Las flores del cerezo. (4º Capítulo).

Salir de aquel bosque fue como volver a la vida, ahora caminaba con alegría en el corazón y ánimos renovados. Cuando abandone el bosque de abedules me encontré en una senda ancha que se perdía a la vista muchas millas adelante al pie de unas montañas. Decidí tomar aquel camino atravesando los extensos arrozales que me separaban de las montañas. Y una vez llegara a esas moles de tierra y roca ya me preocuparía de encontrar la mejor forma para llegar al otro lado. El camino era ahora llano y regular, podría caminar a buen ritmo durante las próximas jornadas, y sin tomar demasiadas precauciones, porque por estos campos solo me cruzaría con campesinos, al menos ese era mi deseo.

Las jornadas de viaje se sucedían sin incidentes, atravesé dos aldeas, en las que no me detuve ya que aún tenía víveres para un par de días. Parecía que apenas me había acercado a las montañas, sin embargo si volvía la vista atrás no alcanzaba a ver el bosque de la anciana. Había decidido caminar todo el día, y acampar toda la noche, disfrutar de mis últimas provisiones y por la mañana desviarme un poco hacía el oeste, a una aldea de mayor tamaño que las anteriores, que se divisaba desde el camino.

Para llegar a la aldea tuve que dejar la senda y atajar campo a través. Por suerte no estaba lejos, porque caminar entre la maleza y las zarzas no era nada cómodo. La aldea estaba sumida en un gran silencio, la componían quince o más casas. E incluso había alguna de piedra, me dirigí hacia el centro a una pequeña plaza. No vi a nadie a simple vista pero si intuía que me observaban atentamente. Supuse que los hombres estarían en el campo y sus mujeres asustadas se habían encerrado en las casas ante la llegada de un extranjero. Cansado y harto del viaje pensé que era el momento de dejar a un lado la prudencia y comportarme como lo que era.

- Vamos salid de ahí cobardes, grité. Que tipo de pueblo es este que todos sus habitantes se esconden como gallinas. La única respuesta fue el eco de mi propia voz.

Maldije para mis adentros a los aldeanos, por ser tan temerosos. Elegí la casa más grande de las que me rodeaban. Un caserón de piedra, con dos alas y un pequeño patio algo descuidado. Mis gritos me habían animado y no tome ninguna precaución, cruce el umbral y me planté firmemente en el la arena del patio, y me dispuse a gritar de nuevo. Cuando me disponía a alzar la voz, vi un rápido movimiento por el rabillo del ojo, con el tiempo suficiente como para esquivar un garrote, que me pasó silbando cerca de la cabeza. Como una pantera me volví, y estaba ya dispuesto a derribar a mi adversario, cuando un segundo atacante salto detrás mía saliendo de detrás de un arbusto, pero yo ya estaba preparado rodé sobre mi mismo para situarme a un lado del segundo agresor. Por su aspecto comprendí que eran campesinos, y que no tenían muchas posibilidades contra un samurai. Sin desenvainar la katana, aseste un golpe en el costado al más grande que había salido del arbusto, con un soplido se dobló y cayó al suelo. Recuperé la posición de defensa, una mueca parecida a una fina sonrisa asomó en mis labios mientras me encaraba al campesino restante. Por supuesto ambos sabíamos que la emboscada había fracasado y solo nos quedaba dilucidar que pasaría ahora, bien a mi enemigo le quedaba algo de cordura y pedía clemencia, o bien era un autentico loco y se arrojaba a la muerte.

Ninguna de esas cosas ocurrió, el campesino se quitó el sombrero de paja y corrió a socorrer al caído, ayudándolo a incorporarse. Para mi sorpresa descubrí que se trataba de una mujer, y debía ser la hija del hombre al que yo había golpeado. Ayudé al corpulento campesino a ponerse de pie, momento en el cual ella me miró extrañada.

- Es cierto que el honor y el respeto es algo difícil de ver en estos días, dije. Pero yo puedo jactarme de aunar ambas cualidades y nunca hubiera atacado a este hombre sin mediar una provocación. Pero que clase de aldea es esta en que no hay hospitalidad para un viajero y se le juzga antes siquiera de dejarle hablar.
- Lo sentimos de veras joven señor, me espetó la chica con voz temblorosa. Pero el pueblo pasa por serias dificultades, por aquí no pasa nadie que no sea un ladrón o un forajido desde hace mucho tiempo. Los extranjeros no son bien recibidos y si pasan de largo mejor que mejor.
- Llevadme dentro, susurró el hombre. Trataremos de disculpar nuestra falta, si es que este joven samurai es capaz también de perdonar.

Ayudamos al hombre a entrar, cosa nada fácil porque en verdad era de un gran tamaño. Una vez dentro, avanzamos por un pasillo que nos condujo a un patio interior. La casa no parecía la de un campesino, pero las ropas de sus habitantes si. Llegando a la mitad del pasillo nos detuvimos, la muchacha se adelantó para abrir una puerta corredera. Descalzos penetramos en la estancia. En la pequeña sala otra puerta estaba entreabierta dejando entrar la luz y el aire de un patio interior, este mucho más cuidado que el de fuera. En la habitación solo había una mesa para el té. El hombre se sentó primero y con un gesto me invitó a imitarle. Cuando estuvimos ambos sentados, la joven se retiro sin dejar de mirarnos, y salió con una ligera inclinación de cabeza en señal de respeto.

- Mi hija y yo sentimos mucho lo ocurrido ahí fuera, de haber sabido que se trataba de gente de bien, nuestro recibimiento hubiera sido distinto, lo sentimos de veras. La voz del hombre sonaba sincera y arrepentida.
- Por mi parte está olvidado, ha sido un incidente sin importancia, pero tened en cuenta para futuras ocasiones, que vuestra presa puede no ser compasiva como lo he sido yo.
- Olvidado entonces, dijo el hombre bastante aliviado por mi respuesta. Mi nombre es Aruko Igari, y soy el jefe del pueblo y el encargado de rendir cuentas al Shogun respecto a los impuestos a pagar por los aldeanos. Parecía que aquello le hacía sentir muy orgulloso, y a mi me puso alerta, debía desconfiar de alguien que trabajaba para el Shogun por muy insignificante que fuera.

No resultó difícil enterarme de muchas cosas, sin apenas preguntar, ya que Aruko era de palabra fácil, demasiado fácil para mi gusto. El Shogunato se preparaba para la guerra contra mi Señor, los impuestos se habían doblado y los jóvenes habían partido hacia el castillo para ser adiestrados y equipados como infantería. Estas eran malas noticias sin duda, otro frente se abría en nuestra frontera del sur.

CONTINUARÁ.
Hoy he tenido menos tiempo, y esto es lo único que he conseguido escribir, y no creo que escriba nada hasta el lunes.

A ver si os gusta.

Salu2.
Tomatelo con calma hombre...
Esta escena me ha recordado en parte a una de los 7 samurais, que seguro que has visto;)
Veo que vas definiendo mejor al personaje, aun asi me parece un tipo bastante frio, pero confio en que con posterioridad vayamos conociendole.
Si me aceptas un consejo,¿que te pareceria meter algunos elementos de la cultura japonea?creo que le darias mas veracidad a la historia. Si dejaras caer detalles sobre su daisho, la manera de ponerse un obi, la importancia de los kimonos, etc; todos aprenderiamos un poco mas y la narracion quedaria redonda(aunque esto exige un cierto trabajo de documentacion;))
Se intentará, aunque lo que me gusta de esta forma de escribir, es el librarme de pensar en como tienen que ser las cosas, además como la narración se desarrolla a traves del protagonista es complicado que el nos explique cosas que conoce perfectamente, entiendes lo que te digo, me resulta difícil explicar por boca de una persona algo que conoce de sobra sin que quede falso....

Pero trataré de hacerlo a través de las descripciones.

Salu2.

PD: La entrada en el pueblo si es como en los siete samurais, supongo que el subconsciente me ha jugado una mala pasada ;) pero tiene que ver un poco con lo que viene a continuación y que debería haber ido en este capítulo, pero como ya he dicho he estado liado... Se trataba de reflejar la opresión de la aldea por los impuestos y la desconfianza en la gente de armas e incluso en sus propios ejercitos.
Nah, yo creo que está muy bien de todas formas. La narración sigue siendo muy buena y el personajes se va perfilando poco a poco. Yo en cambio no lo veo tan frío como dice Temjin, su forma de actuar no es realmente la de alguien frío, al menos por ahora.

Por lo del tiempo no te preocupes. Lo que no puedes hacer es marcarte una marca en páginas o cosas así para los capítulos. Escribe hasta que creas que el capítulo está listo y entonces lo pones, y si no tienes tiempo da igual, que ya bastante rápido escribes. Tómatelo con calma hombre.
Bueno, pues vamos entrando en materia y en chicha de personalidad, que es lo que a mi me gusta.
Sin duda este es para mi uno de los más expresivos, por cierto, ese principio que quiere decir que dejaste atras los malos rollos del capítulo 3. :-?

Por cierto, La Flor del Cerezo...... este título viene de los ovas de kenshin?. ein? ;)
En el capítulo 9º se empieza a descubrir porq lo de la flor del cerezo... ten paciencia.

Salu2.
este me ha gustado mucho, el personaje se le van viendo rasgos propios, y esa ultima noticia me deja con la intriga como siempre...
Mucho mejor que el anterior. [ok]
Salu2.:)
Buen capitulo, con el que poco a poco y de forma amena nos vas sumergiendo en la trama de la historia.
Ya me parece que te recomendé un libro, titulado Shögun.
Te gustaría ;)

[bye]
8 respuestas