Ficha par

Sí. Bella. Como el reconocido ápice de pasión que engendraban las amapolas sobre el resto de la flora. Abrazando sábanas de sueños fríos arañadas por los noctámbulos resentidos, enfariñando pensamientos con mermelada de fresa. Y triste y dura. Como la manzana que Guillermo Tell reventaba a ciegas. ¿ Y la naturaleza humana?: reconocidos los 7 pecados capitales a que esperamos para incumplirlos. Dime algo y no lo haré. No me lo digas y lo maquinaré al milímetro. Y Triste y dura. Como la bala que atravesaba en cuerpo y alma a la cordura, como el último aliento del escalador imbatible. Esperando rozaduras de aguijones de abejas, envenenando pensamientos con simple bromuro. Y más alla de la tristeza y la crudeza, de la belleza y lo nato, está ella. La llaman vida y podría estar serigrafiada en un billete de avión, o figurar en los carteles de autobús como próxima parada. Pero ahí está, como ficha de casino asignada a cada jugador, unos reciben roja par y otros negra impar, y la ruleta se pone en marcha dejándonos en manos del destino. Trsite, dura e irremisiblemente bella. Porque la belleza radica en aquello que se mueve. Porque las mujeres son bellas. Porque es bella una flor. Porque una película me lo recuerda. Irremediablemente. Y sólo espero que este cúmulo de frases que me han venido a la cabeza y que plasmo sin pausa alguna carezcan de sentido para ti, ficha roja, enfrascada en los siete rombos de una baraja de póker, llorando lujuria y curando la gula a base de recibos desorbitados. Y la bola metálica sigue dando vueltas en la ruleta reflejando caras de jugadores empedernidos.