rodeaba pareciese importarles en absoluto. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, tan solo uno de ellos era realmente inmune a todo aquello.
A diferencia de su rival Álam sabía perfectamente el peligro que corría al estar allí, podía notar el gélido abrazo de la brisa de Kara rodeándolo, azotando su espalda con sus propios cabellos y tironeando de su ropa como tratando de derribarlo. Pero aquello no era nada comparado con lo que tenía frente a él.
Nada más subir sobre el curvado techo de la cabina de la nave, Álam había visto las alargadas estrías que lo cubrían prolongándose por toda la nave e incluso una de las afiladas alas de la misma y se había dado cuenta de que su adversario no era alguien corriente, pero lo que apareció ante sus ojos al mirar hacia el otro lado de la nave lo dejó totalmente atónito.
Su enemigo no era humano, ni tampoco vampiro, aunque sin duda se encontraba más próximo a estos últimos que a los humanos. Era una criatura descomunal, de más de dos metros de alto y aspecto humanoide salvo por las dos enormes alas metálicas que salían de su espalda recordando a las de un gigantesco murciélago. Todo su cuerpo aparecía cubierto por una pesada armadura, lo que hacía difícil saber su verdadero aspecto, pero por la atemorizante silueta de la misma era fácil suponer que no se trataba de un simple vampiro.
Los hombros coronados por arcos de afiladas espinas de metal, los pies con forma de garra todavía semi hundidos en uno de los paneles del blindaje de la nave, los enormes antebrazos que precedían a unas aterradoras manos de metal con dedos afilados como agujas, todo en aquella criatura era monstruoso. Incluso su pecho, adornado con la aterradora efigie de la cabeza de un murciélago sin mandíbula inferior, con los enormes colmillos labrados en el propio metal hasta llegar a su cintura hacían que aquel ser pareciese salido del mismo infierno.
Ni siquiera su cabeza era visible. Al igual que el resto de su cuerpo, la armadura cubría por completo su cabeza gracias a dos prolongaciones de las propias hombreras que cubrían su cuello y a un casco con forma ovoide también completamente negro. Tan solo el oscuro visor del mismo formado por una alargada banda horizontal de apenas unos diez centímetros de ancho dejaba ver una parte de aquella criatura: ¡Sus ojos!.
Pero ni siquiera estos eran lo que Álam había esperado. Al igual que las dos brillantes estrías escarlata que partían de los bordes del visor y se curvaban hacia la parte inferior del mismo tomando la forma de dos afilados y sangrientos colmillos, los ojos de aquella criatura no eran verdes como el del resto de los vampiros, sino rojos. Y aún bajo aquel translucido cristal, el brillo que estos despedían era suficiente como para iluminar por completo el visor dandole el mismo color que aquellos falsos colmillos.
Sin embargo, aún así, aún con aquel extraño color y semi ocultos bajo el visor del casco, los ojos de aquel monstruo transmitían una maldad mayor que la de cualquier otro vampiro que Álam hubiese visto hasta entonces y dejaban claro que no se trataba de un simple monstruo. No, fuese lo que fuese aquella criatura no era una simple abominación sin cerebro, sus ojos denotaban inteligencia y su armadura no dejaba lugar a dudas sobre quién lo había enviado.

-Supongo que preguntar por qué nos has atacado está fuera de lugar. -Exclamó irónicamente Álam elevando su voz por encima del aullido del viento que los rodeaba. -Pero me sorprende que Nathaniel envíe a una criatura así a por nosotros. ¿Quién demonios eres?.
-Mi nombre es Nathan, aunque dudo que eso te diga nada. -Respondió una voz profunda y metálica proveniente del monstruo que tenía enfrente. -Pero tampoco importa demasiado, te basta con saber que seré lo último que tú y tu preciosa princesita veáis antes de morir.
-Cumplir esa amenaza no te será tan fácil como crees. -Replicó Álam con una extraña y sombría sonrisa al tiempo que movía su espada a un lado mostrando la afilada hoja de la misma y sosteniendola cómo si esta fuese una parte más de su propio brazo. -No sé que clase de monstruo eres, pero para llegar hasta ella antes tendrás que pasar por encima de mi cadáver.
-Si eso es lo que quieres.
Tras decir esto, Nathan movió uno de sus brazos hacia la derecha y cerró su mano formando con sus afiladas garras un fuerte puño metálico. Al instante, una delgada placa de metal se deslizó hacia atrás en la parte superior de su antebrazo, justo por encima del puño, y de ella brotó un brillante chorro de plasma azul que no tardó en condensarse formando la centelleante y mortal hoja de una espada de más de un metro de longitud.
-De todas formas, pensaba matarte a ti primero. -Continuó. -Admito que me habría decepcionado si no te hubieses atrevido a salir, por un momento llegué a pensar que tendría que derribar la nave y conformarme con veros agonizar en el agua.
-Confías demasiado en ti mismo. -Le advirtió Álam moviendo suavemente su espada a su lado, dejando que el viento se deslizase sobre la hoja siseando y chisporroteando sobre su campo de plasma como en una extraña danza. -Veamos si hay realmente algo digno de esa confianza bajo ese montón de chatarra. ¡En guardia!.
Consciente del peligro que suponía para él cada segundo que se arriesgaba a permanecer sobre los resbaladizos paneles del techo de la nave, Álam no lo pensó más y corrió hacia su rival moviendose tan deprisa sobre la curvada superficie central de la nave como el viento y su propio equilibrio le permitían
Nathan, sin embargo, ni siquiera se movió. Esperó inmóvil a su enemigo frente al gran alerón vertical del aerodeslizador y solo cuando este saltó hacia él con la espada en alto para descargar un fuerte golpe hacia su cabeza movió velozmente su brazo para bloquearlo.
Con precisión milimétrica, la hoja que brotaba de su antebrazo se interpuso en el camino del ataque de su rival y detuvo sin esfuerzo la espada de Álam. Las dos hojas centellearon en protesta cuando las energías que las formaban se encontraron y un azulado destello luminoso cubrió durante unas décimas de segundo la nave y los ahora cercanos cascotes de hielo de Kara. Pero ninguna de las dos cedió frente a la otra.
La fuerza de aquel monstruo parecía inmensa, lo suficiente como para resistir con solo uno de sus brazos un ataque en el que Álam había descargado toda su fuerza y el peso de su cuerpo. Y cuando este calló de nuevo al suelo y sus pies tocaron una vez más el techo de la nave, pudo comprobar que no solo era fuerte.
Más deprisa de lo que este había podido esperar, Nathan movió su brazo dando un corte diagonal hacia su pecho y Álam apenas tuvo tiempo para interponer su espada entre la mortal hoja de luz del arma del monstruo y su propio cuerpo. Pero aquello no sería suficiente. Antes de que pudiese recuperarse y volver a ponerse en guardia, Nathan lanzó un fuerte puñetazo con su otro brazo haciendolo perder momentáneamente el equilibrio y giró sobre sí mismo usando una de sus enormes alas para golpearle en pleno giro lanzándolo de nuevo al otro lado de la nave.
Por fortuna, a pesar del golpe ninguna de las afiladas cuchillas que coronaban las esquinas de las alas de Nathan consiguió tocarle, pero aún así este rodó un par de metros sobre el techo del aerodeslizador y tan solo sus reflejos y la rapidez con que acertó a sujetarse a una de las estrías abiertas en el techo por las garras del propio Nathan evitó que callese al mar.
El metal estaba afilado y las pequeñas esquirlas que sobresalían de su borde se hundieron sin dificultad en su mano, aunque su mente apenas apreció el dolor de aquellas diminutas heridas. Consciente ahora de la fuerza de su rival, Álam se puso en pie de inmediato usando esta vez ambas manos para sujetar su espada y lo observó fijamente desde la distancia.
-¿Eso es todo lo que sabes hacer?. -Dijo de nuevo aquella voz metálica y desagradable. -Me decepcionas, esperaba algo más del vampiro que acabó con Gústav.
-¡Yo no soy un vampiro!. -Exclamó Álam apretando con fuerza la empuñadura de su arma con ambas manos mientras su propia sangre se deslizaba sobre el oscuro metal de la misma y caía lentamente al suelo en forma de diminutas gotas escarlata. -Y no creas que tu fuerza me impresiona. Soy un Hunter, no lo olvides, me entrenaron para enfrentarme a rivales más fuertes que yo. Esto no ha hecho más que empezar.
-¿En serio?. -Respondió irónicamente Nathan. -¡Demuestralo!.
Al compás de estas últimas palabras, Nathan extendió por completo sus enormes alas y con un único y potente movimiento de las mismas se elevó de nuevo sobre la nave dejando tras él un pequeño remolino de nieve y cristales de hielo mientras se lanzaba al ataque.
Tan deprisa que Álam apenas pudo seguirlo, el monstruo atravesó los escasos cinco metros que lo separaban de él volando a apenas un metro del techo del aerodeslizador y lo atacó una vez más con la centelleante hoja de luz que había brotado de su brazo.
Álam dio un salto atrás esquivando el primer golpe dirigido hacia su cuello, se arriesgó a caer al vacío al rodar hacia el borde mismo de la nave esquivando un nuevo ataque y contraatacó con su espada obligándolo a detenerse para bloquear su golpe. Una vez más, el arma de Nathan detuvo el golpe sin problemas y la fuerza de su brazo pareció igualar sin problemas a la de Álam cuyos brazos empujaban con todas sus fuerzas su arma en aquel instante.
-Eres patético. -Dijo Nathan con desprecio mirándolo fijamente a través de su visor mientras sus armas centelleaban entre ambos y extendía las garras de su otra mano. -Tu fuerza no te servirá contra mí, es inútil que sigas intentandolo.
-Supongo que tienes razón, no me queda más remedio que admitir que eres más fuerte que yo -Respondió Álam con una maliciosa sonrisa en los labios mientras sus ojos centelleaban con un débil y maligno tono verdoso al ver cómo su rival se preparaba para atacarle con su otro brazo. -Pero... ¿eres también más rápido?.
Justo en el instante en que este trataba de golpearle con su brazo libre, Álam tiró hacia atrás de su espada haciendo chisporrotear ambas hojas a causa del roce entre sus campos de plasma, se agachó esquivando por milímetros las afiladas garras del puño de Nathan y dio una fuerte estocada recta hacia su costado.
Cogido por sorpresa por esto, Nathan consiguió a duras penas esquivar el golpe y solo el impulso con que sus alas lo apartaron del camino de la espada de Álam le permitió evitar el golpe inicial. Pero esta vez Álam ya había previsto esto y, justo en el instante en que pasaba a su lado, pulsó un pequeño botón en la empuñadura de su espada haciendo surgir la segunda hoja de la misma y dio un fuerte corte en el costado del monstruo aprovechando en parte el impulso con que había dado el primer golpe.
Nathan rugió de dolor, su voz metálica y aterradora se elevó por encima del atronador aullido del viento como el grito de una gigantesca ave rapaz y se giró furiosamente hacia su enemigo dando un violento golpe con su arma que obligó a Álam a alejarse de nuevo saltando esta vez hacia la parte trasera de la nave.
La herida no era grave, probablemente apenas un rasguño para aquella criatura dada la gruesa armadura que lo cubría, pero por la sangre y el extraño fluido grisáceo que brotaba de la hendidura en el metal de la misma estaba claro que había conseguido atravesarla.
-¡Bastardo!. -Gritó furioso Nathan cuyo visor centelleaba ahora como si sus ojos hubiesen estallado en un cegador brillo escarlata. - ¡Te haré pedazos por esto!.
Por desgracia para Álam, lejos de echarse atrás o sentir el más mínimo temor al sufrir aquella herida, Nathan pareció volverse loco de rabia al ver su sangre manchando su armadura y se lanzó de nuevo al ataque como un animal salvaje.
Esta vez Álam apenas pudo reaccionar antes sus ataques. Su espada, sus garras, sus alas, todo su cuerpo era un arma que este usaba ahora contra él en una violenta sucesión de golpes que Álam evitaba a duras penas retrocediendo hacia la parte posterior de la nave. Su espada detenía con dificultad las embestidas del arma del monstruo iluminando con constantes destellos de luz la superficie de Kara mientras la nave continuaba su lento y constante avance hacia el Norte, pero a cada golpe se veía obligado a retroceder para evitar sus garras o las cuchillas de sus alas.
Durante varios minutos aquella endemoniada sucesión de ataques continuó sobre el techo de la nave mientras ambos se acercaban más y más al borde de la misma, hasta que, al fin, Nathan consiguió romper la guardia de Álam con un fuerte golpe oblicuo de su arma que apartó momentáneamente la espada de su rival a un lado y le permitió atacarlo libremente con sus alas y su otro brazo. Álam esquivó el ataque de una de las cuchillas de sus alas, evitó que la otra se hundiese en su brazo derecho consiguiendo que tan solo abriese un delgado corte en el mismo y trató de retroceder para esquivar su puño. Aunque no con demasiado éxito.
El puño metálico de Nathan lo golpeó de lleno en el pecho lanzándolo hacia atrás y sumado al impulso del propio viento lo arrojó violentamente hacia el final del techo de la nave. Su cuerpo voló sin control los dos metros que lo separaban del borde posterior donde los motores ronroneaban a mínima potencia dejando tras de sí una rojiza estela de gases y habría caído fuera de la misma si una de sus manos no hubiese acertado a sujetarse al gran alerón vertical de la nave.
Pero aquello no acababa allí. Consciente ahora del peligro que aquel muchacho podía representar incluso para él, Nathan no estaba dispuesto a darle ni un segundo para recuperarse y se lanzó de nuevo al ataque antes incluso de que este consiguiese poner de nuevo los pies en el suelo. Y, por desgracia para él, esto pronto demostraría ser un gran error.
Antes de que pudiese llegar junto a él, Álam tiró con todas sus fuerzas de su brazo venciendo gracias a su fuerza sobrehumana la terrible gravedad con que la velocidad de la nave tiraba de su cuerpo hacia el vacío, giró sobre sí mismo todavía en posición horizontal y, tras apoyar ambos pies en la arista frontal del alerón se lanzó con todas sus fuerzas hacia su enemigo.
Sorprendido ante aquel repentino ataque, Nathan extendió por completo sus alas para detenerse y trató de bloquear el brutal golpe de la espada de Álam cuya hoja trazó un gran arco descendente hacia su cabeza en el que se sumaban no solo su fuerza, sino también todo el peso de su cuerpo y el impulso con que se había lanzado hacia su rival.
Ni siquiera la fuerza de aquel monstruo pudo soportar un ataque así. Al recibir el golpe de la espada de Álam su brazo cedió ante la descomunal fuerza del ataque y su arma apenas consiguió detener el avance de la espada mientras perdía el equilibrio y caía hacia atrás seguido por su rival.
Pese a todo, aún desde el suelo este consiguió detener la espada a apenas unos centímetros de su casco y trató inmediatamente de quitarse de encima a Álam que había caído sobre él y empujaba todavía con fuerza su espada manteniendo una rodilla sobre su pecho para evitar que se levantase. Su puño voló hacia el costado de Álam tratando de liberarse mientras sus alas forcejeaban inútilmente a su espalda y por un segundo pareció estar a punto de conseguirlo. Sin embargo, antes de que el puño de Nathan llegase a golpearlo Álam soltó velozmente una de sus manos de la espada y lo detuvo con ella.
Al hacer esto, su fuerza se vio de nuevo superada por la de Nathan a pesar de su posición y notó como tanto su puño como su arma comenzaban a ganar terreno empujando sus manos hacia atrás. Pero era algo que ya había calculado. A pesar de su desventaja, Álam sonrió sombríamente mientras sus propios brazos temblaban a causa de las terribles fuerzas que soportaban y comenzó a empujar su espada hacia adelante, manteniendo todavía la presión hacia abajo para evitar que esta se alejase demasiado de la cabeza de su enemigo, pero a la vez acercando a esta su empuñadura y, con ella, la reluciente hoja que la rodeaba.
-¿Sigo pareciendote decepcionante?. -Preguntó con rabia Álam empujando con todas sus fuerzas su arma y tratando de soportar la presión del puño del monstruo sobre su otra mano. -Como ves, la fuerza no lo es todo.
-Eso parece. -Respondió secamente Nathan sin un atisbo de preocupación en su voz, manteniendose extrañamente calmado a pesar de la grave situación en que parecía encontrarse. -Pero no todo es siempre lo que parece.
Al oír esto, Álam comprendió al instante que algo no iba bien y oyó de pronto un pequeño siseo metálico a su izquierda. Alertado por la fría reacción de su rival, Álam miró inmediatamente hacia allí y observó atónito como en la parte superior del antebrazo izquierdo de Nathan se abría una pequeña abertura circular peligrosamente familiar: ¡un cañon de plasma!.
Consciente del peligro que aquello suponía puesto que el arma apuntaba ahora a su costado, Álam soltó inmediatamente su espada, empujó con ambos brazos el cañón y se apartó como pudo de su trayectoria justo en el instante en que este se iluminaba con el verdoso centelleo del disparo. La ráfaga de plasma pasó a apenas milímetros de su cuerpo y pudo incluso notar el siseo del campo electromagnético que la rodeaba a través de su ropa, pero por fortuna no llegó a tocarlo.
Sin embargo, las escasas décimas de segundo que este había necesitado para esquivar aquel ataque fueron más que suficientes para que su rival sacase ventaja de nuevo. Con su otro brazo libre ahora, Nathan dio un fuerte corte hacia la cabeza de Álam tratando de acabar con él y esta apenas pudo hacer nada para evitarlo. Aunque por fortuna estaba demasiado cerca cómo para que la hoja llegase a alcanzarle, el brazo del monstruo si consiguió golpearlo y la fuerza del impacto lo envió rodando sobre el techo de la cabina hacia el extremo de una de las alas.
Aturdido por el golpe, Álam apoyó ambas manos en el frío metal que cubría el ala de la nave y tomó aire tratando de recuperarse mientras veía como bajo su rostro caían lentamente diminutas gotas de sangre desde su barbilla. Pero antes de que pudiese intentar siquiera ponerse en pie de nuevo, vio como las garras de aquella infernal criatura se clavaban en el metal justo frente a él y levantó la vista justo a tiempo para ver cómo este se agachaba para cogerlo. Antes de que pudiese siquiera moverse, una poderosa garra de acero se cerró alrededor de su cuello y lo alzó en el aire hasta colocarlo justo frente a su rostro mientras este continuaba caminando hacia el borde del ala haciendo que la nave se inclinase lentamente a la derecha bajo el peso de ambos.
-No ha estado mal. -Admitió Nathan mirándolo fijamente a través del visor de su casco. -Ha resultado bastante... entretenido para tratarse de alguien que ni siquiera es un verdadero vampiro. Sabes, pensaba hacerte sufrir antes de matarte, arrancarte los miembros uno a uno hasta que suplicases que te matase, pero creo que te mereces un premio por tu actuación. Te mataré de un solo golpe, espero que sepas apreciar mi benevolencia al hacerlo así.
-Muchas gracias. -Respondió Álam aferrándose con ambas manos al brazo de Nathan en un vano intento por soltarse. -Pero me temo que no puedo permitir que me mates todavía, no mientras tenga otras vidas a mi cargo.
-¿Lo dices por Elisabeth?. -Mientras decía esto, Nathan giró la cabeza hacia la cabina de la nave y sonrió bajo su casco. -No te preocupes, nuestra querida princesa pronto se reunirá contigo. Me ocuparé personalmente de enviarla al infierno junto a ti.
-¡No te lo permitiré!. -Gritó Álam cuya voz se transformó de pronto en un verdadero rugido que obligó al propio Nathan a mirarle de nuevo. -¡No dejaré qué la toques!.
Para sorpresa del propio Nathan, en el instante en que decía esto los ojos de Álam comenzaron a brillar como los de un verdadero vampiro y sus colmillos aparecieron entre sus labios cubiertos todavía por su propia sangre mientras sus manos soltaban el brazo del monstruo. Pero no porque hubiese abandonado sus intentos para liberarse, sino por algo muy distinto. Antes de que el sorprendido Nathan supiese siquiera que estaba pasando, Álam apoyó ambos pies en sus rodillas, sujetó con cada mano una de las afiladas espinas de metal que coronaban sus hombros y lo miró fijamente durante una breve décima de segundo fundiendo su centelleante mirada esmeralda con el fulgor rubí de la criatura.
-¡Nadie va a tocar a Melissa!. -Rugió de nuevo cargado de rabia y cegado por la ira. -¡No mientras yo este vivo! Y aquel que se atreva a ponerle una sola mano encima... ¡¡DESAPARECERÁ!!.
Antes de que Nathan pudiese hacer o decir nada, Álam tiró de él con todas sus fuerzas usando sus piernas como punto de apoyo y los dos se precipitaron al vacío sin que nada, ni siquiera las poderosas alas de aquella criatura pareciesen poder hacer nada esta vez por detener su violento descenso hacia Kara.

Melissa los vio caer por el cristal lateral de la cabina. Hasta ese instante, los golpes que oía sobre el techo de la nave habían sido su única pista sobre lo que ocurría fuera y a cada nuevo chasquido de las armas de ambos, a cada centelleo que iluminaba el cristal frontal con aquella familiar luz azul sus ojos se llenaban de nuevo de lágrimas temiendo que aquel fuese el último resquicio de vida de Álam y el monstruo acabase con él.
Pero nada de aquello pudo compararse con lo que sintió ahora al ver como ambos caían hacia el mar girando violentamente el uno sobre el otro y envueltos en las oscuras alas de la criatura. Su corazón dio un vuelco dentro de su pecho y notó como todo su cuerpo temblaba de pronto ante la mezcla de emociones que acudían a ella al darse cuenta de que no podía hacer nada salvo rezar y girar la nave hacia ellos mientras aquello que más le importaba en el mundo caía hacia las heladas aguas de Kara.
Por fortuna para ambos, el vuelo casi rasante que la nave mantenía desde que Melissa había cogido los mandos convertía la caída en algo no demasiado peligroso para alguien como ellos y su trayectoria los llevaba a caer no sobre el agua, sino sobre una de las grandes placas de hielo que flotaban sobre la misma. Sin embargo, y aunque ninguno de los dos podía saber si esta resistiría o no su caída, esto no impidió que su batalla continuase aún mientras caían.
Álam ni siquiera se preocupó por la caída. Mientras ambos descendían hacia el hielo, se aferró con fuerza a su rival impidiendole enderezarse para que no pudiese usar sus alas y se colocó sobre su pecho golpeándolo una y otra vez en el casco con uno de sus puños como si de un animal salvaje se tratase. Nada parecía poder detenerle, ni siquiera las garras del propio Nathan que observaba atónito como su casco se astillaba bajo los golpes y un pequeño fragmento del visor saltaba por los aires dejando al descubierto uno de sus ojos.
Los dos cayeron juntos sobre el hielo, hundiendose varios centímetros en la helada superficie de aquel diminuto iceberg que se agrietó a causa del violento impacto y comenzó a tambalearse sobre la superficie del mar tratando de compensar el golpe. Pero ni siquiera entonces Álam se detuvo, siguió golpeándolo una y otra vez como si no hubiese notado el golpe, hundiendolo cada vez más en el hielo hasta que este consiguió al fin reaccionar.
El golpe había sido fuerte, y los continuos ataques de Álam lo habían aturdido durante su caída, pero ninguno de ellos había conseguido herirle y ahora, con su espalda ya tocando el suelo, había conseguido un punto de apoyo que le permitió impulsarse con ambas alas para levantarse y quitarse al fin de encima a Álam con un fuerte golpe de uno de sus brazos que lo arrojo hacia el otro lado del iceberg.
-Maldito loco. -Masculló mientras se ponía en pie y estiraba bruscamente ambas alas tras él para comprobar que no habían sufrido daños. -Tenías razón, no eres solo un simple vampiro. Ninguno de ellos se habría atrevido a hacer algo así. Pero, por desgracia para ti, yo tampoco lo soy.
Nada más decir esto, Nathan apuntó con su brazo hacia Álam y vio como este se ponía de en pie de un salto justo en el instante en que el primer disparo iluminaba la pálida superficie del iceberg. Álam saltó hacia un lado evitando la primera descarga, corrió hacia el borde del iceberg mientras el cañón de su enemigo centelleaba una vez más a su espalda y saltó tras un pequeño bloque de hielo justo en el instante en que un nuevo rayo pasaba silbando a su lado.
Estaba jadeando, su cuerpo le respondía de una forma que jamás había sentido antes y el sabor de la sangre que corría por sus labios, su propia sangre, lo embriagaba como una extraña droga despertando en él un terrible instinto asesino. Los disparos que silbaban a su alrededor ya no le preocupaban, tan solo la urgencia de encontrar un arma con la que volver a lanzarse al ataque. Y no tardó en dar con ella.
Desde donde estaba, pudo ver un familiar destello azul en una de las placas de hielo cercanas y aquella maliciosa sonrisa apareció una vez más en su rostro. Sin pensarselo, Álam salió de su improvisado refugio evitando los disparos del cañón de Nathan, corrió por el borde del iceberg y saltó sobre las heladas aguas de Kara cayendo justo en el borde de la delgada placa de hielo vecina.
El hielo cedió bajo su peso inclinándose hacia su lado y sumergiendose mientras su extremo contrario se elevaba fuera del agua, el cañón de Nathan cobró vida una vez más lanzando una nueva carga que estalló a su lado haciendo saltar parte de aquel nuevo iceberg, pero nada de esto lo detuvo. Corriendo tan deprisa como aquella resbaladiza superficie le permitía, Álam llegó al centro de la capa de hielo haciendo continuos cambios de dirección para evitar las ráfagas de plasma de Nathan y su mano cogió en plena carrera la empuñadura de su espada que descansaba clavada en el centro mismo de la placa.
Con su espada ya en la mano, Álam continuó corriendo hacia el otro extremo, saltó de nuevo justo en el instante en que el hielo se hundía bajo sus pies sumergiendose en el agua y calló sobre un nuevo iceberg tan grande como su propia nave. El cañón de Nathan todavía seguía disparando, pero desde aquella distancia y con los continuos destellos del hielo interfiriendo en su visión le era apenas imposible acertar y Álam se detuvo tranquilamente en el centro de aquella nueva formación de hielo.
Ignorando los disparos que estallaban a su alrededor, se giró hacia su rival y lo miró sonriendo con la espada lista para atacar una vez más, desafiándolo desde la distancia a pesar de su evidente desventaja. Y Nathan no tardaría en responder a su desafío.
Al ver como este se detenía, el monstruo se elevó de nuevo con sus poderosas alas y se lanzó al ataque con su arma también lista y sin dejar en ningún momento de disparar. Álam lo esperó inmóvil mientras lo veía acercarse, activó de nuevo el campo de plasma de su espada y, cuando este se acercó al fin a su iceberg, corrió a su encuentro.
Uno de los rayos del cañón pasó junto a su cuello y el olor a quemado de uno de sus cabellos lo advirtió del peligro que corría, pero ya nada, ni siquiera aquel cañón parecía poder detenerlo. Con la misma determinación con que un depredador persigue a su presa, Álam continuó acercándose a Nathan sin desviar de él su rabiosa mirada ni un solo segundo, detuvo con un fuerte golpe de su propia espada un rayo dirigido hacia su pecho y levantó su arma por encima de su cabeza justo cuando estaba a punto de encontrarse con él. Al mismo tiempo, Nathan voló sobre el iceberg listo para atacar, destrozó con un simple golpe de su brazo una afilada aguja de hielo de más de un metro de altura que se interponía en su camino y apretó con fuerza el puño sobre el que se extendía su propia espada al tiempo que daba un violento corte horizontal hacia el cuello de su rival.
Ninguno de los dos alcanzó su objetivo. Ante los atónitos ojos de Nathan, Álam se detuvo justo antes de llegar junto a él evitando por milímetros el golpe de su arma y descargó su propio ataque, aunque no dirigido hacia él, sino hacia el propio iceberg. El campo de plasma de la espada evaporó instantáneamente el hielo a su paso y abrió una larga brecha de la que brotó una coluna de vapor que se interpuso entre ambos durante unos breves segundos.
Todavía sin comprender aquella extraña reacción, Nathan reaccionó lanzando un nuevo cañonazo a través de la barrera que bloqueaba su visión y trató de empañar a Álam con una fuerte estocada recta. Pero nada de esto funcionaría. Ni su disparo ni su espada encontrarían a Álam puesto que este ya no se encontraba allí y, cuando el vapor se disipó de nuevo y pudo ver que lo único que quedaba frente a él eran las marcas dejadas en el hielo por sus propias armas, comprendió de pronto lo que ocurría y trató de girarse.
Demasiado tarde. Antes de que pudiese siquiera moverse, sintió un punzante dolor en la espalda y una brillante luz azul brotó en el centro de su pecho precediendo a la afilada hoja metálica de una espada. El arma de Álam se había hundido justo entre sus alas y lo había atravesado por completo gracias a la fuerza con que este había lanzado aquella estocada esperando poner así fin al enfrentamiento.
-Se acabó. -Dijo con rabia empujando todavía su espada mientras su rival se estremecía frente a él y caía de rodillas sobre le hielo en el que su sangre empezaba ya a formar un charco entremezclandose con aquel extraño fluido grisáceo. -Seas lo que seas, dudo que puedas soportar algo así.
-In... creíble. -Respondió Nathan con voz entrecortada mientras miraba con incredulidad la hoja de la espada sobresaliendo de su pecho. -Jamás imaginé que encontraría a alguien más capaz de hacerme algo así. Pero... -Mientras decía esto, Nathan giró la cabeza hacia Álam y sus ojos centellearon de pronto. -...¡Vuelves a equivocarte!.
Justo en el instante en que pronunciaba aquellas palabras, Nathan se puso en pie de nuevo como si nada, golpeó con una de sus alas las manos de Álam obligándolo a soltar su espada y se giró bruscamente hacia él al tiempo que lanzaba un fuerte golpe con su puño.
Incapaz de reaccionar ante un ataque tan repentino, Álam tan solo acertó a bloquear el golpe con uno de sus brazos y fue arrojado hacia atrás por la violencia del impacto. Por suerte, la pared helada de la pequeña montaña que coronaba la parte Norte del iceberg lo detuvo impidiendo que cayese al agua, pero antes de que pudiese siquiera tratar de levantarse Nathan se abalanzó sobre él de nuevo y lo golpeó de lleno en el estómago haciendo que este escupiese sangre sobre su armadura.
-Esta vez no cometeré el mismo error. -Le advirtió mientras retrocedía dejándolo caer sobre el hielo y se arrancaba con la mano la espada de la espalda al tiempo que apuntaba el cañón de su otro brazo a su cabeza. -Eres demasiado peligroso. -Jadeó. -Te subestimé antes, pero no volverá a pasar.
Para sorpresa de Nathan, lejos de preocuparse al oír esto, Álam comenzó a reírse y lo miró sonriendo con una extraña y diabólica expresión en el rostro mientras sus ojos se clavaban en el cielo justo tras la cabeza del monstruo.
-¿De qué te ríes?. ¿Es que te has vuelto loco?.
Preguntó al tiempo que daba un rápido paso atrás y miraba hacia su espalda procurando no perder de vista en ningún momento al propio Álam. Sin embargo, lo único que pudo ver allí fue el interceptor sobre el que habían luchado acercándose lentamente a ellos con Melissa todavía a los mandos. Y esto no era algo que lo preocupase demasiado.
-Si realmente confías en que ella haga algo por salvarte es que eres más estúpido de lo que pensaba. -Se burló. -Ella no tiene las agallas suficientes para disparar. Y aunque las tuviese, ese diminuto cañón no puede hacerme nada y no esperes que ella sea capaz de apuntar los cañones principales.
-No lo espero. -Respondió Álam todavía sonriendo. -Pero creo que él sí lo será.
Al tiempo que decía esto, Álam miró hacia la izquierda ignorando por completo al monstruo que estaba a punto de matarle. Y al hacer lo mismo y dirigir su mirada hacia aquel lugar, Nathan descubrió con horror que la causa de la sonrisa de Álam no era su aerodeslizador, sino otra nave: un patrullero que permanecía flotando en el borde mismo del iceberg y cuya oscura silueta se iluminó de pronto con el centelleo verde del disparo de uno de sus cañones.
El rayo de luz atravesó en milésimas de segundo el iceberg e impactó de lleno en el pecho de Nathan lanzándolo por los aires hacia el borde del mismo. Vivo todavía, pero temporalmente aturdido y con el pecho humeando a causa del golpe que había fundido incluso parte de su armadura desfigurando el rostro de la macabra criatura allí representada.
A salvo por el momento, Álam recogió pesadamente su espada del suelo y dirigió su atención hacia la nave preguntándose quién podía haberlo ayudado. Para su sorpresa, cuando la puerta de esta se abrió por completo y su dueño saltó sobre el suelo helado del iceberg, pudo ver que era alguien a quien ya conocía: ¡Álfred!.
-¿Qué estás haciendo tú aquí?. -Preguntó mirándolo fijamente con los ojos todavía brillando como verdaderas esmeraldas. -¿Por qué me has ayudado?.
-Tan solo cumplía mis órdenes. -Respondió Álfred con calma, centrando por completo su atención en Nathan mientras activaba su espada y comenzaba a caminar hacia adelante sujetando con una mano la espada y con la otra el brazo dolorido por el golpe. -Ahora apártate, no hay nada que tú puedas hacer para detener a esa cosa.
-¿Y crees que tú si podrás?.
Cómo respuesta a su pregunta, Álam recibió una extraña mirada de Álfred que se cruzó con él en su camino hacia el otro lado del iceberg donde Nathan empezaba ya a levantarse y un consejo cuyo significado hizo que de pronto comprendiese lo que este estaba a punto de hacer.
-Me da igual lo que hagas, pero pase lo que pase, no le falles. Demasiada gente la ha abandonado ya, no hagas tú lo mismo.
Dicho esto, Álfred aceleró el paso y Álam se quedó en el centro del iceberg mientras veía como este se alejaba dirigiendose al encuentro de Nathan y Melissa acercaba poco a poco la nave a la superficie del iceberg para recogerle. Durante los últimos minutos no había podido hacer nada salvo observar como este luchaba a muerte con aquel monstruo para protegerlas y el sentimiento de impotencia por no poder ayudarle le oprimía el corazón como una tenaza. Pero ahora, al verle a salvo esperándola y ver a Álfred también allí, un rayo de esperanza iluminaba de nuevo su rostro y esta incluso había conseguido reunir la calma suficiente como para hablarle a la niña tratando de tranquilizarla.
Sin embargo, lejos de prestar atención al descenso de su propia nave, Álam continuó mirando hacia los dos nuevos rivales que se observaban ahora fijamente y apagó el campo de plasma de su espada consciente de que ya no la necesitaría. Sabía cual sería el resultado de aquel encuentro, pero ya no podía hacer nada por cambiarlo, tan solo observarles mientras ambos se preparaban para la lucha.
-Esto si que no me lo esperaba. -Escupió Nathan mirando a su rival con el pecho todavía dolorido. -Un BlackHawk jugando a caballero, el mundo es realmente una caja de sorpresas.
-¿Caballero?. -Repitió irónicamente Álfred con la misma calma con que le había hablado a Álam. -Supongo que tienes razón. Estoy aquí para proteger a mi princesa, al futuro de nuestro reino. Pero dudo que tú puedas siquiera comprender lo que esas palabras significan.
-¡Yo no tengo reino!. -Respondió bruscamente el monstruo mirándolo furioso. -Mientras él siga con vida no seré más que una maldita sombra. Nací para destruir, eso es lo que hago... ¡Eso es lo que soy!.
-En ese caso, sobran las palabras. -Mientras decía esto, Álfred se colocó en guardia preparándose para atacar y el brillo de sus ojos se hizo de pronto más intenso. -Adelante, acabemos con esto de una vez.
Ninguno de los dos necesitó decir nada más. En el instante en que Álam pronunciaba esta última frase, ambos se lanzaron al ataque corriendo el uno hacia el otro, prepararon sus armas para descargar el golpe mortal con el que acabarían con su rival y se encontraron a apenas un par de metros del borde de aquel descomunal bloque de hielo.
El choque fue brutal. Los puños de sus armaduras chocaron bloqueandose mutuamente y astillandose a causa del violento impacto y los rostros de ambos se detuvieron a apenas centímetros el uno del otro mientras un gran chorro de sangre brotaba de sus cuerpos salpicando la blanca superficie del iceberg.
Las espadas de ambos se hundieron atravesaron limpiamente el cuerpo de su enemigo, el arma de Nathan atravesando el pecho de Álfred justo por el centro de su armadura y la espada de esta ensartando el corazón del monstruo con la precisión que solo la experiencia podía proporcionar, llegando incluso a atravesar una de sus alas en su espalda. Sin embargo, en lugar de desplomarse sin vida como habría hecho cualquier otro vampiro, aquella abominación alada permaneció en pie aguantando el golpe con la misma facilidad que había aguantado el de Álam y sujetó al malherido Álfred por ambos hombros hundiendo sus garras en su armadura como tratando de aplastarlo entre ellas.
-Eso no funcionará conmigo. -Rió mirando fijamente a su adversario ahora a su merced. -No soy uno de vosotros, ¿Ya lo has olvidado?. Una estocada en el corazón no basta para matarme.
Lejos de sorprenderse, Álfred tan solo le dirigió una fría mirada al tiempo que empujaba con más fuerza su espada hundiendola hasta la empuñadura y flexionaba ligeramente ambas piernas afianzándose sobre el helado suelo del iceberg. Ignorando el dolor de su propio cuerpo y reuniendo las fuerzas que le quedaban para continuar con su plan.
-Lo sé.
Nada más decir esto, Álfred empujó con todas sus fuerzas a su rival arrastrándolo hacia atrás y este no tardó en comprender lo que pretendía, pero ya no pudo hacer nada por evitarlo. Con aquella espada clavada en una de sus alas y dolorido aún por las últimas heridas, Nathan fue incapaz de hacer frente al empuje de Álfred mientras los dos se acercaban cada vez más al borde helado del iceberg.
-¿Qué estás haciendo?. -Gritó desesperado. - Si yo caigo tu vendrás conmigo, ¿Es que quieres morir?. ¡Detente!.
Álfred ni siquiera lo miró, continuó empujándolo mientras las garras de sus pies trataban inútilmente de aferrarse al suelo dejando tras de sí dos profundas estrías sobre helada superficie de aquella placa de hielo y los dos se precipitaron por el borde de esta hundiendose en las heladas aguas de Kara sin dejar más rastro que el agonizante aullido de aquel monstruo que resonó en el aire durante varios minutos mientras sus cuerpos descendían lentamente hacia el fondo del océano.

Melissa apenas podía creer lo que estaba pasando. Al ver cómo Álfred caía al agua junto al monstruo saltó del aerodeslizador abandonando momentáneamente a la niña en su interior y corrió hacia el centro del iceberg donde Álam la esperaba sin darse todavía la vuelta. Sabía lo que había pasado, lo había sabido desde el instante en que había visto los ojos del vampiro y había oído sus palabras, y la angustiosa expresión de dolor que ahora veía en el rostro de Melissa no hizo sino confirmarselo.
-Lo siento.
Fue todo lo que fue capaz de decirle cuando ella llegó junto a él. Comprendía el dolor que podía sentir al perder a alguien tan importante para ella, pero también sabía que no habría podido hacer nada más por él y aquella disculpa era lo único que podía ofrecerle. Sin embargo, aquellas simples palabras significarían más para ella de lo que él mismo podía suponer.
Sentía ganas de llorar, de abrazarle y dejarse llevar por la tristeza, de derrumbarse una vez más entre sus brazos y olvidarse de todo y de todos. Pero no podía hacerlo, ahora sabía que no. Álam se merecía algo más que eso, no era justo que él tuviese que cargar ahora con su tristeza cuando acababa de arriesgar así su vida por ellas. No, por mucho que le doliese perder a Álfred no podía hacerle más daño a Álam dejando que cargase también con eso.
-¿Estás bien?. -Preguntó apartando al fin su vista del otro lado del iceberg y mirándolo ahora solo a él. -Si... eso creo. -Respondió en parte sorprendido por su reacción y aliviado al ver el repentino cambio en sus ojos cuya tristeza parecía haberse desvanecido. -Siento no haber podido hacer nada más por...
Antes de que pudiese decir una sola palabra más, Melissa le indicó que se callase sacudiendo la cabeza y lo miró fijamente a los ojos.
-Todavía no sabemos si está realmente muerto. Álfred es un vampiro, no es como nosotros. -Dijo tratando de forzar una sonrisa. -Y aunque lo este... estoy segura de que esto era lo que él quería. Tú eres lo más importante para mí, él lo sabía y por eso... estoy segura de que por eso ha hecho esto.
-Melissa...
Sorprendido por aquellas palabras, Álam no supo que decirle y se quedó mirándola durante unos segundos, observando el rostro de aquella por quién acababa de jugarse la vida una vez más con los mismos ojos negros con que siempre la había mirado y sin rastro ya de sus colmillos. Sin embargo, al ver cómo este la miraba, Melissa apartó inmediatamente sus ojos de los suyos dandose cuenta de que si seguía mirándole empezaría a llorar de nuevo y, tras sacar un largo pañuelo blanco de uno de los bolsillos de su chaqueta, se acercó a Álam mirando con preocupación su brazo herido.
-Esa herida no parece muy grave, pero tu brazo... -Titubeó sin atreverse a completar la frase. -No está roto, no te preocupes. -La tranquilizó Álam. -Tan solo un poco dolorido. No es nada grave.
-Me alegro. -Sonrió aliviada mientras ataba el pañuelo alrededor de la herida. -Más tarde la vendaré mejor, pero por ahora esto cortará la hemorragia.
Hecho esto, Melissa cogió la espada de su mano para que este no tuviese que seguir forzando el brazo herido, se giró hacia la nave y se dispuso a regresar a ella.
-Ahora será mejor que volvamos, Ana debe estar muy asustada. -Dijo mirando de nuevo a Álam. -Además... prefiero no seguir aquí.
-No eres la única. -Afirmó Álam devolviendole la mirada al comprender perfectamente lo que sentía. -Cuanto antes nos marchemos mejor. Pero espero que no te importe pilotar el resto del camino.
-Claro que no. -Respondió ella sonriendo de nuevo. -En realidad pensaba hacerlo de todas formas dijeses lo que dijeses.
-Eso pensé.
Tras decir esto, Álam sonrió igualmente y los dos comenzaron a caminar juntos hacia la nave observando como la pequeña Ana los miraba desde el panel frontal de la misma. En apenas unos segundos, el interceptor se elevó una vez más sobre la helada superficie de Kara y puso rumbo una vez más hacia el Norte, hacia su siguiente destino.



El resto del viaje transcurrió en silencio para los tres pasajeros del interceptor. A pesar de sus esfuerzos, la desaparición de Álfred había afectado demasiado a Melissa como para que esta pudiese disimular del todo su tristeza y tan solo permaneciendo en silencio era capaz de contener las lágrimas mientras dirigía aquella nave hacia el Norte.
Álam tampoco había dicho nada más. La había observado en silencio mientras esta vendaba su brazo y la tristeza que había visto en la temblorosa superficie azul de sus ojos lo había convencido de que nada de lo que él pudiese decir en aquel momento la ayudaría. Le habría gustado poder hacer algo, abrazarla como otras veces y dejarla llorar hasta que se sintiese mejor, pero sabía que eso era precisamente lo que ella estaba tratando de evitar y lo mejor que podía hacer ahora era simplemente esperar.
Él mejor que nadie sabía que a veces, incluso estando en compañía de alguien, todos necesitamos estar solos alguna vez. Y Melissa no era distinta, en aquel momento necesitaba por encima de todo sentirse capaz de soportar por si misma aquello, de seguir adelante sin depender de él una vez más. Por eso, aunque él no comprendiese el por qué de aquel sentimiento y su corazón desease todo lo contrario, la dejó tranquila por el momento y se centró en sus propios pensamientos.
Seguía sin saber qué era aquel monstruo al que acababa de enfrentarse, pero durante su pelea habían pasado demasiadas cosas como para ignorarlas. Ahora estaba seguro de que no era un simple vampiro, su fuerza era superior incluso a la de un BlackHawk y su resistencia escapaba por completo a su comprensión. Ni siquiera una herida directa en el corazón había acabado con él, algo que probablemente ni el propio Nathaniel habría conseguido resistir.
Pero eso no era todo. No, por mucho que le preocupase la naturaleza de aquella criatura y temiese que Nathaniel pudiese enviar a más monstruos como aquel en su búsqueda, había algo que lo preocupaba todavía más. Su cuerpo había cambiado durante la pelea, por primera vez desde su transformación su cuerpo había reaccionado ante la sangre y lo que había sentido durante aquel enfrentamiento lo atemorizaba más que cualquier criatura que Nathaniel pudiese enviar en su búsqueda.
Hasta entonces los cambios que la sangre de Melissa había provocado en su cuerpo habían sido aparentemente beneficiosos y no había notado nada extraño. Sin embargo, tras haber sentido aquella sed de sangre, aquella ansia asesina que lo había invadido por completo durante el combate, todo había cambiado para él y las posibles consecuencias de su transformación empezaban a preocuparle.
Lo único que todavía lo tranquilizaba era la propia Melissa. Habían pasado ya varios días desde su huida y durante todo el tiempo que habían pasado juntos ella nunca había mostrado síntomas de necesitar sangre como aquella pequeña que los acompañaba. Solo aquella vez, cuando él le había entregado la suya para salvarla, había necesitado realmente de ella para no morir. Pero ni siquiera entonces había parecido afectarle en absoluto.
Aunque sus recuerdos tras haber sentido el pinchazo de sus colmillos en el cuello eran borrosos, el rostro que recordaba haber visto mientras se dormía entre sus brazos no era el de una criatura sedienta de sangre, sino el de la misma muchacha dulce e inocente que él conocía llorando asustada al ver cómo él se sumía lentamente en aquel extraño sueño sin saber todavía con seguridad si volvería a despertarse. Y esto era realmente lo que más lo desconcertaba.
Si ella no había reaccionado así y los dos eran ahora iguales... ¿Por qué entonces había sentido aquello, por qué su cuerpo había reaccionado de aquella forma al probar su propia sangre?. Por más que lo pensase no encontraba una respuesta a aquella pregunta y sabía que probablemente solo ella podría dársela y explicarle qué le había pasado realmente. Pero aquel no era momento para preguntas, por más que aquello lo preocupase no quería molestarla en aquel momento y continuó en silencio, pensando una y otra vez en el significado de todo aquello mientras la nave seguía adelante.
Sin embargo, por fortuna para ambos, había alguien más en aquella nave y, a diferencia de ellos, la pequeña Ana no comprendía en absoluto el por qué de aquel silencio y no estaba dispuesta a pasarse así el resto del viaje. Pasado el susto de ver a Álam luchando con aquel monstruo y más tranquila al ver que sus dos compañeros de viaje se encontraban a salvo, la niña los miró durante un buen rato a los dos y al final se decidió a hablar con Álam al ver que Melissa parecía ocupada con los controles de la nave.
-Álam.
Lo llamó con voz tímida tratando de llamar su atención desde el suelo. Lo que sorprendió bastante a este último puesto que hasta entonces la niña había mostrado siempre bastante recelo hacia él y parecía volcar por completo su confianza en Melissa.
-¿Sí?. -Respondió enderezándose sobre el asiento y mirándola sonriendo, satisfecho al ver que esta parecía confiar también en él y aliviado al poder desviar momentáneamente sus pensamientos hacia otro lado. -¿Ocurre algo pequeña?.
Cómo respuesta, la niña se quedó mirándolo unos segundos igualmente sorprendida ante la repentina sonrisa de este y se tranquilizó un poco más al ver que la expresión seria y preocupada con que hasta entonces había estado mirando hacia el horizonte había desaparecido por completo.
-Álam... -Repitió señalando con una mano hacia la parte trasera de la cabina y mirándolo todavía con cierta cautela. -Puedo...
Evidentemente, las incompletas frases de la niña no resultaban en absoluto comprensibles para Álam que la miró un tanto desconcertado tratando de comprender lo que esta le pedía. Hasta que, al cabo de unos segundos, pareció ocurrirsele al fin algo y la cogió con ambos brazos colocándola sobre sus rodillas tal y cómo Melissa había venido haciendo hasta entonces durante todo su viaje.
-Lo siento, con todo esto me había olvidado de que desde ahí abajo no podías ver nada. -Sonrió esperando haber acertado. -¿Era esto lo que querías?.
A modo de respuesta, Ana sacudió la cabeza sonriendo y lo miró divertida al ver la expresión de desconcierto de este consiguiendo que Álam sonriese una vez más. Aunque no hubiese acertado con lo que ella pretendía pedirle, la sonrisa de aquella niña era algo realmente agradable en un momento como aquel y decidió intentarlo de nuevo ahora que ella parecía no sentir tanto recelo hacia él.
-¿Por qué no me dices entonces que querías?. Así no volveré a equivocarme.
Al oír esto, Ana sonrió de nuevo sorprendida y a la vez aliviada por la forma en que este se estaba comportando con ella y, tras dirigir una furtiva mirada hacia Melissa que continuaba sumida en sus propios pensamientos y no parecía oírlos siquiera asintió con la cabeza y habló de nuevo.
-Quería saber si... podía... -Titubeó mirando de reojo hacia la mochila que descansaba tras los asientos. -si podía comer algo. Tengo hambre.
-Claro que sí. -Respondió inmediatamente Álam sin dejar de sonreír mientras alargaba una mano y acariciaba con ella la cabeza de la pequeña. -Pero la próxima vez no tengas tanta vergüenza en pedirlo. No muerdo, ¿Sabes?.
Dicho esto, Álam abrió con su otra mano la pequeña cámara de refrigeración de la cabina y buscó en ella el difusor de una de las bolsas de sangre que Melissa había abierto para la niña esa misma mañana. Sin embargo, cuando al fin dio con él y le alargó a la niña el pequeño tubo que lo conectaba a la bolsa esta lo miró sorprendida y la sonrisa que había en su rostro desapareció por completo al instante.
-¿Qué ocurre?. -Preguntó Álam sorprendido al ver que esta lo miraba de nuevo como al principio y no cogía el difusor, como si tratase de decirle algo pero no se atreviese a hacerlo. -¿No era esto lo que querías?.
Una vez más, Ana negó con la cabeza y, puesto que Álam no parecía entenderla, decidió probar suerte quién se había ocupado de ella durante los dos últimos días. Sin bajar todavía del regazo de Álam, se giró hacia el asiento del piloto y alargó la mano hasta alcanzar una de las mangas de la blusa de Melissa para tratar de llamarla.
Cómo ya venía siendo habitual entre ambas, al notar los pequeños tirones en su ropa Melissa dejó de mirar al frente cómo hasta entonces y la distante y triste mirada que hasta ese momento había oscurecido sus hermosos ojos azules pareció disiparse por un instante mientras miraba a su pequeña amiga.
-¿Ana?. -Dijo sorprendida y en parte preocupada al ver la extraña expresión con que esta la miraba. -¿Te encuentras bien?.
En lugar de responder, la niña simplemente asintió con la cabeza y dirigió una furtiva mirada hacia la mochila con las provisiones del grupo y hacia Álam que ahora las miraba con curiosidad a las dos. Al ver esto, Melissa pareció comprender lo que sucedía y se inclinó hacia ella hasta que esta pudo decirle lo que le pasaba sin que Álam la oyera.
Y para sorpresa de este, cuando Ana terminó de susurrarle al oído a Melissa lo que quería decirle, la preocupación desapareció al instante del rostro de esta que dejó escapar de pronto una pequeña risilla haciendo que Álam las mirase a las dos cada vez más desconcertado.
Por la forma en que lo miraban estaba claro que las dos se estaban riendo a su costa, algo que en otro momento no le habría hecho demasiada gracia. Pero en aquel instante, tras haber pasado las últimas dos horas con Melissa totalmente abatida y mirando con tristeza al horizonte, verla reír de nuevo aunque solo fuese por un instante fue más que suficiente para que él también sonriese pese a no comprender todavía lo que ocurría.
-Espera, ahora mismo lo solucionamos. -Dijo al fin Melissa dirigiendole una cariñosa sonrisa a la pequeña al tiempo que abría con una mano la mochila y sacaba de ella un panecillo cuidadosamente envuelto. -Toma, antes de salir encontré algunos en vuestra cocina y los guardé para ti, ¿Te gustan?.
Nada más verlo, la niña reconoció al instante uno de los pequeños bollos de pan dulce que su madre solía hacerle y lo cogió rápidamente con ambas manos sorprendiendo a la propia Melissa que la miró con ternura mientras esta observaba con cierta tristeza el panecillo y comenzaba a comérselo poco a poco.
-Pobrecita. -Continuó Melissa mirando ahora hacia Álam de nuevo para dejar que la niña comiese tranquila. -Durante estos dos días se ha encontrado tan mal que ni siquiera tenía hambre. Y tú no has ayudado mucho al darle más sangre cuando te pidió algo de comer.
-Lo siento, no sabía que era eso lo que quería. -Dijo Álam cuyos ojos observaban con atención a la pequeña llenos de sorpresa. -Suponía que al tener hambre lo que quería decir era que...
-Necesitaba más sangre. -Concluyó comprendiendo perfectamente lo que sucedía al ver la forma en que este miraba a la pequeña. -No lo sabías ¿verdad?. Nunca habías visto comer a un vampiro.
-No. -Admitió Álam negando con la cabeza. -Hasta ahora siempre pensé que solo tomaban sangre, no sabía que también pudiesen comer como nosotros.
-Lo suponía. -Sonrió de nuevo Melissa. -Me di cuenta de que pasaba algo raro cuando vi tu cara al ver la comida en casa de Ana, pero hasta ahora no estaba segura de que era. Y me sorprende, creía que los Hunters sabíais más que nadie sobre los vampiros, ¿Cómo puedes no saber algo tan sencillo?.
-Los Hunters solo sabemos lo que el consejo quiere que sepamos. -Explicó Álam. -Pero empiezo a darme cuenta de que no todo lo que nos contaron es cierto.
-¿Qué quieres decir?. -Preguntó Melissa sorprendida por aquellas palabras.
-Nuestra unidad fue creada para asesinar a los líderes de los vampiros. -Continuó Álam. -No somos soldados cómo los demás ni fuimos entrenados para participar en la guerra, sino para tratar de evitarla... o al menos eso creemos la mayoría. Durante nuestro entrenamiento nos enseñaron a odiar... -Justo en el instante en que decía esto, Álam hizo una pausa y sacudió ligeramente la cabeza mientras acariciaba de nuevo la cabeza de la niña con la mano procurando no molestarla. -No, ni siquiera eso. Todos los odiábamos ya lo suficiente, ellos solo potenciaron ese odio hablandonos de los vampiros cómo si fuesen verdaderos demonios para que fuésemos más eficaces, para que pudiésemos matar sin remordimientos. Aunque parece que este dato en concreto se les pasó por alto, pero supongo que ocultarnoslo resultaba especialmente conveniente para sus intereses.
-Eso explica muchas cosas. -Dijo Melissa en cuyos delicados y rosados labios podía verse ahora una pequeña y comprensiva sonrisa. -Por eso reaccionaste así cuando encontramos a Ana, para ti los vampiros no eran más que monstruos cómo te habían enseñado.
-No es tan sencillo. -Negó Álam. -A pesar de lo que nos enseñan, muchos saben que no es así y hacen esto solo porque lo consideran la única forma de salvar a la humanidad. Pero ese no es mi caso, los vampiros me hicieron mucho daño al arrebatarme a mi familia y dejarme llevar por el odio era simplemente la forma más fácil de soportar el dolor. Los Hunters no me convirtieron en lo que soy, simplemente me proporcionaron los medios para llegar a serlo.
-Sea como sea, ahora eso ha cambiado. ¿Verdad?. -Insistió Melissa sin dejar de sonreír. -Eso es lo importante, ahora sabes cómo son realmente y que no todos son como mi padre. Los vampiros no son monstruos, tan solo son enfermos... como Ana.
-¿Enfermos?. -Preguntó intrigado Álam.
-Así es. -Respondió Melissa. -Mariana me lo explicó hace unos años. Los vampiros son solo humanos con una enfermedad que los obliga a depender de la sangre de otros para vivir. En realidad ni siquiera necesitan la sangre, tan solo algunos de sus componentes que su cuerpo es ya incapaz de producir debido a la enfermedad. Pero eso no significa que no puedan comer, al contrario, todavía pueden alimentarse y eso reduce mucho la cantidad de sangre que necesitan. Esa enfermedad altera su metabolismo volviendolo inestable, detiene casi por completo su ciclo vital al alcanzar cierta edad, acelera bruscamente su actividad muscular dandoles esa fuerza sobre humana y muchas otras cosas. Pero por cada beneficio, por cada ventaja que esta enfermedad aporta, también exige un precio. La debilidad de su piel frente a la luz los obligó a vivir en las tinieblas durante siglos, por eso se ganaron esa mala fama a pesar de que muchos jamás atacaron a un humano. Aún ahora, con eso solucionado y la necesidad de sangre paliada gracias a la sangre artificial, esa fama todavía los persigue haciendo que a los ojos de los humanos sean simples monstruos como lo eran para ti. Y me temo que nada de eso cambiará mientras mi padre siga siendo rey.
-¿Si es solo una enfermedad porqué no se ha erradicado?. -Volvió a preguntar Álam. -La ciencia ha acabado con casi todas las enfermedades, porqué con esta no siendo tan antigua.
-No lo sé. -Continuó Melissa. -Tal vez nunca lo vieron como una enfermedad, o nunca les interesó acabar con ella y les pareció más fácil acabar directamente con los vampiros. La verdad es que ni siquiera Mariana lo sabía, pero cómo ves, su historia no es tan diferente a la tuya.
-¿A la mía?. -Al oír esto, Álam la miró sorprendido y esta pudo ver la duda en sus ojos cuando este al fin comprendió lo que ella había querido decir. -Un experimento de la naturaleza, una especie que jamás debería haber existido, un fallo evolutivo destinado a desaparecer... como los psíquicos.
-No sois ningún fallo Álam, lo pensé cuando me contaste tu historia y cada día que paso contigo me convenzo más de que alguien como tú no puede ser un simple error de la naturaleza. -Aclaró Melissa mirándolo todavía con aquella cálida y comprensiva sonrisa, esperando no haber dicho algo que pudiese haberle hecho daño. -Simplemente sois diferentes, pero eso no significa que no os merezcáis un sitio en el planeta. Los humanos no son la única especie inteligente de la Tierra y al comportarse así, tachando a los que no son como ellos de errores o cazándolos como a monstruos, están cometiendo el mismo error que mi padre.
-Tal vez tengas razón. -Dijo Álam que sonrió mientras sus oscuros ojos negros se posaban una vez más sobre la espejada superficie azulada de los ojos de Melissa haciendo que esta la mirase con cierta sorpresa. -Pero me sorprende oírte decir algo así. Es la primera vez que te oigo hablar tan en serio sobre algo, debe ser algo muy importante para ti cuando has pensado tanto en eso.
-Lo es. -Admitió Melissa. -Yo no soy ni un vampiro ni un humano, por eso me preocupa tanto esto. No quiero que ninguna de las dos razas acabe con la otra, me gustaría que algún día las dos consiguiesen vivir en paz.
-Creeme, no eres la única que quiere la paz, hay mucha gente en ambos bandos que solo quiere que termine la guerra para poder vivir en paz ya sea como humanos o como vampiros. -Explicó Álam. -Y en cuanto a nosotros... la verdad es que después de lo que ha pasado hoy ya no estoy tan seguro de que seamos realmente tan diferentes a los vampiros.
-¿Qué quieres decir?. -Preguntó intrigada Melissa mirándolo con curiosidad. -Álam, ¿Ocurrió algo que no me hayas contado mientras peleabas con aquel monstruo?.
Al oír esto, Álam la miró de pronto totalmente serio y esta pudo ver claramente la preocupación en el fondo de aquellos profundos ojos negros tan familiares ya para ella mientras él se decidía a hablar de nuevo.
-La sangre... -Dijo lentamente, como si las palabras brotasen con dificultad de su garganta. -Mientras luchaba con aquella criatura perdí el control durante un momento y la rabia hizo que sacase mis colmillos sin darme cuenta. Y cuando estos se empaparon en la sangre que corría por mis labios... algo cambió dentro de mí. Sentí cómo mi cuerpo ardía presa de una furia incontrolable, cómo una irrefrenable sed de muerte y de... sangre brotaba en mi interior impulsándome a golpear a aquel monstruo una y otra vez sin preocuparme de mi propia vida. -Dicho esto, Álam se relajó un poco y su voz recuperó la normalidad de nuevo. -No sé que fue lo que me pasó, pero ahora sé que la sangre si tiene un efecto sobre mí y me preocupa que pueda llegar a empeorar con el tiempo y acabe convirtiendome en uno de ellos.
-Eso no pasará. -Afirmó Melissa sonriendo tranquilamente, cómo si todo aquello no la preocupase en absoluto. -Para bien o para mal ahora eres como yo Álam, aceptaste serlo cuando me entregaste tu sangre y ya no hay marcha atrás, ni en un sentido... ni en el otro. Ni siquiera la mordedura de otro vampiro podría convertirte por completo, no mientras mi sangre corra por tus venas de la misma forma que la tuya corre por las mías.
-¿Entonces qué me ha pasado?. -Preguntó Álam desconcertado. - ¿Cómo explicas lo que ha sucedido?.
-Aunque no seamos vampiros y no la necesitemos para vivir, la sangre si tiene efecto sobre nosotros. Tú mismo lo comprobaste cuando me diste la tuya para salvarme la vida. -Explicó Melissa. -Y uno de esos efectos es el que tú acabas de describir.
-¿Quieres decir que nos convertimos en salvajes al probar la sangre?. -Preguntó de nuevo visiblemente sorprendido tanto por las respuestas de Melissa como por la tranquilidad con que esta se lo estaba tomando.
-No, claro que no. -Siguió ella sin inmutarse pese a la confundida expresión de Álam. -La sangre no nos convierte en asesinos ni nada parecido, simplemente aumenta la intensidad de nuestras emociones y agudiza momentáneamente nuestros sentidos. En tu caso, en ese instante debías estar tan furioso y odiar con tanta rabia a aquel monstruo en ese instante que cuando tus colmillos probaron la sangre esas emociones se intensificaron hasta volverse totalmente incontrolables. Pero eso es todo, no significa en absoluto que vallas a convertirte en un verdadero vampiro.
-Es un alivio saberlo. -Suspiró Álam aliviado. -Aunque sigo sin comprender una cosa. Si eso sucede siempre que probamos la sangre, ¿Por qué a tu no notaste nada cuando tomaste la mía?.
-Lo noté, pero en mi caso fue todo muy distinto. -Aclaró Melissa cuyos ojos se oscurecieron ligeramente de pronto al recordar lo que había sentido en aquel momento. -El miedo y la tristeza que sentí en aquel momento al ver cómo te dormías sobre mi regazo sin saber todavía si volverías o no a despertarte no dejaban sitio para nada más en mi corazón en aquel instante, y si de algo estoy segura es de que el dolor que sentí mientras me dormía llorando contigo entre mis brazos no podía ya ser más fuerte por mucha sangre que tomase.
-Entiendo. -Dijo Álam lamentando haberla hecho recordar aquello. -Lo siento, no debí preguntarte eso, debiste pasarlo muy mal esa noche.
-No importa. -Sonrió de nuevo Melissa cuyos ojos recuperaron al instante la alegría de costumbre disipando el espejismo de tristeza de hacía solo unos segundos. -Pero la próxima vez que te ocurra algo intenta confiar un poco más en mí y dímelo antes de darle tantas vueltas. ¿De acuerdo?. Sé que no es gran cosa, pero yo llevo veinte años viviendo con esto y esta es una de las pocas cosas en las que puedo realmente ayudarte.
.Lo haré, no lo dudes. -Afirmó Álam devolviendole la sonrisa. -Pero todo esto me ha dejado todavía más confundido. Si somos tan diferentes y no simples enfermos como los demás vampiros, ¿Qué somos realmente nosotros?.
-Eso no lo sé. -Respondió Melissa ladeando la cabeza hasta apoyarla en el respaldo del asiento. -Muchas veces me he preguntado qué soy realmente y por qué no hay más como yo... -justo en el instante en que decía esto, Melissa se dio cuenta de que se equivocaba y cambió su frase mientras dirigía una cariñosa mirada a Álam. -... como nosotros. Pero nunca encontré una respuesta. Ni siquiera Mariana parecía saberlo, lo único que me dijo cuando se lo pregunté fue que yo era "el futuro", pero jamás comprendí lo que había querido decir. Y conociendo a Mariana probablemente no lo sepa nunca.
-Probablemente. -Se rió Álam totalmente de acuerdo con ella. -Tengo que admitir que Mariana es con mucho una de las mujeres más interesantes que he conocido nunca.
-¿Ah sí?. -Preguntó súbitamente Melissa arqueando ligeramente las cejas. -¿Cómo de interesante exactamente?.
-Vamos, sabes que no lo digo en ese sentido, no pongas esa cara. -Respondió Álam tratando de no reírse todavía más al ver la forma en que esta lo miraba. -Reconozco que Mariana tiene "otros" atributos aparte de su astucia, pero por lo que he visto no tienes nada que envidiarle en ese sentido.
-¿Por lo que has visto?. -Repitió de inmediato Melissa mirándolo de pronto de una forma nada amistosa que sorprendió incluso a la pequeña Ana. -Creía que habías dicho que no habías visto nada. -Continuó visiblemente enfadada. - ¿Qué se supone que significa eso entonces?.
-Significa exactamente lo que he dicho. -Respondió Álam haciendose el sorprendido y mirando de reojo a la pequeña que los miraba con curiosidad, sin comprender todavía lo que ocurría pero visiblemente divertida por aquella extraña conversación. -Mariana es una mujer muy hermosa, pero para mí tú lo eres mucho más y nunca me cansaré de decirte lo bonita que eres. Eso era lo único que pretendía decir, ¿De qué creías que estaba hablando?.
Tan deprisa como había aparecido, la expresión de enfado de Melissa se esfumó por completo al oír estas palabras y se transformó en algo muy distinto. Antes de que pudiese siquiera buscar algo que decir, sus propios ojos se dirigieron involuntariamente hacia su pecho durante un breve segundo traicionando sus propios pensamientos y esta notó como sus mejillas se enrojeciesen al instante al ver que tanto Álam como la niña la miraban todavía esperando una explicación.
-Na... nada. Solo era una tontería, no importa. -Consiguió decir al fin al tiempo que se giraba de golpe hacia adelante evitando las miradas de ambos. -Ahora será mejor que preste atención a los mandos, ya debemos estar llegando.
Evidentemente, esta explicación no convenció en absoluto a ninguno de sus dos compañeros de viaje y mucho menos al propio Álam que sabía perfectamente a qué se refería y traba de disimular su sonrisa al verla comportarse así una vez más. Sin embargo, a diferencia de él Ana no acababa de entender lo que sucedía y lo miró con curiosidad esperando que este le dijese algo.
-¿Melissa se ha enfadado?. -Preguntó desconcertada. -Probablemente. -Respondió tranquilamente Álam jugueteando con una de sus manos entre los cabellos de la niña. -Pero es mejor así, mientras sea solo por una tontería como esta prefiero verla enfadada antes que triste.
A decir verdad, la niña tampoco entendió del todo esta explicación y decidió simplemente no darle más vueltas al ver que a este no parecía preocuparle. Todo lo contrario que la propia Melissa que si sabía lo que Álam había querido decir y al oírle giró de nuevo la cabeza hacia él para mirarle mientras en sus labios se dibujaba una pequeña y cálida sonrisa en respuesta a sus palabras. Consciente ahora de su verdadera intención y a la vez sorprendida por el cambio que su carácter parecía estar experimentando conforme ambos pasaban más y más tiempo juntos. Aunque tenía que admitir que no era un cambio que le desagradase en absoluto y no tardó en encontrar algo que decirle.
Sin embargo, antes de que pudiese decir nada, un destello azul iluminó de pronto el cristal frontal de la nave y los dos se giraron inmediatamente hacia adelante buscando la fuente de aquel destello. Y para su sorpresa, al hacerlo ambos descubrieron con alegría que la fuente de aquella repentina luz azulada era en realidad el lugar al que se dirigían que al fin había aparecido en el horizonte.



La isla era pequeña, apenas un diminuto triangulo de roca que sobresalía entre los cascotes de hielo de Kara y cuya parte más ancha no debía medir más de dos kilómetros de costa a costa. Sus rocas eran oscuras, seguramente de origen volcánico como la mayoría de islotes de la zona y toda su costa era un enorme acantilado cuyos afilados salientes se elevaban más trescientos metros por encima del mar. En estas mismas rocas podían verse además las largas y profundas estrías que el paso del tiempo y el ancestral roce con los enormes bloques de hielo de Kara habían ido grabando sobre su superficie, puliendolas como una gigantesca lima y afilando sus aristas hasta convertirlas en verdaderas cuchillas de hielo negro que daban una idea de la edad de aquel islote.
Pero lo que llamó la atención de los tres pasajeros de la nave que ahora se acercaba a su costa reduciendo lentamente la velocidad no fue el aspecto en sí de la isla, si no lo que había sobre esta:
Ocupando toda la parte Oeste de la misma, la cúpula de un enorme domo resplandecía como un gigantesco zafiro bajo el permanente Sol del ártico dejando entrever a través de sus translúcidos paneles azulados el verdadero secreto de aquel lugar. Se trataba de un viejo monasterio, o tal vez un pequeño castillo, resultaba difícil saberlo desde la distancia.
El edificio principal era una construcción con forma de cruz semejante a la de las antiguas catedrales humanas, aunque carecía por completo de la majestuosa fachada de estas y sus muros tan solo estaban adornados por algunas viejas esculturas ya desgastadas. Curiosamente, tanto estas esculturas como los bloques de roca que los formaban eran mucho más claros que el resto de la isla y parecían no pertenecer a esta, algo ciertamente extraño dado el tamaño de aquella construcción y la distancia a la costa.
A parte de esto, el edificio contaba con una pequeña bóveda que ocupaba el punto en que ambos brazos de la cruz se unían sirviendo como base a una gran antena y también con cuatro grandes torreones aislados del propio edificio que comunicaban con este mediante largos puentes descubiertos. Aparentemente, aquellas torres servían como soporte a parte de la cúpula del domo y de la cima de cada una partían una gigantesca viga de metal, probablemente titanio o alguna aleación de similar resistencia, que se dividía progresivamente hasta formar la complicada malla metálica sobre la que descansaban los paneles aislantes del domo.
Precisamente gracias a la protección de dichos paneles, el interior de aquel recinto parecía encontrarse a una temperatura muy diferente a la del exterior y la superficie de la propia isla aparecía cubierta de vegetación. Mientras que fuera de este tan solo pequeños líquenes sobrevivían entre los poros de las rocas, dentro del domo una extraordinaria alfombra de hierva cubría por completo el suelo y todo el recinto parecía un enorme jardín en el que incluso podían verse numerosos árboles. Algo del todo impensable en aquella latitud y que sorprendió todavía más si cabe a Melissa y a la pequeña Ana.
-¡Increíble!. -Exclamó Melissa asombrada mientras maniobraba la nave haciendola descender lentamente frente a lo que parecía ser la puerta del domo. -Por más que la conozca jamás dejará de sorprenderme ver de lo que es capaz Mariana, ¿Cómo habrá podido esconder algo así en un lugar como este?.
-No lo sé. -Respondió Álam completamente serio, observando con cautela el interior del domo. -Pero parece que ha hecho un trabajo excelente. Sea lo que sea este sitio parece acondicionado para servir cómo refugio, y por el aspecto de esos jardines diría que ya hay alguien utilizándolo.
-¿Y no es eso a lo que hemos venido precisamente?. -Preguntó Melissa mirando todavía al interior del domo, sin compartir en absoluto la preocupación de Álam. -Si no hubiese nadie todo esto habría sido una pérdida de tiempo, pero si hay alguien ahí dentro al menos sabremos qué es lo que pretendía Mariana al enviarnos aquí, ¿no?.
-Si. -Asintió Álam. -Pero todavía no sabemos cómo nos recibirán, aunque hayamos llegado hasta aquí gracias a las indicaciones de Mariana prefiero no confiarme hasta que sepamos realmente qué o quién vive aquí.
-Eres demasiado desconfiado. -Continuó Melissa girando ahora la cabeza hacia él mientras la nave se posaba con un pequeño golpe sobre la roca. -Lo sé. -Afirmó él completamente serio. -Pero eso me ha mantenido con vida durante estos últimos años, y ahora que hay más vidas que la mía en juego no pienso bajar la guardia y arriesgarme a que os ocurra algo.
-¿Nos?. -Repitió Melissa sorprendida, mirándolo ahora con ternura al comprender perfectamente el significado de aquellas palabras. -Álam... no estás hablando solo de nosotros, ¿Verdad?. También lo dices por...
-Probablemente. -La interrumpió Álam dirigiendole una extraña sonrisa mientras acariciaba la cabeza de la niña con una mano. -Pero ahora será mejor que dejes de pensar en tonterías y salgamos de una vez, estoy impaciente por ver qué nos espera ahí dentro.
Dicho esto, Álam pulsó el botón de apertura de la puerta y la gélida brisa del interior les dio inmediatamente la bienvenida haciendo que Ana se pegase inmediatamente a él temblando de frío a causa del brusco cambio de temperatura. A lo que Álam, para sorpresa de esta, reaccionó rodeándola con su brazo izquierdo para poder sostenerla mejor al tiempo que sonreía y dejaba que ella se sujetase a su cuello mientras se ponía en pie y cogía su espada con la otra mano.
El brazo derecho le dolía todavía y el vendaje de Melissa, a la que como de costumbre parecía habersele ido la mano al apretarlo, no ayudaba en absoluto a aliviar el dolor, pero sí le permitía sujetar con firmeza suficiente la espada como para poder usarla y las probabilidades de encontrarse con alguna dificultad antes de llegar al domo eran además muy remotas.
Con todo listo, Álam saltó fuera de la nave y se detuvo junto al morro de esta para esperar a Melissa que todavía no había terminado de desactivarla por completo. El viento no era demasiado fuerte, pero el frío era mucho más intenso que en el pueblo de Ana y esta no paraba de tiritar aferrandose a Álam. Lo que sorprendió bastante a la propia Melissa cuando al fin salió de la nave y llegó junto a ellos, pero no por la reacción de la pequeña, sino por la de Álam al que parecía incluso agradarle tenerla en brazos.
Lo que éste acababa de decirle en el aerodeslizador la habían hecho darse cuenta de que su charla sobre los vampiros había tenido más efecto sobre Álam de la que ella misma había pensado. Y ahora, al verle actuar así con Ana, estaba todavía más segura de que algo había cambiado en él, algo que ella misma había esperado ver desde el día en que habían llegado al pueblo de Ana y que la hizo sonreír de nuevo.
Ni siquiera dijo nada al respecto, tan solo se acercó a ellos bordeando el morro de la nave y rodeó el brazo de Álam con uno de los suyos acercándose tanto a él cómo su espada le permitía mientras dirigía una extraña y melancólica mirada hacia la nave.
-Dime, ¿qué ves ahí? -Preguntó señalando el reluciente y curvado panel de metal completamente negro que había frente a ellos.
-¿Ahí?. -Dijo Álam desconcertado dirigiendo su mirada hacia el mismo sitio pero sin poder ver nada extraño, tan solo a él mismo y a sus dos compañeras de viaje perfectamente reflejadas en la pulida superficie metálica de la nave. -Nada. -Respondió al cabo de unos segundos. -Solo a nosotros. ¿Por qué, es que tú ves algo más?.
En respuesta a estas palabras, Melissa giró la cabeza hacia Álam apartando su vista de la nave y este pudo ver durante unos segundos un extraño brillo en sus ojos, un aura de ternura y cariño que lo hechizó haciendo que fuese incapaz de apartar sus ojos de los suyos hasta que esta se decidió al fin a hablar de nuevo.
-Si, pero solo es una tontería, no me hagas caso. -Respondió ladeando ligeramente la cabeza hasta apoyarla en su hombro y dirigiendo ahora su mirada hacia el domo. -Será mejor que sigamos, Ana tiene frío y cuanto antes entremos antes sabremos qué nos espera en ese lugar.
Sin esperar siquiera una respuesta por parte de Álam, Melissa comenzó a caminar en dirección al domo llevándolo con ella y este se limitó a seguir el paso para mantenerse a su lado. No había comprendido del todo sus palabras, pero fuese o no una simple casualidad ella había usado las mismas que él le había dicho hacía tan solo unos minutos y su mirada lo había convencido de que tras ellas había algo más, algo que probablemente ella quisiese que comprendiese pero que no le diría. Sin embargo, en aquel instante tenía otras cosas en que pensar y prefería centrar por completo su atención en el domo y en lo que podría esperarlos allí.
La puerta no era muy diferente a la del pequeño domo agrícola que habían visto en el pueblo de Ana, tan solo un sencillo arco de metal abierto en el anillo que rodeaba toda la base del domo y bloqueada por dos pesadas hojas de metal. No había sensores, ni armas automáticas, ni nada que pudiese sugerir que aquella puerta estaba protegida de alguna forma, ni siquiera una sencilla cámara de vigilancia que permitiese a los habitantes del domo ver quién se acercaba a su puerta. Aunque, por otro lado, esto tampoco parecía preocuparles demasiado ya que al acercarse más a esta Álam pudo ver que ni siquiera estaba sellada desde dentro.
La luz verde que parpadeaba sobre el panel de apertura no dejaba lugar a dudas y este se detuvo un instante frente a ellas observando cada vez con mayor cautela las dos pesadas hojas que la formaban. Aquello no encajaba, había visto la antena de un radar sobre el edificio principal y estaba seguro de que ya sabían que habían llegado a la isla, ¿Por qué entonces no había salido nadie todavía?. O bien no les preocupaba de quién se tratase, o estaban preparándoles una emboscada, pero si se trataba de esto último no estaba dispuesto a ponerles las cosas fáciles.
-Será mejor que ahora la cojas tú. -Dijo soltando su brazo del de Melissa y girandose hacia ella para que pudiese coger a la niña. -No sé que nos espera ahí dentro, pero estaréis más seguras si vais detrás de mí.
Dicho esto, Álam se separó de Melissa sin darle tiempo a decir nada y activó su espada con un rápido toque de uno de sus dedos al tiempo que pulsaba el botón de apertura de la puerta. Al instante, las dos hojas de metal de la puerta se separaron deslizándose entre la pared que las rodeaba y los tres jóvenes visitantes pudieron al fin observar con claridad el interior del domo mientras el cálido aire del interior los rodeaba atenuando momentáneamente la helada brisa de Kara.
-Vamos. -Dijo secamente Álam colocandose frente a ellas y girando una última vez la cabeza hacia Melissa antes de que decidirse a entrar. -Y esta vez procura hacerme más caso que la última. ¿De acuerdo?.
En respuesta a su pregunta, Melissa asintió con la cabeza recordando lo sucedido en la última ocasión en que este le había dicho algo parecido y decidió hacerle caso. Después de todo, Álam tenía mucha más experiencia en aquellas situaciones que ella y por más que confiase en Mariana prefería no darle más preocupaciones actuando de forma irresponsable cómo cuando habían llegado al pueblo de Ana.
Una vez dentro, Álam examinó con la mirada el jardín que ocupaba la parte frontal del recinto y comenzó a caminar en dirección al edificio central de este ignorando el impresionante aspecto de todo lo que los rodeaba. El clima, la vegetación, todo había sido cuidado para recrear un verdadero mundo en miniatura en el que incluso podían verse pequeñas aves revoloteando entre los árboles del jardín, algo que atrajo inmediatamente la atención de Ana y de la propia Melissa mientras caminaban siguiendo a Álam. Pero este no parecía interesado en nada de esto, lo único que ocupaba su mente en ese momento era lo qué podría encontrar al final del tosco camino empedrado que comunicaba la entrada con la puerta de aquel monasterio. Y para su sorpresa, cuando al fin llegó frente a los escalones que ascendían hacia esta, una de las hojas se abrió empujada por la pálida mano de uno de sus habitantes y alguien salió al fin a recibirles.
Por su aspecto parecía tratarse de un simple monje, llevaba un viejo y raído hábito color marrón atado a su cintura con un grueso cordón negro y a su espalda descansaba una capucha probablemente lo suficientemente amplia como para cubrirle por completo el rostro. Sin embargo, en ese momento aquel extraño parecía no estar interesado en ocultarse y su rostro era perfectamente visible para los tres visitantes. Se trataba de un hombre mayor, probablemente de unos setenta años, con el pelo ya blanco y largo cayendo a ambos lados de su cara hasta sus hombros y sujeto por un extraño aro dorado que rodeaba su frente. Sus ojos eran verdes y su brillo dejaba claro a que raza pertenecía al igual que la palidez de la piel de su rostro cuyas facciones afiladas y rasgos todavía enérgicos denotaban una astucia e inteligencia que no pasaron desapercibidas para Álam.
-Bienvenidos. -Dijo con calma el extraño, sin sorprenderse en absoluto por el hecho de que quien se encontraba a su puerta fuesen dos humanos y no vampiros como él. -Me alegra ver que estáis a salvo, empezábamos a preocuparnos.
-¿Quién eres?. -Preguntó sin demasiada amabilidad Álam manteniendose todavía enfrente de Melissa al tiempo que movía amenazadoramente su espada hacia adelante.
-Por favor, no temas. -Continuó el anciano con voz serena y apacible pero sin responder todavía a la pregunta de Álam. -Sé que resulta extraño para los de vuestra especie confiar en nosotros, pero como ya os he dicho, os estábamos esperando. Aquí nadie va a haceros ningún daño.
Aquello desconcertó todavía más a Álam. Aquel vampiro no sabía quienes eran y los había tomado por simples humanos, ¿Por qué entonces estaba dispuesto a ayudarlos y cómo era posible que los esperase sin saber quienes eran?. Después de todo lo que le había contado Melissa durante su estancia en la celda de la fortaleza no le era difícil imaginar el por qué aquel hombre no reconocía a su propia princesa, pero aquello no encajaba con el hecho de que Mariana los hubiese enviado allí. Si aquella gente no sabía siquiera quienes eran, ¿Para qué entonces estaban allí?.
-Dices que nos estabais esperando. -Dijo Álam todavía con seriedad y sin bajar aún la espada. -¿Cómo sabrías que vendríamos?.
-Un mensajero de la reina vino a vernos esta misma mañana y nos informó de vuestra llegada. -Explicó el vampiro. -Nos dijo que pronto llegarían dos humanos al refugio y que debíamos trataros con cortesía pues ambos estáis bajo la protección de nuestra reina, como nosotros.
-¿Un mensajero?. -Repitió Álam intrigado.
-¡Álfred!. -Exclamó de pronto Melissa saliendo de detrás de él y mirando con ansiedad a aquel extraño. -¿Era él verdad?.
-Desconozco su nombre. -Dijo el anciano observandola con cierta curiosidad. -Estuvo aquí poco tiempo y se marchó tras comprobar vuestra situación en nuestro radar. Pero si puedo deciros que se trataba de uno de los guardias personales del rey.
-Un BlackHawk. -Comprendió Álam. -Entonces no hay duda, dudo que Nathaniel enviase a otro BlackHawk tras nosotros, no le conviene demasiado.
-¿Sabe donde está ahora?. -Preguntó de nuevo Melissa con esperanza. -¿Ha tenido alguna noticia de él?.
-Me temo que no. -Respondió el vampiro cuyos ojos vacilaron un instante al ver el abatimiento en el rostro de aquella muchacha. -Lo siento, perdimos su señal unas horas después de que se fuese y no hemos vuelto a saber nada de él.
Aquellas palabras hicieron esfumarse de nuevo las esperanzas de Melissa y esta ya no dijo nada más, tan solo se quedó al lado de Álam sosteniendo aún a la niña mientras este continuaba la conversación con aquel hombre al que todavía tenía muchas preguntas que hacerle, empezando por la primera que había hecho y que este todavía no había respondido.
-Parece que no te preocupa mucho que Nathaniel nos persiga. -Dijo con un tono ahora más relajado. -¿Quién eres?.
-Todos aquí estamos en vuestra situación muchacho, por qué iba a preocuparme que os persiga. -Aclaró sonriendo el vampiro. -Mi nombre es Nicolai Turivch, soy el encargado de este refugio. Pero por favor, no os quedéis ahí, hablaremos con más calma en el interior.
Dicho esto, Nicolai hizo un gesto con la mano hacia la entrada del monasterio y esperó a que sus tres visitantes subiesen las escaleras. Álam parecía desconfiar todavía de él y durante unos segundos dudó en seguirlo, pero al fin pareció decidirse y apagó el campo de plasma de su espada. Después de todo, aquel hombre no suponía ningún peligro para ellos y su historia sobre Álfred encajaba perfectamente con la antena que había visto mientras aterrizaban además de explicar el cómo este había podido encontrarles justo a tiempo.
Esto fue más que suficiente para Melissa. En cuanto Álam pareció relajarse, esta dejó a la niña en el suelo aliviada al ver que todo parecía ir bien al fin y, aunque en su rostro todavía podía verse cierta tristeza, cogió a la pequeña de la mano y rodeó una vez más el brazo de Álam con el suyo para entrar con él en aquel edificio.
De esta forma, los tres siguieron juntos a Nicolai y este los guió por los estrechos pasillos del monasterio llevandolos hacia el ala este del mismo. El aspecto interior del edificio resultaba austero, con las paredes de roca desnuda y sin ningún tipo de ornamentos que las adornasen, ni siquiera un sencillo lienzo con alguna imagen que pudiese dar una pista sobre el verdadero origen de aquella enorme construcción. Tan solo las pequeñas puertas de madera que conducían a lo que en otro tiempo debían haber sido las celdas de los monjes interrumpían de vez en cuando la monotonía de los pasillos, pero ni siquiera estas eran demasiado llamativas y su diseño brillaba por su simpleza. Aunque lo más extraño de aquel lugar no era esto, sino el comportamiento de sus habitantes.
Mientras caminaban siguiendo a Nicolai, el grupo se encontró con otros vampiros vestidos con el mismo hábito que este, pero ninguno de ellos reaccionó al verlos. Todos parecían sumidos en su propio mundo y caminaban lentamente por los pasillos con la capucha puesta sin levantar siquiera la cabeza a su paso, cómo si no se diesen cuenta de su presencia. Y esto resultaba realmente extraño en un lugar como aquel en el que estaba claro que las visitas no eran algo exactamente frecuente.
Sin embargo, por raro que esto pareciese, en esos momentos los dos tenían ya demasiadas preguntas en la cabeza y se limitaron a seguir a su guía hasta que este abrió al fin una de las puertas y les indicó que entrasen. Era una habitación pequeña, de techo bajo y abovedado como el de los pasillos y con tan solo una vieja mesa de madera y algunas sillas colocadas a su alrededor como mobiliario. Además de esto, y aparentemente al igual que el resto del monasterio, carecía por completo de ventanas y solo una débil lámpara con forma de burbuja iluminaba la estancia desde el centro del techo.
-Cómo veis, no poseemos muchas comodidades. -Señaló Nicolai mientras cerraba la puerta tras él y se sentaba en una de las sillas indicandoles con la mano que hiciesen lo mismo. -Pero espero que nuestra hospitalidad sea de vuestro agrado.
-No se preocupe, no pensamos quedarnos demasiado tiempo. -Aseguró Álam sentandose al lado de Melissa mientras esta aupaba a la niña a una de las sillas. -En cuanto sepamos a qué hemos venido y la nave descanse un poco nos marcharemos de nuevo.
-En ese caso, intentaré seros de tanta ayuda como me sea posible. -Dijo amablemente el vampiro. -Pero no comprendo tu pregunta. ¿Quieres decir que no sabéis qué estáis haciendo aquí?.
-Por extraño que parezca, así eso. -Explicó Álam a quien no le hacía demasiada gracia tener que admitir aquello. -Hemos llegado hasta aquí gracias a un mapa que nos dio la reina Mariana, pero no sabemos la razón por la que nos ha enviado aquí realmente. Nuestro verdadero destino es la frontera, no este lugar, si estamos aquí es solo porque la ruta de Mariana era la única segura para acercarnos a los Urales sin ser localizados y porque esperábamos encontrar algo que nos ayudase.
-En ese caso, mucho me temo que lo que me preguntas escapa a mis conocimientos. -Respondió el anciano llevandose una mano a la barbilla mientras los miraba pensativamente. -Nuestra reina es un verdadero enigma, incluso para nosotros. Cómo ya os he dicho supimos de vuestra llegada por ese BlackHawk al que habéis llamado Álfred, no por ella. Y os aseguro que desconocemos por completo cuales eran sus intenciones al enviaros aquí.
-Pero eso es imposible. -Replicó inmediatamente Melissa, adelantándose incluso al propio Álam. -Tiene que haber una razón para que Mariana nos haya enviado aquí, esto no puede ser solo una pérdida de tiempo.
-Estoy convencido de que la hay. -Trató de calmarla Nicolai al ver la confundida expresión del rostro de la joven. -Pero me temo que nosotros no la sabemos. Hace días que perdimos toda comunicación con el exterior y mientras el centro de comunicaciones de tierra no vuelva a funcionar no podremos recibir noticias suyas.
-¿Tienen un centro de comunicaciones en la costa?. -Preguntó Álam con cierta sorpresa. -¿Donde?.
-En realidad no es solo una simple estación de comunicaciones. -Aclaró el vampiro. -Se trata de otro refugio, un pequeño pueblo en el que viven vampiros libres como nosotros. Está mucho más al sur, cerca del borde meridional de la gran llanura helada que cubre el centro del continente.
Nada más oír esto, la mente de Álam encajó inmediatamente las piezas del pequeño rompecabezas que su viaje había sido hasta entonces y en sus ojos apareció de pronto una extraña y triste mirada.
-En ese caso, será mejor que se olviden de recuperar su enlace con tierra. -Dijo con voz seria mientras dirigía una rápida mirada hacia Ana para asegurarse de que esta no estaba prestando atención a su conversación. -El pueblo del que habla ya no existe, el ejercito de Nathaniel lo redujo a cenizas hace unos días. Esta niña es la única superviviente.
Esta vez fueron los ojos del viejo vampiro los que se entristecieron de golpe al oír aquellas noticias. Había sospechado algo parecido desde el momento en que habían perdido la comunicación con aquel pueblo, pero hasta ese momento conservaba la esperanza de que se encontrasen a salvo y aquello tiraba por tierra dichas esperanzas.
-Es una noticia muy triste para todos. -Suspiró con tristeza dirigiendo su mirada hacia la pequeña que jugueteaba con el pelo de Melissa tratando de entretenerse mientras ellos hablaban. -Lamento que esa pobre gente haya tenido un final así, no se lo merecían. Y me temo que sin su estación de comunicaciones nuestras posibilidades para aclarar vuestro caso serán todavía menores.
-Saber qué es realmente este sitio nos ayudaría bastante. -Dijo Álam. -En aquel pueblo ya no quedaba nada, pero tal vez Mariana esperase que aquí encontrásemos algo que nos sirviese de ayuda.
-Dudo que sea esa la razón por la que estáis aquí. -Respondió Nicolai volviendo a mirarle. -Pero si eso os sirve de algo, os contaré lo poco que sé sobre el monasterio y el pueblo de esa niña. Tal vez eso os ayude de alguna forma.
Dicho esto, Nicolai se recostó apoyandose en el respaldo de la silla y respiró profundamente antes de comenzar su explicación.
-Este eco-domo fue construido hace dos años, cuando los planes de la reina Mariana empezaron a extenderse más allá de la propia fortaleza y su influencia comenzó a crecer incluso entre el ejército del propio Nathaniel. Por aquel entonces, la reina liberó a Gústav, el general al mando de los ejércitos del Norte, y gracias a eso el control de Nathaniel sobre esta zona se redujo notablemente. Aunque, por supuesto, ella se ocupó de que su esposo nunca sospechase nada de esto. Al menos en un principio.
Por supuesto, ninguno de nosotros sabe por qué lo hizo realmente. Algunos dicen que tenía algo que ver con el interés que Gústav había mostrado hacia nuestra joven princesa Elisabeth, pero sabíamos tan poco de ella que resultaba difícil comprender qué podría pretender la reina con esto. Aún así, fuesen cuales fuesen sus razones esto permitió que los pocos vampiros todavía libres que quedaban en el norte y no habían cedido su lealtad a Nathaniel pudiesen escapar momentáneamente y buscar un refugio. Así nacieron el pueblo da Ana y este domo.
Gracias a la protección de la reina y a la lealtad que Gústav le ofreció tras haberle dado la libertad, se acondicionó este viejo monasterio construido convirtiendolo en el domo que ahora podéis ver y rehabitó un viejo pueblo que serviría como enlace entre tierra y el refugio principal para los vampiros que fuesen uniendose a nuestro grupo. Y eso es todo lo que sé, me temo que no puedo ofreceros más información.
Terminada su explicación, Nicolai volvió a inclinarse hacia adelante apoyando ambos brazos sobre la mesa y miró a Álam y Melissa esperando a que estos dijesen algo. Y no tardarían en hacerlo.
-Entonces. -Empezó Álam. -Según lo que dices este lugar y el pueblo de Ana no son más que un simple efecto secundario de los planes de Mariana. ¿Me equivoco?. Todo esto fue hecho para acoger a los refugiados de la guerra, pero no tiene nada que ver con lo que Mariana pretendía realmente.
-Así es. -Asintió el vampiro. -Cómo ya te he dicho, este lugar es solo un refugio para la poca gente realmente libre que queda entre los de nuestra raza. Aquí no encontraréis armas ni a nadie que esté dispuesto a usarlas, solo gente que desea vivir tranquila y en paz. Ni siquiera tenemos naves, este es nuestro mundo y aunque haya sido ella quien lo ha creado ya no tiene nada que ver con los planes de la reina.
-En ese caso supongo que no nos queda más remedio que seguir adelante y resignarnos a pensar que esto no ha sido más que una pérdida de tiempo. -Sentención Álam cruzando los brazos. -Aunque me sorprende, Mariana no parece de las que hacen cosas sin sentido.
-Y no lo es muchacho. -Lo contrarió Nicolai completamente serio. -Puedes estar seguro de que si estáis aquí es por una buena razón, pero por desgracia el encargado de explicaros cual es esa razón no es ninguno de los que vivimos aquí. Tal vez esperaba ponerse en contacto con nosotros mediante la estación de comunicaciones de tierra o por medio de algún mensajero.
-Más razón todavía para pensar que todo esto ha sido inútil. -Replicó de pronto Melissa entrando de nuevo en la conversación y girando la cabeza hacia Álam. -Según lo que nos ha dicho las comunicaciones ya no son posibles con el pueblo de Ana destruido. Y los dos sabemos que el mensajero de Mariana nunca llegará.
-¿Crees que se trataba de Álfred?. -Preguntó tratando de no mirar a aquellos tristes ojos azules.
-Estoy segura. -Afirmó ella. -Me lo dijo en la cueva recuerdas. Nos estaba buscando por orden de Mariana, qué otra cosa podría significar eso.
-Aún así... -Los interrumpió Nicolai que comprendía perfectamente lo que ambos habían dicho aunque no hubiesen hablado directamente con él. -...la reina es una mujer con muchos recursos, dudo mucho que esto pueda detenerla. Deberíais quedaros aquí y esperar noticias suyas, estoy segura de que eso es lo que ella esperaba que hicieseis en un caso así. Además, si os están buscando los hombres de Nathaniel este es el mejor lugar para vosotros, aquí estaréis a salvo.
-Admito que es una oferta tentadora. -Mintió Álam al oír esta propuesta. -Pero...
-¡No!. -Lo interrumpió de pronto Melissa poniendose de pie y mirando completamente seria a Nicolai. -Sé que Mariana nos ha ayudado mucho en nuestra huida y que sin ella y sin Álfred probablemente no habríamos llegado tan lejos, pero nosotros tenemos nuestro propio camino. Me da igual cuales sean los planes de Mariana, nosotros no tenemos nada que ver con eso, tan solo queremos vivir en paz.
-Eso es lo mismo que deseamos todos los que estamos aquí: paz. -Insistió el anciano. -Por eso creo que este sería un buen lugar para vosotros hasta que la reina se ponga en contacto con nosotros.
-Se equivoca. -Negó Álam con voz firme mientras se ponía igualmente en pie. -Nosotros no queremos esto. Buscamos vivir en paz, sí, pero también queremos ser libres, y esto no es verdadera libertad. Tan solo es una jaula gigantesca hecha para aves a las que les da demasiado miedo volar libres y tener que enfrentarse a los peligros del verdadero cielo.
-Es posible... pero para nosotros ya no hay otra posibilidad -Admitió Nicolai. -De todas formas, aceptad al menos ser nuestros huéspedes por esta noche. Tal vez recibamos noticias antes de mañana y podréis descansar un rato.
-Eso ya no es decisión mía. -Le respondió Álam girándose hacia Melissa pero mirándola ahora con una pequeña sonrisa. -Tú decides.
-Creo que sería buena idea. -Dijo devolviendole la sonrisa al tiempo que se acercaba a Ana y la ayudaba a bajar de la silla cogiendola de la mano. -Ana debe estar cansada de tanto viaje, una noche en una cama como es debido le vendrá muy bien. ¿No crees?.
Para sorpresa de Melissa, al oír esto la mirada de Álam se oscureció de pronto y esta pudo ver cierta tristeza en sus ojos mientras miraba a la niña y volvía a mirarla a ella, esta vez ya completamente serio.
-Decidido entonces, nos quedaremos hasta mañana. -Respondió tratando de disimular la seriedad de su rostro y girándose de nuevo hacia Nicolai para evitar la mirada de Melissa. -¿Estará satisfecho con eso?.
-Totalmente. -Asintió sonriendo el viejo vampiro. -Ahora si me acompañáis os enseñaré vuestras habitaciones para esta noche y luego sois libres de ir a donde queráis. Puede que solo sea una "jaula", pero estoy seguro de que encontraréis agradables los jardines de nuestra isla.
Dicho esto, Nicolai abrió la puerta y salió de nuevo de la habitación seguido por Álam y por Melissa un poco más atrás que llevaba todavía de la mano a Ana y observaba con cierta preocupación a Álam sin olvidar aún la extraña forma en que había reaccionado hacía unos segundos. Y su preocupación aumentaría aún más al ver como este se detenía en el pasillo y decidía no seguirlos.
-¿Te importa ocuparte tú de esto?. -Dijo mirándola todavía con aquella extraña expresión. -Aquí no corréis ningún peligro y me gustaría salir a tomar un poco de aire, necesito pensar un rato a solas.
-Claro, no te preocupes. -Respondió ella tratando de disimular su preocupación con una pequeña sonrisa. -¿Pero... seguro qué estás bien?.
-Perfectamente. Os esperaré fuera.
Sin una palabra más, Álam se alejó por el pasillo en dirección a la salida y sus dos compañeras de viaje no tardaron en desaparecer en la penumbra mientras se dirigían hacia el extremo opuesto del mismo donde debían estar sus habitaciones. No le gustaba hacer algo así y sabía que Melissa había notado su preocupación, pero en aquel momento necesitaba pensar en algo y ahora que estaba seguro de que allí no corrían peligro prefería estar solo.



Tras salir de nuevo del monasterio, se detuvo un segundo mientras sus ojos se reajustaban a la luz del exterior y observó con cierta sorpresa que los jardines ya no estaban tan vacíos. A diferencia de cuando habían entrado, ahora podía verse a varios monjes paseando por ellos e incluso un grupo de niños aparentemente no mayores que la propia Ana sentados junto a un pequeño grupo de árboles. Algo un tanto extraño dado que los niños a aquella edad no solían estarse demasiado tiempo quietos y menos en compañía de otros, pero teniendo en cuenta el comportamiento de los adultos Álam supuso que sería normal y no le dio más importancia.
A la derecha de la entrada, justo bajo uno de los enormes arcos que sostenían el puente entre el monasterio y una de las torres, parecía haber un pequeño rincón en el que no había nadie y se dirigió allí para estar tranquilo. Hacía calor en el domo y su ropa no era precisamente la más adecuada para aquel clima, pero no era algo que lo preocupase demasiado.
Una vez bajo la sombra de aquella imponente construcción, se quitó la cazadora dejándola sobre la hierba y cogió su espada con la mano derecha extendiendo por completo el brazo hasta que este pareció una parte más de aquella afilada hoja negra. Ya no recordaba la última vez que había practicado de aquella forma, pero las enseñanzas del comandante seguían allí y su espada pronto comenzó a moverse guiada por su brazo y el resto de su cuerpo, trazando lentos y perfectos arcos en una acompasada danza mortal cuyos pasos habían sido grabados a fuego en sus propios músculos durante años de entrenamientos. Y mientras tanto, al compas de aquellos movimientos, su mente fluía también intentando ordenar sus pensamientos.
A diferencia de Melissa y Nicolai, él no estaba tan seguro de que los planes de Mariana se hubiesen detenido con aquello. El incidente con Álfred en la cueva, la destrucción del pueblo de Ana, aquellos también habían sido grandes obstáculos para los planes de la reina y nada los había detenido. Cada aparente fracaso en sus planes parecía guiarlos todavía más directamente hacia el siguiente paso y no podía evitar pensar que todo aquello ya había sido previsto por la astuta mente de Mariana. Pero la verdadera pregunta era, ¿Con qué fin?. Todo aquello lo había llevado a pensar durante aquellos días habían sido tan solo un simple juguete en manos de la reina y que su viaje hacia la frontera era tan solo un plan secundario para ella que había seguido adelante tan solo porque sus verdaderos planes se estaban retrasando. Y esto empezaba a preocuparle.
Sin embargo, en aquel momento había algo que lo preocupaba todavía mas y que era el verdadero motivo por el que había dejado a Melissa y a Ana en el interior. Sabía que antes o después tendría que decirselo, pero la mirada de aquella niña y el cariño que Melissa le había tomado le hacían más daño del que él había podido imaginar y no sabía que hacer. Desde el primer momento había esperado que su segundo destino fuese un pueblo como el primero y poder dejarla allí al cuidado de otros vampiros como ella, pero ahora las cosas habían cambiado por completo. Aquel refugio no le parecía en absoluto un buen lugar para nadie y menos después de ver la forma en que se comportaban aquellos niños. Además, por más que intentase negarlo, el mismo le había tomado cierto cariño y ya no era solo el decirselo a Melissa lo que le resultaba difícil.
Lo que él no sabía, sin embargo, era que Melissa no era tan ingenua como él había supuesto y que sus preocupaciones no pasaban tan desapercibidas para ella como él creía. Nada más terminar su recorrido por el monasterio con Nicolai, esta había salido de nuevo con la niña todavía cogida de la mano y al verle practicando con su espada se había dado cuenta inmediatamente de lo que le pasaba. Por eso, y a pesar de que esta no estaba del todo de acuerdo en separarse de ella, envió a la pequeña con los demás niños del jardín esperando que estos jugasen con ella y se acercó a Álam.
-Eso no te ayudará. -Dijo desde su espalda, mirandolo con una extraña sonrisa que hizo que Álam se volviese al instante y clavase la espada en el suelo. -¿Cuantas veces tendré que decirte que confíes en mi y me cuentes lo que te preocupa?. Si te lo guardas todo siempre no puedo ayudarte.
-¿De qué estás hablando?. -Preguntó Álam un tanto sorprendido.
-No soy tonta Álam. -Respondió Melissa cruzando ambas manos tras ella y cambiando su sonrisa por una expresión un tanto seria. -¿Crees que no me he dado cuenta de lo que pasa?. Todo esto es por Ana, ¿Verdad?.
Al oír esto, Álam bajó la mirada y en su rostro apareció de nuevo la misma expresión seria que Melissa había visto en el interior del monasterio cuando este había mirado a la niña.
-Sí. -Asintió finalmente mientras se acercaba a una de las columnas que formaban el arco y apoyaba en ella su hombro. -Y si te has dado cuenta de eso, entonces supongo que también sabrás porqué me preocupa.
En respuesta a aquellas palabras, Melissa asintió con la cabeza y este pudo ver como sus ojos se entristecían de golpe. Pero esta vez era algo que ya esperaba y sabía que no podía hacer nada por evitarlo.
-Lo siento, por extraño que suene a mí tampoco me gusta la idea. -Continuó. -Pero ella no puede venir con nosotros, es un verdadero vampiro y jamás conseguiríamos hacer que pasase por humana al otro lado de la frontera. Su sitio está aquí, con los suyos.
-Entonces... ¿Vas a dejarla aquí?. -Preguntó apenada Melissa. -Dijiste que este sitio no era más que una jaula, ¿De verdad crees que es un buen lugar para ella?.
-No. -Admitió Álam. -Pero por más que pienso no encuentro otra solución. Aquí estaría a salvo y tendría siempre a alguien que cuidase de ella, pero fuera... es imposible saber que futuro tendría. Además, sería demasiado peligroso acercarnos a alguno de los pueblos de la frontera, no podríamos asegurarnos de que alguien se hace cargo de ella ni saber qué tipo de gente la cuidará.
-A mi no me importa arriesgarme. -Aseguró Melissa en cuyos labios se dibujó de pronto una dulce sonrisa mientras se acercaba a él y lo miraba fijamente. -Pero si tú crees que eso es lo mejor para ella, entonces yo también lo creo. Me da mucha pena separarme de ella, pero sé que tú también le has tomado cariño y que esto tampoco es fácil para ti, siento haberte insistido tanto.
-Tú solo has dicho la verdad. -Respondió Álam. -Todo lo que has dicho es cierto, pero no sé que otra cosa hacer. Ojalá todo fuese más fácil y supiese con seguridad qué es lo mejor para esa pequeña.
-No te preocupes, decidas lo que decidas, estoy segura de que eso será lo mejor para Ana. -Afirmó Melissa acercándose más a Álam hasta que pudo coger con su mano una de las suyas y tirar de él hacia el Sol junto a ella. -Ahora por qué no dejamos todo eso a un lado por un momento e intentamos que estas últimas horas sean al menos lo más felices posible para ella. Los demás niños de este lugar no parecen querer jugar con ella y seguro que con nosotros estaría más contenta.
-Ya lo he notado, en realidad ni siquiera parecen jugar entre ellos. -Dijo cediendo ante la poco fuerza con que esta tiraba de su mano y devolviendole la sonrisa. -Tienes razón, estará mejor con nosotros.
Satisfecha con esta respuesta, Melissa soltó la mano de Álam consiguiendo que este la mirase un tanto sorprendido y se acercó todavía más a él colocándose justo a su lado y rodeando su cintura con uno de sus brazos. Lo que no hizo sino arrancar una nueva sonrisa de este que rodeó sus hombros con su brazo deslizando su mano entre la seda dorada de sus cabellos y se dejó llevar por ella al otro lado del jardín donde la niña los estaba esperando.
Así pasaron el resto de aquel día, paseando juntos con Ana corriendo alegremente a su alrededor como cualquier niña de su edad y preguntando una y otra vez sobre todo aquello que veía en aquel lugar y no conocía. Por un momento, las preocupaciones quedaron atrás para los tres y ni Álam prefirió no pensar en nada salvo aquella joven cuyo cuerpo sentía ahora pegado al suyo y la niña que los acompañaba. Tan solo al final del día, cuando los cristales del domo empezaron a oscurecerse tapando el en esa época permanente Sol del ártico y regresaron al monasterio, los dos se soltaron al fin y se separaron para dirigirse a sus respectivas habitaciones.
Pero el día no había terminado todavía para ellos. Una vez en su habitación, Álam dejó su espada a un lado de la cama y se tumbó un rato sobre esta con la intención de pensar todavía un poco más antes de dormirse, pero el cansancio acumulado tras su pelea con Nathan pudo con él y no tardó en quedarse dormido. Sin embargo, su sueño se vería interrumpido apenas un par de horas después por el crujido de una de las puertas cercanas a su habitación al abrirse y cerrarse de nuevo. Fue un sonido débil, apenas audible fuera del propio pasillo, pero para Álam fue más que suficiente y se sentó al instante sobre la cama consciente de que aquella podía ser la puerta de Melissa o de la niña.
Durante una breve décima de segundo, la idea de que alguien pudiese haber intentado entrar en sus habitaciones cruzó su mente como un relámpago y sus ojos centellearon brevemente en la oscuridad con un débil fulgor verdoso, pero esta idea pronto desapareció al oír el débil sonido de unos pasos alejándose por el pasillo. Y dado que en aquella zona del monasterio solo estaban sus habitaciones, no le fue difícil darse cuenta de que debía tratarse de una de sus dos compañeras.
Más por curiosidad que por preocupación, Álam se levantó de la cama y salió también de su habitación para seguir aquellos pasos. Era evidente que la pequeña Ana no se levantaría sola a esas horas en un lugar que no conocía, por lo que sólo le quedaba la posibilidad de que se tratase de Melissa y le intrigaba cual podría ser el motivo de aquel paseo nocturno.
Con cuidado para que esta no notase nada, siguió el sonido de sus pasos por los pasillos del monasterio hasta llegar de nuevo al jardín frontal del domo y observó todavía con mayor sorpresa como la silueta de Melissa se alejaba en la oscuridad hasta desaparecer por la puerta de entrada del mismo.
Todavía más desconcertado y ahora en parte preocupado por todo aquello, Álam cruzó rápidamente el jardín una vez seguro de que ella se habría alejado lo bastante de la puerta como para no oír el sonido del mecanismo de esta cuando este pulsó el botón de apertura y salió también fuera.
El Sol brillaba todavía alto en el cielo cómo cuando habían entrado y la helada brisa de Kara le recordó inmediatamente el cambio entre el microclima del interior del domo y el verdadero clima de aquel mar helado, pero nada de esto le importaba en absoluto y este buscó inmediatamente a Melissa con la mirada hasta que al fin dio con ella junto al borde del acantilado Norte de la isla.
Estaba de espaldas a él, con la mirada fija en el blanquiazul mar helado que los rodeaba mientras el viento se arremolinaba alrededor de su delicada silueta haciendo flotar su larga melena dorada a un lado y levantando ligeramente su falda por encima de sus medias de forma que, a cada pequeña ondulación de esta, dejaba entrever la desnudez de sus piernas.
Al verla así, de pie y completamente inmóvil en el borde mismo de uno de los salientes rocosos que formaban el acantilado, Álam se dio cuenta de lo que le sucedía y se aceró lentamente a ella cómo si temiese que aquella hermosa criatura se desvaneciese de pronto frente a él cómo si de un simple espíritu se tratase.
-No pierdas la esperanza. -Dijo posando suavemente su mano sobre uno de sus hombros de forma que pudo notar el pequeño estremecimiento que recorrió de pronto el cuerpo de Melissa. -Este mar es mortal para los humanos, pero él es un vampiro, tú misma lo dijiste. Qué no haya aparecido todavía no significa necesariamente que esté muerto.
-Gracias. -Susurró ella dejando que el viento llevase sus palabras mientras inclinaba la cabeza hacia un lado hasta rozar con su mejilla la mano de Álam. -Creo que necesitaba oír algo así.
-Todos lo necesitamos a veces. -Continuó Álam acercándose más a ella y abrazándola suavemente por la espalda hasta pegar su cuerpo al suyo. -Y tú deberías intentar seguir más tus propias consejos.
-No siempre es fácil hacerlo. -Respondió dejandose llevar por los brazos de Álam y cerrando durante un segundo los ojos mientras poyaba su espalda en su pecho. -No quería preocuparte aún más con algo así, además... no es solo Álfred lo que me preocupa.
-Entonces qué te ocurre. -Insistió Álam. -¿Por qué veo esa tristeza en tus ojos cada vez que los miro?.
Melissa tardó unos segundos en responder a esto. En ese instante, su mente y su propio corazón eran un mar de confusas emociones en el que tan solo una cosa prevalecía por encima de todo lo demás, el cariño que en aquel instante sentía por Álam.
-Podías haber sido tú -Dijo al fin, su voz apenas un susurro de nuevo. -Álfred ha estado siempre a mi lado desde que era pequeña y me duele mucho pensar que pueda estar muerto, pero eso no es nada comparado con lo que sentiría si fueses tú el que estuviese ahora en su lugar. Y si él no hubiese aparecido...
Mientras decía esto, Melissa cruzó sus brazos sobre los de Álam y este notó como sus manos aferraban su camisa haciendo patente la fuerza de las emociones que acompañaban aquellas palabras.
-No quiero que eso te pase a ti. -Continuó. -Yo no puedo hacer nada, no sé luchar y no podría haberte ayudado si Álfred no hubiese aparecido. Por eso tengo Miedo, miedo a que algún día pase algo parecido y solo pueda mirar mientras te pierdo para siempre. Y si eso llegase a pasar yo... ya no me veo capaz de vivir sin ti, preferiría...
-Melissa... -Al oír esto, Álam la soltó de pronto y la obligó a girarse cogiéndola por los hombros hasta que los dos quedaron mirándose de nuevo y sus ojos se encontraron una vez más con los suyos. -Sé perfectamente cómo te sientes, y por desgracia no puedo prometerte que eso no llegue a suceder, pero sí quiero que recuerdes algo. Soy un Hunter, más que eso, ahora gracias a ti mi fuerza es incluso superior a la de los BlackHawk y puedo asegurarte que sea quien sea quien intente detenernos no le será fácil hacerlo. No ahora que tengo una verdadera razón para luchar y no perder la vida inútilmente. Y esa razón... sabes cual es, ¿Verdad?.
-¿Es eso lo que soy realmente, una razón para luchar?. -Preguntó Melissa bajando la cabeza y dirigiendo su mirada hacia el suelo. -Puede que tengas razón. Yo soy la culpable de todo esto, si me hubiese quedado en la fortaleza mi padre no te estaría persiguiendo de esta forma y no tendrías que estar luchando constantemente. Si yo no hubiese sido tan egoísta, Álfred no habría desaparecido así y tú...
-Yo estaría muerto. -La interrumpió bruscamente Álam hablando con tal seriedad que ella levantó al instante la cabeza de nuevo. -Tú no eres mi razón para luchar Melissa, ¡Eres mi razón para vivir, por eso no me importa arriesgar mi vida si es para proteger la tuya!. Si tú te hubieses quedado en la fortaleza habría dejado que tu padre me matase, eres lo único que tengo, lo único que me hace seguir adelante cada día desde que te he conocido. Y si tú te arrepientes de eso... entonces ya no me queda nada.
-Álam, eso no es lo que quería decir. -Negó inmediatamente Melissa sacudiendo la cabeza de forma que sus cabellos se arremolinaron movidos por el viento hasta cubrir en parte su cara. -¿Cómo podría arrepentirme de lo mejor que me ha pasado en toda mi vida?. Por favor, no pienses eso, yo solo...
-Lo sé. -Dijo interrumpiendola de nuevo y sonriendo para tranquilizarla al ver las dos pequeñas lágrimas que empezaban a formarse en los bordes de sus ojos. -Pero ya no sé que decirte para qué dejes de culparte así. Tú no tienes la culpa de nada Melissa, ni de esto ni de lo que sucedió con Gústav, y me duele no poder hacer nada para que lo comprendas y dejes de torturarte de esa forma.
Estas palabras bastaron para Melissa. Comprendiendo al fin lo que Álam intentaba decirle, ella sonrió igualmente alejando al instante la tristeza de su rostro y, antes de que este pudiese decir nada, se movió hacia adelante zafandose de entre sus manos y se acercó aún más a él al tiempo que deslizaba ambos brazos alrededor del cuello de Álam.
-Lo siento. -Dijo mientras tiraba de sus brazos para acercarlo más a ella, hablando de nuevo con aquella voz débil y suave pero cargada ahora no de tristeza, sino de ternura y cariño. -Supongo que en el fondo sí soy un poco tonta.
-No es algo que me importe demasiado. -Respondió Álam olvidando ya por completo todo lo demás y rodeando su cintura con sus manos mientras su mirada se perdía en el cálido océano de sus ojos. -Pero creeme, no lo eres, si fuese así no estarías diciendo eso ahora.
-¿Tú crees?.
Álam ya no pudo responder a su pregunta, antes de que su mente fuese capaz de formular la respuesta, los labios de Melissa sellaron su boca uniendose a los suyos y todos sus pensamientos se desvanecieron durante unos instantes mientras cerraba los ojos al igual que ella y sus cabellos se arremolinaban entorno a ambos como un delicado velo dorado. Por primera vez sus labios fueron incapaces de transmitir todo el amor que sentían en aquel instante y sus respiraciones se entremezclaron mientras sus lenguas se acariciaban dulcemente en un largo y apasionado beso que no terminaría hasta que la falta de oxígeno los obligó finalmente a soltarse.
-Estoy completamente seguro. -Consiguió responder al fin Álam mientras ella aflojaba sus brazos y lo miraba con una maravillosa sonrisa, sin rastro ya de pena o preocupación en sus ojos o su rostro. -Y esto lo demuestra aún más.
Ella no respondió a esto, tan dejó escapar una pequeña risilla mientras él la dejaba de nuevo en el suelo y, tras apartar sus brazos de su cuello, lo abrazó cariñosamente pegandose completamente a él hasta apoyar su cara sobre su pecho.
-Te quiero. -Susurró cerrando los ojos y olvidándose de todo lo demás por un instante. -Por eso me preocupo tanto. Te quiero tanto que ya no me imagino el mundo sin ti, solo quiero estar así, a tu lado... para siempre.
-Y lo estarás. -Aseguró Álam acariciando sus cabellos con una de sus manos mientras la rodeaba con su otro brazo manteniendola junto a él. -Ya falta poco para llegar a la frontera, aguanta solo un poco más y todo esto habrá acabado.
-Ojalá tengas razón.
-La tengo, ya lo verás. -Insistió. -Pero ahora será mejor que volvamos dentro, aquí hace frío y creo que los dos nos merecemos un descanso después de todo lo que ha pasado hoy.
-Yo no tengo frío. -Dijo Melissa sin abrir todavía los ojos ni aflojar su abrazo. -Prefiero quedarme aquí un poco más, estoy bien así.
-Cómo quieras.
Nada más decir esto, y sin dar tiempo a Melissa a hacer o decir nada, Álam la soltó haciendo que esta lo mirase un tanto sorprendida y la cogió en brazos dejandola todavía más desconcertada.
-Álam ¿qué estás haciendo?. -Preguntó mientras se sujetaba la falda con una mano para evitar que el viento acabase levantandosela por completo y se sujetaba a él con su otro brazo.
-El viento de Kara es dañino para los humanos, no es buena idea que estemos aquí mucho tiempo. -Explicó este sonriendo. -Asique si tú no vas por ti misma no me queda más remedio que llevarte yo al domo.
-Podría ir caminando yo solita. -Replicó Melissa tratando de disimular su sonrisa. -Pero reconozco que esto es mucho más cómodo que ir andando.
-Lo suponía. -Admitió sin dejar de sonreír al tiempo que se giraba hacia el domo y empezaba a caminar hacia allí. -En ese caso no hay más que hablar, volvamos dentro.
Dicho esto, Álam aceleró el paso y Melissa se limitó a poyar su cabeza en su hombro y no dijo nada más mientras este entraba en el domo y se dirigía hacia el monasterio. El brazo izquierdo de Álam rodeaba sus hombros manteniendola cerca de su pecho y el derecho sujetaba sus piernas bajo su falda rozando de vez en cuando con la parte desnuda de estas de forma que ella podía notar el cálido contacto de su piel, pero no era desde luego algo que la molestase y se dejo llevar hasta que al fin este se detuvo frente a las puertas de sus habitaciones.
-Bien, aquí estamos. -Dijo girandose hacia la habitación de Melissa. -¿Vas a soltarme ahora o también quieres que te deje en tu habitación?.
Para sorpresa de Álam, en respuesta a su pregunta Melissa negó con la cabeza sin soltarle todavía y lo miró completamente seria.
-No quiero irme todavía. -Respondió ella, hablando con un extraño tono de voz en el que sus emociones eran difícilmente distinguibles. -Quiero quedarme contigo esta noche, como aquel día... ¿lo recuerdas?.
Aquellas palabras sorprendieron a Álam que se quedó mirándola un instante sin decir nada, pero su mente tardo apenas un segundo en recordar el día en que se había despertado con ella entre sus brazos y en sus labios se dibujó inmediatamente una cariñosa sonrisa.
-Claro que sí. -Afirmó apartándose de la puerta y dirigiendose esta vez hacia su propia habitación. -Cómo iba a olvidarlo.
Sin más palabras que aquellas, Álam se acercó lo suficiente para que esta pudiese abrir la puerta y pasó al interior donde pudo al fin dejarla en el suelo. La habitación era pequeña, apenas del tamaño de la celda en que había estado en la fortaleza de Nathaniel y con tan solo una estrecha cama y un pequeño ropero, auque era más que suficiente para ellos. Después de todo, habían pasado las últimas noches en el minúsculo espacio de la cabina del interceptor y aquello resultaba mil veces más cómodo.
Una vez dentro, Álam se quitó la camisa y las botas sin darle aparentemente importancia a la presencia allí de Melissa y se acercó a la cama para acostarse. Sin embargo, para ella las cosas no eran en absoluto tan fáciles y se quedó donde estaba mirándole con una cara un tanto curiosa.
-¿Ocurre algo?.
Lejos de responder, Melissa siguió mirándole de la misma forma durante unos segundos cómo si estuviese tomando una decisión y, al fin, sacudió la cabeza para responderle y comenzó tímidamente a desabrocharse la blusa. Lo que hizo que este se diese cuenta inmediatamente del por qué de aquella pequeña parada y se diese la vuelta sonriendo.
-Perdona, no me había dado cuenta. ¿Quieres que salga mientras te cambias?.
-Álam... -Al ver esto Melissa sonrió sorprendida por su reacción y continuó quitándose la ropa ahora mucho menos nerviosa. -Claro que no. He sido yo la que he querido estar aquí, ni siquiera tenías que hacer eso.
-Prefiero hacerlo. -Respondió Álam todavía de espaldas, esperando pacientemente mientras oía como cada prenda caía suavemente al suelo tras dejar el cuerpo de Melissa. -Te temblaban las manos cuando te estaba mirando y creo que estarás más tranquila así. No te preocupes, a veces es mejor que las cosas vayan despacio.
Animada por estas palabras, Melissa continuó quitándose la ropa hasta dejar solo su ropa interior y, tras un rato pensando en qué ponerse para dormir puesto que no llevaban nada apropiado con ellos, cogió una de las camisas de Álam de la mochila de este y se la puso por encima.
-Ya he terminado. -Dijo al fin mientras se abrochaba el último botón de la parte inferior de la camisa. -Puedes darte la vuelta cuando quieras.
Siguiendo lo que ella le decía, Álam se volvió de nuevo hacia Melissa y no pudo evitar cierta sorpresa al ver la peculiar forma en que esta se había vestido. La camisa le quedaba grande y tal como ella había esperado le llegaba mucho más abajo de la cintura cubriendo en parte sus caderas, pero sus piernas ahora desnudas quedaban por completo al descubierto apenas centímetros más abajo y esta jugueteaba nerviosamente con los botones superiores de la misma dejando entrever el insinuante valle entre sus pechos en una pose involuntariamente sexi que atrajo irremediablemente la mirada de Álam cuyos ojos permanecían fijos en su silueta cómo si la estuviese mirando por primera vez..
-Álam no... no me mires así. -Acertó a decir mientras sus mejillas se enrojecían rápidamente al ver la forma en que este la miraba.
-Lo siento, pero dudo que pueda evitarlo. -Respondió Álam sin apartar los ojos de ella. -Eres demasiado bonita para que pueda dejar de mirarte, y esa ropa no ayuda mucho ¿sabes?.
Esto no hizo sino acentuar el rubor en el rostro de Melissa y esta no supo que decir para responder a sus halagos, tan solo se acercó a él sonriendo y le dio un pequeño beso que lo sorprendió bastante dado que aquella no era ni de lejos la forma en que esta reaccionaba habitualmente.
-Gracias. -Dijo mirandolo a los ojos, sin preocuparse en absoluto por el color de sus mejillas o la forma en que este la miraba. -¿Nos acostamos ya, ahora si empiezo a estar un poco cansada?.
-Cuando quieras.
Dicho esto, Álam apartó las sábanas y se acostó en el lado derecho de la cama dejando sitio para Melissa que se acomodó lo mejor que pudo en el lado izquierdo mientras este los cubría de nuevo a los dos con las sábanas y la manta de la cama. Dada la estrechez de esta, los dos permanecían totalmente pegados el uno al otro, pero esto no era en absoluto un problema para ninguno de los dos.
Lejos de quedarse en su lado, Melissa se acercó todavía más a Álam apretando suavemente su cuerpo contra el suyo y pasó uno de sus brazos sobre su pecho abrazándolo cariñosamente al tiempo que reposaba la cabeza sobre su pecho de forma que podía oír incluso los latidos de su corazón y sus largos cabellos dorados los cubrían a ambos como una delicada cortina de seda que caía por igual sobre su espalda y el pecho de Álam. Y al igual que ella, este la abrazó rodeando sus caderas con uno de sus brazos para mantenerla junto a él y posó su otra mano sobre la suya dejando que el arrullo de su respiración lo adormeciese lentamente mientras sentía el cálido contacto de su cuerpo y el insinuante roce de sus caderas y sus suaves pechos pegados a su costado mientras se movían al compas de su cálida respiración.
A decir verdad, en aquel instante otras sensaciones se agolpaban en su corazón y durante unos segundos su cuerpo había ardido bajo los ancestrales instintos de la pasión, pero el amor y el cariño que sentía por ella eran más que suficientes para acallar aquellos instintos hasta que supiese con certeza que ella estaba preparada y desaparecieron lentamente dejando tras de sí tan solo una débil sensación que lo hizo abrazarla con más fuerza mientras se deslizaba poco a poco en el mundo de los sueños.



Esa noche Álam durmió más de lo que esperaba. Su cuerpo necesitaba descansar tras todo lo sucedido el día anterior y este no se despertó hasta varias horas después del artificial amanecer del domo. Para entonces, las secuelas de su pelea con Nathan habían desaparecido por completo e incluso su brazo derecho había dejado ya de molestarle. No así el izquierdo que, curiosamente, parecía completamente adormecido cuando este se despertó al fin y apenas podía moverlo, aunque en este caso sabía perfectamente a qué se debía y esto lo hizo esbozar una pequeña sonrisa mientras abría poco a poco los ojos.
Ella seguía a su lado, acostada todavía sobre su brazo y su pecho como cuando se habían dormido de forma que la cálida sensación que el contacto de su cuerpo producía en el suyo lo envolvía como una sábana más mientras su vista se aclaraba y una borrosa silueta comenzaba a formarse ante sus ojos entre las tinieblas de la habitación.
-Buenos días. -Susurró una voz suave y cantarina, la misma voz que había oído la noche anterior pero carente ahora por completo de nerviosismo. -Ya iba siendo hora, creí que tendría que despertarte yo.
-Buenos días. -Respondió Álam pestañeando para aclarar del todo los ojos mientras observaba no sin cierta sorpresa a Melissa que ahora permanecía con ambos brazos cruzados sobre su pecho y la barbilla apoyada en los mismos, mirándolo directamente a la cara con una juguetona sonrisa que parecía más propia de una niña que de la mujer a la que estaba mirando. -¿Tan tarde es ya?.
-No. -Negó Melissa consiguiendo que este le dirigiese una mirada bastante curiosa. -Pero hace ya un par de horas que me he despertado y empezaba a preocuparme que siguieses durmiendo. Supongo que ayer estabas más cansado de lo que dijiste.
-¿Dos horas?. -Repitió Álam. -Entonces creí que sí debe ser ya bastante tarde. Pero no tenías que quedarte aquí, ¿Por qué no me despertaste o saliste al jardín a dar un paseo?. Ayer me pareció que te gustaban los jardines del domo y así te habrías distraído un poco.
-Puede ser. -Dijo ella encogiendose de hombros, sin variar en absoluto su mirada o la sonrisa de su rostro. -Pero aquí tampoco me he aburrido en absoluto. Me ha gustado poder mirarte mientras dormías, tenías un aspecto muy distinto a cuando estás despierto.
-¿Cómo de "distinto" exactamente?. -Preguntó al instante Álam arqueando ligeramente las cejas.
-Sería difícil de explicar. -Respondió Melissa dejando escapar una pequeña risita. -Pero desde luego no se parecía en nada a la cara que tienes ahora. Parecías mucho más tranquilo, cómo si no tuvieses ninguna preocupación. Incluso sonreías.
-Eso no debería sorprenderte tanto. -Mientras decía esto, Álam se inclinó hacia adelante acercando su rostro al suyo y sonrió de nuevo. -Después de todo, la causa de esa sonrisa está ahora aquí conmigo. Y tú sabes cual es, ¿verdad?.
-Eso espero.
Dicho esto, Melissa apoyó sus manos sobre la cama pasandolas a ambos lados del torso de Álam y se movió hacia adelante hasta que el rostro de él desapareció sumergido bajo sus cabellos y los labios de ambos se encontraron una vez más en un pequeño y tierno beso que no hizo sino acentuar su extraordinaria sonrisa cuando esta se retiró hacia atrás de nuevo.
Sonrisa esta que se transformaría en algo completamente distinto apenas segundos después al ver como los ojos de Álam se desviaban de pronto de su rostro y este dirigía su mirada más abajo, hacia el escote de su camisa a través del cual la parte superior de sus pechos y el blanco tejido de su sostén eran ahora claramente visibles reposando todavía sobre el pecho del propio Álam.
-Álam... -Dijo sorprendida pero sin hacer nada por cerrar de nuevo su camisa, sintiendose alagada en cierto modo por aquello aunque desconcertada por que Álam la mirase de esa forma de golpe. -¿Qué estás mirando?.
-Lo siento. -Se disculpó este mirandola de nuevo y comprendiendo al instante el por qué de aquella pregunta -Pero no hace falta que pongas esa cara, no estaba mirando lo que crees. Reconozco que es una vista más que atrayente y que no me importaría ver lo que hay bajo esa ropa, pero en este momento no es eso lo que ha llamado mi atención.
Mientras hablaba, Álam acercó su mano al pecho de Melissa y cogió con cuidado una delgada cadena dorada que colgaba de su pecho, llegando apenas a rozar su piel con sus dedos.
-Esto es lo que me ha sorprendido. -Dijo sonriendo mientras tiraba suavemente de la cadena hacia él y un pequeño medallón quedaba colgando entre ambos. -Hasta ahora no lo había visto, debe ser muy importante para ti si lo has escondido tan bien durante todo este tiempo.
-No lo estaba escondiendo. -Afirmó Melissa recuperando al instante la sonrisa y cogiendo el medallón con una de sus manos. -Pero sí, es muy importante.
Dicho esto, Melissa presionó uno de los bordes del medallón y este se abrió activando un pequeño proyector holográfico que materializó entre ambos las figuras de una mujer y una niña que el propio Álam no tardó en reconocer. El mismo cabello dorado y ligeramente ondulado, los mismos preciosos ojos azules llenos de vida y alegría... incluso las facciones de su rostro recordaban a las de Melissa. Estaba claro que aquella mujer sólo podía ser su verdadera madre y no resultaba difícil saber quien era la pequeña que había a su lado.
-¿Tú madre?. -Preguntó ahora un tanto serio.
-Sí. -Respondió ella con cierta melancolía, pero sin dejar todavía de sonreír. -Me lo dio el mismo día en que la mataron. Sabes, me dijo exactamente lo mismo que tú le dijiste a Ana en su casa, qué si algún día la olvidaba mirase esta imagen y así siempre estaría en mi corazón. Entonces no lo comprendí, pero ahora sé que ella lo sabía. En el momento en que mi padre la llamó ese día supo lo que le pasaría... y esta fue su forma de despedirse de mí.
-Lo siento, no imaginaba que fuese algo así. -Se disculpó de nuevo Álam cerrando el mismo el medallón y mirándola fijamente a los ojos. -Pero deberías alegrarte de tenerlo. Yo ni siquiera conservo eso de mis padres, solo hay una cosa que puedo hacer para recordarlos y hasta ahora ni siquiera he tenido el valor de hacerlo.
Sorprendida por estas palabras, Melissa lo miró esperando que este se explicase mejor y pudo ver durante unos segundos una sombra de duda cruzando sus profundos ojos negros. Sin embargo, esta se esfumó casi al instante y Álam sonrió mientras la cogía por la cintura y la dejaba en su lado de la cama.
-¿Álam?. -Preguntó desconcertada.
-Ahora no es el momento para entretenernos con estas cosas. -Respondió mientras se ponía en pie para vestirse y le dirigía una extraña mirada en la que era difícil distinguir que pasaba realmente por su cabeza en ese instante. -Tenemos un largo camino y parece que de una forma o de otra todo nos lleva hacia allí, ya da igual lo que yo decida.
-Álam, ¿De qué estás hablando?. No entiendo nada de lo que dices. -Insistió ella sentándose sobre la cama.
-No te preocupes, en realidad no es nada. -Aclaró Álam terminando de ponerse la chaqueta y recogiendo su espada para irse. -Anda ahora, levántate de una vez y ve a despertar a Ana. Supongo que querrás despedirte de ella y yo todavía tengo que hablar sobre algo con Nicolai, os esperaré fuera.
-Entonces has decidido dejarla aquí. -Susurró con tristeza Melissa bajando la mirada. -¿Es eso realmente lo que quieres?.
Álam ya no le respondió, ni siquiera se giró de nuevo hacia ella al oír aquellas palabras. Simplemente abrió la puerta de la habitación y salió para dejar que se vistiese tranquila mientras él iba a buscar a Nicolai. Algo que no le llevaría demasiado tiempo dado que este estaba ya esperándole junto a la puerta principal del monasterio.
Tal como él había supuesto, el viejo vampiro no puso ningún problema ante su petición sobre la niña y tan solo insistió de nuevo tratando de convencerlo para que se quedasen en el refugio hasta que Mariana enviase a alguien, pero Álam rechazó su oferta una vez más y los dos esperaron en silencio junto a la puerta hasta que Melissa salió al fin con la niña.
Estaba seria, sin rastro ya en su rostro de la sonrisa con que esa mañana había saludado a Álam. Sabía que era inevitable tomar aquella decisión, pero eso no lo hacía en absoluto más fácil y cuando se cruzó con Nicolai no pudo evitar dudar un momento antes de soltar la mano de la pequeña para dejarla con él.
Aquello sorprendió a Ana. Al ver como Melissa la soltaba y la miraba con tristeza mientras bajaba las escaleras hacia donde estaba Álam trató inmediatamente de seguirla, pero Nicolai la detuvo sujetandola suavemente por uno hombro y esta comprendió de golpe el significado de lo que Melissa le había dicho en su habitación. Sin embargo, para sorpresa de todos aquella pequeña ni siquiera derramó una lágrima al darse cuenta de lo que estaba apunto de suceder. Tan solo los miró con tristeza, aceptando una vez más la perdida de todo lo que conocía, cómo si su corazón ya se hubiese acostumbrado a la tristeza y lo aceptase como algo natural.
-No te preocupes. -Dijo Nicolai mirandola con amabilidad al ver la triste expresión de su rostro. -Aquí estarás bien, en este refugio nadie volverá a hacerte daño.
-Lo sé. -Respondió la niña con la mirada clavada en las blancas escaleras de la puerta. -Melissa me dijo que ellos cuidarían de mí ahora que mis padres se habían ido, si este no fuese un buen sitio para mi no me dejarían aquí.
Al oír esto, Melissa sintió como la poca voluntad que había conseguido reunir para separarse de aquella niña se quebraba por completo de golpe y dio involuntariamente un paso adelante, cómo si su corazón contradijese lo que su propia mente le estaba diciendo y se negase a aceptar dejarla allí. Pero en ese mismo instante notó como la mano de Álam sujetaba la suya impidiendole que siguiese adelante y al girarse hacia él vio como este negaba lentamente con la cabeza.
-No lo empeores. -Dijo con voz seria y casi brusca. -Aunque sea pequeña todavía ha comprendido lo que sucede y decir eso también ha tenido que ser duro para ella, lo mejor que podemos hacer es irnos cuanto antes y no hacerlo aún más difícil.
-Pero... -Trató de replicar Melissa.
-¡Es lo mejor!. -Esta vez la firmeza de la voz y la mirada de Álam terminaron por convencerla por completo y Melissa no dijo nada más, solo miró de nuevo a la niña mientras Álam subía las escaleras y se arrodillaba frente a ella para despedirse. -Lo siento, me gustaría que pudieses quedarte con nosotros un poco más pero la frontera no será segura para nadie mientras dure la guerra y no querría que te sucediese nada.
-¿Volveré a veros algún día?. -Preguntó la pequeña mirandolo con la misma seriedad con que este la miraba a ella.
-Si todo sale como yo espero, lo dudo. -Respondió. -Pero no te preocupes, tendrás a alguien que podrá ocuparse de ti mucho mejor que nosotros, ya lo verás.
-¿Quien?. -Preguntó de nuevo sin comprender del todo aquella respuesta.
-Una amiga nuestra. -Explicó Álam sacando de uno de sus bolsillos una pequeña esfera negra de apenas tres centímetros de diámetro coronada por una diminuta lente circular. -Esto es nuestro regalo de despedida, guardalo bien ¿de acuerdo?. Cuando llegue el momento Nicolai te dirá que hacer con él y es importante que lo tengas.
Una vez más, la niña no comprendió en absoluto lo que Álam acababa de decirle y no supo que responderle, pero decidió hacerle caso y guardó inmediatamente aquel regalo con el mismo cuidado con que había guardado la imagen de sus padres. Satisfecho con esto, Álam se puso de nuevo en pie, se despidió de ella y regresó junto a Melissa que todavía los observaba con tristeza, aunque ahora también podía verse cierta sorpresa en sus ojos a causa de lo que este acababa de hacer.
-¿Nos vamos?. -Preguntó alargando su mano hacia ella.
A modo de respuesta, Melissa cogió su mano y sus únicas palabras fueron un sincero y cálido "te echaré de menos" dirigido hacia la pequeña mientras ambos se daban la vuelta y se alejaban al fin de aquel monasterio. Así, juntos tal y como habían entrado pero sin más compañía esta vez que la suya propia, los dos abandonaron el domo bajo la atenta mirada de Nicolai y la pequeña Ana y no tardaron en subir de nuevo a la nave.
En esta ocasión, y dado que ya habían perdido bastante tiempo esa mañana, Álam decidió ocuparse él de pilotar y el interceptor levantó rápidamente el vuelo dirigiendose esta vez hacia el sur para regresar al continente. Y mientras él pilotaba, Melissa siguió pensando en lo que este había hecho hasta que al fin pareció comprenderlo y levantó de golpe la cabeza mirando fijamente a Álam.
-El proyector. -Exclamó sorprendida. -Eso es lo que le has dado, aquel era el proyector que Mariana puso en tu espada.
-No se lo he dado. -Respondió. -Solo se lo he devuelto a alguien que podrá darselo a su verdadera dueña. Nosotros ya no lo necesitamos.
-Ahora lo entiendo. -Afirmó Melissa en cuyo rostro se dibujó de nuevo su habitual sonrisa. -Por eso te decidiste a dejarla ahí. No quieres que se quede en ese lugar, has hecho todo eso para que Mariana se ocupe de ella.
-Es posible. -Admitió Álam sonriendo. -Pero ahora es mejor que dejemos de preocuparnos por ella y nos ocupemos de nosotros mismos. Todavía nos queda un largo camino por delante y tenemos que decidir que ruta tomaremos.
Dicho esto, Álam acercó su mano a los controles de la parte central del interceptor y pulsó un botón bajo la pantalla del monitor principal. Al instante, este se encendió mostrando un mapa general del continente y Álam lo ajustó hasta que hacer solo visible la zona en la que se encontraban.
-Todavía estamos lejos de la frontera, pero no podremos seguir tan tranquilamente por mucho tiempo. -Explicó moviendo la mano hasta señalar con un dedo el brillante punto rojo que los representaba en el mapa. -Seguir sobrevolando el mar sería un suicidio, si nos acercamos más los radares de limitación de la frontera nos detectarán enseguida. Y aunque pudiésemos atravesarla sin que nos detectasen, toda la costa del territorio humano está protegida por cañones automáticos de largo alcance que derribarían cualquier nave que se acercase. Incluso aunque volásemos en una nave humana nos harían pedazos, por eso ni siquiera los soldados de tu padre intentan atacarnos por mar.
-¿Qué hacemos entonces?.
-Lo mejor será que sigamos por tierra. -Continuó Álam deslizando su dedo hacia la costa del continente. -Nos acercaremos cuanto podamos a la frontera y dejaremos la nave en la costa para seguir a pie. Nos llevará unos días llegar, pero los soldados de tu padre nos estarán buscando más al sur y los puestos de control de esta zona no estarán tan alerta.
-¿Seguro que podremos acercarnos tanto? -Dudo Melissa dirigiendo su mirada hacia el punto que señalaba Álam. -La costa estará vigilada cerca de la frontera, sería más seguro si dejásemos la nave más lejos aunque tengamos que caminar un poco más.
-No te preocupes, conozco un lugar en la costa que no está vigilado.
-¿Dónde está?. -Preguntó ella intrigada.
-Aquí. -Mientras decía esto, Álam señaló un pequeño punto blanco dibujado en uno de los salientes de la costa y su mirada se oscureció de pronto. -En esta parte de la costa ya no hay nada. Ni pueblos, ni bases del ejército... nada.
-¿Por qué?. -Insistió Melissa cuya mente empezaba a comprender lo que ocurría pero sentía que, de algún modo, Álam quería que ella se lo preguntase.
-Hace diez años toda la zona fue arrasada por un terrible incendio y desde entonces nadie se ha atrevido a vivir ahí. El fuego fue tan brutal que muchos creen que se trató de una erupción volcánica y han preferido alejarse... incluso los soldados. -Respondió girandose hacia ella y mirandola con la misma. -Pero no te preocupes, no es nada de eso. Ese lugar es seguro ahora.
-¿Es tu pueblo verdad?. -Álam asintió con la cabeza en respuesta a su pregunta y esta trató de sonreír para animarlo. -Ahora entiendo lo que me dijiste en el cuarto del monasterio. Me alegro de que te hayas decidido a hacer eso, estoy segura de que estén donde estén tus padres se alegrarán de que vuelvas a visitarles.
-Lo dudo. -Replicó Álam. -Por lo que sé ni siquiera hay tumbas, no quedó lo suficiente de la gente del pueblo como para poder enterrarlos. Simplemente hicieron una especie de monumento en honor a los muertos y enterraron bajo él los pocos restos que encontraron.
-Aún así, es tu pueblo. -Continuó Melissa alargando la mano hasta posarla sobre el hombro de Álam. -Seguro que te sentirás mejor al estar allí de nuevo.
-Sea o no así, no es esa la razón por la que voy allí. -Replicó Álam dirigiendole una última mirada antes de volver a girarse hacia adelante. -Aunque reconozco que echo de menos todo aquello, probablemente más de lo que me gustaría admitir.
Dicho esto, Álam aceleró la nave forzando al máximo sus motores y se dirigió hacia el punto que él mismo acababa de marcar en el mapa volando bajo la línea de la costa para evitar en la medida de lo posible los radares del continente. Sin sospechar que, en aquel preciso instante, dos ojos los observaban desde la distancia a través del amplificador de imagen de su armadura mientras su dueño avanzaba trabajosamente entre los cascotes con la esperanza de que la nave que lo había llevado hasta allí siguiese todavía en su sitio.
Estaba herido, sediento y, sobretodo, preocupado por las consecuencias que su nuevo fracaso pudiese traer. Pero aquello no era suficiente para que se rindiese, aún en aquel estado, la voluntad de hierro y el honor que durante tantos años habían sido su principal pilar de apoyo lo impulsaban a seguir adelante y solo le quedaba confiar en que pudiese encontrarlos de nuevo a tiempo o que, de alguna forma, aquel "cachorro" en el que tantas esperanzas habían puesto sobrepasase de nuevo sus propias expectativas consiguiendo lo que parecía imposible.

Ajenos por completo a esto, los dos jóvenes continuaron su rápido vuelo hacia la costa y en apenas un par de horas el interceptor alcanzó de nuevo el continente gracias a la velocidad a la que Álam lo obligaba a volar ahora. Tal cómo este había dicho, la zona estaba desierta y nada perturbaba el verde bosque que cubría las suaves colinas de la costa. Ni poblados, ni torres de vigilancia, ni fortalezas... ¡Nada!. Parecía como si incluso los vampiros hubiesen huido de aquel lugar. Y pronto sabrían el por qué.
En cuanto la nave alcanzó a costa y se desplazó un par de kilómetros hacia el oeste, un gigantesco círculo yermo apareció de pronto frente a ellos interrumpiendo la monotonía del bosque y Melissa observó atónita la magnitud de la destrucción que aquel al que tanto amaba había sido capaz de causar cuando era apenas un niño.
De más de tres kilómetros de radio, un descomunal agujero se abría entre las colinas como el cráter de un verdadero volcán en cuyo interior no parecía sobrevivir forma alguna de vida. Incluso las rocas aparecían ennegrecidas a pesar de los años y ni siquiera había ya restos del pueblo original que una vez se había levantado en aquel lugar. Tan solo el monumento del que le habían hablado permanecía en el centro de aquel antagónico oasis como prueba de que alguna vez había existido algo más en aquel lugar. Aunque el tétrico color negro del mármol con que aquel enorme monolito había sido hecho dejaba claro a simple vista que el recuerdo del que era guardián no era exactamente agradable.
-Hemos llegado. -Dijo al fin Álam al cabo de unos segundos de silencio mientras sus ojos vagaban sin dirección por aquel páramo árido. -¿Entiendes ahora por qué no vive nadie aquí?.
-¿Este era tu pueblo?. -Consiguió preguntar Melissa apartando su mirada de todo aquello, incapaz de creer que la historia de Álam fuese cierto y él pudiese haber causado una destrucción semejante. -No puede ser, es... es imposible. ¿Cómo puede un niño haber causado algo así?. Ni siquiera un incendio habría podido hacer algo semejante, esto no puede haber sido culpa tuya Álam, el fuego no habría...
-No fue solo el fuego. -La interrumpió, todavía sin mirarla pero consciente de que ahora los ojos de esta se dirigían a él y no a aquel lugar. -El incendio es lo único que yo recuerdo, pero eso fue solo el principio. El fuego empezó cuando yo todavía estaba consciente y mi mente aún mantenía cierto control, pero luego... Solo una persona sabe realmente que sucedió, aunque nunca me lo dijo y dudo que algún día llegue a hacerlo. Supongo que eso es algo que debo agradecerle.
-Pero entonces, si el fuego no hizo esto... ¿Qué fue lo que arrasó el pueblo?.
-Es difícil saberlo. -Explicó Álam respirando profundamente mientras se apoyaba en el respaldo del asiento y giraba la cabeza hacia Melissa. -Los poderes de un psíquico pueden variar entre simples incendios hasta verdaderas tormentas eléctricas concentradas sobre un mismo punto. Todo esto sin olvidar la telequinesis y muchas otras cosas que ni siquiera tienen nombre. Es imposible saber qué fue lo que sucedió aquí exactamente sin haberlo visto, pero lo que está claro es que no fue simple un simple incendio.
-¿Y ese hombre del que has hablado?. -Preguntó ella de nuevo sin apartar sus ojos de los suyos, incapaz de desviar su mirada de aquellos diamantes negros cuyo habitual brillo aparecía oscurecido ahora por una mezcla de tristeza y algo todavía más profundo que ella no conseguía descifrar. -Dijiste que no hubo supervivientes en el pueblo, ¿Quien era entonces?.
-Ese hombre... es mi comandante. -Respondió. -El dirigente principal de los Hunters, el mismo que me envió a esta misión con la esperanza de deshacerse de mí.
-¿El mismo que te salvó?. -Se sorprendió Melissa. -¿El que me dijiste que te había encontrado tras el ataque y te había salvado al llevarte con los Hunters?.
-El mismo. -Asintió Álam con una extraña sonrisa mientras volvía a mirar hacia adelante y sujetaba de nuevo los mandos de la nave. -Resulta irónico, lo sé. El mismo hombre que me salvó la vida me condenó a muerte diez años después enviandome a una misión sin retorno. Pero no puedo culparle por ello, en cierto modo eso era también lo que yo quería. Aunque estoy seguro de que esa no fue la razón por la que lo hizo, no es alguien que esté dispuesto a perder algo por nada y dudo que llegase a confiar en este plan en algún momento.
-¿Entonces por qué te envió?.
-Por desesperación. -Continuó. -El plan no tenía futuro, pero era la única solución para acabar con la guerra y sabía que solo un plan tan descabellado y con tan pocas probabilidades de éxito sería aceptado por el consejo. Supongo que el elegirme a mí fue simplemente lo más conveniente para él y para el resto de mis compañeros. Así se libraban de un peligro potencial como yo y ahorraba la vida de un Hunter ya experimentado.
Melissa no comprendió del todo esto. No sabía nada sobre la organización política de los humanos y no alcanzaba a entender el por qué de aquella diferencia de ideas entre el Consejo, que supuestamente dirigía a los humanos, y una organización tan importante para ellos como los Hunters. Lo único que si notó al oír aquello fue que en la voz de Álam no parecía haber el mismo resentimiento al hablar de aquel hombre cómo cuando hablaba de los humanos en general. Y esto la desconcertaba aún más.
-No parece que le odies por eso. -Dijo con cierta cautela, esperando no decir algo que pudiese molestarle pero intrigada por su posible respuesta.
-No podría hacerlo. -Aclaró Álam con voz seria y nostálgica mientras maniobraba la nave hacia un pequeño claro cercano al borde del bosque y la hacía descender ocultándola entre los árboles. -Él me salvó la vida, se ocupó de mí cuando era pequeño e incluso me entrenó personalmente durante años... supongo que en cierto modo siento que se lo debía.
-Creo que te entiendo. -Afirmó Melissa. -Pero no estoy de acuerdo con lo que dices. Qué te salvase la vida no le daba ningún derecho sobre ella, tú no le debías nada.
-Puede que tengas razón. -Respondió él esbozando una sombría sonrisa al tiempo que giraba la cabeza de nuevo hacia ella y la nave se posaba con un suave golpe sobre la nieve que cubría el claro. -Pero de todas formas me siento mejor ahora. La próxima vez que le vea sabré que no le debo nada y las cosas serán muy diferentes entre ambos.
Dicho esto, Álam desactivó por completo la nave y, tras coger su espada y la mochila con las provisiones, abrió ambas puertas para que los dos pudiesen salir de la nave. El aire estaba frío, aunque no tanto como en el islote que acababan de abandonar, pero aún en el interior del bosque la influencia del gélido mar que bañaba la costa era más que patente y Melissa se cerró la chaqueta con la mano mientras corría hasta donde estaba Álam intentando entrar en calor. Una vez juntos, los dos se internaron entre los altos y robustos árboles que los rodeaban y no tardaron en salir de nuevo del bosque. En ese instante, Álam se detuvo de golpe observando la desolación que él mismo había causado y dirigió su mirada hacia el otro lado de aquella llanura circular, procurando evitar encontrarse con la oscura sombra de aquella espina de mármol negro.
-Seguiremos por allí. -Dijo señalando una pequeña abertura entre los árboles del bosque situada al sudeste de la llanura. -Seguir cerca de la costa no sería seguro y conozco un viejo camino que lleva hacia un valle cercano en esa dirección, por él nos será fácil alcanzar la frontera. Si es que queda todavía algún rastro de ese camino.
-¿No vas a ir a verles?. -Preguntó Melissa ignorando por completo sus palabras al tiempo que levantaba una de sus manos hasta colocarla sobre el hombro de Álam, hablando con una seriedad poco habitual en ella y dirigiendole una cariñosa mirada con la que esperaba hacerle entender que comprendía lo que él sentía en aquel instante. -Tal vez no sea su tumba, pero es el único recuerdo que queda de ellos y tal vez no vuelvas a tener la oportunidad de venir aquí. Estoy segura de que te sentirás mejor si te acercas a despedirte.
Al oír estas palabras, Álam bajó la mirada un instante como si estuviese pensando en lo que acababa de decirle hasta que, al fin, giró la cabeza hacia ella y Melissa pudo ver en su mirada una tristeza todavía mayor que la que había visto el día en que habían llegado a Kara. Sus ojos parecían carentes de vida, oscurecidos por una tristeza desgarradora que hizo incluso estremecerse el corazón de la propia Melissa y despertó por unos segundos viejos recuerdos que ella misma guardaba en su corazón y la ayudaban a comprender perfectamente lo que sentía Álam. Sin embargo, en medio de toda aquella tristeza pudo ver también algo más, como una débil luz en el fondo de sus ojos que iluminaba el tenue reflejo de su propio rostro que ella podía ver ahora en la temblorosa superficie de sus ojos. Y cuando este movió una de sus manos hasta sujetar de nuevo la suya con la misma suavidad que de costumbre, comprendió cual era la causa de aquel brillo y en su rostro se formó una débil sonrisa mientras él tiraba de su mano y los dos se alejaban juntos hacia el monumento.
Ninguno de los dos dijo nada durante los minutos que ambos pasaron caminando juntos por aquel desierto de roca, sus ojos habían dicho ya bastante al mirarse y solo cuando ambos se detuvieron sobre la gran losa circular que rodeaba la base del monolito sus manos se soltaron de nuevo.
En ese instante, Melissa comprobó con sus propios ojos que aquel monolito era algo más que un simple homenaje anónimo y en la superficie negra del mármol, interrumpida tan solo de vez en cuando por pequeñas vetas blancas de color blanco que rodeaban todo el monolito como las raíces de una extraña planta, pudo ver grabados a modo de epígrafe los nombres de todos los habitantes del pueblo.
Álam, sin embargo, pareció no darse cuenta apenas de esto y se alejó de ella lentamente acercandose a la base de la descomunal columna negra hasta estar lo suficientemente cerca como para tocarla con la palma de una de sus manos. Durante unos segundos se quedó allí, inmóvil con la mano sobre la columna y los ojos cerrados cómo si estuviese tratando de aislarse de todo lo que lo rodeaba. Hasta que, al cabo de casi cinco minutos en silencio:
-¿No notas nada?. -Dijo con voz suave, en un tono extrañamente solemne.
-No. -Negó Melissa desconcertada, sin comprender en absoluto a que podría referirse este.
-Es extraño. -Continuó Álam. -Al tocar esta roca siento cómo si no estuviésemos solos en este lugar. Es difícil de describir, como si mi mente supiese que hay algo más aquí de lo que nuestros sentidos son capaces de percibir pero fuese incapaz de decirme que... es muy extraño. Supongo que el inhibidor no es realmente tan efectivo como creen.
-¿Qué quieres decir?. -Preguntó acercandose a él y mirandolo ahora un tanto preocupada.
-Sería complicado explicarlo, pero podría decirse que los Psíquicos tenemos una percepción especial, como un sentido añadido a los demás. -Mientras decía esto, Álam apartó la mano del monolito, abrió de nuevo los ojos y la miró esbozando una extraña sonrisa que no hizo si no sorprenderla aún más. -Supongo que mis recuerdos o lo que sucedió aquí ese día están influyendo ahora en ese sentido y me hacen sentir así.
-La verdad es que sigo sin entenderlo del todo. -Admitió Melissa devolviendole la sonrisa. -Pero me conformo con ver esa sonrisa, ahora te sientes mejor ¿Verdad?.
-Sí. Supongo que en el fondo tenías razón, necesitaba venir aquí y despedirme de ellos una última....
Antes incluso de terminar su frase, Álam se quedó en silencio de golpe y Melissa observó desconcertada como este le indicaba con la mano que no hiciese ningún ruido y se acercaba lentamente al borde de la columna. Había oído algo, aunque Melissa ni lo hubiese notado sus sentidos entrenados durante años para aquello oído perfectamente el sonido de unos pasos sobre la roca de la llanura y este se asomó con cuidado al borde del monolito para buscar la fuente de dicho sonido.
-Álam, ¿Qué ocurre?. -Trató de preguntar en voz baja Melissa pegandose también al mármol y acercándose a él.
-Viene alguien. -Murmuró Álam en un tono apenas audible. -No hagas ruido, no creo que nos haya visto todavía.
-¿Crees que será uno de los soldados de mi padre?. -Preguntó de nuevo.
-Aún no lo sé. -Respondió mientras buscaba con la mirada el origen de aquellos pasos. -No veo a nadie pero sé que está ahí, sus pasos se oyen cada vez más fuertes. No tiene sentido, a menos que...
Justo en el instante en que decía esto, Álam pareció darse cuenta de algo de pronto y miró con más atención hacia el lugar del que provenían los pasos buscando esta vez algo muy distinto. Y lo encontró.
A apenas unos metros ya de ellos distinguió una difusa silueta humana moviendose sobre la llanura y fundiendose a cada paso con el paisaje que la rodeaba. Sin embargo, su camuflaje era inútil en aquel momento ya que el Sol brillaba todavía con fuerza en el cielo y la oscura sombra que la seguía la hacía aún más visible permitiendo que Álam lo encontrase sin problemas ahora que sabía exactamente qué estaba buscando.
-Un Hunter. -Murmuró más para sí que para la propia Melissa. -¿Qué estará haciendo aquí?.
-¿Uno de tus compañeros?. -Dijo mucho más tranquila Melissa. -Eso es estupendo, por fin alguien que podrá ayudarnos.
-Yo no estaría tan seguro. -La contrarió Álam todavía completamente serio. -No sabemos que misión le han encomendado ni qué hace aquí, prefiero no arriesgarme.
-¿Qué vas a hacer entonces?.
A modo de respuesta, Álam le indicó que se callase y se colocó junto a ella pegando la espalda al monolito de forma que quedaba justo junto a la esquina del mismo. Al mismo tiempo, cerró su puño derecho con todas sus fuerzas y levantó el brazo hasta su hombro izquierdo preparándose para recibir a su compañero.
Durante unos interminables segundos los pasos se hicieron más y más fuertes, la tensión de ambos fue en aumento y cuando al fin la sombra del cazador apareció en el suelo precediendo a su dueño Melissa pudo ver como los músculos de Álam se tensaban de golpe tal como haría cualquier depredador segundos antes de lanzarse sobre su presa. Y eso fue lo que hizo Álam, en el instante en que el cazador rebasó el borde del monolito, descargó un fuerte golpe hacia el pecho del mismo y su antebrazo lo golpeó de lleno derribándolo al instante.
Cogido por sorpresa, el cazador rodó por el suelo todavía semiaturdido tratando de evitar un nuevo ataque y trató inmediatamente de ponerse en pie para defenderse, pero ya era inútil. Álam había intuido cada uno de sus movimientos y se había adelantado a ellos de forma que, cuando este al fin se decidió a dejar de rodar por el suelo y levantarse, el extremo de su espada estaba ya apuntando a su cuello y el cazador no tuvo más remedio que rendirse. O al menos eso era lo que él pretendía que pareciese.
-Si yo fuese tú ni lo intentaría. -Amenazó Álam acercando más su espada al cuello del cazador al ver como este movía lentamente su mano hacia la empuñadura de un puñal de plasma. -Mírame bien, no somos enemigos. Tan solo quiero saber qué haces aquí, luego podrás seguir con tu misión.
Al oír esto, el cazador pareció sorprenderse y levantó inmediatamente la cabeza para mirar a Álam. Al instante, y para sorpresa de este último, sus manos se alejaron por completo de sus armas y este pareció desistir por completo.
-¿Álam?. -Preguntó una voz metálica deformada por el micrófono del casco que llevaba puesto.
-¿Nos conocemos?. -Se sorprendió Álam observando ahora con mayor interés al recién llegado.
-¡Maldita sea, claro que nos conocemos!. -Replicó inmediatamente el cazador en un tono nada acorde con la situación en que se encontraba en ese instante. -Ahora aparta esa espada de mi cara de una vez si no quieres que me enfade de verdad. ¿Te parece esta forma de recibirme?.
-No puede ser. -Nada más oír aquellas palabras, Álam pareció reconocer la forma de hablar de aquel extraño y apartó lentamente la espada sin dejar de mirarle en ningún segundo. -¿Alys?, ¿Eres tú?.
Lejos de responder a su pregunta, el cazador se puso de nuevo en pie aprovechando que Álam ya no se lo impedía y dejó escapar una pequeña carcajada mientras se quitaba el casco dejando al fin al descubierto su verdadero aspecto. Lo que, en esta ocasión, sorprendió más a Melissa que al propio Álam.
Para sorpresa de esta, el recién llegado no era un cazador, sino una cazadora. Una joven no mayor que ellos cuyas femeninas formas eran perfectamente distinguibles bajo su armadura ahora que había desactivado el camuflaje y que miró a Álam con una alegre sonrisa que nada tenía que ver con la forma en que acababa de hablarle. Era alta, no tanto como Álam pero si más de lo habitual en una mujer, de tez morena, cabello corto a la altura de la barbilla y ojos tan negros y profundos como los del propio Álam. Su cuerpo parecía fuerte y flexible, fruto sin duda de horas de entrenamiento como el de Álam, pero los rasgos de su rostro eran suaves todavía, no los de alguien curtido en el campo de batalla.
-¡Claro que soy yo!. -Dijo hablando de nuevo en un tono furioso que contrariaba la sonrisa de su rostro. -¿Es que crees que alguien más se molestaría en venir a buscarte aquí?.
-Esto si es una sorpresa. -Admitió Álam guardando su espada a su espalda de nuevo y devolviendole la sonrisa a la recién llegada. -¿Qué haces tú aquí?.
-¿Que qué hago aquí?. -Repitió todavía en el mismo tono Alys acercándose unos pasos a él mirándolo fijamente. -Esos imbéciles del cuartel general te han dado por muerto y se negaron a mandar a nadie a buscarte, pero cualquiera con un poco de sentido común sabría lo que significaban todas esas patrullas partiendo de la fortaleza de Nathaniel. Y cómo ellos no pensaban hacer nada tuve que ocuparme yo misma de venir a por ti. ¡Eso hago aquí!. Al menos podrías darme las gracias y no un golpe a modo de saludo.
-Lo siento. -Se disculpó Álam sin dejar de sonreír. -No sabía que eras tú. Pero no deberías estar aquí, esto es muy peligroso, más aún si has venido sin la autorización del comandante. Y yo puedo arreglarmelas perfectamente solo, ya lo sabes.
-Si, eso parece. -Dijo con un extraño timbre en la voz al tiempo que giraba la cabeza hacia donde estaba Melissa. -Ya veo que no te has aburrido durante estos días. ¿Quién es?.
Al oír esto, Álam recordó que todo aquello debía ser cuando menos desconcertante para Melissa y se acercó de nuevo a ella para tratar de explicarle lo que estaba sucediendo.
-Se llama Melissa. -Dijo mientras se colocaba a su lado y le dirigía una tranquilizadora sonrisa. -Ella es la responsable de que esté aquí ahora. Estaba prisionera en la fortaleza y me salvó la vida ayudandome a huir de allí, sin su ayuda no habría llegado tan lejos.
Dicho esto, Álam miró a Melissa para asegurarse de que esta no diría nada referente a su verdadera identidad y le presentó a la cazadora que ahora los miraba a ambos con algo más que curiosidad.
-Tranquila, Alys está de nuestro lado. Fue mi compañera en los cadetes y trabajamos juntos en un par de misiones, es una de las pocas personas en las que sí puedo confiar.
-Y además, aunque él suela olvidarse de mencionarlo, soy lo único parecido a un amigo que tiene. -Concluyó la propia Alys completando su explicación por él y acercándose también a Melissa. -O al menos que tenía, porque parece que eso ha cambiado ahora. ¿Me equivoco?.
Justo en el instante en que decía esto, Alys alargó su mano hacia Melissa y le dirigió una extraña y casi desagradable mirada que Álam apenas apreció pero que no pasó en absoluto desapercibida para ella. A pesar de sus palabras, podía ver el inconfundible brillo de la rivalidad en sus ojos y sabía perfectamente el por qué de dicha mirada ya que, en ese mismo instante, era más que consciente de que sus propios ojos expresaban precisamente lo mismo mientras le estrechaba amablemente la mano.
-En absoluto. -Respondió sosteniendo su mirada y forzando una sonrisa. -Encantada de conocerte... Alys.



El encuentro entre ambos cazadores resultó mucho más frío de lo que Melissa había podido esperar. A pesar del peligro que aquella mujer había corrido al venir a buscar a Álam a aquel lugar, ninguno de los dos pareció darle demasiada importancia al asunto y esta se encontró caminando tras ellos al cabo de apenas unos minutos siguiendo el plan original de Álam de cruzar el bosque hacia el valle que los llevaría a la frontera.
Alys no habló mucho más sobre si misma o sobre su viaje hasta allí, tan solo lo justo para responder a las preguntas de Álam sobre el estado de la frontera y las patrullas que la vigilaban en aquella zona, pero nada más. No hubo más explicaciones sobre el por qué de su viaje o cómo los había encontrado, aunque, a decir verdad, lo que más desconcertaba a Melissa no era esto, sino que Álam tampoco hiciese más preguntas.
Álam conocía a aquella cazadora mejor incluso que a ella misma y ni siquiera necesitaba preguntarle por qué estaba allí o por qué había desobedecido así las órdenes de sus propios superiores. Y esto la inquietaba.
Hasta ese día ella había sido la única compañía de Álam, lo único en que este podía apoyarse si lo necesitaba o, como él le había insistido una y otra vez, lo único que le quedaba para seguir adelante. Pero ahora ya no era así, aquella desconocida también formaba parte de la vida de Álam y esto la hacía sentirse desplazada. Sabía que era una estupidez y que todavía no tenía motivos para sentirse amenazada por Alys, pero no podía evitar sentir cierto recelo al ver como ambos caminaban juntos frente a ella sin prestarle la más mínima atención, cómo si incluso Álam se hubiese olvidado de su presencia allí.
Lo que ella no sabía, sin embargo, era que no era la única en ese instante que se sentía así. Tal como ella misma había dicho, Alys era lo más parecido a un amigo que Álam tenía entre los humanos y podía presumir de conocerle mejor que nadie. Por eso, al encontrarse con él de nuevo en aquel lugar todo lo que creía saber sobre el que durante años había sido su compañero en los cadetes de los Hunters se había venido abajo al ver a Melissa a su lado.
Alys había pasado años con él y jamás había conseguido acercarse lo suficiente a Álam como para saber qué pasaba realmente por su cabeza, tan solo había aprendido a intuir sus reacciones, pero nunca había llegado a saber el por qué real de aquel comportamiento distante y arisco que lo caracterizaba. Lo que hacía más extraño si cabe encontrarlo ahora viajando con aquella muchacha.
Debido precisamente a esto, Alys sí decidió hacer preguntas acerca del viaje de Álam y los dos pasaron las horas siguientes hablando sobre todo lo que le había sucedido durante aquellos días mientras se adentraban más y más en el bosque con Melissa caminando siempre un paso por detrás de ellos. Escuchando perfectamente todo lo que decían, pero manteniendose fuera de la conversación por temor a decir algo que Álam prefiriese no contarle a aquella cazadora.
Álam le habló de su misión, de su llegada al valle de la fortaleza, su entrada en la misma y todo lo que había sucedido después. Cómo lo habían capturado, cómo había conocido allí a Melissa y, por supuesto, cómo esta le había salvado la vida ayudándole a huir. Lo que no le contó, sin embargo, fue quién era realmente Melissa ni porqué había fracasado al intentar matar a la princesa.
Evitando convenientemente todo aquello que podrían relacionarlos de alguna forma con los vampiros, Álam fue narrandole a su antigua compañera de armas las peripecias de su viaje y esta pareció no encontrar nada extraño en él. Nada, esto es, salvo el hecho de que este hubiese decidido llevarse con él a Melissa, pero era algo a lo que estaba segura de que no le contestaría aunque le preguntase y se conformó con lo que este le contaba.
No hubo más incidentes durante el resto de aquel día. Gracias a la protección que los árboles les brindaban y al hecho de que tanto Alys como Álam pareciesen conocer el camino, los tres recorrieron sin problemas el sendero que los llevaba al otro lado de las colinas deteniendose tan solo una vez para comer algo aprovechando que la nieve comenzaba a desaparecer en el suelo del bosque y esa misma tarde se encontraban ya mirando su destino final.
Justo al otro lado del bosque, donde el sendero que seguían salía de entre los árboles y moría apenas unos metros más adelante en una abrupta pendiente rocosa que descendía hacia la llanura, podía verse ya el pequeño valle del que había hablado Álam. No era muy profundo, rodeado tan solo por pequeñas colinas dispuestas paralelamente de Norte a Sur de forma que estas franqueaban el lento y tranquilo cauce del río Obi guiandolo hacia su desembocadura unos kilómetros más al Norte. Pero esto era precisamente lo que lo convertía en el lugar perfecto para sus propósitos.
Más al sur, donde el río se curvaba hacia el Oeste y las colinas desaparecían por completo, las fortalezas de Nathaniel controlaban por completo las llanuras y les sería imposible acercarse más a la frontera. Allí, sin embargo, tan solo una fortaleza situada en lo más hondo del valle parecía vigilar aquella zona y el ejército confiaba mayormente en la eficacia de los radares situados en la cima de las colinas para prever cualquier ataque. Algo muy efectivo sin duda frente a naves o cualquier otro vehículo de ataque que los humanos pudiesen enviar, pero por completo inútil para detectar a solo tres humanos que y, por tanto, perfecto para los tres jóvenes.
Divisado ya su objetivo, Álam se tomó un tiempo para observar con atención el valle buscando una ruta lo más segura posible para llegar al otro lado y, tras consultarla con Alys, decidió regresar de nuevo al bosque para descansar un rato hasta que llegase el momento de continuar su camino. Algo que sorprendió bastante a Melissa dada la prisa que este solía tener por seguir adelante.
-¿No vamos a seguir hoy?. -Preguntó mientras apoyaba un hombro en el grueso tronco de un gran abeto.
-A partir de ahora caminaremos de noche. -Aclaró Álam dejando su mochila al lado del mismo árbol y dirigiendole una tranquila sonrisa. -Este bosque será el único refugio que encontraremos hasta llegar al otro lado del valle y sería peligroso salir al descubierto mientras haya luz. Aquí el ejercito ya no nos busca solo a nosotros, están en constante alerta debido a la proximidad de la frontera y es mejor no correr riesgos ahora que estamos tan cerca.
-Vaya, eso es nuevo. -Exclamó irónicamente Alys sentandose en el suelo junto a otro árbol y apoyando en él su espalda. -¿Desde cuando te has vuelto tú prudente?. Antes tendías a buscar a los soldados más que a evitarlos y simplemente te quitabas de en medio a cualquier vampiro que se te cruzase por delante... o incluso a nosotros si se nos ocurría hacerlo.
-Muy graciosa. -Replicó Álam girando la cabeza hacia ella.
-¿Graciosa?. -Repitió Alys esbozando una sonrisa burlona. -No estaba bromeando, y tú lo sabes perfectamente.
-Ahora no estamos en una misión. -Matizó Álam. -Además, eres la única que tiene una armadura, dudo que nosotros consiguiésemos llegar lejos mientras el Sol siga tan alto.
-Si, claro, lo que tú digas. -Aceptó de mala gana Alys. -En fin, supongo que al menos podré descansar un rato.
Dicho esto, Alys dejó el casco de su armadura en el suelo y cruzó ambos brazos tras su cabeza para recostarse por completo sobre el tronco del árbol sin la menor intención de seguir una discusión que sabía perfectamente no la llevaría a ninguna parte. Al mismo tiempo, y puesto que parecía ya claro que se quedarían allí, Melissa se sentó también junto al árbol en el que se había apoyado y miró a Álam esperando que este hiciese lo mismo. Sin embargo, este tenía ya otros planes para esa tarde, aunque antes había algo que lo preocupaba y esperaba poder aclarar.
-¿Te encuentras bien?. -Preguntó sorprendiendo tanto a Melissa como a la propia Alys que los observaba con curiosidad desde donde estaba. -No has dicho nada en todo el día, ¿seguro que no te ocurre nada?.
-Claro que no. -Mintió Melissa forzando una sonrisa. -Suponía que tendríais mucho de hablar entre vosotros y no quería molestaros, no me pasa nada.
-Eso suponía. -Respondió Álam mirandola ahora completamente serio. -Y si has pensado aunque solo fuese un instante que podías molestarme entonces es algo más que nada. Pero ahora tengo que ocuparme de la guardia, ya hablaremos después.
-¿Vas a hacer guardia?. -Dijo Melissa un tanto desconcertada por esto. -¿Por qué, no sería más seguro si nos quedásemos los tres juntos?.
-En un sitio como este no. -Explicó Álam. -Aquí no podrán vernos desde los patrulleros y estoy seguro de que nadie vendrá por el sendero que hemos seguido nosotros, pero podría acercarse alguna patrulla desde el valle y estaremos más seguros si alguien vigila desde el borde del bosque. Además, ahora que Alys está con nosotros sé que estarás segura aunque yo no esté aquí, puedes confiar en ella.
-¿Eso que acabo de oír era un cumplido?. -Preguntó inmediatamente Alys cortando cualquier posible respuesta por parte de Melissa. -Ahora sí que me has sorprendido, ¿Seguro que no te has dado ningún golpe en la cabeza durante estos días?.
-Me he llevado más de uno. -Sonrió Álam mientras cogía su espada en una mano. -Y procura no ponerte muy cómoda, a ti te toca el segundo turno de guardia.
-¡Bah, olvida lo que he dicho!. -Replicó al instante Alys frunciendo el ceño. -Sigues siendo el mismo de siempre. Al menos podías darme las gracias por haber venido a buscarte y ofrecerte a hacer tú mi turno, eso sería lo que haría un caballero.
-Pero ya sabes que yo nunca lo he sido. -Finalizó Álam alejándose ya de ellos y despidiendose con la mano. -Además, eres tú la que siempre quería que la tratásemos como un Hunter más y no como una mujer, no te quejes ahora.
-Bonita escusa. -Insistió Alys forzando ya la voz para que la oyese. -Tú siempre has tratado así a todo el mundo Álam, no solo a mí. -Justo en el momento en que decía esto, Alys hizo una pausa al ver que Álam ya había desaparecido tras los árboles y bajó de pronto la voz al tiempo que giraba su cabeza hacia Melissa. -O al menos hasta ahora... tú siempre habías sido así.
Melissa no llegó a oír estas palabras, la voz de Alys era casi un murmullo mientras pronunciaba aquella frase y esta tan solo notó de nuevo aquel extraño brillo en su mirada cuando las dos se miraron por un instante. Algo que no le agradó en absoluto e hizo que bajase la cabeza para evitar encontrarse con los ojos de la cazadora.
Aquella no era una forma muy agradable de comportarse y ella lo sabía, pero era incapaz de encontrar nada de que hablar con aquella mujer y decidió intentar al menos dormir un rato aún siendo de día para descansar tal y como Álam le había dicho.
Alys, sin embargo, tan solo se quitó el torso de la armadura para acomodarse un poco mejor hasta que llegase su turno de vigilancia y se limitó a observar con cierta curiosidad a Melissa desde donde estaba. Aquella muchacha la intrigaba. Su aspecto, su ropa, su forma de comportarse, incluso la forma en que se había reclinado junto al árbol doblando las piernas y abrazando sus propias rodillas para apoyar sobre ellas la cabeza le resultaba curiosa para una mujer que no debía estar muy lejos de su propia edad. Aunque no era esto lo que más la intrigaba sino la forma en que Álam se comportaba con ella.
No era tan estúpida como para no haberse dado cuenta de que cuando Álam la había llamado "amiga" había querido decir algo más y ella misma se lo había confirmado al presentarse, pero jamás habría supuesto que algo así pudiese afectar de tal forma a alguien tan frío como Álam. Aunque, por lo que parecía, este solo se comportaba así con Melissa y con ella seguía siendo tan "agradable" como de costumbre. Y esto era algo que la inquietaba aún más y hacía que mirase todavía con mayor interés a aquella joven. Lo que, como era de esperar, acabó llamando también la atención de esta que levantó la cabeza al darse cuenta de cómo la miraba y se decidió al fin a hablarle.
-¿Tan extraña te parezco?. -Pregunto en un tono suave, reservado pero a la vez amistoso.
-Supongo que no se me da demasiado bien ocultar lo que pienso. -Respondió Alys sonriendo ligeramente, dandose cuenta ahora de que aunque su aspecto recordase más al de una niña que al de una mujer su mente no era tan inocente como había supuesto.
-No mucho. -Confirmo Melissa devolviendole la sonrisa. -Además, Álam ya me había dicho que no me parecía mucho a las demás mujeres que conocía, por eso no me sorprende demasiado.
-En realidad esto tampoco es decir mucho. -Se rió Alys sorprendiendo a la propia Melissa. -Conozco a Álam casi desde que llegó a los Hunters y te aseguro que su experiencia con las mujeres no ha sido exactamente amplia.
-Aún así. -Continuó Melissa. -Parece que él ya no es el único que lo piensa. Y tú siendo también una mujer podrás opinar un poco mejor.
-Si te soy sincera a veces me pregunto si realmente alguien a parte de mí se ha dado cuenta de que lo soy. Pero sí es cierto que no pareces muy corriente, aunque eso tampoco quiere decir que seas exactamente extraña.
Al oír esto, Melissa miró totalmente desconcertada a Alys tratando de encontrar significado a aquella frase y se ganó una nueva sonrisa de la cazadora que empezaba a encontrarse extrañamente a gusto hablando con ella. No había olvidado quién era ni lo que representaba para ella, pero le resultaba realmente sencillo olvidar su hostilidad hablando con ella y no vio motivos para no seguir.
-No es tan complicado como parece. -Explicó. -Es más una sensación que otra cosa, cómo si al mirarte estuviese viendo a alguien que no pertenece al mismo mundo que yo.
-¿Y eso no te parece extraño?. -Preguntó de nuevo Melissa.
-No en el sentido que tú crees. -Respondió la cazadora. -No resultas extravagante ni nada parecido, tan solo... diferente. Pero al mismo tiempo tu aspecto resulta familiar, es cómo estar mirando a alguien salido de uno de nuestros libros de historia.
-Una.. princesa... -Susurró Melissa bajando la mirada.
-No te hagas tantas ilusiones. -Bromeó Alys. -Yo tampoco diría tanto, conformate con una doncella o algo menos presuntuoso.
Esto la hizo sonreír una vez más, la broma de Alys dejaba claro que esta no sospechaba en absoluto nada acerca de ella y su forma de hablar la hizo reírse mientras levantaba de nuevo la mirada. Todo lo contrario de Alys que, para sorpresa de esta, se puso de pronto un tanto seria.
-Hay solo una cosa que sí encuentro extraña en ti. -Dijo ahora con voz mucho más seria. -Apenas te conozco y no es del todo justo que diga esto, pero realmente me sorprende verte con Álam. No eres en absoluto la clase de mujer que esperaba para él.
-¿Por qué?
Al tiempo que hacía esta pregunta, Melissa ladeó ligeramente la cabeza hacia un lado y su pelo se deslizó inmediatamente tras ella cayendo por encima e su hombro hasta cubrir en parte su cara dandole una vez más aquel peculiar aspecto que Alys intentaba señalarle. Aquella chica parecía salida ya no de un libro de historia, sino de un puñetero cuento para niños y tanto esto como la aparente inocencia con que había hecho esta pregunta resultaban cuando menos irritantes. Pero por alguna razón era incapaz de sentirse molesta con ella a pesar de todo, cómo si comprendiese de alguna forma que en el caso de Melissa se trataba realmente de su carácter y no simplemente de una forma de actuar y continuó sonriendo cómo si nada.
-Digamos que no sois exactamente la pareja con más cosas en común que conozco. -Trató de explicar. -Por lo que he visto tú eres bastante diferente a nosotros e incluso Álam se comporta de forma diferente cuando habla contigo. Algo por lo que tengo que felicitarte, es realmente digno de elogio que hayas conseguido ablandar a ese cabeza dura y conseguir que se comporte como alguien medio normal aunque solo sea contigo.
-Creo que te entiendo. -Afirmó Melissa. -Y no eres la única que piensa así. Yo también me he dado cuenta de lo diferentes que somos, supongo que lo más normal sería que alguien como él acabase con una soldado... -Justo en el instante en que decía esto, los ojos de Melissa miraron fijamente a los de Alys con una firmeza que sorprendió incluso a esta última. -... cómo tú.
-Es posible, pero al menos en mi caso siempre me ha visto más como un Hunter que como una mujer, ya le has oído. -Continuó Alys ignorando adrede aquella mirada a pesar de saber perfectamente lo que significaba. -Por otro lado, esa diferencia también puede ser una ventaja para vosotros. Álam necesitaba a alguien a quien proteger, alguien de quien cuidar para sentir que su vida servía realmente de algo y no era solo una máquina de matar consagrada a una venganza inútil. Y tú pareces haberle dado todo eso.
-Tienes razón, pero no es algo de lo que esté muy orgullosa. -Dijo tristemente Melissa bajando de nuevo la cabeza. -Durante todo nuestro viaje Álam me ha estado protegiendo y ha tenido que pelear muchas veces con los soldados de Nathaniel, incluso estuvieron apunto de matarle no hace mucho. Y yo no he podido hacer nada para ayudarle, no sé usar un arma, ni luchar... no sé hacer nada. Lo único que puedo hacer cuando pasa eso es mirar y esperar que no le pase nada, pero eso hace que me sienta cada vez más inútil.
-¿Qué no sabes luchar?. -Preguntó irónicamente Alys. -Valiente tontería, ¿Crees realmente que eso te sirve cómo escusa?.
Al oír esto, Melissa levantó la cabeza y observó sorprendida a la cazadora cuyos ojos la miraba ahora fijamente.
-Nosotros no luchamos porqué sepamos como hacerlo. -Continuó. -Por entrenados que estemos sabemos que los vampiros contra los que peleamos siempre serán más fuertes que nosotros, no creas que peleamos porque creamos que vamos a ganar siempre. Lo que hace que Álam luche así no es su confianza en sus habilidades, es su voluntad para enfrentarse a lo que sea con tal de protegerte. La misma que tú deberías tener hacia él.
-Pero... -Trató de responder Melissa comprendiendo dolorosamente que lo que Alys le decía era cierto. -...Álam dice que si hago eso tendrá que preocuparse también por mí y que ponerme en peligro tratando de ayudarle le haría más daño del que podrían hacerle...
-¿Y tú te das por vencida solo con eso?. -La interrumpió bruscamente Alys. -¿Qué hay entonces de tus sentimientos?. ¿No te preocupa a ti también verle pelear, no te hace tanto daño verle en peligro como se lo haría a él verte a ti?.
-¡Claro que sí!. -Replicó inmediatamente Melissa.
-Entonces demuéstraselo. -Finalizó completamente seria Alys. -Por lo que dices estás dejando que Álam crea que te importa menos de lo que tú le importas a él y no creo que eso esté bien. Debes saber cuando no tienes que seguir lo que él te dice y pensar también en tus sentimientos, o algún día acabarás perdiendolo todo.
-¿Tú crees?. -Preguntó con cierta tristeza Melissa.
-Si no lo creyese no lo diría. -Respondió totalmente seria. -He pasado mucho tiempo con Álam y sé cómo es y lo fácil que le resulta olvidarse de que no es el único al que le importan los demás. Por eso entiendo lo que puede estar pasándote a ti.
-Tú.. -Titubeó Melissa dirigiendo sus ojos hacia los de la cazadora mientras trataba de formar la pregunta que había tenido en la cabeza desde el mismo momento en que la había conocido. -....tú le quieres, ¿Verdad?.
-Como te he dicho, no se me da bien ocultar lo que pienso. -Esta respuesta sorprendió un tanto a Melissa que no esperaba que lo admitiese tan claramente, aunque no tanto como la sonrisa con que esta continuó hablandole. -Si, Álam me gusta desde hace tiempo, prácticamente desde que eramos niños y el comandante me asignó como su compañera. Pero jamás he conseguido arrancarle una sola palabra ligeramente amable, para él siempre he sido otro Hunter y nada más.
-Entiendo. -Murmuró Melissa sin saber muy bien que decir.
-No, no lo entiendes. -La contrarió Alys. -Pero te has dado cuenta con mucha facilidad y eso confirma lo que pensaba. Puede que tu aspecto sea diferente, pero sigues siendo una mujer al fin y al cabo y no eres ni de lejos tan inocente en ese sentido como yo creía. Por eso no voy a mentirte: quiero a Álam y todavía no me he dado por vencida. Conozco a Álam lo suficiente como para saber qué si realmente te quiere nada ni nadie podrá apartarlo de ti, pero no he hecho todo este viaje solo para comprobar que ya le había perdido para siempre. Puedes odiarme si quieres, supongo que estás en tú derecho.
Esta vez Melissa tardó un rato en responder. No esperaba ni de lejos que Alys le hablase con tanta sinceridad y en el fondo sentía cierta pena hacia ella al darse cuenta de lo que debía sentir en ese momento. Pero también sentía algo muy distinto, un ardor en el pecho que la enfurecía solo con mirarla y le resultó difícil conseguir esbozar algo parecido a una sonrisa mientras le respondía.
-Dudo que tenga derecho a odiarte por eso. -Dijo tratando de mantener el mismo tranquilo tono de voz que hasta entonces. -Si yo estuviese en tu lugar haría lo mismo. Pero quiero que tengas algo claro Alys, el cariño de Álam es lo único que tengo y no voy a dejar que nadie me lo quite. ¡Nadie!.
-No esperaba menos. -Sonrió Alys. -Aunque dudo que debas preocuparte, por lo que he visto Álam te quiere, esa es la única explicación para que alguien como él haya cambiado tanto de golpe. Y si es así, ni puedo... -Mientras decía esto, Alys bajó la cabeza y sus ojos se entristecieron súbitamente. -... ni quiero hacer nada que pueda cambiarlo. Álam también es mi amigo y verle feliz me basta.
Ninguna de las dos dijo ya nada más, la tensión de la conversación había alcanzado un punto demasiado alto cómo para que pudiesen seguir hablando con normalidad y ambas prefirieron callarse por el momento ahora que las cosas parecían totalmente claras entre ellas. Solo cuando Álam regresó al cabo de unas horas para darle el relevo a Alys esta habló de nuevo para despedirse, aunque el propio Álam pudo notar algo raro en su voz y en la mirada de la propia Melissa.
-¿Ha ocurrido algo?. -Preguntó mientras se sentaba al lado de esta y la miraba un tanto serio.
-Nada. -Respondió tranquilamente Melissa. -Solo hemos estado hablando un rato, pero no es nada importante.
Dicho esto, y antes de que Álam pudiese preguntar algo más, Melissa se inclinó hacia él y apoyó ambas manos en sus hombros para alcanzar sus labios con los suyos dandole un beso que no hizo sino sorprenderlo todavía. No sucedió lo mismo con Alys que, a diferencia de él, sí sabía perfectamente el motivo de aquello y sacudió la cabeza ligeramente al tiempo que esbozaba una curiosa sonrisa.
-Ahhh, ¡Por favor, esperad al menos a qué me vaya!. -Exclamó burlonamente dandoles la espalda y dirigiendose hacia el lugar en que debía montar guardia. -Esto no es ningún hotel, controlaros un poco queréis.
Justo en el instante en que Alys decía esto, los dos se separaron de nuevo y Álam la miró un tanto desconcertado ignorando por completo el comentario de su compañera de comando. No le desagradaba en absoluto aquello, eso no podía negarlo, pero sí lo encontraba más que extraño viniendo de Melissa y después de lo que esta había dicho antes de que se fuese empezaba a preocuparse.
-¿A qué ha venido eso?.
-¿Necesito una razón para besarte?. -Preguntó sin mirarle Melissa mientras pasaba sus brazos alrededor de él y se reclinaba por completo sobre su pecho para descansar al fin un rato.
-Me preocuparía si así fuese. -Respondió Álam devolviendole el abrazo y dejando que se acomodase mientras él apoyaba la espalda en el tronco del árbol. -Pero no deja de sorprenderme, aunque no es algo que me moleste en absoluto.
-Supongo que la culpa es mía. -Susurró dispuesta ya a cerrar los ojos y olvidarse por un momento de su conversación con Alys. -No he tenido más ejemplos que el de Mariana y ella misma me dijo una vez que no era muy apropiado que me comportase como ella, por eso a veces no sé si lo que hago es o no correcto. Pero intentaré que a partir de ahora no te resulten tan extrañas estas cosas.
-Eso espero. -Sonrió Álam deslizando sus dedos entre las sedas doradas que caían sobre la espalda de Melissa. -Pero ahora será mejor que me hagas caso de una vez y descanses, no encontraremos más refugio que este hasta llegar a la base de las colinas del otro lado del valle y tendremos que cruzarlo esta noche si no queremos que nos descubran, todos necesitaremos estar lo más despejados posible para no perder tiempo.
Conforme con estas palabras, Melissa decidió hacerle caso y cerró los ojos para intentar dormir aunque solo fuesen un par de horas antes de la noche. Álam, sin embargo, continuó despierto ignorando sus propios consejos y tan solo se relajó para descansar un poco sus nervios y sus músculos hasta la llegada del anochecer.

Horas más tarde, cuando la noche extendió al fin su aterciopelado manto de tinieblas sobre el bosque y sus alrededores, Alys regresó al improvisado campamento terminada su guardia y Álam despertó a Melissa para que pudiesen ponerse de nuevo en marcha. El valle estaba casi completamente a oscuras, iluminado tan solo por la débil luz de la Luna, y al fondo podía verse perfectamente la fortaleza que lo vigilaba rodeada por focos de luz que rastreaban en círculos los alrededores en busca de intrusos como ellos. Demasiado lejos para ser una preocupación, pero al mismo tiempo demasiado cerca como para pasarla completamente por alto. Aunque en aquel momento su primer obstáculo no era ese, sino bajar hasta el valle por la empinada pendiente rocosa a la que daba aquel sendero.
Lo único remotamente similar a un camino que descendía por aquella pendiente casi completamente vertical era una serie de rocas que sobresalían de la pendiente formando irregulares escalones por los que descender.
Por supuesto, esto no era en absoluto problema para alguien con el entrenamiento de un Hunter y Alys apenas dudó un segundo en saltar sobre la primera de las rocas con la misma tranquilidad y agilidad con que lo haría una ardilla. Una vez allí, se giró hacia Álam y lo miró poniendo ambas manos en la cintura.
-¿Crees que podrás ganarme?. -Dijo desafiante. -Antes eras más rápido que yo, veamos que tal te han sentado estos días lejos de nosotros.
-Siempre he sido más rápido que tú. -Matizó Álam acercándose al borde y dirigiendo una rápida mirada hacia Melissa. -Pero este no es momento para juegos.
-Yo puedo bajar sola. -Dijo de pronto Melissa sorprendiendo tanto al propio Álam como a Alys. -Bajad y os alcanzaré en cuanto pueda, no os preocupéis por mí.
Álam no estaba en absoluto de acuerdo con esto y estuvo a punto de decir algo al oírla hablar así, pero al ver su mirada se dio cuenta de que lo había dicho mucho más en serio de lo que él suponía y decidió hacerle caso.
-Cómo quieras. Pero ten cuidado, esas rocas están cubiertas de polvo y de musgo, son más resbaladizas de lo que parece y de noche no es fácil ver donde apoyas los pies.
Dicho esto, Álam dio un rápido salto hacia la roca situada directamente debajo de la de Alys y los dos comenzaron a descender hacia el fondo del valle compitiendo por comprobar quién de los dos era el más rápido. Aunque, cómo esta pronto comprobaría, Álam estaba lejos de haber mentido al responderle y llegó varios segundos antes que Alys que dejó escapar un simple suspiro de resignación mientras se giraba hacia la pendiente esperando a que su otra compañera llegase también abajo.
A diferencia de ellos, Melissa bajaba despacio saltando con cuidado entre las rocas más próximas y no le resultaba en absoluto fácil mantenerse de pie sobre la resbaladiza superficie de estas. Hasta el punto de que en una ocasión llegó incluso a resbalarse y caer sobre la roca siguiente haciendo que Álam estuviese a punto de subir para ayudarla. Sin embargo, en ese instante Alys lo detuvo y lo miró sacudiendo la cabeza.
-Eso no la ayudará. -Dijo completamente seria, cada vez más convencida por las reacciones de Álam de que nada podía hacer ya. -Sabes perfectamente por quién está haciendo eso, deja de comportarte como un maldito estúpido y confía un poco en ella. Se lo merece.
Álam no dijo nada. Soltó su brazo de la mano de Alys de un fuerte tirón que la sorprendió bastante y siguió observando como Melissa se levantaba y continuaba bajando aparentemente sin más problemas hasta que, cuando al fin llegó al suelo, pudo acercarse a comprobar qué tal estaba.
-Te dije que tuvieses cuidado. -Dijo procurando sonreír. -¿Te has hecho daño?.
-No ha sido nada. -Respondió Melissa visiblemente satisfecha por haber conseguido bajar.
-Yo no estoy tan seguro de eso.
Al tiempo que decía esto, Álam dirigió su mirada hacia una de las rodillas de Melissa en la que podía verse una pequeña mancha de sangre tiñendo de rojo el blanco de sus medias y se arrodilló frente a ella.
-Álam, no es nada. -Insistió ella. -Es solo un rasguño y ni siquiera me duele. Además, mientras no sea muy grave no pasa nada, mañana ni siquiera se notará que ha estado ahí, ya sabes como...
Justo en el instante en que esta iba a terminar su frase, Álam levantó de golpe la cabeza y la miró completamente serio haciendo que se callase al instante al comprender que lo que estaba apunto de decir podría traerles problemas con aquella cazadora. Sin embargo, Alys no pareció notar nada raro en aquella conversación y al ver esto pronto encontró algo más que decir para tratar de conseguir que siguiesen adelante.
-Álam, no está nada bien que mires bajo la falda de una chica, ni siquiera si es tu novia. -Le recriminó burlonamente. -Además, ¿No eras tú el que tenía prisa?. Dejad de jugar y sigamos o acabará amaneciendo antes de que lleguemos al otro lado.
-No soy yo el que está jugando. -Replicó bruscamente Álam en un tono de voz que las sorprendió a ambas. -Os estáis comportando como dos niñas, ¡Las dos!. No creáis que soy tan estúpido como para no darme cuenta.
Dicho esto, Álam ofreció su mano a Melissa que dudó un segundo antes de cogerla al ver la mirada serie y aparentemente furiosa de este y se puso de nuevo en marcha seguido por Alys cuya silueta era ahora ya apenas distinguible gracias al color negro de la armadura.
Así continuaron durante las horas siguientes, avanzando siempre hacia adelante y procurando moverse lo más sigilosamente posible para que no pudiesen descubrirlos los patrulleros que todavía sobrevolaban el cielo en sus cíclicas rutas de vigilancia. Sin embargo, cuando ya se acercaban al río y el denso juncal que ocultaba el pequeño puente construido por los propios Hunters como punto de paso en aquella zona era ya visible, Álam se detuvo de golpe junto a las ruinas de lo que en su día debía haber sido una pequeña capilla y sus dos compañeras lo miraron sorprendida.
-¿Ocurre algo?. -Preguntó Alys colocandose al lado de ambos.
-¿No has oído nada?.
-Solo un pequeño siseo, pero no creo que sea nada importante. -Respondió tranquilamente la cazadora. -Seguramente era el aleteo de alguna ave nocturna, o puede que un murciélago, pero esa clase de vampiros no es la que debe preocuparnos precisamente.
-Si era un siseo, y yo también creo que se debía al batir de unas alas. -Confirmó Álam. -Pero...
-¡Nathan!. -Dijo de pronto Melissa adivinando sus palabras.
-¿Nathan?. -Preguntó de nuevo Alys con curiosidad. -¿Quién es ese?.
-Alguien a quien no te gustaría conocer. -Sentenció Álam al tiempo que desenvainaba su espada y, para sorpresa de sus dos compañeras, dirigía su mirada hacia el tejado de aquel derruido edificio. -Pero me temo que no tendrás tanta suerte.
Justo en el momento en que decía esto, las dos miraron hacia aquel lugar y Melissa observó con horror la enorme silueta alada que los observaba desde allí clavando en ellos la sanguinolenta mirada de sus ojos color rubí. Puede que aquel monstruo no significase nada para Alys salvo un nuevo rival a batir, pero para ella verlo de nuevo significaba que el sacrificio de Álfred había sido en vano y, ahora que los había encontrado una vez más, solo dios sabía qué ocurriría a continuación.



Nathan no se sorprendió en absoluto cuando Álam lo descubrió, en realidad incluso le habría defraudado de no ser así. Con una calma más que sorprendente teniendo en cuenta lo sucedido hacía poco entre ambos, bajó del tejado de aquellas ruinas usando sus alas para planear hasta el suelo y se posó justo frente al grupo hundiendo pesadamente las garras de sus pies en la tierra Su armadura mostraba todavía las secuelas de su último enfrentamiento con Álam y el monstruo tatuado en su pecho carecía ya de uno de sus ojos en cuyo lugar podía verse el perfecto agujero abierto por la espada de Álfred. Pero nada de esto lo hacía menos aterrador, al contrario, su aspecto resultaba aún más terrorífico que antes y la propia Alys se sorprendió viviblemente al observar de cerca a aquella criatura.
-¿Qué clase de monstruo es ese?. -Preguntó mientras se ponía nuevamente el casco de su armadura haciendo que sus últimas palabras sonasen ya distorsionadas por el micrófono del mismo. -Jamás había visto a un vampiro así.
-Esa cosa no es un vampiro. -Dijo Álam adelantandose unos pasos a sus dos compañeras. -Cayó al mar de Kara con una espada clavada en el corazón y ha sobrevivido como si nada, ningún vampiro habría soportado algo así.
-¿Entonces qué clase de criatura es?. -Insistió Alys cogiendo sus armas de la cintura de su armadura y activándolas a la vez.
-No tengo ni la menor idea. -Respondió Álam sin apartar los ojos de su adversario. -Pero lo que sí puedo decirte es que trabaja para Nathaniel, y no creo que haga falta que te explique lo que eso significa.
-No, no lo hace. -Afirmó Alys sujetando con firmeza las empuñaduras de las dos centelleantes cuchillas de plasma que brillaban en sus manos. -En fin, en ese caso supongo que no queda más remedio que deshacernos de él para seguir adelante. Será divertido volver a luchar juntos como cuando estábamos en los cadetes.
-Valientes palabras viniendo de una cazadora tan joven. -Dijo de pronto la voz gélida y metálica de Nathan cuyo único ojo visible centelleaba a través del agujero en su visor. -Pero por desgracia, son solo eso: palabras. Esta vez tu amigo no tendrá la suerte de que alguien lo salve en el último momento y no creas que tu presencia aquí cambia nada. El resultado será exactamente el mismo seáis dos, tres o todo un ejército.
-Veo que no has aprendido nada a pesar de todo. -Replicó Álam sonriendo sombríamente. -Sigues siendo demasiado confiado. Eso estuvo apunto de costarte la vida la última vez, puede que en esta ocasión seas tú el que no tenga tanta suerte.
-No puedes quitarme algo que nunca he tenido muchacho. -Al tiempo que decía esto, Nathan extendió su brazo activando la hoja de plasma del mismo y abrió por completo sus alas. -Pero de todas formas, adelante cachorro, demuestrame si hay realmente un motivo para todo esto.
Álam no comprendió del todo aquellas palabras, pero la forma en que este se había referido a él lo hizo desviar instintivamente la mirada hacia Alys preocupándose por lo que esta podría pensar al oír aquello. Aunque, por fortuna, la cazadora parecía haber ignorado por completo esto y continuaba a su lado prestando ahora más atención al monstruo que a él.
-Será mejor que actives el camuflaje. -Sugirió volviendo a mirar hacia adelante.
-No hace falta que me des lecciones. -Respondió Alys desactivando ambas armas y conectando el sistema de camuflaje de su armadura que la hizo desaparecer de pronto fundiendola con la oscuridad que los rodeaba. -Recuerda lo que me dijiste en el bosque, yo también soy una Hunter.
-Lo recuerdo, pero nuestro entrenamiento no sirve de mucho contra ese monstruo. -La advirtió Álam. -Atacar su corazón sería inútil, tendremos que pensar en otra forma. Por ahora concentrate en sus alas, son tan peligrosas como sus brazos y mientras pueda volar tendrá ventaja sobre nosotros.
-¿Y eso te parece un plan?. -Preguntó burlonamente Alys cuya voz sonaba ya mucho más a la derecha. -Definitivamente, sigues siendo el de siempre.
-Por ahora es lo único que se me ocurre. -Respondió Álam en un tono similar. -Si tienes alguno mejor no tienes más que decirlo.
Dicho esto, Álam comenzó a caminar hacia el lado contrario al que sabía se había dirigido Alys y dirigió una última mirada hacia Melissa que lo observaba todo todavía desde el mismo sitio con la misma desesperada mirada que la última vez, sintiendose inútil una vez más al verles dispuestos a luchar y saber ya con certeza lo que Álam estaba a punto de decirle.
-No te preocupes, esta vez no sucederá lo mismo, no vas a perder a nadie más. -Aseguró mirandola con firmeza, esperando borrar en cierta medida aquella dolorosa mirada que podía ver en sus ahora tristes ojos azules. -Pero ahí no estás segura, será mejor que te protejas tras la pared de las ruinas, allí estarás a salvo mientras no acabe esto.
-Está bien. -Dijo tratando de no preocuparle aún más. -Pero por favor, ten cuidado.
En respuesta a estas palabras, Álam le dirigió una tranquilizadora sonrisa y volvió de nuevo su atención hacia su enemigo. Al mismo tiempo, ella corrió hacia la derruida capilla sobre la que hacía unos minutos los había estado esperando Nathan y se resguardó tras una de sus esquinas de forma que esta la protegía parcialmente y podía además observar lo que sucedía.
Durante unos largos segundos, ambos cazadores giraron entorno al monstruo en una representación casi perfecta de la ancestral danza de la muerte que los depredadores habían representado durante siglos entorno a sus presas. Aunque Nathan estaba lejos de ser una simple presa. A pesar de su desventaja en cuanto a número y de la invisible amenaza de Alys este permanecía tranquilo siguiendo con su sanguinolenta mirada los movimientos de Álam y esperó pacientemente a que ellos diesen el primer paso. Lo que no tardó demasiado en suceder.
Al mismo tiempo, ambos cazadores se lanzaron al ataque acercandose al monstruo por sus costados y Nathan se giró inmediatamente hacia Álam para recibirle con un rápido disparo de su cañón. Pero Álam ya lo estaba esperando, antes incluso de que el verdoso destello de la descarga se esfumase en la noche, el cazador rodó en diagonal hacia la derecha y usó ambas manos para apoyarse con fuerza en el suelo y saltar hacia su rival antes de que este pudiese dispararle de nuevo.
Una vez más sus armas se encontraron, la brillante hoja azul del monstruo detuvo sin problemas el corte vertical de la espada de Álam haciendo que ambas armas chisporroteasen en protesta por el choque y este cayó frente a él forcejeando todavía en un intento de contener la brutal fuerza de aquella criatura para facilitarle las cosas a su compañera. Sin embargo, esto no serviría de mucho.
A pesar de la amenaza de Álam, el simple destello de las armas de Alys al reactivarse para atacar bastó para Nathan que giró inmediatamente la cabeza hacia ella y movió sus alas esquivando los precisos cortes con que la cazadora había pretendido seccionarlas al tiempo que contraatacaba con las cuchillas de las mismas.
Con una agilidad incluso superior a la del propio Álam, Alys se agachó evitando uno de los golpes y saltó hacia atrás esquivando por milímetros el extremo de la afilada hoja de metal que coronaba el ala derecha del monstruo. En ese mismo instante, Nathan usó toda su fuerza para romper el bloqueo de Álam y giró bruscamente sobre sí mismo golpeandolo con una de sus alas al tiempo que lanzaba un rápido disparo de su cañón hacia la cazadora.
Cogidos esta vez por sorpresa, ninguno de los dos consiguió evitar los ataques del monstruo y Álam salió despedido hacia atrás por el golpe mientras Alys se tambaleaba con la pechera de su armadura humeando a causa del impacto dandole así tiempo a rival para atacar de nuevo.
-Buen intento. -Se rió Nathan cogiendola rápidamente por el cuello con una de sus garras antes incluso de que esta cayese al suelo. -Lástima que vuestras queridas armaduras no puedan ocultar también el brillo de vuestras armas.
-No dependemos tanto de ellas como crees. -Respondió con dificultad Alys, dolorida por el golpe pero por fortuna ilesa gracias a la protección de la armadura. -Y estás a punto de comprobarlo.
Al oír esto, los ojos de Nathan centellearon un segundo y este trató de girarse hacia atrás tan rápido como pudo. Pero ya era demasiado tarde, antes incluso de tocar el suelo, Álam había girado sobre sí mismo en el aire y había caído de pie impulsandose una vez más hacia su enemigo sin perder apenas un segundo. Y por desgracia para aquella criatura, esta vez la velocidad del cazador si fue demasiado para él.
Antes de que este pudiese hacer nada, la espada de Álam seccionó el ala derecha de Nathan justo por la base de la misma y la enorme extremidad del monstruo calló pesadamente al suelo seguida por un borbotón de sangre y otros fluidos mientras su dueño rugía de dolor y se giraba violentamente trazando un arco con su arma que obligó a Álam a retroceder inmediatamente.
Aprovechando esto, Alys sacó un tercer puñal de su armadura y lo hundió con todas sus fuerzas en el brazo con que este la sujetaba. El efecto fue inmediato, un nuevo rugido metálico brotó del casco de Nathan que aflojó la presión de sus garras durante un segundo. Tiempo más que suficiente para la cazadora que se sujetó con ambas manos al brazo con que Nathan la sujetaba, apoyó sus pies en su pecho y las usó como palanca para impulsarse hacia atrás consiguiendo que este la soltase al fin.
Nada más caer de nuevo al suelo, Alys rodó hacia atrás esquivando dos nuevos disparos del cañón de Nathan, recogió sus armas en pleno giro y se puso en pie de un salto colocandose inmediatamente en guardia de nuevo mientras su rival los vigilaba a ambos apuntandola a ella con el cañón y dirigiendo la hoja de plasma de su otro brazo hacia Álam. Ahora que tenía tan solo una de sus alas el peso de la misma descompensaba su propio equilibrio y los dos podían ver como este se tambaleaba ligeramente al moverse, pero, para sorpresa de ambos, esto no pareció preocupar en absoluto a Nathan.
-No está mal. -Gruñó la voz fría y metálica del monstruo mientras sus ojos se desviaban de la cazadora hacia Álam. -Pero esto no ha hecho más que empezar, ¡Todavía no he terminado!.
Al tiempo que decía esto, Nathan se llevó una de sus manos a la espalda hasta sujetar con ella su ala y sus ojos centellearon de pronto con un diabólico fulgor rojizo que hizo que Álam comprendiese al instante lo que estaba a punto de hacer.
Ante los atónito ojos de este y sus dos compañeras, Nathan tiró con todas sus fuerzas de su brazo haciendo que incluso la armadura que la cubría chirriase doblegandose ante la brutal fuerza del monstruo y se arrancó violentamente su otra ala provocando que la sangre y aquel extraño fluido grisáceo brotasen una vez más de su cuerpo mientras la soltaba y la dejaba caer en el suelo junto a la otra.
-¿No ere este vuestro plan?. -Dijo de nuevo Nathan observando satisfecho las caras de sorpresa de sus adversarios. -Solucionado entonces, ¿seguimos?.
Nathan ya no esperó una respuesta, antes incluso de terminar de hablar se abalanzó de nuevo sobre Álam lanzando un par de disparos hacia Alys para entretenerla y sus armas se encontraron de nuevo cuando este bloqueó su primer ataque. Pero pronto comprobaría que las cosas no serían en absoluto más fáciles ahora que Nathan ya no tenía alas.
En contra de lo que habían pensado, sin sus alas aquel monstruo no había perdido movilidad, sino todo lo contrario. Puede que hubiese perdido la facultad de volar y parte de su capacidad ofensiva, pero sin la carga de sus alas se movía con mucha más agilidad y Álam tenía problemas para evitar sus golpes. Sus ataques eran tan rápidos y fuertes que apenas acertaba a detenerlos, mucho menos a contraatacar, y se vio obligado a retroceder evitando tanto los continuos cortes de la hoja de luz de su enemigo como los disparos de su cañón que ahora se dirigía también hacia él.
Esto, sin embargo, dejó libre a Alys que trató de atacar de nuevo a Nathan aprovechando que su arma ya no era una amenaza para ella ya que este parecía dirigir por completo su atención hacia Álam. Algo que demostraría ser un gran error..
En el momento en que esta se acercó a él, y pese a haber lanzado ya uno de sus puñales hacia el cuello del monstruo para intentar detenerle, Nathan se deshizo de Álam de un fuerte golpe sobre su espada que lo hizo retroceder unos pasos y esquivó el puñal al tiempo que se giraba hacia ella y disparaba de nuevo su cañón.
Aunque sorprendida por la rápida reacción del monstruo, esta vez Alys si consiguió esquivar el disparo, pero por desgracia Nathan ya había contado con eso y se había movido exactamente hacia el lugar al que ella saltó para evitarlo y esta no pudo hacer nada para evitar el siguiente golpe. Con la brutal fuerza que lo caracterizaba, el puño del monstruo la golpeó de lleno en el estómago llegando incluso a aboyar su armadura y hacer saltar por los aires su casco. Incapaz de resistir un golpe así, Alys cayó de rodillas al suelo con la cara marcada por el dolor y un pequeño hilo de sangre comenzó a brotar entre sus labios.
-¡Alys!.
Nada más ver esto, Álam trató inmediatamente de acercarse a ella para detener a Nathan, pero este lo mantuvo a distancia con dos nuevos disparos de su cañón y tanto él como la propia Melissa observaron con horror como este levantaba el brazo del que brotaba su hoja de plasma y lo dirigía hacia la cazadora. Sin embargo, y para mayor sorpresa de ambos, en el instante en que este iba a dar el último golpe, Nathan apagó su arma y golpeó brutalmente a Alys en el costado con su antebrazo haciendo que el cuerpo de la cazadora volase hacia las ruinas junto a las que estaba Melissa y rodase por el suelo hasta chocar contra la pared de las mismas.
-Todavía no. -Dijo tranquilamente Nathan girándose hacia Álam y clavando en él su sangrienta mirada. -Tú serás el primero, su hora y la de la princesa llegará más tarde.
-¿Por qué?. -Preguntó totalmente desconcertado Álam.
-La respuesta la llevas en el pecho. -Explicó Nathan sonriendo bajo su casco. -Sé lo que es eso, no me arriesgaré a despertar algo que no puedo controlar.
-El inhibidor... -Comprendió de pronto Álam. -Entonces era eso, tan solo tienes miedo a que sufra un ataque mientras estés cerca y desaparezcas conmigo en medio de la destrucción que pueda causar... ¡no eres más que un cobarde!.
-Piensa lo que quieras. -Dijo finalmente Nathan. -Tengo mis razones. Y ahora prepárate, esta vez nadie nos interrumpirá.
-Cierto. -Admitió Álam dirigiendo una rápida mirada hacia donde había caído Alys. -Y parece que como humano no tengo muchas posibilidades contra ti... veamos qué puedo hacer como uno de los vuestros.
Al oír esto, Nathan miró un tanto sorprendido a Álam sin comprender del todo sus palabras y el brillo de sus ojos vaciló de pronto al ver como este clavaba de pronto sus colmillos en su propio brazo haciendo centellear sus ojos con el mismo fulgor verde que caracterizaba a los vampiros.
-Veo que el cachorro se está haciendo mayor. -Sonrió Nathan comprendiendo el por qué de aquello. -Adelante entonces, ¡Ven!.
Álam ni siquiera lo dejó terminar, actuando de nuevo como un animal salvaje se abalanzó sobre su rival con los ojos ardiendo de rabia y los resplandores de sus miradas se entremezclaron en la oscuridad que los rodeaba tiñendo de rojo y verde sus propios cuerpos mientras ambos luchaban a muerte arrancando constantes destellos de luz de sus armas que se encontraban una y otra vez bloqueandose mutuamente sin que, en esta ocasión, ninguno de los dos pareciese llevar ventaja.
Lo que Álam había olvidado, sin embargo, era que esta vez no solo Melissa y Nathan lo estaban mirando. Pese a su brutal fuerza, los golpes de Nathan no habían conseguido atravesar la armadura de Alys y esta seguía todavía consciente tendida junto a la pared de la vieja capilla. Aunque el delgado hilo de sangre que corría desde su frente hacia su mejilla y la forma en que su vista se nublaba paulatinamente le indicaban que no sería así por mucho tiempo.
Afortunadamente la armadura había impedido que sufriese heridas graves a causa de los golpes de Nathan, pero durante su caída se había golpeado la cabeza contra la pared y apenas tenía ya fuerzas para intentar levantarse. Pero hubo algo que sí pudo ver a pesar de todo. Aún cuando sus ojos se negaban a mantenerse abiertos y su mente se desvanecía ya en las tinieblas de la inconsciencia, Alys vio los ojos de Álam brillando como verdaderas antorchas con aquel familiar fulgor verde y sintió un escalofrío al comprender lo que aquello significaba.
Su mente se negaba a aceptar lo que estaba viendo, aún después de ver sus colmillos manchados con su propia sangre y la forma en que resistía la brutal fuerza de aquella criatura era incapaz de creer que aquello estuviese sucediendo realmente. Pero entonces, justo en el momento en que sus ojos se cerraban ya por completo, oyó unos pasos a su lado y al ver cómo Melissa se acercaba a ella calló de pronto en la cuenta de lo que sucedía, aunque demasiado tarde ya para hacer o decir nada.
Ajena por completo a sus pensamientos, Melissa se inclinó junto a ella mirandola con preocupación al ver que ya no se movía y, tras comprobar con alivio que seguía viva, la arrastró tras la esquina del edificio para que estuviese a salvo de los disparos. No era gran cosa teniendo en cuenta lo mucho que esta se había arriesgado al enfrentarse a aquel monstruo siendo solo una humana, pero era todo lo que podía hacer por ella en aquel momento y por el propio Álam cuya lucha continuaba todavía.
A pesar de su fuerza y de la rabia con que luchaba en aquel momento, Nathan seguía siendo mucho más fuerte que él y el combate se había ido decantando poco a poco a su favor conforme Álam perdía fuerzas hasta el punto de que este volvía a ser incapaz de devolver los ataques del monstruo. Pero ella no podía hacer nada, ahora que Alys estaba inconsciente Álam estaba solo y ella solo podía esperar que este consiguiese de alguna forma vencer a aquel monstruo. O al menos, eso había creído hasta ese momento.
En aquel instante, al ver como Álam luchaba por su vida y por las suyas contra aquella criatura, el recuerdo de las palabras de Alys la hizo darse cuenta de lo equivocada que había estado hasta entonces y la mirada de Melissa se dirigió de pronto hacia la mano de la cazadora que sujetaba todavía uno de sus puñales.
-Tenías razón. -Susurró hablando no para la cazadora, sino para ella misma al tiempo que cogía temblorosamente el puñal con una de sus manos y lo activaba. -No puedo dejar que me estén protegiendo siempre o acabaré perdiendolo todo. Es solo una cuestión de voluntad, la voluntad de proteger a aquellos a los que quieres, la misma voluntad por la que lucha Álam... ¡Mi voluntad!.
Mientras decía esto, Melissa se puso en pie y comenzó a caminar hacia el lugar en que Nathan y Álam continuaban su combate justo en el momento en que este último se veía obligado a saltar hacia atrás para evitar un nuevo ataque de la hoja de Nathan y detenía un disparo de su cañón con su propia espada. A aquella distancia, la potencia del impacto lo lanzó de nuevo hacia atrás y Álam rodó por el suelo hasta apoyar sus pies y sus manos en el mismo preparándose para esquivar un nuevo disparo y lanzarse una vez más al ataque.
Pero aquel disparo nunca llegó. Lejos de usar su cañón de nuevo, Nathan se detuvo aprovechando la distancia que lo separaba de su rival y, más que consciente de la agilidad de este, decidió cambiar de táctica.
-Es hora de que nos dejemos de juegos. -Dijo al tiempo que apagaba la hoja de plasma de su brazo y clavaba con fuerza las garras de sus pies en el suelo. -Reconozco que no lo haces mal, cachorro, pero todavía no lo has visto todo.
Justo en el instante en que terminaba aquella frase, los ojos de Nathan centellearon durante un breve segundo y la armadura que cubría su hombro derecho se abrió de pronto dejando al descubierto un enorme cañón de más de diez centímetros de diámetro cuyo cilindro se extendió al instante apuntando a Álam.
-¡Un cañón de alta energía!. -Comprendió horrorizado Álam al ver aquella monstruosidad. -Imposible, esas armas necesitan demasiada energía, no puede funcionar.
-Si es así, no tienes de qué preocuparte. -Se rió Nathan. -Pero por desgracia para ti... ¡No lo es!.
Al compas de este grito, Nathan activó el cañón y una brillante esfera de energía voló inmediatamente hacia Álam que trató de esquivarla corriendo hacia la derecha tan deprisa como sus piernas le permitían, pero esta vez ni siquiera eso sería suficiente. La explosión del arma desintegró por completo el lugar en que este se encontraba abriendo un pequeño cráter de más de un metro de radio y la onda expansiva lo arrojó por los aires haciendolo rodar por el suelo y dejandolo momentáneamente aturdido. Algo que, en aquel momento, podría resultar letal para él.
-¿Te parece eso bastante posible?. -Se burló Nathan apuntando de nuevo el cañón hacia él. -Ha sido un buen combate cachorro, pero ya es hora de que lo acabemos. Después de todo para esto he nacido, ¡Para destruir!.
Una vez más, el cañón se activó al son de la voz de Nathan y la esfera de energía comenzó a formarse en su extremo sin que esta vez Álam pudiese hacer nada para tratar de esquivarla. Pero entonces, justo cuando aquel arma estaba apunto de descargar el disparo final, el cuerpo de Nathan se tensó de golpe y una extraña luz azul brotó junto al cañón del arma generando una multitud de pequeñas descargas eléctricas que recorrieron todo el hombro de Nathan cortocircuitando el cañón hasta apagarlo por completo.
-Álam no está solo. -Dijo con rabia Melissa hablando justo en la espalda de Nathan mientras sujetaba con fuerza el puñal que acababa de clavar en su hombro. -Para matarle antes tendrás que acabar conmigo, no voy a dejar que le hagas daño.
-Increíble. -Rugió con una mezcla de rabia y sorpresa Nathan soltando las garras de sus pies del suelo. -Parece que nuestra joven princesa también ha aprendido a mostrar sus colmillos. Pero deberíais saber que eso no basta.
Sin darle tiempo a reaccionar, Nathan se giró bruscamente hacia Melissa y la golpeó con uno de sus brazos arrojándola al suelo al tiempo que se arrancaba con el otro el puñal del hombro. Hecho esto, activó de nuevo la hoja de plasma de su brazo y apuntó con su cañón hacia la cabeza de Melissa.
-No tengáis tanta prisa por morir, majestad, enseguida llegará vuestro turno. -Mientras decía esto, Nathan giró la cabeza hacía el lugar en que había caído Álam y levantó inmediatamente su otro brazo deteniendo con este el fuerte corte vertical con que este acababa de intentar atacarlo. -Pero antes me ocuparé de ti, después de todo, a ti te corresponde ese honor. Y con un ataque como ese no haces sino facilitarme las cosas, era fácil prever que reaccionarías así para tratar de salvar a tu princesa.
-¡Con eso contaba!.
Para sorpresa de Nathan, en el momento en que decía esto Álam sonrió maliciosamente y apagó de pronto el campo de plasma de su espada. Al instante, la centelleante hoja azul del arma de Nathan cortó sin dificultad el metal de la espada rompiendo así el bloqueo entre ambas armas y Álam se deslizó por debajo del arma del monstruo al tiempo que activaba de nuevo su espada atravesando así su guardia sin darle tiempo a reaccionar..
La empuñadura chisporroteó en sus manos, el campo de plasma se descontroló en ausencia de la hoja que antes le servía como guía y desintegró el resto de la hoja en décimas de segundo formando un chorro de pura energía que reemplazó el metal del arma mientras Álam la guiaba en un brutal corte vertical que atravesó de abajo arriba el centro de la armadura del monstruo dividiendo incluso su casco.
Aquello fue demasiado incluso para alguien como Nathan, la hoja de energía de aquella arma había atravesado por completo su armadura y este se tambaleó un instante hasta caer de espaldas justo al lado de Melissa que todavía lo observaba todo desde el suelo.
Pero Álam no había terminado aún. Antes de que este tuviese la oportunidad de recuperarse, saltó sobre el pecho de Nathan cuyo cuerpo se contorsionaba todavía en el suelo, activó la segunda hoja de su espada y la hundió con todas sus fuerzas en su cuello hasta que su propio puño se tiñó por completo de rojo y la cabeza del monstruo rodó separada del resto de su cuerpo poniendo así fin al enfrentamiento.
-Se acabó. -Dijo al fin Álam jadeando todavía mientras se desplomaba al lado del cuerpo del monstruo sentándose sobre la hierva que cubría el suelo. -Si esto no acaba con él ya no sé que hacer.
-No puedes matar lo que nunca ha estado vivo cachorro. -Respondió casi al instante la voz de Nathan haciendo que Álam diese instintivamente un salto atrás y recogiese su arma del suelo. -No soy más que una sombra, eso es todo lo que has conseguido destruir hoy muchacho. Cuando te enfrentes al verdadero procurar hacerlo mejor o no vencerás... tómalo como un... último... consejo.
-¿Qué demonios...
Masculló Álam desconcertado y furioso por aquello al tiempo se acercaba a la cabeza del monstruo y apartaba de un golpe las dos mitades de su casco. Pero lo que vio entonces lo sorprendió todavía más puesto que era un rostro que tanto él como Melissa conocían ya: ¡El rostro del propio Nathaniel!.
-No puede ser. ¿Qué significa esto?. -Preguntó igualmente sorprendida Melissa mientras se ponía en pie y se acercaba a Álam.
-No puedo creerlo, un clon. -Comprendió de pronto Álam. -Eso es a lo que nos hemos estado enfrentando, a un clon.
-¿Un clon?. -Repitió Melissa desconcertada. -¿Qué quieres decir?.
-Una copia. -Respondió Álam. -Un ser vivo exactamente igual a otro hecho a partir de una célula del mismo, eso es un clon. Pero jamás se había conseguido con humanos, es imposible.
-Entonces... ¿es cómo un hermano gemelo de mi padre?. -Insistió Melissa tratando de entenderlo.
-Es más que eso. Ni siquiera los gemelos idénticos son totalmente exactos en todo, los clones si lo son. -Explicó. -Pero con los humanos es diferente, nunca se había conseguido un verdadero clon. Todos los intentos daban lugar a individuos en estado vegetativo, seres vivos pero cuyo cerebro estaba completamente muerto.
-Pero mi padre si lo ha conseguido. -Dijo tristemente Melissa que por fin parecía entenderlo. -No puedo creer que haya podido crear un monstruo así a partir de él mismo, jamás comprenderé como puede alguien ser tan cruel.
-No creo que lo haya conseguido del todo. -La contrarió Álam. -No se sabe todavía por qué ocurre eso con los clones humanos. Unos dicen que dos consciencias iguales no pueden existir en el mismo tiempo y por eso una de ellas se anula, otros insisten en que esos clones nacen sin mente porque un mismo cuerpo solo puede poseer una sola alma y por tanto el clon carece de ella, aunque la mayoría simplemente cree que la tecnología todavía no ha avanzado lo suficiente como para clonar individuos tan complejos como los humanos. De todas formas, sea lo que sea, Nathaniel no ha hecho un simple clon, ha mezclado el tejido del clon con partes mecánicas para darle así una vida artificial. Aunque reconozco que sigue siendo impresionante, esto no es obra del bárbaro sanguinario por el que teníamos a Nathaniel, sino de alguien aterradoramente inteligente..
-¿Qué quieres decir?.
-No lo sé todavía, espero que nada. -Respondió Álam al tiempo que se giraba hacia ella. -Ahora prefiero no pensar más en eso. ¿Estás bien?.
-Sí. -Afirmó Melissa sonriendo y limpiandose con una mano la sangre que corría desde uno de sus labios. -No es nada, se curará enseguida. ¿Y tú?.
-He estado mejor, pero bien. -Dijo devolviendole la sonrisa. -Gracias a ti. Has sido muy valiente al hacer eso, espero que nunca tengas que volver a arriesgarte así por mi culpa.
-Yo también. -Afirmó Melissa un tanto seria. -Pero si es necesario no me importa tener que hacerlo. Alys me dijo algo que me hizo darme cuenta de que estaba equivocada, y es algo por lo que tengo que darle las gracias.
-Alys... -Repitió Álam cayendo de pronto en la cuenta de que esta vez no estaban solos. -¿Dónde está?.
-Tranquilo, está bien. -Se apresuró a decir Melissa mostrando una tranquilizadora sonrisa. -Estaba inconsciente y la llevé tras la capilla para que estuviese a salvo. No te preocupes.
-Entonces será mejor que vallamos a buscarla y nos marchemos cuanto antes, todo esto ha tenido que llamar la atención de las patrullas de la fortaleza y no quiero quedarme aquí a esperarles.
Dicho esto, los dos se alejaron del cadáver de Nathan y se dirigieron hacia las ruinas de aquel edificio en busca de su compañera. Sin embargo, para sorpresa de estos Alys se había despertado ya cuando llegaron y los esperaba de pie junto a la pared con uno de sus puñales en la mano. Algo que hizo que Álam se detuviese al instante y le pidiese a Melissa que hiciese lo mismo.
-¿Ocurre algo?. -Dijo mirandola completamente serio.
-Eres uno de ellos. -Respondió con aspereza Alys. -Te has convertido en uno de esos monstruos.
-¿Es eso lo que te parece que soy?. -Preguntó de nuevo Álam con serenidad. -Entonces, ¿Por qué no te has dado cuenta antes?.
-¡No lo sé!. -Admitió Alys manteniendo el puñal en su mano y mirándolo fijamente a los ojos cómo si tratase de buscar una respuesta en ellos. -Pero he visto cómo luchabas contra esa cosa. Tú fuerza, tus colmillos... el brillo de tus ojos. Todo eso no es propio de un humano sino de uno de ellos.
-Ahora también me estás mirando. -Continuó Álam acercándose lentamente a ella mientras hablaba con la misma tranquilidad que hasta entonces. -¿Sigo pareciendote un monstruo?.
-No te acerques. -Amenazó Alys apuntando su puñal hacia él. -No sé que ha podido pasarte Álam, pero tú ya no eres el mismo que conocía. Él jamás habría dejado que lo convirtiesen en uno de los monstruos que tanto odiaba.
-No soy un vampiro. -Afirmó Álam cambiando de golpe el tono de su voz y hablandole ahora a su vieja compañera con una firmeza casi autoritaria. -Si fuese así ya estarías muerta. Sabes que nunca has podido vencerme en un entrenamiento, ¿crees que podrías hacerlo ahora?.
-¿Me atacarías... a mí?. -Titubeó de pronto Alys dando un paso atrás al ver cómo Álam se acercaba cada vez más.
-No soy yo el que está apuntando con un arma a quien consideraba su amigo. -Respondió Álam sin detenerse, acercandose a ella hasta casi rozar el extremo de la hoja del puñal. -Jamás te haría daño. Si realmente crees que soy un monstruo... adelante, sabes lo que tienes que hacer. No voy a defenderme.
Esta vez fue Melissa la que reaccionó al oír esto. Temiendo que la cazadora pudiese realmente usar aquella arma contra Álam Melissa trató de decir algo mientras se acercaba rápidamente a ellos, pero Álam la detuvo de nuevo con un gesto de su mano y esperó a que su compañera tomase una decisión. Aunque, por la forma en que la mano de Alys temblaba al sujetar el puñal, sabía perfectamente cual sería.
-No puedo.... -Dijo con una mezcla de tristeza y de rabia mientras bajaba al fin el puñal -
-Sabes que no lo haré... me conoces demasiado bien.
-Cierto. -Asintió Álam aliviado ante esta reacción. -Pero también sé lo mucho que odias a los vampiros, si realmente creyeses que soy como ellos no habrías dudado un segundo Alys. Cómo tu misma has dicho, te conozco demasiado bien.
-Yo también creía conocerte a ti. -Replicó Alys cuya mano temblaba todavía apretando con rabia la empuñadura del puñal, sintiendose confundida y a la vez inútil. -¿Ha sido ella verdad?.
-Sí. -Asintió Álam en absoluto sorprendido por la rápida deducción de Alys. -Pero no es tan sencillo de explicar como crees.
-¡¿Qué hay que explicar?!. -Preguntó furiosa la cazadora mirandolos ahora a ambos. -Sabías perfectamente de lo que son capaces las vampiresas, el efecto que tiene su mirada sobre los hombres. Y aún así te has dejado embaucar por una de ellas, no puedo creer que hasta tú hayas caído en algo así.
-Melissa no tiene ese poder. -Respondió de nuevo Álam esforzándose esta vez por mantener la calma. -Estuviste hablando con ella cuando os dejé solas, ya deberías haberte dado cuenta de qué no es como las demás. Maldita sea Alys, ¡Mirala a los ojos!, ¿Qué es lo que ves en ellos?.
-¡No lo sé!. -Replicó con rabia Alys, sin saber realmente que decir al darse cuenta de que Álam tenía razón. -No entiendo qué está pasando. ¿Qué sois entonces si no sois vampiros ni humanos?.
-Algo a medio camino entre los dos. -Trató de explicarle Álam. -Sería muy largo de explicar, pero te basta con saber que la madre de Melissa era humana y su padre... -Al decir esto, Álam miró hacia Melissa un segundo y volvió a girar de nuevo la cabeza hacia la cazadora. -...es Nathaniel.
-¿El rey?. -Preguntó inmediatamente Alys mirando ahora a Melissa totalmente sorprendida. -Pero entonces... eso quiere decir que ella es...
-La princesa Elisabeth. -Concluyó Melissa finalizando la frase por ella. -Ese es mi verdadero nombre, o al menos solía serlo. Elisabeth murió el día que Álam me rescató de la fortaleza, ahora solo es un nombre vacío.
-Esto no puede ser verdad. -Dijo Alys sacudiendo la cabeza cada vez más desconcertada al tiempo que retrocedía alejandose de Álam. -Si ella es la princesa entonces... tú misión... tus órdenes de acabar con ella... ¿Qué ha pasado con todo eso?.
-Me enviaron a matar a la hija de Nathaniel, a un monstruo como su padre. -Aclaró Álam. -Melissa no es ninguna de esas cosas. Además, por si no lo has notado ese monstruo no me perseguía a mí: ¡la perseguía a ella!. Melissa es una molestia para su padre y ha estado tratando de librarse de ella por todos los medios. Matarla no habría ayudado a acabar con la guerra como creía el comandante, al contrario, le habríamos hecho un favor a ese monstruo.
-Tal vez sea como dices. -Admitió al fin Alys que no podía negar al menos cierta verdad en lo que Álam le decía tras el encuentro con Nathan. -O tal vez solo estes hablando como lo haría alguien bajo el encanto de una vampiresa.
-Alys, Melissa no tiene ese poder, fíjate en sus ojos, ni siquiera son como los de un vampiro.
-Es posible, pero eso es exactamente lo que habría dicho alguien en ese caso para intentar protegerla. -Insistió. -Has cambiado demasiado Álam, ya no sé que creer.
-¿Qué vas a hacer entonces?. -Preguntó al fin Álam cansado ya de explicaciones inútiles y consciente de que no podían perder más tiempo allí.
-Pensar. -Respondió Alys guardando sus armas y mirando hacia Melissa. -Ahora es lo único que puedo hacer. Después de todo, sea cual sea la respuesta correcta he perdido toda posibilidad... tú ganas.
-Alys... -Susurró Melissa sin saber muy bien que responder. -...lo siento.
-No, no lo sientes. -Sonrió Alys dandole la espalda. -Y haces bien, yo haría lo mismo en tú lugar.
Dicho esto, Alys se alejó en dirección al río y Álam no tardó en seguirla llevando con él a Melissa que parecía incluso más afectada que él mismo por la reacción de la cazadora al comprender que todo aquello era en parte culpa suya.
El resto de su viaje transcurrió en silencio y los tres se movieron deprisa aprovechando las últimas horas de oscuridad para huir de la vigilancia de los patrulleros que sobrevolaban el lugar de la batalla. Así llegaron al fin al otro lado del valle y se ocultaron entre el bosque que cubría la parte baja de la colina, seguros una vez más bajo la protectora sombra de los árboles que los ocultarían de los patrulleros y lo suficientemente lejos ya de la fortaleza cómo para estar seguros de que las patrullas a pie no los encontrarían.
Aún así, una vez en el bosque Álam decidió montar guardia de nuevo tal y cómo había hecho la noche anterior y, tras dejar sus cosas junto a Melissa, se dispuso a alejarse de nuevo para vigilar desde el borde del bosque. Sin embargo, en esta ocasión Alys si pareció tener algún inconveniente con esto.
-Tú ya has hecho bastante. -Dijo mirándolo todavía con una mezcla de preocupación y tristeza. -Has luchado durante mucho más que yo contra ese monstruo, descansa un poco y déjame a mí la primera guardia.
-¿Estás segura?. -Preguntó un tanto sorprendido Álam. -Tú también has hecho tu parte y todavía deben dolerte los golpes.
-Estoy bien, no ha sido nada grave. -Respondió secamente dandole la espalda y alejándose ya de ellos. -Vendré a buscarte a mediodía.
Visto esto, Álam decidió hacerle caso y regresó junto a Melissa que se acomodó de nuevo entre sus brazos cómo el día anterior y se relajó al fin un poco tras la tensión que había pasado durante aquel horrible encuentro con el monstruo. Aunque, a diferencia del día anterior, esta vez si compartió con Álam sus preocupaciones.
-¿Qué haremos ahora?.
-¿Lo dices por Alys?. -Preguntó Álam -No te preocupes, ya te he dicho que es alguien en quien puedo confiar. Ella también perdió a su familia en un ataque de los vampiros, por eso le cuesta aceptar todo esto, pero acabará entendiendolo.
-Espero que tengas razón. -Dijo ya un poco más tranquila al ver que Álam seguía confiando en la cazadora como antes. -Parecía muy confundida, siento causaros tantos problemas.
-Tú no has hecho nada. -Sonrió Álam mientras jugueteaba con uno mechón de sus cabellos haciendo pequeños bucles entre sus dedos. -Ahora deja de preocuparte y duerme, mañana también será un día duro. Pero con suerte será ya el último.
Confiando en que aquellas palabras fuesen ciertas, Melissa se tranquilizó al fin por completo y no tardó en dormirse al igual que el propio Álam que, en esta ocasión, estaba demasiado cansado como para seguir despierto.
Mientras tanto, en el borde del bosque, Alys observaba con tristeza le Luna en el cada vez más claro cielo del amanecer y, tras suspirar profundamente, dirigió sus ojos hacia el antebrazo de su armadura tratando de tomar una decisión. No sabía si era lo correcto o si serviría siquiera de algo, pero algo en su interior se negaba a resignarse y, tras un rato pensando, dejó que el ardor de su corazón la guiase y abrió con un pequeño toque de su mano un panel interior del antebrazo de su armadura donde podían verse toda una serie de pequeños botones.
Hecho esto, Alys miró una vez más hacia el cielo, dirigió un rápido vistazo hacia el bosque y la pradera que se extendía frente a ella y, tras respirar profundamente de nuevo, empezó a introducir su código personal de desencriptación.



El día transcurrió sin problemas para los tres. Las patrullas de la fortaleza rastrearon a fondo la pradera al otro lado del río e incluso algunos patrulleros llegaron a acercarse a la colina, pero ninguno lo suficiente como para ser un peligro y al anochecer Álam regresó de su guardia para despertar de nuevo a sus dos compañeras.
Alys no parecía haber dormido ese día, esperaba sentada junto a uno de los árboles, lejos esta vez de Melissa pera con su mirada clavada en la joven princesa. Su mente todavía se negaba a admitir que todo aquello estaba pasando y el aspecto de Melissa no hacía sino desencajar por completo todos sus pensamientos. No podía creer que aquella criatura aparentemente tan indefensa, aquella muchacha a la que incluso había considerado demasiado inocente la primera vez que había hablado con ella, fuese realmente una de las criaturas que tanto odiaba y la causante ahora de sus preocupaciones. Pero lo que había visto la noche anterior no dejaba duda y, después de todo, fuese o no así aquello ahora ya no importaba.
Con un nuevo suspiro, la cazadora se puso en pie evitando adrede encontrarse con la mirada de Álam y esperó a que este despertase a Melissa. No hubo apenas palabras entre los tres esa noche salvo el saludo inicial entre la pareja, el ambiente estaba tenso y los tres continuaron su camino sin perder más tiempo dejando que, al menos por el momento, la noche los ocultase no solo a ellos sino también a sus propias preocupaciones mientras ascendían hacia la cima de la colina.
La pendiente era pronunciada y en algunas zonas llegaba a ser casi vertical, pero tanto Alys como Álam conocían el camino a la perfección y ascendieron trazando largas diagonales a izquierda y derecha que les permitieron subir sin demasiados problemas tanto a ellos como a la propia Melissa. En cuestión de un par de horas, los tres habían alcanzado ya la cima con Alys a la cabeza y las majestuosas antenas de los radares situados a apenas unos cientos de metros de ellos rompieron la oscuridad que los rodeaba con las diminutas luces de posición que las adornaban. Aunque no era esto lo que atrajo la atención de ambos cazadores, sino lo que se extendía más allá de la colina y ahora, por fin, aparecía frente a ellos.
Con una extraña sonrisa en el rostro, Álam se acercó al borde de la cima llevando con él a Melissa y le mostró al fin el lugar al que desde un principio se habían dirigido, el final de su largo viaje: La frontera.
Más allá de aquella colina se extendía una nueva pradera, una pequeña cuña de tierra cuyo extremo más ancho se dirigía hacia el sur donde las colinas dejaban de existir y se unía a las grandes llanuras del continente. Y al otro lado, levantandose majestuosos por encima de la llanura, las estribaciones septentrionales de los Urales lo observaban desde la distancia como silenciosos guardianes, interponiendose como un gigantesco muro entre los territorios humanos del otro lado y la pequeña multitud de torres y fortalezas que sembraban la llanura de Norte a Sur marcando el final del reino de Nathaniel con el titilante centelleo de sus luces.
-Ahí los tienes. -Dijo señalando hacia las montañas. -Los Urales, al otro lado de esas montañas está el mundo al que te prometí llevarte. En cuanto las crucemos se acabó todo, allí ya no te perseguirá nadie, por fin serás libre.
-Es... extraño mirarlas. -Murmuró Melissa con los ojos fijos en las gigantescas siluetas de las montañas. -Creí que nunca llegaríamos y ahora que por fin estamos llegando ni siquiera sé cómo me siento. Me alegro tanto de verlas, pero al mismo tiempo... tengo miedo.
-¿Miedo?. -Preguntó desconcertado Álam. -¿De qué?.
-No lo sé. -Respondió ella mirandolo ahora a él. -Ni siquiera lo entiendo yo misma, es solo una sensación, cómo si no supiese que esperar de ahora en adelante. Y creo que es eso lo que más me asusta, el sentirme perdida cuando termine el viaje y ya no tengamos un destino fijo al que dirigirnos.
-No estarás perdida. -Sonrió Álam. -Yo seguiré estando a tu lado para guiarte. No te preocupes, puede que este camino se termine, pero es solo el principio de uno mucho mejor.
-Eso si consigues que nadie sepa lo que sois realmente. -Los interrumpió Alys hablando todavía en un tono áspero y distante. -Conmigo no os ha ido muy bien.
-¿Eso es una amenaza Alys?. -Preguntó bruscamente Álam girando la cabeza hacia ella y mirandola completamente serio.
-¿Qué harías si dijese que sí?.
Esta respuesta sorprendió no solo a Melissa, sino al propio Álam que miró fijamente a Alys tratando de buscar una respuesta a aquella pregunta. El tono de su voz había cambiado desde el día anterior y la forma en que esta evitaba su mirada no le gustaba en absoluto, pero seguía siendo la misma compañera con la que había compartido años de entrenamiento y su mente era incapaz de pensar en algo que quebrantase la confianza existente entre ambos.
-Solo hay una respuesta para esa pregunta y tú sabes perfectamente cual es. -Dijo al fin. -Siempre te he considerado algo más que una simple compañera, no me obligues ahora a pensar de otra forma.
-¿Algo más que una compañera?. -Repitió con sorpresa Alys dirigiendo ahora su mirada hacia Álam que pudo ver durante unos segundos la confusión en sus ojos. -Bonitas palabras viniendo de ti... lástima que nunca las hayas dicho antes.
-¿Qué quiere decir eso?. -Insistió Álam mirandola ahora con preocupación.
-Nada. -Respondió apresuradamente Alys desviando la mirada de nuevo y dándose la vuelta. -Olvidalo, será mejor que continuemos, ya hemos perdido mucho tiempo.
Dicho esto, Alys se alejó en dirección al borde de la colina y Álam se quedó mirándola durante unos segundos, pensando todavía en lo que esta acababa de decir y consciente de que algo andaba mal. Sin embargo, antes de que pudiese preguntarle nada más una nueva voz rompió el silencio que envolvía la cima de aquella colina y los tres se giraron inmediatamente hacia el lugar del que provenía.
Era una voz alegre, despreocupada, la voz de una niña que se acercaba corriendo a ellos gritando el nombre de aquella que la había cuidado cuando más lo necesitaba. Y cuando su pequeña silueta se hizo al fin visible entre la oscuridad que los rodeaba, Melissa no pudo evitar salir corriendo a su encuentra hasta poder al fin abrazarla de nuevo.
-¡Ana!. -Exclamó sonriendo, apretando suavemente el cuerpo de la niña contra su pecho mientras esta la abrazaba igualmente. -¿qué haces aquí pequeña?, ¿Cómo nos has encontrado?.
-Me trajo un amigo vuestro. -Respondió la niña llena de alegría, totalmente feliz de estar de nuevo con ellos. -Os echaba mucho de menos.
-¿Un amigo?. -Preguntó inmediatamente Álam mirandola completamente serio mientras Melissa la cogía en brazos. -¿Quién?. Nadie sabía que estaríamos aquí salvo Nicolai y Mariana.
-Ellos no eran los únicos que lo sabían. -Respondió una nueva voz acercandose desde el mismo lugar del que había llegado Ana. -Supuse que ya que la habíais dejado allí para que me la llevase me vendría bien para poder acercarme a vosotros sin tantos problemas.
Esta vez la reacción de Álam y Melissa fueron completamente diferentes. Ambos conocían también aquella voz, pero en lugar de la alegría que apareció en el rostro de Melissa, en el de Álam apareció al instante una seria expresión de preocupación al tiempo que dirigía una rápida mirada hacia Alys y hacía un pequeño gesto con la mano hacia ella.
Comprendiendo perfectamente el significado de aquello, la cazadora sacó uno de sus puñales y le lanzó otro a Álam que lo sujetó con fuerza a su espalda mientras le indicaba a su compañera que no se moviese y observaba como una nueva silueta salía también de la oscuridad hasta hacerse por fin visible frente a ellos. Silueta perteneciente esta vez no a una niña, sino a un hombre al que los dos ya conocían.
-¡Álfred!. -Dijo sonriendo Melissa, observando llena de alegría a quien había cuidado de ella durante tantos años. -Estás vivo, creía... creíamos que habías muerto al caer al mar.
-No es tan fácil acabar con un BlackHawk princesa. -Respondió con tranquilidad el vampiro observando con curiosidad a la joven cazadora que acompañaba ahora a su futura soberana. -Pero me alegra ver que vos también estáis a salvo, aunque preferiría encontraros en otras circunstancias.
Aquellas palabras no pasaron desapercibidas para Alys. El vampiro que tenía delante ahora no llevaba armadura, pero no era desde luego como Álam y Melissa: sus ojos centelleaban en la oscuridad como pequeñas luciérnagas esmeralda al igual que los de la niña y su piel era más pálida de lo normal, aunque todo esto carecía de importancia en comparación con lo que este había dicho ser.
-Un BlackHawk. -Masculló activando sus armas y mirando con odio a Álfred. -¿También puedes explicarme esto Álam?. Si realmente no sois como ellos cómo puedes estar tratando con uno de los halcones negros de Nathaniel. ¿Es que ya has olvidado cuantos de los nuestros murieron luchando contra ellos?.
-Por si no te has dado cuenta, ese BlackHawk no es exactamente mi amigo. -Replicó Álam mostrandole el arma que ella misma acababa de entregarle. -Él fue quien me capturó en la fortaleza, pero hace poco me salvó la vida cuando luché contra Nathan por primera vez, ni yo mismo sé que demonios pretende.
-No te preocupes, lo sabrás enseguida. -Respondió Álfred sonriendo tranquilamente al tiempo que sacaba su espada y haciendo que la reluciente hoja de la misma iluminase tenuemente la cima de la colina. -Después de todo, a eso he venido, ya va siendo hora de que lo aclaremos todo de una vez.
Dicho esto, y para sorpresa tanto de Álam como de Alys que ya se habían puesto en guardia esperando un posible ataque, Álfred cogió su arma y la clavó con fuerza en el suelo frente a él sin decir una sola palabra. Lo que, por supuesto, desconcertó todavía más a los tres jóvenes.
-¿Qué significa esto?. -Preguntó sorprendido Álam.
-No he venido aquí para luchar contigo muchacho, esa nunca ha sido mi intención. -Explicó Álfred con tranquilidad, sonriendo cómo si aquello no le preocupase en absoluto y más pendiente de su princesa y de la niña que de los dos cazadores. -Os he seguido bajo órdenes de la reina, no de Nathaniel.
-¿Y cuales son esas órdenes?. -Preguntó esta vez Melissa igual de intrigada que sus dos compañeros. -Me dijiste lo mismo nada más salir de la fortaleza, pero no me explicaste cuales eran. ¿Qué es lo que pretende Mariana de nosotros?.
-Nada que no haya sucedido ya. -Respondió Álfred. -En realidad habéis cumplido con sus planes mucho más deprisa de lo que habíamos supuesto. Aunque reconozco que el resultado supera con mucho mis propias esperanzas, acabar con Nathan ha sido toda una proeza.
-Habla claro. -Dijo totalmente serio Álam. -Este no es momento para acertijos, di de una vez qué pretendía Mariana y por qué nos habéis estado ayudando o déjanos en paz.
-No se trata de ningún acertijo, todo es mucho más sencillo de lo que creéis. -Explicó el vampiro sin cambiar en absoluto la expresión de su rostro. -Dime, ¿No te has preguntado nunca por qué quiere Nathaniel acabar con su hija a toda costa?.
Esta pregunta cogió por sorpresa tanto a Álam como a la propia Melissa y ninguno de los dos supo que responder en un principio. Mucho menos Alys que los observaba unos pasos más atrás y no comprendía en absoluto nada de lo que estaba pasando.
-¿Quieres decir que hay otro motivo aparte de su mitad humana para que Nathaniel quiera matarla?. -Preguntó al fin Álam.
-Por supuesto. -Respondió Álfred. -Si fuese solo eso Nathaniel ni se molestaría en perseguirla, probablemente incluso agradecería no tener que seguir teniendola cerca. Pero eso no es todo, lo que Nathaniel teme e Elisabeth no es a la humana, sino a la vampiresa.
-Eso no tiene sentido. -Lo contrarió Melissa.
-Si lo tiene. -Insistió el vampiro. -Puede que vos no seáis una gran amenaza para él, pero tenéis el poder para crear algo capaz de acabar con su reinado. En realidad ya lo habéis hecho aunque no os hayáis dado cuenta.
-¡Yo no he hecho nada!. -Replicó de nuevo la princesa sin comprender en absoluto lo que Álfred intentaba decir.
-Si lo has hecho. -Respondió de pronto Álam, su rostro ahora completamente serio mientras miraba fijamente a Álfred. -Está hablando... de mí. ¿Verdad?.
-Así es. -Asintió Álfred con tranquilidad. -Tal vez no seas un verdadero vampiro, pero por tus venas corre la misma sangre que por las de Melissa y tú mismo has comprobado ya de lo que eres capaz. Estas por encima de todos nosotros muchacho, incluso de mis hermanos y de mi mismo.
-Entonces esto era lo que Mariana pretendía desde un principio. -Empezó a comprender Álam cuya mirada se endureció de pronto mientras hablando. -¿Para qué tantas molestias entonces?. ¿Por qué ayudarnos a escapar y guiarnos a la frontera cuando podríais haberlo solucionado todo en la fortaleza?.
-Eso no habría servido de nada. -Aclaró Álfred. -Melissa jamás habría aceptado convertir a nadie en un vampiro, menos aún a alguien tan importante para ella com tú. Y la reina jamás la habría obligado, ella no es un monstruo como Nathaniel. Además, tu ya habías demostrado que no estabas dispuesto a dejarte convertir así como así y sería peligroso forzarte. Su plan nunca fue obligaros a hacer esto, sino esperar a que sucediese de forma natural. Para eso os guió hacia el norte y me envió tras vosotros, para que pudieses resguardaros en el domo del viejo Nicolai hasta que llegase el momento y yo os protegiese mientras tanto. Pero como os he dicho, vosotros lo cambiasteis todo al adelantaros así a nuestros planes y las cosas no han salido exactamente como planeábamos.
-Entonces... -Titubeó Melissa tratando de comprender todo aquello. -... en realidad nunca pretendisteis guiarnos a la frontera... ¿Verdad?.
-Esa es una pregunta difícil de responder, y más si tenéis en cuenta cómo es vuestra madrastra. -Sonrió Álfred sin mostrar preocupación alguna por la forma en que ambos lo miraban. -El plan original de la reina era guiaros hacia el domo para que yo pudiese reunirme allí con vos. Esa era en teoría la parte sencilla del plan, a partir de ahí todo dependería de vosotros. Con un poco de suerte cuando alcanzaseis el domo todo habría sucedido ya como Mariana esperaba y mi tarea sería explicaros su plan. Aunque reconozco que yo mismo era el primero en dudar que todo sucediese tan deprisa, os conozco desde que eráis pequeña princesa, y sé perfectamente que no os parecéis en absoluto a vuestra madrastra en ese sentido.
-Parece que asumes que de una forma o de otra Melissa y yo acabaríamos siendo iguales tarde o temprano. -Notó Álam visiblemente intrigado. -¿Por qué?. ¿No se os ocurrió pensar que tal vez so no sucediese nunca?.
-Teniendo en cuenta lo que sucedió en la fortaleza y los riesgos que corristeis el uno por otro, yo diría que eso era del todo imposible. -Se rió Álfred que pareció encontrar extrañamente graciosas aquellas palabras. -Yo también he sido joven y sé perfectamente lo que es el amor, antes o después acabaría sucediendo.
-¿De qué estas hablando?. -Preguntó desconcertada Melissa. -¿Qué tiene que ver lo que sienta por Álam con eso?.
Ante esta nueva pregunta, Álfred esbozó una curiosa sonrisa mientras miraba a su joven soberana y esta lo miró todavía con mayor curiosidad.
-Esa pregunta deberíais hacersela a vuestra madrastra, es a ella a la que le corresponde enseñaros esas cosas. -Respondió sin dejar de sonreír. -Pero no es algo que deba preocuparos, de todas formas las cosas han tomado otro camino. Uno que ninguno de nosotros esperaba si os soy sincero.
-¿Y si las cosas no fuesen como Mariana esperaba y siguiese siendo humano al llegar al domo?. -Volvió a preguntar Álam retomando el tema anterior al ver que Álfred no parecía muy dispuesto a dar más explicaciones sobre aquello y, cómo este mismo decía, estas carecían ya de importancia.
-Esa es precisamente la razón por la que Mariana os envió tan al Norte. -Explicó Álfred. -La reina tiene la costumbre de planearlo todo para salirse con la suya... de una forma o de otra. Si ese plan fallaba, la ruta que os había marcado os permitiría alcanzar la frontera sin demasiados problemas y mi tarea sería simplemente protegeros hasta entonces.
-Eso no me parece muy propio de Mariana. -Lo contrarió Álam. -Me cuesta creer que estuviese dispuesta a darse por vencida tan fácilmente.
-No lo estaba. -Admitió Álfred. -Como ya os he dicho, antes o después acabaría sucediendo lo que nosotros esperábamos y entonces, ya fuese entre los humanos o entre los vampiros, ella encontraría la forma de ponerse en contacto con vosotros. La reina tiene más recursos de los que podáis imaginar.
-No lo dudo. -Afirmó Álam aparentemente convencido por aquella explicación, aunque todavía sin comprender del todo las razones para todo aquello. -Pero eso sigue sin explicar qué pretendía realmente Mariana. Es posible que sea más fuerte que vosotros, pero supongo que no esperaría que yo solo pudiese enfrentarme a Nathaniel y a todos tus hermanos.
-No, por supuesto que no. -Dijo sonriendo de nuevo Álfred. -Pero hay otras formas. Por eso teme tanto Nathaniel a Elisabeth.
-¿Cómo cuales?. -Insistió Álam.
-Usando contra él las mismas armas que Nathaniel usó para acabar con el resto de los vampiros originales. -Respondió Álfred. -Supongo que conoces la historia del reino y de cómo empezó la guerra.
-¿Te refieres al consejo de los antiguos vampiros?. -En respuesta a esto, Álfred asintió con la cabeza y Álam continuó. -Todo el mundo lo sabe. Antes de que Nathaniel fuese rey era solo un miembro más del consejo de los vampiros. Una especie de gobierno similar al que ahora dirige a los humanos pero formado solo por los pocos vampiros originales que todavía sobrevivían. Pero durante la guerra Nathaniel los mató a todos y se hizo con el poder de todo el reino, eso es al menos lo que se cree entre los humanos... o lo que nos han contado a nosotros.
-Y es la verdad. Tan solo hay una cosa que no sabéis al respecto. -Matizó el vampiro. -¡Cómo consiguió Nathaniel acabar con ellos!.
-¿Acaso importa eso?.
-Más de lo que crees muchacho. -Sonrió Álfred. -Nathaniel nunca habría podido derrotar a todo el consejo ni hacer frente a sus ejércitos por poderoso que fuese, pero no necesitó hacerlo. Los derrotó uno por uno, acabando con ellos en duelos a muerte en los que solo la fuerza y la habilidad de cada uno contaban para sobrevivir. Y ahí parece que ninguno de los antiguos vampiros podía competir con Nathaniel.
-¿Duelos?. -Repitió desconcertado Álam. -No lo entiendo, ¿Fueron realmente tan estúpidos cómo para aceptar enfrentarse uno a uno a Nathaniel sin ayuda aún después de ver como iba acabando con ellos?.
-Por supuesto que no. -Negó Álfred hablando ahora con mayor seriedad. -Pero no les quedaba más remedio, la ley los obligaba a aceptar ese reto y ninguno de ellos se atrevió a quebrantarla.
-¿De qué ley hablas?. -Preguntó de nuevo Álam visiblemente intrigado.
-De la que ha mantenido con vida a los vampiros durante todos estos siglos. -Explicó Álfred satisfecho por el interés que el cazador estaba mostrando por aquello. -Debido a las cacerías de los humanos los vampiros nunca fueron demasiado numerosos, pero aún así se dividieron en diferentes clanes a lo largo de la historia y estos se enfrentaron en numerosas ocasiones por distintos intereses. Pero la guerra era algo que una raza tan poco numerosa no podía permitirse, no solo por la posibilidad de ser descubiertos, sino por el riesgo de que la especie se extinguiese si tenía lugar una guerra abierta entre varios clanes. Para evitar esto se creó una ley que todos los clanes aceptaron respetar, una ley que permitiría resolver las disputas mediante duelos entre los líderes de los clanes ahorrando y ahorraría grandes derramamientos de sangre.
-Y de esa ley se aprovechó Nathaniel para conseguir quedarse con el poder de todo el reino -Finalizó Álam comprendiendo ahora en parte lo sucedido. -Pero creo que se os pasa algo por alto. Puede que los miembros del consejo fuesen lo suficientemente estúpidos como para seguir esa ley, pero Nathaniel no contéis con que Nathaniel lo sea.
-Por desgracia para él, no es algo que esté en su mano aceptar o no. -Dijo Álfred sonriendo sombríamente. -Esa ley forma tan parte del reino como el propio Nathaniel y todos los vampiros la conocen... incluso mis hermanos.
-Los BlackHawk siguen siendo simples marionetas de Nathaniel. -Replicó Álam. -No cuentes con que ellos os ayuden.
-Te equivocas. -Lo contrarió Álfred. -Los BlackHawk son un arma de doble filo para Nathaniel muchacho, tu mismo lo has comprobado ya con Elisabeth y con Mariana, recuerda que son la única razón por la que siguen con vida. Puede que sigan estando a las órdenes del rey, y no dudes que darían su vida por él si fuese necesario, pero su lealtad no es solo hacia él, sino hacia toda la familia real y las leyes que forman el reino. Si Nathaniel rompe esas leyes su control sobre ellos se romperá también, y ni siquiera él podría hacer frente a todos los BlackHawk a la vez.
-Parece un buen plan. -Admitió Álam. -Supongo que no debía esperar menos de alguien como Mariana.
-Eso no es todo. -Le advirtió Álfred que todavía no había terminado. -Matar a Nathaniel no acabará con la guerra, tan solo la pospondrá durante un tiempo, pero no dudes que volverá a comenzar. Es imposible que haya paz mientra uno de los dos bandos siga prefiriendo la guerra.
-¿Qué quieres decir con eso?.
-Piensa muchacho, piensa. -Insistió Álfred. -Si conoces algo de la historia de la humanidad intenta solo recordad cuando fue la última vez que todos los humanos estuvieron dirigidos por una misma bandera y un gobierno tuvo tanto poder. A vuestro consejo le conviene demasiado la guerra cómo para luchar por la paz.
-Eso es ridículo. -Replicó Álam un tanto desconcertado por aquellas palabras. -El consejo solo quiere la paz, para eso crearon a los Hunters.
-Deja de engañarte a ti mismo. Sabes tan bien como yo que eso no es cierto. -Le recriminó Álfred. -Si eso fuese así entonces por qué solo atacáis en la frontera, por qué los grandes generales están a salvo en sus fortalezas del interior. ¡¿Por qué solo tú has atacado la fortaleza de Nathaniel?!. Yo te lo diré, porque a tu consejo no le interesa romper el equilibrio que ha conseguido estableciendo la frontera en los Urales, tan solo mantenerlo.
Aquello desconcertó por completo a Álam. Lo que Álfred acababa de decir era totalmente cierto y por más que pensaba no conseguía encontrar un argumento para contrariar al vampiro. Aquello no podía ser, no podía aceptar con tanta facilidad que todo lo que habían estado haciendo durante los últimos años había sido una simple pantomima para mantener el poder del consejo. Pero, si no era así, entonces por qué no podía responder a aquellas preguntas, por qué le era tan difícil pensar en una excusa con la que negar aquellas acusaciones. La respuesta era simple: Porque aquello era la verdad.
-¿Y qué pretendes entonces?. -Consiguió decir al fin. -Aunque lo que dices fuese verdad, ¿qué esperáis que haga?. ¿Matar también al consejo?.
-Es la única solución. -Dijo Álfred sin apenas inmutarse. -Para ti sería fácil hacerte pasar por humano y burlar su vigilancia, todo está en tus manos.
-Eso tampoco arreglará nada. -Trató de responder Álam buscando alguna razón para contrariar aquel plan. -Tan solo conseguiríais una tregua temporal mientras no se nombrase un nuevo consejo y que la alianza entre los humanos se disolviese y todo volviese a ser un caos.
-No si alguien los substituye antes. -Aclaró Álfred mirando ahora fijamente al joven cazador. -Alguien que sea además el líder del otro bando y asegure así la paz entre ambas razas. Esa es la verdadera razón de todo esto Álam, la razón por la que tú y la princesa sois tan importantes. Ni humanos ni vampiros aceptarían tener como líder a alguien de otra raza, pero vosotros las representáis a las dos, sois el ejemplo perfecto de que nuestras razas pueden estar unidas y no ser solo enemigas. Sois nuestro futuro.
-Las cosas no funcionan de esa forma. -Negó Álam señalando hacia Melissa. -Recuerda lo que ha sufrido ella aún siendo vuestra princesa por ser solo medio humana en un mundo de vampiros, no creas que los humanos reaccionarán mucho mejor ante alguien medio vampiro.
-Lo harán si les ofreces algo que realmente desean. -Insistió Álfred. -Y todos quieren la paz, tanto humanos como vampiros están cansados de la guerra, tan solo necesitan a alguien que los guíe en la dirección adecuada. Acaba con la guerra y la gente no os verá como medio humanos o medio vampiros, os verá como lo que realmente sois, el punto de unión entre nuestras dos razas.
Terminada su explicación, Álfred guardó silencio y miró al confundido Álam esperando a que este tomase la decisión que tanto él como Mariana esperaban de él. Sin embargo, para su sorpresa quien hablaría a continuación no sería este sino Melissa que se adelantó a él hablando esta vez en un tono nada amistoso mientras miraba totalmente seria a Álfred.
-Entonces esa era la razón por la que nos habéis ayudado. -Dijo aparentemente furiosa. -Todo este viaje, la huida de la fortaleza, incluso el ayudarme a ir a ver a Álam al calabozo... ¡Todo era una farsa!. Mariana me ha usado para conseguir lo que quería, cómo si fuese un simple juguete más en uno de sus planes.
-Deberíais mostrar un poco más de respeto hacia vuestra madrastra. -Replicó con tranquilidad Álfred, consciente en todo momento de que estaba hablando con su princesa. -La reina no os ha usado en ningún momento, tan solo os ha ayudado a seguir el camino que vos misma habíais elegido. No fue ella la que llevó a Álam hasta vos, ni la que os impulsó a huir con él, esas decisiones fueron vuestras y ella se limitó a adaptar sus planes a los vuestros.
-¡¿Por qué?!. -Insistió Melissa. -¿Por qué no podía simplemente dejarnos en paz?. Yo solo quiero vivir en paz, no quiero tener nada que ver con esos planes de los que hablas. Hemos pasado por muchas cosas para llegar aquí, no puedes pedirnos ahora que volvamos para que Álam arriesgue su vida de nuevo.
-Álam no es el único que se juega la vida con esto. -Respondió de nuevo Álfred en un tono súbitamente serio. -La reina no hace esto para acabar con la guerra majestad, lo hace por venganza hacia vuestro padre, y por vos. Sois una princesa y os merecéis algo más que la vida que podáis llevar al otro lado de la frontera intentando pasar por humanos corrientes. Y para conseguirlo está dispuesta incluso a arriesgar su propia vida.
-¿Qué significa eso?. -Preguntó esta vez Álam al ver que aquellas palabras habían sorprendido notablemente a Melissa. -¿Qué clase de riesgos corre Mariana con esto?.
-Para poder retar al rey se necesitan dos cosas. -Explicó Álfred. -Una es que el retador posea sangre real, por eso solo tú puedes hacerlo. La otra es que alguien con esa misma sangre te apadrine en el enfrentamiento. Ese fue el fin con el que Nathaniel convirtió a Mariana hace años y la razón por la que le dio incluso parte de su propia sangre, puede que no sea tan pura como la de Melissa, pero sigue siendo aceptable para el desafío. Y ahora ella está dispuesta a hacer lo mismo por ti apadrinandote ante él. Pero si tú eres derrotado, Nathaniel tendrá también el derecho de acabar con su vida, espero que comprendáis el riesgo que está asumiendo con todo esto.
Estas palabras sí sorprendieron a Álam e incluso a la propia Alys que continuaba escuchandolo todo un metro más atrás tratando de encajar las piezas de todo aquel rompecabezas. No podía creer que incluso Mariana estuviese dispuesta a jugarse la vida cuando ella era posiblemente una de las menos perjudicadas por la guerra dado su privilegiado puesto en la corte. Pero lo que sí podía entender era lo que Álfred había dicho sobre Melissa.
-Eso es cierto. -Dijo al fin tras un rato en silencio. -Melissa es una princesa y yo ni siquiera sé que clase de vida podrá llevar al otro lado de la frontera...
-¡Eso a mi no me importa!. -Lo interrumpió al instante Melissa dejando a la niña de nuevo en el suelo y acercándose a él. -Yo nunca he sido una princesa, solo una prisionera que no sabía ni lo que era caminar libre fuera de aquella fortaleza. No quiero nada de eso, me basta con tenerte a ti. Eres lo único que me importa ahora y no me arriesgaré a perderte por nada ni por nadie, ni siquiera por Mariana.
-Podríamos acabar con la guerra. -Respondió Álam mirandola ahora a ella. -No tendrías que esconderte nunca más de nadie ni preocuparte de que te descubriesen.
-¿De qué me serviría eso si te pierdo a ti?. -Insistió Melissa mirandolo con los ojos apunto de llenarse ya de lágrimas. -Hemos hecho todo este viaje para poder estar juntos, no puedes hacerme esto ahora Álam, no puedes dejarme sola otra vez. Me lo prometiste, ¿Recuerdas?. Me dijiste que no dejarías que volviese a estar sola, qué tú estarías conmigo. Por favor, no rompas tu promesa ahora.
-No pensaba hacerlo. -Respondió casi de inmediato Álam para quien la tristeza que podía ver en aquellos maravillosos zafiros que eran los ojos de Melissa era una razón más que suficiente para decidirse. -Nathaniel no me preocupa, me enfrentaría a él aunque supiese con certeza que moriría si con eso consiguiese hacerte feliz. Pero si enfrentándome a él voy a hacerte más daño que continuando con nuestro viaje, entonces no hay razón para que lo haga.
Nada más oír esto, la tristeza del rostro de Melissa se transformó en una extraordinaria sonrisa y esta abrazó con fuerza a Álam para tratar de expresarle la alegría que sentía al oírlo decir aquellas palabras. Y para sorpresa de ambos y de la propia Alys, en ese mismo instante Álfred empezó a reírse mientras los miraba a los dos aparentemente divertido por todo aquello.
-Esto no le va a hacer ninguna gracia a la reina. -Continuó riendose Álfred que, pese a sus palabras, no parecía disgustado por aquello. -Pero supongo que mientras vos seáis feliz y estéis a salvo ella se dará por satisfecha, ya tendrá tiempo para preparar otros planes.
-Sea o no así, no hay nada que ella pueda hacer al respecto. Esta es nuestra vida, no la suya. -Dijo Álam soltando a Melissa y acercandose al BlackHawk que lo miró un tanto sorprendido al ver como este le tendía la mano. -De todas formas, gracias por la ayuda.
-Solo cumplía con mis órdenes y con mi deber hacia la princesa. -Respondió Álfred estrechando la mano del cazador. -Ahora te corresponde a ti protegerla, confío en que no le falles.
-No lo haré. -Sonrió Álam. -Pero dime, creer realmente que yo habría podido acabar con Nathaniel.
-No lo sé. -Dijo el vampiro sacudiendo ligeramente la cabeza. -Pero si la reina está dispuesta a arriesgar su propia vida creo que tendrías bastantes posibilidades.
-Mariana puede ser muy inteligente, pero dudo que sepa mucho sobre eso. -Insistió Álam. -Quiero la opinión de alguien que sí sabe lo que es un arma.
-Dudo que yo pueda dartela. -Negó Álfred. -Hace años que Nathaniel no lucha contra nadie y no sé realmente de lo que es capaz. Pero has derrotado a Nathan, es un buen comienzo.
-Tal vez, pero crees que Nathaniel será más fuerte que ese monstruo, ¿verdad?
-No tengo ninguna duda. -Afirmó. -No sé hasta donde llegan sus habilidades, pero de lo que si estoy seguro es de que no crearía nada que no pudiese vencer. Su error al crear a los BlackHawk le ha costado demasiados quebraderos de cabeza, creeme, no lo cometerá de nuevo.
-Eso suponía.
Dicho esto, Álam se dio la vuelta y volvió con Melissa que se despedía ya de la niña para que esta regresase de nuevo con Álfred y los dos grupos pudiesen tomar al fin sus respectivos caminos. Sin embargo, en ese preciso instante ocurriría algo que cambiaría por completo sus planes y todo lo que hasta entonces había sucedido en aquel lugar.
Antes de que la pequeña pudiese siquiera alejarse de ellos, un potente destello verde iluminó la cima de la colina y un brillante haz de luz pasó a escasos centímetros de Melissa y del propio Álam que se giró inmediatamente siguiendo el disparo hasta que este alcanzó al fin su objetivo. Álfred no gritó, ni siquiera pareció reaccionar al recibir el impacto. El haz de plasma lo atravesó limpiamente por el centro del pecho provocando una violenta hemorragia y el cuerpo inerte del vampiro cayó al suelo al instante mientras su sangre se extendía bajo él tiñendo de rojo la hierba de la colina.
Atónito ante lo que acababa de ver, Álam giró inmediatamente la cabeza hacia el lugar del que provenía el disparo y sus ojos se abrieron de golpe al ver por fin la fuente de aquel ataque. Frente a ellos, flotando suavemente en el borde de la colina y descendiendo ya hacia el suelo, la familiar silueta de una gran aeronave se hacía poco a poco visible. El campo de camuflaje que hasta entonces la había protegido se había disipado tras el disparo y en los extremos de sus afiladas alas con forma de hacha la noche se curvaba todavía a su alrededor tratando de ocultarla, pero Álam no habría necesitado siquiera que esta apagase su camuflaje para identificarla.
Reconocería aquella nave plateada en cualquier lugar. La forma similar a la de una gigantesca hacha bicéfala con sus grandes alas formando ambos filos y la cabina situada en el centro a modo de una puntiaguda empuñadura la hacían fácilmente reconocible, más aún teniendo en cuenta que en sus alas llevaba grabadas las mismas insignias que la espada de Álam. Aquella era la misma nave que él mismo había usado tantas veces en sus misiones, la misma que lo había conducido hacía días hacia el corazón del territorio de Nathaniel y lo había abandonado allí: El aerodeslizador de los Hunters.
Pero aquello no lo tranquilizó en absoluto, al contrario, su temor se hizo todavía mayor al comprobar de qué nave se trataba. Sabía perfectamente que los Hunters no enviarían a nadie a buscarle tras haberle abandonado y mucho menos en busca de una Hunter que hubiese desobedecido las órdenes del propio comandante como era el caso de Alys. Y eso solo dejaba una opción para explicar la presencia allí de aquella nave.
-¡Alys!. -Gritó furioso Álam comprendiendo ahora las palabras de esta hacía tan solo unos minutos y girandose bruscamente hacia ella. -¿Qué significa esto?. ¿Qué has hecho?.
-Lo siento. -Dijo sin atreverse a mirarle Alys, sacudiendo ligeramente la cabeza como dudando de sus propias palabras. -Esto es lo mejor para todos Álam, por favor, intenta comprenderlo.
-¿Por qué?. -Insistió Álam cuya voz sonaba furiosa, pero a la vez terriblemente triste. -Tú eras la única en quien confiaba todavía, la única que no esperaba qué me traicionase...
-Yo no te he traicionado. -Replicó inmediatamente Alys visiblemente afectada por estas últimas palabras. -Solo quiero que vuelvas a ser tú... jamás haría nada que pudiese hacerte daño.
-Entonces qué significa todo esto. -Continuó Álam. - ¿Por qué has llamado al cuartel general?.
-Ellos podrán ayudarte. -Trató de explicar Alys atreviendose al fin a mirarle. -Solo os separarán unos días, si después de eso sigues pensando igual no pasará nada. Si no... volverás a ser tú, su control sobre ti se romperá al estar lejos de ella y volverás a ser el de siempre.
-Me temo que eso no será tan sencillo. -Dijo de pronto una nueva voz proveniente esta vez de la nave cuyas puertas se habían abierto ya y descansaba flotando a apenas unos centímetros del suelo de la colina. -Esto es más importante de lo que una simple cazadora pueda comprender, pero agradecemos tu información, nos será muy útil.
Nada más oír esto, los dos miraron hacia la nave y vieron como un hombre vestido con uniforme de oficial bajaba escoltado por dos Hunters y se detenía frente al morro de la nave mirándolos con una extraña sonrisa. Era alto, de pelo negro como el de Álam pero cortado al estilo clásico de los oficiales y ojos verdes aunque carentes por completo de brillo.
-Teniente.... -Masculló Álam reconociendo al instante al hombre que lo había visitado hacía días junto a su comandante. -¿Y el comandante?, ¿Es que ni siquiera tiene el valor de venir el mismo a capturarnos?.
-El comandante está ocupado dando explicaciones al consejo sobre lo que han estado haciendo sus Hunters últimamente. Parece que no les agrada mucho todo el revuelo que tu misión ha provocado entre las tropas de Nathaniel. -Replicó el teniente mirando de reojo a Alys. -Pero no te preocupes, yo soy más que suficiente para asegurarme de que esta vez todo va perfectamente y no cometemos el mismo error que cometiste tú. Y cuando volvamos estoy seguro de que él ya habrá vuelto y se alegrará de ver el cambio que han dado de pronto los acontecimientos. La hija de Nathaniel nos será de gran utilidad como objeto de negociación, mucho más estando viva que muerta como él pretendía.
Al oír aquellas palabras, Álam activó inmediatamente su puñal comprendiendo las intenciones del teniente y trató de acercarse a Melissa para protegerla... pero ya era tarde. Antes de que él pudiese hacer nada, un Hunter apareció justo frente a él bloqueandole el paso y vio como otro se hacía visible tras Melissa y colocaba su espada en el cuello de la joven para obligarla a seguirle hacia la nave.
-¡Melissa!. -Rugió con furia de nuevo, haciendo que sus ojos brillasen con un oscuro fulgor verde mientras apuntaba su arma hacia el cazador que tenía en frente. -¡Soltadla!.
Lejos de hacerle caso, el cazador dio un rápido paso atrás alejándose de este y al instante dos nuevos Hunters aparecieron a ambos lados de Álam apuntándolo con sus espadas para asegurarse de que no se moviese. Lo que no hizo sino aumentar la furia de este que apretó con fuerza la empuñadura de su arma y se dispuso a atacarlos de todas formas.
-¡Álam no!. -Gritó inmediatamente Melissa temiendo que este hiciese algo que pudiese acabar obligandolos a matarle. -Por favor no lo hagas... no quiero que te hagan daño, por favor. No me importa ir con ellos... pero por favor, no hagas que te maten.
-Me temo que ya es un poco tarde para eso. -Dijo con tranquilidad el teniente mientras hacía un gesto con su mano hacia uno de sus hombres. -Ahora, haz el favor de estarte quietecita mientras solucionamos esto.
Justo en el instante en que el teniente decía esto, el cazador que la sujetaba acercó una diminuta pistola inyectora al cuello de Melissa y con una simple pulsación en el gatillo el somnífero que la cargaba hizo su efecto acabando al instante con su resistencia. Hecho esto, el teniente volvió a prestar atención hacia Álam que había ignorado por completo las súplicas de Melissa y se acercaba furioso a ellos dejando tras él los cuerpos de los tres cazadores que no habían tenido la menor oportunidad frente a un enemigo así.
-¡Sueltala!. -Rugió de nuevo.
-No te preocupes, la cuidaremos bien, nos interesa más viva que muerta. -Se burló el teniente sin preocuparse en absoluto por la amenazadora forma en que lo miraba. -Lástima que contigo no suceda lo mismo.
Dicho esto, el teniente sacó una pistola oculta bajo la chaqueta de su uniforme y apuntó con ella a la cabeza de Álam que se detuvo al instante. No era un arma muy potente, pero el puñal con que contaba para defenderse no le serviría de mucho contra ella y a esa distancia no podría esquivar el disparo que sería mortal para alguien que, cómo él, no llevaba armadura.
Sin embargo, antes de que el oficial pudiese disparar, Alys se interpuso de pronto entre ambos colocandose justo frente a Álam y tanto este como el propio Teniente la miraron con sorpresa durante unos segundos.
-Esto no es necesario. -Aseguró Alys tratando de convencer a su superior. -Álam no es uno de ellos, usted me dijo que no le pasaría nada si todavía no era del todo un vampiro.
-Miralo bien muchacha, lo que estás protegiendo ya no tiene nada de humano. -Respondió el teniente con calma, recuperando de nuevo su inmutable expresión de tranquilidad. -Lo mejor que podemos hacer por él es poner fin a todo esto. Ahora apártate y déjame cumplir con mi deber.
-¡No!. -Se negó Alys manteniendose en el mismo sitio. -Álam no es un monstruo, no dejaré que le mate. Para hacerlo antes tendrá que matarme a mí.
-Cómo quieras.
Sin apenas inmutarse, el teniente apretó el gatillo ante los horrorizados ojos tanto de Álam como de Alys y los propios Hunters que los rodeaban y el disparo golpeó de lleno a la cazadora en el pecho abriendo una herida mortal que la hizo caer hacia atrás mientras su sangre comenzaba a teñir de rojo su ropa.
-¡Alys!.
Álam ni siquiera la dejó caer, la recogió en sus brazos antes de que pudiese tocar el suelo y la giró inmediatamente hacia él ignorando la amenaza que suponía el teniente. Todavía estaba consciente, pero por su boca brotaba sangre tan roja como la de la herida que indicaba la gravedad de la misma y los ojos de Álam temblaron al comprender qué no podía hacer nada por ella. Y sin embargo, a pesar de todo esto, en ese instante lo que se dibujó en los labios de la cazadora no fue tristeza, sino una pequeña sonrisa mientras giraba pesadamente la cabeza hacia él para mirarle.
-Yo... nunca quise hacerte daño, no quería... traicionarte. -Dijo con la voz temblorosa y débil mientras su cuerpo se estremecía entre los brazos de Álam. -Pero... no quería... perderte.... lo siento.
-Tú no me has hecho nada. -Respondió Álam abrazándola con fuerza, apretando su cuerpo contra el suyo hasta notar la calidez de su sangre a través de su camisa. -Soy yo el que debería pedirte perdón por no haberte hecho caso durante todos estos años. Lo siento... perdóname.
-Me estás... abrazando. -Murmuró ya apenas sin fuerzas Alys, sonriendo entre sus brazos. -Es... la primera.... vez...
La voz de la cazadora se apagó para siempre tras pronunciar aquellas palabras. Álam notó como esta moría en sus brazos, cómo la vida escapaba lentamente del cuerpo de aquella que durante tanos años había sido su compañera y ahora había muerto para salvarle. Y en ese instante, mientras la soltaba al fin y dejaba lentamente su cuerpo en el suelo, dos pequeñas lágrimas se deslizaron por sus mejillas hasta caer sobre el rostro ya sin vida de Alys.
-¿Lágrimas?. -Preguntó el teniente hablando con la misma frialdad con que había matado a Alys. -¿Sientes pena por alguien que acaba de traicionarte?, realmente patético.
-Ella no me traicionó. -Respondió Álam sin levantar la mirada, hablando con una voz súbitamente seria y serena que inquietó al propio teniente. -Tan solo estaba celosa... ¡Solo eso!.
-Di lo que quieras. -Mientras decía esto, el teniente levantó de nuevo su arma y apuntó a Álam que seguía arrodillado junto al cuerpo de Alys. -De todas formas, enseguida te reunirás con ella.
Con la misma frialdad que hacía unos segundos, el teniente apretó de nuevo el gatillo y del cañón de la pistola brotó un nuevo haz luminoso que se dirigió esta vez hacia la cabeza de Álam. Sin embargo, el resultado en esta ocasión sería completamente diferente a lo sucedido con Alys.
Ante los atónitos ojos del teniente y los demás Hunters, el disparo desapareció de pronto al acercarse a Álam dejando tan solo tras de sí un débil resplandor azulado cuya fuente era totalmente desconocida para estos. Aunque, por desgracia para ellos, esto estaba a punto de cambiar.
-¡Soltad a Melissa!. -Rugió de pronto una voz sombría y profunda procedente del cuerpo de Álam pero que ya no se parecía en nada a la suya y parecía más propia de una bestia salvaje que de un humano. -¡Devolvedmela!
-¿Qué demonios.... -Se sorprendió el teniente dando un paso atrás y apuntando de nuevo su pistola. -Esto es imposible.
Una vez más, el cañón de la pistola escupió su carga mortal hacia Álam y tres nuevos rayos de luz cruzaron la noche hacia su objetivo, pero ninguno de ellos llegó siquiera a rozarlo. Los disparos se esfumaron de nuevo en medio de un extraño resplandor que esta vez parecía poseer ya forma y se asemejaba a una esfera que rodeaba al propio Álam. Aunque, como pronto comprobarían, esta era la última de sus preocupaciones en aquel momento.
Sacudida por una colosal fuerza invisible la colina entera comenzó a temblar bajo sus pies, las antenas de los radares se detuvieron de golpe apuntando hacia el lugar en que se encontraban y la propia nave se balanceó en el aire mientras las nubes se arremolinaban en el cielo justo sobre sus cabezas como preludio a lo que estaba a punto de suceder.
Todo aquello había sido demasiado para Álam. La tensión y la rabia que lo dominaban en aquel instante al no poder haber hecho nada por Alys se sumaban a la impotencia de estar apunto de perder a Melissa y su mente ya no podía soportarlo más.
-¡DEVOLVEDMELA!
La voz de Álam resonó furiosa de nuevo como el rugido de un animal y este levantó al fin la cabeza para mirarlos mientras el fulgor verde de sus ojos se disipaba por completo bajo un nuevo brillo. Una luz azul que brotaba ya no solo de sus ojos, sino también de las grietas del inhibidor que comenzó a flotar frente a su pecho mientras el brillo de su mirada se convertía en dos aterradoras llamas azuladas y el cristal negro que lo rodeaba se astillaba cada vez más..
-No puede ser. -Exclamó el teniente comprendiendo lo que sucedía al ver. -¡Atacad!. -Ordenó señalando a uno de sus hombres. -¡No lo dejéis acercarse!.
El cazador dudó tan solo un segundo en obedecer a pesar de saber ya con certeza lo que le esperaba. Con la espada centelleando en la mano y el camuflaje de su armadura activo de nuevo, corrió hacia Álam y saltó hacia él con la espada en alto tratando de golpearlo con todas sus fuerzas.
Álam ni siquiera se movió, las terribles fuerzas que lo rodeaban detuvieron al Hunter en el aire sin que este tuviese siquiera que mirarle y la espada le estalló en las manos mientras todo su cuerpo se retorcía empujado por una fuerza invisible. Una fuerza colosal que apretó su armadura como una gigantesca prensa hidráulica rompiendo sus propios huesos y destrozando todo su cuerpo hasta que su sangre comenzó a brotar por todas las grietas de la armadura y calló chorreando al suelo frente a Álam que hizo tan solo un simple gesto con la cabeza para quitarselo de delante. Al instante, el amasijo de metal y carne en que se había convertido lo que antes era uno de sus compañeros voló por encima de la propia nave del teniente y se perdió tras la colina dejando el camino libre de nuevo para Álam cuya voz se escuchó una vez más mientras daba un nuevo paso adelante.
-¡DEVOLVEDMELA!.
La voz de Álam hizo temblar de nuevo la colina y su voluntad se materializó esta vez en forma de una colosal fuerza invisible que avanzó imparable hacia la nave abriendo la propia tierra de la colina como un afilado cuchillo y pasó aullando junto al teniente golpeando a otro de los Hunters cuyo cuerpo y armadura estallaron literalmente tiñendo de rojo la nave y la ropa del propio teniente mientras un círculo de fuego aparecía entorno a Álam y uno de los radares estallaba de pronto en llamas.
-Dios mio.
El teniente no podía creer lo que estaba viendo. Había oído hablar del poder de los psíquicos cuando estos perdían el control, pero aquello iba más allá de nada que hubiese imaginado y, además, Álam no estaba desde luego fuera de control. Sabía lo que hacía y hacia quien dirigía su ira, y eso supondría su fin si no pensaba algo rápido.
Fue entonces cuando se percató de la presencia allí de una quinta persona. La pequeña Ana seguía allí, llorando junto al cuerpo inerte de Álfred sin prestar atención a nada más y esto le proporcionó al teniente una posibilidad de salvarse.
-¡Dispara a la niña!. -Gritó girándose hacia el piloto de la nave. -Dispara los cañones hacia la niña, ¡Obedece!.
El piloto no lo dudó ni un segundo. Después de ver lo que Álam había hecho con sus compañeros estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para salvarse y apuntó inmediatamente los enormes cañones del aerodeslizador hacia la pequeña descargando en dos potentes ráfagas de luz toda la potencia de la nave. Y, por fortuna tanto para él cómo para el propio teniente, esta vez el resultado si fue el que esperaban.
Al ver aquello, Álam voló literalmente hacia la pequeña y la cubrió con su propio cuerpo segundos antes de que los disparos lo alcanzasen. Al instante, un cegador resplandor azulado iluminó toda la colina y el cuerpo de Álam salió despedido hacia el otro lado de la misma protegiendo todavía con sus brazos a la niña.
-Se acabó. -Suspiró aliviado el teniente al ver esto y notar como la colina dejaba de pronto de temblar. -Subidla a la nave, nos marchamos.
-Señor. -Objetó uno de los Hunters que lo escoltaban. -¿No deberíamos comprobar antes si todavía está vivo?.
-Su cuerpo ha debido rodar pendiente abajo hacia el bosque, nos llevaría demasiado tiempo buscarlo. -Respondió el Teniente. -Ademas, no es necesario, el cristal de su inhibidor se estaba haciendo pedazos, sin él no sobrevivirá más que unos minutos.
-¿Qué hacemos con el vampiro?. -Preguntó otro de sus escoltas señalando esta vez al cuerpo de Álfred. -El disparo no le ha dado en el corazón, todavía es peligroso.
-Dejadle. -Ordenó. -Él le llevará a Nathaniel el mensaje de que tenemos a su hija.
Dicho esto, el teniente entró en la nave y sus hombres lo siguieron rápidamente esperando poder alejarse de allí cuanto antes. Estaba acostumbrados a enfrentarse a enemigos más fuertes que ellos, pero la forma en que Álam había matado a sus dos compañeros los había aterrorizado y todos suspiraron aliviados cuando la nave comenzó a alejarse.
Sin embargo, en el instante en que esta comenzaba a ganar velocidad, un temblor la sacudió de nuevo haciendola tambalearse en el aire y un rugido inundó de nuevo la noche que los rodeaba haciendolos palidecer.
-¿Qué ha sido eso?. -Gritó el teniente exigiendo explicaciones a su piloto.
El piloto ni siquiera le respondió, las palabras se negaban a formarse en su garganta y este apenas fue capaz de pulsar el botón que pasaba la vista trasera de la nave a la pantalla principal de la misma. Y entonces, al ver al fin la causa de aquel temblor, el teniente y el resto de la tripulación de la nave se quedaron también en silencio observando aterrados el gigantesco torbellino de fuego que se alzaba tras las colinas danzando al son de centenares de rayos que bajaban desde las nubes arremolinandose entorno a la base del mismo mientras el otro radar ardía pasto de las mismas llamas que el primero.
-Señor, ¿Qué es eso?. -Consiguió articular al fin uno de los Hunters tras casi un minuto en silencio.
-Nada. -Respondió secamente el teniente, el rostro helado por aquella horrenda visión. -Por el bien de todos.... no ha podido ser nada.



Álfred se despertó horas después de que todo hubiese terminado, o al menos eso fue lo que él pensó en aquel momento. El olor a quemado que impregnaba el aire lo hizo ponerse en pie con rapidez a pesar del dolor que todavía sentía en el pecho y su primera reacción fue mirar inmediatamente a su alrededor buscando a su princesa y a los demás. Pero lo que vio entonces lo preocupó todavía más.
En un principio había supuesto que el disparo con el que lo habían abatido provendría de una nave humana que habría venido en busca de Álam y la cazadora que lo acompañaba, lo que le había dado ciertas esperanzas de que ambos se encontrasen a salvo si este había conseguido hacerla pasar también por humana como pretendía. Sin embargo, esta esperanza se vino abajo de golpe en el momento en que sus ojos se encontraron con el desolador paisaje que lo rodeaba y pudo ver la destrucción ocasionada por lo sucedido allí aquella noche.
Los radares que franqueaban la cima estaban destrozados, las enormes antenas que los formaban eran ahora simples montones de chatarra humeante y una débil humareda lo cubría todo como una tenue mortaja que tratase de ocultar aquel horror. Algo curioso teniendo en cuenta que no se veían más marcas de fuego en toda la colina, aunque si había otras marcas que dejaban claro que allí había sucedido algo peor que un simple incendio.
Sangre, restos de cuerpos y armaduras, extrañas marcas en el suelo de la propia colina que parecía haber sido abierto de lado a lado como si un enorme cuchillo raspase su superficie... demasiadas cosas para que Álfred pudiese siquiera hacerse una idea de lo que había podido pasar allí. Sin embargo, en el centro mismo de todo aquello había algo que sí comprendía y que lo sobrecogió más de lo aterró aún más que toda aquella destrucción: ¡Una tumba!.
Justo en el centro de la colina, la hierva había desaparecido por completo formando un gran círculo yermo de más de cuatro metros de diámetro y sobre este descansaban cinco enormes bloques de piedra colocados a modo de un tosco sepulcro cuya lápida se elevaba más de dos metros sobre el suelo.
-No puede ser.
Nada más ver esto, Álfred corrió inmediatamente hacia él temiendo lo peor y se detuvo frente este para mirar la inscripción de la lápida. La roca no estaba pulida y sus bordes y aristas eran ásperos y afilados, cómo si hubiesen sido arrancados unos de otros por una fuerza brutal y no cortados por algo, y la inscripción no era menos impresionante.
Las letras aparecían gravadas a fuego en la roca, impresas con la profundidad y precisión que solo un láser habría podido hacer, pero rodeadas por un aura de cristalización que denotaba un incremento brutal de temperatura en el momento en que se habían grabado. Cómo si un rayo hubiese labrado una a una las palabras de aquella única frase: ¡Aquí yace Alys, la última esperanza de la humanidad!.
-¿Alys?.
Repitió para sí Álfred desconcertado, más sorprendido por las palabras que por el aspecto de la tumba. Saber que no se trataba de su princesa lo aliviaba, pero aquella frase resultaba inquietante y la única a la que podía imaginar que perteneciese aquel nombre era la cazadora que había visto aquella noche con Álam, pero si se trataba de ella aquello tenía todavía menos sentido. ¿Quién había podido matarla si habían sido los humanos los que habían venido a buscarlos y por qué aquel extraño epitafio?. Las respuestas a estas preguntas vendrían mucho antes de lo que él imaginaba, y también de una fuente de la que jamás las habría esperado.
Cuando al fin desvió su mirada de la tumba y la dirigió de nuevo hacia los Urales, pudo ver una pequeña silueta entre la humareda justo en el borde occidental de la colina y no tardó en reconocer a la pequeña que él mismo había traído hasta allí esa noche. Sin perder un solo segundo, Álfred echó a correr una vez y vio como la niña se giraba hacia él al oírle acercarse, pero, curiosamente, en los ojos de esta no había miedo ni nada parecido y la pequeña lo saludó con una tranquila sonrisa que lo desconcertó aún más.
-Ana, ¿qué estas haciendo aquí sola?. -Preguntó arrodillandose frente a ella para poder mirarla a la cara. -¿Dónde están los demás?.
-Se han ido. -Respondió tranquilamente la pequeña sin perder su sonrisa.
-¿A donde?. -Insistió Álfred. -¿Qué ha pasado aquí esta noche pequeña, qué es todo esto?.
-Unos hombres vinieron y se llevaron a Melissa. -Explicó la niña en un tono ahora un tanto triste. -Fueron los mismos que te dispararon, primero cogieron a Melissa y luego intentaron matar a Álam, pero aquella chica se puso en medio y...
-Entiendo- -La interrumpió Álfred consciente de que aquello no era fácil para la niña y comprendiendo ya perfectamente lo que esta intentaba decir. -¿Pero y lo demás, quién ha hecho todo esto?.
-Álam. -Afirmó casi de inmediato Ana recuperando la sonrisa. -No sé qué pasó, solo recuerdo una luz muy fuerte y a Álam abrazándome para que no me pasara nada. Cuando desperté todo estaba así ya.
-¿Y Álam, donde está el ahora?.
-Ha ido a buscar a Melissa. -Respondió la pequeña hablando de nuevo con la misma tranquilidad que la principio. -Cuando terminó la tumba de su amiga me dijo que iba a buscarla y que yo tenía que quedarme aquí, que tú me llevarías con una amiga de Melissa cuando te despertases y que él volvería también en cuanto la encontrase.
-Así será pequeña, no te preocupes. -La animó Álfred cogiendola en brazos. -Solo espero que tengas razón y volvamos a verles. Ahora Álam está solo, ni yo ni la reina podremos seguir ayudándole.
-Álam no necesita ayuda. -Sonrió despreocupadamente la pequeña. -Ahora ya no.
-¿Que quieres decir pequeña?.
En respuesta a esta pregunta, la niña señaló hacia el otro lado de la montaña y Álfred se dirigió hacia allí atravesando la humareda que el viento arrastraba por encima de la colina. El humo parecía proceder de aquella dirección y el olor a quemado se hacía cada vez más intenso conforme se acercaba a la pendiente que descendía hacia el valle, lo que le hizo suponer que el incendio debía estar justo detrás de la colina, pero lo que jamás habría imaginado era que no se tratase de un simple incendio.
Cuando al fin se acercó lo suficiente como para ver más allá del borde de la colina, los ojos del vampiro se abrieron de golpe al contemplar el horrible paisaje que ocupaba ahora parte del valle y del bosque que antes cubría la ladera de la colina. El mismo paisaje que ya había visto en otro lugar antes y que, ahora, sabía al fin a qué era debido.
Frente a él se extendía un descomunal círculo de tierra yerma y humeante, de cenizas que se arremolinaban con el viento sobre rocas oscurecidas por el fuego y agrietadas por otras fuerzas que Álfred no podía ni imaginar en ese momento. Exactamente el mismo círculo de destrucción que no hacía mucho había visto cerca de la costa de Kara, la misma extensión de tierra muerta y destrozada, de rocas peladas y cristalizadas que hacía años había aparecido en medio de aquel bosque y todos habían tomado por el resultado de una pequeña erupción volcánica, pero que ahora sabía con certeza que era debido a algo muy distinto. Y esto resultaba realmente aterrador teniendo en cuenta en manos de quién estaba ahora el poder para crear semejante destrucción y la ira que aquel muchacho debía sentir en aquel instante hacia los humanos.
-Dios mio... no saben lo que han hecho. -Murmulló observando atónito la yerma y humeante llanura que tenía frente a él al fondo de la cual podía verse una multitud de patrulleros que rodeaban la zona sin atreverse todavía a acercarse más. - Si ella sigue viva Álam volverá para acabar con la guerra, pero sino... Eso es lo que significa lo que grabó en la tumba... si ella muere la humanidad desaparecerá con ella, él mismo la extinguirá para siempre.
-Melissa está viva. -Aseguró de pronto la pequeña mirándolo todavía con aquella tranquila sonrisa. -Álam me dijo antes de irse que ella estaba bien, no sé cómo lo sabía, pero yo le creo.
-Yo también pequeña. -Sonrió Álfred cansado de darle vueltas a algo que ya había escapado por completo a su control. -Después de ver lo que ha hecho... yo también le creo. Solo espero que siga así hasta que él pueda llegar a ella.
Dicho esto, Álfred comenzó a caminar de nuevo en dirección al lejano cordón de seguridad formado por las naves y soldados de la fortaleza entorno a la zona, seguro ya de que no podía hacer nada más allí salvo cumplir con lo que Álam le había pedido y cuidar de aquella pequeña hasta que él regresase.

Mientras tanto, en el lejano cuartel general de los Hunters, a varios cientos de kilómetros de aquella colina, el comandante en jefe de la unidad regresaba también a su lugar tras una larga y poco provechosa reunión con el consejo. Todo lo que hacía parecía irritar a sus superiores y sabía que no tardarían en destituirle por alguien más... manejable, aunque no era algo que le preocupase demasiado. Nada de lo que había hecho ni de lo que le permitirían hacer serviría realmente para sus propósitos y ya estaba cansado de aquella farsa. Aunque todo esto cambiaría de golpe ese mismo día al entrar de nuevo en la sala de control central del edificio.
La sala estaba en silencio, algo poco habitual en un lugar de tal importancia. Toda la parte norte era una enorme pantalla semicircular tras la que se agrupaban escalonadamente pequeños puestos menores de control con sus respectivas pantallas flotantes que ofrecían datos en tiempo real de todas las operaciones que el comando estaba llevando a cabo en aquel instante, pero en aquel momento ninguno de los oficiales parecía prestarles atención y solo el ordenador central del edificio se ocupaba de monitorizarlas. Tanto los oficiales como los soldados que franqueaban las dos puertas de la sala permanecían en el más completo silencio, observando con una mirada extrañamente sombría y preocupada a su comandante que los miró a todos con cierta sorpresa.
-¿Qué ocurre?.
La voz del comandante sonó tan autoritaria como de costumbre a pesar de la sorpresa y uno de los Oficiales se puso en pie para responderle acercándose al borde del pequeño foso en que se encontraban los puestos del control.
-El teniente desea verle señor. -Comunicó con voz nerviosa el oficial. -Lo espera en su despacho, es un asunto de gran importancia.
-¿Cómo de importante?.
-Ha... capturado a nuestro objetivo.. señor. -Titubeó el oficial cuyos ojos apenas podían sostener la fría y dura mirada de su superior. -La hija de Nathaniel está ahora en nuestro poder.... cómo usted deseaba.
El comandante permaneció impasible a pesar de aquellas palabras, su mirada se desvió del oficial hacia la puerta al otro lado de la habitación y este comenzó a caminar de nuevo ignorando el nerviosismo de sus hombres sin decir una sola palabra más. Sin embargo, cuando al fin llegó frente a la puerta, uno de los Hunters que la custodiaban lo detuvo antes de que pulsase el botón de apertura y se acercó a él para decirle algo al oído al tiempo que le entregaba algo con su mano.
-Entiendo. -Dijo secamente el comandante en respuesta a las palabras de su soldado mientras este volvía a su sitio. -Ya ha empezado... suponía que no tardaría en pasar.
Mientras decía esto, el comandante observó durante un instante el diminuto disco de datos que aquel Hunter acababa de entregarle y repasó mentalmente aquellas palabras mientras la superficie dorada del disco centelleaba frente a él convirtiendo la luz de la habitación en multitud de destellos multicolor. Sabía que aquel momento llegaría algún día, aunque no esperaba que fuese tan pronto y menos de alguien tan cercano a él, pero si lo que el Hunter le había dicho era verdad el contenido de aquel disco supondría un gran cambio en los acontecimientos.
Sin pensarselo más, guardó el disco en uno de los bolsillos de su uniforme y entró en la habitación donde lo esperaba su teniente. El despacho no era muy grande comparado con la sala de control, un escritorio de madera de roble con forma de media luna ocupaba en solitario la parte central de la habitación junto a una vieja silla de cuero negro y la única señal de tecnología que podía verse eran las pequeñas pantallas que flotaban sobre el escritorio formando una semiesfera en torno al puesto que este debería estar ocupando. Tras esta, una enorme cristalera que ocupaba toda la pared Este de la sala dejaba ver las ciudades a las que aquella torre servía como guardián y llevaba a un pequeño balcón que el comandante solía frecuentar para estar solo y pensar. Sin embargo, en esta ocasión su atención no se dirigió a nada de esto, sino al pequeño diván que ocupaba el rincón a la derecha de la puerta y junto al que se encontraba su teniente vigilando a su prisionera.
Ignorando el saludo de su suboficial, se acercó con calma al diván y dirigió su mirada hacia la joven que allí descansaba. Su aspecto distaba mucho de ser el que había imaginado para la hija de Nathaniel, pero todavía estaba dormida a causa del somnífero y no notó nada raro, aunque tampoco lo necesitaba. Lo que le preocupaba no era aquella chica y ya iba siendo hora de aclarar las cosas.
-¿Qué significa esto?. -Exigió saber sin molestarse siquiera en mirar al teniente, hablando casi con desprecio hacia este.
-Hemos capturado a la princesa de los vampiros señor, tal y cómo usted deseaba. -Informó orgulloso. -Suponía que esto le complacería.
-Yo no he ordenado nada de esto. -Negó el comandante. -¿Por qué no se me informó de nada?.
-Todo sucedió demasiado deprisa señor, usted estaba fuera y temíamos perder esta oportunidad. -Explicó el teniente. -Esperaba que le agradasen estas noti...
-¿Cómo la habéis capturado?. -Cortó secamente el comandante, sin el menor interés por las posibles intenciones de su oficial.
-Recibimos una comunicación de Alys, señor. -La voz del teniente titubeó un instante al decir esto, aunque apenas fue un segundo y este continuó con su explicación. -La chica parece no ser una vampiresa corriente y consiguió convertir a Álam en uno de ellos para que la trajese a la frontera. No sabemos con qué intenciones, pero cuando intentamos capturarla Álam mató a Alys y tuvimos que deshacernos también de él.
Esta vez el comandante si reaccionó. Al oír aquello los ojos del comandante se abrieron de golpe y se giró bruscamente hacia su teniente mirandolo con una expresión de furia terrible que hizo que este diese inmediatamente un paso atrás.
-¡¿Qué ha dicho?!. -Exigió saber el comandante. -¡Repita lo que acaba de decir!.
-Álam está muerto... señor. -Titubeó el teniente visiblemente sorprendido. -Tuvimos que...
-¿Está seguro?. -Insistió sin dejar siquiera que este se explicase. -¡¿Está completamente seguro de que está muerto?!, ¡¿Vio su cadáver?!.
-N..no señor. -Respondió a duras penas el teniente. -Pero recibió el impacto de cuatro de los cañones de la nave, ni siquiera un vampiro resistiría eso. Además, su inhibidor se rompió y vimos como sufría un ataque, no ha podido sobrevivir.
-¿Un ataque?.
Justo en el instante en que decía esto, el comandante dejó escapar una pequeña carcajada y el teniente se tranquilizó un poco, sin embargo, antes de que este pudiese hacer nada, su superior se giró bruscamente hacia él y lo golpeó violentamente en la cara con el puño arrojándolo al suelo.
-¡Si Álam hubiese sufrido un ataque estarías muerto ahora mismo!. -Gritó ahora visiblemente furioso. -No tiene ni idea de con qué ha estado jugando ¿verdad?, pues bien, ¡Ahora lo sabrá!.
Mientras decía esto, el comandante hizo un gesto hacia su escritorio y una de las pantallas voló hacia él junto a un pequeño teclado en el que este introdujo el disco que acababan de darle.
-Tal vez sus jefes crean que estoy ciego, pero no soy tan estúpido como creen... teniente. -Dijo con voz despectiva mientras este se ponía en pie y se limpiaba la sangre del borde de su labio. -Sabía desde el principio que el consejo tenía a alguien vigilandome, tan solo me preguntaba cuando se mostraría. ¿Por qué cree que insistí tanto en que fuese Álam y no otro el que iría a esa misión teniente, cree que fue solo una casualidad que yo mismo afirmase que sería un fracaso desde el principio?.
-Señor, no sé de qué me habla. -Trató de decir el teniente cuyos ojos miraban ahora con miedo a su superior, consciente de que si lo que este decía era cierto las cosas no iban muy bien para él. -Siempre le he sido leal, soy un Hunter como los demás, no un títere del consejo.
-¿Usted cree?. -Al tiempo que decía esto, el comandante pulsó un botón en el teclado y en la pantalla apareció de pronto una grabación de lo que había sucedido aquella noche en la colina al oeste de los Urales. -Entonces supongo que podrá explicar esto. No se sorprenda demasiado, ni siquiera sus superiores saben de la existencia de estas cámaras en nuestras naves, solo yo y algunos de mis oficiales de confianza. Y por si no se había dado cuenta, usted no es uno de ellos.
Ante los sorprendidos ojos del teniente, todo lo sucedido aquella noche durante la captura de Melissa desfiló de pronto por aquella pantalla y vio con horror como el comandante ni siquiera se molestaba ya en mirarla. Sabía perfectamente lo que vería en aquella grabación y solo el sonido era suficiente para que lo comprendiese todo.
-Álam preferiría morir antes que tocar a Alys, para él era mucho más que una simple compañera y fue lo único que impidió que cayese en la locura durante todos estos años, por eso la asigné como su compañera. -Explicó el comandante sonriendo sombríamente. -Pero eso ahora es solo una simple anécdota comparado con todo lo demás.
-¿Qué quiere decir?. -Preguntó esta vez el teniente en un tono mucho menos respetuoso que antes.
-Le mentí... teniente. -Respondió su superior. -Sabía que enviar a alguien que no tuviese posibilidades de éxito era la única forma de conseguir que el consejo aceptase esta misión, ellos no se arriesgarían a romper el equilibrio que han conseguido, no les interesa acabar con la guerra. Pero Álam si tenía posibilidades, más que eso, era probablemente el único que podría haber conseguido cumplir con la misión porque era el único al que su vida no le importaba en absoluto. Y como ve lo ha conseguido, aunque los resultados son muy distintos a los que esperábamos.
-Ha estado jugando con nosotros. -Replicó furioso el teniente, hablando ahora como lo que realmente era y no como un Hunter. -¿Cómo se ha atrevido?. El consejo es quien gobierna la alianza, usted no es nadie, ¡No tenía derecho a hacer esto!
-Tal vez. -Respondió tranquilamente el comandante. -Pero eso ahora carece por completo de importancia. No sé que pensaban conseguir capturando a la hija de Nathaniel, probablemente usarla para hacer algún trato con ese monstruo a cambio de su vida, pero todo eso ahora carece por completo de importancia.
-¿Qué quiere decir?. -Preguntó desconcertado. -Espero por su bien que no pretenda acabar con la vida de la muchacha comandante, ahora es propiedad del consejo y le aseguro que no se lo tomarían a la ligera.
-¿Matarla?. -El comandante no pudo evitar reírse al oír esto y pulsó un botón parando la grabación justo en el momento en que el torbellino de fuego creado por Álam alcanzaba su máxima expansión. -Maldito imbécil, todavía no ha comprendido lo que ha hecho ¿verdad?. Esa muchacha es lo único que se interpone entre Álam y nosotros, sin ella ya estaríamos todos muertos. El que intente siquiera ponerle una mano encima morirá, yo mismo lo mataré si es necesario. Y esto incluye a su precioso consejo... teniente.
-¡Está loco!.
-Es posible. -Afirmó el comandante sonriendo. -Pero a diferencia de usted yo sí sé lo que está apunto de pasar. Esta muchacha ha conseguido vencer incluso el odio que Álam sentía por los vampiros, algo que el simple encanto de una vampiresa no habría conseguido nunca. No, aquí hay algo más, algo lo suficientemente fuerte como para que alguien como Álam la trajese hasta aquí y se arriesgase así para defenderla. Y ahora usted se la ha quitado, más que eso, ha matado a Alys acabando así con todo lo que Álam tenía. Puede que aún no lo sepa, pero usted ya está muerto teniente, nada en el mundo podría interponerse ahora entre ese muchacho y lo que ha vuelto a arrebatarle a todo aquello que amaba, NADA. La pregunta es, ¿será usted solo el que morirá o desapareceremos todos con usted?.
-¡Álam está muerto!. -Aseguró el teniente cada vez más nervioso.
-Si es así no tiene nada que temer. -Sonrió el comandante. -Pero por desgracia para usted... no lo es. Lo que usted vio en esa colina no fue cómo sufría un ataque, sino cómo sus poderes despertaban después de años adormecidos. No sé cómo ha sucedido ni por qué Álam sigue con vida, pero sí puedo asegurarle una cosa, si él estuviese muerto y hubiese sufrido un ataque en ese momento, ahora estaría tan muerto como esos dos Hunters.
-¿Por qué está tan seguro de que sigue con vida?. -Insistió el teniente. -Ya ha visto lo que sucedió, su inhibidor estalló. ¡Tiene que estar muerto!.
-Deje que le muestre algo.
Mientras decía esto, el comandante apagó la pantalla y la envió de vuelta hacia las demás mientras él mismo se dirigía a su escritorio. Una vez allí, dirigió su mirada hacia la red de pantallas que tenía enfrente y habló directamente con ellas cómo si estuviese tratando con uno más de sus subordinados.
-Ordenador, carga el archivo de datos cero, guión, doce, guión, cero, guión, trece. Quiero que lo pases a todas las pantallas.
-Enseguida, comandante. -Respondió al instante una voz suave y modulada, similar a la de una mujer joven pero carente por completo de emociones. -Archivo cargado, códigos de desencriptación de nivel alfa necesarios para su ejecución.
Tal como el ordenador le pedía, el comandante acercó su mano a la mesa y la colocó sobre un delicado panel de cristal que adornaba uno de los lados y en ese preciso instante se iluminó con un brillante color rojo. En cuestión de segundos, el ordenador había analizado tanto las huellas dactilares como las demás claves biológicas del comandante y respondió de nuevo.
-Códigos aceptados, ejecutando archivo.
Con un pequeño destello, todas las pantallas se encendieron de golpe mostrando un claro mapa del reino de Nathaniel, concretamente de la parte que este ocupaba en Asia y en cuya zona superior izquierda podía verse un brillante punto rojo que tan solo el comandante parecía identificar.
-¿Sabe lo que es eso?. -El comandante esperó a que el teniente negase con la cabeza y continuó. -Es el pueblo de Álam, o lo era antes de que él lo destruyese.
Dicho esto, el comandante hizo un gesto al ordenador y este inició el programa contenido en el archivo. Al instante, el mapa hizo un rápido zoom hacia la zona del pueblo hasta mostrarlo con todo detalle dibujando incluso los árboles y el relieve de las colinas que lo rodeaban y se detuvo allí durante unos segundos. Pero el programa no había terminado, justo cuando el teniente estaba a punto de decir algo más, una brillante luz roja brotó en medio del pueblo hasta formar una enorme columna escarlata en medio del bosque y creció devorándolo todo a su paso hasta formar el descomunal cráter que en la actualidad ocupaba aquella zona.
-Eso es lo que sucedió hace diez años. -Dijo con tranquilidad el comandante. -No fue un simple incendio, yo estaba cerca de allí y pude ver el torbellino que arrasó ese pueblo, es algo que nunca olvidaré.
-¿Qué tiene que ver eso con todo esto?. -Trató de comprender el teniente. -Álam sufrió un ataque entonces y se salvó gracias al inhibidor, ¿Por qué cree que ha sido distinto esta vez?.
-Entonces Álam era solo un niño. -Explicó el comandante. -Tenía doce años y su mente ni siquiera se había desarrollado por completo. Ahora es un hombre, si eso sucediese ahora...
En lugar de seguir explicándoselo, el comandante se giró de nuevo hacia el ordenador y habló una vez más con él.
-Añade a la simulación el coeficiente de desarrollo mental de un humano entre los 12 y los 22 años. -Ordenó. -Superpónlo a los datos existentes y reinicia el programa.
El ordenador obedeció de una vez más. El mapa ajustó el zoom de nuevo mostrando esta vez la región a una escala tres veces mayor que la anterior y en el centro el mismo resplandor rojo de antes volvió a devorar el pueblo. Sin embargo, esta vez apareció algo más en la simulación. Justo cuando el primer resplandor se desvanecía, un brillo anaranjado brotó en el centro del mismo y se expandió de pronto cubriendo el pueblo y las colinas que lo rodeaban hasta formar un gigantesco cráter de más de veinte kilómetros de diámetro que dejó al teniente totalmente aterrado.
-Eso, teniente, es lo que sucedería ahora si Álam fuese un humano normal. -Se burló el comandante disfrutando aparentemente con la aterrada mirada de su subordinado que empezaba a comprender con horror sus palabras.
-No... no es posible, no puede existir algo así.
-Tiene razón, no existe. -Afirmó el comandante cuya sonrisa se desvaneció de pronto. -Porque Álam no es un humano corriente: ¡es un psíquico!. Su desarrollo cerebral está muy por encima del nuestro.
Acabada esta frase, el comandante habló de nuevo con el ordenador introduciendo exactamente la misma orden que antes aunque cambiando esta vez el coeficiente de desarrollo humano por el de un psíquico y los dos dirigieron su mirada hacia las pantallas.
Las dos primeras simulaciones se cargaron de nuevo sin problemas y el mapa redujo una vez más su zoom hasta mostrar toda la costa de Kara y parte de la frontera. En ese instante, un brillo púrpura brotó de nuevo en el centro del pueblo de Álam y se extendió velozmente sobre el mapa destruyendolo todo a su paso hasta dejar un gigantesco cráter del tamaño de un pequeño país.
-Im... imposible. -Tartamudeó el teniente. -Ese poder de destrucción no puede pertenecer a un humano, no... no puede ser cierto.
-En realidad no lo es. -Sonrió de nuevo el comandante. -Lo que ha visto es solo una estimación, pero no he introducido los datos referentes al inhibidor. Esos aparatitos tienen un doble efecto sobre los psíquicos, por un lado anulan sus ondas cerebrales manteniendolos con vida, sí, pero también hacen algo más. El control que ejercen sobre las ondas cerebrales genera una presión sobre su cerebro contra la que este está constantemente luchando. El resultado de todo esto es similar al que se obtiene ejercitando cualquier músculo del cuerpo, sus cerebros sufren un sobredesarrollo a causa de ese esfuerzo constante y su capacidad e intensidad mentales están muy por encima de las estimadas originalmente. Me encantaría mostrarle los resultados de una simulación con esos datos, pero por desgracia nuestros ordenadores ni siquiera son capaces de calcularlo, excede la capacidad de computación de nuestros equipos.
El teniente no respondió a esto, su cuerpo temblaba pegado a la pared del despacho mientras sus ojos observaban aterrados la última simulación y no sabía ya qué decir ni qué esperar. El comandante, por el contrario, pareció tomarselo todo con más calma y se acercó tranquilamente a él.
-Eso sería lo que habría sucedido si hubiese sufrido un ataque, pero como supongo que ya habrá comprendido Álam sigue con vida en alguna parte. -Explicó. -Y estoy convencido de que pronto vendrá a buscar a esa chica.
-Jamás lo conseguirá. -Trató de decir el teniente. -No podrá atravesar la frontera ni todas nuestras defensas, hay demasiados fuertes y puestos de avanzada entre esta torre y las montañas como para que pueda llegar aquí.
-¿En serio cree que nuestros soldados podrán hacer algo contra él?. -Dijo con sarcasmo el comandante. -Imagínese a alguien capaz de moverse a la velocidad del pensamiento, capaz de dominar el fuego y los rayos, de controlar las corrientes de energía del propio planeta como si formasen parte de su propio cuerpo y modelar la realidad a su voluntad como un simple sueño. ¿Es capaz de imaginarselo teniente?. ¡Eso es a lo que nos enfrentamos!.
Cómo para confirmar lo que el comandante acababa de decir, las pantallas del escritorio cambiaron de pronto la imagen de la simulación por una brillante señal de alerta y los dos giraron inmediatamente la cabeza hacia allí justo a tiempo para ver cómo el rostro preocupado de uno de sus oficiales de comunicaciones aparecía reclamando su presencia en la sala de mando.
-Ha tardado menos de lo que esperaba. -Sonrió irónicamente el comandante al tiempo que miraba hacia el teniente. -Acompáñeme, creo que esto le interesará más que cualquiera de esas simulaciones.
Dicho esto, el comandante abrió de nuevo la puerta y salió por ella seguido apenas un metro más atrás por el teniente cuyo rostro se había vuelto en aquel instante tan pálido como el de los propios vampiros. Una vez en el centro de la sala de mando, el comandante buscó a su oficial entre los pequeños puestos de control y vio como este se giraba hacia él para informarle de lo que sucedía.
-Señor, hemos captado una comunicación de emergencia entre varios de los fuertes de la frontera. -Dijo en un tono visiblemente preocupado. -Creo que debería escucharla.
-Adelante. Pásala a la pantalla principal.
Obedeciendo la orden de su comandante, el oficial ocupó de nuevo su puesto y tecleó los comandos adecuados para pasar la comunicación a la gran pantalla que ocupaba el fondo de la sala. Al instante, la multitud de diagramas y datos que la ocupaban desapareció por completo y en su lugar apareció la imagen sudorosa y visiblemente nerviosa de un soldado que miraba con desesperación a la pantalla buscando una ayuda que sabía ya no llegaría a tiempo.
-Aquí el puesto de avanzada 27 de la frontera, -Gritó hacia la cámara el soldado mientras la imagen parpadeaba con el eco de lo que parecían ser explosiones y la estática entrecortaba la comunicación. -Nos están atacando, necesitamos ayuda... envíen a todos los refuerzos disponibles... no podemos detenerlo... los cañones... destruidos.... nada funciona contra él... no podemos contenerlo. Ha destruido la muralla... hay sangre por todas partes... los soldados... todos muertos... por favor... ayudennos... ¡Necesitamos ayuda!.
Justo en el instante en que decía esto, una nueva explosión sacudió la pantalla y una parte del muro estalló a la derecha del soldado llenándolo todo de humo mientras la cámara se apagaba por completo.
-¡No!.... ¡Socorro.... nooooarghhhhhhhhhhhhhh...................
Aquellas fueron las últimas palabras del soldado. Lo único que se oyó después fueron los disparos de un arma y el golpe de algo chocando violentamente contra el muro mientras la voz de aquel soldado se apagaba lentamente. En ese instante, la transmisión llegó a su fin y todos los oficiales se giraron hacia su comandante. Asombrados, desconcertados y, sobretodo, aterrados ante lo que acababan de ver y oír.
-Eso es todo... señor. -Anunció el oficial de comunicaciones. -Creí que querría verlo.
-Has hecho bien muchacho. -Lo felicitó el comandante mirando todavía a la pantalla llena de estática e interferencias. -Pero necesito algo más que eso. Quiero una imagen del exterior del fuerte, ¿Podemos interferir una de las cámaras de vigilancia del exterior?.
-Dudo que estén todavía en pie señor. -Dijo no muy convencido el oficial. -Además, para interferir una de esas cámaras necesitaría los códigos de control del ejército. Sus comunicaciones y sistemas de vigilancia tienen seguridad propia.
-¿Los mismos códigos que necesitarías para intervenir esa llamada de socorro?. -Preguntó el comandante totalmente consciente tanto de lo que este había dicho cómo de las "habilidades" de su oficial.
-Sí, los mismos. -Respondió el oficial esbozando una ligera sonrisa. -Déme un minuto señor, si alguna de esas cámaras sigue operativa tendrá esas imágenes..
Nada más decir esto, el oficial de comunicaciones se giró de nuevo hacia su panel y una cascada de datos lo inundó de pronto mientras este comenzaba a trabajar en él. Al cabo de tan solo un minuto como este había dicho, se giró de nuevo hacia su comandante con una triunfal sonrisa en el rostro y asintió con la cabeza.
-Cuando usted quiera, señor.
-Adelante.
Una vez más, el oficial obedeció las órdenes y la pantalla principal cambió de nuevo substituyendo la estática por una imagen panorámica del fuerte. La descomunal muralla frontal de la fortaleza estaba destruida, dividida en dos como si un gigantesco haz de plasma la hubiese atravesado e incluso sus cañones yacían en pedazos a sus lados. La destrucción había seguido una linea recta partiendo de aquella hendidura y no había tocado siquiera los arsenales o las barracas, pero había atravesado el puesto de mando y el otro muro formando un reguero de muerte a su paso. Los cuerpos de los soldados se amontonaban alrededor de aquella imaginaria línea trazada entre las aberturas de ambos muros, formando un macabro espectáculo sobre el enorme charco que su propia sangre había formado ya, con las armaduras aplastadas o totalmente destrozadas como sus propios cuerpos hubiesen estallado. Pero en ningún caso con las marcas típicas de un arma de plasma.
Por todos lados podían verse las señales de los disparos marcando las paredes, la muralla, el suelo, ¡todo!, pero ni rastro del objetivo hacia el que habían sido dirigidos. Sin embargo, había algo que sí identificaba al causante de todo aquello y que llamó inmediatamente la atención del comandante.
-¡Dirige la cámara hacia el muro y amplía la sección izquierda!. -Ordenó bruscamente.
El oficial cumplió inmediatamente las órdenes y la cámara giró hacia aquel lugar para mostrar a continuación una imagen ampliada de la base de la muralla, justo a la izquierda de la hendidura. Fue en ese momento cuando todos comprendieron lo que el comandante había visto, pero aquello los aterrorizó aún más y un escalofrío recorrió de pronto la espalda de los oficiales y los cuatro Hunters que miraban la pantalla al ver aquello.
Lo que había en aquella pared era una inscripción, una única palabra grabada sobre el hormigón de la misma con enormes letras sanguinolentas hechas con la sangre de los propios soldados, cómo si alguien hubiese utilizado los miembros de aquellos hombres a modo de grotescos pinceles para poner una única y amenazadora palabra: ¡DEVOLVEDMELA!.
Tan solo uno de los presentes en aquella sala fue capaz de hablar tras ver esto. A diferencia de los demás, él ya sabía quién era el responsable de aquel ataque antes de ver aquellas imágenes y miró con una diabólica sonrisa hacia el teniente cuyos ojos observaban aterrados aquello.
-¿Tiene miedo teniente?. -Preguntó en un tono sombrío y casi burlón. -Yo también lo tendría si estuviese en su lugar.
-¡Es usted un maldito loco!. -Rugió de ira el teniente perdiendo por completo la compostura ante la pasmosa tranquilidad con que el comandante parecía aceptar todo aquello. -¡Usted lo sabía!, ¿Cómo ha podido proteger a ese monstruo durante todos estos años?.
-Yo no era el único que lo sabía. -Replicó el comandante sin apenas inmutarse. -¿Cree realmente que fue solo una casualidad qué yo encontrase a Álam ese día y que acabase siendo uno de los nuestros?. Su querido consejo estaba tan al tanto del peligro que Álam suponía como yo, es más, fueron ellos quien me desviaron hacia ese pueblo aquel día mientras regresaba de mi misión y me ordenaron llevar de vuelta al muchacho.
-¿Q...qué?. -Tartamudeó incrédulo el teniente. -No, está mintiendo, eso no puede...
-Sabe que es la verdad. -Cortó bruscamente el comandante. -Álam es el primer psíquico en alcanzar los doce años sin sufrir un colapso y el consejo estaba más que interesado en él, esperaban poder usarlo para sus fines si demostraba tener las habilidades adecuadas. Aunque, cómo usted mismo sabe, eso no fue lo que sucedió. Nuestro pequeño "experimento" demostró no ser diferente a los demás psíquicos y la necesidad del inhibidor lo hizo inútil a ojos del consejo, aunque conseguí que no lo matasen de todas formas y me permitieron "usarlo" como uno más de mis hombres. Pero como ve, las cosas han cambiado ahora, parece que nuestra joven prisionera ha conseguido resolver ese problema y Álam se ha convertido en lo que sus superiores esperaban. Una lástima que ya no sea un simple peón y no puedan controlarlo, ¿Verdad?.
-¡Queda usted relevado de su cargo!. -Le advirtió furioso el teniente incapaz de aguantar por más tiempo las palabras del que hasta entonces había sido su superior. -No sé si lo que ha dicho es o no verdad, pero si es cierto entonces estoy seguro de que el consejo sabrá como manejar a ese... monstruo. -Dicho esto, el teniente se giró hacia los puestos de control de la sala y miró hacia el oficial de comunicaciones. -¡Oficial!, envíe una comunicación a la sede central de la alianza, solicite una comunicación inmediata con el consejo.
Lejos de obedecer, el oficial permaneció inmóvil mirando completamente serio al teniente y giró la cabeza hacia su comandante cómo si no lo hubiese escuchado. Sin embargo, para sorpresa de este el comandante asintió con la cabeza y el oficial decidió hacerle caso.
-Haga lo que quiera. -Dijo el comandante mientras se daba la vuelta y la pantalla se llenaba con los códigos de desencriptación de la comunicación. -La muerte de los soldados que envíen a detenerle pesará sobre su conciencia, no sobre la mía. Aunque supongo que no es algo que deba preocuparle demasiado, no vivirá lo suficiente como para llegar a lamentarlo.
Dicho esto, el comandante comenzó a caminar alejándose en dirección a su despacho y dejó al teniente solo en el centro de la sala. Sabía que este no permitiría que se acercase a la chica ni le dejaría deambular a sus anchas tras todo lo que había dicho, pero también sabía qué todo lo que había estado haciendo durante los últimos años no había sido una simple pantomima para el consejo y ya era hora de comprobar si todo su esfuerzo había servido o no de algo al entrenar y preparar a sus hombres.
-¿A dónde cree que va?. -Dijo de pronto a su espalda la voz del teniente acompañada por el sonido característico de una espada al activarse. -No crea que he terminado con usted, ex-comandante, tendrá que rendir cuentas ante el consejo por todo esto.
-No olvide donde se encuentra teniente -Respondió sin molestarse siquiera en mirar hacia atrás ni aminorar su paso. -El consejo estará demasiado ocupado con la ruptura de la frontera cómo para prestar demasiada atención a un simple "espía" en peligro, y si espera que mis hombres le ayuden... simplemente inténtelo, seguro que le sorprenderá el resultado.
-¿Qué demonios cree significa eso?. -Preguntó visiblemente sorprendido el teniente al tiempo que señalaba hacia los dos Hunters que vigilaban la puerta del despacho. -¡Detenedle!.
Los Hunters ni siquiera se movieron, los dos permanecieron en sus sitios apostados a ambos lados de la puerta y dirigieron su mirada hacia el comandante sin intentar en ningún momento detenerle. Algo que, a diferencia de a su antiguo subordinado, no sorprendió en absoluto al comandante que se detuvo frente a ellos y los miró sonriendo a ambos.
-Si no le obedecéis también tendréis problemas. -Los advirtió. -El consejo acabará mandando a sus soldados tarde o temprano a tomar el control de este lugar.
-No somos soldados ni servimos al consejo, señor. -Respondió tranquilamente uno de los Hunters. -Somos cazadores y usted es nuestro comandante, no le fallaremos ahora.
-Lo sé. -Afirmó el comandante abriendo la puerta y dirigiendo una última mirada hacia su más que sorprendido teniente. -Ahora espero no fallaros yo a vosotros.
Tras decir esto, el comandante entró en su despacho y la puerta se cerró tras él una vez más dejando al teniente solo en el centro de la sala. Para bien o para mal, todo estaba ya en marcha y lo que aquel hombre pudiese hacer con aquella comunicación ya no le preocupaba en absoluto. Lo verdaderamente importante era la joven que descansaba todavía en aquella habitación y de ella dependería ahora el futuro de todos ellos.



Melissa se despertó poco después del mediodía, cuando el somnífero disuelto en su sangre al fin dejó de hacer efecto y su mente consiguió abandonar el mundo de la inconsciencia. Algo que el comandante llevaba esperando ya desde hacía un buen rato y que resultó bastante conveniente dado el poco tiempo que les quedaba.
En aquella muchacha descansaban sus pocas esperanzas para convertir el lío en el que el teniente los había metido en algo más que un simple desastre, pero tenía que actuar con cautela o de lo contrario no conseguiría hacerla entrar en razón. Si es que realmente podía todavía hacer algo teniendo en cuenta lo que había debido pasar durante su captura, lo más probable era que se despertase completamente histérica y esto no les ayudaría en absoluto.
-Veo que por fin te has despertado.
La voz del comandante sonó calmada, casi tranquilizadora, pero su efecto fue exactamente el que este había supuesto. Nada más oír aquella voz desconocida, Melissa abrió los ojos de golpe y se sentó rápidamente mientras miraba asustada a su alrededor comprendiendo que ya no estaba en la colina. Pero no fue la presencia de aquel extraño ni el encontrarse en un lugar que no conocía de nada lo que la preocupó, sino el no ver a Álam por ninguna parte.
-¿Dónde está Álam?. -Preguntó mostrando más furia que miedo. -¿Quién es usted?.
-Soy el comandante Érmingster. -Respondió con calma, observando sorprendido los extraordinarios ojos azules de la joven. -Seguro que Álam te habrá hablado ya de mí. Y en cuanto a él, no te preocupes, pronto estará también aquí.
-¿Dónde está?. -Insistió Melissa sin prestar la más mínima atención a sus palabras.
-Comprendo tu nerviosismo, pero ahora es necesario que te calmes. -Trató de explicar el comandante. -Álam viene hacia aquí, te aseguro que él es el último del que tienes que preocuparte ahora mismo.
-Sé quien es usted. -Afirmó Melissa mirandolo fijamente. -¡Usted lo envió a morir a la fortaleza!. ¿Cómo espera que le crea después de todo lo que ha pasado?.
-No espero que lo hagas. -Respondió de nuevo, esbozando ahora una ligera sonrisa. -Diga lo que diga sé que no conseguiré que me creas después de lo que mi Teniente hizo para capturarte. Tan solo espero que te des cuenta de vuestra situación y actúes en consecuencia.
-¿De qué está hablando?. -Preguntó Melissa un tanto desconcertada por esta respuesta. -¿Qué es lo que sucedió?.
-Yo no di la orden de capturarte, eso es lo que sucedió. -Explicó Érmingster cruzando ambos brazos frente a su pecho. -Mi teniente actuó bajo órdenes del consejo y mató incluso a uno de los nuestros para capturarte. Dudo que tú comprendas eso, pero es algo que ninguno de nosotros haría jamás.
-Alys... -Comprendió Melissa bajando la cabeza. -Entonces lo que dijo Álfred era cierto. Su consejo no quiere acabar con la guerra, ni siquiera le importan las vidas de los humanos. Solo quieren conseguir más poder... ¡Cómo mi padre!.
-Lo que has dicho describe bastante bien la situación actual en la alianza. -La voz del teniente se hizo de pronto más grave y la propia Melissa levantó la cabeza para mirarle. -Aunque ahora eso es lo de menos, tenemos cosas más importantes de que ocuparnos.
-¿Tenemos?. -Repitió con cierto sarcasmo Melissa. -¡Está loco si espera que yo le ayude en algo!.
-Lo harás. -Aseguró el comandante. -No sé cuál es la razón por la que Álam te trajo a la frontera, pero lo que sí sé es que él jamás viajaría con alguien de tu especie y mucho menos dejaría que lo transformasen también en un vampiro si no hubiese algo entre vosotros. Y no puedo culpar a Álam por eso, después de todo debo admitir que yo mismo me he sorprendido al mirarte. Es la primera vez que veo reunidas en una sola criatura la belleza de una vampiresa y la inocencia de una humana, supongo que eres exactamente lo que Álam necesitaba para dejar de ser ese maldito loco en el que se había convertido aquí.
-¡Álam no es un vampiro!. -Replicó Melissa sin comprender el significado de todo aquello. -Ninguno de los dos lo es. Mi padre es Nathaniel, pero mi madre era humana, como usted.
-¿Un híbrido?. -Se sorprendió el comandante. -Eso explicaría muchas cosas. Cómo el por qué no habíamos sabido nunca nada de ti y Nathaniel te mantenía tan escondida. Aunque lo realmente importante ahora no es lo que Álam sienta por ti, sino lo que tú sientas por él.
-¿Qué quiere decir?.
-Ahora mismo Álam viene hacia aquí para rescatarte. -Explicó el comandante. -De alguna forma ha conseguido sobrevivir sin el inhibidor y está destrozando todo lo que encuentra a su paso con sus poderes, nada lo detendrá hasta que consiga recuperarte y matar a quien acabó con Alys. Estoy seguro de que esto se debe al cambio que ha sufrido su cuerpo al hacerse medio vampiro, pero dudo que sea suficiente para compensar por completo el daño que esto tiene que estar causándole a su cerebro. Aunque Álam llegue aquí, sin el inhibidor su mente tiene que estar sufriendo un terrible desgaste y no creo que resista mucho más, ya es un verdadero milagro que haya aguantado tanto.
-¿Intenta decirme que Álam morirá cuando llegue aquí?. -Preguntó con voz temblorosa Melissa. -¿Es eso lo que va a pasar?.
-Si no hacemos nada... sí. -Sentenció Érmingster. -No sabemos cuanto durará, pero de lo que sí estamos seguros es de que no lo soportará permanentemente, antes o después su cerebro dejará de luchar y será su fin.
-¿Y qué espera que haga yo?. -Preguntó esta vez con desesperación ante lo que aquel desconocido estaba contandole. -Yo no sé nada de los Psíquicos como Álam, solo lo que me ha contado él. ¿Qué puedo hacer para ayudarle?.
A modo de respuesta, el comandante metió una mano en el bolsillo de la chaqueta negra y dorada que formaba su uniforme y sacó una pequeña gema negra similar a la que Álam había llevado antes en el cuello.
-Este es un inhibidor como el de Álam. -Dijo mostrándosela a Melissa. -Si se lo pusiera, sus poderes estarían otra vez bajo control y el daño a su cerebro cesaría. No importa lo mal que esté, nuestros médicos podrán curarle mientras siga vivo, pero no dejará que ni yo ni nadie se le acerque lo suficiente y probablemente lo destrozaría antes de que pudiese siquiera empezar a funcionar. Ahí es donde tú puedes hacer algo... si realmente quieres salvarle.
-¿Cómo sé que eso es cierto?. -Preguntó de nuevo Melissa mirando al inhibidor, su voz cargada de dudas y preocupación ante aquella aterradora elección. -Si ago eso Álam estará a su merced de nuevo y usted podrá volver a controlarle o matarle cómo su teniente hizo con Alys. ¿Cómo sé que no es eso lo que pretende y que ayudandole no estaré condenando a Álam a morir?.
-No lo sabes. -Afirmó totalmente serio Érmingster. -No puedo darte ninguna prueba de que lo que digo sea cierto, tendrás que decidir tu misma. Pero si te sirve e algo, nuestra nave recogió la conversación que tuvisteis con ese BlackHawk... Álfred si mal no recuerdo. Sé que Álam no es solo tu única esperanza, también es probablemente la única que nos queda a nosotros, y lo creas o no, algunos todavía luchamos para terminar con la guerra.
-Álam no aceptó ese plan. -Negó Melissa. -Si ha escuchado esa conversación también sabrá eso.
-Las cosas han cambiado desde entonces. -Explicó el comandante. -Estoy seguro de que Álam lo sabe y hará lo que considere mejor para ti, no para él. Pero antes... tú tendrás que decidir qué hacer. Y hazlo rápido, ya no...
Justo en el momento en que el comandante decía esto, una violenta explosión se oyó en el exterior y una alarma sonó inmediatamente en el despacho haciendo que la propia Melissa se sobresaltase. Érmingster, sin embargo, se lo tomó con mucha más calma y le dirigió una extraña sonrisa a su "invitada".
-Como intentaba decirte, ya no nos queda mucho tiempo. -Mientras hablaba, el comandante se alejó de ella y se acercó a la puerta. -El futuro de Álam y el nuestro está ahora en tus manos, haz lo que te dicte tu corazón, seguro que él sabrá qué es lo correcto.
Dicho esto, Érmingster pulsó el botón de apertura de la puerta y salió de allí dejandola sola de nuevo para que pensase en lo que acababa de decirle. Nada más entrar en la sala de mando, uno de sus suboficiales se puso en pie y trató de llamarlo para comunicarle el motivo de aquella alerta, pero este le indicó que volviese a su puesto con un simple gesto de su mano y se detuvo junto a los Hunters que vigilaban la puerta, dirigiendo su mirada hacia la figura del teniente que continuaba en medio del pasillo observando con furia las pantallas.
-Vigiladle. -Ordenó. -No le toquéis, no nos corresponde a nosotros hacer eso. Pero tened cuidado con él.
-Como ordene, Señor.
Sin más palabras, el comandante continuó caminando y atravesó rápidamente la sala sin pararse siquiera a mirar a su teniente mientras el agudo sonido de la alarma continuaba con su rítmica advertencia. Una nueva explosión más cercana aún que la anterior sacudió la torre una vez más, pero el comandante sabía perfectamente a que nos e debían a ningún ataque dirigido hacia ellos y continuó su camino con tranquilidad dirigiendose hacia uno de los ascensores.
El cuartel general de los Hunters era en su mayor parte subterráneo, un enorme complejo de salas de entrenamiento y barracas en las que vivían y se entrenaban los jóvenes reclutas. Pero sobre este, cómo estructura visible que los representase, se alzaba una gigantesca torre cilíndrica de metal y vidrio que albergaba las oficinas, la sala de mando principal y, en su piso inferior, el hangar del que partían sus vehículos. Era una estructura imponente, pero el comandante sabía que no lo suficientemente fuerte como para resistir explosiones de tal magnitud y sabía además qué clase arma producía tales explosiones.
El fuerte Vartinov, la principal base militar de la zona, estaba a poco más de cien kilómetros de allí y sabía que seguramente habrían enviado ya tropas para detener a Álam, las mismas tropas que este debía estar arrasando en aquel instante. Las explosiones que oía le resultaban macabramente familiares, eran el resultado de la deflagración de un núcleo de fusión al perder su estabilidad y superar las barreras de contención electromagnética que lo rodeaban, en otras palabras, del estallido de un vehículo pesado de asalto cuya fuente de energía acababa de volar por los aires.
Con una extraña sonrisa, Érmingster entró en el ascensor que lo esperaba ya con las puertas abiertas, se giró de nuevo hacia el pasillo mientras las dos láminas de metal que formaban la puerta se cerraban diagonalmente superponiendose una a otra y dirigió su mirada hacia el pequeño panel luminoso que había en la pared junto a estas, justo a la altura de su pecho. Nada más pulsar el botón del hangar, un pequeño tirón le indicó que ya estaba en marcha y sintió la aceleración mientras aquella pequeña habitación rectangular descendía en escasos segundos hasta el nivel inferior de la torre.
Una vez abajo, el ascensor deceleró suavemente y con un pequeño chasquido se detuvo de nuevo en su destino abriendo automáticamente sus puertas una vez más. El comandante salió al hangar, caminó unos pasos adentrándose en el inmenso espacio que lo formaba y se detuvo unos segundos mirando a su alrededor para asegurarse de que todo estaba en orden.
A cada lado del hangar, tres enormes aerodeslizadores de transporte descansaban colocados en semicírculo para seguir la forma natural de las paredes de la torre. Entre estos podían verse también numerosos contenedores con material almacenado y equipo de mantenimiento así cómo algunos elevadores y otra maquinaria usada para los trabajos habituales del hangar, pero en aquel instante allí no había nadie para hacer dichos trabajos. Las grúas estaban paradas y las naves apagadas sin nadie trabajando en ellas para ponerlas apunto, aunque por la cantidad de equipo que las rodeaba parecía que no hacía mucho que alguien había estado haciendolo.
Además de esto, ocupando los dos estrechos pasillos de metal que colgaban a más de diez metros de altura anclados a las paredes y al techo mediante tensores de acero, todo un ejercido de Hunters armados no con espadas, sino con rifles de asalto, esperaban preparados para atacar cubriendo los dos grandes arcos que estos pasillos formaban a lo largo de las paredes y el largo pasillo transversal que los unía.
-Todo está listo. -Murmuró para sí el comandante mientras una nueva explosión lo sacudía todo. -Veamos de que eres capaz realmente, muchacho.
Justo en el instante en que el comandante decía esto, una última explosión se oyó en el exterior y la onda expansiva sacudió la torre de nuevo haciendo retumbar las paredes del propio hangar. La batalla allí fuera parecía haber finalizado y durante unos segundos todo estuvo en silencio, cómo si nada hubiese sucedido, aunque esta ilusión duraría solo eso: unos segundos.
Ante la asombrada mirada de los Hunters, el grueso portón del Hangar se dobló bruscamente hacia adentro de pronto, cómo si algo enorme acabase de golpearlo. Las planchas metálicas que lo formaban chirriaron mientras se doblegaban cediendo ante la colosal fuerza que las había golpeado y por las rendijas de sus uniones empezó a filtrarse la luz del Sol. Un nuevo impacto las sacudió tan solo segundos después, desgarrando esta vez los anclajes de una de ellas que quedó colgando de la cerradura que las unía, atada ya a la pared tan solo por los goznes de su gemela mientras la esquina Noroeste del hangar se iluminaba bajo la cuña de luz solar que entró a través de la abertura revelando la presencia de más Hunters camuflados entre las sombras.
Y al fin, con un último y brutal golpe, ambas saltaron por los aires totalmente destrozadas y cayeron pesadamente en el centro del hangar permitiendo que el comandante y los propios Hunters pudiesen ver al responsable de todo aquello.
Álam estaba en el centro de la entrada, justo en el lugar donde antes se habían alzado aquellas enormes puertas de metal. Sus cabellos se habían soltado y ahora caían frente a su cara hasta llegar a sus hombros, formando una especie de velo negro bajo el que sus ojos brillaban todavía con aquel fulgor azulado. El inhibidor seguía sobre su pecho, pendiendo aún de su delgada cadena, pero el chip central que lo formaba era completamente visible y pequeños fragmentos del cristal negro que una vez lo había rodeado flotaban en torno a él como diminutos satélites unidos por pequeñas descargas eléctricas. Parecía tranquilo, sosegado, cómo si nada hubiese sucedido, pero el delgado hilillo de sangre que brotaba de su nariz y la estremecedora imagen que había tras él dejaba claro que no era así.
Más de una docena de vehículos yacía en pedazos cubriendo los patios exteriores de la torre como silenciosos testigos de la batalla que acababa de librarse. Enormes tanques terrestres, aerotanques, naves de ataque y transporte, todos ellos restos sin duda de una formidable fuerza de ataque enviada por el consejo y desperdigada ahora por todo el patio, reducida a un montón de cascarones humeantes entre los que podían verse los cuerpos sin vida de sus antiguos ocupantes.
Más de un centenar de soldados tapizaba el suelo con sus armaduras blancas y grises que indicaban su pertenencia al ejército, aunque en su mayoría estas estaban tan destrozados que eran difícilmente identificables desde aquella distancia. Incluso el propio suelo aparecía teñido por completo de rojo con la sangre derramada en aquella carnicería.
Pero esto no fue lo que más impresionó a los Hunters. No, el comandante había esperado ya algo parecido, era tan consciente de las capacidades bélicas del consejo cómo de la fuerza destructiva que Álam debía poseer en aquel instante y sabía que ese sería el resultado cuando ambas fuerzas se encontrasen. Sin embargo, lo que no había esperado era ver uno de los enormes tanques de tracción terrestre flotando tranquilamente tras Álam como un simple juguete junto al cuerpo de uno de los soldados.
El tanque estaba destrozado, sus cañones ya no existían al igual que su torreta principal y solo las seis orugas que lo movían parecían estar enteras, lo que daba una idea de para qué lo había usado Álam durante los últimos segundos. Parecía más que evidente que aquel había sido el objeto que había estado golpeando la puerta hasta derribarla, y cuando Álam lo levantó de pronto varios metros por encima de él y lo arrojó de nuevo hacia atrás haciendolo caer entre los restos de sus compañeros de escuadra ninguno de los Hunters dudó que así había sido. Aunque esto no hacía menos aterradora la idea de que aquel muchacho pudiese hacer eso sin siquiera moverse.
-¡Álam!. -Gritó el comandante de pronto, hablando con autoridad hacia su antiguo pupilo a pesar de lo que acababa de ver. -¡Ya basta!. Esto tiene que acabar.
Justo en el instante en que el comandante decía esto, Álam comenzó a caminar hacia adelante sin molestarse siquiera en responderle y en su rostro se dibujó una diabólica sonrisa que dejaba claro que no estaba dispuesto a hacerle caso. Con un simple destello de sus ojos, la armadura del desgraciado soldado que flotaba todavía sobre él crujió presionada por las mismas fuerzas que el tanque y este dejó escapar un desgarrador grito mientras su cuerpo era brutalmente dividido en dos.
Un borbotón de sangre y vísceras cayó sobre Álam mientras las dos mitades del soldado dejaban de flotar y cabían bruscamente al suelo a su lado, pero esta ni siquiera llegó a tocar su cuerpo. La sangre se detuvo a unos centímetros de su cabeza y corrió hacia un lado siguiendo una extraña curva, cómo si la voluntad de Álam estuviese formando una especie de esfera a su alrededor que solo aquella sangre hacía visible al deslizarse sobre ella tiñendola de rojo y negro..
-No he venido hasta aquí para detenerme ahora. -Respondió al fin mientras se detenía a unos cien metros del comandante y elevaba la vista hacia los Hunters, hablando con una voz sombría y oscura que parecía sonar en el interior de sus cabezas y no en sus oídos. -¡¿A qué estáis esperando?!. -Gritó con furia hacia ellos, corroborando con sus palabras el reto que acababa de lanzarles al matar a aquel soldado. -¡Sois cazadores, vivís solo para cazar a monstruos como yo!.¡¡Vamos!! .
Ninguno de los Hunters se movió. Pese a los gritos de Álam y al macabro espectáculo que acababan de presentar, los cazadores permanecieron en sus puestos sin apuntarle siquiera con sus rifles y el comandante los observó sonriendo, orgulloso al ver que sus órdenes eran acatadas sin preguntas a pesar de lo descabelladas que parecían.
-No lo harán. -Respondió con calma el comandante. -Saben que no eres un asesino, no te atacarán para que puedas matarlos como hiciste con esos soldados. Tú no eres nuestro enemigo, y deberías comprenderlo.
-No siempre tiene razón... comandante. -Replicó Álam dirigiendo de nuevo su mirada hacia él. -Usted también debería comprenderlo.
De pronto, los ojos de Álam centellearon como hacía tan solo unos segundos y algo brotó de su cuerpo en dirección hacia el comandante. Una fuerza invisible pero terriblemente poderosa que avanzó quebrando los paneles metálicos del suelo hasta alcanzar su objetivo y golpeó al comandante arrojándolo contra las puertas del ascensor mientras la propia pared Sur de la torre se doblaba a ambos lados de este al recibir también el impacto de aquella fuerza.
-Impresionante... -Consiguió decir con esfuerzo el comandante desde el suelo, mientras trataba de levantarse de nuevo y un hilo de sangre caía de su boca como prueba de la violencia del golpe. -Pero no te conviene matarme, sabes que puedo decirte donde está lo que buscas.
Nada más oír esto, y antes incluso de que el comandante pudiese ponerse en pie, Álam extendió una mano hacia él y este pudo notar al instante como algo lo rodeaba, una fuerza terrible y a la vez extrañamente familiar que representaba a la voluntad del propio Álam y lo elevó de pronto en el aire. A continuación, Álam hizo un gesto con su mano hacia él y el comandante cruzó volando todo el hangar a una velocidad vertiginosa deteniendose justo frente a Álam.
-Puedo encontrarlo yo solo. Sé dónde está, puedo sentirla tan claramente como le veo a usted ahora. -Explicó Álam sonriendo maliciosamente. -No necesito su ayuda.
-Yo no maté... a Alys. Fueron los bastardos del consejo. -Trató de decir el comandante sintiendo como la fuerza que lo sostenía rodeaba lentamente su garganta. -Maldita sea Álam, intenta calmarte, ¡Piensa con la cabeza y no con el corazón!. Sabes que jamás mataría a uno de los nuestros, ¡Me conoces lo suficiente para saberlo!.
-Me envió a morir a esa fortaleza. -Lo contrarió Álam umentando aún más la presión sobre el cuerpo de su antiguo superior. -¿Todavía espera que le crea?.
-¡Tú no eres como los demás!. -Insistió Érmingster. -Sabes por qué te envié allí, no intentes hacerte el ingenuo ahora con... migo...
La presión sobre el cuello del comandante aumentó hasta hacerse insoportable y este no pudo seguir hablando. Se retorció en el aire, tratando inútilmente de aferrar con sus manos lo que lo estaba asfixiando aunque sabía perfectamente que no podría. Hasta que...
-Lo sé... ahora no hay nada que pueda ocultarme comandante. También sé quién es el culpable, para quién trabajaba, cuales eran sus objetivos... ¡Lo sé todo!. Y por eso... voy a dejarle vivir un poco más.
Con esta sencilla respuesta, Álam soltó de pronto al comandante aceptando aparentemente sus palabras y este calló jadeando al suelo, tratando de recuperar la respiración mientras Álam pasaba a su lado en dirección al ascensor. Sin embargo, antes de que este pudiese entrar en él y seguir su camino, Érmingster consiguió recuperar en parte la voz y lo llamó una vez más.
-¡Álam!... -Gritó con voz sofocada, pero tan autoritaria como de costumbre. -Alys era uno de los nuestros... todos lamentamos su muerte como tú y esperamos lo mismo de ti. ¡Mata a ese bastardo!.
-Usted ya no tiene derecho a darme órdenes. -Replicó Álam arrancando las puertas del ascensor con un simple gesto de su mano y pasando al interior. -He venido aquí por una razón y eso es lo único que haré, nada más.
Dicho esto, Álam miró hacia arriba y el ascensor ascendió de pronto sin que este presionase botón alguno, movido no por su propio motor sino por la misma fuerza que Álam acababa de usar para abrir sus puertas y que hizo saltar en pedazos sus frenos de emergencia. Y en ese mismo instante, mientras el ascensor subía a lo más alto de la torre y se detenía una vez más, el comandante sonrió de nuevo.
-Lo sé muchacho, por eso estoy seguro de que lo harás. -Dicho esto, Érmingster miró una última vez a sus hombres y se dirigió hacia otro de los ascensores mientras daba una nueva orden. -Manteneos en vuestros puestos... ¡Qué no entre nadie!.

Una vez arriba, Álam abandonó el ascensor que calló inmediatamente hacia abajo libre ya de su poder y atravesó el pasillo hacia la sala de mando mientras los chirridos del ascensor se ahogaban a su espalda y un gran golpe resonaba en los niveles inferiores. La puerta de la sala estaba abierta y los oficiales que controlaban las pantallas estaban de pie al lado de sus puestos, observando con miedo y a la vez sorpresa al que había sido su compañero. Aunque no era en ellos en los que se centraba la atención de este en aquel momento.
Uno de los Hunters estaba en el suelo, con la cabeza sostenida por uno de sus compañeros y un reguero de sangre bajo su cuerpo que parecía brotar de un profundo agujero en su pecho. Algo que no presagiaba nada bueno y a lo que Álam no tardó en encontrar significado.
-Salid. -Dijo secamente, clavando sus ojos en la puerta del despacho sin preocuparse apenas por los otros tres Hunters o los oficiales. -¡¡Ahora!!.
Todos los presentes en la sala obedecieron al instante, incluso los Hunters que arrastraron a su compañero herido sin perder un segundo. Mientras tanto, Álam se acercó a la puerta que parecía sellada desde dentro, la tocó con la mano haciendo que una extraña descarga eléctrica recorriese toda su superficie y cuando esta se abrió por si sola pasó al interior con el mismo paso tranquilo y calmado que hasta entonces.
Las cosas eran exactamente como él había esperado. El Teniente estaba allí, armado con una espada y escudado tras Melissa que no podía moverse al tener la hoja de aquella arma justo junto al cuello. Sin embargo, esto no lo preocupó en absoluto, siguió avanzando hacia ellos como si nada y su mirada se centró por completo en lo que había ido a buscar allí, la única razón por la que realmente había hecho todo aquello y estaba dispuesto a volar en pedazos la propia torre si era necesario:
-Melissa. -Susurró mirándola, con una extraña expresión en su rostro que recordaba vagamente a una sonrisa.
-¡No te acerques!. -Advirtió nervioso el teniente acercando más su espada al cuello de la chica. -Da un paso más y....
El teniente ni siquiera llegó a terminar su frase, antes de que pudiese hacerlo su mano se apartó del cuello de Melissa como si tuviese voluntad propia y esta pudo huir sin problemas dejándolo solo de nuevo frente a la mesa del comandante. En ese instante, la fuerza que había atado su mano lo soltó de nuevo y este recuperó el control durante un segundo, pero antes de que pudiese hacer nada la espada emitió un agudo zumbido y la empuñadura estalló de pronto sacudida por una violenta descarga de energía que le arrancó por completo la mano.
Ignorando por completo esto, Melissa corrió hacia Álam con todas sus fuerzas sin preocuparse en absoluto por los gritos de dolor del teniente o el extraño aspecto de este y lo abrazó tan fuerte como pudo, rodeandolo por completo son sus brazos y apoyando su cabeza en su pecho cómo si tratase de fundirse con él. Y cuando este hizo lo mismo, cuando sus brazos la rodearon apretandola suavemente contra su pecho y su voz susurró su nombre una vez más en su oído, un torrente de lágrimas de alegría brotó de sus maravillosos ojos azules expresando la incontenible alegría que sentía al reunirse e nuevo con aquel al que amaba. La misma alegría que él sentía en aquel momento y que se reflejaba ahora en una clara y limpia sonrisa que alejó por unos segundos aquella diabólica y sombría expresión que lo había acompañado en su viaje.
-¿Estas bien?. -Susurró sin soltarla, manteniendola tan cerca de él como podía sin prestar aparentemente atención al teniente. -¿Te han hecho algún daño?.
-Estoy bien... ahora que tú estás aquí estoy perfectamente. -Respondió sin despegar su cara de su pecho. -Tenía tanto miedo de que te hubiese pasado algo. Si tu comandante no me hubiese dicho que venías hacia aquí, yo... no sé que habría hecho.
-No te preocupes, ya ha pasado todo. -Respondió lo más tranquilizadoramente que pudo. -Nadie volverá a intentar hacerte daño... nunca más.
Al oír esto, Melissa levantó la cabeza sonriendo y lo miró a los ojos esperando ver en ellos la cariñosa mirada de otras veces. Pero no fue eso lo que vio, al levantar la cabeza vio dos brillantes estrellas azules brillando con furia en las cuencas de los ojos de Álam y notó como algo húmedo y caliente caía sobre su cara: sangre.
-Álam... -Susurró con voz temblorosa, mirandolo con una mezcla de miedo y preocupación al comprender que las palabras del comandante eran ciertas. -Estas... sangrando.
-No es nada, tranquila. -Respondió este levantando la cabeza y dirigiendo su mirada de nuevo hacia el teniente. -Anda, espérame fuera, todavía tengo una cosa que terminar aquí..
Sin decir nada más, Álam soltó por completo a Melissa y esta se quedó un segundo mirándolo sin saber muy bien que hacer o decir, pero al final decidió hacer lo que le pedía y lo soltó también.
-Álam, ¿Seguro que estás bien?.
-Perfectamente. -Insistió él. -Ahora sal, por favor, no quiero que veas esto.
-Está bien.
Aunque no muy de acuerdo con la idea, Melissa se alejó de él para irse y mientras la puerta se abría pudo ver cómo varios rayos empezaban a recorrer la habitación partiendo de todos los aparatos eléctricos rodeando a Álam y al propio teniente que retrocedía aterrorizado.
-No puedes matarme. -Le advirtió con desesperación. -Trabajo para el consejo, si me matas estarás atacando a la alianza, ¡a la propia humanidad!.
-¿Cree que eso me importa?. -Justo en el instante en que Álam decía esto, un rayo brotó de una de las pantallas y cruzó el pecho del teniente haciendolo gritar de dolor y arrojandolo contra la pared. -Recuerde que yo... ¡Nunca he sido humano!.
En el preciso instante en que Álam decía esto, la puerta se cerró tras Melissa y esta ya no pudo ver nada más, pero los gritos que surgieron del interior del despacho en ese momento le helaron por completo la sangre. Se oyeron crujidos, chasquidos, sonidos de algo desgarrandose y partiendose en pedazos, cómo si un carnicero estuviese degollando un animal con un machete. Y todo esto se mezclaba con la voz agonizante del teniente cuyos aterradores gritos indicaban que seguía vivo a pesar de todo, haciendola retroceder incluso y dar un paso atrás alejandose de la puerta mientras la sangre comenzaba a deslizarse bajo esta.
-Álam no es alguien a quien convenga enfadar. -Dijo de pronto una voz familiar a su espalda. -Siempre ha tenido muy mal genio.
Melissa dio un respingo al oír esto, se giró de golpe hacia el comandante que la miraba con calma desde el otro lado de la sala y este le sonrió como tratando de no alarmarla más.
-Ahora te toca a ti decidir, muchacha. ¿Vas a creerme e intentar salvarle o dejarás que siga adelante y huirás con él?.
Consciente ahora de que lo que le decía el comandante era cierto y Álam no se encontraba bien como él aseguraba, Melissa ni siquiera respondió a esta pregunta. Se acercó al comandante mirandolo decidida y extendió su mano hacia él para que este le diese el inhibidor.
-Veo que él te importa tanto como tú a él. -Sonrió el comandante. -Espero que entre todos podamos conseguir que todo esto sirva de algo.
Dicho esto, Érmingster le entregó el nuevo inhibidor a Melissa y esta cerró su mano ocultandolo dentro de su puño. Justo en ese instante, la puerta del despacho se abrió de nuevo y Álam salió de él dejando que esta se cerrase una vez más a su espalda.
-Eso era todo. -Dijo dirigiendose ahora al comandante. -Ya no nos queda nada más que hacer aquí.
-Si te marchas ahora morirás. -Le advirtió el comandante. -Sabes qué tu mente no podrá soportar eso durante mucho tiempo, es un milagro que sigas con vida.
-Sé que ahora debería estar muerto, pero que no lo estoy. Eso es todo lo que necesito saber. -Tras terminar esta frase, Álam se giró hacia Melissa y alargó su mano hacia ella. -Vamos, será mejor que volvamos a donde perteneces, ahora solo nos queda una opción para que puedas ser libre.
-Álam... yo...
Melissa trató de decir algo en ese momento, de explicarle lo que pensaba y lo que sentía para no tener que recurrir a aquello... pero no fue capaz. Las palabras se negaron a formarse en su garganta y esta solo pudo hacer una cosa. Para sorpresa del propio Álam, Melissa rechazó su mano y lo abrazó de nuevo como antes apretando su puño contra su espalda hasta que aquel pequeño aparato comenzó a hacer efecto y este sintió de pronto un agudo dolor en la cabeza que lo hizo comprender lo que sucedía.
-Me.. Melissa... -Tartamudeó casi sin voz. -¿Qué estas... haciendo?... te... matarán...
-Me da igual. -Replicó ella entre lágrimas. -No quiero que mueras. Haré lo que sea para salvarte... no me importa lo que hagan conmigo. Solo quiero que tú estes a salvo... es lo único que he querido siempre.
-No te preocupes, ella estará bien, todos nosotros la protegeremos. -Le aseguró el comandante acercandose a ellos. -Para eso estaban los Hunters en el hangar Álam, no para detenerte a ti.
-Si le hace algo... lo que sea. Le mataré con mis propias manos... -Amenazó Álam mientras sus ojos se cerraban lentamente y caía sobre Melissa que lo sostuvo en sus brazos. -... y si me mata... estará acabando con la única esperanza que le queda para poner fin a la guerra... ¿qué va a hacer... comandante?.
-Lo que debí hacer desde un principio. -Sentenció este. -Poner fin a esta guerra de una vez por todas. Aunque tengamos que enfrentarnos al propio consejo para protegeros a los dos.
Álam ya no oyó aquellas palabras, cayó totalmente inconsciente entre los brazos de Melissa antes incluso de que el comandante terminase su frase y esta lo miró con tristeza esperando haber hecho lo correcto. Al mismo tiempo, el comandante hizo un gesto hacia la puerta de la sala y dos Hunters entraron para llevarse a Álam, aunque ninguno de los dos se acercó a él hasta que Melissa accedió a entregarselo.
-¿A donde lo llevan?. -Preguntó Melissa con cierto recelo.
-A la enfermería. -Respondió con calma el comandante. -Tranquila, puede que entre los vampiros no necesitéis de la medicina, pero la humanidad lleva usandola durante siglos y te aseguro que nuestras instalaciones son de lo mejor que dispone la alianza. Resulta irónico ahora mismo, pero el consejo no escatimó en recursos a la hora de formar este grupo.
-¿Puedo ir con él?
-¿Aceptarías un no por respuesta?. -Respondió sonriendo el comandante. -Por supuesto que sí, ellos te guiarán.
Con una calma que sorprendió a la propia Melissa, el comandante ordenó a sus hombres que escoltasen también a la joven princesa a la enfermería y observó con satisfacción como los cuatro salían de la sala. Todo había ido bastante bien, durante un momento había llegado a pensar que Álam acabaría matándolo, pero parecía que aquel muchacho era incluso capaz de leer su mente y eso había sido probablemente lo que lo había salvado. Ahora la pregunta era... ¿Podría él salvarlos a los dos cómo había prometido?.
Sin una respuesta clara para esta última pregunta en su mente, el comandante se acercó de nuevo a la puerta de su despacho y pasó al interior para comprobar cómo había quedado todo, aunque pronto se arrepentiría de hacerlo ya que lo que vio entonces estuvo a punto de revolverle el estómago incluso a él, algo realmente difícil teniendo en cuenta las cosas que había visto durante sus años de servicio.
El cuerpo del teniente no podía verse por ninguna parte, o mejor dicho, podía verse por todos lados. En lugar de un cadáver mutilado y torturado, el comandante encontró una habitación cubierta por completo de sangre y pequeños trozos de carne desgarrada, pero nada lo suficientemente grande para poder ser considerado un verdadero cadáver. Parecía como si Álam hubiese empapelado todo el despacho con el cuerpo de aquel hombre, extendiendo sus intestinos y órganos internos por las paredes y el techo hasta cubrir incluso el ventanal de la habitación por el que ahora entraba una luz rojiza y sanguinolenta que contribuía a incrementar la sensación de repugnancia.
Sin embargo, al mirar con más cuidado el comandante se dio cuenta de que Álam no lo había destrozado todo. En el centro de su mesa, cubierta en parte de sangre y mirándolo con una desgarradora expresión de dolor, la cabeza del teniente descansaba sobre el panel de vidrio de la misma cómo si alguien lo hubiese enterrado en cristal líquido hasta el cuello.
El comandante sonrió al ver esto. Aquella era una señal de lo que ellos deberían haber sido desde un principio, un "trofeo" dejado allí por un cazador orgulloso que, irónicamente, constituía ahora su única posibilidad de futuro.
Mientras pensaba en todo esto, Érmingster salió de nuevo de la habitación para alejarse del nauseabundo olor que impregnaba el aire y se dirigió también hacia la enfermería. Antes de abandonar la sala, sin embargo, se detuvo un instante ne medio del pasillo que la atravesaba y se agachó para recoger algo que había caído al suelo y que guardó cuidadosamente en su mano: cuatro fragmentos de cristal negro.



La enfermería de los Hunters se encontraba en el tercer nivel del subterráneo, uno de los lugares más seguros del complejo y, por tanto, más adecuados para albergar heridos y enfermos en caso de ataque. Las diferentes habitaciones se repartían al lado derecho de largo pasillo que comunicaba con el ascensor principal del complejo formando una interminable hilera de puertas metálicas perfectamente selladas por motivos de seguridad. En el lado izquierdo, por contra, el número de puertas era menor y estas estaban mucho más separadas entre sí, lo que indicaba claramente su mayor tamaño respecto a las primeras. Además de esto, sobre cada una de las puertas aparecía un pequeño panel digital que indicaba el número, nombre y estado de la sala junto a un símbolo de peligro biológico. Algo no muy extraño teniendo en cuenta que aquellas salas eran en realidad los laboratorios del complejo.
Álam se encontraba precisamente en una de estas salas, una amplia habitación cuadrangular dividida en dos secciones y cuya puerta era la más próxima al ascensor. La sección menor, un pequeño rectángulo situado en la parte más alejada a la puerta, estaba ocupada casi por completo por diversos aparatos médicos cuyos usos escapaban por completo a cualquiera no acostumbrado a los trabajos del laboratorio. Entre estos, justo el centro de la sala, destacaba un gran cilindro metálico de color blanco que flotaba suavemente a medio metro del suelo guardando en su interior el objeto de la repentina actividad en aquel apartado laboratorio.
El cilindro, de apenas dos metros y medio de largo, era lo que los médicos llamaban una "cámara de restauración nano", una forma simple pero a la vez bastante descriptiva de definir el funcionamiento y utilidad de aquella joya de la tecnología humana. A través de su única ventana podía verse el extraño líquido anaranjado que contenía y la cabeza de su joven ocupante que flotaba inconsciente, sin máscaras de respiración ni ningún tipo de aparato conectado directamente a su cuerpo.
Aquel aparato era en realidad una gigantesca probeta de cultivo, un contenedor diseñado para mantener un equilibrio en el suero biológico que contenía y asegurar así mismo su esterilidad permanente. El líquido en si, estaba formado en su mayoría por células embrionarias disueltas en una solución altamente enriquecida, aunque lo más importante no eran estas células en si, sino las diminutas máquinas que se movían entre ellas.
Los nanos, como se había dado en llamar a las unidades de manipulación remota de tamaño infracelular, eran la base de la medicina moderna desde hacía casi tres décadas y en combinación con aquella sustancia constituían el mayor logro médico de la historia humana. La máquina analizaba el cuerpo de su huésped, buscaba los daños y los transmitía a los billones de nanos contenidos en su interior que se desplazaban inmediatamente a la zona afectada limpiandola, eliminando las partes dañadas y reemplazandolas con células embrionarias que ellos mismos transportaban hasta el lugar apropiado y manipulaban hasta conseguir que se dividiesen según el patrón necesario para formar nuevas células del tejido a substituir. En conjunto, aquel sistema de curación conseguía verdaderos milagros y pocos casos no podían resolverse en él, aunque el alto coste de mantenimiento de la unidad seguía suponiendo un problema y pocos tenían acceso a ellos. Por fortuna, los Hunters se encontraban entre los afortunados que si disponían de una y esta estaba a punto de demostrar su utilidad.
Desde la otra sección de la sala, una amplia habitación en forma de "L" que rodeaba a la primera, un grupo de doctores controlaba el estado del proceso bajo supervisión del director de la división científica, aunque este último parecía prestar más atención a su joven visitante que los ordenadores en aquel momento.
Melissa permanecía de pie en un rincón de la sala, con las manos apoyadas en el cristal y el rostro prácticamente pegado a este mientras miraba con una tristeza indescriptible a Álam en el interior del cilindro. El propio doctor no podía negar que era una visión extraña, hacía tiempo que no veía a nadie como aquella muchacha y saber lo que era realmente lo desconcertaba aún más, aunque pronto tendría otras cosas de que preocuparse.
-¿Cómo va todo?. -Lo interrumpió de pronto la voz del comandante. -¿Podrá curarle?.
El doctor sonrió, dejó escapar un tranquilo suspiro y se giró hacia su superior mirándolo sin el menor asomo del respeto con que los demás Hunters solían mirarlo. Puede que fuese su comandante, pero las canas que teñían de blanco sus cabellos y las arrugas que empezaban a poblar su rostro como prueba de sus más de cien años le permitían tratarlo como a un igual, le gustase o no a este último.
-Ya conoce mi lema. -Respondió en un tono curiosamente alegre dada la situación. -Si todavía respira o se mueve, nosotros podemos curarlo.
-Lo conozco. -Afirmó el comandante con una sonrisa burlona. -Pero es curiosamente similar a lo que dice el jefe de mecánicos de nuestras naves, preferiría una respuesta más concreta.
-Está bien, está bien. Pero no se queje si no le gusta lo que oye. -Advirtió el doctor girandose hacia una de las pantallas y tecleando algo con una de sus manos en el panel situado bajo esta.
-¿Qué quiere decir?. -Se preocupó el comandante. -¿Hay algún problema con su recuperación?.
-En absoluto. En realidad ya casi está curado.
Dicho esto, el doctor señaló hacia la pantalla y el comandante pudo ver un diagrama en tres dimensiones del cerebro de Álam tal y como se encontraba cuando lo habían llevado allí y cómo había ido evolucionado durante los últimos minutos. Los daños eran considerables, la tensión sufrida había sobrepasado el límite de compensación de su cerebro y numerosas hemorragias teñían de rojo todo el diagrama en un principio, pero conforme avanzaba el tiempo estas iban desapareciendo eliminadas por los nanos y las zonas dañadas eran regeneradas en cuestión de segundos, lo que no hizo sino desconcertar aún más al comandante.
-No veo ningún problema. -Dijo volviendo su mirada hacia el doctor. -Las heridas eran tan grabes como esperaba, pero parece que ya casi está curado del todo.
-Así es, pero no todo es tan sencillo como usted cree. -El doctor apagó de nuevo la pantalla y se sentó en la silla situada junto a esta. -Estamos hablando del cerebro, no de un brazo o una pierna. Podemos curarlo físicamente, pero no tenemos ni idea de hasta que punto afectará todo esto a su mente, nuestra tecnología todavía no ha llegado a ese nivel.
-Ahorreme su palabrería científica Doctor. Dígame simplemente qué puede pasar y cómo podemos remediarlo.
-Me temo que ninguna de esas preguntas tiene una respuesta sencilla. -Replicó todavía con calma el científico. -Álam estará bien en un par de minutos, al menos físicamente, pero sus ondas cerebrales se encuentran en un nivel muy bajo y eso es lo que más me preocupa ahora mismo. Ese muchacho no está inconsciente comandante, está en coma. Y ya sabe como son estas cosas, por más que me pregunte no puedo decirle cuanto tardará en despertarse o si realmente llegará a hacerlo. Aunque visto todo lo que ha pasado, dudo que llegue realmente a recuperarse.
-Esa respuesta no me sirve. -La voz del comandante se volvió autoritaria de pronto, recuperando su marcialidad cómo si estuviese hablando con un simple soldado de nuevo. -Necesitamos a Álam y lo necesitamos pronto, sin él todo esto se vendrá abajo en poco tiempo y el consejo nos acabará encerrando a todos... o algo peor.
-Lo sé. -Afirmó igualmente serio el doctor poniendose en pie de nuevo y dirigiendo su mirada hacia Álam. -Pero no hay nada que pueda hacer, sin el inhibidor su mente ha tenido que pasar por un verdadero infierno y ya es un milagro que siga vivo. Ahora solo podemos hacer lo mismo que esa muchacha, mirar... y esperar.
-Álam no perdió el inhibidor. -Al oír esto, el doctor se giró bruscamente hacia el comandante y vio como este metía la mano en uno de sus bolsillos y le mostraba algo. -No del todo al menos.
-¿Qué quiere decir?. -Los ojos del científico se clavaron en los pequeños fragmentos de cristal ignorando por completo la expresión seria del comandante. -¿Qué significa eso?.
-Álam todavía llevaba el inhibidor cuando llegó aquí. -Aclaró el comandante. -Su chip seguía funcionando y estos fragmentos de cristal flotaban a su alrededor. Es todo lo que sé, y espero que usted pueda decirme algo más ahora.
-Eso no tiene sentido. -Exclamó visiblemente alterado el doctor al tiempo que cogía los fragmentos y los miraba fijamente. -Sin el cristal amplificador el chip no sirve de nada, sus ondas no son lo suficientemente fuertes. Lo único que podría explicar que estos fragmentos siguiesen ahí sería que..... no... pero eso no es posible. Eso explicaría por qué sigue vivo pero...
-¡Hable claro!. -Exigió el comandante. -No tenemos tiempo para acertijos doctor, necesito saber qué está pasando para intentar resolver todo este lío.
-Estos cristales representan más o menos un treinta y siete por ciento de la masa total de un inhibidor corriente. -Dijo con voz más tranquila el doctor, jugueteando con uno de los cristales mientras intentaba explicar aquella especie de paradoja que acababan de presentarle. -Teniendo en cuenta eso, la pérdida de amplificación por fractura, y suponiendo además que flotasen a su alrededor como usted ha dicho, estos fragmentos deben haber producido una onda de anulación de un veinticinco por ciento de la original. Por eso ha sobrevivido Álam todo este tiempo.
-¿Por qué tanto balbuceo entonces?. No veo a qué viene esa cara de sorpresa.
-¿No?. -El doctor sonrió sarcásticamente y dirigió su mirada hacia Álam de nuevo. -Lo que sostenía estos fragmentos eran los propios poderes de Álam, usted mismo lo ha dicho. Eso significa que no ha sido una casualidad, de alguna forma sus poderes han recogido estos fragmentos para mantener un equilibrio en el que pudiese usar parte de su poder y a la vez seguir con vida. ¡Eso es lo que me ha sorprendido!. Su poder debería haberlo matado, pero en lugar de eso lo han protegido manteniendolo con vida hasta ahora, ¿Cómo demonios es eso posible?.
-El científico es usted, no yo. -Replicó el comandante recuperando de nuevo la calma en su voz. -Pero si quiere mi opinión, ese muchacho está vivo porque tenía una razón para estar aquí, así de simple. Y esa razón la tiene ahora bastante cerca.
Al oír esto, el doctor giró la cabeza hacia donde estaba Melissa comprendiendo perfectamente lo que el comandante intentaba decir y sonrió de nuevo al tiempo que sacudía ligeramente la cabeza.
-Es posible, pero aunque creyese realmente que ha sido así, no deja de ser increíble. -Admitió finalmente. -Su mente y su cuerpo son mucho más fuertes que las de un humano normal... ¡qué demonios!, son mucho más fuertes incluso que las de un vampiro cualquiera. Ese muchacho es una verdadera fuerza de la naturaleza ahora mismo, pero ni siquiera eso debería ser suficiente para contener la intensidad de sus hondas cerebrales.
-Pero lo ha sido. -Sentenció el comandante mirando fijamente al doctor. -Ahora la pregunta es... ¿Podrá serlo de nuevo?.
-¿Qué quiere decir?.
-Necesitamos que Álam pueda usar sus poderes de nuevo. -La mirada del doctor denotaba ahora algo más que sorpresa, casi temor, pero el comandante continuó como si nada. -¿Podrá hacerlo sí o no?.
El doctor respiró hondo, miró con sus viejos ojos castaños hacia el joven que yacía en el interior del cilindro y volvió su mirada hacia su comandante, aunque la expresión de su rostro había perdido ya toda su vitalidad y este parecía súbitamente envejecido de pronto.
-Si... pero espero que entienda el riesgo que corre haciendo eso. El cerebro humano es uno de los mayores logros de la naturaleza, es capaz de aprender y amoldarse a los cambios, de adaptarse para superar los problemas que se le plantean siempre que no superen un determinado factor límite. Y eso es lo que ha hecho el cerebro de ese muchacho. Por dañino que esto haya sido para él, ahora que lo ha superado su cerebro podrá soportar tranquilamente ese nivel de poder siempre que yo pueda hacer un inhibidor equivalente a estos fragmentos. En otras palabras... estará totalmente fuera de su control. Álam ya no dependerá de otros inhibidores y con sus poderes usted no podrá hacer nada para controlarle como ha hecho esta vez, si se revelase contra nosotros seria...
-Nuestro fin. -Concluyó el comandante sonriendo tranquilamente. -Lo sé, pero mi intención nunca ha sido controlarle, sino dejar que él haga lo que tiene que hacer. El futuro no es nuestro doctor, ni del consejo, ni siquiera de Nathaniel. Es suyo, y a ellos les corresponde decidir que hacer con él si son capaces de ganárselo.
-Es una apuesta arriesgada. -Insistió el doctor. -Más aún teniendo en cuenta que no sabemos qué pasaría si Álam perdiese realmente su inhibidor.
-¿Qué insinúa con eso?. -Estas palabras hicieron que el comandante se pusiera serio de nuevo. -Un veinticinco por ciento no supone una gran diferencia, ¿O es que hay algo más?.
-Los inhibidores no funcionan de forma acumulativa comandante. -Esta vez fue el doctor el que miró sonriendo a su superior, empezaba a cansarse de ver que este parecía tener todas las respuestas y aquella expresión de sorpresa le gustaba. -Lo que hacen es anular las ondas cerebrales por encima de una determinada intensidad. A mayor intensidad de la onda de anulación del inhibidor, menor es este umbral y menor es también la intensidad de las ondas cerebrales permitidas. El problema es que el cerebro no trabaja de esa forma, la actividad cerebral no es proporcional a la intensidad y no sabemos realmente la cantidad de ondas generadas por el cerebro sobre ese umbral.
En respuesta a estas palabras, el comandante continuó mirandolo completamente serio y cruzó los brazos sin decir nada, lo que hizo que éste comprendiese al instante que no había entendido absolutamente nada de lo que había dicho.
-En otras palabras. -Trató de explicar de nuevo. -La diferencia entre el efecto de un inhibidor normal y uno equivalente a estos fragmentos puede ser insignificante, del veinticinco por ciento como habíamos calculado o.... sencillamente incalculable.
-En ese caso, más vale que sepa como reproducir el efecto de ese inhibidor. -Le advirtió el comandante comprendiendo ahora lo que pasaba. -No me gustaría estar allí si su tercera hipótesis fuese la correcta.
-Ese no es ahora nuestro mayor problema. -Una vez más, el doctor se giró hacia donde estaba Álam y observó como dos pequeñas luces verdes se encendían de pronto en el extremo del cilindro y sus ayudantes se ponían en pie al instante. -Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, físicamente ese muchacho está como nuevo, ahora solo queda esperar a que se despierte... si es que lo hace.
-Lo hará. -Respondió secamente el comandante. -Se lo aseguro.
Terminada la conversación entre ambos, el doctor se alejó hacia la puerta de la sección menor del laboratorio siguiendo a sus ayudantes y el comandante se acercó a Melissa mientras ellos sacaban el cuerpo de Álam del cilindro y se lo llevaban de nuevo. Terminada su recuperación ya no había razón para mantenerlo en el laboratorio y fue trasladado en una de las camillas gravitatorias del mismo a la habitación más próxima para que descansase hasta despertarse.
Las palabras entre ambos sobraban en ese momento, una simple mirada de la joven nada más ver cómo Álam salía en la camilla por la puerta bastó para que el comandante asintiese con la cabeza y la acompañase sin decir nada hasta la habitación a la que se lo llevaban. Sus ojos seguían tristes mientras atravesaban el pasillo, pero la luz de la esperanza brillaba en el fondo de aquellos pequeños zafiros y el comandante sonrió ligeramente confiando en que sus ideas resultasen como esperaba.
La habitación era mucho más pequeña que el laboratorio y también bastante más austera en cuanto a equipamiento. El único mobiliario eran la pequeña cama en la que habían depositado a Álam, una silla que descansaba junto a la pared al lado de esta y un armario al fondo de la misma, aunque este último formaba ya parte del propio muro y solo su puerta completamente metálica y carente de adornos hacía patente su presencia.
-Nuestra parte ha terminado. -Dijo el comandante dirigiendose a Melissa en cuanto los dos entraron y los ayudantes del doctor abandonaron la sala. -Ahora te toca a ti hacer la tuya. Dependemos de ti muchacha.
-¿Yo?. -Los ojos de Melissa se apartaron por un instante de Álam y miraron con sorpresa al comandante. -¿Qué espera que haga?.
-Nada, tan solo lo mismo que has estado haciendo hasta ahora. -Le sonrió el comandante. -Vamos, ve con él, estoy seguro de que si algo puede traerlo de vuelta entre nosotros eres tú.
Melissa lo miró un momento visiblemente sorprendida por aquellas palabras. El comandante parecía un hombre serio y aquello no le encajaba demasiado, pero comprendía que si alguien como él había llegado a depositar su confianza en algo así aquella debía ser realmente su última esperanza y se acercó a Álam tal como le habían pedido. Más por su propio cariño hacia él que por lo que el comandante acababa de decirle, Melissa se sentó junto a la cama usando la silla y se quedó mirándolo en silencio un momento mientras cogía su mano entre las suyas. Estaba fría comparada con la suya, pero en ella podía sentir perfectamente el pulso de la vida y esto la tranquilizaba un poco. No le importaba nada de lo que el comandante, el consejo o su propio padre planeasen ahora, simplemente quería estar a su lado hasta que se despertase y eso haría.
-Álam... -Su voz susurró suavemente su nombre, como si el propio viento hilase las palabras con el siseo de la brisa. -Ya es la segunda vez que nos encontramos así, ¿te acuerdas?. Pero esta vez no me importa... esta vez no pienso llorar. Sé que vas a despertarte, ya no tengo miedo... sé que volverás a cumplir tu promesa como has hecho siempre. Y cuando lo hagas me encontrarás aquí... como la última vez.

Mientras Melissa seguía junto a Álam, el doctor se acercó al comandante y miró a los dos jóvenes con escepticismo.
-Realmente ridículo. -Dijo dirigiendo una mirada de desaprobación al comandante. -¿Realmente esperaba despertarlo así?. Esto no es un cuento de hadas, es la realidad.
-¿Está seguro?. -Replicó sin inmutarse el comandante. -Fijese bien doctor y digame que es lo que ve entonces. Yo veo una princesa, un humano con el poder de un dios, veo a los monstruos que los persiguen, a nosotros mismos, caballeros caídos de un reino corrupto... reconozcalo doctor, hace tiempo que nuestras vidas se diferencian en muy poco de esos cuentos. Pero si le sirve de algo, no es eso lo que me hace estar seguro de que se despertará teniendola a ella cerca.
-¿Entonces qué?.
-Usted dijo que era un milagro que Álam llegase aquí con vida, pero yo empiezo a pensar que no es realmente así. -Al oír esto, el doctor lo miró todavía más desconcertado. -Su mente no resistió el uso de sus poderes, usted mismo lo dijo. Estoy convencido de que si hubiese sido eso lo que lo movía hacia adelante habría caído hace tiempo y estaría ya muerto. Pero no, lo que movió a Álam a llegar hasta aquí no fue su mente... fue su corazón. Supongo que para un hombre de ciencia como usted sonará extraño, pero si quiere mi opinión, lo que tenemos delante ya no son dos personas, son solo una. Dos almas separadas en sus cuerpos pero unidas por un mismo corazón, y mientras uno viva, el otro le seguirá a donde valla. Por eso estoy tan seguro de que Álam se despertará.
-Esa es la mayor estupidez que he oído en unos cuantos años. -Respondió el doctor sacudiendo la cabeza. -Me sorprende que alguien como usted confíe en algo así.
-Es la única opción que nos queda en este momento. Además... -De pronto, una sombra de tristeza cruzó el rostro del comandante y este giró de nuevo la cabeza hacia los dos jóvenes. -... antes de la guerra yo tenía una esposa... habría dado cualquier cosa por ella. Y esa chica tiene su misma mirada, por eso sé lo que sienten el uno hacia el otro.
-Conozco su historia... y lo siento, sé que su familia también murió durante la guerra. -Se disculpó el doctor. -Ojalá tenga razón, por una vez me gustaría equivocarme.
-La tengo, estoy convencido de ello. Usted tenga listo ese nuevo inhibidor lo antes posible, el resto ya no es cosa suya.
-Como quiera. -Replicó el viejo científico dandose la vuelta y dirigiendose hacia la puerta de nuevo. -Deme unas horas y lo tendrá listo, espero que para entonces haya conseguido resolver esto.
Dicho esto, el doctor abandonó la sala para regresar a su laboratorio y los tres se quedaron solos en el interior de la habitación. Durante el resto de aquel día, Melissa permaneció al lado de Álam y el comandante continuó en su puesto junto a la puerta sin decir una sola palabra, conformandose simplemente con observarlos. Hasta que, cerca ya del anochecer, lo que este había esperado sucedió al fin y el comandante pudo sonreír de nuevo al ver cómo la mano de Álam comenzaba a moverse lentamente tratando de cerrarse en torno a la de Melissa. Un pequeño movimiento que anunciaba claramente la recuperación de este cuyos ojos, para inmensa alegría de la joven que sostenía todavía su mano, no tardaron en abrirse.
-¡Álam!.
La voz de Melissa sonó ahora no como un susurro, sino clara y llena de alegría. Y pronto obtuvo una respuesta que acentuaría aún más la maravillosa sonrisa que podía verse en su rostro en aquel momento.
-Melissa... -Murmuró Álam mientras su vista se aclaraba y la imagen de esta se hacía poco a poco visible frente a él. -¿Eres tú?. ¿Estás bien?.
-Sí. -Afirmó ella sonriendo, controlando a duras penas el impulso de abrazarle con todas sus fuerzas. -No me han hecho nada, tu comandante ha cumplido su palabra y me ha dejado estar cerca mientras te curaban. Incluso me pidió que me quedase junto a ti hasta que te despertases.
-No debiste hacerlo, fue muy peligroso. -Le recriminó sin poder disimular su sonrisa al verla allí a su lado. -Podías haber acabado siendo una prisionera una vez más... o algo peor.
-Si no lo hubiese hecho ahora estarías muerto. -Replicó Melissa sin perder la sonrisa. -Y eso me importa más que cualquier otra cosa.
Esta vez Álam no encontró nada que decir para contrariar aquel argumento. Sabía que lo que ella decía era cierto y podía comprender el por qué lo había hecho. Después de todo, él mismo habría hecho lo mismo en su situación y no podía culparla por haberle engañado para tratar de salvarlo. Pero había alguien a quien sí tenía algo que decirle.
Aún un tanto aturdido, se sentó trabajosamente sobre la cama y se apoyó sobre la cabecera de esta dejando que el frío contacto del metal en su espalda lo despejase por completo mientras se llevaba una mano al pecho para coger su nuevo inhibidor y miraba desconfiadamente a su comandante.
-Supongo que debería darle las gracias. -Dijo con frialdad, casi con desprecio. -Aunque algo me dice que esta ayuda tendrá un precio. ¿Qué espera conseguir con todo esto?.
-Tan solo lo mismo que tú. -Respondió con calma Érmingster, sosteniendo impasible la mirada del joven. -La pregunta es, ¿A qué estás dispuesto tú para conseguirlo?. Eres la única esperanza que nos queda, pero necesitamos saber qué quieres realmente.
-Le recuerdo que yo ya no pertenezco a su raza comandante, en realidad nunca lo he hecho. -Replicó Álam bruscamente. -Usted me conoce, sabe como soy. La guerra me da igual, no me interesa luchar por ninguno de los dos bandos. Lo único que quiero es proteger a los que me importan, y ahora... ya solo me queda una persona a la que proteger.
-Si, es cierto que te conozco y sé que esa ha sido siempre tu forma de ver las cosas. -Asintió el comandante comprendiendo perfectamente aquellas palabras. -Pero esta vez parece que tus objetivos y los míos son exactamente los mismos. Si habéis estado huyendo todo este tiempo para llegar hasta aquí no es difícil darse cuenta de que entre los vampiros ya no hay sitio para vosotros, y ahora que el consejo sabe quien es y qué aspecto tiene Melissa tampoco lo encontraréis entre los humanos. Solo te queda una solución Álam, aceptar ese duelo. De lo contrario os estarás condenando a ambos a ser simples fugitivos durante el resto de vuestras vidas.
-Sabe más cosas de las que esperaba. -Respondió secamente Álam, sin mostrar apenas sorpresa a pesar de sus palabras. -Pero si lo que intenta es convencerme para que acepte desafiar a Nathaniel en ese duelo pierde el tiempo, eso ya está hecho.
Esto si sorprendió al comandante. Lo que Álam acababa de decir no encajaba en absoluto con la información que tenía de la grabación y no alcanzaba a comprender cómo había podido hacerlo, pero tampoco era algo que lo preocupase demasiado. Por suerte para todos, aquel muchacho parecía dispuesto a hacer lo que él había esperado y eso facilitaba mucho las cosas. Lo único que le preocupaba todavía era la tristeza que había aparecido de pronto en la mirada de Melissa en aquel momento y que, por un instante, lo hizo temer que tratase de convencer a Álam de lo contrario. Pero esta no lo hizo, ni siquiera dijo una palabra al respecto y pronto recuperó su sonrisa forzando a sus labios a actuar en contra de lo que su propio corazón le dictaba.
-Bien, en ese caso creo que te alegrará saber que podemos ayudarte en tu duelo. -Tal como Érmingster esperaba, aquellas palabras atrajeron inmediatamente la atención de Álam y este sonrió ligeramente. -Desconocemos cual es la fuerza real de Nathaniel o hasta donde llega su habilidad con las armas, pero si has podido destruir a todo un ejército sin sufrir un rasguño dudo que deshacerte de un solo vampiro te suponga mayor problema.
-¿Qué quiere decir con eso?. -Preguntó Álam hablando no solo por él, sino también por Melissa que compartía ahora su preocupación al oír aquello. -Sabe que no puedo usar mis poderes con el inhibidor y ya ha visto lo que sucede sin él. El duelo se celebrará seguramente en su fortaleza o algún lugar de su reino y si sufriese allí esas heridas no podrían curarme de nuevo... eso no es una ayuda, es un suicidio.
-No es eso lo que te pedimos. -Explicó el comandante. -Tras este ataque tu mente se ha vuelto mucho más fuerte y creemos poder hacer un inhibidor que te permita usar esos poderes sin sufrir daño alguno.
-¿Es eso realmente posible?. -Insistió Álam ahora visiblemente interesado en aquello.
-Eso esperamos. Si todo va bien lo tendremos listo para mañana y los soldados estarán también preparados para partir. Esta no solo será tu batalla Álam, también será nuestra última misión como Hunters... de una forma o de otra.
-Será interesante verlo. -La expresión de Álam al oír aquello cambió radicalmente y la hostilidad de su voz desapareció por completo. -Pero es muy arriesgado, sabe que si algo sale mal y soy yo el derrotado ninguno de ustedes volverá con vida.
-Si te derrotan, simplemente no tendremos a donde regresar. Mejor morir luchando que dejar que el consejo nos encierre como a animales. -Aseguró el comandante. -Todavía no sé cómo reaccionarán los demás, aunque ya puedo asegurarte que contarás como poco con mi apoyo y el de todos los oficiales de la unidad si todo sale mal.
-Si todo sale mal. -Repitió Álam. -Dudo que la ayuda de toda la unidad sirviese de algo.
-Es posible, pero al menos tendremos un final para recordar. -Dijo ahora con cierto orgullo el comandante. -Todos los BlackHawk y los Hunters reunidos en un mismo lugar, una batalla semejante sería una digna despedida para la humanidad.
-Sería un suicidio. -Matizó Álam sin dejar de sonreír.
-Es otra forma de verlo. -El comandante no parecía preocupado en absoluto por estas palabras, al contrario, incluso parecía divertirse con aquella posibilidad. -Pero todo a su debido tiempo, todavía hay mucho por hacer antes de partir. Mañana abriremos una comunicación con Nathaniel para formalizar tu desafío y saber a dónde debemos dirigirnos, hasta entonces descansad, creo que los dos os lo merecéis.
-¿No es un poco arriesgado quedarse aquí hasta mañana?. -Preguntó de nuevo Álam. -Dudo que el consejo se quede de brazos cruzados.
-Después de lo que has hecho ahí fuera se lo pensarán dos veces antes de enviar más tropas. -Dijo despreocupadamente el comandante dandose la vuelta para irse. -Y aunque lo hagan, no se arriesgarán a atacar de noche. Saben perfectamente que la oscuridad es nuestro elemento y lo peligrosos que somos en ella.
Terminadas sus explicaciones, Érmingster atravesó la puerta de la habitación y esta no tardó en cerrarse automáticamente de nuevo dejandolos a solas en el interior. Los dos se miraron un momento en silencio, sin que ninguno dijese nada cómo si ambos esperasen una reacción por parte del otro que rompiese la tensión de aquel momento. Y para sorpresa de Melissa, esta vez sería Álam quien actuase primero cogiendola por la cintura hasta acercarla a él y abrazandola en silencio, estrechandola suavemente entre sus brazos cómo si hiciese una eternidad desde la última vez que lo había hecho.
-Lo siento. -Se disculpó susurrando las palabras a su oído. -Sé que esto no es lo que te prometí cuando salimos de la fortaleza y que tú no querías aceptar ese duelo, pero es la única posibilidad que nos queda.
-Lo sé. -Melissa le devolvió cariñosamente el abrazo y habló con su rostro apoyado casi por completo en su pecho, dejando que él sintiese incluso sus palabras antes de oírlas. -Por eso esta vez no voy a detenerte. No me importa si es como fugitivos o no, lo único que quiero es seguir contigo, pero sé que tú haces todo esto por mí y no te lo pagaré dudando otra vez de ti. Tienes toda mi confianza y pase lo que pase no me apartaré otra vez de tu lado.
-Melissa... -Respondió Álam un tanto sorprendido por aquellas palabras. -Tú no tienes por qué arriesgarte, podrías quedarte en el domo de Nicolai hasta que...
-¡No!. -Cortó bruscamente ella separandose un poco de él y mirandolo fijamente a los ojos, con más determinación en ellos de la que este había visto nunca en la joven princesa. -Si derrotas a mi padre, quiero estar a tu lado. Y si no... yo me iré contigo, no dejaré que desaparezcas solo.
-Eso no pasará. No lo permitiré.
La voz de Álam sonó totalmente segura al decir esto y Melissa pudo ver durante un breve segundo algo parecido a un destello azulado en el fondo de sus profundos ojos negros, pero este los cerró casi al instante y se inclinó hacia ella para besarla haciendo haciendola olvidar por completo aquello. Fue un beso corto, dulce, apenas un delicado roce entre sus labios antes de soltarse, pero más que suficiente para que los dos olvidasen por un momento el peligro que los aguardaba al día siguiente.
Cogidos de la mano cómo tantas otras veces durante su viaje, los dos abandonaron la enfermería y Álam la llevó de nuevo a la superficie del complejo para enseñarle aunque solo fuese por un momento el mundo en que él había vivido. Durante unas horas, la otrora princesa de los vampiros caminó como invitada y no ya como prisionera por el cuartel general de los mayores enemigos de su raza y los dos disfrutaron de unos momentos de paz hasta la caída de la noche.
En ese instante, cuando la llanura que los rodeaba desapareció bajo el oscuro manto de la noche y las estrellas comenzaron a despuntar en el cielo compitiendo en luminosidad con las titilantes luces de las lejanas ciudades humanas, ambos regresaron juntos al que durante años había sido el cuarto de Álam y este soltó al fin su mano para pulsar el pequeño panel que activaba las luces. Sin embargo, en ese instante la mano de Melissa lo detuvo y este se giró hacia ella de nuevo.
-No la enciendas. -Susurró con voz extraña, mirandolo directamente a los ojos. -Esta noche no.
-¿Por qué?. -Preguntó sorprendido, observando su silueta en la penumbra de la habitación cuya única fuente de luz era ahora una pequeña ventana al fondo de la misma.
-Me encuentro más cómoda en la oscuridad.
La respuesta de Melissa le llegó de nuevo en forma de susurro cómo si su voz no se dirigiese ya a sus oídos sino a su propio corazón, atrayendolo hacia ella mientras se acercaba a la cama de la habitación y se detenía junto a esta. La luz de la ventana caía justo sobre la cama y sobre ella bañandola por completo en el pálido espejismo de irrealidad que solo aquel misterioso astro era capaz de transmitir. Algo que la hacía parecer aún más hermosa resaltando el brillo de sus cabellos y acentuando la tímida belleza de su rostro, cómo si aquella luz hubiese sido hecha para ella.
-Así fue como te conocí. -Se dio cuenta Álam sin apartar sus ojos de los suyos mientras se acercaba a ella. -Iluminada solo por la luz de una ventana, recuerdo que apenas podía creer que aquel ángel fuese realmente el monstruo al que tenía que matar.
-Resulta extraño recordarlo después de todo lo que ha pasado, ¿Verdad?. Parece cómo si todo hubiese sido un extraño sueño -Respondió Melissa hablando todavía con aquella voz suave y atrayente, tan familiar y a la vez desconocida para Álam. -Pero puede que hoy sea el último día de ese sueño, la última vez que tengamos la oportunidad de estar juntos.
-Melissa, ¿Qué estás diciendo?. -Comprendiendo ahora en parte el por qué de aquella extraña reacción, Álam la cogió por los hombros y la miró completamente serio. -Mañana no va a pasar nada, no voy a permitir que todo acabe aquí para ti.
-Lo sé. Estoy segura de que no vas a dejar que me pase nada... y eso es lo que más me preocupa. -Pese a sus palabras, lejos de mostrarse triste Melissa sonrió mientras decía esto y se escapó de entre sus manos hasta acercarse lo suficiente a él para rodear su cuello con sus brazos. -Pero ahora no quiero pensar más en eso. Esta puede ser nuestra última noche juntos... no quiero estropearla así.
Mientras susurraba aquellas últimas palabras, Melissa tiró suavemente de sus brazos y lo besó en la oscuridad cortando cualquier posible respuesta. Pero esta vez no fue una simple caricia, fue un beso largo y apasionado en el que sus labios se buscaron una y otra vez mientras sus lenguas jugueteaban acariciandose mutuamente y ambos caían sobre la cama el uno sobre el otro.
Solo entonces comprendió Álam lo que sucedía realmente, pero esto no hizo sino preocuparlo aún más mientras ella se separaba lentamente de él y lo miraba todavía acostada sobre su pecho. Sus ojos no parecían tristes, al contrario, brillaban cargados de alegría y en el fondo de estos podía ver como un extraño fuego, una llama ardiendo en su mirada que lo quemaba por dentro haciendolo comprender su significado y provocando en él la misma reacción.
Por un instante pensó en preguntarle si estaba segura, en detenerla temiendo que lo hiciese solo por el temor a perderle al día siguiente, pero la firmeza de su mirada lo convenció por completo de que no era así. Lo que había en sus ojos no eran dudas: era amor... pasión, los mismos sentimientos que había en los suyos y que ahora ardían con fuerza en los corazones de ambos uniendolos en un nuevo y profundo beso mientras él rodaba hacia un lado dejandola ahora a ella sobre la cama.
Esta vez ninguno de los dos rompió el beso. Las manos de Álam se deslizaron suavemente por su cuerpo, acariciando cada curva de su figura a través de su blusa mientras sus labios se deslizaban desde su boca hasta su cuello haciendola estremecerse entre sus brazos. Ella apenas se movía, parecía súbitamente tímida e indecisa y tan solo se dejaba llevar por sus movimientos sintiendo una extraña mezcla entre nerviosismo y anticipación. Pero Álam pronto se dio cuenta de esto y detuvo sus caricias un momento.
-Estás temblando. -Le dijo sonriendo, acariciando suavemente su rostro con su mano.
-Es la primera vez. -Murmuró con una mezcla de rubor y orgullo.
-Lo sé. -Replicó Álam sonriendo burlonamente. -Solo haz lo que te dicte el corazón, no pienses ni te fuerces a hacer nada que no quieras hacer, dejate llevar por tus sentimientos.
Melissa no pareció entender estas palabras, pero Álam tampoco esperó una respuesta. Sin decir nada más, cogió sus manos y las colocó sobre su camisa mientras él comenzaba a desabrochar su blusa lentamente, soltando cada botón con cuidado sin llegar apenas a rozar su piel. Ella pronto lo comprendió e hizo lo mismo, imitó sus movimientos desabrochandole la camisa y cuando se la quitó por completo observó por un instante su cuerpo mientras sentía el cálido contacto de las manos de Álam sobre sus costados ahora desnudos.
Él la acarició de nuevo con suavidad, movió sus manos pos sus costados y su espalda maravillado por su belleza y soltó con sus dedos la última prenda de ropa que todavía cubría sus pechos dejándolos al descubierto. Eran perfectos, tan pálidos como el resto de su cuerpo y coronados por delicados lunares sonrosados sobre los que se alzaban sus pezones que temblaban excitados ante la proximidad de sus manos. Y cuando este los cubrió con ellas acariciandola de nuevo ella cerró una vez más los ojos dejando escapar un pequeño gemido que lo hizo sonreír aún más.
Su cuerpo volvía a temblar, pero ya no de nerviosismo, sino de excitación. Sus manos parecieron tomar voluntad propia de pronto y comenzaron a acariciarlo examinando su cuerpo de la misma forme que él estaba examinando el suyo, recorriendo poco a poco sus cicatrices y deleitandose en sus angulosas formas.
Él respondió con más caricias, inclinandose de nuevo hacia ella hasta besarla una vez más mientras sus pechos danzaban excitados rozando el suyo al compas de su respiración y sus manos buscaban sus caderas. Sus labios dejaron los suyos solo para posarse de nuevo sobre su cuello, trazaron una húmeda línea sobre su piel hasta el sugerente valle entre sus pechos y ascendieron de nuevo hasta coronar sus pezones con un húmedo beso mientras su lengua acariciaba el terciopelo rosado que lo rodeaba y una de sus manos acariciaba sus muslos bajo su falda.
Melissa arqueó la espalda, gimió de nuevo incapaz de contener tanta excitación y trató de devolverle las caricias mientras él seguía explorando su cuerpo con sus manos y su boca. Sus labios probaron sus dos pechos, jugaron con ellos junto a sus manos haciendola estremecerse de placer y notó como su mano llegaba al fin al punto más oculto de su cuerpo haciendola vibrar con una simple caricia por encima de su ropa interior.
Álam volvió a besarla de nuevo en ese momento y la miró un instante observando con una sonrisa sus ojos nublados por la pasión mientras descendía sobra su cuerpo una vez más. Ella levantó las caderas en anticipación, dejó que sus manos le quitasen la falda deslizándola hasta sus pies y observó estremeciendose como él dirigía su mirada hacia la única prenda que le quedaba. Su cuerpo ya estaba húmedo y Álam sonrió al notarlo, jugó con ella durante unos minutos deslizando sus dedos por los bordes de la seda blanca que la cubría acariciandola poco a poco hasta que esta pareció no soportar más aquel juego y lo miró estremeciendose.
Él subió de nuevo, la besó una vez más, besó sus pechos, su estómago, su ombligo, besó todo su cuerpo hasta descender y sujetar con ambas manos los bordes de sus bragas. Ella subió las caderas de nuevo y dejó que se las quitara, se quedó inmóvil mientras él recorría una vez más sus piernas con aquella prenda dejandola ya solo con sus medias y notó una extraña urgencia en su interior. Pero Álam no tenía prisa, siguió acariciandola le quitó también las medias cubriendo de besos sus muslos y sus piernas mientras lo hacía hasta dejarla totalmente desnuda.
Entonces la miró de nuevo mientra él también se desnudaba. Su belleza era sobrecogedora, parecía incluso irradiar un aura propia bajo la luz blanquecina de la Luna y su cuerpo resplandecía sobre el mando dorado de sus propios cabellos sin nada que cubriese su piel o ocultase su verdadera belleza. Ella también lo observaba, examinando su cuerpo con la curiosidad de aquel que ve algo por primera vez, aunque su mirada procuraba evitar siempre la parte que su propia belleza había hecho resaltar sobre las demás y esto lo hacía sonreír ante su repentina timidez.
-¿Todavía estás nerviosa?. -Susurró acostándose de nuevo a su lado y cubriendo en parte su cuerpo con el suyo.
-Estoy ardiendo. -Replicó Melissa abrazándolo con fuerza, acariciando su cuerpo con repentina urgencia como buscando un consuelo que no encontraba. -Nunca me había sentido así.
-Acabamos de empezar. -Sonrió Álam. -Todavía arderás más... mucho más.
Álam la besó de nuevo evitando cualquier respuesta de ella y esta lo abrazó aún con más fuerza, pero esta vez Álam no se detendría ahí. Su mano derecha cubrió no de sus pechos acariciando sus pezones con el pulgar y su otra mano siguió su camino deslizandose más abajo, recorriendo su estómago en una suave caricia hasta perderse en el nimbo dorado de su vello púbico y alcanzar por fin la parte más sensible y oculta de su cuerpo. Sus dedos la provocaron un instante, jugaron sobre el monte de venus sintiendo su palpitación bajo la palma de su mano y acariciando sus labios más íntimos mientras se deslizaban poco a poco entre la humedad que los cubría.
Ella se estremeció, gimió entre sus brazos sintiendo como su cuerpo entero latía de excitación y echó la cabeza hacia atrás arqueando de nuevo la espalda cuando uno de sus dedos penetró lentamente en su interior. Despacio, con cuidado, humedeciendose entre los pliegues de su cuerpo mientras el resto de su mano acariciaba sus labios y rozaba la delicada perla de carne que estos ocultaban, hasta deslizarse al fin lo más adentro posible haciendola temblar de placer una vez más.
-A..Álam...
Su voz gimió su nombre, un delicioso susurro que se extendió por la habitación una y otra vez mientras él movía su mano adentro y afuera preparándola para la verdadera unión entre sus cuerpos. Y solo entonces, cuando al fin creyó que estaba preparada, apartó de nuevo su mano y la miró fijamente a los ojos esperando que todavía lo oyese a pesar de la excitación de su rostro y lo acelerado de su respiración.
-Va a dolerte un poco. -Advirtió apenado, deseando no tener que hacerle daño pero consciente de que no había otra forma.
-Lo sé. -Afirmó un tanto intimidada, pero demasiado excitada como para que este pudiese notarlo. -Me lo dijiste el día en que salimos de la fortaleza, ¿Recuerdas?.
Álam se sorprendió al oír esto. Recordaba perfectamente sus propias palabras, pero jamás había supuesto que ella las hubiese comprendido y aquello le resultaba bastante desconcertante.
-Parece que no eres tan ingenua como pensaba. -Dijo finalmente, volviendo a acariciar sus pechos para mantener su excitación. -Supongo que con Mariana como madrastra era de esperar.
Melissa apenas sonrió esta vez ante su broma. Durante aquellos minutos había sentido su erección rozando su cadera y se había dado cuenta de la diferencia de tamaño respecto a su dedo, algo que la asustaba un poco. Pero confiaba en él y se quedó quieta mientras él se deslizaba entre sus piernas colocandose sobre ella y se inclinaba una vez más para besarla antes de penetrarla.
-Quedate quieta, ¿De acuerdo?. -Le advirtió una última vez. -No te muevas hasta que deje de dolerte o será peor.
Esto la asustó aún más y Álam se maldijo en ese momento por ponerla más nerviosa todavía, pero un nuevo beso y las caricias con que sus manos todavía jugaban con sus pechos y sus ahora palpitantes pezones pronto substituyeron aquel miedo por la misma expresión de excitación de hacía unos segundos y no perdió más tiempo.
Su cuerpo ardía en deseos de poseerla y sentía como todo su ser palpitaba solo con tocarla, pero también sentía como su corazón se estremecía ante la idea de hacerle daño y se controló a pesar del dolor que esto le suponía. La penetró despacio, abriendo poco a poco su cuerpo sin dejar de acariciarla y besarla, atento a cada gemido y cada gesto de su rostro hasta que, cuando esta empezó a mostrar síntomas de dolor y notó que estaba ya en el punto inevitable, dio un último y rápido golpe con el que la penetró hasta el fondo rompiendo al fin su himen.
Melissa gritó de dolor, se retorció bajo él durante unos segundos visiblemente herida y clavó sus dedos en su espalda cómo si tratase de atravesarlo con ellos mientras Álam trataba de consolarla. El dolor era terrible, algo se había roto dentro de ella y apenas podía soportarlo, ni siquiera las caricias o las palabras de Álam servía de nada para aliviarlo en aquel instante. Se sentía tan abierta, tan llena que tenía incluso miedo de moverse para no hacerse más daño y tardó un rato en abrir de nuevo los ojos.
-Lo siento. -Se disculpó Álam acariciando su rostro con una mano para apartar dos pequeñas lágrimas que habían brotado de sus ojos. -Ojalá hubiese otra forma... si supieses cuanto me duele hacerte daño.
-No ha sido tan malo. -Mintió ella abriendo los ojos y tratando de forzar una sonrisa. -Ahora puedo sentirte dentro de mí... cómo si fueses una parte de mi cuerpo. Es una sensación muy extraña, parece... parece como si fuésemos solo uno.
Álam no pudo sino sonreír ante la descripción de Melissa sobre lo que sentía. Él mismo sentía algo parecido, sentía su calor y la tersura de su cuerpo a su alrededor y apenas podía controlar sus sentidos, pero jamás se le habría ocurrido una forma tan hermosa de describirlo. Y en cierto modo, el darse cuenta de que era cierto lo hizo sentir aún más cariño por ella mientras se inclinaba para besarla de nuevo.
Durante unos segundos Álam no se movió, se conformó con besarla y tomar entre sus labios sus pezones totalmente erectos, jugueteando con sus pechos para volver a excitarla y esta comenzó poco a poco relajarse de nuevo entre sus brazos hasta que al fin pudo oír otra vez los dulces gemidos que brotaban de su garganta. En ese instante, Álam se movió lentamente hacia afuera y vio como Melissa arqueaba la espalda en respuesta, reaccionando ya no con dolor a sus movimientos, sino con placer.
Álam no esperó un segundo más, su propio cuerpo no habría resistido mucho más tiempo aquella horrible espera y dejó que su pasión lo guiase el resto del camino. Se deslizó poco a poco adentro y afuera de su cuerpo, moviendose lentamente al principio, siguiendo el ritmo de sus manos que acariciaban circularmente los pechos de Melissa y aumentando la velocidad conforme los gemidos de esta aumentaban. Ella también reaccionó esta vez, su cuerpo ardía con tanta fuerza que apenas podía contenerse y abrazó a Álam besando su pecho, su cuello sus hombros, sus labios, estremeciendose a cada nuevo roce mientras sus pechos saltaban adelante y atrás al compas de su acoplamiento.
La fricción se hizo mayor, su excitación creció y creció llenando la habitación con gemidos de placer y el sonido de sus cuerpos entrechocandose, haciendose casi insoportable para ambos mientras el ritmo de su acoplamiento se hacía cada vez más y más frenético hasta que, de pronto, Melissa se arqueó entre los brazos de Álam estallando de placer y un dulce gemido inundó toda la habitación mientras esta se erguía de golpe con los ojos centelleando y se abalanzaba sobre su cuello presionando al mismo tiempo su cuerpo contra él para hacerlo llegar aún más adentro.
Álam notó la mordedura, apenas un pinchazo en el cuello y su sangre se derramó en su cuerpo al igual que su esencia mientras estallaba dentro de ella alcanzando también el clímax con aquel último golpe en que sus cuerpos se habían fundido por completo. Después, los dos cayeron sobre la cama incapaces de sostenerse ya el uno al otro y Álam cerró los ojos mientras sentía como Melissa se estremecía todavía de placer entre sus brazos y dejaba de tomar su sangre, abandonandose por un momento a las sensaciones que invadían sus dos cuerpos todavía unidos.

Cuando Álam abrió los ojos de nuevo ella descansaba ya sobre su pecho totalmente tranquila, con la respiración todavía tan agitada como la suya pero visiblemente menos excitada y capaz ya de controlarse. Sin embargo, esta permanecía con el rostro girado hacia un lado y Álam se dio cuenta de que se estaba ocultando tras la cortina dorada que formaban sus cabellos para no cruzarse con su mirada. Algo bastante extraño en aquel instante.
-¿Estás bien?. -Preguntó preocupado.
-Lo siento. -La voz de Melissa sonó repentinamente triste, sin rastro ya de la pasión de hacía unos segundos. -No sé que me ha pasado, yo... no sé por qué he hecho eso. No pude controlarme... lo siento.
-¿Lo dices por la mordedura?. -Preguntó Álam sonriendo casi divertido. -No te preocupes, yo también te hice daño ¿Recuerdas?. Además, eso explica en parte lo que Mariana esperaba de nosotros.
Al oír esto, Melissa giró la cabeza hacia él sorprendida y en parte aliviada por la calma con que este se lo había tomado.
-¿Qué quieres decir?.
-Acabas de morderme. -Explicó Álam. -Si no lo fuese ya, esto me habría transformado en alguien como tú de todas formas. Estoy seguro de que era a lo que se refería Álfred cuando decía que "acabaría pasando" y era algo que deberías preguntarle a Mariana y no a él. Supongo que para las vampiresas las cosas son un poco diferentes que para las humanas... aunque no resulta del todo desagradable.
Esto último hizo reír a Melissa. No podía asegurar que todas las vampiresas reaccionasen así o qué aquel fuese realmente el plan de Mariana, pero a decir verdad sonaba a algo propio de ella y ver que a Álam no le importaba en absoluto la tranquilizaba enormemente. Lo suficiente para que su corazón recordase las sensaciones recién experimentadas y se acurrucase entre los brazos de Álam buscando su calor mientras sonreía cariñosamente.
-Ha sido maravilloso. -Dijo sin encontrar otras palabras más adecuadas. -Jamás me había sentido así, creí que mi corazón acabaría estallando. Estoy tan contenta de poder haberte sentido tan cerca de mí... siendo casi una parte de mí.
-Yo también. -Susurró Álam acariciandole el pelo y rodeandola con su brazo izquierdo mientras ella reposaba la cabeza sobre su pecho cubriendolo por completo con su cuerpo y sus cabellos. -Solo siento haber tenido que hacerte daño. Te quiero tanto que no puedo soportar verte sufrir... aunque sea por algo así.
-Lo sé, yo siento lo mismo por ti. -Aseguró Melissa cerrando los ojos. -Pero la próxima vez no habrá dolor y... intentaré hacerlo mejor. Sé que para ti no ha debido ser nada especial.
-Te equivocas. -La contrarió Álam. -El sexo sin amor no es nada, y yo jamás había amado a nadie como a ti, te aseguro que nunca había sentido nada tan especial como lo de hoy.
-Gracias. -Susurró ella ya casi dormida, agotada tras toda la excitación que acababa de sentir. -De todas formas... ojalá haya una próxima vez. No quiero que esto termine aquí... no quiero...
-La habrá. -Aseguró él sintiendo como ella se dormía poco a poco y su respiración se iba haciendo más y más regular. -Tú tendrás otra oportunidad para ser feliz... aunque yo ya no pueda compartirla contigo.
Con aquellas últimas palabras que ya solo él podía oír, Álam recostó la cabeza sobre la almohada y no tardó en quedarse también dormido. Las dudas y temores sobre el día siguiente seguían todavía ahí, pero ya no había nada que pudiese hacer y prefirió compartir aquel último descanso con su alma gemela entes de que el destino decidiese cual sería su último papel en aquella historia: cazador... o presa.



La artificial voz del ordenador central devolvió a los dos jóvenes amantes a la realidad aquella madrugada. Fuera todavía era de noche y el paisaje que se veía por la ventana no se diferenciaba mucho del que habían observado antes de acostarse, pero el tiempo había pasado implacable y la proximidad de la mañana exigía su atención para continuar con sus planes.
Los dos se saludaron con el mismo cariño de la noche anterior, se dieron un corto beso todavía abrazados en la cama y se vistieron de nuevo para volver a la sala de mando donde seguramente los estaban esperando. Sus ropas estaban rasgadas, manchadas y empapadas de sudor por el viaje, pero el día anterior alguien se había ocupado convenientemente de dejar ropa limpia para ambos junto a la cama y estos agradecieron poder cambiarse.
La ropa era sencilla, un uniforme de oficial aunque carente por completo de galones e insignias para Álam y un vestido blanco con pequeños detalles azul celeste en los bordes de las mangas y la falda para Melissa, este último seguramente cedido por una de las Hunters. Pero en aquel momento era más que suficiente y ninguno de los dos se paró siquiera a mirarse antes de salir de la habitación.
El pasillo estaba vacío y un extraño silencio recorría la torre alterado solo intermitentemente por el eco de sus pasos resonando en los corredores, cómo si aquel enorme edificio estuviese ya abandonado. Lo que, a decir verdad, no distaba mucho de la realidad.
Cuando al fin llegaron a la sala de mando, ambos observaron con sorpresa que, a diferencia de la frenética actividad que había ocupado aquel lugar el día anterior, este estaba ahora prácticamente desierto y solo el comandante los esperaba junto a uno de sus oficiales de comunicaciones y el propio doctor.
-Bienvenidos. -Saludó con tranquilidad el comandante, aparentemente nada nervioso a pesar de la importancia de lo que estaba a punto de hacer. -Supongo que los dos estaréis cansados, pero no podíamos perder más tiempo antes de partir y era necesario que estuvieseis aquí para esto.
-Lo sabemos. -Respondió Álam. -Empiece cuando quiera, estoy seguro de que Mariana ya estará esperando noticias nuestras.
-Cuento con eso, después de todo su ayuda es fundamental para esto por lo has dicho. -Tras decir esto, el comandante se giró hacia la pantalla principal y dio la última orden a su oficial. -Establece la comunicación, veamos que tal le sienta a Nathaniel que le demos los buenos días.
El oficial sonrió ante este último comentario y comenzó al instante con su trabajo. Saltar el bloqueo de comunicación establecido por el consejo alrededor de la torre no le había resultado en absoluto difícil, pero desviar toda la información de una transmisión de aquel tipo por canales encriptados y de alta seguridad que no estuviesen bajo el control del consejo exigía tiempo. La pantalla se llenó durante unos minutos con códigos, diagramas de flujo, rutas de desvío entre satélites y toda una serie de informaciones sobre la transmisión que tan solo el propio oficial podía entender, hasta que, al fin, esta parpadeó quedandose completamente en blanco de nuevo y una imagen con los colmillos sangrantes que servían a Nathaniel como emblema apareció en ella.
La voz del oficial se oyó entonces de nuevo, pero hablando ya no con ellos sino con alguien al otro lado de la comunicación. Era evidente que aquella brecha en la seguridad de sus comunicaciones no le había hecho demasiada gracia a los vampiros y estos no parecían en absoluto dispuestos a seguir la petición del oficial para pasar dicha comunicación al propio Nathaniel, pero cuando este mencionó el nombre de la princesa todo cambió de pronto y, tras un largo silencio, estos aceptaron la petición.
-Todo listo señor. -Comunicó sonriente el oficial. -En unos segundos tendremos comunicación directa con el rey, puede hablar tranquilo, todo lo que diga será imposible de rastrear para el consejo.
-Perfecto. -Murmuró para sí el comandante, sonriendo satisfecho antes de continuar. -Parece que las cosas son tal y como esperábamos. Ha bastado el nombre de Elisabeth para que esos vampiros hablasen de inmediato con su rey sobre nuestra transmisión, y por lo que parece este está tan interesado como ellos en saber qué ocurre con su hija.
-Dudo que eso le importe en absoluto. -Respondió Melissa con un tono bastante despectivo. -Lo que le preocupa es que seáis vosotros precisamente los que lo llaméis, si lo que Mariana ha dicho es cierto saber que estoy con los Hunters es la peor noticia que podía recibir.
-No lo dudo. -Afirmó el comandante girandose hacia la nueva imagen que empezaba a formarse frente a ellos. -Veamos ahora como reacciona.
La pantalla parpadeó de nuevo por un instante, se apagó por completo borrando el emblema de Nathaniel y se iluminó una vez más obedeciendo los comandos de activación dados desde el otro lado para mostrar al fin lo que todos en aquella sala estaban esperando ver: al Rey de los vampiros.
Nathaniel estaba en la sala principal del palacio, sentado tranquilamente sobre su viejo trono de mármol negro, cómo si ya hubiese esperado aquella llamada y nada de lo que estaba sucediendo le resultase en absoluto fuera de lo normal.
La amplia vista de la cámara permitía ver en parte la sala, aparentemente una habitación de gran tamaño cuya parte visible estaba ocupada por completo por el pedestal de mármol blanco sobre el que se alzaban los dos tronos. Tras estos, ocultos en parte tras las grandes columnas que se alzaban junto al muro, podía verse además a un par de BlackHawks perfectamente firmes vigilando a su señor y a la otra asistente a aquella peculiar reunión. Mariana también ocupaba su lugar como reina en aquel momento, sentada al lado de su esposo sobre un trono más pequeño, hecho de maderas nobles, pero con los mismos grabados dorados representando murciélagos y colmillos que el de su marido. Su mirada permanecía atenta a la pantalla, buscando en ella a los que realmente le interesaban y no al comandante que en aquel momento era el único al alcance de la cámara. Este, sin embargo, si posó sus ojos en la aparentemente joven reina y no pudo negar cierta sorpresa al mirarla.
Su cuerpo difícilmente oculto bajo el escaso vestido de seda roja que llevaba en ese momento resultaba una visión más que atrayente y esta no parecía preocuparse demasiado por ocultarlo, al contrario, la forma en que había cruzado sus piernas abría la falda semitransparente del mismo hasta dejarlas prácticamente al descubierto por completo revelando incluso parte de sus nalgas. Pero no fue esto sino la enigmática expresión de sus ojos y su rostro lo que atrajo su atención. Sabía que aquella llamada, aquel desafío que estaban a punto de lanzar era la culminación de todos sus planes y que ésta se jugaba mucho en ello, pero su rostro parecía tan calmado y su mirada tan misteriosa que era imposible saber realmente qué ocurría en aquel instante en su mente. Solo mirarla bastaba para que comprendiese que nada de lo que Álam y Melissa habían dicho sobre esta era una exageración, aquella mujer era si cabe más peligrosa que el monstruo que se sentaba a su lado y se alegraba de no tenerla de su contra.
-Érmingster. -La voz osca y desagradable de Nathaniel interrumpió de pronto el silencio y los pensamientos del comandante. -El líder de los Hunters, supongo que debería preguntar a qué debo esta desagradable llamada. Pero dado que ha mencionado el nombre de mi hija casi puedo imaginarmelo.
-Dudo que así sea. -Respondió con tono firme el comandante, sosteniendo el reto de su mirada con la suya. -No estoy aquí para intentar conseguir un trato a cambio de la liberación de su hija como seguramente supone, principalmente porque su hija no es ninguna prisionera entre nosotros.
Algo similar a una desagradable sonrisa de aceptación se formó en los labios de Nathaniel en aquel momento. A diferencia de lo que el comandante había pensado, este no era tan estúpido como para no haberse dado cuenta de todo lo que había pasado durante los últimos días y su mirada denotaba apenas sorpresa ante aquellas palabras.
-Si es así, deduzco que también sabe cuales eran mis planes para ella. -El rostro de Nathaniel ni siquiera se inmutó al decir esto, permaneció tan frío e impasible cómo si aquello no significase nada para él. -Bien, ¿Qué espera conseguir de mí entonces?.
-Su vida. -La respuesta del comandante fue tan clara y rotunda que incluso su oficial se sorprendió al oírla, pero este permaneció tan impasible como el propio Nathaniel y giró la cabeza hacia Álam y Melissa. -Aunque no seré yo quien la tome, ese honor no me corresponde a mí.
En el momento en que el comandante dijo esto, los dos jóvenes se acercaron también al centro de la sala y no tardaron en aparecer en la pantalla de la fortaleza para alegría de Mariana cuyo rostro mostró una débil sonrisa al ver a Álam y a su hijastra perfectamente a salvo, mostrandose orgullosos ante Nathaniel con sus manos aún entrelazadas. Algo que, por supuesto, tampoco pasó desapercibido para el propio rey de los vampiros, pero que en aquel instante le resultaba menos sorprendente que la firmeza de la mirada de su hija.
-Veo que has cambiado. -Dijo sonriendo burlonamente, dirigiendose ahora solo a Melissa. -Ya no parece haber mucho en ti de aquella niñita asustadiza que temblaba con solo oír mi voz. Parece que la compañía de tu... asesino, te ha servido para desarrollar algo de carácter.
-Mi único asesino eres tú. -Replicó con furia Melissa, apretando inconscientemente la mano de Álam. -Él me ha dado todo lo que tú me habías robado: amor, libertad.... una vida por la que luchar. Y ahora no voy a dejar que me lo arrebates todo de nuevo, vas a pagar por todo lo que nos hiciste a mí y a mi madre.
-Tu madre y tú no erais más que un error. -Respondió Nathaniel todavía en el mismo tono. -Un simple experimento que salió mal y que todavía no he podido solucionar. Naciste con un único propósito pero tu estupidez te convirtió más en un problema que en la solución que buscaba, tú misma te has buscado ese destino.
-Te equivocas. -Interrumpió Álam con voz severa, haciendo que todos le prestasen ahora atención a él. -Melissa ha cumplido su propósito mejor de lo que puedas imaginarte, simplemente no lo ha hecho bajo tu control. ¡Y yo soy la prueba!.
Justo en el instante en que decía esto, los ojos de Álam se iluminaron con un furioso destello esmeralda y sus colmillos asomaron entre sus labios revelando su verdadera naturaleza ante Nathaniel y el resto de la corte. El rey no se sorprendió en absoluto, al menos no más que Mariana cuya única reacción fue una rápida mirada hacia su esposo y una nueva sonrisa, todo lo contrario de este cuyo rostro se había serenado al instante substituyendo la expresión de burla por una mucho más seria. Los BlackHawk, sin embargo, si se sorprendieron al ver esto y levantaron inmediatamente la mirada dirigiendola hacia aquel nuevo que acompañaba a su princesa y cuya sangre, si lo que había dicho era cierto, lo convertía también en un miembro de la familia real a la que habían jurado proteger.
-El destino puede ser realmente irónico a veces. -Dijo al cabo de unos segundos Nathaniel. -Mi pequeña ha cumplido su cometido incluso mejor de lo que había esperado, convirtiendo nada menos que a un Hunter en uno de los nuestros. Lástima que, al igual que ella, tu estupidez te impida convertirte en lo que deberías ser realmente y acabes como un fracaso más.
-Eso lo comprobaremos muy pronto. -Aseguró Álam mirando fijamente a su rival. -Si sabes todo eso supongo que ya sabrás el por qué de esta llamada. La sangre de Elisabeth que corre por mis venas me da derecho a reclamar el trono retándote a un duelo. Y tú no puedes rechazarlo, conozco la ley.
-Te equivocas, ya no hay nada que comprobar, acabas de demostrar lo estúpido que eres al hacer eso. -Dicho esto, Nathaniel dirigió una siniestra mirada hacia su reina y volvió su atención a la pantalla una vez más. -Pero es cierto, cómo vampiro de sangre real tienes derecho a ese desafío. Sin embargo, si como dices conoces la ley, también sabrás que necesitas a alguien que te apadrine y que mi "querida" hijita no basta para tal propósito.
-Lo sabe perfectamente. -Tal cómo Nathaniel esperaba, su esposa entró al fin en la conversación en ese momento y su voz suave y misteriosa atrajo la atención de todos al instante. -La única que podría apadrinar a un nuevo aspirante a rey soy yo, y este muchacho cuenta con mi apoyo, el reto se celebrará cuando y donde quieras... "querido".
-Que así sea entonces. -Para sorpresa de la propia Mariana, Nathaniel actuó una vez más cómo si ya esperase aquello y no pudo disimular una macabra sonrisa al volver a mirar a su retador. -Como rey es mi deber aceptar tu desafío. Será hoy mismo, en el antiguo coliseo de los clanes. Uno de mis soldados os comunicará las coordenadas.
-Perfecto entonces. -Aceptó Álam satisfecho al ver que todo iba como esperaban, aunque un tanto inquieto por la tranquilidad de Nathaniel. -Solo espero no encontrarme con ninguna "sorpresa" inesperada durante nuestro viaje hacia allí.
-No la tendréis. -Dijo de nuevo Mariana hablando ahora con mucha más libertad que antes. -Uno de los BlackHawk os escoltará desde la frontera, todo se hará según la vieja ley.
-Hasta la última de sus consecuencias, querida. -Replicó Nathaniel más que consciente de quién sería el BlackHawk al que esta se refería. -El combate se realizará con armas convencionales y sin armaduras, así lo marca la ley y espero que eso no te resulte un problema muchacho.
-En absoluto. -Álam no pudo evitar sonreír al oír esto, sabía que para muchos adaptarse al peso de un arma corriente sería un problema y que Nathaniel probablemente esperaba preocuparle con esto, pero en su caso aquello resultaba totalmente inútil. -En realidad las prefiero.
-Todo decidido entonces. -Cortó el comandante entrando de nuevo en la conversación. -Transmita las coordenadas y acabemos con esto cuanto antes. La guerra ya ha durado demasiado.
-Esto no tiene nada que ver con la guerra, sea cual sea el resultado no finalizará hasta que uno de los dos bandos caiga. -Replicó por último Nathaniel. -Y siendo el comandante de los Hunters, debería saberlo mejor que nadie.
Dicho esto, Nathaniel hizo un gesto hacia la pantalla y esta se apagó al instante en ambos lados dejando abierto tan solo canal de datos por el que uno de sus oficiales transmitiría las coordenadas apropiadas al ordenador central de los Hunters. Todo había salido más o menos como él había supuesto tras los acontecimientos del día anterior en la frontera y ahora, con los planes de todos ya al descubierto, tenía una pequeña ventaja sobre los demás que le permitía sonreír tranquilamente mientras se ponía en pie para irse y ordenaba a uno de los BlackHawk que se acercase.
-Reúne a tus hermanos y partid hacia el coliseo, quiero que todo este funcionando y listo para el desafío para cuando llegue. Los centinelas ya saben que hacer, solo ordenadles que lo preparen todo y esperad la llegada de los cazadores.
-Como ordene señor. -Obedeció el BlackHawk. -¿Desea también que yo me ocupe de escoltarlos hasta el coliseo?.
-No, eso es tarea de Álfred, estoy seguro de que ya ha recibido órdenes al respecto. -Mientras decía esto, Nathaniel giró la cabeza hacia su reina que lo observaba con la misma mirada misteriosa y despectiva de costumbre y sonrió sombríamente. -Buen plan, querida, reconozco que por una vez te has adelantado a mí en todo. Una lástima que tu cachorro haya sacado las garras antes de tiempo, espero que disfrutes de tus últimas horas como reina.
-¿Qué quieres decir con eso?.
Lejos de responder, Nathaniel giró la cabeza hacia la puerta ignorándola por completo y se alejó de ella envuelto como de costumbre en su gran manto negro. La escena final de aquella peculiar representación organizada por su esposa estaba al llegar y esta vez sería ella la que tendría que esperar para ver las sorpresas que deparaba el último acto.

Mientras tanto, ajenos por completo a aquellas últimas palabras y a la repentina inquietud de la reina por la tranquilidad de su esposo, en el cuartel general de los Hunters Álam y los demás esperaban con cierta impaciencia a que el oficial les comunicase su destino. Las coordenadas ya habían sido recibidas e indicaban un lugar en el centro de la gran meseta central siberiana, pero ninguno de los presentes había oído hablar jamás de un coliseo en aquel lugar y el ordenador se esforzaba en repasar las ruinas históricas de los alrededores buscando una posible coincidencia.
Según los datos históricos que poseían allí no había nada remotamente similar a un coliseo y ninguna de las civilizaciones que habían habitado el lugar se caracterizaban por la construcción de dichos edificios, sin embargo, el ordenador si encontró unas ruinas en aquella localización y las pasó a la pantalla siguiendo las instrucciones del oficial.
La imagen mostraba un gran agujero abierto en el suelo, una especie de foso cóncavo remotamente similar a los anfiteatros griegos pero completamente circular y con la superficie lisa y parcialmente enterrada. A su alrededor podían verse también los restos de lo que en otro tiempo debían haber sido enormes pilares de roca, cuatro gigantescas columnas cuyas colosales bases se mantenían aún en pie como prueba de su antigua grandeza.
-Ese es el lugar. -Comunicó el oficial. -La imagen es muy antigua y por los datos que tenemos su antigüedad ronda los cuatro mil años.
-Un viejo coliseo hecho por los vampiros. -Comprendió el comandante observando con curiosidad la forma de las columnas y la inclinación de estas que no parecían elevarse totalmente rectas, sino formando un pequeño ángulo hacia el centro del foso. -Eso explica por qué no se han relacionado esas ruinas con ninguna civilización antigua, pero no comprendo por qué ha elegido Nathaniel un lugar así. Suponía que estaría más seguro en su fortaleza que en unas ruinas como esas.
-Yo conozco ese lugar. -Dijo de pronto Melissa atrayendo al instante la mirada de todos que la observaron con curiosidad mientras esta intentaba explicarse. -Estuve ahí una vez cuando era pequeña, lo recuerdo porque fue la única vez que salí de la fortaleza. Fuel e día en que mi padre mató al último de los vampiros del consejo y se proclamó rey.
-¿Recuerdas si todavía es así?. -Le preguntó Álam con curiosidad. -¿Sigue siendo solo un montón de ruinas?
-No. -Negó Melissa sacudiendo la cabeza. -Ese lugar era muy importante para los vampiros y lo restauraron hace mucho, ahora ya no se parece en nada a esas ruinas. Las columnas están otra vez en pie y la parte superior ahora es de metal, además, la parte central no está enterrada, está arriba, flotando entre los extremos de las columnas. Recuerdo que al principio creí que estaba anclada a ellas, pero cuando soplaba el viento se veía como giraba lentamente sobre si misma, como una nave dejada a la deriva pero encerrada entre las cuatro columnas.
Aquello si sorprendió al comandante y a Álam. La idea de que una mole de roca como aquella flotase en el aire a la altura que sugerían los restos de las columnas era cuando menos sobrecogedora y necesitaría de un cambo gravitatorio inmenso entre ellas para sostenerla. Sin embargo, ellos no eran los más sorprendidos por estas noticias.
-¿Estas segura de que flotaba?. -Preguntó completamente serio el doctor. -Desconozco el tamaño real del coliseo, pero por las ruinas diría que estamos hablando de una masa de más de quinientas toneladas de roca, no es algo fácil de sostener en el aire así como así.
-Si, estoy segura. -Insistió Melissa. -Yo no quería ver la lucha, no me gustaba ver como mi padre y el otro vampiro se atacaban hasta matarse, por eso me fijé en todo lo demás. Y recuerdo claramente ver como la pista central del coliseo giraba entre las columnas, a veces incluso rozaba con ellas y todo temblaba como si fuesen a caerse.
Convencido por la respuesta de Melissa, el doctor no hizo más preguntas y se acercó a uno de los teclados de control de la sala para hacer algo en el ordenador, lo que preocupó ligeramente al comandante que no comprendía del todo aquel repentino interés del doctor por el coliseo.
-¿Ocurre algo doctor?. -Preguntó mientras esta continuaba con sus cálculos en el ordenador.
-Nada, solo curiosidad científica. -Respondió este sin apartar la mirada de la pantalla. -Una masa semejante necesitaría de un campo gravitatorio colosal para elevarse tan solo unos metros del suelo y sería fácil de detectar incluso a esta distancia, pero la única anomalía que hemos encontrado en esa zona es una distorsión electromagnética y eso no explica en absoluto un fenómeno semejante.
Mientras hablaba, el doctor pareció terminar sus cálculos y los envió al ordenador de una de las naves con un último comando en su teclado al tiempo que pasaba a la pantalla una tosca representación de lo que debía ser actualmente el coliseo según la descripción de Melissa.
-Muy impresionante. -Dijo con desgana el comandante observando el disco flotante entre las columnas. -Pero a menos que eso tenga alguna relevancia con el desafío preferiría que dejase sus estudios para más tarde. Tenemos algo importante entre manos.
-Si, supongo que tiene razón. -Respondió el doctor forzando una sonrisa y llevandose una mano al bolsillo de su bata. -Aquí lo tiene, esto es lo que me pidió ayer, espero que sepa lo que hace.
Dicho esto, el viejo científico extendió la mano hacia el comandante mostrando un nuevo inhibidor cuyo cristal era ya muy diferente al del anterior. La mayor parte era transparente como si fuese cristal normal, pero entre este podían verse dos pequeños anillos de cristal negro rodeando el chip central que intentaban en cierta medida emular el efecto de los fragmentos que los poderes del propio Álam habían recogido. Y pronto sabrían si tenía o no el efecto deseado.
Confiando por completo en su antiguo pupilo, el comandante le lanzó el inhibidor a Álam y este lo sostuvo en la mano unos segundos para mirarlo antes de quitarse el viejo y ponerse aquella nueva gema al cuello. Hecho esto, arrojó el primer inhibidor al rincón más alejado de la sala para que no pudiese seguir afectándole y esperó. Pero no pasó nada.
Álam no sintió nada esta vez, no hubo dolor de cabeza, ni hemorragias, ni siquiera temblores a su alrededor como la última vez. Todo parecía normal cómo si siguiese llevando su viejo inhibidor... o al menos así era para todos los demás, pero no para él. A pesar de no haber cambios aparentes, Álam sentía perfectamente el cambio en su mente y no tardó en notar la misma sensación que aquella noche, aunque esta vez mucho más próxima y apacible. Podía casi oír lo que sentía Melissa, como si sus emociones fueran una suave melodía en su mente, y esto hizo que la mirase con una curiosa sonrisa por un momento.
-¿Y bien?. -Preguntó impaciente el comandante. -Parece evidente que el inhibidor es lo suficientemente fuerte para evitar que tu cerebro sufra daños, nos falta saber si es también lo bastante débil como para que puedas usar tus poderes.
-Eso es fácil de comprobar. -Sonrió Álam. -¿Le basta con esto?.
Al tiempo que pronunciaba aquellas palabras, Álam extendió ambos brazos hacia adelante como si fuese a coger algo y sus ojos centellearon con un débil brillo azul durante unos segundos sin que pareciese pasar nada. Hasta que, de pronto, Melissa notó como algo invisible la rodeaba y la cogía suavemente por la cintura elevandola cuidadosamente en el aire como si esta fuese una simple pluma.
-Álam, ¿Qué haces?. -Pregybtñi tratando de disimular su sonrisa mientras se elevaba cada vez más alto pasando por encima de la cabeza de este. -¿No podías haber escogido otra cosa para probar tus poderes?.
-Ninguna que me apeteciese coger en estos momentos. -Dicho esto, y para sorpresa de la propia Melissa, Álam sonrió burlonamente y dejó de sostenerla con sus poderes haciendo que esta callese justo sobre sus brazos. -¿Mejor así?
-Preferiría estar en el suelo. -Sonrió Melissa mirando de reojo al comandante y al doctor cuyas expresiones no eran en absoluto serias en aquel instante. -¿Te importa bajarme?.
Tal como ella le pedía, Álam la dejó de nuevo en el suelo y dirigió una vez más la mirada hacia Érmingster esperando que aquello fuese bastante para convencerlo.
-En fin, parece que todo va más o menos como planeábamos. Ahora solo nos queda una cosa por solucionar, pero eso ya es cosa mía. -Dicho esto, el comandante se dirigió a la puerta de la sala. -Vamos, el resto de la unidad nos espera en el hangar.
No hubo ya más palabras. Los cinco abandonaron la sala de control y se dirigieron hacia uno de los ascensores todavía funcionales de la torre sin hacer más comentarios. Érmingster sabía que era probablemente la última vez que estaba en aquel lugar y que toda su vida estaba a punto de cambiar por completo, pero también sabía que al fin había llegado el momento de cumplir el objetivo por el que había luchado durante tantos años y la preocupación por lo que sucedería a continuación apenas podía competir con la satisfacción de sentir que, por una vez, estaba haciendo lo que debía.
El aspecto del hangar había cambiado por completo respecto al día anterior. Los restos del tanque habían sido retirados y las naves ya no ocupaban sus puestos junto a las paredes, sino que descansaban cerca del gran portón frontal en formación de cuña esperando a sus ocupantes. Y estos no estaban muy lejos.
Formando frente a ellas como un verdadero ejército, los Hunters esperaban a su comandante equipados ya con sus armaduras y armas. El polímero de camuflaje completamente negro de sus armaduras oscurecían el centro del hangar como una enorme sombra en la que solo sus cabezas todavía al descubierto y las insignias rojas y doradas del consejo y los propios Hunters se distinguían con claridad entre la ilusión que estas creaban aun con el camuflaje apagado. Las mismas insignias que el propio comandante llevaba en su chaqueta y que miró durante un breve segundo antes de adelantarse a sus cuatro acompañantes para dirigirse al resto de sus hombres.
Entre ellos había veteranos, hombres tan mayores como él curtidos en cientos de misiones que habían matado a incontables vampiros bajo sus órdenes, pero también jóvenes, muchachos con el cuerpo de un hombre pero cuya mente estaba todavía confusa como la de un adolescente y era difícil saber como reaccionarían. Lo único que podía hacer era explicarselo todo lo más claramente posible y confiar en que lo aceptasen, sabía que una orden bastaría para que lo siguieran, pero en aquel momento no era lo que quería. Al menos se merecían la oportunidad de poder elegir su futuro.
-Todos los que estáis hoy aquí sabéis perfectamente la situación en que nos encontramos. -Dijo con voz fuerte y clara para que todos lo escuchasen. -Sabéis lo que el consejo ha estado haciendo con nosotros, cómo han usado vuestro trabajo, vuestro esfuerzo, no para acabar con la guerra, sino simplemente para mantener su propio poder prolongándola aún más. Incluso han llegado a matar a uno de los nuestros y a destituirme por intentar proteger a nuestra única esperanza para acabar realmente con esa guerra.
Tras decir estas palabras, el comandante se llevó la mano a la chaqueta de su uniforme y arrancó de un tirón la insignia dorada del consejo, dos arcos verticales opuestos atravesados por dos bandas metálicas horizontales y con un águila superpuesta., para tirarla a continuación al suelo frente a él.
-Pero ahora eso se ha terminado, tenemos una posibilidad para ser lo que realmente debíamos haber sido desde un principio. -De pronto, la voz del comandante se cargó de orgullo y este miró fijamente a sus hombres. -Ahora ya no os hablo como vuestro comandante, sino como uno más de vosotros, como el Hunter que fui antes. Hoy tenemos la oportunidad de hacer aquello para lo que hemos entrenado durante tantos años, de acabar de una vez por todas con esa maldita guerra, y no lo haremos en nombre del consejo, sino del nuestro. Será una misión peligrosa, la última que esta unidad realizará en toda su historia., por eso no voy a ordenaros a ninguno que me acompañéis. Aquellos que lo deseéis podéis quedaros, el consejo me busca solo a mí y a los oficiales de mayor rango por traición, vosotros quedaréis libres de toda culpa. El que se ofrezca voluntario para venir, sin embargo, tal vez no vuelva nunca a este lugar. Si todo sale bien, la guerra terminará y esto habrá acabado, pero si sale mal.... todos moriremos hoy. La elección es vuestra.
Los cazadores se quedaron completamente en silencio al oír esto. Durante el discurso del comandante se habían oído varios murmullos entre los más jóvenes, pero ahora todos se habían callado de golpe y ninguno parecía decidirse a hacer o decir nada. Algo que el comandante tomó como una negativa en un principio, sin embargo, cuando este iba ya a darse la vuelta, uno de los veteranos rompió la formación y se acercó a él.
-Él luchará con nosotros. -Preguntó dirigiendo su mirada hacia Álam que se encontraba unos pasos más atrás.
-Si todo va bien... -Replicó el comandante. -Él será el único que tenga que luchar.
El cazador sonrió al oír esto, dirigió una última mirada a su comandante y continuó su camino acercandose esta vez a Álam y a Melissa.
-¿Por qué vas a luchar?. ¿Por la humanidad... -Mientras decía esto, el cazador dirigió su mirada hacia Melissa. -...o por ella?.
-Solo tengo una razón para luchar. -Respondió Álam dirigiendo una rápida mirada hacia Melissa. -Y la tienes delante de ti.
-Eso suponía. -Una vez más, el veterano sonrió tranquilamente y se dio la vuelta para regresar junto a su comandante. -Me parece una buena razón, no se me ocurre nada por lo que un hombre estaría más dispuesto a dar su vida que por algo así. Cuente conmigo.
Dicho esto, el Hunter se llevó la mano al hombro derecho de su armadura y arrancó de un tirón la insignia del consejo tirandola al suelo tal y como su comandante acababa de hacer. Al instante, otro de los veteranos siguió su ejemplo y se adelantó también al grupo dejando la insignia tras de sí, y no fue el único. Cómo una lenta corriente, los cazadores empezaron a moverse rompiendo la formación y se acercaron uno tras otro a su comandante mientras el hangar se llenaba con el metálico tintineo de las insignias cayendo al suelo. Incluso los más jóvenes, hasta entonces indecisos, se adelantaban a sus compañeros más experimentados sonriendo orgullosos de ser lo que eran, de poder al fin cumplir con aquello para lo que habían entrenado desde niños y por lo que hasta entonces no habían tenido la oportunidad de luchar.
-No esperaba menos. -Sonrió el comandante mirándolos a todos, orgulloso al ver que su trabajo durante aquellos años no había sido una pérdida de tiempo. -Adelante entonces. ¡Hagamos historia!.
La respuesta de los cazadores a aquellas palabras no pudo ser más clara. Cómo si de un solo hombre se tratase, un furioso rugido brotó de sus gargantas a modo de réplica y todos se dieron la vuelta a la vez para dirigirse a las naves al tiempo que se ponían sus cascos. La marea negra de sus armaduras se disolvió lentamente desapareciendo en los vientres de los enormes aerodeslizadores que los esperaban y en poco tiempo el comandante se quedó de nuevo solo con sus cuatro acompañantes.
-Eso era todo lo que quedaba por hacer. -Dijo girándose hacia Álam. -A partir de aquí, es cosa tuya.
-Lo sé.
Sin más palabras, Álam comenzó a caminar de nuevo sosteniendo todavía la mano de Melissa con una de las suyas y los dos se dirigieron a la nave más próxima seguidos por los demás. En apenas unos minutos, las seis naves estaban ya listas para partir y sus motores se encendieron a la vez elevandolas lentamente hasta una altura adecuada para poder empezar su larga marcha.
Fuera todavía no había amanecido, los primeros rayos del sol empezaban ya a despuntar sobre las montañas, pero la oscuridad aún reinaba sobre la llanura y las naves partieron sin peligro. Nada mas salir de la torre, sus oscuras siluetas se fundían con la propia noche desapareciendo delante de los ojos de sus propios compañeros de escuadrón y se alejaban en silencio, evitando como tantas otras veces los radares y las fuerzas enemigas, pero haciendolo por primera vez en su propio territorio.
Mientras se alejaban, sin embargo, había alguien que no parecía del todo tranquilo. A diferencia de los demás Hunters y del propio comandante que parecían haberse relajado un poco tras la partida, el doctor se había dirigido inmediatamente a uno de los ordenadores de la nave y continuaba observando fijamente el diagrama del coliseo. Algo que no tardó en llamar la atención del propio Érmingster.
-¿Va decirme ahora qué es lo que está pensando?.
El doctor ni siquiera se giró hacia él al oírle, y esto no hizo sino inquietar más al comandante que decidió preguntar de nuevo. Pero, antes de que dijese nada, vio como el doctor bajaba la cabeza al tiempo que apagaba la pantalla y dejaba escapar un suspiro de resignación antes de responderle.
-Nada... al menos nada que nosotros podamos evitar.



La marcha hacia el Este de los cazadores transcurrió sin apenas problemas. Gracias a la excepcional velocidad de sus naves y su capacidad de ocultación la escuadra atravesó el territorio humano en poco más de una hora y alcanzó las primeras bases de la frontera enemiga pasando totalmente inadvertida. Allí, tal y como la reina les había dicho, la nave de uno de los BlackHawk los esperaba para escoltarlos a su destino acompañada por varios patrulleros y estas desactivaron su camuflaje para mostrarse ante ellas.
El encuentro entre ambos grupos fue breve, apenas un rápido intercambio de transmisiones entre las naves al mando de las dos escuadras para confirmar los destinos e identidades de las mismas. Hecho esto, el grupo se puso de nuevo en movimiento y los patrulleros pronto quedaron atrás dejando que solo el halcón negro de Álfred y los seis aerodeslizadores de los Hunters siguiesen su camino hacia el Este.
Con la presencia de Álfred para asegurarse de que no serían atacados y la tranquilidad de volar sin tener que ocultarse ni evitar a las patrullas enemigas, el convoy avanzó a máxima velocidad a partir de entonces dirigiendose en linea recta hacia la meseta mientras sus ocupantes se preparaban en su interior para el conflicto que se avecinaba. La presencia de un BlackHawk como escolta no tranquilizaba demasiado a los Hunters que seguían viendo en ellos al mismo enemigo de siempre pese a todo lo que les había contado el comandante, pero todos eran perfectamente conscientes de la importancia de aquella última misión y cada cazador, veterano o novato, aguardó en silencio ocupando su pequeño nicho en la pared de la zona de tropas.
Ni siquiera Álam o Melissa dijeron nada durante aquel viaje, él pasó las horas junto a uno de los cristales de la nave mirando al horizonte, con la mirada perdida en algún lugar más allá del mar de sus pensamientos, y ella siguió a su lado sin soltar su mano, desviando solo ocasionalmente su mirada de su rostro para dirigirla hacia la nave de Álfred que volaba frente a ellos. Sabía que no podía llegar allí, que no alcanzaría jamás el lugar al que él miraba mientras Álam no le contase en que pensaba, pero ya no le importaba, durante la noche anterior había tomado una decisión y si de algo estaba segura era de que, sucediese lo que sucediese, ya no volverían a separarlos. Por eso, en lugar de preocuparse aún más, se conformó seguir a su lado dejando que solo las ordenes del comandante o los ocasionales avisos de posición de los pilotos interrumpiesen el silencio que reinaba en la nave.
Así pasaron aquel día, en calma, tranquilos, algo totalmente opuesto a lo que habían esperado la noche anterior. Hasta que al fin, cuando esta calló de nuevo sobre el continente y las sombras se extendieron una vez más por las llanuras nevadas de Siberia, el convoy alcanzó su destino y el ancestral coliseo de los clanes apareció frente a ellos alzandose orgulloso sobre la gran meseta.
Tal como Melissa había dicho, la imagen de las ruinas que habían visto en la torre no se correspondían en absoluto con el aspecto actual de aquel lugar. Cuatro descomunales columnas se elevaban hacia el cielo formando un gran rombo entorno a lo que en otro tiempo había sido el foso del coliseo y se inclinaban ligeramente hacia el centro del mismo dando el aspecto de un enorme pedestal. Estaban hechas de roca y metal como les había dicho la princesa, con bases de más de cuarenta metros cuadrados de piedra maciza en las que se habían tallado los cuerpos de cuatro colosales serpientes y coronadas casi un kilómetro más arriba por enormes puntales metálicos que centelleaban bajo la luna como si estuviesen hechos de plata dando forma a las cabezas de aquellas monstruosas criaturas. Precisamente a esa altura, justo donde la piedra cedía su paso al metal, dos enormes alas de murciélago brotaban de los cuellos de cada serpiente y se abrían hacia los lados formando arcos que envolvían por completo la pista del coliseo aunque sin llegar a tocarlo al igual que sus cabezas cuyas poderosas fauces se cernían sobre esta apresandola entre sus mandíbulas como tratando de sostenerla. Pero, cómo Melissa había dicho, esto no era necesario.
La pista en si, un gigantesco disco ligeramente cóncavo de más de quinientos metros de diámetro, flotaba entre las cuatro columnas sin llegar a tocar las fauces de las serpientes. Parecía estar echo de roca, aparentemente mármol por el brillo que despedía bajo la luz de los enormes braseros que ardían sobre la cabeza de cada uno de los monstruos, aunque este era totalmente negro y solo los grabados que lo adornaban ponían una nota de color sobre él. Pequeños símbolos labrados sobre la propia roca y enlucidos con plata pura, emblemas pertenecientes a reinos ya inexistentes, a imperios caídos milenios atrás en los que una vez había florecido la cultura de los clanes antes de que las cacerías humanas empezasen a diezmarlos. Y en el centro, resaltando sobre todos los demás, un gigantesco par de colmillos relucía teñido de rojo en representación del clan dominante: el clan de Nathaniel.
Sin embargo, conforme las naves se acercaban, el doctor y el propio comandante empezaron a darse cuenta de que aquello no era simple roca. Los instrumentos de la nave detectaban un peso anormalmente bajo para una masa semejante y sus lecturas parecían distorsionarse como desviadas por un inmenso campo electromagnético. Algo que, por desgracia, el doctor ya había supuesto que pasaría y que lo hizo comprender muy a su pesar que sus sospechas eran totalmente ciertas.
-Tal como pensaba. -Dijo en voz baja, hablando solo para él y para el comandante. -Eso no es una simple roca, es un cristal gigantesco. Por eso se sostiene en el aire, los extremos de esas torres generan un campo electromagnético y el cristal lo amplifica de tal forma que puede sostenerse por si solo sobre el campo magnético de la propia tierra. Cómo lo haría un pequeño superconductor, pero a una escala inimaginable hasta ahora.
-¿Es el mismo tipo de cristal?.
La voz de Érmingster sonó calmada, como si aquello no lo preocupase, aunque el tono de su voz fue tan bajo como el del propio doctor.
-Sin duda. -Afirmó el doctor. -Solo hay un material en todo el planeta capaz de hacer algo así, y me temo que sus efectos serán exactamente los mismos. Ese cristal es como un inhibidor gigantesco, su única diferencia es que no contiene ningún chip que le proporcione la señal a amplificar. Pero en cuanto nos acerquemos lo suficiente bastará con el que Álam lleva al cuello, me temo que nuestros plantes acaban de venirse abajo.
-En absoluto. -Negó el comandante manteniendo la calma. -Tan solo han vuelto a como eran antes de que nosotros interfiriésemos.
-¿Qué quiere decir?.
-Álam nunca tuvo intención de usar sus poderes para enfrentarse a Nathaniel, aceptó el reto mucho antes de que nosotros le diésemos esa oportunidad. -Explicó Érmingster girandose hacia donde estaban Álam y Melissa que seguían observando la majestuosidad del coliseo. -Ahora no nos queda más remedio que confiar en él y dejar que lo haga a su manera.
Dicho esto, el comandante se alejó del doctor y se dirigió hacia los dos jóvenes para hablar con su antiguo pupilo. Sin embargo, antes de que este pudiese decir nada, Álam se giró hacia él y lo miró fijamente al tiempo que sacudía la cabeza dirigiendo una furtiva mirada hacia Melissa que seguía observando como se acercaban al consejo. A Érmingster le bastó con eso, comprendiendo perfectamente lo que significaba aquella mirada, asintió también con la cabeza dandose cuenta de que Álam ya lo había notado y se dio la vuelta para regresar a su puesto junto a los pilotos.

La comitiva de Nathaniel y la reina los estaba esperando sobre las alas de los monstruos. Docenas de patrulleros volaban en círculos por encima y bajo ellos vigilando el lugar como un enjambre protector. Y sobre este, apostados a lo largo de todo el arco que rodeaba la pista del coliseo, más de un centenar de BlackHawks aguardaban inmóviles el comienzo del duelo entremezclandose con la marea de soldados que cubría la zona este del coliseo donde, sin duda, se encontraba su soberano.
En la parte oeste, por contra, la presencia de los soldados era mínima y solo los BlackHawk permanecían en sus puestos, firmes, inmóviles, cómo si sus oscuras armaduras fuesen una prolongación de la propia roca y no fuesen más que meras estatuas, pero observandolo todo con sus brillantes ojos verdes en previsión de cualquier contratiempo. Solo un puñado de ellos, apenas una docena, se habían desplazado desde sus puestos en la zona más cercana al lugar al que se acercaban las naves siguiendo a la otra gran protagonista de esa noche.
Cómo era de esperar, Mariana no había permanecido junto a su esposo y los esperaba tranquilamente rodeada por sus guardianes, los mimos que, irónicamente, serían sus verdugos si esa noche su elegido fracasaba en el duelo. Sin embargo, esto no parecía preocuparla en absoluto y la reina sonreía tranquilamente en ese instante mientras las primeras naves se detenían y sus compuertas empezaban a abrirse.
Érmingster bajó el primero, se detuvo frente al enorme costado del aerodeslizador y dirigió su mirada hacia la reina tal y como había hecho esa misma mañana. Mariana llevaba el mismo vestido y el viento que azotaba el coliseo no hacía mucho por mejorar la decencia del mismo, abriendo su falda y pegandolo a su cuerpo mientras sus cabellos negros como el azabache se ondeaban tras ella como delicados hilos de seda y su piel extraordinariamente pálida contribuía aún más a resaltar su cuerpo bajo la tela del vestido Era una criatura curiosa, extremadamente bella, pero igualmente peligrosa, la representación perfecta de lo que una vampiresa era por naturaleza para un humano. Y esto hizo que el comandante se alegrase una vez más de tenerla de su lado mientras se acercaba al grupo y esperaba a que los dos jóvenes hiciesen lo mismo.
Álam y Melissa bajaron juntos, todavía cogidos de la mano aunque no por inseguridad sino por orgullo, y se detuvieron frente a los tres BlackHawk que se interponían entre ellos y la propia reina. Sin embargo, a diferencia de como habían hecho con el comandante, estos se apartaron en cuanto ellos se acercaron y Mariana se acercó tranquilamente e ellos mirandolos con una extraña sonrisa mientras el propio Álam observaba desconfiado a los BlackHawk que se mantenían firmes unos pasos más atrás.
-No te preocupes por ellos, ahora están de tu parte. -Dijo con voz suave y melodiosa, hablando como de costumbre en un tono a la vez misterioso y atrayente. -Eres uno de nosotros y como miembro de la estirpe real su deber es protegerte como a nosotras... a menos que seas derrotado, por supuesto.
-Eso no pasará. -Respondió tranquilamente Álam volviendo su mirada hacia el rostro igualmente tranquilo de la reina. -De una forma o de otra Nathaniel morirá hoy aquí.
-Lo sé. -Afirmó Mariana sonriendo aún más ante la curiosa mirada de Álam al oír esto -Si no estuviese segura de que así será no te habría escogido para esto.
Dicho esto, Mariana dirigió su mirada hacia Melissa y se acercó a ella hasta colocar sus manos sobre los hombros de su hijastra, mirandola fijamente a los ojos como si pudiese ver algo en ellos que los demás no llegaban a apreciar.
-Tu padre tenía razón, has cambiado durante este tiempo. Pero no solo en el sentido que él cree. -Al oír esto, Melissa la miró un tanto desconcertada y su madrastra sonrió una vez más. -Tus ojos están alegres, casi centellean a pesar de lo preocupada que debes estar ahora mismo. La pena que veía en ellos siempre que te miraba ya no está, se ha esfumado como si aquella pobre prisionera nunca hubiese existido y tu fueses realmente una persona distinta que jamás ha sufrido esa tristeza.
-No se ha ido del todo. -Negó Melissa sacudiendo la cabeza. -No desaparecerá hasta que él esté muerto, pero ahora hay algo mucho más importante en mi corazón que no deja sitio a esa tristeza. Elisabeth murió el día que me fui de la fortaleza, jamás volverás a verla.
-Espero que así sea. -Respondió Mariana dirigiendo una rápida mirada hacia Álam sin perder su sonrisa. -Por duro que haya sido vuestro camino estoy segura de que has sido más feliz como Melissa de lo que jamás habías sido como Elisabeth. Y eso es lo único que importa, tal vez no te lo haya demostrado lo suficiente durante estos años, pero espero que comprendas que si hago esto no es solo por venganza. Mi vida me importa más de lo que seguramente crees y no la arriesgaría por una simple venganza, pero si por darte el futuro que te mereces. Lo último que quiero es que alguien más acabe sufriendo lo mismo que sufrí yo... y menos tú.
Melissa también sonrió al oír esto. A diferencia de lo que Mariana pensaba, si se había dado cuenta de lo que significaba para ella aún no siendo su verdadera hija y desde siempre la había considerado una segunda madre a la que había tomado como ejemplo en muchas cosas, aunque en la mayoría sin demasiado éxito. Por eso, al oírla decir aquello, su única respuesta fue la que tanto Mariana como el propio Álam habían esperado ya de ella: un cariñoso abrazo.
Mientras reina y princesa se abrazaban, Álfred dejó su nave junto al resto de halcones negros que flotaban rodeando aquella parte del coliseo y se acercó también a ellos pero dirigiendo su mirada hacia la espalda de Álam y no hacia sus soberanas. Tras este podía ver como los Hunters terminaban de bajar de las naves y se esparcían por aquel lado del coliseo con el mismo orden y eficiencia militar que los caracterizaba, sin embargo, su número era cuando menos decepcionante y los veinte cazadores que podía ver desde allí no eran la gran fuerza que este había esperado.
-No esperaba que fueseis tan confiados. -Dijo dirigiendose a Álam mientras Melissa soltaba a Mariana. -Suponía que los Hunters enviarían al menos una fuerza capaz de hacer frente a los BlackHawk por si todo salía mal.
-Lo han hecho. -Replicó Álam haciendo un gesto hacia el comandante. -Parece que olvidas quienes somos.
Casi en el mismo instante en que Álam terminaba de decir esto, el comandante levantó un brazo y al momento un centenar de cazadores aparecieron de la nada sobre el coliseo saliendo literalmente de entre las sombras para desaparecer tan solo un segundo después a una nueva orden de su comandante.
-Es curioso, es la primera vez que me alegro de ver aparecer a un cazador. -Sonrió Álfred sin el menor asomo de preocupación, llevandose la mano a la barba mientras seguía examinando el coliseo en busca de la débil distorsión del aire que marcaba el lugar en que se encontraba uno de sus nuevos aliados. -Pero espero que no sean necesarios, solo uno de nosotros debe luchar ahora.
-Así es, y ya lo están esperando. -Interrumpió Mariana volviendo junto a su escolta y mirando de nuevo a su hijastra. -Será mejor que me acompañes, estarás más segura junto a nosotros mientras acaba todo esto.
La mirada de Melissa se entristeció de golpe al oír esto, el momento había llegado y saberlo la afectaba más de lo que había esperado, pero esta trató con todas sus fuerzas de ocultarlo y se giró una última vez hacia Álam antes de seguir a Mariana.
-Recuerda lo que te dije ayer, ¿De acuerdo?. Pase lo que pase, ganes o no, yo seguiré a tu lado. Esta vez no dejaré que me separen de ti.
Dicho esto, y antes de que Álam pudiese decir una sola palabra, Melissa apoyó ambas manos en sus hombros y se aupó hasta darle un pequeño beso con el que selló sus labios por un momento impidiendo que la contradijese. Cuando lo soltó de nuevo, le dirigió una última sonrisa cómo si sus palabras no hubiesen significado nada y volvió junto a Mariana para irse. Sin embargo, cuando estas se dieron la vuelta y los BlackHawk las rodearon una vez más interponiendose entre ambos, Álam habló de nuevo, aunque no para dirigirse a Melissa sino al último de aquellos BlackHawk.
-¡Álfred!.
El viejo BlackHawk se detuvo al oír la seriedad con que Álam lo había llamado y vio con sorpresa como este se acercaba a él dejando atrás al comandante que acababa de ponerse el casco de su armadura para dirigirse al lugar en que se encontraban sus hombres.
-¿Ocurre algo?. -Preguntó un tanto sorprendido.
-Nada. -Respondió en voz baja Álam, asegurandose de que ni Melissa ni Mariana le oían ya. -Solo necesito pedirte algo.
Los ojos Álfred centellearon de sorpresa por un momento al oír esto comprendiendo que debía tratarse de algo importante para que Álam actuase así y llegase a pedirle algo a él. Pero cuando este le explicó su petición, la sorpresa de sus ojos se transformó de pronto en resignación y simplemente asintió con la cabeza mientras se daba la vuelta para regresar junto al grupo de Mariana.
-Así será... mi señor.
-Todavía no lo soy.
-Si debo cumplir esa orden, lo serás.
-Gracias.
Con esta última palabra, Álam se dio también la vuelta y se dirigió esta vez hacia la parte interior del arco para saltar a la pista del coliseo. El disco que lo formaba flotaba casi medio metro por encima de las alas de las serpientes, pero la distancia entre ambas era insignificante y llegar a él no supuso ningún problema para él. Ni siquiera se molestó en usar la pequeña rampa instalada en aquel lado del coliseo, simplemente se acercó al borde y saltó sobre la superficie del disco en el que lo esperaba ya su adversario.
Nathaniel estaba justo al otro lado del coliseo, de pie junto a un gran pedestal de madera repleto de armas antiguas listas para ser usadas en el duelo. Las reglas del enfrentamiento prohibían el uso de armas de energía o armaduras, pero dada la enorme colección de armas que podía ver tanto en aquel pedestal como en el que se encontraba justo a su lado estaba claro que esto no lo haría en absoluto menos peligroso.
Había armas de todo tipo: espadas cortas, largas, de doble hoja, floretes, mandobles, espadas bastardas, mayales, alabardas, martillos de guerra, manguales, katanas... prácticamente cualquier arma de combate cuerpo a cuerpo, ya fuese oriental o occidental, podía encontrarse allí. Y sin una armadura, sus hojas serían tan letales como el haz de plasma de una espada actual, más si cabe dado el aumento de peso que la hoja proporcionaba y, por tanto, la mayor potencia de golpeo.
Álam apenas se paró a mirar las armas más raras y se concentró en las únicas que conocía: las espadas. Los enormes mandobles, con hojas de casi dos metros, resultaban bastante atrayentes ahora que su fuerza le permitía sostenerlos sin problemas con una sola mano, pero aquel no era un duelo en el que pudiese permitirse experimentar con un arma nueva y optó por una espada bastarda similar a la que solía usar durante sus misiones como Hunter.
Era un arma antigua, con una empuñadura negra con forma de la cabeza de un dragón y el guarda puños hecho a semejanza de las alas del mismo. Su hoja era plateada, aunque los años de abandono habían hecho que perdiese su brillo original, pero su filo todavía silbaba al cortar el aire cómo si estuviese recién afilada y a cada movimiento con Álam comprobaba su equilibrio parecía calentarse en su mano, cómo si aquella vieja arma estuviese impaciente por volver a ser útil y revivir los tiempos de guerra en que se habían formado las incontables melladuras que salpicaban la hoja.
Elegida su arma, Álam se alejó del pedestal y se dirigió al fin hacia el centro del coliseo tal y como el propio Nathaniel estaba haciendo. Él también había elegido ya su arma, aunque en su caso no era precisamente una espada sino una enorme Ni-Tachi oriental. El arma en si medía casi tres metros de los cuales apenas treinta centímetros correspondían a un pequeño mango en cuyos extremos se unían las dos grandes hojas metálicas dando al conjunto el aspecto de dos espadas unidas por sus empuñaduras, pero cuyas hojas eran casi dos veces más anchas que las de un arma corriente. Se trataba de un arma terrible, pensada para rasgar y cortar como la mayoría de armas orientale y usada obligatoriamente con ambas manos, pero la fuerza de Nathaniel le permitía usarla sin problemas con solo una y por la forma en que el mango central había sido reducido de tamaño parecía evidente que no era la primera vez que la usaba.

Una vez en el centro del coliseo, los dos contendientes se detuvieron a poco más de un par de metros el uno del otro y se miraron mutuamente durante unos segundos. Aquella era la primera vez que Álam veía en persona al rey de los vampiros y no podía negar que su aspecto era aún más intimidatorio que a través de las pantallas.
Era alto, casi una cabeza más que él, e incluso con el grueso manto negro que lo cubría era fácil adivinar que se trataba de alguien corpulento. Su rostro era tan pálido como el de Mariana, de facciones bruscas y desagradables que encajaban perfectamente con la maldad de la sonrisa dibujada en sus labios totalmente negros y el brillo de sus ojos, dos centelleantes esmeralda cuyo brillo hacía palidecer incluso el vivo color rojo fuego de sus cabellos que caían tras él en un peinado irónicamente similar al de Álam.
-Por fin nos encontramos cara a cara. -Dijo la voz ronca y rotunda del vampiro rompiendo el silencio. -Jamás imaginé que llegarías a darme tantos quebraderos de cabeza, si lo hubiese sabido habría dejado que Álfred te matase allí mismo como él quería. Pero habría sido un desperdicio, al final parece que vas a resultarme mucho más útil de lo que yo pensaba.
-No confíes en eso. -Replicó sonriendo Álam, comprendiendo perfectamente el significado de aquellas palabras. -Para tocarlas antes tendrás que matarme, y eso no va a suceder. Solo hay dos resultados posibles para este enfrentamiento y tú no sobrevives en ninguno de ellos.
-Curiosas palabras, muy propias de una raza tan estúpida como la tuya. -Respondió Nathaniel un tanto desconcertado por aquella última frase pero sin darle excesiva importancia. -Tal vez lleves una parte de nuestra sangre, pero siempre serás uno de ellos como esa "niña" a la que proteges.
-Te equivocas, yo nunca he sido uno de ellos. -Negó Álam hablando por primera vez con orgullo y no con vergüenza de su propia raza.
-Lo sé, lo sé. -Afirmó Nathaniel sonriendo sombríamente. -Pero eso no te hace diferente, al contrario, eres la prueba viviente de que los humanos no son más que una enfermedad para este mundo.
-Curiosa teoría, sobretodo teniendo en cuenta que si tu especie ha sobrevivido durante todos estos siglos ha sido gracias a la sangre de los humanos. No creas que eres tan diferente de nosotros Nathaniel, solo eres un humano un poco diferente... como yo.
-Tal vez. -Aceptó el vampiro sin perder su macabra sonrisa. -Pero eso no hace sino darme la razón. Los humanos son una especie deficiente, un cáncer que se niega a doblegarse a las leyes de la naturaleza y sobrevive eliminando a todos los que son diferentes para seguir siendo los amos del planeta.
-¿Y tú te crees distinto?. -Preguntó Álam un tanto sorprendido por la forma en que este estaba hablando. -Has exterminado o convertido a todos los humanos de tu reino solo por venganza, no eres mucho mejor que ellos.
-Realmente eres más estúpido de lo que pensaba. Esto es algo más que venganza muchacho, ¡Es el futuro!. -Exclamó Nathaniel mirándolo con desprecio. - Los humanos lo habéis acaparado durante demasiado tiempo, ya es hora de que alguien tome el relevo y siga avanzando.
-¿Avanzando?. -Repitió Álam. -¿De qué demonios hablas?.
-De evolución, la ley básica de la naturaleza, el verdadero motor de todo lo que ha existido en este planeta desde el principio de los tiempos. -Explicó el rey ignorando los insultos de Álam. -Los humanos la han olvidado hace demasiado tiempo y han roto las leyes de la naturaleza con su tecnología eliminando el factor de selección natural, estancandose como especie y permitiendo la existencia de criaturas deficientes que de otro modo jamás habrían existido.
-Parece que olvidas tus propias palabras. -Señaló Álam. -Intenta recordar que sin esa tecnología tu jamás habrías existido. Si los humanos hubiesen seguido las leyes de selección natural una especie tan deficiente como la vuestra no habría sobrevivido tanto tiempo.
-Cierto. Pero eso no es sino una prueba más de lo irónica que la propia naturaleza puede llegar a ser a veces. En lugar de acabar con la civilización directamente, dejó que vosotros mismos creaseis a vuestros destructores usando la tecnología humana como arma de doble filo. -Mientras decía esto, Nathaniel se llevó la mano al pecho y soltó el broche que sostenía su manto. -Vuestra tecnología podría haber creado seres perfectos, haberos hecho mejorar y evolucionar más deprisa de lo que la naturaleza habría podido conseguir jamás. Pero en lugar de eso, la usasteis para evitar esos cambios, atasteis vuestro propio desarrollo como especie con ridículos cánones sociales y limitaciones morales. Ahora nosotros tomaremos ese relevo y no cometeremos el mismo error, gracias a vuestra tecnología somos perfectos... ¡Y lo seremos aún más!.
Justo en el instante en que decía esto, Nathaniel tiró de su manto y lo arrojó tras él junto a las hombreras metálicas de su traje revelando su verdadero aspecto a todo el coliseo que observó atónito como dos nuevas extremidades se extendían en la espalda del mismo. Dos enormes alas membranosas tan blancas y pálidas como el resto de su piel y salpicadas por multitud de venas carmesí que le daban un aspecto terrible.
-Supongo que debería sorprenderme. -Dijo Álam mirandolo con una calma que sorprendió al propio Nathaniel. -Pero después de ver a Nathan y comprobar que sus alas también sangraban ya esperaba algo así. No era difícil adivinar que alguien capaz de hacer un clon totalmente funcional y con los años de experiencia que tú debías poseer podría aprovecharse también de la genética para "mejorarse" a sí mismo. Aunque reconozco que resulta todavía más horrible de lo que esperaba, tu no eres el futuro Nathaniel, ¡Eres un monstruo!.
-Eso lo sabremos enseguida. -Mientras decía esto, Nathaniel apretó con fuerza su mano entorno a la empuñadura del arma y la colocó frente a él haciendola girar lentamente como una hélice. -Veamos cual de los dos acaba siendo el monstruo y cual el verdadero futuro.
-A eso había venido. -Sonrió Álam colocandose en guardia. -¡Adelante!.
Con este último grito, el duelo entre rey y heredero empezó al fin sobre la oscura pista del coliseo. Los dos rivales se lanzaron al ataque encontrandose entre los enormes colmillos escarlata que adornaban el suelo y el choque de ambas armas resonó por todo el coliseo mientras ambos contendientes se enzarzaban en aquella danza mortal seguidos por las temblorosas sombras que los cuatro braseros proyectaban sobre el suelo.
Álam era visiblemente más rápido. Su espada volaba como una pluma atacando una y otra vez a su adversario, silbando a cada movimiento mientras su mano la impulsaba a dar un corte tras otro. Pero Nathaniel era más fuerte... mucho más fuerte. Su arma giraba entorno a él con una facilidad impensable para algo de aquel tamaño y bloqueaba sin problemas los ataques de Álam, contraatacando cada vez con un fuerte y seco golpe que lo arrojaba hacia atrás a causa de su fuerza.
El cazador se mantuvo a distancia por un momento, giró alrededor de su rival buscando un punto por el que romper su guardia y lo atacó desde su costado. Nathaniel lo esperó, detuvo su estocada con una de las hojas de su arma y la giró violentamente desviando el arma de su rival hacia un lado al tiempo que cambiaba el ángulo de su muñeca dirigiendo el próximo giro hacia él. Pero Álam fue más rápido, rodó lateralmente esquivando el corte y golpeó la hoja con su pie justo cuando pasaba a su lado bloqueandola temporalmente contra la roca. Lo justo para poder impulsarse de nuevo hacia arriba saltando por encima de su rival que ya había soltado su arma y caer tras él.
Por desgracia, a diferencia de sus otros rivales, Nathaniel era más inteligente y hábil de lo que parecía y ni siquiera se había parado a intentar golpearle en el salto, siguió su giro acompañando la inercia natural de su arma y recibió el golpe por la espalda de Álam con una de sus hojas que, una vez más, ni siquiera se detuvo y fue rápidamente seguida por su gemela obligandolo a retroceder de nuevo.
-¿Sorprendido?. -Sonrió Nathaniel. -He luchado en más guerras de las que puedas imaginar, a mi lado no eres más que un niño que apenas sabe coger un arma.
Acompañando a estas palabras, un nuevo corte de su arma se estrelló contra la espada de Álam que trató de bloquearla con todas sus fuerzas y sus filos se mellaron a causa del choque, pero pronto se separaron de nuevo y el combate continuó.
-Eso tendrás que demostrarlo. Puede que seas más fuerte, pero eso no te hace mejor.
Dicho esto, Álam cogió su espada con ambas manos y atacó de nuevo, pero esta vez su golpe no se dirigió directamente al cuerpo de su rival, sino a su propia arma. Su espada trazó un rápido corte vertical hacia una de las hojas y sus filos se unieron de nuevo mientras intentaba contrarrestar la brutal fuerza de su rival. Aprovechando esto, Álam usó su propia espada como apoyo y giró sobre sí mismo lanzando una patada al rostro de Nathaniel que se tambaleó ligeramente a causa del golpe y cedió por un instante, lo justo para que este liberase su arma y lo atacase directamente con ella con un nuevo corte diagonal hacia su pecho.
Sin embargo, antes de que la hoja pudiese tocarle, las alas del monstruo se movieron bruscamente impulsandolo hacia atrás para alejarlo del alcance de la espada y Nathaniel se puso en guardia de nuevo sin sufrir el menor rasguño.
-No está mal. -Dijo limpiandose la sangre de uno de sus labios. -Parece que tendré que dejar de jugar contigo.
Al tiempo que decía esto, Nathaniel levantó su arma por encima de la cabeza y la hizo girar sobre ella lanzandola violentamente hacia Álam que, una vez más, saltó hacia atrás esquivando el golpe. Pero esta vez las cosas no serían tan fáciles, mientras una de las enormes hojas del arma se hundía en la roca a causa de la monstruosa fuerza con que había sido lanzada, el propio Nathaniel se abalanzó sobre él usando sus alas para impulsarse y lo golpeó en plena caída con su puño arrojandolo varios metros más atrás.
La violencia del golpe fue terrible, ni siquiera Nathan lo había golpeado con tanta fuerza y Álam notó como su sangre brotaba de su boca y un par de gotas caían al suelo. Pero lo peor estaba todavía por llegar. A diferencia de sus anteriores rivales, Nathaniel no era en absoluto confiado y no iba a desaprovechar aquella ocasión. Antes de que este pudiese levantarse, recogió su arma y voló hasta él tratando de empalarlo contra el suelo.
Álam esquivó con más suerte que habilidad el primer golpe, rodó hacia la derecha esquivando el segundo y se detuvo de inmediato intuyendo el siguiente que se hundió en la roca justo a su derecha apenas milésimas de segundo después. Un agudo dolor brotó en su brazo en ese instante indicandole que no lo había esquivado del todo y no tardo en notar el calor de su propia sangre brotando de la herida, pero le dio el tiempo suficiente para lanzar una estocada recta hacia su rival que tuvo que retroceder para evitarla permitiendole dar una voltereta hacia atrás para ponerse en pie.
De nuevo en guardia, Álam trató de atacar una vez más y lanzó varios cortes hacia su adversario, aunque ninguno sin éxito. Cada arco trazado por su espada, cada golpe dirigido al cuerpo o cabeza de su adversario, era inevitablemente detenido por aquella arma y Nathaniel ni siquiera parecía esforzarse.
-Es inútil, deberías haberlo notado ya. -Dijo con cierto sarcasmo desviando un nuevo golpe de Álam y contraatacando con su arma que pasó a escasos centímetros de su pecho. -Vuestro entrenamiento no puede compararse a siglos de lucha real, no eres rival para mí.
Dicho esto, Nathaniel atacó una vez más dando un fuerte corte diagonal hacia Álam y este tuvo que usar todas sus fuerzas para bloquearlo con su espada y no perder el equilibrio en espera todavía del golpe de la siguiente hoja. Sin embargo, en lugar de seguir girando como hasta entonces, Nathaniel detuvo su arma de pronto e invirtió el giro de su muñeca venciendo con una facilidad asombrosa la inercia de aquella enorme arma.
El nuevo golpe cogió por sorpresa a Álam. La hoja del arma del vampiro golpeó su espada desde abajo arrancandosela violentamente de las manos y lo dejó totalmente indefenso. Mientras su espada volaba verticalmente sobre ellos como una enorme flecha y comenzaba a descender de nuevo, Nathaniel giró su brazo pasando su arma por encima de su cabeza y se movió hacia adelante intuyendo el retroceso de Álam al tiempo que giraba sobre sí mismo acompañando a su arma y daba un fuerte corte horizontal a la altura de su pecho.
Esta vez el ataque si alcanzó su objetivo. El extremo de una de las hojas mordió el pecho de Álam trazando un largo corte y su sangre brotó al instante tiñendo su camisa de rojo mientras el arma se alejaba de nuevo dejando tras de sí un reguero escarlata sobre el oscuro suelo del coliseo. Álam se tambaleó, acertó a dar un paso atrás tratando de alejarse y buscó desesperadamente su espada por el suelo. Sin embargo, esta había caído justo detrás de Nathaniel y este no estaba en absoluto dispuesto a dejar que la recuperase.
-¿Qué ocurre?. -Preguntó todavía girando su arma en la mano derecha. -¿Necesitas un espada?. Adelante, ¡Escoge la que quieras!.
Justo en el instante en que decía esto, Nathaniel se abalanzó una vez más sobre su rival usando sus alas para impulsarse a una velocidad sobrecogedora y dio una rápida patada en pleno aire con la que arrojó a Álam hacia el extremo del coliseo haciendolo chocar contra uno de los pedestales de madera.
La madera se hizo pedazos con el golpe, el pedestal cedió bajo el cuerpo de Álam y las espadas, lanzas demás y demás armas que contenía saltaron por los aires cayendo a su alrededor como una estridente lluvia de metal mientras este intentaba ponerse en pie de nuevo. El golpe había sido aún más fuerte que el anterior y casi lo había dejado inconsciente, pero el dolor del pecho lo mantuvo despierto y su mano buscó a tientas la empuñadura de una espada en el montón de armas esparcidas a su alrededor.
Esta vez ni siquiera se paró a mirarla, cogió la primera que pudo alcanzar y se puso en guardia al ver que su enemigo se acercaba. Algo que a este último no pareció preocuparle en absoluto. Nathaniel continuó avanzando hacia él pese a la formidable hoja de más de metro y medio del mandoble que Álam esgrimía ahora en su mano y se detuvo a poco más de dos metros esperando su reacción.
-Adelante, ¿A qué esperas?. -Dijo retándolo a continuar. -Sabes perfectamente cual será el resultado hagas lo que hagas.
-No estes tan seguro. -Respondió Álam jadeando, visiblemente dolorido pero aún con fuerzas para seguir luchando. -¡Todavía no me has vencido!.
Al tiempo que decía esto, Álam se lanzó al ataque una vez más y comenzó a dar golpes con su espada como un animal rabioso de ojos llameantes. La enorme hoja del mandoble se dirigió hacia el pecho del vampiro como una lanza, chocó violentamente contra una de las hojas del Ni-Tachi y retrocedió al instante cuando Álam tiró de ella con todas sus fuerzas haciendola girar por encima de su cabeza y la bajó de nuevo dando un brutal golpe diagonal hacia su enemigo que desvío su arma por un instante dejandolo al descubierto de nuevo.
Esta vez Álam no perdió el tiempo con golpes, tensó sus músculos usando las fuerzas que le quedaban y levantó al espada de nuevo dirigiendo su alargado filo hacia el cuello del vampiro momentáneamente indefenso. Pero por desgracia, una vez más, su golpe sería inútil.
Antes de que la afilada hoja de la espada tocase su cuello, la mano izquierda de Nathaniel se interpuso en su camino sosteniendola sin apenas dificultad y un hilo de sangre corrió por su filo en dirección a la empuñadura mientras este lo miraba sonriendo.
-¿Lo entiendes ahora?. ¿Ves ya la diferencia entre nosotros?. -Insistió Nathaniel. -Los humanos habéis alcanzado vuestro límite, ni siquiera uno como tú es rival para mí.
-Tu no eres diferente a ellos. -Replicó Álam intentando sin éxito soltar su espada de la mano del vampiro. -Hablas de las leyes de la naturaleza, pero tú mismo te opones a ellos. Tú no representas la evolución Nathaniel, eres solo un loco que se ha convertido a sí mismo en un monstruo para ser más fuerte.
-Te equivocas, hay una gran diferencia entre vosotros y yo. -Afirmó Nathaniel. -Yo no pretendo oponerme a la evolución, ese fue vuestro error y he visto como lo habéis ido pagando a lo largo de los siglos con enfermedades y degeneraciones genéticas que necesitan cada vez más de vuestra tecnología para solucionarse. Yo dejaré que la naturaleza siga su curso, ¡Pero bajo mi control!.
Nada más terminar aquella última frase, Nathaniel dio de pronto un violento tirón con su mano arrancandole la espada de las manos a Álam y, antes de que este pudiese reaccionar, la lanzó al aire haciendola girar sobre si misma hasta poder sujetarla por la empuñadura hundiendola a continuación en el hombro derecho de Álam que gritó de dolor mientras caía al suelo con la que había sido su arma hundida hasta la empuñadura en su propio cuerpo.
-¡Yo dirigiré a la nueva raza que substituirá a los humanos!. -Gritó con furia mientras se inclinaba y cogía a Álam por el pecho, levantandolo en el aire con la hoja ensangrentada de la espada todavía asomando por su espalda. -¡Y ni tu ni nadie podrá impedirlo!..
-No estés tan seguro. -Para sorpresa de Nathaniel, a pesar del dolor de sus heridas Álam consiguió hablar de nuevo y levantó pesadamente la cabeza para mirarle mientras en sus labios se formaba algo similar a una siniestra sonrisa. -Te lo advertí antes de comenzar, este combate solo puede tener dos finales. Y tú morirás en ambos, pase lo que pase no dejaré que la toques, ella... será libre... aunque tenga que destruiros a todos para conseguirlo.
-Tú ya no puedes hacer nada. -Sonrió Nathaniel dirigiendo una rápida mirada hacia las manos de su rival para asegurarse de que este no tenía ningún arma con que pudiese sorprenderle. -Tus poderes no funcionan aquí, y sin ellos no puedes hacer nada contra mí. Pero no te preocupes, ellos se reunirán contigo muy pronto, en cuanto tu mueras tu querida princesa y el resto de conspiradores seguirán tu misma suerte.
-En eso es en lo que te equivocas. -Justo en el instante en que decía esto, Álam giró la cabeza hacia un lado y la buscó con su mirada hasta encontrarse de nuevo con sus ojos. -No vas a tocarla, nadie volverá a hacerle daño a Melissa. -De pronto, los ojos de Álam centellearon con una intensidad casi cegadora mientras volvía a mirar a Nathaniel y su mano izquierda sujetó con fuerza el pequeño colgante que reposaba sobre su pecho. -Si he de morir, que así sea, ¡Pero tú vendrás conmigo al infierno!.
Al compás de este grito, Álam tiró del colgante arrancandolo de su cadena y lo apretó en su mano con todas sus fuerzas hasta que este crujió entre sus dedos. Al instante, una débil descarga eléctrica recorrió los dedos de Álam y esta abrió de nuevo su mano dejando al descubierto los fragmentos del cristal original de su inhibidor y, entre estos, un pequeño chip retorcido y aplastado por la fuerza de Álam. Un chip ya inútil y cuya simple visión hizo que los ojos del propio Nathaniel se abriesen de golpe con una mezcla de sorpresa y temor.
-¡NO!.
Nathaniel trató de reaccionar, intentó mover su arma para dar el golpe final al comprender lo que estaba a punto de suceder... pero ya era demasiado tarde. Las nubes respondieron a su grito con un rugido propio y se arremolinaron de pronto encima del coliseo respondiendo a la fuerza que estaba a punto de nacer en aquel lugar con un rayo que golpeó de lleno la espada clavada en el cuerpo de Álam arrojando al monstruo hacia el centro del coliseo como si este fuese una simple hoja arrastrada por el viendo. Los ojos de Álam centellearon, se convirtieron en verdaderas antorchas de llamas azuladas mientras la sangre brotaba de su nariz y sus oídos al compas de los temblores que recorrían su cuerpo y empezaban a extenderse a todo el coliseo.
Ante los aterrados ojos de Melissa que no podía sino mirar con desesperación aquella horrenda escena, el cuerpo de Álam se elevó en el aire envuelto en la brutal energía del rayo y un segundo torrente de electricidad bajó de las nubes para unirse a él mientras el aire se inflamaba bajo sus pies creando un círculo de fuego. El propio disco del coliseo se tambaleó durante unos instantes arrancando los dientes de las serpientes y destrozando los braseros hasta que el fuego ardió sobre el propio metal, cómo si se tratase de gigantescos dragones dispuestos a abrasarlo todo con su aliento de fuego. Hasta que al fin, cuando todo parecía empeorar y las torres crujían amenazando con romperse, los temblores cesaron tan súbitamente como habían empezado y todo empezó a calmarse. Todo, por supuesto, salvo el propio Álam.
Los rayos se esfumaron junto a los temblores y el fuego se apagó antes de que sus pies tocasen el suelo de nuevo, pero la sangre continuó fluyendo desde su nariz y sus oídos cubriendo por completo su boca y goteando sobre sus hombros como pequeños torrentes escarlata cuyo color brillaba iluminado por la intensa luz azul de sus ojos que ahora se centraba en la figura de Nathaniel. El vampiro seguía en el centro del coliseo intentando levantarse tras el golpe recibido y no parecía herido, pero como pronto comprobaría, su pesadilla acababa de comenzar.
-¡No puede ser!. -Rugió con furia recogiendo su arma del suelo y usandola como apoyo para levantarse. -Deberías estar muerto, ¿Qué significa esto?.
-¡El futuro!. -Exclamó al instante la voz de Álam, una voz ahora extrañamente serena y tranquila que resonó a la vez en las cabezas de todos los que se encontraban en el coliseo. -Este es el verdadero futuro de este mundo, el futuro que tú nos has intentado robar.
-¡Mentira!. -Gritó de nuevo Nathaniel ya en pie. -Tú eres solo un error, un fallo de la naturaleza, ¡No me quitarás lo que me pertenece por derecho!.
Nada más decir esto, Nathaniel levantó su arma por encima del hombro y la arrojó con rabia hacia Álam para intentar acabar con él. Cómo si de una colosal lanza se tratase, el Ni-Tachi atravesó en décimas de segundo la distancia que los separaba y silbó en el aire mientras se acercaba imparable a la cabeza de Álam. Sin embargo, justo cuando este iba a golpearle, el arma se detuvo en pleno aire con su afilada hoja a centímetros del rostro de Álam y este ladeó la cabeza dirigiendo su mirada hacia su rival sin apenas inmutarse.
-El futuro no te pertenece. -Mientras Álam decía esto sus ojos centellearon de nuevo y el Ni-Tachi cayó al suelo frente a él al tiempo que la espada clavada en su hombro empezaba a moverse hacia atrás abandonando su cuerpo sin que este pareciese notar dolor alguno. -Y aunque así fuese... ¡¿Todavía te crees capaz de controlarlo?!.
En el instante en que acababa aquella última frase, Álam dio un manotazo al aire con su mano izquierda y el aire estalló frente a él dejando paso a una fuerza invisible pero demoledora que quebró la propia roca del coliseo a su paso hasta llegar al vampiro, golpeandolo una vez más y arrojandolo contra las fauces de una de las serpientes. Nathaniel grito de dolor al recibir el golpe, no tanto por el impacto como por la herida causada por uno de dientes de la serpiente al clavarse en su brazo, pero pronto se puso en pie de nuevo.
A pesar del dolor, arrancó con su propio brazo la afilada aguja de metal que formaba el colmillo y luego se la quitó con su otra mano para usarla como arma al tiempo que abría las alas y miraba con furia a Álam que seguía igual de tranquilo. Aunque, por desgracia para este, eso no significaba que pudiese relajarse. Antes incluso de que pudiese empezar a volar, dos rayos descendieron nuevamente del cielo y golpearon el disco del coliseo deteniendose junto a Álam como dos potentes corrientes gemelas de energía que se movieron al son de sus pensamientos dirigiendose hacia su enemigo como mortales columnas de luz.
Nathaniel apenas podía creer lo que estaba pasando, pero siguió luchando a pesar de todo. Uso sus alas para moverse más rápido y se lanzó al ataque a pesar de los rayos, esquivandolos como podía con rápidos giros a izquierda y derecha mientras volaba a ras de suelo, apuntando siempre hacia Álam con la espina de metal arrancada a la serpiente. Hasta que, al fin, consiguió pasar entre ambos rayos justo antes de que se cerrasen frente a él y alcanzó su objetivo. O al menos esos creyó él en un principio.
Para sorpresa de Nathaniel y de todos los que los observaban, en el instante en que el colmillo de la serpiente alcanzaba el rostro de Álam, su imagen parpadeó por un segundo como si este fuese un holograma mal sintonizado y al volver a hacerse nítida el brazo de Nathaniel había pasado no a través de su cabeza, sino justo a su lado dejandolo totalmente al descubierto frente a él.
-Ahora eres tú el que no lo comprende. -Dijo con voz tranquila Álam, hablando sin mover los labios. -No puedes matar algo más rápido que tus propios pensamientos, es inútil.
Para corroborar sus palabras, Álam dirigió su mirada hacia el brazo de Nathaniel todavía junto a su cuello y este sintió al instante como algo lo rodeaba. Algo fuerte e imparable cuya presa se hizo más y más potente a cada segundo aún cuando el vampiro se había alejado ya de Álam y, a un nuevo gesto de este, lo dobló de golpe justo por la mitad del antebrazo partiendo sin esfuerzo sus huesos y haciendolo gritar de dolor una vez más. Hecho esto, y antes de que Nathaniel pudiese posarse siquiera en el suelo, Álam dio un golpe con la mano hacia él y la misma fuerza que había roto su brazo se materializó una vez más frente al antiguo cazador golpeando de lleno al vampiro en el pecho.
Esta vez el golpe fue aún más fuerte y Nathaniel se desplomó sobre el centro del coliseo. El impacto lo había herido de gravedad esta vez y de su boca brotaba sangre a borbotones, una señal inequívoca de que un pulmón estaba perforado, pero ni siquiera esto lo detuvo. Haciendo gala de una resistencia y fuerza colosales, el orgulloso rey de los vampiros se puso en pie de nuevo y miró una vez más a su rival tratando de contener los espasmos que recorrían su cuerpo.
-Esto no acaba aquí. -Dijo estirando ambas alas y deteniendose a causa de un nuevo golpe de tos que lanzó aún más sangre sobre el suelo negro del coliseo. -Tal vez no pueda derrotarte, pero tu mismo te has condenado a muerte al quitarte el inhibido. Y cuando tú no estes, todo volverá a ser mio de nuevo.
Dicho esto, y para sorpresa de todos, Nathaniel se impulsó hacia arriba con todas sus fuerzas usando sus alas y comenzó a elevarse sobre el coliseo sin intención alguna de volver a bajar. Algo que Álam comprendió enseguida y que, en lugar de preocuparle, lo hizo sonreír de nuevo.
-No puedes huir de alguien que sabe lo que piensas. -Murmuró ahora para sí Álam. -Tu hora ha llegado, acabemos con esto de una vez.
Al tiempo que decía esto, Álam cerró los ojos y abrió las manos dejando que su mente actuase en lugar de su cuerpo y fuese una parte más de sí mismo. Al instante, una extraña luz azul lo rodeó formando un aura y comenzó a extenderse por todo el coliseo como una extraña neblina azulada que llegó incluso a donde estaban Melissa y los demás. Cómo si esta tuviese vida propia, la luz se deslizó por todo el coliseo y fue condensándose hasta formar un débil manto luminoso que lo atravesaba y envolvía todo tomando la forma de dos gigantescas alas etéreas.
Hecho esto, Álam abrió de nuevo los ojos y comenzó a ascender seguido por un torrente de aquella luz que ascendió también como si aquellas enormes alas estuviesen aleteando, aunque era evidente que no era esto lo que sostenía a Álam y este tardó apenas segundos en alcanzar a su rival en el cielo. Aunque no sería él el encargado de detenerle, sino aquellas extrañas extremidades luminosas.
Con una velocidad sorprendente para su colosal tamaño, las alas ascendieron tras él y se movieron hasta rodear a Nathaniel que trató inútilmente de esquivarlas. Los extremos de las mismas se rompían deshilachandose en miles de pequeños hilos que se enrollaban a su cuerpo, fundiendose y dividiendose a una velocidad vertiginosa como si fuesen solo simple luz pero atandolo con una fuerza tan brutal que le impedía moverse por completo. Y al fin, una vez atrapado, lo atrajeron de nuevo hacia Álam colocandolo justo frente a él.
-Tienes razón, voy a morir pronto. -Dijo levantando una mano y abriendola como si tratase de sujetar algo. -Por eso es hora de poner fin a este duelo. No importa lo fuerte que seas, te aseguro que no sobrevivirás a esto.
Mientras estas últimas palabras resonaban todavía en la cabeza de Nathaniel aumentando el terror que ya sentía, una espada ascendió desde el coliseo movida por los poderes de Álam y se detuvo en su mano esperando a que la cogiera. En ese momento, sus alas se giraron moviendolos a ambos hasta que estos quedaron volando horizontalmente y Álam colocó el extremo de su arma justo sobre el corazón del vampiro mientras este observaba con horror como encima de ellos los rayos parecían concentrarse entre las nubes como aguardando algo y abajo, en el centro del coliseo, un círculo de fuego brotaba de nuevo sobre la roca para darles la bienvenida.
-¡Maldito bastardo!. -Gritó desesperado Nathaniel forcejeando inútilmente con sus ataduras, pero sin conseguir nada salvo rasgar sus propias alas cuya sangre se deslizaba ya entre los hilos luminosos que lo aprisionaban. -¡Te veré en el infierno!.
-Sí. -Sonrió Álam. -Sin duda nos veremos allí.
No hubo más palabras. Terminada esta última frase, Álam cerró de nuevo los ojos y apoyó ambas manos sobre la empuñadura de la espada dejandose caer hacia el coliseo. Los dos contendientes descendieron a una velocidad terrible envueltos en las alas de luz de Álam, el cielo se agitó tras ellos rugiendo como un animal salvaje y el fuego se agitó esperándolos, danzando cada vez más y más rápido sobre la roca hasta que, justo cuando ambos alcanzaban el suelo y la espada atravesaba el pecho de Nathaniel hundiendose incluso en la propia roca, el cielo liberó de golpe todo su poder y un gigantesco rayo cayó sobre ellos iluminandolo todo con una luz cegadora y provocando una violenta explosión de fuego y rayos que lo sacudió todo durante más de un minuto entremezclandose con el desgarrador grito de la agonía final de Nathaniel. El último y desesperado aliento de vida del rey de los vampiros.
La confusión se extendió en ese momento por el coliseo. Los vampiros se miraban unos a otros desconcertados, libres al fin del control de Nathaniel pero desorientados como una vez lo había estado el propio Álfred. Aunque en aquel momento aquello pasó totalmente desapercibido tango para los cazadores que los rodeaban como para Melissa y los demás.
La atención de la joven princesa se concentraba por completo en el centro del coliseo en aquel instante. Sus ojos buscaban desesperadamente entre la oscura nube de polvo intentando encontrar algo que le indicase que él seguía vivo, pero su luz se había apagado con la explosión y ahora no podía ver nada entre aquella humareda. Solo al cabo de unos largos y angustiosos minutos, cuando el viento de la meseta disipó la mayor parte del humo, una silueta comenzó a hacerse visible entre el humo y el rostro de Melissa mostró al instante una maravillosa sonrisa de esperanza al reconocerle. Sin embargo, apenas unos segundos después, aquella sonrisa se transformaría en una expresión de horror al ver en qué se había convertido la pista del coliseo.
El disco se había partido en varios pedazos con la explosión y se tambaleaba inestablemente entre las torres. Sus pedazos más pequeños giraban sobre si mismos como diminutos meteoros en el espacio y caían lentamente perdiendo el equilibrio magnético que los sostenía mientras los mayores todavía luchaban por mantenerse en su sitio. Pero aquello no duraría mucho, la masa principal del disco se estaba hundiendo poco a poco y con ella, incapaz apenas ya de caminar o mantenerse de pie, Álam se dejaba también arrastrar hacia el vacío con el rostro y la camisa empapados en su propia sangre.
Melissa ya no pudo soportarlo más. Incapaz de aceptar aquello, gritó desesperada su nombre esperando que la oyera y corrió hacia el borde del coliseo para unirse a él aún sabiendo que ya no podría volver a salir de allí. Pero antes de que pudiese alejarse de Mariana y los ahora confundidos BlackHawks que la rodeaban, una mano la sostuvo con firmeza por su brazo para detenerla.
-Ya es demasiado tarde. -Dijo Álfred mirando con tristeza a su princesa, incapaz de sentir alegría pese a la muerte de Nathaniel. -No podemos hacer nada por él. Y aunque lo rescatásemos, moriría de todas formas, es mejor así.
-¡Me da igual lo que pienses!. -Gritó desesperada Melissa soltandose de un tirón pero deteniendose de nuevo al ver como Álfred encendía su espada y la interponía en su camino.
-Lo siento. -Se disculpó apenado Álfred, incapaz de mirar a los ojos tristes y desesperados de su princesa. -Es la ultima orden de mi rey, no puedo dejar que valláis.
-Eso no tiene sentido, mi padre no... -De pronto, Melissa pareció comprender aquellas palabras y miró desconcertada a Álfred. -¿Fue Álam quien te lo ordenó?
En respuesta a sus palabras, Álfred asintió con la cabeza y Melissa bajó la mirada incapaz ya de pensar en qué hacer. Sin embargo, justo cuando ya estaba a punto de abandonar toda esperanza de seguir adelante, una nueva hoja de luz brotó de la nada a su lado y apartó la espada de Álfred de un golpe sorprendiendolos a los dos.
-Álam siempre ha sido un poco estúpido, a veces se olvida de que él no es el único que sufre al perder a alguien. -Dijo la voz del comandante mientras este aparecía frente a Álfred desactivando su camuflaje y miraba sonriendo a Melissa. -Vamos, ¡Corre!. Si eso es lo que deseas tienes derecho a hacerlo, ¿A qué esperas?.
Melissa ni siquiera lo dudó un segundo, salió corriendo inmediatamente hacia el borde de las alas de las serpientes y saltó sin pensarselo los dos metros de caída que la separaban ya del disco. Una vez en él, corrió de nuevo evitando las grietas por las que el cristal empezaba a resquebrajarse aún más y saltó de fragmento en fragmento hasta conseguir al fin llegar al centro donde Álam yacía ya en el suelo con la cabeza sobre un charco de sangre, incapaz apenas de abrir los ojos y mucho menos moverse.
-Álam... -Lo llamo con voz suave y cariñosa, ahogando su propia tristeza y forzando una débil sonrisa mientras se arrodillaba a su lado y lo sostenía su cabeza entre sus anos apoyando su espalda sobre sus rodillas. -¿Puedes oírme?. Estoy aquí, a tu lado, por favor abre los ojos solo una vez más, dime que aún no te has ido para siempre.
-¿Melissa?. -Al oír aquella voz dulce y familiar, Álam levantó pesadamente los párpados como ella le pedía y la miró con una mezcla de tristeza y desesperación tan desgarradoras como las que la propia Melissa sentía en aquel momento, pero no por él, sino por lo que significaba que ella estuviese allí en aquel momento. -No... tú no puedes estar aquí. Vete... vuelve con los demás antes de que sea tarde. Vete, por favor, no quiero verte morir a ti también, deja que al menos tenga el consuelo de saber que estarás a salvo cuando yo me vaya.
-Ya es demasiado tarde para volver. -Respondió Melissa acariciando su frente y sus cabellos. -Y aunque no lo fuese, no lo haría. Mi sitio está aquí, contigo, tú eres mi vida ahora y si te mueres desapareceré contigo. No quiero vivir en un mundo en el que tú ya no estes, me da igual lo que suceda, solo quiero estar siempre contigo ya sea viva... o muerta.
La mirada de Álam se hizo aún más dolorosa al oír estas palabras. Comprendía perfectamente lo que Melissa sentía, pero se negaba a aceptar que ella también muriese y ni siquiera la tranquilizadora mirada de esta ni su sonrisa consiguieron atenuar el horrible dolor que aquello le producía en el corazón. Por eso, a pesar de su estado y de que apenas podía moverse, cerró una vez más los ojos y trató desesperadamente de concentrarse para intentar salvarla. Pero no pudo, esta vez sus poderes ni siquiera respondieron y la pista del coliseo continuó descendiendo cada vez más deprisa partiendose en trozos más y más pequeños a causa de los golpes contra los pilares.
-No puedo... -Dijo con la voz ahogada por la tristeza mientras abría de nuevo los ojos y dos lágrimas se formaban en sus ojos. -Esta vez no puedo hacer nada... no puedo salvarte. Solo quería verte feliz... darte la libertad que tanto habías deseado, pero ahora ni siquiera puedo evitar que mueras... lo siento.
-Eso no es cierto. -Negó Melissa manteniendo aquella dulce y tranquila sonrisa. -Hace mucho que soy libre Álam, lo he sido desde el día en que te conocí. Tú has sido mi libertad y mi felicidad desde entonces y por eso no puedo abandonarte, porque si lo hiciera estaría renunciando a mi propia vida y volvería a ser la prisionera que era antes. Pero esto no ha terminado aún, no voy a dejarte morir tan fácilmente. Tú me has salvado más veces de las que puedo recordar, ahora me toca a mi hacer algo por ti... por los dos.
-¿Qué?. -Preguntó sorprendido Álam, usando las escasas fuerzas que le quedaban para mantenerse consciente y mirarla mientras todo a su alrededor se hacía pedazos y el viento silbaba cada vez más fuerte tironeando de sus ropas y su pelo. -Melissa, ¿De qué estás hablando?.
-Tú me salvaste una vez cuando me estaba muriendo, ¿Lo recuerdas?. -Respondió ella todavía tranquila. -Deja que yo haga esa vez lo mismo por ti. Tu sangre me dio la vida una vez, ahora será la mía la que te cure a ti y nos permita vivir a los dos.
-No... -Trató de protestar Álam casi sin fuerzas. -Si me das tu sangre morirás... recuerdo lo que me dijiste aquella vez. No me pidas ahora que salve mi vida a costa de la tuya, sabes que siento lo mismo que tú, prefiero dejarme arrastrar a la muerte contigo a salvarme si tú no vas a estar a mi lado.
-No voy a darte mi sangre. -Explicó Melissa esbozando una cariñosa y ahora sincera sonrisa en respuesta a sus palabras. -Voy a compartirla contigo. No sé si será suficiente, pero es una posibilidad para salvarnos y quiero intentarlo.
-¿Compartirla?. -Repitió Álam desconcertado
-Ahora no tengo tiempo para explicartelo, si no nos damos prisa moriremos antes de que podamos hacer nada. -Mientras decía esto, Melissa ayudó a Álam a incorporarse y lo miró a los ojos una última vez. -Solo confía en mi y haz lo mismo que yo. ¿De acuerdo?.
Aunque todavía sin saber que significaban sus palabras, Álam asintió con la cabeza y pudo ver como ella sonreía de nuevo mientras acercaba su rostro al suyo y le daba un dulce beso antes de abrazarlo colocando su cabeza justo junto a su cuello. En ese instante, y para mayor sorpresa de Álam, los colmillos de la joven vampiresa se clavaron en su piel y notó de nuevo el sedante efecto de su mordedura mientras su sangre era bombeada al cuerpo de Melissa. Aunque su sorpresa pronto se desvanecería al comprender al fin lo que ella quería decir y este no tardó en hacer lo mismo sacando sus colmillos y hundiendolos en el delicado cuello de su amada hasta que sus labios acariciaron de nuevo su piel y pudo notar el dulce sabor de su sangre.
La sangre de ambos unió en ese momento tal y como sus cuerpos se habían unido la última noche. Sus corazones bombearon al mismo ritmo como si fuesen uno solo y esta fluyó del cuerpo de uno hacia el otro como un único torrente perfectamente unido, regenerandose en el cuerpo de Melissa y volviendo a Álam que no tardó en notar como algo cambiaba en su cuerpo.
Las hemorragias se detuvieron, la herida de su pecho y el pequeño rasguño de su brazo se cerraron casi al instante sin dejar huella y el dolor que sentía en la cabeza se fue haciendo más y más pequeño. Su cuerpo vibraba llenandose de vida y sus brazos rodearon a Melissa devolviendole el abrazo mientras ella apretaba aún más fuerte su cuerpo contra el suyo sin mostrar síntoma alguno de encontrarse más débil y cerraba los ojos confiando en que Álam los sacase de allí a ambos de un momento a otro.
Pero ya era demasiado tarde. Antes de que las alas de luz de Álam se formasen de nuevo, el fragmento sobre el que descendían chocó con la base de uno de los pilares arrojandolos al vacío y los dos cayeron seguidos por el resto de fragmentos, todavía abrazados y rodeados por la misma luz azul que hacía unos minutos había atrapado a Nathaniel, pero incapaces de hacer nada para evitar aquella horrible caída.
Con un gran estruendo, la antigua pista del coliseo se estrelló contra el suelo cayendo sobre los dos jóvenes y la luz de Álam se extinguió al instante devorada por la violencia de la explosión resultante. Una enorme polvareda cubrió el foso rodeado por los pilares y ascendió hacia el cielo como una descomunal columna negra mientras estos retumbaban de nuevo tratando de compensar la vibración generada por el golpe y los que se encontraban todavía sobre ellos observaban atónitos lo sucedido.
Mariana había podido detenerla antes de que saltase, pero había elegido no hacerlo comprendiendo sus sentimientos y ahora una parte de ella se arrepentía al mirar el lugar en que su hijastra acababa de desaparecer. No sabía muy bien que había esperado que sucediese, pero sin duda no era aquello y de sus ojos brotó una pequeña lágrima que recorrió lentamente su mejilla derecha como prueba de la tristeza de la reina hasta morir en su delicada barbilla. La muerte de Nathaniel era una gran noticia pero el precio había sido demasiado alto y ahora su única esperanza era aquella luz que había visto antes de que desapareciesen. Aunque esta era tan vaga que no se resistía a aferrarse a ella y cuando se giró de nuevo hacia Álfred y el comandante su voz sonó totalmente carente de esperanza.
-Bajemos. -Dijo con voz desanimada, en un tono que ninguno de los allí presentes había oído jamás en boca de su soberana. -Tenemos que encontrarles.
-¿Crees que habrán sobrevivido?. -Pregunto sorprendido el comandante. -Ha sido una caída terrible, dudo que Álam pudiese hacer nada aún con sus pode...
El comandante no llegó ni a terminar su frase. Una fría y furiosa mirada de Mariana bastó para convencerlo de que no admitiría discusiones al respecto y decidió seguirla mientras esta se dirigía a la nave más cercana acompañada por los BlackHawk que parecían haber decidido seguir leales a su reina tal como en su día había hecho Álfred. En cuestión de minutos, una nube de aerodeslizadores descendió desde los arcos que una vez habían rodeado la pista del coliseo y se posó alrededor de los escombros que ahora ocupaba el espacio entre las columnas descargando un ejército de BlackHawks y cazadores dispuestos a trabajar unidos por primera vez en su historia y recuperar los cuerpos de los dos jóvenes. Pero entonces, justo cuando estos se acercaban a la pila de rocas que los había sepultado, sucedió algo que los hizo detenerse al instante.
Cómo si de un colosal guardián se tratase, el cielo rugió de nuevo sobre sus cabezas advirtiendoles que se detuviesen y seis rayos bajaron de golpe golpeando el suelo alrededor de las rocas hasta formar un cerco de luz que les bloqueó el paso. Al mismo tiempo, un nuevo rayo mayor aún que el que había acabado con Nathaniel descendió sobre el centro de los escombros envolviendolo todo en un torrente de luz mortal que los cegó a todos durante unos segundos. Y cuando al fin se extinguió, Mariana y todos los demás contemplaron con una mezcla de asombro y alegría lo que este había desenterrado.
Frente a ellos, donde antes solo había escombros, ahora podía verse una gran esfera de luz azul formada por multitud de hilos luminosos entrelazados que comenzó de pronto a deshacerse como si de una gigantesca crisálida se tratase, abriendose poco a poco como una flor y dejando al descubierto aquello que todos estaban buscando.
Álam y Melissa seguían vivos, abrazados todavía en el centro de aquella luz y visiblemente agotados, pero ilesos a pesar de la caída para inmensa alegría de Mariana y los demás que se apresuraron a acercarse a ellos mientras la luz que los rodeaba se extinguía lentamente y ambos se separaban sin dejar de mirarse.
-Estamos vivos. -Susurró Melissa con los ojos llenandose ya de lágrimas, incapaz de contener la alegría que sentía en aquel instante.
-Gracias a ti. -Respondió Álam con la mirada perdida en el océano de sus ojos. -Tú nos has salvado esta vez, sino hubieses arriesgado tu vida de esa forma estaría muerto.
-Si tu murieses yo te seguiría. -Susurro ella de nuevo. -No tenía nada que perder, tú eres todo lo que tengo.
-Tú eres lo mismo para mí. -Afirmo Álam sonriendo y sosteniendo su rostro entre sus manos. -Lo has sido desde que te conocí... y lo serás siempre.
Dicho esto, Álam acercó su rostro al de Melissa y le devolvió el beso que ella le había dado antes de compartir su sangre con él, abrazandola suavemente de nuevo y fundiendose con ella en un dulce y cariñoso beso mientras Mariana se acercaba a ambos y los miraba con una sonrisa burlona que no tenía ya nada que ver con su seria expresión de hacía unos minutos.
-Vamos, dejad eso para luego y hacednos un poco de caso a los demás. -Dijo hablando de nuevo en aquel tono suave y modulado que ella solía usar. -Me alegra mucho veros a salvo de nuevo, por un momento creí que os perderíamos a los dos.
-No fuiste la única. -Replicó Álam soltando a Melissa y devolviendole la sonrisa a Mariana. -Si no fuese por Melissa no seguiría vivo. Cuando me quité el inhibidor estaba seguro de que moriría, pero era la única forma de acabar con esto.
-Debo reconocer que yo mismo estoy sorprendido. -Añadió el doctor mirando fijamente a Álam. -Un psíquico capaz de vivir sin un inhibidor, creí que jamás llegaría a verlo. Y el resultado es impresionante, no esperaba que alcanzases ese nivel de control sobre los elementos.
-No controlo los elementos. -Negó Álam. -Es algo muy distinto. Es la propia energía lo que puedo modificar con al mente, en cierto modo es como soñar despierto.
-Pues espero que sigas siendo capaz de hacerlo. -Interrumpió de pronto el comandante señalando hacia un lado totalmente serio. -Parece que esto aun no se ha acabado.
Al oír esto, todos se giraron hacia donde señalaba Érmingster y vieron como uno de los BlackHawk se dirigía hacia ellos seguido por todos los demás con su espada ya activada en una mano. Sin embargo, antes de que pudiese acercarse más, las hojas de dos nuevas espadas salieron de la nada frente a él y dos cazadores aparecieron bloqueandole el paso.
-¿Qué ocurre?. -Preguntó Álfred encendiendo también su espada y acercandose a ellos.
-El rey ha muerto. -Respondió el BlackHawk totalmente serio al tiempo que giraba su espada apuntando hacia el suelo y, para sorpresa de Álfred, la clavaba de pronto frente a él. -¡Larga vida al nuevo rey!.
Al tiempo que decía esto, el BlackHawk se arrodilló junto a su espada y miró hacia Álam mostrando el mismo respeto que antes habían mostrado hacia Nathaniel, pero esta vez por voluntad propia. Y tras este, repitiendo exactamente el mismo movimiento, el resto de los BlackHawk hicieron lo mismo mostrando sus respetos a su nuevo rey. Incluso el propio Álfred, hasta entonces preocupado por la reacción de sus hermanos, siguió aquella extraña ceremonia uniendo su voz al coro de gritos que aclamaban al nuevo soberano.
-¿Los oyes?. -Dijo sonriendo Mariana, mostrandose a la vez satisfecha y orgullosa por aquella reacción. -Ahora no están bajo el control de nadie, pero aun así han decidido seguir a un nuevo rey y a su reina. Y esos sois vosotros.
-Yo no soy reina. -Negó Melissa mirando a su madrastra con una alegre sonrisa. -Ahora ni siquiera soy princesa, solo soy una chica corriente otra vez.
-Lo serás. -Las interrumpió de pronto Álam mirando de nuevo a Melissa a los ojos, con una extraña expresión que sorprendió incluso a esta última. -Si tú quieres... serás reina.
-Álam, ¿Qué quieres decir?.
Pregunto un tanto desconcertada Melissa. A lo que siguió de inmediato un suspiro de resignación de Mariana que la miró sacudiendo la cabeza.
-A veces haces que me pregunte si realmente lo hice tan mal al educarse. -Dijo la vampiresa mirandola con una sonrisa burlona. -Vamos boba, di que sí y deja de hacer el tonto o puede que se arrepienta de pedirtelo.
-¿Sí?. -Todavía sin comprenderlo, Melissa volvió a mirar a Álam y permaneció un segundo en silencio hasta que, de pronto, su rostro se iluminó de alegría de golpe y esta habló con la voz ya temblorosa a causa de la emoción. -Álam, me estás pidiendo que... -Antes de que ella pudiese terminar su frase, Álam asintió con la cabeza y esta apenas pudo reunir las palabras para continuar. -..¡Si!.... ¡Claro que sí!...
Nada más decir esto, Melissa rompió a llorar de nuevo y abrazó a Álam con todas sus fuerzas haciendo que este sonriese de nuevo y le devolviese el abrazo inmediatamente, tan feliz por su respuesta como ella al habersela dado. Y mientras tanto, observando cómo se abrazaban disfrutando al fin de la libertad por la que tanto habían luchado, el comandante de los Hunters se acercó a la ex-reina de los vampiros mirandola como lo que esta era realmente ahora: uno de sus aliados.
-¿Crees que lo harán bien?. Son muy jóvenes, no será fácil sostener una responsabilidad así.
-Lo harán perfectamente. -Afirmó Mariana. -Además, nos tienen a nosotros para ayudarlos.
-Eso es cierto. -Asintió el comandante. -Es difícil de creer, pero una época está llegando a su fin, me pregunto si sabrán realmente lo que significa ese abrazo para el futuro del mundo.
-Lo saben, tal vez mejor que nosotros. -Mientras decía esto, Mariana comenzó a caminar hacia donde estaba Álfred y le dirigió una última sonrisa al comandante. -Nuestro tiempo ha pasado, ahora empieza una nueva era: La suya.
Dicho esto, Mariana se quitó la pequeña corona de plata que llevaba en la cabeza y la arrojó a un lado mientras se colocaba al lado de Álfred para observar junto a él a los dos jóvenes sobre cuyos hombros, ahora si, descansaban el futuro de dos razas hasta entonces enfrentadas y cuya única esperanza de reconciliación yacía en el intenso amor que los unía Un amor que ya había sido capaz de cambiar el presente y que, con un poco de suerte y su apoyo, podría también cambiar el futuro.



Durante los meses que siguieron a la caída de Nathaniel los cambios en la estructura política y militar del reino se sucedieron a una velocidad vertiginosa. Con sus poderes, el apoyo de los BlackHawk y los cazadores y el consejo de Marina, Álam tomó el mando como rey indiscutible de todo el imperio creado por Nathaniel y comenzó un proceso de reforma cuya primera acción fue detener de inmediato la guerra. Aunque, tal y como Mariana había aconsejado, las tropas estacionadas en la frontera continuaron su vigilancia para prevenir cualquier ataque.
Internamente, el reino pasó de un régimen militar opresivo a un proceso de desmilitarización progresivo en el que la mayoría de ciudades quedaron al fin libres del control del ejército y las tropas se redujeron en un cuarenta por ciento del total y se concentraron en las bases de mayor importancia estratégica, principalmente los puntos más vulnerables de la frontera.
Terminados sus planes de reforma interna, Álam dirigió su atención hacia la alianza humana e inició los primeros contactos para establecer una paz oficial entre ambos reinos. Por desgracia, esto no dio fruto alguno y, ta como Mariana esperaba, los miembros del consejo humano rechazaron todas sus propuestas con diversas excusas a cada cual más extravagante. Lo que lo obligó a pasar al siguiente punto del plan que Mariana había trazado tiempo atrás.
Con la excusa de un último intento para alcanzar la paz entre ambas potencias, Álam propuso a la alianza una reunión entre él y su consejo y les concedió además la posibilidad de elegir dónde se realizaría. Algo que estos no esperaban sin duda y que, tal como Álam había supuesto, sí consiguió la aceptación por parte del consejo que respondió de inmediato escogiendo como punto de encuentro la antigua torre de los Hunters. El lugar estaba ahora en manos del ejército y era una verdadera fortaleza que además se encontraba en pleno territorio enemigo. Era el sitio perfecto para una trampa y Álam lo sabía, pero acertó de todas formas.
La reunión tuvo lugar una semana más tarde. Álam acudió con una sola nave como habían acordado, uno de los halcones negros de los BlackHawk que aterrizó frente a la torre sin más compañía que los dos aerodeslizadores del ejército que lo escoltaron desde la frontera. Una vez allí, Álam bajó de la nave acompañado por dos BlackHawk que se quedaron custodiando la puerta de la misma y entró en el complejo rodeado en todo momento por soldados totalmente armados.
La reunión tendría lugar en la última planta, en una sala de reuniones construida en la antigua sala de mando del comando. La puerta, como todo el edificio, estaba custodiada por soldados perfectamente armados, pero este no le dio importancia en absoluto y pasó al interior donde los doce miembros del consejo lo esperaban.
Todos parecían hombres de una edad considerable, probablemente de más de cien años en su mayoría, y estaban sentados alrededor de una gran mesa oval cuyo único asiento libre se encontraba en el lado más alejado de la puerta, algo que hizo sonreír ligeramente a Álam mientras rodeaba la mesa y se sentaba en su silla.
-Bien, veo que estamos todos. -Dijo con un tono ligeramente irónico mirando a los doce líderes de la humanidad. -¿Podemos empezar con la reunión?.
-Por supuesto. -Respondió uno de ellos. -En realidad ya tenemos preparado el tratado, solo falta su firma correspondiente.
Mientras decía esto, el miembro del consejo más cercano a Álam le entregó un papel y este lo miro durante unos segundos antes de sonreír de nuevo y mirar a los doce hombres que aguardaban sin duda una respuesta afirmativa.
-Supongo que esto ese una broma. -Dijo sin apenas creerse sus propias palabras. -Esto es un tratado de rendición, no de paz.
-Exacto, pero creemos que es más que justo dada la situación en que se encuentra. -Mientras el miembro del consejo decía esta frase, dos soldados aparecieron tras Álam abandonando la protección del camuflaje de sus armaduras y apuntaron sus armas hacia su cabeza. -Sinceramente, no esperábamos que fuese tan estúpido como para venir solo hasta aquí, sobretodo siendo alguien que sabe perfectamente de lo que es capaz nuestra tecnología. Pero no deja de ser conveniente.
Lejos de preocuparse, Álam dejó escapar un suspiro de resignación al oír esto y los miró a todos con una siniestra sonrisa sin prestar siquiera atención a los soldados que había tras él.
-Mariana tenía razón, no son diferentes de él. -Dijo mientras se ponía en pie ignorando la amenaza de los soldados. -Me alegra que hayan hecho esto, lo hace todo mucho más fácil.
Justo en el instante en que Álam decía esto, sus ojos centellaron con un brillante fulgor azul y los dos soldados salieron despedidos hacia la pared trasera de la habitación golpeados por una fuerza terriblemente poderosa que aplastó por completo sus armaduras acabando con sus vidas. Al ver esto, el resto de los presentes en la sala miraron con temor a Álam y este sonrió nuevamente mientras caminaba hacia la puerta sin dirigirles ya la mirada.
-Sé que les sorprende, supongo que esperaban que los inhibidores que han puesto en el edificio controlasen mis poderes. Pero olvidaron un pequeño detalle. -Mientras decía esto, Álam pulsó el botón de apertura de la puerta y dos gritos inundaron de pronto la sala segundos antes de que los cuerpos de ambos guardias cayesen frente a esta con el cuello cortado. -Esos aparatos tardan un tiempo en hacer efecto, mas que suficiente para que yo pueda hacerlos pedazos sin tener que acercarme a ellos. Además, parece que ustedes también han olvidado el "peligro" de su tecnología. Pero no se preocupen, sera el ultimo error que cometan.
En el momento en que Álam terminó esta última frase, dos BlackHawk aparecieron también de la nada a ambos lados de la puerta y el terror se hizo patente al instante en los rostros de los miembros del consejo que retrocedieron hacia la parte más alejada de la habitación, aunque esto no les serviría de nada.
Mientras salía de la habitación, Álam oyó los gritos de aquellos hombres cayendo uno tras otro ante las armas de sus hombres y se detuvo frente a la puerta observando el pasillo repleto de cadáveres. En esos momentos toda la torre debía haber caído ya en manos de las dos escuadras de BlackHawks y cazadores que lo habían acompañado en naves camufladas y lo único que le quedaba por hacer era abandonar aquel lugar. Sin embargo, antes de irse vio como otro de sus hombres aparecía a su lado y se detuvo un segundo reconociendo la armadura de Álfred.
-¿Crees que estamos haciendo lo correcto?. -Preguntó totalmente serio mientras este se quitaba el casco.
-No. -Respondió Álfred. -Estamos haciendo lo necesario. De ti depende hacer o no lo correcto a partir de ahora.
-No solo de mi. -Replicó Álam recuperando su sonrisa.
-Cierto. -Asintió Álfred con el mismo tono tranquilo y relajado que el nuevo rey. -Lo que me recuerda que no tenemos mucho tiempo para estar aquí hablando. Si no nos vamos pronto no llegaremos a tiempo, y no creo que te interese llegar tarde a tu propia boda. Dudo que Melissa te lo perdonase fácilmente.
-¿Tú crees?. -Preguntó burlonamente Álam. -Yo no lo dudo, sé que lo haría. Pero no pienso hacerla esperar, ella no se merece eso.
Dicho esto, Álam comenzó a caminar por el pasillo en dirección al ascensor y Álfred lo siguió unos pasos más atrás sin molestarse en activar de nuevo el camuflaje. Con aquella última acción, el plan de Mariana concluía y con él el equilibrio de poder establecido por el consejo. La larga guerra entre ambas potencias tocaba a su fin y un nuevo orden estaba a punto de nacer, un orden en que, por primera vez, ambas razas convivirían juntas bajo el reinado de un nuevo rey que no pertenecería a ninguna de ambas razas, sino al futuro de estas.
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