Halos de Luz (2)

“Erase una vez un niño sin sueños, erase una vez una boca sin besos. Erase una vez mi alma”.

Carlos estaba sentado delante del ordenador. Intentando arrancarse de su cabeza alguna idea para teclearla. Carlos era escritor, además de haber intentado hacer algo en cine y teatro, Carlos intentaba siempre escribir “la novela”. O morir en el intento.

Carlos a veces tenía ganas de morir, de suicidarse, y lo pensaba casi continuamente. Había pensado ya varios métodos. Estaba el método mas rudimentario, coger una pistola y pegarse un tiro en la boca, dejando salir mas que nunca sus ideas... (impregnando el papel de las paredes con ellas), también había pensado colgarse de algún árbol del parque, o simplemente de esperar en una carretera oscura que algún coche vaya demasiado rápido como para desviar su ruta antes de impactar con el torso sin ilusión de Carlos. Pero el método que mas le llamaba la atención era el vuelo del ángel.

Quería vivir los últimos momentos de su vida sintiéndose algo importante, sintiéndose un ser supremo por unos segundos, aunque su muerte fuera la mas miserable de la historia. Carlos lo había pensado todo: "Ire al hotel mas caro y alto de la ciudad, cogeré el ático (lo reservaré semanas antes). Saldré por el balcón, justo al amanecer, dejare correr como sangre la luz por el cuarto, mientras que yo me lanzo a convertirme en mi propio destino. Sentir que uno ya no es su pasado, que ya no soy “Carlos, aquel chaval fracasado”. Sentir que simplemente soy Carlos, sin aditivos. "

...

Cuando Carlos se dio cuenta, el sol estaba ya apretando en lo mas alto de la ciudad, los coches ya se aglomeraban bajo su casa. Tenía hambre, mucha hambre, pero no le apetecía cocinar. Le apetecía comer algo por ahí, ver a alguno de estos y luego volver a casa. Quizás por la noche quedase con álguien.
La parte del suicidio es cojonuda, unas palabras muy adecuadas y unas frases brillantes.

Saluditos.
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