El Guardián del Destino I: Los sueños de unos niños

Espero que me perdonéis lo s que empezaron a leer este relato que lo dejase y ahora vuelva a empezar. Básicamente es que encontré deficiencias en la redacción y en la historia. Asíq ue decidí arreglarlo bien :D.
Espero que os guste.


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Por fin se divisaban las murallas de la capital del país. Tras varios días de camino, habían llegado a las puertas de la rica ciudad. Karib y Allen saltaron del carromato pese a las advertencias de sus padres y corrieron a la entrada de Ol mientras los primeros afortunados de la caravana comenzaban a entrar.
El portón era inmenso para los chiquillos, que era la primera vez que habían visitado la importante ciudad. Enormes muros de piedra gris rodeaban a la ciudad y al castillo para evitar posibles ataques de enemigos hace tiempo inexistentes.
Con demasiada lentitud para los muchachos, comenzaron a entrar los carromatos de la gran caravana, que atravesó todo el sur de la región para poder llegar a tiempo a la fiesta anual de la Luna. En las regiones de Ol era muy celebrada esta antigua fiesta que duraba alrededor de una semana, y que terminaba con la última noche del verano, anunciando así la época de recolección y de trabajo.
Para los jóvenes significaba mucho tiempo para jugar mientras los mayores se dedicaban a recoger los frutos de reserva para el invierno. Para estos últimos señalaba el comienzo del trabajo y la preocupación constante de guardar suficientes comida como para pasar un invierno sin aprietos. En definitiva, una fecha señalada para todos los Tiryanos, desde las tierras al norte, en Volano, como las del sur, en las tierras de Dulain.
Actuaciones de juglares y teatrillos ambulantes decoraban a la ciudad que se convertiría, durante unos días, en la capital del mundo, con motivo también del abundante comercio que por esos días se podía encontrar en Ol. Fiestas, celebraciones y, lo más sonoro de todos los actos: el torneo de lucha. Una competición donde los mejores guerreros de la zona se reunían para demostrar cuál de ellos era el mejor con su arma. Un espectáculo que nadie en Tirya quería perderse, y por supuesto, Karib y Allen no eran menos.
El paisaje alrededor de las murallas era demasiado monónoto para los chavales, que no habían podido entretenerse escondiéndose en bosquecillos, ni bañándose en lagos, como acostumbraban hacer por su tierra, en Aucus. Una vasta planicie dorada y salpicada de pequeños árboles con grandes copas y poca vegetación era lo único que había desde las tierras de Volano, muy al norte del país, hasta las verdes tierras de Dulain, al sur.
Habían estado viajando desde la última Luna nueva, hacía ya cuatro semanas, y se habían dedicado a recorrer los distintos pueblos entre Ol y Aucus. Poco a poco se les habían ido uniendo más comerciantes que, como Karion, el padre de Karib, tenían como destino final y preferente la feria de la Luna, en la capital.
Por suerte, habían hecho amistad con los jóvenes de la comitiva y eran en total unos siete pilluelos que correteaban de aquí para allá a lo largo de toda una dura jornada de viaje sin llegar a cansarse. De no ser por ellos, el viaje hubiese resultado muy aburrido y aún más largo de lo que les estaba resultando.


Ansiosos y expectantes veían cómo pronto les llegaría el turno de pasar a través del pórtico que separaba la ciudad del valle exterior. Allen deseaba con todas sus fuerzas concursar en dicho torneo y confiaba plenamente en su destreza con la espada. Karib también quería participar, pero sabía que contra su amigo no tendría nada que hacer, porque siempre acababa perdiendo. No hacía falta más que mirar un poco a los dos chicos. Allen era alto y fuerte, de cabellera rubia y larga que le caía sobre los hombros. Rostro alegre y despreocupado, como el de todos los chavales de su edad. Llevaba siempre encima su espada corta, que manejaba como un verdadero experto.
Por su parte, Karib era algo más flacucho y, desde luego, menos diestro que Allen en el manejo de cualquier arma. Sus brazos apenas podrían sostener con firmeza una espada larga, y menos aún manejarla con destreza. Era una persona alta y de ojos profundos y llamativos. Si Allen representaba la fuerza bruta y la habilidad en armas, Karib era más táctico. Eso le daba algo de ventaja a la hora de sus habituales luchas en el bosque contra Allen, pero desde luego no la suficiente como para poder vencerle, así que estaba totalmente convencido de que no podría ganar el campeonato, pero de todas formas quería participar.
Por supuesto, sus padres nada sabían de su intención de concursar en el torneo, pues seguramente se habrían opuesto a ello porque eran “demasiado” jóvenes, pero ellos pensaban todo lo contrario, y aunque Karib se sentía algo culpable mintiendo a sus padres, no podía dejar de pensar en la alegría que se llevarían cuando regresasen a la posada en la que se iban a hospedar con el trofeo del ganador.
agradable volver a leerlo.

revisalo que algunos verbos dan saltos ;)
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