Cuánto tiempo sin actualizar, por Dios... y eso que el amigo faraon no ha dejado de recordarme que aún había muchos títulos posibles que comentar, que el hilo molaba o que él me facilitaba el material que me hiciera falta para seguir analizando rarezas... Pues bien, es precisamente por su insistencia (llamémosle apoyo

) y por el cariño que creo que le tiene a este juego, que el elegido para hoy no es otro que...
(redoble de tambores...)
NO LICENCIADO de la semana - Beggar PrinceNo era escasa la expectación creada por
Super Fighter Team cuando anunciaron en 2005 la salida del primer nuevo juego de Mega Drive en años. Aparecido originalmente en 1996 en Taiwan, cómo no, de la mano de
C&E (creadores de
Magic Bubble, entre otros),
Beggar Prince cayó en manos de Super Fighter Team para ser traducido del mandarín y reprogramado para corregir algunos
bugs, con el permiso y colaboración de sus autores originales. Numerosas webs y revistas especializadas se hicieron eco del acontecimiento, y el juego fue distribuido de entrada a más de 25 países. Hardcore Gamer, Edge Games, Retro Gamer, IGN.com o Sega-16.com se ocuparon satisfactoriamente de ello.

Beggar Prince es un entretenido y colorido RPG que Super Fighter Team consigue hacer accesible al público más allá de los chinoparlantes, distribuyéndolo en un cartucho compatible con todos los modelos de Mega Drive (con algunas salvedades muy concretas que comentaremos más adelante), de 32 Mb de memoria y con pila para guardar partidas incluida. Además, apostando por la longevidad del producto, dicha pila es fácilmente sustituible sin soldaduras ni otros arreglos.
La historia del juego parece inspirada en el clásico de Mark Twain 'El Príncipe y el Mendigo', aunque cambiando los nombres de los protagonistas por razones obvias. Tenemos a un príncipe aburrido de la rutina de palacio, loco por un cambio en su vida, que un día decide escapar y ver cómo es su reino fuera de esos muros. Tras encontrarse con un chico pobre que se le parece, deciden intercambiar papeles durante el día. Pero el malvado Ministro Gato está al tanto de este cambio, y le impide la vuelta al palacio. Es sólo el primer paso en un plan de conquista del reino que incluye convertir a todos sus habitantes en gatos. Ahora el príncipe Steven tendrá que arreglar las cosas por su cuenta, únicamente con su inteligencia... y algo de magia.

De hecho, por su cuenta es como va a tener que hacerlo, porque la historia se desarrolla en torno a él de forma casi exclusiva (un poco como en Zelda, sí). A diferencia de docenas de títulos similares, no hay un elenco interminable de personajes con los que familiarizarse, sino un solo héroe desamparado cuyo inventario también será muy simple: no contaremos con variedad de armaduras y equipo para elegir según apetezca, sino que el protagonista sustituirá su vieja armadura por la nueva que acaba de encontrar, en una suerte de ascenso de nivel que permite que la mecánica del juego sea sencilla, dinámica y eficaz. Aunque la falta de más personajes y armas pueda parecer un punto flaco del juego a ciertos aficionados al género, lo cierto es que ambos factores funcionan sorprendentemente bien, resultaban refrescantes en su momento y, a decir verdad, lo resultan aún a día de hoy, casi 15 años después. No hay que perder tiempo ante un combate o puzzle buscando la pieza de equipo apropiada porque ese no es el objetivo de nuestra búsqueda, sino abrirnos paso usando nuestra habilidad.
Y es que una de las bazas de Beggar Prince es precisamente su interesante sistema de combate por turnos, años antes de otros RPG más modernos como Grandia. Tanto el protagonista como los enemigos realizan sus ataques mediante el uso de su barra de resistencia (
stamina), que en nuestro caso sólo pertenece a un individuo, mientras que los enemigos pueden ser uno o varios, pero siempre compartiendo una misma barra de resistencia. ¿Qué implica todo esto? Pues que podemos utilizar magia siempre que planeemos bien nuestro ataque, dado que ésta nos consume media barra de resistencia y, por otro lado, que debemos asegurarnos de acabar con un grupo de enemigos en el menor número de turnos posible, porque aunque sólo quede uno vivo podrá seguir atacando con la misma potencia al contar con toda la barra de resistencia para él.

Sin embargo, frente a la escasez de equipo de batalla, la magia disponible sí es variada y requiere escogerla con cuidado según el enemigo al que nos vayamos a enfrentar. Fuego, viento, agua, tierra, luz/oscuridad, vudú, espíritu y curación son los "elementos" en los que se basa nuestra magia. Entre lo diferentes que son tanto las posibles magias como los enemigos que nos encontraremos y el hecho de que nuestra barra de resistencia se ve mermada cuando lanzamos hechizos, los combates gozan de una dimensión estratégica nada desdeñable.
Gráficamente, Beggar Prince cumple con nota. Cierto es que no hay unos efectos gráficos espectaculares, pero la variedad y colorido de los enemigos, lo detallado de los escenarios y, en general, el diseño tan cuidado de todo el juego le confieren un aire muy, muy profesional, y lo ponen a la altura de muchos títulos oficiales. El uso de la paleta es acertadísimo, y encontraremos algunos enemigos de tamaño considerable y que, pese a eso, se mueven con la misma fluidez que el resto de elementos. En resumen, prácticamente todo resulta vistoso y correcto.

Tal vez el buen nivel gráfico y jugable de este RPG taiwanés es lo que hace que esperemos más de la banda sonora de lo que al final nos encontramos. Salvo los temas musicales de un par de ciudades, lamentaremos que en el apartado sonoro no podamos disfrutar del mismo nivel de calidad u originalidad que en el gráfico, a pesar de que en ningún momento la música ni los efectos resulten molestos, ni hay ninguna pega que podamos ponerles, simplemente no son destacables.
De hecho, tal vez la única queja en la que coinciden las distintas críticas es en la abundancia de combates. Obviamente, todo RPG los tiene y no todos son necesarios, y el jugador lo sabe, pero si son demasiados pueden llegar a cansar. Sin embargo, ayudan a prolongar el juego, y prácticamente nos obligarán a irrumpir en las casas de algún que otro aldeano para recuperarnos de nuestras heridas. También encontraremos fuentes que nos restaurarán la vida o la magia, aunque nunca ambas a la vez. Sin embargo, cada vez que subamos de nivel nos recuperaremos automáticamente, lo que añade el aliciente principal para que luchemos por ese ascenso.

Otro de los factores destacables de este Beggar Prince es la traducción tan meticulosamente cuidada de la que disfrutaremos, con referencias a la cultura popular incluyendo una cita de Han Solo. No en vano, Super Fighter Team repetiría la hazaña un par de años más tarde con otro título taiwanés de similares características y que había quedado casi inédito para los que no conocemos el mandarín: el divertido
Legend of Wukong, para cuya traducción se valieron de más recursos cómicos, colaborando a enriquecer un juego que sus autores originales (
Gamtec, creadores de
Magic Girl) ya se habían preocupado de hacer interesante.

La variedad de hechizos, enemigos y mazmorras, unido a la mecánica general del juego y su agradable aspecto gráfico convierten este juego en lo que Super Fighter Team prometía: un RPG de corte clásico muy entrenido. Pasado el
hype originado por la larga espera de un nuevo juego en nuestras MD, nos encontramos con una experiencia de juego muy satisfactoria, una historia lo suficientemente sencilla como para gustar a todos los públicos pero sin llegar nunca a lo monótono, con una jugabilidad y duración notables. Además, la presentación del juego es excelente, con su diseño original y manual de instrucciones en color. Sólo un apunte: debido a lo intrincado de su código, ni el original taiwanés ni las dos primeras tiradas de la versión traducida funcionarán correctamente en una CDX ni en una Pioneer Laseractive. Afortunadamente, Super Fighter Team corrigió esta circunstancia (junto con la mediocre ilustración de portada) para la tercera tirada de Beggar Prince. Bravo por ellos. Gracias a su trabajo, añadimos al catálogo de Mega Drive un título de lo más recomendable.