Títere destronado

Créeme que si pudiera, lo haría. Me gustaría tanto hacerlo, pero no puedo porque no soy más que un liliputiense en un mundo de gigantes. Todo me viene grande – qué digo grande, enorme- y no encajo en ningún lugar.

Créeme que si pudiera, no dudaría. Me gustaría tanto ayudarte, pero no puedo porque soy unas gotas de agua dulce en un mar salado. Todo me parece extraño – qué digo extraño, rarísimo- y así no puedo navegar.

Créeme que si pudiera, te complacería. Me gustaría tanto animarte, pero no puedo porque estoy maniatado en una silla de metal. Todo me parece tan surrealista – qué digo surrealista, inimaginable- y así no puedo actuar.

Porque soy un orador amordazado y un títere destronado. Porque mi voz queda ahogada en la laringe, y mis extremidades inmóviles en ninguna parte.

¡Ay, si pudiera! Simplemente ser de tu tamaño.

¡Ay, si pudiera! Simplemente respirar aire purificado.

¡Ay… si pudiera! Simplemente gritar tu nombre emocionado.

Pero no puede ser así, y me conformo – qué digno conformo, resigno- a mirarte por el rabillo del ojo suspendido en esta estantería donde me tienes olvidado. Me consuela saber que tu abuela y tu madre pasaron por lo mismo, y siguieron adelante.

Mírame de vez en cuando y recuerda a la niña jovial que jugaba conmigo, a imaginar su paraíso, una fantasía pueril e inocente que pasó a ser una gran mentira conocida de repente.

No derrames más lágrimas, pequeña mía. Que tu juguete preferido seguirá siempre de vigilía.