El guardian del Destino XXVI: Guardianes del tiempo

Durante el camino siguieron siempre la ruta del río Elo hasta los lindes del bosque cuando empezó a atardecer. El trayecto había sido largo, pero no se encontraba cansado. Mientras andaban, Karib apenas habló, si bien estuvo inmerso en sus pensamientos.
Mucho le había ocurrido desde que llegasen a Ol, y su vida había cambiado totalmente. Ya no volvería a ver a sus seres más queridos, ni a su familia, ni a su mejor amigo, Allen. Sólo le quedaba regresar a Aucus e intentar vivir con sus tíos, ya mayores, hasta que él pudiese servirse por sí mismo. Sólo el pensar que se encontraba tan sólo en aquel inmenso lugar le hacía estremecerse, ante lo que Galdian respondía sacándolo de aquellas reflexiones.
En parte se lo agradecía, y en parte se lo reprochaba. En esos momentos no tenía ganas de pararse a pensar en cosas tristes, sino más bien en distraerse en el camino. Pero no lo conseguía.
Cuando podía volver a mirar a sus adentros, pensaba en Bolgar. Le había conocido muy rápido y no sabía quien era, ni qué quería de él. Durante algunos momentos pareció percibir atisbos de amistad en él, pero pronto se desvanecieron cuando descubrió que sus intenciones eran llevárselo lejos de su hogar, su único hogar. Pretendía llevarlo a Chro, qué locura. Y luego estaba aquel extraño encuentro en los callejones de Ol con los tres hombres misteriosos y aquel joven que les dirigía. Apenas podía pararse a pensar en qué fue exactamente lo que ocurrió pues él lo recordaba como un mero juego, pero aquel juego acabó con un inmenso incendio. Un incendio que terminó con la vida de su familia.
De nuevo Galdian interrumpía sus pensamientos para traerlo de vuelta al mundo real y librarlo por algunos minutos de esa cárcel que él mismo se construía. Pues así transcurrió el viaje.

La tarde comenzaba a decaer y algunas estrellas se podían ver al este. Estaban llegando al final del bosque y aún no parecía que Galdian quisiese detenerse. Todo lo contrario, seguí andando y lo hacía con más rapidez, como si quisiese escapar de algo.
- Estos árboles no son buena compañía esta noche, muchacho.
Eso era lo único que decía cada vez que Karib le preguntaba sobre parar hasta que él mismo se cansó. <<¿Es que a este hombre no se le acaba nunca la paciencia?>> pensaba para sus adentros. Por fin dejaron los árboles muy atrás, aunque a costa de que la noche hubiese caído casi por completo sobre ellos.
Todo volvía a estar tan silencioso por aquellas extensas praderas que comenzaban allí mismo y no acabarían hasta llegar al océano, muchos kilómetros al sur. Y es que eso era Tirya del sur, un bastísimo terreno de llanuras apenas interrumpido por un lago y algunos montes al este. Sin embargo, no era un paisaje desagradable ni monótono. Y menos aún en aquella época.
De pronto, y como si le gustase sacarle de sus pensamientos, Galdian se paró en secó dejando que Karib chocase contra él.
- Eh, ten cuidado –reprochaba Karib casi sin ganas.
- Eres tu el que se ha chocado conmigo
- Pero has sido tú el que ha parado así, de pronto.
- Yo no tengo la culpa de andar con un joven que más que andar se lleva el día emparanoiado.
- ¿Empaqué?
- Uy. Déjalo anda. Son... palabras extrajeras.
- De acuerdo –no parecía muy convencido de ello, pero conocía al viejo lo suficiente como para no llevarle la contraria. Era completamente inútil.
- Acamparemos aquí.
- Vale – aquel no parecía un mal lugar. No se había dado cuenta pero se habían alejado algunos metros del camino y se encontraban detrás de una serie de rocas y pequeños matorrales levantados a modo de muro natural -. Oye, nos hemos...
- No te preocupes.
- Eh... – este viejo comenzaba a sacarle de quicio -. Preferiría que no hicieses eso. Me hace sentir como si leyeses mis pensamientos – Pero en el mismo momento en el que lo dijo un terrible escalofrío le recorrió todo el cuerpo de sólo pensar que ese.... bueno, Galdian podía leerle los pensamientos.
- Lo sé. Me encanta – una sonrisa maliciosa se reflejó en su rostro-. Bueno, monta la tienda.
- ¿La qué?
- Estos jóvenes de hoy día parece que no saben lo que es vivir. Anda déjalo. Ya hago yo el campamento.
Cada vez le parecía más raro este hombre, sin embargo había algo en él que no dejaba de sonarle familiar y, en cierto modo, amigable. De todas maneras, mejor no fiarse de alguien, bueno, de alguien así.
Cuando se dio cuenta, Galdian había montado una especie de campamento militar en miniatura. Delante suya se extendían un par de lonas en el suelo que, suponía y esperaba, eran para dormir; un poco más allá se encontraba la “cocina”, con un fueguecito encendido bajo una marmita que parecía más bien un guisante gigante con alguna que otra abolladura; y a otro lado las demás cosas, como comida, utensilios de “cocina” y algo de ropa.
Comenzó a hacerse cábalas sobre cómo había conseguido sacar todo aquello con el poco equipaje que llevaban, pero decidió dejarlo cuando notó los primeros síntomas de dolor de cabeza. Y por supuesto ni se le pasó por la cabeza el preguntarle nada de nada.
La cena, para su sorpresa, fue bastante tranquila y apenas hablaron, pero después fue algo distinto de sus ilusiones más realistas.
-¿No te parecen bonitas las estrellas? –preguntó Galdian intentando propiciar una larga conversación.
- Eh. Bueno, nunca me he parado a mirarlas, la verdad.
- Ya veo. Pues me decepcionas chaval.
- Vaya –dijo Karib con una sonrisa sarcástica que le salió de todo corazón -. Era lo único que me faltaba oír.
- Bueno, bueno. No te lo tomes así. Era sólo que viviendo en Aucus, cerca del Alcázar Dulain, pues, me resulta raro que nunca hayas ido a ver las estrellas a sus orillas. Es una vista maravillosa.
- Bueno, si lo dices tú, me lo creeré.
- Eso ha sido un golpe bajo.
- ¿Por qué? – a Karib le costaba cada vez más contener la risa y consideró un verdadero milagro el no soltarle una carcajada a Galdian al decir esas palabras.
- Eres un chaval muy irónico, lo sabías.
- Pshé. Me lo suelen decir.
- Ya veo, ya. Bueno, entonces, ¿de verdad que nunca te has parado a mirar las estrellas?
- Pues no. ¿Por qué? ¿Qué tienen?
- Pues más de lo que dejan ver – tras esto, pareció sumirse como en un sueño, e iba contando como si estuviese leyendo un libro. Cada vez más raro, desde luego -. Algunos dicen que en ellas se puede leer el futuro; otros que ocultan el secreto del pasado; muchos afirman que son el camino a seguir en el presente.
- Pero tú no piensas eso, ¿verdad?
- En efecto. Yo pienso que, en realidad, son un gran mapa. Un mapa que cuenta tanto el pasado, como el presente, como el futuro. Un mapa cambiante.
- Pero, ¿qué es lo que contiene ese mapa?
- Pues, lo que los dioses han querido plasmar en ellos. Sus historias, sus planes y sus veredictos. Desde el principio de los tiempos se ha estado forjando ese cielo azul marino. Poco a poco, cuando no existía más vida que los dioses de Endor, las historias de sus hazañas por conseguir el mundo se fueron plasmando en las estrellas. Un monte, un río, una llanura, y luego, una región, un continente, y por último, Endor.
>> Más tarde vinieron los elfos, enanos, gnomos, gigantes y humanos. Ellos también tienen un lugar reservado en los astros. Y cuando todo parecía terminado, Eadhrôn se volvió contra toda la creación por pura avaricia, y comenzaron las guerras de los dioses.
>>Después, su encierro también pareció concluir el gran libro de las estrellas, pero Eadhrôn no se dio por vencido, y desde su cárcel se dedicó a intentar vencer a los demás dioses. Así pues, el cielo lleno de esas figuras y estrellas no son más que un inmenso libro que contiene las claves del pasado.
- Eso está muy bien, aunque no esté muy puesto en historia, pero, también mencionaste que es un camino del presente y un mapa del futuro. ¿A qué te referías?
- Grandes personajes han pasado por Endor. Desde Yalay hasta el lejano continente de Frosson, pasando por el antiguamente llamado continente de la fertilidad, Caedron, y sin olvidarnos de las tierras heladas de Iann y demás continentes más lejanos de lo que puedes imaginarte. Grandes personajes como Darian, que venció a las invasiones de orcos allá en Frosson, cuando Eadhrôn intentó apoderarse de aquellas tierras; el gran sabio de la ciudad blanca de Welv, en Tiara, o el gran y todavía reciente Eley, que derrotó con sus grandes poderes al rey oscuro y lo encerró junto a los dioses en Caedron.
- Pero, ¿qué tienen que ver ellos con todo esto?
- Muy sencillo. Todos ellos dejaron una huella en el su presente, una huella que fue forjada en las estrellas antes de que los mismos dioses escribiesen en el cielo. Antes, me atrevería a decir, de que siquiera ellos existiesen. En las estrellas hay escrito un mensaje, una clave, un camino a seguir. Me refiero al destino mi querido amigo. Al destino del que no te puedes escapar por más que quieras y que nunca podrás esquivar ni dar la espalda.
>> Son las profecías, Karib. Escritas por alguien antes de todos los tiempos. Por una persona o ser que maneja los hilos de todo este gran caos que nos rodea. Y en las estrellas se muestra su voluntad.
- A ver a ver a ver. Me estás diciendo que no soy libre de lo que hago, ¿no es así?
- Bueno, más o menos.
- Eso no te lo crees ni tú. ¿Te crees que estoy aquí porque alguien me ha conducido hasta esto?
- No, Karib. No todas las personas tienen un destino tan potente como el que tú dices. El destino es, cómo decirlo. El destino es una fuerza que te empuja a hacer algo que por naturaleza estás destinado a realizar. Algo que tienes que hacer antes de morir. Así con las profecías, pues ninguna de ellas ha fallado hasta el momento.
- ¿Y cuál es la que en estos momentos se supones que está haciendo funcionar este, cómo lo has llamado, gran caos?
- No creo que estés preparado para oírla, así que mejor dejo el tema. Después de todo, son algo, inexactas, pues no dan detalles, sino generalidades. Y nunca especifican a quien se refieren, cosa que odio, personalmente.
- Ya.
- Es una opinión, muchacho, y no espero que la compartas conmigo. Cada uno es libre de pensar lo que quiera hasta que vea por sus propios ojos lo que le hará creer.
- Ya veo, ya. Cada vez pienso más que estás loco.
- Lo sé, y no me importa.
- Eres una persona muy extraña, ¿lo sabías?
- ¿Hace falta que te repita que lo sé?
- No, déjalo.
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sé q parece q he dejao de lao el de las flores, pero mis ánimos no están para humor, sin embargo esta historia me relaja.... me gusta releerme lo escrito y pensar en nuevos detalles... ahora me pongo a ver si termino la 10ª parte ( pasaos por el recopilatorio para ver las divisiones reales del libro )

asias a todos por leerme y comprenderme un poco más

nos e ves ( o eso espero )
Bien bien, avanzas con esta trama... estaremos atentos porque parece que se dislumbran acontecimientos importantes.:D

Y nada, escribe lo que te apetezca que aquí estamos para disfrutar y no ser disfrutados... bueno sí, eso también. XD

Saluditos y animitos.
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