Encuentros (recopilatorio por favor no escribir)

Encuentros


Todo empezó cuando eso dos cuerpos se rozaron. No se sabe por qué, pero hay personas que con el simple hecho de tocarse pueden verse unidas para siempre.

Era Lunes y como todo los Lunes Pilar cogía el metro para ir a trabajar. Ese día estaba especialmente acelerada, se había quedado dormida y ya llegaba tarde.
Bajo lo más rápido que pudo las escaleras para no perder el metro y al girar para montarse chocó con un chico. El golpe fué muy fuerte y todas sus cosas salieron volando, quedando esparcidas por el suelo. El chico se agachó dulcemente y la cogió la mano, Pilar subió la cabeza y sin poder creer lo que había sentido cogió sus cosas y salió corriendo.


Pilar es una mujer muy atractiva, tiene veintinueve años y trabaja en un jardín de infancia, siempre quiso tener niños, pero Jacinto, su pareja, dice que todavía no se ve preparado y que no tiene tiempo para esas cosas. Así que la única salida que le ha quedado es trabajar con niños para poder tener contacto con ellos.
Llevan once años juntos, nueve casados. Pilar tenía quince años cuando le conoció, es hijo de un compañero de su padre, él ya contaba diecinueve.
Hasta que ella no cumplió dieciocho no se hizo oficial, todos sabían que iban a formar una pareja, todos menos Pilar.
Las dos familias forzaron está unión de dos almas que no se conocían.
Así encontró Pilar su pareja, su compañero para toda la vida. Sin buscarlo, ni quererlo se vió atada a un ser que apenas conocía. Con el tiempo aprendió a quererle, a respetarle.
Pilar es la menor de cinco hermanos y la única niña. Siempre estuvo superprotegida, nunca salía sola y no iba a bares, ni discotecas. Un ser introvertido, con una dulzura e inocencia que eran su mejor carta de presentación.


Era Lunes, como ya he dicho, y los Lunes tocaba entregarse a su compañero. Jacinto es un ser tan meticuloso que había estipulado qué días debían tener relaciones sexuales.
Todo estaba medido: Los Lunes cuando llegase de trabajar Pilar le estaría esperando con una suculenta cena, beberían un poco de vino y harían el amor. Los Martes jugarían a algún juego de mesa y después de ver alguna película se irían a dormir. Los Miércoles Jacinto se iba con sus compañeros de trabajo, Pilar no debía esperarle despierta. Los Jueves hacían la compra semanal. Los viernes visitaban a los padres de Pilar y los Sábados a los de Jacinto. El Domingo dejaban volar su imaginación, a veces iban al cine, otras paseaban.


Pilar regresaba a casa, cansada, triste y sin ánimo de hacer el amor. Siempre volvía andando, tardaba muchísimo más, pero le gustaba pasear por los parques. Miraba a las madres con sus hijos y se preguntaba que debían sentir al saber que eran fruto de su amor, que habían formado parte de su cuerpo.
Cuando llego a su casa se dejo caer al sillón, no sabía que hacer de cena y no le apetecía tirarse horas en la cocina, Jacinto llegaba a las ocho y le gustaba cenar media hora después de llegar.
Pilar abrió el frigorífico buscando algo que pudiese cocinar, al final decidió hacer una sencilla crema de calabacín y un salmón a la plancha.
La cena fue bastante tranquila. Cuando terminaron , Pilar recogió todo mientras Jacinto se preparaba para el encuentro.
Pilar fue andando lentamente hacia al dormitorio, sus pies se arrastraban por el suelo haciendo esfuerzos increíbles para movilizar su cuerpo, aceptando su desdtino. Abrió la puerta y vió a Jacinto desnudo esperándola en la cama. Se quitó la ropa y la dejó caer en el suelo para luego tumbarse en la cama con las piernas abiertas.
Todo era muy mecánico, Jacinto siempre se iba primero al dormitorio, se desnudaba y ojeaba unas revistas porno, luego aparecía Pilar, se tumbaba a su lado desnuda y dejaba que él la tocase esperando a que la penetrase para acabar cuanto antes con eso a lo que Jacinto llamaba hacer el amor. Cuando terminaban Jacinto se fumaba un largo cigarro y se dormía, Pilar, en cambio, siempre se duchaba, muchas veces lloraba, pero éso Jacinto nunca lo supo.

Pasaron los días y llegó el miércoles, día en el que Jacinto no estaría y Pilar podría encontrarse con ella misma. Ilusionada pasó por el videoclub al volver del trabajo, en el camino se encontró al chico con el que chocó hace unos días. Se puso muy nerviosa, no sabía por qué pero ese chico hacía que le temblaran las piernas. Cuando pasó a su lado, el chico la cogió del brazo y sonriéndola dijo - Una mujer tan bella como tú, no debería tener una mirada tan triste, debería perderse en los brazos de la pasión -, Pilar se quedo inmóvil, no podía creer lo que había oido , cómo un ser que no la conocía había desnudado su alma. Cuando pudo reaccionar el chico ya se había ido, pero no sin antes dejarla una nota en el bolsillo del abrigo:

Conoce tu cuerpo, aprende a amarlo. Si quieres que te ame tienes que hacerlo tú primero.


Pilar no sabía como interpretar esa nota, quizás fuese un loco o un violador, corrió lo más rápido que pudo para llegar a casa.
Lo sucedido en el parque no debía estropear su día, así que puso la película y se preparó unos aperitivos. Pero no podía dejar de pensar en la nota, se levanto del sillón y fue al dormitorio, se puso frente al espejo que había allí y empezó a buscar la belleza que el chico había visto en ella, se desabrocho la blusa mientras acariciaba sus senos, fue desnudándose poco a poco, nunca se había desnudado frente al espejo, nunca había visto sus senos tan bonitos, ni había sentido su piel tan suave. Poco a poco fué descubriendo cada paraje de su cuerpo. Primero descubrió sus senos, los acarició, se sentía cada vez más excitada, notaba que su cuerpo se estremecía con cada caricia dejando paso a un mundo de sensaciones que desconocía y que siempre había ansiado. Continuo su recorrido bajando por su vientre hasta llegar a su sexo humedo, lo acaricio, lo amo como nunca había amado a nadie. Su viaje termino con un escalofrío que dió paso a un placer que sabia que reclamaría una y otra vez.. Se dejó caer en la cama y cogió un cigarrillo de Jacinto. Esa noche durmió con una dulce sonrisa, las pesadillas dejaron paso al misterioso chico.

Paso toda la semana deseando ver al chico misterioso, le veía en todas parte, pero siempre acababan siendo otros, quizá más altos o quizá más bajos

Llego el Lunes y Pilar debía complacer a su marido, ya no era la misma y sabía que no podría hacer como si no hubiese pasado nada, tenía que inventarse algo. Decidió meterse en la cama antes de que él llegara simulando que estaba mala. Cuando Jacinto entró en casa en busca de su cena y vio que no había nada, que su mujer no estaba esperándole, corrió hacía el dormitorio y al ver que Pilar estaba allí convaleciente se tranquilizó, dijo que cenaría fuera y que se abrigase bien , que él volvería más tarde.
Pilar había podido evitar aquel martirio, sabía que la próxima vez ya no podría huir.

Pasaban los días y no tenía noticias de su chico, llegó a pensar que él nunca existió, que sólo era fruto de su imaginación, que ella misma había escrito la nota.
Cuando por fin llego el miércoles, él la estaba esperando, no hicieron falta palabras, se cogieron de la mano y caminaron hasta llegar a casa del muchacho. Antes de entrar en la casa, Pilar le preguntó su nombre, se llamaba Pablo.
La casa era minúscula, la cocina, salón y comedor eran uno, al final de la sala una sábana escondía un colchón que estaba en el suelo.
Pablo la guió hasta el colchón, cogió una cinta y la tapo los ojos. Pilar estaba asustada, no le conocía de nada, pero había algo que la obligaba a continuar con el juego.
Pablo se desnudó, cogió las manos de su amante y las puso sobre su pecho, Pilar recorrió todo su cuerpo con sus manos, luego con su lengua. Descubría su cuerpo con cada caricia, con cada beso. El cuerpo de su amado se le presentaba insinuante, la pedía que lo hiciese suyo con cada beso, con cada caricia. Cuando no quedaba un trozo de su piel que Pilar no hubiese amado, Pablo la desnudó, Primero la quitó la blusa, mientras besaba su cuello. Poco a poco la fue despojando de su caparazón para encontrar un cuerpo casi angélical. Sus pezones adornaban unos pechos redondos, suaves, que olían a chocolate. Su vientre plano le indicaba el camino que le llevaría a su perdición. Pablo se perdió entre sus piernas, lamía su sexo mientras Pilar se retorcía, dejaba que su cuerpo captase todo lo que ese hombre le entregaba. Cuando por fin sus cuerpos se unieron para formar uno, pilar desfalleció bajo los brazos de su amado para resucitar como una persona nueva.
Encuentros (2ª parte)


Tras ese largo despertar, Pilar levantó la cabeza para encontrar a su amante desnudo. Pablo, joven y bello, se había convertido en un ser dulce, no parecía que ese ser fuera el mismo que horas antes la había poseído haciéndola suya para siempre.
Era muy tarde, Pilar debía regresar a casa antes de que Jacinto llegase. Se vistió lo más rápido que pudo, no quiso despertar a su compañero así que antes de irse le dejó una nota:

Ha sido maravilloso, pero no creo que debamos volver a vernos, soy una mujer casada y tú tienes toda la vida por delante como para malgastarla conmigo.
Siempre seré tuya, aunque no estés a mi lado, te pertenezco .


Pilar se sentía muy triste, se veía en la obligación de cortar con esa relación, pero le amaba tanto que no podía soportar la idea de no volver a verle.
Anduvo como si le fuera la vida en ello para llegar antes que su marido a casa, por suerte ella llegó antes, se metió en la cama, pero esa noche no durmió, las imágenes de su encuentro se repetían una y otra vez en su cabeza.

Cuando quiso darse cuenta ya tenía que levantarse para ir a trabajar, fue un día muy duro, su mente no dejaba lugar para los niños, para sus conversaciones con los compañeros, Pablo había ocupado todo su espacio sin dejar un pequeño rincón donde Pilar pudiera refugiarse.
De vuelta a casa Pilar se encontró con Pablo, su corazón latía muy fuerte, no sabía si la esperaba a ella o si era pura casualidad, pero eso la daba igual porque la menos le vería.
Pablo sacó la nota que Pilar le había dejado y la tiró al suelo, cogió a Pilar de la mano y se la llevo a casa, Pilar no paraba de repetir que era una equivocación, que no debían volver allí y que su marido llegaba hoy más pronto a casa, que no podía..., pero sus piernas seguían su paso, no se detenían. Al entrar en el portal Pablo se abalanzó sobre ella, empezó a besarla, a tocarla, parecía como si esos dos cuerpos no pudieran estar juntos sin entregarse el uno al otro. Cuando por fin consiguieron llegar a la casa, Pilar descubrió que el encuentro no había sido casual, Pablo lo había preparado todo, quería fotografiarla desnuda. Pilar se sentó tímidamente en la cama y se subió un poco la falda, no sin antes despojarse de sus braguitas, abrió un poco las piernas y sonrío a su amado, se sentía muy excitada, la gustaba sentir como la deseaba, insinuante mostró su sexo, Pablo ya no atendía su cámara, la magia de su amante le había atrapado.
Pilar, cada vez más excitada, se acariciaba bajo la mirada atenta de su amante, sus dedos jugueteaban con su sexo, sus pechos llamaban al pecado, su cuerpo se había convertido en un volcán a punto de estallar. Pablo se abalanzó sobre ella y arrodillándose saboreó lo que ella le ofrecía, Pilar no podía dejar de gemir, sus manos apretaban la cama como si está pudiera escaparse, cuando pensaba que todo había acabado Pablo la cogió entre sus brazos y la llevó a la mesa del comedor, allí la hizo suya.


Sus encuentros se hicieron cada vez más frecuentes, más intensos, no hacían falta palabras, sus cuerpos se comunicaban por ellos, además Pilar había podido evitar los encuentros con Jacinto, aunque sabía que tarde o temprano tendría que entregarse a su marido.

Ese día llegó y Pilar tuvo que hacer que no sabía lo que era la pasión, tuvo que volver a hacer el papel que había interpretado durante años, se abrió de piernas y dejo que la penetrase.
Después de eso no se veía con fuerzas de seguir con la farsa, mañana faltaría al trabajo y en cambio iría ver a Pablo para buscar una solución. Se levantó decidida, abandonaría a Jacinto, pero no sin antes hablar con su amante. Se puso su faldita vaquera y la blusa blanca, no llevaría ropa interior, no si iba a ver Pablo.
Cuando llego a su casa optó por no llamar, Pablo le había dado una llave para que fuese siempre que lo quisiera, entró intentando hacer el menor ruido posible, quería sorprenderle mientras dormía. Se quitó los zapatos y se metió en su cama, quería recorrer todo su cuerpo con su lengua, empezó por los tobillos, cuando llegó a sus ingles Pablo ya se había despertado, introdujo el sexo de su amado en su boca, se detuvo allí, lo amó, lo deseó, lo hizo suyo, Pablo se sentía indefenso, Pilar siguió recorriendo su cuerpo para encontrarse con sus labios deseosos, esta vez ella sería la que mandase, Pablo seguiría su juego si quería perderse en su mundo. Pilar se sentó encima de Pablo, sentía como la mirada de su amor se clavaba en sus pechos, mientras ella, frágil y ligera, montaba a su príncipe. El cuerpo de Pilar se veía más bello que de costumbre, sus pechos se movían al compás de una música que sólo ellos podían oír, sus caderas marcaban el ritmo y sus ojos indicaban el camino que Pablo debía seguir.
Pilar había aprendido a ser la dueña de su sexualidad, sabía lo que su cuerpo reclamaba, había aprendido a escucharle y ha satisfacerle.
Cuando todo culminó Pablo estaba extasiado, normalmente era él quien guiaba su pasión. Miraba a su amante y comprobaba que su cuerpo cada vez era más perfecto, su piel más suave y su olor más dulce, le encantaba el olor que desprendía su piel.
Por un momento sintió miedo, esa mujer le estaba atrapando, para él todo era un juego pero quizás quien perdiese fuese él. Sintió la necesidad de estrecharla entre sus brazos, pero no lo hizo, seguramente se arrepentiría de eso toda su vida, pero no sabía querer.
Pilar no sabía como decirle que tenía que abandonar a su marido, que quería estar siempre a su lado, ella tampoco habló, tenía demasiado miedo de perderle, no sabía si él sentía lo mismo que ella o si sólo era un juego.
Ese día se quedaron muchas cosas por decir, muchas cosas por hacer, estos dos seres podían comunicarse con sus cuerpos, pero no con palabras, nunca lo habían hecho, no sabían. Cuerpo y mente se separaban cada vez que estaban juntos para que sus cuerpos formarán ahora un único ser, pero sus mentes, sus mentes no se sabe dónde iban.
Encuentros 3

Pilar volvió a casa y Pablo se quedó solo, pensando que podía hacer para no verse atrapado por esa mujer.
Pablo era un chico muy atractivo, tenía sólo veintitrés años pero una larga trayectoria sentimental, sabía que las mujeres deseaban estar con él, conocía muy bien su encanto y lo explotaba una y otra vez sin pensar en lo que podían sentir esas mujeres a las que entregaba su amor por unas horas. Pero esta vez algo parecía distinto, quizás Pilar era distinta a las otras mujeres o simplemente él estaba cambiando, lo que estaba claro era que no podía permitirse el lujo de enamorarse de alguien y menos de una mujer casada.
Pablo, seguramente debido a una infancia difícil, había anulado su capacidad para amar, evitando así hacerse daño.
Esa mañana fue muy dura para nuestro protagonista, su corazón luchaba ferozmente con el hombre en que se había convertido, finalmente ganó el ser insensible que pretendía ser. Pilar, por su parte, llegó a casa un poco decepcionado por no haberse enfrentado a sus sentimientos, la verdad es que no sabía hacerlo, nunca había expresado lo que sentía, ni siquiera a su marido porque en realidad nunca supo lo que sentía.
Cada uno ideó un plan para poder llevar acabo sus deseos, Pablo quería dejar claro que él no la quería, que era sólo un juego, en realidad se lo quería demostrar así mismo, Pilar, en cambio, quería aclarar lo que sentían cada uno de ellos e intentar llegar a una solución. Quedaron en verse el miércoles ya que ese día podían disfrutar de más tiempo juntos, pero ese día Pablo no iría a recogerla a la salida del trabajo como solía hacer, sino que ella debía ir su casa, la puerta estaría abierta y dentro le esperaría una sorpresa que Pablo había preparado para ella. A Pilar el plan le parecía bastante interesante, ¿qué le esperaría tras la puerta?, quizás una cena a la luz de las velas o un amante desnudo esperando su cuerpo.

Llego el día esperado y Pilar impaciente por descubrir lo que su amante había preparado para ella salió lo más rápido que pudo del trabajo pero no sin antes pasar a comprar un conjunto de lencería para sorprender a su amado.
Cuando llegó a la casa la puerta estaba entreabierta, como dijo Pablo, la abrió muy despacio, estaba muy ilusionada, nadie la había preparado una sorpresa, ni se había tomado tantas molestias por ella.
Ajena a lo que allí iba a suceder, traspasó la puerta para descubrir que una mujer estaba ocupando el lugar que ella pensaba que le pertenecía, la mujer no debía tener más de veintidós años. Pilar no sabía que hacer, se quedó inmóvil frente a la cama esperando alguna respuesta por parte de Pablo, cuando éste se digno a mirarla fue para indicarla que se desnudara, Pilar estaba confundida, por su mente pasaban todas las posibles soluciones ante esa llamada, podía salir corriendo de allí, pero se arriesgaba a no volver a verle, o bien, podía acceder a sus deseos y así asegurarse poder volver a verle.
Al final optó por desnudarse y hacer lo que él le pidiese. El cuerpo escultural, joven, de la inquilina hacía que ella se viera vieja, imperfecta ante los ojos de su amado.
Pablo se levantó de la cama para dejar su lugar a Pilar, cogió una silla y se sentó enfrente, sus gestos indicaban a Pilar que quería verla jugando con esa mujer, en ese momento Pilar comprendió que para él todo era un juego, que ella era la única que podía elegir, de hecho ya lo había hecho desde la primera vez que se acostó con él.
A la principio Pilar estaba muy tensa, esquivaba las caricias de su compañera, los besos, se sentía muy incomoda, ella no era de esa clase de mujeres, se decía una y otra vez.
Tras esquivar una y otra vez los regalos que aquella mujer pretendía hacerla, comprendió que eso era lo que Pablo quería, pretendía que ella se mostrase asustada, que no accediese a jugar y se marchase, pero eso no lo iba a permitir, estaba dispuesta a entregarse a esa mujer como no lo había hecho con él y demostrarle así que estaba dispuesta a todo.
Pilar se levantó de la cama y se acerco a Pablo, le cogió de las manos y las ató tras la silla. Se sentó en sus rodillas y acercándose a su oreja le dijo: -¿quieres jugar?, pues jugaremos, a ver hasta dónde estas dispuesto a llegar- Ahora era Pablo el que se encontraba desorientado, todo en ella había cambiado, su forma de hablar, de moverse, su inocencia había desaparecido, sus ojos ya no eran los de una dulce niña.
Pilar siguió con su juego, hizo suya a esa intrusa que le había arrebatado su sueño. Acarició su cuello con su boca, con su lengua, su piel aterciopelada la pedía que siguiese recorriendo su cuerpo y así lo hizo, se deslizó por su espalda suavemente, Pilar había dejado a un lado lo que en un principio la motivó a apoderarse de esa mujer, ahora se sentía tremendamente excitada, sabía lo que aquel cuerpo le pedía, lo sabía porque el suyo reclamaba lo mismo. Ambas escuchaban el cuerpo de la otra como ningún hombre podía hacerlo. Mientras tanto Pablo encontró en su cuerpo sentimientos contradictorios, por una parte se sentía tremendamente excitado ante semejante espectáculo, pero a la vez se sentía traicionado por Pilar.
Cuando Pilar acabo con esa mujer, se acercó a Pablo, se colocó tras él y empezó a acariciarle el pecho hasta llegar a su sexo, su boca acabó lo que sus manos habían empezado. Pablo no se podía mover, sus manos aún permanecían atadas, eso hacía que se sintiese indefenso, en cambio Pilar se sentía cada vez más fuerte, más segura de sí misma. Cuando acabó con su amante se vistió y salió de la casa sin pronunciar un simple hasta luego.


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Encuentros 4


Pilar se fué a casa, decidió ir dando un paseo, sentía que era el momento de poner en orden su vida. Todo lo que había sucedido esa noche la había cambiado, se encontraba confusa, no se sentía mal por haberse acostado con esa mujer, pero si sentía que debía buscar su lugar en la vida de Pablo, en su vida con Jacinto. Caminó durante horas buscando el camino que debía tomar, sabía que ese momento era crucial para su futuro y que tenía que meditar mucho lo que iba a hacer, al final decidió ir a casa y esperar a que Jacinto llegase de su salida de los miércoles, iba a plantarle cara a su marido, tenía que averiguar que hacía los miércoles, iba a contarle lo suyo con Pablo, estaba decidida a dejar de ser la muñeca con la que todos juegan.
Cuando llegó a casa Jacinto aún no había llegado, se dejó caer en el sillón, le esperaría despierta, ahora no podía echarse atrás. Pasaron horas hasta que Jacinto apareció, cuando éste cruzó la puerta y se encontró a Pilar en el sillón no se lo podía creer, intento actuar como si no pasase nada, la saludó tiernamente con un beso en la frente y dijo que estaba cansado que se iba a la cama, pero Pilar no le dejó ir, le cogió del brazo y le pidió que se sentase a su lado, Jacinto la obedeció, pasaron unos minutos en silencio hasta que al fin Pilar dijo: -Jacinto no estoy dispuesta a vivir nuestro matrimonio con los ojos cerrados, tengo derecho a saber qué has hecho durante todos estos años, a dónde vas los miércoles, y no me pienso mover de aquí hasta que encuentre lo que busco.- Jacinto no reaccionó como ella esperaba, se puso a llorar desconsolado, Pilar no se lo podía creer, le miraba sin saber que hacer o que decir. Jacinto se tranquilizó y con la cabeza gacha le dijo que estaba enamorado de otra mujer, que tenía un hijo con ella, que él nunca había pretendido hacerla daño. Pilar comprendió que él era otra víctima más, obligado a casarse con ella había tenido que renunciar al amor de una mujer de clase inferior. Pilar tomó a Jacinto entre sus brazos mientras le acariciaba el pelo, se sentía más unida a él que nunca. Decidió no decir nada de sus encuentros con Pablo, sabía que eso haría que Jacinto se sintiese peor, simplemente le abrazó.
Estuvieron toda la noche hablando de lo duro que había sido para ambos acostarse juntos, de lo duro que era mirar a los ojos al otro sabiendo que su amor no le pertenecía. Pilar le pidió que se fuese con la mujer que amaba, con su hijo, a fin de cuentas con su familia, no tenían porque decir nada a nadie, sus familias ya les habían hecho demasiado daño como para darles cualquier tipo de explicación. Eso sí, Pilar insistió en que pasase esa noche con ella, que la abrazase, y así lo hicieron, pasaron toda la noche abrazados, sin decir nada, simplemente se abrazaron.
Cuando Pilar se despertó Jacinto ya se había ido, tal y como acordaron, sólo había dejado una nota pidiéndola que rehiciese su vida.
Esa mañana Pilar sintió como se adueñaba de su vida. Abrió el armario y buscó una minifalda que no se ponía desde que era una adolescente, la combinó con una blusa escotada, incluso se maquilló, algo que no hacía desde hace años. Puso la música y bailó mientras se vestía, su cuerpo se movía insinuante, cuando se quiso dar cuenta ya era tarde, debía salir para ir a trabajar.
Bajo las escaleras de su casa y se encontró en el portal a Pablo, tenía un ramo de margaritas, Pilar lo cogió, le dio las gracias y se puso a caminar, Pablo la cortó el paso, -¿Por qué te marchaste ayer sin decir nada? - preguntó, Pilar no le contestó, su mirada ya lo hizo por ella. Al final quedaron en comer juntos, se verían en el restaurante que hay debajo del trabajo de Pilar.
Cuando Pilar llegó al restaurante Pablo ya estaba allí, se sentaron en una mesa apartada. Pilar no quería decirle nada de lo que había pasado con su marido, quería acabar con esa relación, aunque ahora no había nada que les impidiese estar juntos, ella no podía seguir el juego al que Pablo la sometía, no ahora que pretendía rehacer su vida.
Durante la comida prácticamente no hablaron. Llegó el momento de tomar el postre y Pilar pidió unas fresas, cogió una fresa y la introdujo en su boca, Pablo la miraba atento, nunca había visto a nadie comer de una manera tan excitante, Pilar sentía como Pablo se excitaba con cada mordisco que daba, se quito el zapato y colocó su pie en el sexo de Pablo. Pilar acariciaba con su boca las fresas mientras su pie se deslizaba por el sexo de su amante, sabía que había vuelto a caer en las manos de Pablo, pero no podía huir de la pasión que sentía cada vez que éste estaba a su lado. Cuando Pilar acabó con las fresas se levantó de la mesa y cogió a Pablo de la mano y lo guió hasta el baño de señoras. Una vez allí se desabrochó la blusa, tomó la mano de Pablo y la colocó en su pecho, dejó que este acariciará sus senos para más tarde subirse en el lavabo y obligar a su amante a que lamiera su sexo. Una señora intentó entrar, pero Pablo bloqueaba la puerta, eso a Pilar no la importó y empezó a gemir con cada beso que su amante la regalaba. Cuando Pablo esperaba que su amante le diera lo mismo que él la había dado, Pilar se abrochó la blusa, le dio un beso en la mejilla a Pablo y salió de allí ante la mirada expectante de todos los que allí se encontraban, pero antes de irse miró al camarero y le dijo: - el chico que iba conmigo pagará la cuenta-
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