Recopilatorio: Alita: ángel de combate

Hola amigos!

Finalmente me he decidido a escribir algo para el foro de literatura. Voy a intentar relatar, tan acertadamente como pueda, la historia del manga Gunm, de Yukito Kishiro. En principio pensé escribir alguna historia original, pero la narrativa no es lo mío.

En fin, aquí os dejo el primer capítulo, espero vuestras críticas.

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Capítulo primero: la Ciudad Celestial

Sorprendido por el amanecer, Ido alzó la vista hacia el cielo.

Lo primero que vio fue Tiphares. Majestuosa, colosal, de una belleza radiante. Siempre presente. Una mole blanca de un tamaño masivo flotando en el aire, dominando el firmamento del mismo modo que dominaba todas las vidas del Patio de los Desperdicios, pensó. Del mismo modo que ahora dominaba también la suya. Sopesó por un instante la ironía de que algo tan increíblemente hermoso pudiera generar tantísima desgracia.

Desde el Vertedero sólo podía distinguir la parte inferior de la ciudad celestial, un volcán metálico invertido cuyo cráter parecía observarle fijamente, ahora que se encontraba justo bajo su centro. Ido no pudo menos que quedarse embobado ante la grandiosidad de aquella obra arquitectónica, mientras sentía en sus huesos el frío glacial de la mañana. De repente se sintió engullido por aquel gran ojo negro, invadido por un temor irracional a que aquella mole descomunal se desplomase sobre él aplastándole; un terror que le urgía a huir en cualquier dirección, sin pararse a pensar, en ese mismo instante.

Apartó la vista de la Ciudad en el Cielo y espantó los fantasmas de su mente, repitiéndose que no era posible que Tiphares cayera, que ya llevaba siglos, quién sabe si milenios, suspendida en el mismo lugar. De vez en cuando variaba su altitud, es cierto, provocando que las tuberías que le servían de anclaje al suelo chirriasen con un sonido similar al gemido agónico de miles de personas. La teoría aceptada comúnmente era que estos cambios de altitud estaban provocados por los ciclos lunares. Pero caer… no, eso era pura fantasía, puro terror supersticioso. Habría sido menos descabellado esperar que el mismísimo cielo se desplomase sobre su cabeza. Ido se sintió ligeramente reconfortado al pensar esto, pero no pudo dejar de sentir su presencia abrumadora, el peso del aire desplazado por la megalópolis. Cada vez que venía a este lugar, no podía evitar sentirse insignificante ante tal inmensidad.

Por supuesto, sabía que ni siquiera echándose a correr, como le ordenaba su instinto, sin pararse hasta alcanzar los límites del Patio (suponiendo que fuese capaz de realizar tal proeza y seguir vivo) conseguiría librarse de aquella presencia. Sabía que Tiphares se veía claramente desde todos los puntos del Patio de los desperdicios, y en lo más profundo de su alma no estaba muy seguro de que alguien hubiera conseguido alguna vez alejarse lo suficiente de este vertedero inmundo que era el Patio para que la línea del horizonte le liberase de la terrible visión de la Ciudad… al menos durante las horas de vigilia.

Aquí y allí, al proseguir su labor, Ido pudo ver pequeños grupos de gente desperdigados en varios puntos del vertedero, reunidos para adorar a Tiphares, a los Dioses que sin duda los observaban complacidos desde su peculiar Olimpo. Los Dioses que, llegado el momento, les darían su favor en la batalla y los liberarían de sus penurias, llevándolos con ellos al Paraíso de los Justos. El Patio de los Desperdicios estaba repleto de pequeñas sectas como estas. Ido los contempló por un momento. Sabía que eran fanáticos. Sabía que sus gurús eran en realidad criminales que les robaban a estos pobres desgraciados los pocos bienes materiales que pudieran tener y luego los mandaban a misiones suicidas para eliminar a sus rivales. Ido sabía incluso, sabía, que las creencias de esta gente no eran más que patrañas. Él mismo había pasado su vida en Tiphares hasta el día de su expulsión, y podía decir a ciencia cierta que sus habitantes distaban mucho de ser dioses.

Sabiendo todo esto, Ido sintió que no podía recriminar a aquellos pobres diablos el camino que habían escogido para acabar sus vidas. Casi sentía admiración por ellos: entre más lo pensaba más increíble le resultaba que alguien del Patio pudiera reunir la suficiente esperanza para llegar a creer en algo. A los habitantes del Patio no les importaba qué era Tiphares ni desde cuándo había estado ahí. Por lo que ellos sabían, era tan antigua como el Mundo. Siempre había estado ahí, recordándoles cuál era su lugar, recordándoles que existían con un solo propósito: servirle. Las cosas eran como tenían que ser, habían sido así siempre y seguirían así hasta el fin de los tiempos. Hacía ya muchas generaciones que en el Patio de los Desperdicios nadie levantaba la vista hacia el cielo. Que la ilusión y la esperanza los habían abandonado para irse a algún otro lugar. A esta gente ya todo le daba lo mismo.

Poco a poco, la luz de la mañana inundó el Patio de los Desperdicios. Ido se permitió detener su labor de búsqueda otro momento para contemplarlo desde la posición privilegiada que le ofrecía la cima del Vertedero. Al ver las fachadas de hierro de los edificios bañadas en el oro de la mañana, Ido no pudo evitar pensar que había pasado mucho tiempo desde la última vez que el Patio le había ofrecido un espectáculo tan hermoso. El Patio no era un lugar para que viviera la gente, pensó Ido. Su corazón, geográfica, religiosa y políticamente hablando (si en el Patio se podía aplicar la palabra política) era el lugar en el que Ido se encontraba ahora, la inmensa montaña de residuos caídos de Tiphares que proporcionaba un modo de ganarse la vida a muchos como él. A partir de este punto, el Patio se extendía concéntricamente a lo largo de incontables kilómetros hasta llegar a los límites exteriores custodiados por las fuerzas de la Fábrica, que restringía tanto las entradas como las salidas. Sus calles, sus edificios, eran siempre iguales, fríos, metálicos, impersonales. Eran jaulas de metal. Entre ellos quedaban unas callejuelas retorcidas tras cuyas esquinas la muerte acechaba a los débiles y a los incautos. Las chabolas de chapa, el aire pestilente, las ratas, los gritos de dolor y desesperación de alguien, que ya nadie escuchaba, eran lo mejor que se podía encontrar al pasear por las calles del Patio. Recordando el día en que se vio expulsado del Paraíso de Tiphares a este Infierno, Ido no pudo dejar de preguntarse cómo había logrado sobrevivir hasta este día.

Algo brillaba en el suelo. Un ojo. Ido lo recogió, parecía en buen estado. Le serviría. Muchas mañanas como ésta, Ido venía al Vertedero para recoger partes mecánicas que usar en su taller. Solía aprovechar el momento en que Tiphares abría sus compuertas y dejaba caer su basura, poco antes del amanecer, para recoger piezas de una calidad que era imposible encontrar en el Patio. Reconocía que había tenido mucha suerte, sus conocimientos como cibercirujano le habían salvado la vida en su día y aún hoy le permitían vivir de forma desahogada. Sus clientes cyborg reconocían su talento y era bastante apreciado en el vecindario. Esto le ofrecía cierta inmunidad ante la violencia reinante en el Patio, y eran pocos los que le atacarían por unas monedas: sólo aquéllos que no le reconociesen o los realmente desesperados por conseguir una dosis, aunque, pensándolo bien, esto englobaba una parte considerable de la población.

La mañana había sido pródiga, e Ido había recogido todas las piezas que se veía capaz de cargar. Entonando alegremente una canción, recogió su mochila y comenzó a andar en dirección al taller. Si aceleraba el paso conseguiría llegar para la hora de comer, pensó. Tenía aún tantas cosas que hacer… un cliente tenía cita a las cuatro para un implante de brazo, y Hugo iba a venir para ajustar el molino. Y necesitaba localizar urgentemente a Gonzu para hablarle de aquello…

-¡Ah! -Con esta exclamación, Ido cayó redondo al suelo. Se quedó un momento tendido, incrédulo, recriminándose su falta de atención. ¿Cómo podía haber tropezado de manera tan estúpida? Afortunadamente no se había hecho daño y sus gafas estaban intactas, pero perfectamente podría haber provocado un derrumbe que le habría costado la vida. –Dios, que no se hayan lastimado las piezas…

Al final se incorporó y se sacudió el polvo, todavía con un ligero temblor en las piernas. Se dio la vuelta para ver el motivo de su tropiezo, pero lo que vio le hizo olvidar el incidente al instante. Entre los escombros yacían los restos de un cyborg femenino. –Casi me mato por tu culpa- dijo Ido en voz baja mirando los ojos cerrados del robot. Parecía llevar en aquél lugar mucho tiempo, a juzgar por el desgaste de la piel sintética de la cabeza. Lo único que quedaba de ella era la cabeza, completamente pelada, y parte del busto. A Ido le recordó el aspecto de una muñeca rota. Sin duda, ninguna de sus piezas era aprovechable como recambio, pero Ido se sintió cautivado por la expresión serena de la cyborg. Era casi como si…

-Debo de estar loco, no es posible… –murmuró mientras sacaba de la mochila sus instrumentos. Al aplicar el escáner, Ido captó en la cyborg actividad cerebral. Estaba viva, después de tanto tiempo olvidada en aquel vertedero. Los fanáticos de las inmediaciones se giraron sorprendidos al oír un sonido ciertamente escaso en el Patio de los Desperdicios: la risa de un hombre, amable y sincera. Ido sostuvo el busto en alto durante un rato, observando la luz del sol reflejada en sus ojos vacíos.

-Vamos a casa. Todo va a ir bien.
Ahora no tengo tiempo, pero lo leere.

Te recomiendo hacer un hilo especial donde ir enlazando todos los capítulos.

Otro más para criticar!!!!. XD
Parece que cada vez mas gente se anima a escribir, eso es bueno:)
Con Alita me condicionas mucho, es uno de mis mangas preferidos, y salvo que cometas algun sacrilegio}:/ me va a gustar todo lo que escribas. El estilo es muy bueno, no tengo mucho que decirte, si acaso procura no abusar de repeticiones de palabras como recurso retorico.
Por lo que veo vas a seguir la linea del manga, pero te animo a que te salgas un poquito de ella en ocasiones para contar algo de tu cosecha. A los que conocemos la obra nos das alicientes y asi puedes aprovechar para contar algo que te hubiera gustado que ocurriera.
Animo.
Jooooo, pos que bien, yo solo he podido ver la peli de Alita y aún así me encanta, a ver que tal te sale to esto. Al menos pues contar ya seguro conmigo y con muchos de los pir... estoooo, tara.... ummmmmm.... colegas (si, eso) del foro de manganime que seguro se lo leerán.
Y haz caso al darriba (dios, pero que toy diciendo), no te ciñas del todo a la historia, hazla como a ti te habría gustado que fuera, metele algo de originalidad, escenas que te habría gustado que hubiese, etc. Personalizala un poco y verás cómo te queda aún mejor. Y no digas chorrás con lo de la narrativa que está genial, enga, animo y a seguir.
Gracias Cragor, me estaba empezando a desanimar un poco por la poca repercusión que había tenido... no te quepa duda de que os haré caso :D a ver si consigo que me quede algo bueno y todo ;-)
El principio ha sido un poco confuso ya que yo no he leido Alita, sin embargo, según leia me ha atrapado tu relato y me ha gustado mucho, está muy bien estructurado y dejas todo claro, además es como si fueran encanjado las piezas, primero lo lees y despues las unes.
Para cuándo más?. :)

Taluego.
[oki] [oki] [oki] [oki] [oki]
MUUUUUY CURRAO |Bou|, ME ENCANTA !!!

Alita es mi segundo manga favorito (el primero es GREY) y este relato es todo un regalo, gracias.
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