Recuerdos...

Corría. Tan sólo corría tan rápido como mis torpes piernas me lo permitiesen. Tenía un objetivo: aquel columpio hecho con dos simples neumáticos viejos, sucios, desgastados, desinflados sujetos por un par de cadenas. Corría a través de las matas descuidadas, de las pequeñas piedras. El viento azotaba mi pelo sin recoger, el flequillo apenas me dejaba fijar la vista en aquel viejo columpio. Las rodillas, maltratadas con moratones y costras. Heridas de guerra infantil. Cicatrices que aún hoy se pueden enseñar orgullosas. "Esta me la hice con 6 años o así, cuando Tomás, un amigo de mi hermano mayor, que estaba jugando con un frisbee, fue a darme la mano mientras montaba en bici y al soltar el manillar, caí". Remolinos de hojas secas bailaban a mis pies, la ropa se agitaba al compás de mi pelo, creando una sinfonía de frenesí.

Cuando alcancé mi objetivo, pude sentir el corazón en mi pecho latir con fuerza, mientras me intentaba acomodar en el asiento. Mis padres se acercaban lentamente, paseando tranquilamente cogidos del brazo. Y una mujer, mientras tanto, se acercaba sin haberla visto yo antes, por el otro extremo de la escena.

Una mujer de mediana edad, ojerosa, delgada. Sus labios eran una línea blanquecina, apretada, fina. Su pelo caía lacio, sin brillo, sin fuerza, negro sobre sus hombros mortecinos.

Cogió suavemente una de las cadenas con sus huesudas manos y se sentó en el viejo neumático de mi lado. Su mirada se perdía más allá de los hormigueros del suelo, llegando casi hasta el centro de la tierra, mordisqueando nerviosa sus labios. Y mi ilusión seguía su camino, bajo tierra.

Con verguenza me levanté del columpio, con mi alegría marchita, caminé lentamente mirando de vez en cuando hacia atrás, mirando sus ojos perdidos, pero ella no me veía, en realidad, nunca había notado mi presencia. El columpio por el que había corrido, ya no tenía importancia.

El viento agitaba mi pelo a la espalda, el flequillo me impedía ver con claridad. Sin embargo, hoy sigo recordando aquella sensación de tristeza...
La inocencia de los niños contra la amargura de los adultos. Muy buena comparación...

Por cierto, no me acordaba de lo de Tomasito, ¿qué pasó? :P

PD : ¿¿el parque es el que hay detrás del colegio Zulema??

[bye]
luipermom escribió:Por cierto, no me acordaba de lo de Tomasito, ¿qué pasó? :P

PD : ¿¿el parque es el que hay detrás del colegio Zulema??


El parque no es un parque, es la chopera ;)

Y lo de Tomasito fue un día, en el parque de detrás del Zulema que yo iba con mi bici, (aquella bici roja que Dios sabrá dónde estará...) mientras vosotros jugabais a lanzaron un frisbee. Exactamente, estábamos en la zona del fondo, donde estaba el tobogán de los mayores, donde, siguiendo el camino, se llegaba a lo que es hoy la zona de los chalets.

Estaba yo entonces dando vueltas a vuestro alrededor con la bici, y según iba pasando al lado de Tomás, él me iba chocando con una mano. Hasta aquí todo bien; yo podía chocarle con mi mano izquierda mientras con la derecha controlaba el manillar. Pero en una de esas vueltas, él me tendió las dos manos, y claro, yo, tan tonta como siempre, solté el manillar y caí literalmente de boca. Después, sólo recuerdo que Tomás me alzó en hombros para que se me pasara el susto y que yo lloraba mucho... XD

salu2 [bye]
¡¡¡Vaya con Tomasito, simpre liandola!!!

Me encanta como describes Nylsa, sobre todo cuando empleas esas palabras tan recónditas como exactas; "Su pelo caía lacio , sin brillo, sin fuerza, negro sobre sus hombros mortecinos". Casi puedo ver la acción, como si se tratara de un teatro y yo estuviera sentado en una butaca entre el público. ¡¡Quiero ver más obras tuyas!!.

Sigue así, un saludo. [ginyo]
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