((POST OFICIAL)) EERIE - Llega el primo de Creepy! En venta el 2!

Mi amistad con James Warren y mi época como editor en Warren Publishing empezó casi una década antes de que Eerie llegara a los kioscos. En 1957, James y yo fundamos la primera revista de monstruos del mundo, Famous Monsters of Filmland. Durante un largo fin de semana, las palabras fluyeron de mis dedos y de una máquina de escribir que echaba humo (tanto que creía que terminaría sufriendo cáncer). Yo me inventaba juegos de palabras mientras James me arreaba con el látigo y sostenía un cartel imaginario que decía: “Tengo 11 años y soy lector tuyo. ¡Hazme reír, Forrest J. Ackerman!” El resto es historia. Famous Monsters of Filmland, o FM, como la llamaban cariñosamente los fans, solo iba a constar de una entrega, pero aquí estamos, 200 números y casi 50 años después, y aún reconocemos el logo (que dibujó el propio Warren en una servilleta de papel) en camisetas, tazas e incluso en un álbum de rock and roll de los Misfits. ¡Había nacido Warren Publishing! James me ayudó a reunir al equipo que me ayudó a crear aquella magia que nos hipnotizaba. ¡Así es! Detrás de todo monstruo de Frankenstein, hay un científico loco. En última instancia, FM fue el primer manual periódico sobre cómo hacer películas de terror. Despertó la imaginación de lectores jóvenes que terminaron siendo Steven Spielberg, Guillermo del Toro, John Landis, Rick Baker, Tim Burton, Billy Bob Thornton, Brinke Stevens, Stephen King, Penn & Teller, etc. ¡Y aún son fans hoy en día!

A pesar del éxito de FM, James Warren no descansaba, y se propuso que una editorial creada por dos compadres se convirtiera en un imperio con todas las de la ley. Primero, llegó Creepy, una revista a la que siguió una paralela, titulada Eerie, en 1966. Como en el caso de FM, esta última debería haber tenido una vida limitada. La editaba Archie Goodwin (Marvel Comics y las historietas y tiras de prensa de Star Wars) y la rotulaba Gaspar Saladino (DC Comics, Marvel Comics), y juntos establecieron la serie para Jim Warren. El logo fue obra de Ben Oda (Flash Gordon, Little Orphan Annie, The Spirit), un rotulista japonés. Por su parte, el ogro mascota o “anfitrión” de la revista, esto es, el primo Eerie, fue una creación del gran Jack Davis (Mad, EC Comics, Mad Monster Party).

Como agente literario y persona conocida dentro del género, mi contribución a aquellas publicaciones fue recomendar de vez en cuando a los guionistas y dibujantes que llenarían las páginas de aquellas joyas. Mi aportación a la serie fue marginal, pero fui ávido lector, fan y testigo de primera mano de la evolución de las criaturas de James Warren. Con su apoyo, intenté escribir un cómic, y el resultado se convirtió en otra revista de la misma editorial, Vampirella. Le puse nombre a aquella belleza sobrenatural y también escribí el relato donde se contaba su origen. Me parece que James me pagó 50 dólares por las molestias (porque también era famoso por ser un empresario muy hábil).

Cuando debutó Eerie, Warren Publishing iba viento en popa. Como en el caso de Creepy, se trataba de una publicación con formato de revista, de ahí que pudiera burlar el sello de la Comics Code Authority. Para entonces, James había creado una plantilla única que servía de guía para todas sus publicaciones. En Eerie, los lectores sabían que encontrarían historias creadas por una pléyade de los mejores guionistas del mundo. Además, la calidad del dibujo trascendía la mera ilustración. Me parece que se ha subestimado el impacto que tuvo Warren en la publicación de revistas en general y en la de novelas gráficas en particular. Y es que, igual que en las páginas de FM se mencionaba a los artistas y artesanos que creaban aquellas películas, James insistió en reconocer la labor de los autores de Eerie. El nombre del director editorial figuraba bien visible en la cubierta de cada número, pero no cabía duda de quién se había ocupado del contenido. Los editores, los guionistas y los ilustradores, a quienes se había tratado como a empleados anónimos hasta entonces, recibieron el reconocimiento y el agradecimiento que merecían. Así, saltaron a la palestra nombres hoy famosos como Frazetta, Crandall, Torres, Morrow, Severin, Toth, Corben, Goodwin, Ditko, Williamson y muchos más. El dibujo de cómics se convirtió en un arte respetado y valorado universalmente como el tesoro que era. Ese espíritu de reconocer el mérito cuando así debe hacerse fue un gesto generoso por parte de James Warren, pues la fama de sus autores disparó tanto la demanda que había de ellos que la editorial ya no podía permitirse pagar sus servicios. Aquello sí que era sufrir por amor al arte... ¡o a los artistas!

También me di cuenta de que, aunque Warren era un artista consumado, nunca miraba a sus lectores por encima del hombro. Sabía a quién se dirigía y, de alguna forma, siempre era consciente de cuándo conversaba con chavales que crecían al mismo ritmo que sus cómics. A medida que el lector se hacía más sofisticado, lo mismo ocurría con los contenidos de sus publicaciones. La calidad literaria de los relatos de Eerie evolucionó al mismo tiempo que sus seguidores. Eso sí, tenía una talento especial para dejar satisfecho a casi cualquiera que leyera sus revistas. Se adelantó a Internet medio siglo y creó una experiencia impresa interactiva que ofrecía varios niveles de información. Había detalles para aquellos lectores que analizaban cada letra y cada signo de puntuación. Había tramas únicas que tenían la longitud adecuada para los lectores que solo se acercaban a la revista de vez en cuando. La parte gráfica, por su parte, era audaz, dramática y de máxima calidad para ofrecer una gran historia aunque no se leyera ni una sola palabra. Había algo para todos. Ciertamente, era la “edad de oro” de las revistas gráficas. Ese oro lo encontrabas si cavabas lo suficiente y también si te quedabas con lo superficial. Y esto era a propósito, y se encontraba en todos los elementos de la serie. No había más que ver las galeradas de Eerie o de cualquier otra revista de Warren para ver cómo utilizaba el bolígrafo rojo. No había punto ni mancha que no tuvieran una justificación.

Eerie y las demás publicaciones de la editorial hicieron más grandes tanto el mundo del cómic como a los brillantes artistas que las creaban. Me gustaba ver cómo aparecían historias clásicas de monstruos, vampiros y hombres lobo en los primeros números y cómo a estas las sustituían relatos más orientados hacia la ciencia ficción más adelante. La revista se terminó diferenciando de las demás gracias a seriales y personajes como Niño, Dax el Guerrero, Cazador, Shreck, La noche del burro, Apocalipsis, El ataúd o El timo. En 1974, con el número 54, James incorporó el color. El Captain Company, el exhaustivo catálogo de venta por correo de la Warren, se incluyó en las páginas de Eerie y en las de todas las publicaciones de la casa. Para muchos seguidores, los anuncios de todo tipo de artículos propios del género eran una cualidad deseable en todas las entregas. ¿Dónde más ibas a encontrar máscaras de monstruos de lujo, películas de ocho milímetros (porque entonces no había vídeo ni DVD, ¿sabéis?) o números atrasados de tus revistas de Warren favoritas? Hoy en día, ya no se puede disfrutar de la experiencia de rellenar un cupón o una hoja de pedido para enviarla a Captain Company, pero no creo que nadie eche de menos la espera de entre seis y ocho semanas.

Actualmente, James Warren y yo seguimos siendo grandes amigos. Fue hace una vida cuando nos embarcamos en una aventura que sentaría las bases de nuestra existencia y que, además, tendría una gran influencia en el género que tanto amábamos. Cuando escribo estas líneas, tengo 92 años, y veo a James en salones del cómic y en eventos que se celebran durante todo el año. Como era de esperar, hay una generación de dibujantes jóvenes que ha recibido la influencia de revistas de la Warren como Eerie. Cada vez que nos reunimos, hay un momento inevitable en que nos miramos sentados a una mesa y negamos con la cabeza porque no nos lo podemos creer. Cuesta entender que convirtiéramos una pasión extraña en una laaaarga vida de aventura y satisfacción.

Ahora que vais a disfrutar de las primeras entregas de Eerie, pensad en la referencia a la cultura pop que suponen estas páginas. Si estás leyendo este volumen, es porque te gustan más o menos los cómics y las novelas gráficas. ¡Y si no, te gustarán pronto! Hoy en día, cuesta imaginar una época en que los editores complacían a sus lectores en vez de ponérselos en contra; una época en que los dibujantes hacían un gran trabajo por poco dinero, con unas fechas de entrega asfixiantes y sin esperar mucho reconocimiento; una época en que los padres destrozaban estos tesoros porque creían que “pudrían la mente” en vez de enriquecerla. Frente a todo esto, Eerie desafió las convenciones e influyó en el mundo del cómic, y me parece que James Warren lo consiguió con mera fuerza de voluntad y con mucho olfato. Ya no hay vuelta atrás. El hecho es que, como en mi caso, mi colega tenía entre manos un material muy bueno que le entusiasmaba tanto que no podía quedárselo para él solo. Tenía que compartirlo con nosotros.

¡Qué suerte tenemos!


Forrest J. Ackerman
Desde Horrorwood, Karloffornia

http://www.planetadeagostinicomics.com/vistas/detalle_articulo.aspx?Id=1185