Recopilatorio: "Destellos en el tiempo" (no escribid por favor ;))

Aquí os pongo todas los capítulos... ya sabéis, no escribáis, eso reservadlo para los hilos de cada capítulo... si no los encontráis, pinchad en el título de cada capítulo y os llevará deirectamente.

Gracias por leerme ;)




Ávila, año 1.451 de Nuestro Señor


Las calles estaban embarradas, estaba lloviendo y ya era el quinto día consecutivo que lo hacía; aunque para esta época del año era normal. Las carretas pasaban empapando a los numerosos transeuntes cuando metían sus enormes ruedas en los charcos. La multitud se estaba congregando en la plaza que hay al lado de la Iglesia de San Vicente, muy cerca de una de las plazas pricipales donde el día anterior había habido mercado. Iban a ver una ejecución por brujería.... tres hombres que habían llegado desde Toledo hacía apenas una semana, les capturaron haciendo brujería y sacrificios para el Maligno, según se dijo en el juicio, bastante parcial, que tuvieron en la pequeña sala de juzgar que se pudo habilitar en la Catedral (situada justo en la plaza del mercado). Iban los tres vestidos de negro, claro indicio de viudedad o brujería, o lo que quedaba de ellos, ya que, de camino a la pila de leña, la gente les rasgaba las túnicas, les arrojaba piedras o fruta pasada, o les escupía. Los padres llevaban a sus hijos a ver tal aterrador panorama, y no contentos con eso, les animaban a que también les lanzasen piedras y otros objetos... o que les insultase.


Allí estaba Tees, acompañado de su madre adoptiva. Se lo encontraron enfrente de su pequeña granja una mañana cuando no contaba aun con dos años, y solo había una nota en la que aparecía T.E.E.S., y que nadie supo descifrar, pero se quedó con ese nombre.
Tees no escupía, ni insultaba, ni siquiera se encontraba agusto entre tanta gente y viendo morir a tres hombres en este caso (hace un mes quemaron a dos chicas de unos 13 años... por brujería y por atraer a Satán). Tees debía tener unos 12 ó 13 años... como las niñas, y ayuda a sus padres en todo lo que podía, aunque él no estaba hecho para el campo, sus padres le decía en broma, cuando no podía con los sacos de fruta, que sería el hijo bastardo de un conde.

Tees miraba a los hombres con frialdad, como emitiendo él un juicio propio interno. En ese momento, uno de ellos, giró la cabeza y se encontró con la mirada del jóven, le sostuvo la mirada mientras los demás le tiraban piedras y gapos, en el caso del pequeño, le costó más, pero también dejó la mirada en aquellos ojos negros, profundos, que parecían mirar más allá del rostro, pero lo logró, y pudo emitir el juicio interno que tanto buscaba... "ni son inocentes ni culpables", pensó; y eso no le tranquilizaba, no era un pensamiento, era una certeza, esos hombres no había comentido ninguno de los delitos por los que van a la hoguera, pero tampoco son inocentes.... ese era el juicio completo del chico solo con un golpe de vista.

Mientras pensaba eso, ya habían llegado a la pila y el verdugo les estaba atando a los postes, ellos no oponían resistencia, parecía como si asumiesen todo lo que les iba a pasar. Todos los anteriores que Tees había podido ver (y eran muchos), había forcejeado hasta que les ataron, y chillaban y se convulsionaban; pero estos tres hombres no... no hicieron ni un gesto... nada, ni siquiera cuando el verdugo cogió la antorcha y prendió las cuatro puntas de la pila de madera... nada.

Pero cuando las llamas alcazaban ya a los hombres, sin haber aun escuchado ningún gemido, ni ningún rezo, ni ningún grito.... entonces una voz poderosa, grave y melodiosa se elevó más que las llamas. Todos dieron un paso atrás, estaban con el vello de punta, a pesar de no haber entendido ni una palabra. La voz provenía de la pila, y en ese momento hubo una explosión justo en ese lugar, y las llamas ganaron el doble de altura, y se volvieron más rojas y desprendían más calor. La gente estaba aterrorizada, pero no se podía mover.

Las llamas siguieron ardiendo durante horas.... durante toda la noche, y el agua solo las avivaba más. Se oían comentarios:

- Tenían que ser brujos de verdad... viste que explosión que hubo cuando las llamas alcvanzaron sus cuerpos malditos y podridos- Decían unos

- Y que grito... seguro que clamaba a Satán para que les dejase hueco en el Infierno- Contestaban otros.

Estaban volviendo a casa Tees y su madre, cuando ésta se encontró con la mujer del curtidor, el cual debía dinero a su marido, pero seguían conservando buena amistad; asi que dijo:

- Tees, vuelve a casa que tu padre iba a meter a las bestias al granero y le tienes que ayudar -

Tees, sin pronunciar una palabra giró sobre sus talones y fue por el camino que llevaba a la granja. Estaba oscureciendo y prefirió tomar el atajo, que él mismo descubrió un día, y por el que aparecería justo delante del granero.

Se metió por un pequeño sendero que parecía cortado por unas enormes rocas, desde encima de las cuales se podía ver más de 7 kilómetros del río Adaja, pero una pequeña grieta en ellas dejaba paso libre a un cuerpo pequeño como el de Tees, y se acortaba más de medio camino.
Cuando asomó la cabeza por el otro lado de la grieta una sombra estaba parada justo enfrente.

- Tú - Dijo una grave voz que venía desde la sombra.

Tees no se asustó, conocía esa voz, la había escuchado hacía no más de tres horas por primera vez, aunque antes sonó mucho más fuerte y más melodiosa, y se le había quedado grabada. Pero no sabía con que intenciones venía ese hombre... ese brujo. No podía dar la vuelta por culpa de la grieta, aunque tampoco le importaba, salió de esa grieta cuando el hombre susurró un pequeño salmo (o algo parecido) y Tees cayó al suelo rendido por el sueño.




Cuando Tees despertó, lo primero que vió fue la túnica oscura del brujo. Estaba en un camastro antiguo y desvencijado, esa no era su cama, y al darse cuenta, se incorporó de un salto. El brujo, al escucharlo, se dió media vuelta y le miró a los ojos.

- Buenos días - dijo en tono amable - ¿Has descansado bien?

Tees asintió con la cabeza. Ese hombre le inspiraba confianza, pero no sabía nada de él ni de las intenciones que tenía; asi que se debía mantener precabido, y no darle mucha confianza.
El jóven, miró fijamente de arriba a abajo al brujo. Era un hombre viejo, de los más viejos que había visto, aunque desbordaba vitalidad en cada uno de sus movimientos, pero además tenía algo especial, algo que le hacía aparentar mucha más edad, quizá la mirada, o los gestos, o el talle... pero algo tenía. Era alto, de ojos oscuros y profundos; el pelo blanco le caía por los hombros muy lacio, con tonos negros, tal como debía ser el color en su juventud.

- Mi nombre es Laurent... Lorenzo en el idioma de este reino - Se presentó por fin el brujo - Aunque ese no es mi verdadero nombre.... pero el real hace tanto tiempo que no lo uso que ya ni me acuerdo - dijo con toda naturalidad, como si hablase con un amigo de toda la vida.

- Yo soy....

- Tees - terminó de decir Laurent - Te conozo, aunque tú a mi no.

El jóven se extraño... ese hombre le buscaba a él, y no le había cogido por pura coincidencia, como pensó en un principio, al despertar y verle allí.

- No te extrañes Tees - volvió a iniciar la conversación el viejo - Sabes que no eres una persona normal, y yo soy quien te dirá quién eres tú y quién soy yo... aunque al fin y al cabo es lo mismo una cosa que la otra.

Tees seguía mirando anonadado; se acababa de despertar pero esas dos últimas frases dichas por el brujo le habían hecho despabilarse de inmediato, cosa no muy normal en el jóven.
Él sabía que no era normal, pero lo achacaba a haber sido adoptado por una familia humilde de campesinos, y no a otro motivo, como apuntaba Lorenzo.

- Bueno - siguió hablando Laurent - veo que no eres muchacho de muchas palabras, y, en cambio yo, no paro de decir tonterías. Así que será mejor que te vistas y te adentre en tu historia, y en la mía, con el estómago lleno... porque querrás desayunar, ¿verdad?.

Tees volvió a asentir con la cabeza.

El jóven abandonó la pequeña y cutre habitación detrás de Lorenzo.
Había un pasillo largo y estrecho con numerosas puertas iguales, Tees se dió cuenta de que estaban en una pequeña posada, pero no sabía en qué lugar se encontraba.

Bajaron al salón, donde no había un alma.
La posadera, una mujer madura, gorda y bajita, les dispuso una mesa para el desayuno. Y al poco rato les trajo dos jarras de leche caliente con miel y unas rebanadas grandes de pan de centeno con manteca de cerdo. Un desayuno contundente, supuestamente, pensó Tees, había sido pedido por el brujo porque quisiera hacer un largo desplazamiento, puesto que era el desayuno típico de los viajantes y comerciantes.
Nada más poner todo lo acordado como desayuno, la posadera se fue tan rápido como sus rechonchas piernas pudieron avanzar.

- ¿Qué pregunta es la primera que quieres que te conteste? - Dijo Laurent.

- ¿Dónde estamos y dónde vamos? - Contestó Tees sin pensar.

- JA!! - Rió sonoramente el brujo - Con todo lo que te he avanzado, tu urgencia es saber dónde estamos.... sorprendente chico - Siguió replicando jocoso Lorenzo.

- Creo que lo otro me lo vas a decir quiera o no - Respondió Tees - Y esta pregunta quizá se me olvide si la historia es interesante.

Ahora el viejo ya no reía, el chico era listo y astuto, no quería perderse ningún detalle y quizá a él mismo se le hubiese escapado decirle donde estaba. Tees era más espabilado de lo que él pensaba, y eso era demasiado.

- Bien - Empezó a responder Lorenzo, esta vez más serio - Estamos en una posada de camino a Segovia; allí recogeremos a un compañero mío, que nos dará cierta información relevante y nos acompañará hasta la capital del Reino, Toledo, donde haremos un par de gestiones que nos llevarán mucho tiempo, quizá hasta la siembra, pero puede llegar a durar un año; de esas gestiones de momento no te puedo contar mucho, porque la mayor parte de la información me la dará ese compañero, de todas formas, lo poco que sé te lo diré antes de que nos reunamos con él. Con el resultado de esas gestiones nuestro camino irá a un sitio o a otro, pero casi seguro fuera de Castilla y provablemente al Reino de Francia o a Nápoles... todo depende de lo que consigamos en Toledo.

- Y ¿tengo que acompañarte? - volvió a preguntar el jóven.

- No Tees.... soy yo quien te acompaña a ti - Contestó, mirándole a los ojos.
- ¿Quién eres tú? - Inquirió de nuevo, sosteniéndole la mirada a Lorenzo.

- ¡Por fin!, una pregunta que me esperaba y tengo preparada. - Dijo riendo - Bueno, eso es muy largo de explicar, asi que empezaré por donde crea conveniente y los detalles te los daré según los preguntes o según los necesites.

Hubo un corto silencio mientras seguían mirándose.

- Yo soy un mago - dijo Lorenzo rompiendo el silencio - y no un brujo. Los habrás escuchado en historias y leyendas, pero no somos eso, somos reales... y digo somos porque hay muchos más... tú entre ellos. Porque un mago no se hace... un mago tiene poderes al nacer y hay que hacer que salgan... que fluyan.

Se hizo otro silencio, pero Tees no se movió, no hizo ni un gesto; asi que Laurent prosiguió.

- Soy de los más viejos, nací hace unos 700 años, pero no me acuerdo con exactitud. Nosotros no morimos - Dijo ante la mirada de Tees - Por lo menos no morimos por medios naturales, aunque una herida o un veneno hace el mismo efecto que en cualquier otro.

Se volvió a callar, pero esta vez se levantó y se dirigió a Tees.

- No me fio de nada... asi que nos vamos. La explicación seguirá por el camino.

- ¿Pasa algo? - Preguntó asustado.

- Que no me fío de nada ni de nadie, y aunque aquí parezca que no hay nadie, nos puede oir cualquiera. Además, es tarde, si no empezamos la marcha llegaremos tarde, a un buen ritmo, comiendo en marcha y con el tiempo y el camino a nuestro favor, podemos llegar a Segovia por la noche, con mucha suerte; aunque lo más eguro es que tengamos que para a unos 20 kilómetros, porque nos encontraremos con alguna dificultad... seguro.

Tees se levantó y echó a andar hacia la salida siguiendo al viejo, asimilando todo lo que le había dicho hasta ahora.
Fuera había una carreta destartalada, tirada por dos caballos pardos, bastante jóvenes.
Se subieron y el viejo siguió con su explicación mientras azuzaba a los caballos para que cogiesen el ritmo adecuado.

- Bueno, como te iba diciendo, somos humanos, pero distintos. Tenemos un poder y tenemos que usarlo bien; pero, como siempre, hay gente que lo usa en su propio beneficio, para intereses personales, para conseguir más oro y más riquezas, o para conseguir más poder... cualquier cosa por tonta que sea. Por eso, tenemos una guerra secreta abierta... pero ni a ellos ni a nosotros nos interesa que la gente normal lo sepa... aunque, como pasó en Ávila, alguien siempre se huele algo, o nos ven haciendo cosas raras... pero nunca ritos, ni sacrificios, como nos digeron en tu ciudad natal.

Al decir esto, Tees se acordó de sus padres... nunca tuvo un amor real hacia ellos, pero les tenía cariño y ellos le habían ayudado acogiéndole.

- ¿Saben mis padres algo de esto? - preguntó al instante.

- No, pero si quieres les puedes mandar una carta, aunque nunca les digas nada de la magia ni de lo que yo te cuento, invéntate algo para que no se preocupen.... pero guarda el secreto... por tu bien y por el de todos los demás. - Le dijo Lorenzo.

- Otra cosa - dijo tras meditar lo de la misiva - ..... Los otros brujos... perdón.. magos... ¿dónde están?, los que quemaron contigo.

- Los otros no eran magos - Contestó - Sólo me acompañaban. Les contraté en Salamanca como escoltas, pero no sabían nada. De echo, nos acusaron sin que yo hiciera nada... hace más de tres meses que no hago ningún hechizo.... exceptuando el que te hice a ti para que te durmieses.

- Y yo... ¿aprenderé eso? - Volvió a preguntar el jóven, con ansia de saber... y mucha curiosidad por sí mismo.

- Desde luego - Contestó jovial Lorenzo - Aunque eres ya mayor, por norma general se os enseña antes... cuando no habéis cumplido aun los 6 ó 7 años. Pero contigo se ha hecho una excepción.. tu eres distinto y ya te darás cuenta. Pero yo no soy quien te enseñaré... lo hará Marian... la persona que vamos a buscar a Segovía... de ahí la prisa que tengo.

- ¿Una mujer? - Se extraño Tees.

- Desde luego... el poder se nos da indistintamente - Dijo Lorenzo con una media sonrisa. Y antes de que el jóven volviese a abrir la boca dijo - ..... no me lo preguntes.... no sé quien nos lo da... si es un dios, si son varios, o si es por simple azar de la naturaleza.

Tees quedó pensativo.. ¿por qué el tenía poder y había otros que no?.... era algo que quería averiguar... pero le desilusionaba que Lorenzo, habiendo vivido 700 años no lo supiese.


Después de comer, en la carreta, empezó a caer una suave lluvia que pronto se convirtió en un aguacero inmenso y el camino se volvió intransitable. Laurent estaba cabreado... no entraba en sus planes la lluvia a pesar de ser algo normal en esta época del año y en esta zona. Tuvieron que parar cuando no habían recorrido la mitad del camino, aunque eso era bastante, no era lo suficiente.

Pararon en una choza destinada para los pastores de ganado trashumante. Era imposible reanudar el camino hoy, aunque parase ahora mismo la lluvia, el camino estaba tan embarrado que se retrasarían más de lo que pudiesen avanzar. Lorenzo sacó unas mantas y algo de comer.

No habían hablado desde que empezó la lluvia, hace unas dos horas, porque Tees no lo veía conveniente, no quería interrumpir las cábalas de Lorenzo, que estaba muy concentrado y enfadado. Hasta que Tees dijo.

- ¿Hasta cuando creceré? -

Laurent le miró.

- JA JA JA JA!!!! - Se rió derrepente - Siempre te preocupa lo más vanal... con todo lo que ya sabes preguntas eso.... supongo que por el mismo motivo que me preguntaste en la posada. Bueno, además es cierto que aun tienes que crecer... pero llegará un momento, en el cual tu crecimiento se parará, y envejecerás mucho más lento.... casi no lo notarás, y los demás te verán siempre igual...... También, con mucho control, podrás tener el aspecto que quieras, todo depende de lo que aprendas... y esa mujer que tendrás como mentora es de las mejores maestras de la que puedes aprender.

Volvió el silencio, Tees pensaba en su futuro... su largo futuro, en el poco pasado que había tenido... no sabía de donde había venido, pero ya empezaba a hacerse una idea. De sus padres... quería escribirles, pero, qué les diría.... que se había ido porque sí, sin motivo... o porque no les quería... o porque había encontrado algo mejor.... Estaba hecho un lío, pero mantenía la calma. La confianza que había depositado en aquel hombre sin conocerle, parecía estar fundada.... y se sentía bien con él... pero quería seguir siendo prudente, no confiar demasiado.

Cuando empezó a oscurecer la lluvia paró, pero empezó a bajar la temperatura, y los charcos formados se convirtieron en hielo, la humedad se metía en todo el cuerpo y congelaba la sangre. Tees arregló un camastro con la poco paja que había metida dentro de la casucha, y Lorenzo se le quedó mirando.

- ¿Tú no te haces un camastro? - Preguntó Tees. Era la primera vez que hacía una pregunta que no estaba relacionada con su viaje o con su condición de mago.

- ¿Yo? - Dijo el mago, como no habiéndose enterado de la pregunta... como si no fuese con él. - Pues, cuando termines tus primeros estudios, los elementales, te darás cuenta que dormir no es tan necesario como parece, que con una cabezada de vez en cuando basta para tener la mente despejada y el cuerpo en forma. Pero eso será cuando termines tu desarrollo, cuando aprendas ciertas cosas.

Tees le miró otra vez fijamente, al igual que lo hizo en la posada de las afueras de Ávila nada más levantarse aquel día. Pero por su cabeza pasaban otas cosas.

A la mañana siguiente, Lorenzo le despertó con el alba. Había empezado a llover otra vez, pero el mago había decidido seguir adelante y llegar hasta donde pudiesen, parecía que iba a seguir lloviendo durante días y el viaje iba a ser eterno.

Después de dos días más... en los que la conversación cambió del todo dirigiéndose a temas más vanales y sin sentido, como el clima, las guerras entre Francia e Inglaterra, los pequeños problemas con el Reino musulmán de Granada, y sobre todo, Lorenzo le decía cosas de Segovia y de Toledo, sus próximos objetivos. La última noche pararon a apenas 15 kilómetros de Salamanca. Ciudad a la que llegarían al día siguiente, y donde se encontrarían con la mujer que instruiría a Tees y que les acompañaría hasta Toledo.




Aquella noche Tees no durmió mucho; al día siguiente se iba a encontrar con la que sería su maestra, y por fin se dio cuenta que iba a ser mago; que podría dormir a personas como Laurent hizo con él hace apenas unos días....

.... solo hacía unos días.....

..... Y en tan poco tiempo su vida había cambiado más que todo lo que lo que le había podido ocurrir en sus escasos años de existencia.
Pensó en su maestra, quizá una mujer que rondaría la edad de Laurent; delgada y de ojos profundos, al igual que el mago. Éste le había dicho muchas veces lo buena que podía ser Marian enseñándole, y lo buena hechicera que era, tanto o más que el propio Laurent.
Pensó en lo que podría hacer con toda esa magia, y mientras le rondaban esos pensamientos por su, aun joven mente, se quedó dormido, pero siguió soñando con eso.
Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a incidir en la colina, Laurent despertó a Tees. Era la primera vez que el mago dormía durante el viaje, y se le veía más vivaz y ágil de lo que Tees le había visto hasta ahora.

- ¡Vamos! - Espetó Laurent - Es hora de que vayamos al encuentro de Marian de Linant, tu maestra.

- ¿Linant? - Preguntó Tees aun dormido.

- Bueno... perdona - dijo el mago - A veces pienso que ya eres como nosoros, que estoy hablando con alguien que ha viajado tanto como yo.

- Linant - dijo tras una breve pausa - es una ciudad cercana a Lieja y a Brujas. ¿Te suenan esas ciudades?

- Si. Pero no se nada de ellas - Contestó desperezándose Tees, como invitando a Laurent a que le contase más sobre esas ciudades.

- Tu maestra no solo te enseñará magia - le dijo calmando su ansia - también te enseñara sobre la vida y el mundo, que es esencial para que puedas comprender el poder que te ha sido otorgado.

Tees le miraba como si ya odiase lo que le iba a tocar estudiar para ser mago.

- Además - Volvió a hablar Laurent - Ten en cuenta que tienes mucho tiempo para aprender... que tienes una vida larga.

"Una vida larga" ... pensó Tees... muy larga... Aun no se había hecho a la idea de todo lo que iba a vivir.


Se pusieron en marcha enseguida, y en poco más de dos horas estaban entrando en Segovia.
El acueducto presidiendo la ciudad como su obra más antigua.... pero no como la más imponente ni poderosa, ya que, en la otra punta, en otra colina, no muy lejos, se alzaba el castillo, que era usado por los Trastámara como una de sus residencias habituales. Esa construcción si que era imponente, con su enorme y gruesa muralla, con sus torres y almenas... con su poderío político ejerciendolo hacia Segovia y el resto de Castilla.
Segovia se notaba bulliciosa. Nuevas construcciones se alzaban, recien acabadas; otras, por el contrario, se estaban empezando a construir. Edificios menores, como casas y ventas que demostraban el gran auge que estaba adquiriendo esta ciudad. Pero también se veía algun que otra construcción de mayor importancia, con un mayor número de hombres trabajando en ellas, ya desde primera hora de la mañana.

- Tees, eso que ves ahí, que aun no está con forma, que aun no está casi ni empezado, es el Convento de San Antonio el Real, que podrá dar cabida a más de medio centenar de hermanas religiosas - Le dijo Laurent cuando vió que el joven prestaba especial atención al andamiaje de madera y a las numerosas piedras que estaban amontonadas.

- ¡Que me parta un rayo! - Gritó de pronto el viejo mago depués de un corto silencio.

Tees le miró sorprendido.

- ¡Olvidé que hoy es viernes! - Volvió a decir el mago con un tono de rabia.

Tees sabái a lo que se refería el mago... había notado el bullicio, y los viernes hay mercado, como en la mayoría de las ciudades de Castilla... como en Ávila.

- ¿Por qué no te gusta el mercado? - Preguntó Tees cortando las meditaciones de Laurent.

- No es que no me guste - Contestó - Pero tienes que tener en cuenta que somos magos, que cualquier situación de peligro en la que nuestra vida corra riesgo, hará que tengamos que usar la magia para poder salir con vida; y que cuanta más gente haya, más provabilidad de peligro y más posibilidad de ser descubiertos y que te lleven a la hoguera.

Tees se quedó pensativo.

El mago se le acercó al oido.

- Toma - susurró - Guarda esta bolsita dentro de la manga de tu camisa, y átala a tu muñeca. Es todo el dinero del que disponemos, y no es mucho. No te separes de mi.

Tees se puso a la espalda del mago, y mientras que éste le cubría con su cuerpo, Tees se ató la bolsa, pero no a la manga, si no al tobillo, y colocó bien sus pantalones para que no se notase. Al terminar, y haciendo con que se abrochaba la manga de la camisa, se puso a la altura del mago.

- Y ¿dónde vamos? - Le preguntó Tees mientras se terminaba de colocarse la camisa.

- Bueno - dijo Laurent tras una pausa - No sé donde vive Marian, pero en la última carta suya que recibí me dijo que durante 15 días esperaría a mediodía en una pequeña taberna cercana a la Iglesia de San Martín.

- Hoy es el décimo día - Volvió a decir.

- ¿Podemos dar una vuelta por el mercado antes de ir? - Dijo Tees, como suplicándoselo.

- Bueno, pero no mucho tiempo - Contestó Laurent con cierta reticencia - Además, tengo que comprar unas cosas aquí en Segovia... ¡qué mejor momento que el mercado!.

Anduvieron unos pocos pasos torpemente, tropezando con gente, sin poder hablarse entre ellos a no ser que gritasen, y con una mezcla de olores en el ambiente que casi hacían que no se pudiese pensar en otra cosa que no fuese comida.

A los pocos pasos, Laurent se paró en un puesto con varias hierbas y plantas. Introdujo sus dedos entre montones de pétalos secos de caléndula, comprobando su naturalidad y calidad, ya que no era la época, y después cogiendo raiz de árnica y llevándosela a la nariz para saber el estado en el que se encontraba.
Mientras el mago negociaba el precio de una pequeña bolsa de caléndula, ya que el actual era el de la hierba en primavera y no en invierno, y comprobando de nuevo la calidad del árnica; Tees se había separado un poco para observar a una moza morena en el puesto que había al lado, vendiéndo quesos y raciones de calostros, aun calientes.
De pronto, una mano le agarró fuertemente el brazo.

- No te había dicho que no te separases de mi - Dijo con voz grave y bastante malhumorado Laurent.

Tees bajó la cabeza.

- Bueno, daremos una vuelta más por la plaza y no iremos a buscar a Marian - Dijo el mago recuperando su tono de voz normal. Mientras se metía los saquillos con las hiervas en un bolsillo interior de su larga túnica oscura.

Al cabo de un rato salían de la plaza en dirección a la Iglesia de San Martín, a paso acelerado ya que se habían detenido demasiado observando a los malabaristas y juglares.
Al cabo de un rato llegaron a la Iglesia, y pudieron ver la pequeña y maltrecha tasca donde habían concertado la cita con la hechicera.
Entraron, y Tees, haciendo un rápido recorrido visual por la pequeña sala, no pudo ver a aquella anciana que sería su maestra.

- ¡Lorenzo! - gritó una joven a la otra punta de la sala.

Tees se quedó sorprendido, aquella preciosa chica, la más guapa que había visto hasta ahora, conocía al mago. No podía ser. Esa era su maestra, Marian de Linant.
Tenía un largo pelo rubio calléndole hasta la cintura, con pequeños rizos y bucles, y ligeramente despeinado. Unos ojos azules como el cielo de verano, igual de brillantes que el mismo sol, no eran unos ojos profundos y oscuros, si no todo lo contrario. La tez de la joven, ligeramente blanquecina, parecía suave como la piel del armiño. Llevaba un vestido largo, de color aceituna, con unas líneas en zig zag de color granate.
No era lo que había pensado Tees... era una chica hermosa, y no una vieja maga como Laurent.

- Marian - Contestó Laurent mientras avanzaba hacia ella - Estás estupenda.

Tees se había quedado parado cerca de la puerta, observándola, hasta que el mago posó su profunda mirada en el chico y éste hizo esfuerzos para reaccionar, avanzando torpemente hasta donde se encontraban los dos hechiceros.

- Este es Tees - Dijjo Laurent mirando a la hermosa mujer - Es el chico del que te hablé.

- Ho... hola - Acertó a decir el joven con mucho esfuerzo.

- Te estaba esperando - Dijo Marian con una suave voz - ¿sabes que voy a ser tu maestra?

Tees asintio con la cabeza.

- Bueno Laurent - Dijo la chica girando la cabeza para encontrarse con la mirada del mago - Es más callado de lo que pensaba. Peo ahora vamos a tomar un vino del valle del Duero y depués iremos a mi casa para que os instaléis y hablemos de nuestras cosas.

- De acuerdo - Aceptó el viejo - Estoy seco de tanto andar y regatear con los vendedores segovianos, son duros de convencer. - Dijo mientras reía.

Ella le siguió y también sonrió, de forma casi muda, sin más gesto ni aspaviento que el que merecía una sonrisa.

- ¡Tres vinos! - Se dirigió Marian al tabernero alzando ligeramente la voz.

Y en cuanto fueron servidos comenzó la conversación entre Marian y Laurent



Tees no acababa de entrar en la conversación de los dos viejos amigos. Laurent y Marian hablaban de acontecimientos ocurridos en Castilla y también de otros muchos reinos. Tees solo conocía algunos de esos sucesos, pero le daba lo mismo, estaba embelesado con Marian

- Como te iba diciendo - dijo Marian a Laurent - La quiebra del reino de Florencia por culpa de los malos reinados que ha tenido, y los gobiernos despóticos en Venecia y Milán de estos últimos años, están haciendo que se peleen entre ellos. Hay un ambiente muy raro y tenso en esas ciudades y en los reinos vecinos, según me explica Romuald en su última carta.

Romuald era uno de los magos que había estado en Italia toda su vida, pero que era conocido en todo el continente como fiel informador y parte no involucrada en ningún conflicto.

- Mmmmmm.... - Laurent estaba pensativo, desviando la mirada a Tees - Ves, jóven amigo, eso de momento cambia mis planes iniciales, no podemos ir a Venecia como deseaba después de estar en Toledo, ahora nos quedan dos opciones... o seguir en Toledo hasta que que algo mejor, quizá un par de años, hasta que acabe la guerra, o marchar a París, cuyo reino también está en guerra con los ingleses.

Tees le miraba aun sin creerlo, hablaba del tiempo en años como algo simple y rápido, y nombraba ciudades como si se las conociese de memoria y el viaje se hiciera en un par de horas.

- Bueno - volvió a decir Marian - Todo eso ya se verá según lo que consigamos en Toledo, esa es la pieza clave... Y sabes que, podemos pasar allí un par de años... aunque con suerte un año.

- Puede que incluso tres - dijo Laurent

Dicho esto hubo una pequeña pausa y Marian se levantó, seguida por el mago y Tees.

- Vamos a mi casa - dijo la chica - Hay cosas que tenemos que hacer y que hay que preparar.

No contestó nadie, simplemente se limitaron a seguirla por los callejones de Segovia hasta una pequeña casa de dos pisos con una estrecha puerta de madera.

- Adelante - dijo ella abriendo la puerta - Mi casa es vuestra.

Vivía sola. No era una casa muy grande, pero a ella le sobraba. En la planta baja había un amplio salón, la cocina y una peuqeña despensa. La parte de arriba tenía una diminuta habitación, una sala que Marian había destinado como biblioteca y un pequeño trastero abuhardillado.
La casa parecís hueca, casi no tenía muebles y los poco que había parecían poco usados. No había ningún adorno y el polvo se acumulaba en algunas partes en las que Marian no debía pasar mucho tiempo. Todo, menos la biblioteca, con un pequeño escritorio y un cómodo butacón orientados hacia la ventana. Las estanterías llenaban las paredes hasta el techo, y había un par de ellas colocadas en medio de la sala. Todas llenas de libros, e incluso amontonados en el suelo por falta de espacio. Había de todo, libros de historia, mapas, tratados.... en varios idiomas y de varias épocas, algunos muy recientes, casi recién comprados, otros que podrían tener más años que el propio Laurent. La biblioteca era la sala más iluminada de la casa, y no se veía una mota de polvo.

- Marian - dijo Laurent - Tengo que encontrar a un herrero para un encargo un tanto especial ¿Cúal me recomiendas?

- Uno que hay en la plaza del mercado - contestó ella - Se llama Fillipo, es italiano y nuevo en la ciudad, llegó hace apenas un año, pero es el mejor que hay, sin duda. Pero hoy no habre, para él, el día de mercado no es bueno.

- Da igual - dijo Laurent - de todas formas tengo que ver un par de cosas más. Volveré enseguida.

- Bien - Contestó Marian mientras se cerraba la puerta.

Tees no era tonto, si no todo lo contrario, sabía que Laurent se había marchado para dejarle con su maestra, ya que, hasta ahora, casi no habían cruzado palabra.

- Bueno Tees - dijo ella inmediatamente, antes de que la pausa hubiese sido cortante - Creo que vamos a pasar mucho tiempo juntos.

- Sí - contestó secamente

- Vaya... - dijo Marian decepcionada - hablas poco, y en ese caso no podré sacar mucho de ti, aunque me gusta tu timidez. Pero quiero ir al grano cuanto antes, aunque haya vivido casi cuatrocientos años, ahora no puedo perder el tiempo, debes estar preparado cuanto antes.

Tees se había quedado callado, era muy directa y no sabía como tomárselo.

- Bueno, ¿tienes alguna pregunta antes de que te de unas tareas de preparación? - dijo ella.

A Tees eso le sonaba horrible, asi que sacó toda la curiosidad que tenía.

- ¿Cómo es Linant? - dijo el jóven sin rodeos.

Ella esbozó una sonrisa, el chico acababa de entrar en el pequeño juego que ella le había tendido para empezar una conversación, ya que todo mago debe ser curioso y saber hablar a la perfección en cualquier situación.
Le contó como era Linant, casi sin detalles, mientras él seguía preguntando sobre cosas que ella se dejaba en el tintero. Después fué ella la que arremetió con preguntas sobre como era la ciudad en la que había vivido, Ávila, y Tees, un poco más relajado, le contó todo lo que sabía, como era un día normal para él, como trascurrieron los años. Ella se dió cuenta que no mencionaba aspectos personales ni como se sentía anímicamente con cada situación en la que se vió envuelto en sus pocos años de vida; lo cual, era bueno, ya que hay que saber narrar sin involucrarse, ya le enseñaría ella a involucrarse en según que cosas, y en otras, simplemente dar información parcial.

Ella hizo algo de comer mientras Tees volvía a la carga con preguntas sobre Brujas y Lieja, y después de comer, ella le subió a la biblioteca.

- Toma - dijo ella mientras colocaba un par de libros - Desde ahora solo leerás esto. Como ya te he dicho no tenemos mucho tiempo, asi que, ni cocinarás, ni limpiarás, ni ninguna otra cosa que te aparte de esos libros salvo comer y dormir.

Lo dijo con voz muy firme, había pasado de una conversación distendida y agradable, a un tono distante y autoritario.

- ¿De qué son? - Preguntó Tees mientras recogía los libros que ella le daba.

- Historia - Contestó Marian - No te costará mucho comprenderlos si eres como se piensa. Son de diversas edades, y escritos por gente de diversas culturas. Supongo que sabes leer.

Por suerte, Tees había tenido el lujo de aprender a leer y hacer algunas cuentas básicas, ya que, en época de comercio, tenían que vender, y si no sabía escribir, leer o contar, eran carne fresca para los timadores, asi que, Tees recibió algo de educación, que en esos momentos agradecía, ya que sería muy vergonzoso ser enseñado a leer y escribir a su edad.... y con el poco tiempo que tenían.

Tees no estaba muy contento con el tema de la lectura obligada y no tener un momento de entretenimiento, pero se puso a ello sin mediar palabra.

Cuando llegó Laurent ya era casi de noche, se despidió de Marian, y se fue a dormir al trastero, donde Marian le había acondicionado un poco todo para que pudiese descansar. Tees dormiría en la misma biblioteca, así no se tenía que mover, además, la primera luz del sol le despertaría a primera hora, y tendría todo el día por delante para sus nuevas obligaciones.

Al cabo de tres días en Segovia, y después de muchas conversaciones entre Laurent y Marian, y muchas horas de lectura de Tees, decidieron que al día siguiente partirían hacia la capital.

La mañana siguiente apareció despejada, madrugaron para ponerse pronto en camino, Marian recogía lo indispensable, ya que, con toda seguridad no volvería a su casa. Laurent había adquirido a un módico precio una carreta más grande, donde Marian intentaba colocar los cuatro baules llenos de libros y un diminuto arcón con sus objetos personales.
Tees, haciendo caso a lo que Marian le decía, se sentó en la carreta, terminando el último libro de historia que le había dado su maestra. Había leido todo lo que le había mandadao, y había apredido mucho, ni un solo dato abandonaba su cabeza, pero, desde luego, habría cosas mejores que leer y algunas cosas más fascinantes que aprender, pensaba el joven.

- Muy bien Tees - dijo Marian sentándose a su lado cuando ya estuvo todo listo para emprender camino, mientra Laurent tiraba de los caballos - creo que es hora de que te dé tu primera lección de magia, no es lo más habitual, pero ya sabes que el tiempo nos apremia.

Tees estaba emocionado, aunque no lo aparentaba.

- Primero te explicaré un par de cosas - le dijo la hechicera - Este primer paso que te voy a explicar hoy puede ser bastante trabajoso hasta que veas resultados, para alguien normal pueden ser unos seis meses o un año, pero yo creo que tu lo podrás hacer en un par de meses, si es verdad que tienes tanto potencial como dicen.

Tees se sorprendía... todo el mucdo le tenía por alguien con unas capacidades que el desconocía y de las que no se veía capaz.

- Al grano - dijo otra vez Marian - Existe una fuerza interna que tenemos todos los magos, pero que en un principio ninguno sabemos que existe, que es más poderosa que la inteligencia, pero que sin ella no haría nada. Lo que debes hacer es unirlas, y hacer que lleguen al plano físico como una sola. No es fácil de entender ni de explicar, por eso, te haré que aprendas tu primer hechizo, para el cual, no se necesita saber mucho de la Magia. - Cogió un recipiente de barro y derramó un poco de agua. - Tendrás que hervir el agua con tu magia. Puede sonar un poco excesivo, pero este es solo un ejemplo práctico apra que encuentres la magia dentro de ti, y sepas combinarla. Concéntrate en calentar el agua, no pienses que puedes, sabes que puedes. Te haré un ejemplo.

Ella cogió el recipiente y miró el agua que poco a poco empezó a burbujear.

Marian pasó el recipiente al chico, que lo dejó en el suelo un momento mientras lo miraba. Lo cogió, cerró los ojos y se puso a pensar en hervir el agua.

- Noooo.... - dijo suavemente Marian - No lo pienses, solo tienes que hacerlo, no hace falta pensar. Busca la magia, esa fuerza que tienes. Sé que es complicado, a mi me llevó casi cinco meses descubrirlo, pero no te preocupes, poco a.....

Marian se paró de golpe. El agua estaba saliendo a borbotones por el recipiente... estaba hirviendo. Algo que ella tardó cinco meses ese crío lo había conseguido en cinco minutos.
Marian estaba con la cara desencajada, manoteó hasta que golpeó fuerte y nerviosamente la pared del carromato, que se paró y al poco apareció Laurent por la parte de atrás.

- Haz.. hazlo... otra vez - dijo Marian tartamudeando.

Tees cogió el recipiente y dejó de fijarse en el poco agua que quedaba dentro y miró el recipiente, que poco a poco se fue resquebrajando y deshaciendose.

- ¡Dios mio! - Gritó Laurent mientras daba un salto hacia atrás

- Es increible - dijo Marian algo más recompuesta de la sorpresa - ¿Cómo....?

- Ya conocía esa fuerza - dijo Tees - toda mi vida la he sentido, lo que pasa es que no sabía que era, pensaba que todos la tenían. Una vez me has dado las pistas, el camino a seguir era fácil.


El viaje duró un tiempo. Mientras, Marian no perdía el tiempo ni el potencial del chico, enseñándole todo lo que podía sobre los hechizos básicos y como controlar mejor su magia, saberla regular y manipular correctamente. También le explicaba un poco de historia de los magos, y los relacionaba con los libros de historia que Tees se había leido en Segovia. En todas las épocas había habido magos, a los que se nombraban de muchas formas si se descubrían.... chamanes, semidioses, profetas... y ahora... brujos.
Marian le impartía las clases de un modo extraordinario, en la carreta, contando anécdotas y diciéndole quienes habían sido magos en unas épocas, y que, debido al descuido, al afán de protagonismo o casualidad, salían en los libros de historia como personalidades conocidas.

- Bueno, ¿tú crees que Jesucristo fue mago? - le dijo ella

- Desde luego, los milagros, un ser superior, un hijo de Dios según la Biblia... no tiene otra explicación si no. - Contestó Tees - Antes creía en Dios, y en Cristo, pero ahora creo que fue un mago.

- Pues te equivocas - le dijo Marian - El mago, fue Judas.... los magos tenemos una biblioteca donde se encuentra un censo de magos, donde todos los que quieran se pueden censar para tener control, por eso lo sabemos. Lo que no sabemos es si en verdad vendió a Cristo o solo fue una forma de desprestigiarlo porque era más poderosos que él.... eso no se sabe ni se sabrá. Pero lo que si es cierto es que muchos de las personas famosas que aparecen como malévolos en los libros de historia, eran magos.... como pasa ahora con la brujería. Pero bueno.... eso es otra cosa que ya te contaré otro día.

Ante este hecho, Tees se quedó un poco parado, meditando sobre esto... la primera pregunta fallada, eso no le gustaba en absoluto.

- Bueno Tees - volvió a decir ella - ¿Quién más crees que fue mago?

- Bueno... - dudó Tees después del fracaso de la anterior pregunta - yo creo que los faraones egipcios.

- Vuelves a fallar - Dijo ella con una sonrisa en los labios - En aquella época, los emperadores tenían el poder, y sus consejeros eran los magos. Ellos eran los responsables de que apareciesen como casi dioses. Los magos casi siempre están en las sombras, no suelen ser los que figuran, si no los que hacen que figuren otros.

Otro tropiezo.

Y así pasaban los días, entre las lecciones de los hechizos más elementales, las charlas sobre magos y sus poderes, y leyendo, ya que Marian le había dado un montón más de libros, esta vez, de tácticas militares, un tema más aburrido de lo que en principio le parecía a Tees, pero aun así, seguía leyendo.

Después de casi dos semanas de viaje pausado y sin prisas, a mediodía llegaron a las cercanías de la capital, Toledo, y como ocurrió en Segovia decidieron pararse y entrar en Toledo a primera hora del día siguiente.
Ya se respiraba el ambiente de la capital, y eso que aun quedaban unos cuantos kilómetros, pero ya se podían ver las increibles e impresionantes murallas, practicamente igual que las de Ávila, pero más majestuosas. Se notaba el ambiente de nobleza, de militares, burgueses y artesanos, allí se movía todo, desde allí se tomaban las decisiones más importantes de cientos de miles de castellanos y de algunas potencias extrangeras.
Pararon justo para comer, y después Laurent, que había estado tirando de la carreta durante todo el viaje, parando solo para comer o leer un libro que había comprado en Segovia, se echó un rato la siesta. Mientras, Marian se acercó a Tees.

- Bueno amigo - le dijo ella.

Tees se quedó un poco parado, en ese momento no le estaba tratando como alumno, si no como compañero.

- A partir de ahora - continúo ella - todo lo que vivas será lo más importante de tu vida, y seguramente, en ciertas opcasiones tengas la ocasión de cambiar un poco la historia... o mucho, todo depende de lo que hagas... y con la intención que lo hagas.

Tees estaba pensativo, dudaba, como le pasaba a menudo... y esa frase le pesaba mucho en su aun joven cabeza, y con eso tendría que vivir siempre... con eso... y con alguna cosa más.

- Bueno, a otra cosa - dijo ella cambiando el tono transcendente - Hay cambio de planes en cuanto a tus estudios. La lectura pasará a un plano inferior, de momento.

Tees ya no se sorprendía de los cambios de planes de la hechicera, y no le desagradaban los estudios, viendo que algo memorizaba y que tenían que ver con la magia.

- Dime - dijo Tees, en un tono de indiferencia y falto de sorpresa.

- Francés - dijo ella - Estudiarás francés. Como no sabemos aun cuando nos iremos, y cuando conseguiremos nuestros propósitos en Toledo, y hacia donde nos marcharemos, tendrás que estudiar alguna lengua.

Tees permanecía callado, había oido a vendedores en Ávila hablar distintas lenguas, pero él no tenía ni idea de ninguna, ni si le iba a gustar el estudiarlas o no. Pero sabía por lo que era, lo comprendía a la perfección; por eso, no puso ninguna pega, ni siquiera se le ocurrió ninguna.

- En el tiempo que estemos en Toledo - Continuó ella - aprenderás algunos idiomas, los que nos dé tiempo. Francés, latín, alemán, griego... aunque no creo que nos dé tiempo a todos, iremos uno por uno, sin prisa, pero sin pausa.

Para eso, planearon un horario, aunque ni Marian ni Tees estaban seguros que lo iban a seguir. Por la mañana Tees estudiaría francés, depués de comer, el chico estudiaría la lengua mágica. Así sería durante dos semanas, después, la tarde se dividiría en estudiar rúnico y los hechizos por activación del lenguaje mágico. Los domingos eran sus días libres, aunque Marian le propuso que al principio visitase la ciudad para conocerla mejor.
Tee se reía por dentro, conociendo a Marian un poco, como la conocía él, sabía que ese horario no se cumpliría la mitad de los días, y que se iría modificando según le diese a la maestra.

Como era por la tarde, Marian empezó con el horario, explicándole los sortilegios con palabras, los cuales necesitaban mayor control de la magia, ya que requerían una doble concentración y una mayor experiencia y dominio del arte. Le dijo que, en cada persona, la activación del hechizo varía según la entonación, y la entonación que a ella le va bien, no le tiene que ir bien a cualquiera. Esas palabras es un lenguje mágico, creado antes casi que cualquier otro, y por el cual, se extrae un poco de esa magia interior y personal para crear un hechizo. Todo mago, despuésde hacer uno de estos hechizos, pierde un podo de su poder, que puede recuperar con algo de meditación y sueño, no se pierde para siempre; aunque si que se puede perder todo con un simple hechizo o con varios seguidos y caer rendido por el cansancio y la falta de toda energía, ese es el único punto débil. Ese lenguaje, Marian se lo enseñaría poco a poco, porque eso lleva su tiempo, pero iría a un ritmo propicio para poder enseñarle hechizos poco a poco.


Al día siguiente, a primera hora, pasaron las murallas. Todo era impresionante, el ambiente, la gente, las calles... muy parecido a lo que Tees había visto, pero totalmente distinto a su vez. Con sus puestos de telas, sus armerías, sus herrerías, sus enormes tabernas.... Daba todo una impresión de vida distinta, aunque hiciesen lo mismo que en cualquier otra ciudad, allí parecía que transcendía todo mucho más, que todo tenía más importancia.

Fueron enseguida a una pensión, pero iban poco tiempo allí, ya que tenían pensado comprar una casa, pequeña y de bajo coste, quizá fuera del nucleo, una pequeña granja o algo así, sobre todo por el tema de la preparación y aprendizaje de Tees, ya que no querían que les pillasen haciendo un hechizo o que alguien les viese con unos papeles rúnicos o cosas por el estilo que echasen sus planes a perder.
Alquilaron dos habitaciones, una para Tees y Laurent y otra para Marian.
Cuando se instalaron por completo, fueron a la habitación de Marian, que se encontraba un poco separada del resto de habitaciones.

Laurent se sentó en la cama, mientras Marian lo hacía en un pequeño butacón de madera de roble y Tees permanecía de pie.

- Mirad esto - dijo Laurent sacando un papel de un bosillo interior de su túnica y echándolo encima la cama.

Ambos se acercaron a verlo.


[i]"Derrocad a Su Majestad. Unificar reinos"[i]

- ¡Ey! - gritó Tees - ¡ese es mi nombre!

- Jeje - dejó escapar Laurent - esas son las runas con las que el Gran Mago firma sus misivas. - dijo mientras se las volvía a enseñar.

- Bueno Tees - volvió a decir Laurent - Me hizo gracia oir tu nombre, porque supongo que las letras más parecidas en nuestra cultura son esas.... la T, la E y la S.... pero eso significa Zet... en lenguaje arcano.Él es el Gran Mago, el que, a través de concilios y asesores, nos dice que es lo que tenemos que hacer por el bien del mundo. Creo que tus padres fue lo único que vieron en la carta que iba contigo en la cesta... ya quel el resto debía ir en escritura mágica oculta, que necesita un sortilegio para que aparezca a la luz. En ella se contaría tu historia y como y por qué llegaste hasta esa familia. Pero eso es lo de menos.

- Bueno... - dijo Marian callando a Laurent - vamos al grano. ¿Unir reinos? ¿Derrocar al Rey? ¿Por qué? y sobre todo... ¿cuándo?


Laurent se quedó mirando a Marian.
- ¿Tienes prisa? - Preguntó de forma retórica - El chico tiene que estar listo y el Gran Mago no sabe los progresos que hace, por eso, nos da tiempo.

- Pero... ¿cuanto? - dijo ella

- Dentro de un tiempo nacerá un hombe y una mujer a los que el destino, con un poco de nuestra parte, unirá para que los reinos se junten para siempre - Terminó de decir Laurent.

- ¿¿¡¡Todavía no han nacido!!?? - Replicó ella

- Esa no es la cuestión - dijo el viejo - cuando lo hagan, Tees tiene que estar en la Corte. Él solo.

Al día siguiente, Tees no había podido dormir mucho, ahora ya tenía una misión.... aunque le daban mucho tiempo... pero eso le excitaba sobre manera.
Marian le había despertado pronto, y empezaron enseguida con sus clases de francés, enseñándole lo elemental, saludos, despedidas, pronombres, algún verbo muy usado...
Marian estaba especialmente bella esa mañana, llevaba un vestido blanco, con un cinturón marrón de cuero que le cogía toda la cintura, y unas finas botas de piel. El pelo recogido en una coleta y los labios, húmedos con agua, con la que acababa de lavarse. Tees la miraba embelesado, no pudiendo concentrarse bien en sus lecciones, por lo que era reprendido por la maestra.
Después del idioma, pasaron al tema preferido del chico, y donde ya no miraba a Marian, a pesar de ser algo casi inevitable. Le estuvo enseñando el lenguaje rúnico, para que siguiese avanzando en sus conjuros.

A los cuatro días, Tees podía mantener una conversación básica en francés y ya estaba listo para empezar a aprender los hechizos rúnicos, los que necesitan de la palabra para activarlos. Antes de dar ese salto en el tema mágico, Marian le dió la última lección teórica sobre la magia.

- Tees, ten en cuenta - le dijo - que estos hechizos están familiarizados entre sí; formando grupos. Estos grupos requieren de una parte distinta de la Magias, de la energía que fluye por ti. Debes elegir uno de estos grupos para especializarte, según la parte de la Magia con la que estés más cómodo. Esto, debe hacerlo el maestro, pero no sé en cual estás más preparado, asi que te doy la oportunidad que nadie a tenido, la de elegirlo tú. Esto no significa que no puedas realizar hechizos de otra familia, si no que te costará más, porque irás perdiendo la práctica en esa parte de la Magia, pero como tendrás más experiencia en otra parte, estos últimos no te costarán mucho.

Se calló un momento para ver si el chico lo iba entendiendo, y ante un gesto afirmativo de este prosiguió.

- Yo, por ejemplo, soy conjuradora y sanadora, debido a que mi maestro vió en mí un gran potencial para dedicarme a los dos grupos, cosa no muy normal entre los magos. Laurent, es mentalista. Y como no sé que puedes ser tú, pues te dejo elegir.... te explicaré los grupos....

- Quiero especializarme en todos - dijo sin hacer un gesto.

- ¡¡¿¿Qué??!! - gritó ella - Eso es imposible muchacho.

- Tu eres mi maestra - dijo el chico - Conoces tan bien como yo, o incluso mejor lo que puedo hacer y lo que puedo llegar a hacer. Dime que no seré capaz y no lo haré, pero sé que puedo hacerlo.

- Ni el propio Zet está especializado en todas las ramas de la Magia. Pero no te diré que es imposible - dijo en tono de derrota.



Al cabo de unos meses de intensas negociaciones por parte de Laurent, y de haber contactado otra vez con Zet, el Gran Mago le dijo que el tiempo de espera sería largo según el Oráculo, no menos de 30 años, periodo para el cual tenían que tener preparado al chico, no sólo en los conocimientos mágicos, si no también tenía que estar con un cargo en Palacio, tarea más complicada que la primera, viendo el ritmo de aprendizaje del chico.


La segunda parte de la misión encargada por Zet llegó como caida del cielo. Después de casi un año en el que habían intentado de todo para meter a Tees en la Corte y de dar vueltas de un sitio a otro para ver los métodos en los que escogían a la gente para Palacio. Otro mago, Kazhmil, un viejo conocido de Laurent y matemático musulmán convertido al Catolicismo tras la Reconquista de Sevilla, que actualmente ocupaba un cargo de Consejero del Gobernador de esa ciudad, fué a Toledo por unos asuntos de Gobierno que debían solucionarse rápidamente.
Laurent, al enterarse que estaba allí, fue a verle, y a la salida de la reunión en Palacio estuvo esperando a que saliese la comitiva.
Cuando le vió salir, gritó unas palabras en árabe, y todos los guardias del mago se abalanzaron sobre él, pensando que sería uno de los muchos árabes que insultaban al matemático por su conversión.

- Quietos - dijo con calma Kazhmil - es un viejo amigo - terminó diciendo con una amplia sonrisa en sus labios.

- Gracias por lo de viejo - dijo irónicamente Laurent - sabes de sobra que te doblo la edad, y por eso te burlas. - Terminó de decir mientras se fundían en un gran abrazo, como si hiciese siglos que no se veían.... cosa que era cierta.

Hablaron largo y tendido sobre parte de la misión encomendada por Zet y que necesitarían una recomendación de alguien importante para que Tees pudiese entrar en Palacio.

- Bueno - dijo Kazhmil - eso se puede hacer. Pero tendrá que ser de soldado, no suelen coger a gente tan joven de consejeros y además, esos puestos ya están cogidos. Aunque no tiene la suficiente edad, desde ese puesto podría controlar muchas cosas, algunas que desde un puesto de consejero le pasarían desapercividas, además, no podrá estar destacado en otro lugar donde no esté Su Majestad, cosa que también nos beneficia.


La carta de recomendación de Kazhmil llegó a través de un emisario al cabo de pocas semanas. Tanto Laurent como Marian acompañaron a Tees a que entregase esa carta y a que le citasen para empezar su instrucción.

Al cabo de pocos días, unos Guardias Reales llamaron a la puerta de los tres magos buscando a Tees, al que se llevaron para que iniciase su largo aprendizaje de cinco años como Guardia Real.

En ese tiempo el chico demostró un excelente uso de las armas, sobre todo con la pica y con la espada, las que manejaba de forma increible.... y más aun para ser mago. En el tema táctico, era mucho mejor aun, debido a los libros que Marian le había hecho leer (los de Julio Cesar, de Alejandro Magno, y muchos otros diarios de campañas militares)
También tuvo tiempo para sus estudios y avanzó rápidamente en todas las ramas de la Magia y ya podía hablar con perfección francés e italiano, y estaba aprensiendo alemán.


Había pasado mucho tiempo, ahora Tees tenía 23 años, una apariencia normal para una persona de su edad, musculoso como la mayoría de los guardias reales, unos ojos que cada vez podían mirar más profundamente, unas manos firmes, una melena que le llegaba por los hombros y una estatura y peso que hace unos años le hubiesen parecido excesivos.

En un principio, la misión les puso a todos nerviosos, una vez hubieron conseguido que Tees entrase en la Guardia Real, pero viendo que la carta de Zet con el mandato de actuar no llegaba nunca, lo fueron olvidando y fueron haciendo una vida casi normal.... para un mago.
En los últimos años, debido a ciertos revuelos en la Corte, pensaron que sería el momento, pero la misiva del Gran Mago de la Orden seguía haciéndose de rogar.

Al poco tiempo, Tees ingresó en el grupo de Guardias más cercano al Rey, pero, por suerte, aun no iba a los viajes con ellos, cosa que le dejaba más tiempo cuando estos se marchaban.

Cada vez había más revuelos, había llegado a la Corte Enrique IV tras la muerte de Juan II, y la única hija que tuvo, Juana, en el año 1440 (el año en que Tees empezaba el entrenamiento como Guardia Real), fue repudiada alegando que el Rey no podía tener hijos, con lo que la Reina había engañado al Soberano con otro hombre. Todo el mundo sabía que había sido con D. Beltrán de la Cueva, valido del Rey y hombre de su confianza... y por lo visto, también de la confianza de la Reina.
El reino estaba empezando a desmoronarse con esos dimes y diretes mientras no estaba claro el futuro del reinado de Castilla. Por eso, el Rey dió orden de que a su muerte, le sucediese su hermana, Isabel; lo que provocó la división de una facción que reclamaba el derecho a herencia de Juana, conocida como La Beltraneja, mientras que otroa apoyaban la decisión del Soberano.

En 1474, muere Enrique IV El Impotente, sobrenombre con que era conocido en todo el Reino, y en muchos otros, y asciende al Trono Isabel I de Castilla, a la que Tees había conocido pocos días antes.

Tees ya era un veterano en Palacio, el segundo al mando entre los Guardias Reales, y era conocido en toda la Corte, aunque le faltaba la práctica del que nunca a participado en combate, cosa normal entre los Guardias cercanos al Monarca.
Esta muerte fue una revlución en todo el Reino, y más aun cuando los partidarios de Juana se levantaron en armas exigiendo el derecho al reinado de La Beltraneja.

A los pocos días de este hecho, y una vez coronada Isabel, llegó la carta de Zet.

Ahora

Era lo único que decía al lado de la firma del Gran Mago.

Laurent, Marian y Tees se sentaron a discutir tranquilamente aun cuando las cosas en Palacio no se habían normalizado del todo.

- Recordemos la anterior orden - dijo Laurent

- Derrocad al Rey, unificar Reinos - repitió Tees como si las acabase de leer ahora mismo.

- Bien - dijo Laurent - pues la primera parte no hace falta - dijo en tono sarcástico Marian, a quien estos años no le habían hecho cambiar de aspecto - Ahora solo falta elegir el Reino a unificar con Castilla.

- Portugal o Aragón - dijo Tees - Tanto por cercanía como por las relaciones con el antiguo Soberano. Recordemos que la madre de Isabel es portuguesa. Y que con Aragón hay un tratado importante en la lucha contra los moros.

- Con eso das por hecho que apoyaremos al bando de Isabel, ¿no? - dijo Laurent

- Desde luego - dijo con tono grave y seguro el más joven de los tres magos - La Beltraneja no es de sangre real

- Poco me importa eso si nos centramos en las órdenes de Zet - dijo Laurent - de hecho, el dijo que derrocáramos al antiguo Rey, con lo que esa sangre que tu dices, no nos beneficiaba antes. ¿Por qué tendría que hacerlo ahora? - dijo a Tees como retando la respuesta.

Tees no respondió, permaneció callado dándose cuenta de que el mago tenía toda la razón.

- De todas formas - dijo Laurent - Apoyaremos a Isabel, pero no por ese motivo, que realmente, parece el que daría un niño de 8 años - dijo mientras Tees se debatía entre el enfado y entre la vergüenza por aquella respuesta.

- Lo haremos porque Louis Disaux está con La Beltraneja - terminó de decir Laurent.

- ¿Quién? - dijo Tees.

- Disaux - le explicó Marian - es un mago de Flandes contrario a la Orden liderada por Zet, nunca se ha interpuesto al Gran Mago, pero en cualquier momento puede adquirir más poder del que aun tiene y convertirse en una seria amenaza.

- Bueno - dijo Laurent - nuestro bando está claro, solo hace falta saber con quién unificamos Castilla.

- Conozco algún personaje importante de Portugal, uno de ellos fue compañero de alumnado mio en la Orden - dijo Marian - seguro que quiere echarnos una mano.

- Bien - dijo Laurent - yo iré a Aragón a ver si me recibe Fernando, con quien puedo tener alguna opción. Mientras, Tees, debes quedarte aquí, Kazhmil vendrá en unas semanas, creo que Zet quiere que esté de nuestro lado en esto.


A los pocos días de la marcha de Laurent y Marian, Tees tuvo un sueño muy extraño; era algo que ya le había ocurrido en la realidad hacía unos cuantos años, pero ahora ocurrían cosas distintas.

Hace un tiempo Tees tuvo un accidente compitiendo en unos juegos que se celebraban entre la guardia real y el ejército ordinario de Su Majestad. Era un combate con armas de madera, y cuando, en un lance del simulado combate Tees cayó al suelo, al compañero se le rompió la cincha del escudo, que era de metal) golpeándolo en la cabeza y dejándolo inconsciente. Cuando le llevaron a casa Marian le cuidó con artes arcanas, recuperándolo totalmente a las pocas horas; pero para que no sospechasen sobre su pronta recuperación, Tees se quedó en casa unos días por no levantar sospechas. En ese periodo Laurent andaba un poco atareado con "sus cosas" como decían Marian y Tees. Una noche, en la cual no estaba Laurent en casa, Marian se metió en el cuarto de Tees, se acostó con él e hicieron el amor; después ella se levantó y se marchó, sin una palabra, ni siquiera más tarde hablaron de esto nunca. Tees había estado con varias mujeres de la corte, pero nunca nada serio, solo para pasar el rato. Tees era atractivo, y las mujeres veían en él algo más que en cualquier otro de los Guardias de Su Majestad. Pero nunca lo había hecho con Marian, ni lo había insinuado. A él le atraía la maga, pero creía no haber dado nunca muestras de ese sentimiento.

En el sueño que tuvo Tees, todo era igual, pero cuando terminaban Marian se quedaba con él hasta que amanecía, momento en el cual alguien irrumpía en la habitación, alguien que Tees no conocía pero que le resultaba familiar. A Tees le dejaba pegado en la cama, no podía moverse, y Marian se iba con él, dándole un efusivo beso hasta que comenzaban a hacer el amor delante de él, sin que pudiese gritar o moverse, solamente mirar apenado.

Cuando despertó del sueño estaba empapado en sudor, tenía los ojos ligeramente húmedos y una gran opresión en el pecho.

A las pocas horas llegó Kazhmil, adelantándose ligeramente al tiempo que dijo Laurent que tardaría en llegar. Después de un seco recivimiento por parte de Tees, al que aun le pesaba el sueño que había tenido, le sirvió algo de desayuno y le preguntó por el viaje.

- ¡Uff! - resopló Kazhmil - No he parado ni un momento. Parece que todo se está precipitando mucho y entraremos pronto en guerra.

- Eso parece - contestó Tees algo serio.

- Bueno - prosiguió el árabe - antes queiro aclarar algo. No me han mandado como tu niñera, no creas que Laurent te tiene tan poca confianza. Pero es la primera vez que te enfrentes a un problema de esta magnitud, y quieren que alguien pueda acompañarte.

Tees no respondió.

- De todas - siguió hablando Kazhmil mientras engullía un trozo de queso - vamos a ir esta tarde a ver a otro amigo nuestro, de Laurent y mio, que por casualidad llegaba hoy a la ciudad. A lo mejor nos quiere acompañar estos días, puede ser un buen apoyo si entramos en guerra. Claro que, si no quieres, es decisión tuya.

Tees solo hizo un ademán afirmativo con la cabeza mostrando su apoyo. Aunque no le hacía gracia contar con alguien con quien no contaba Laurent, no estaría de más algún refuerzo extra por si la situación empeoraba.
Por la tarde cruzaron todo Toledo, y llegaron a una pequeña granja apartada del resto de las casa de la capital. Había mucho revuelo en la ciudad y agradecieron apartarse un par de kilómetros de allí.
Al cruzar la verja que daba a un pequeño jardincillo bastante seco, Tees sintió una pequeña opresión en el pecho, recordó la misma sensación al despertarse de aquel sueño; las manos le temblaron cuando Kazhmil abrió la puerta entreabierta que daba a la casa. Un hombre estaba sentado en un butacón de color, en un rincón oscuro de la enorme sala.

Kazhmil habló:

- Disaux, aquí está el joven priodigio - dijo dirigiéndose a aquel hombre.

A Tees le cambió la cara. Aquel era Disaux de Flandes, el hombre del que habían hablado Laurent y Marian apenas una hacía una semana. Pero además, aquel era el hombre de su sueño, el que le arrebataba a Marian. Kazhmil les había traicionado lléndose con ese malnacido de Disaux, pero eso era lo que menos le importaba a Tees ahora.... solo pensaba en su sueño.
Disaux era un hombre bastante alto y corpulento, aunque no tanto como Tees, aparentaba unos 30 años, aunque tenía algunas canas cerca de las orejas, el pelo corto y liso y una cara delgada, con nariz aguileña y enormes ojos.

- Veamos como se defiende - dijó Disaux.

Y acto seguido salió de su mano derecha un guijarro puntiagudo, del tamaño de una punta de lanza.
Tees desenvainó rápido su espada y golpeó a la piedra lateralmente, desviando su trayectoria, pero quebrando la hoja de la Toledana.

El de Flandes rió sonoramente.

- Quiero ver tu magia, no tu espada - dijo socarronamente.

Tees pronunció unas palabras tan rápido como pudo, y de las palmas de sus manos salieron unos pequeños dardos cubiertos de llamas.
Disaux permaneció quieto, y a poca distancia de su torso, los proyectiles se desintegraron como si hubiesen chocado contra una barrera invisible.
Disaux volvió a reir.

- ¿Esto es todo? - le dijo

Y pronunciando unas palabras Tees salió disparado, habiendo sido golpeado con algo invisible en el pecho, que le hizo pasar por el umbral de la puerta y caer en el jardín de entrada de la casa.
Kazhmil permanecía serio, miraba a Tees preocupado mientras se quejaba del golpe en el pecho. Mientras, éste se revolcaba de dolor, pero se echó la mano a la bota, agarrando la daga que llevaba siempre guardada ahí. Desde el suelo volvió a pronunciar las mismas palabras que antes, y los mismos dardos salieron de sus palmas, llendo contra Disaux. Mientras Kazhmil desviaba la mirada hacia este, Tees le lanzó la daga, que se clavó en el hombro izquierdo haciendo que el árabe callera al suelo.

- ¡Maldito seas! - le dijo, acompañado de una sarta de frases en árabe que srían más improperios hacia Tees.

Los proyectiles se volvieron a estrellar en la barrera de Disaux, que sonreía.

- Entra conmigo - le dijo en tono amable - No te haré nada, ahora solo quiero hablar contigo.

Tees dudó, pero por alguna extraña razón sabía que ahora el de Flandes no le iba a atacar, por lo que accedió.

Se sentaron uno en frente del otro. Disaux ocupaba el mismo butacón que antes, y se le veía relajado. Tees parecía nervioso, y estaba listo para un ataque rápido si a su oponente se le ocurría hacer un moviemiento en falso.

- Me tienes en mal concepto - dijo Disaux - Seguramente Marian y el viejo te han hablado mal de mi. Pero solo has escuchado una versión, un mero punto de vista.

Tees enarcó las cejas. Aquel hombre parecía querer embaucarle y él no tenía intención de dejarse engañar.

- Mi joven amigo - continúo - yo fui uno de los consejeros de Zet, uno de los 15 que forman el grupo de asesores del Gran Mago. Pero mis ideas no fueron admitidas y me expulsaron. Son un gran clan en cual no admiten a los que piensan y obran de distinta forma, aunque esto sea mejor para la Orden. Yo no tengo nada en su contra, son ellos los que han puesto precio a mi cabeza.

Tees escuchaba en silencio. Esos datos él no los conocía, y Disaux parecía hablar con respeto, aunque con un ligero resquemor. Pero, ¿por qué Marian y Laurent le iban a engañar? No tenía sentido nada de todo aquello.

- ¿Qué pasó entonces? - preguntó Tees para aclararse un poco las ideas.

- Los magos somos superiores a los humanos normales - dijo Disaux - Moldeamos su historia a nuestro gusto. Prueba de ello es la misión que tienes que llevar a cabo.

Tees se estaba dando cuenta que ese hombre no estaba diciendo ninguna mentira, y se relajó un poco. De todas formas, ese hombre sabía más de lo que parecía, y sabía donde pisaba a la hora de hablar.

- En eso - continúo - como sabrás, no hay ninguna mentira. Zet controla todo lo que ocurre en el Mundo, pero no quiere que nos demos a conocer. ¿Por qué controlar el mundo desde las sombras? ¿Por qué no ser nosotros quienes controlemos desde la posición privilegiada de Rey, Papa o Emperador? ¿Por qué conformarnos con ser simples consejeros, mercaderes, obispos o de la Guardia Real? Yo propuse eso, me enfrenté a Zet en una discusión que duró días, incluso semanas; y me expulsaron. Solo por pensar distinto, por querer algo mejor para nosotros sin perjudicar, más de lo que lo hacemos, al resto de los mortales.

Tees vió que llevaba cierta razón, el podría ser el mejor guerrero de la Guardia Real gracias a su megia, podría ser Rey durante años o siglos sin que hubiese problemas de sucesión , como en el que estaba envuelto el Reino de Castilla. Los magos podrían unir el Mundo bajo una misma bandera, sin guerras entre ello, ayudándose mutuamente. Todos prosperarían.

- ¿Cuál fué la respuesta de Zet? - dijo Tees intentando resolver el laberinto de ideas que era ahora su mente.

- Que somos distintos - dijo Disaux - que no somos muchos, que la gente desconfía del que es distinto y tiene más poder que ellos. Y que desde el principio hemos permanecido ocultos, y que así será siempre. Como ves, ningún razonamiento lógico y fundamentado, al contrario que los míos.

En ese momento, una pequeña bola de luz, del tamaño de un huevo de gallina, atravesó la sala, pasando a poca distancia de la cara de Tees, que se tiró al suelo, e impactando en el pecho de su contertulio, que calló por detrás del butacón, golpeándose contra uno de los muros de piedra del salón.

- No molestes más y vete de Toledo - dijo una voz familiar para Tees.

Giró la cabeza desde el suelo y en la puerta de la entrada estaba Marian, con un brillo extraño en los ojos. Daba miedo.
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