Historias del asfalto - Opciones

HISTORIAS DEL ASFALTO

OPCIONES

Era tarde. Bueno, era tarde porque tenía que haber vuelto antes a casa, pero un problema en el trabajo le retuvo un poco más de lo normal. Debían ser las ocho de la noche y a esa hora en invierno es prácticamente noche cerrada en una gran ciudad.

La circulación por la autopista era fluida, como la velocidad, nada de esos ciento veinte kilómetros por hora de máxima, no, la velocidad media debía ser de unos ciento cincuenta, pero era cómoda de llevar, ni siquiera la luz de los faros de los coches del otro sentido molestaban al conducir, la mediana era bastante alta.

Angel iba en el carril central de los tres existentes, escuchando la radio e integrado en el flujo de coches, pensaba en el duro día que había dejado atrás, sabía que al día siguiente a primera hora tendría que volver a lidiar con sus problemas laborales. Faltaban un par de kilómetros para tomar su salida de la autopista y por fín llegar al hogar. Con esta idea y la sonrisa se situó en su carril de la derecha, esperando su salida, frenando un poco la marcha, iría más tranquilo ahora.

Inesperadamente, vió como un coche se le avalanzaba desde su derecha desde una incorporacion, iba a embestirle, Angel lo esquivó de un volantazo. Y lo logró, cambió una tragedia por un susto, su coche se tambaleaba como una barcaza en tempestad, agarró el volante con fuerza y consiguió enderezar la marcha, hacerse con el control… temblaba como un flan, tomó consciencia de lo que había pasado y buscó al otro coche… le estaba adelantando por su carril de la izquierda a toda velocidad, Angel le gritó su inconsciencia, le tocó el claxon y señaló su sien preguntándole si estaba loco. El otro conductor, también le gritaba, molesto y agresivo, Angel no entendía nada, intentó tranquilizarse y fijarse en su carril, intentando templar los nervios que le hacían temblar el pié del acelerador, sólo quedaban quinientos metros para por fín, salir de la autopista. A su casa.

Le dañó los ojos unas luces en su retrovisor a pocos metros de su maletero, casi tocándose, descubrió al coche del percance. Procuró rehacerse y preocuparse del tráfico, cien metros para su salida. Miraba por el retrovisor, podía distinguir entre las luces al conductor, gritándole, leyendo insultos en sus gestos. Tomó su salida, los coches estaban parados, esperando el semáforo. Hizo lo mismo. Paró, buscó música clásica en su radio para relajarse, no acertaba a tocar el botón, aún seguía temblando, intentando buscar raciocinio en lo que le acababa de pasar. Un conductor loco, sentenció.

Algo le sobresaltó. Golpes en su ventanilla. Tras recomponerse del inesperado susto miró hacia su puerta, había un hombre exaltado pidiendo que le bajase la ventanilla. Algo le hizo mirar al retrovisor, el coche que tenía atrás, el loco, no estaba en él, estaba en su ventanilla. No sabía qué hacer. Diós. Intentaba mostrar aplomo y precaución, disimulando pulsó el cierre centralizado, sin quitarle los ojos de encima, había oído mil historias de agresiones de ese tipo. Volvía a temblar, tenía miedo. Bajó la ventanilla unos centímetros, asegurándose que no cabría un puñetazo, pero si poder hablar. El otro conductor se inclinó sobre el hueco dejado y se apoyó con una mano por encima de la puerta, en actitud agresiva.

- ¡¡¡Qué pasa imbecil me has insultado!!!, ¡¡te he visto insultarme, tu no sabes lo que has hecho!! –Le gritó el loco. Tendría como unos veinticinco años, aspecto barriobajero, manos sucias y gruesas, se fijó en su mano derecha cuando la vio cruzando su pecho y llevarla al interior de su chaqueta, hacia el costado izquierdo, mientras le taladraba su mirada amenazante.
- ¡¡¿No te has dado cuenta que has estado a punto de matarnos, es que no me has visto?!! – Le increpó Angel, intentando evitar pensar en qué podía tener bajo su chaqueta.
- ¡¡¡Te voy a matar eres un maricón!!!
- ¡¿Qué?, pero si casi me matas antes, ¿estás loco?!- ¿Debió llamarle loco?, tal vez hubiera sido una estupidez. Había sido un error, ojalá no le haya oído.
- ¡¡Bájate hijo puta!!

El semáforo se puso en verde, los coches de delante empezaban a avanzar. Angel sabía que ese pirado podría quitarle la vida si se bajaba, seguro que él no tenía que perder, posiblemente sería un matón barriobajero acostumbrado a la violencia. Pero él estaba lo suficientemente alterado para defenderse y quitarle la vida, si era preciso. Los pensamientos, las opciones, las causas y las consecuencias de cada acción se le atropellaban en el cerebro. Si tiene una pistola podría matarle y dejarle tirado en la carretera, dándose a la fuga. Si salía y se peleaban no sería condescendiente, Angel le dejaría medio muerto. ¿Y si es Angel quien le mata?, ¿se quedaría, huiría, le pillaría la policía?… desde luego, arruinaría su vida. ¿Qué hacer?. ¿Bajar y desatar su ira sobre el de la ventanilla?, en su estado de nervios, sabe que sería capaz de matarlo. Angel tiene más que perder.

El coche que precedía a Angel inició su marcha, Angel le siguió con su vista como si hubiera sido su vida alejarse de él. Había tomado una decisión.

- Venga, hombre, tranquilo –Le dijo al loco por la rendija de su ventanilla- déjalo, que estamos estorbando, ten cuidado la próxima vez cuando te incorpores porque puedes provocar un accidente. -Vió asombro en los ojos del chiflado, desde luego que no esperaba una respuesta así. Seguro que esperaba una reacción violenta.

Angel se dio cuenta de la estupefacción del pirado y aprovechó cada segundo de desconcierto, era su oportunidad de pasar la página.
- ¿Vale?, venga vámonos, -no esperó ni un segundo más-, ¿vale?. Angel hizo gesto de reiniciar la marcha, metió primera y vió como su interlocutor quitaba su mano sobre el coche. Estaba aún aturdido por la actitud conciliadora. Pobre desgraciado, seguro que sobrevive haciéndose el matón para seguir adelante en su entorno. Sacó su mano del interior de la chaqueta. Iba a decir algo, pero Angel interrumpió sus pensamientos y le volvio a preguntar - ¿Vale?.
- Vale, pero…
- Venga, de acuerdo, lo dejamos…. Hasta luego. –Dijo Angel y arrancó definitivamente su coche, y con tranquilidad, tomó el semáforo y recorrió los pocos metros hasta su casa, sin quitar la vista de su retrovisor, viendo cómo el otro se metía despacio en su coche.

Sabía que estuvo cerca de una desgracia. Se sintió orgulloso, se vio maduro y responsable. Había obrado como sentido común. Abrió la puerta de casa, y se abrazó a su familia, un abrazo fuerte y sentido que tal vez no hubiera podido dar más.
mamón....

me has tenio en tensión to el relato... ¬_¬

¿puedo ponerle un 11 sobre 10? ;)

Un saludo
Entre esto y bartolo... la proxima vez no vuelvo a coger la M-30.
¿Pero por dónde te mueves tú? [qmparto] [qmparto] [qmparto]

La cabeza triunfó.

Saludos.
4 respuestas