Te quiere (Love & Pills)

Me despertó la melodía de unos gorriones que cantaban apostados en la rama del árbol centenario. Era temprano. Me desperecé enseguida porque sabía que aquella tarde iba a ser especial, y tenía que preparar bien el día. A mi lado, en la mesilla, un bote de pastillas; medio lleno o medio vacío, ya no importaba. Había decidido ignorarlo. Cada mañana desde hacía dos semanas me lo quedaba mirando pensativo. Reconozco aliviado que los primeros días fueron los más difíciles, llegando incluso a cogerlo entre mis manos y a observarlo tentado; un día, algo débil, hasta cogí una pastilla y la acaricié con los labios. Bueno, confieso que también le pasé la lengua ligeramente, pero nada más, de verdad.
Eso formaba parte del pasado, que aunque reciente, quería que se quedara atrás y nunca volviera. Ya no las necesitaba porque algo había cambiado. Algo mágico había sucedido hacía tan solo unos días. Y ese algo, eras tú. Habías vuelto y yo ya era feliz. Fue esta mañana cuando me pregunté por qué seguía conservando el bote y, sin encontrar una explicación plausible, decidí tirarlo esa misma mañana. Me duché, desayuné y me vestí rápidamente. Estuve pensando, tratando de planificar cómo sucedería todo. Sabía que no era lo más bonito ni romántico pero trataría de que pareciera espontáneo. Mi único temor era que no saliera bien. Porque podía fallar, pero no quería pensar en ello.
Ahora mi mente empezaba por fin a despejarse, a volver a ser como era. Volvía a tomar conciencia de mi persona. Sin embargo, tenía una sensación desagradable. Un vacío indefinible que asolaba mi estómago por mucho alimento que ingiriera. ¿Era normal aquello? ¿Estaba enfermo? No puedo negarte que pensé en tomar una SOLA pastilla. Le di muchas vueltas, porque quería estar perfecto cuando tú llegaras. De veras que quería estarlo. Me levanté enfurecido y lo tiré por el váter. Ya no me molestaría más.
Las horas siguientes pasaron muy lentamente: miré la televisión, comí (o al menos lo intenté, pero estaba muy nervioso y sólo di dos bocados a) un poco de pollo con verdura al vapor. Seguí mirando la televisión, leí un poco (aunque ya sabes lo mucho que lo odio), y también eché alguna partida al ordenador. El tiempo no avanzaba. Pensé que el reloj se había estropeado, pero lamentablemente funcionaba. La manecilla de los segundos parecía andar con caminador y se paraba más de la cuenta, no podía aguantarlo. Empecé a respirar con dificultad, me entraron sudores y metí la mano en el bolsillo; estaba vacía, y yo acabado. Me verías en ese estado y todo se fastidiaría. Empecé a hiperventilar y caí al suelo. Me hice un buen chichón (todavía me duele), me tumbé de lado y me tapé con el jersey emulando una bolsa para mitigar la cantidad de oxígeno inhalado (hay que ver lo que se aprende en la wikipedia) y puse la cabeza bajo el grifo.
Sonaron las cinco y temblaba como un flan. Me sonrojé al pensar que te iba a ver en apenas unos minutos. La verdad es que no podía creérmelo. Me arreglé y volví al baño a peinarme.

Llamaste al timbre con una excitación que rezumaba tímidamente por los poros. Esperaste unos segundos con el corazón en un puño hasta que él abrió la puerta. Entraste agachando la mirada y te quitaste los zapatos. Os saludasteis torpemente con un beso a años luz de vuestros respectivos labios. Sentiste un escalofrío cuando te rozaron, tibios y suaves. Pediste el valor suficiente para mirarle y alzaste la vista. Sonreíste disimuladamente al verle con esa expresión embobada. Estabas preciosa y lo sabías muy bien. Cualquiera hubiera dicho que deslumbrabas.
Cerraste la puerta detrás de ti y esperaste a que dijera algo, pero no lo hizo. Inmediatamente le tendiste la mano, delicada, la cual tomó con sus dedos no menos suaves. Os encaminasteis en dirección al salón. Estaba todo desordenado y se lo comentaste. Él movió las manos con gestos metafóricos de timidez. Sonreíste sonoramente para tranquilizarle, y él, sonrío contigo. Por fin te atrevías a mirarle fijamente. Su cabello negro y ondulado caía rebelde sobre su cara. Una mirada centellante y unos ojos abiertos te contemplaban asombrados. Te sentías aliviada y segura.
Estuvisteis sólo un rato, lo justo para que le denegaras tomar algo. Al verle amustiarse le invitaste a dar una vuelta aunque sabías lo mucho que le aterraba el exterior. Caíste en la cuenta más tarde cuando frunció el ceño con expresión vacilante. Sin embargo, encontró el valor en tu sonrisa. Seguramente hubiera hecho cualquier cosa para continuar aquella cita. Seguramente…

Me daba miedo salir desde que había ocurrido aquél incidente, pero cómo podía negarme ante aquella proposición. Pasear junto a ella era un sueño hecho realidad. Me tendió la mano y nuevamente se la cogí. Antes de salir suspiré y deseé que todo saliera a pedir de boca. Caminamos en dirección a un parque, lejos de la gente y del ajetreo de los coches. Puede resultar hasta divertido, pero a mí me aterran incluso cuando están detenidos y apagados.
En esos momentos me crecí. Supongo que es normal cuando paseas con alguien especial que te hace sentir único en el mundo. Empecé a andar más erguido, empecé a hablar más alto, acompañé a mis palabras de gesticulaciones con ambas manos. También se agravó mi tono haciéndolo más varonil. Ella me miraba divertida, no sé si disfrutaba o se estaba riendo de mí. ¿Acaso importaba? Yo era feliz, y quería pensar y creer que ella también lo era, pero no me atreví a preguntar.
Seguimos paseando y nos detuvimos bajo el cobijo un árbol. Su sombra era enorme. Nos apoyamos en el tronco y nos quedamos en silencio. Me sentía tan feliz que tenía ganas de llorar. No recuerdo si lloré, pero no me hubiera importado hacerlo. La miré de soslayo, y como si mi peor temor se materializara la vi con el semblante entristecido. Quería animarla, acercarme, abrazarla. No sabía cómo hacerlo ni si era demasiado pronto para hacer nada. No quería estropear el momento. Me miró un segundo y de repente se levantó. Empezó a caminar alejándose de mí. La llamé pero no se dio la vuelta.
Me levanté y volví a llamarla, inmóvil, de pie. Lo hice una vez, una segunda, y una tercera; y una cuarta… Gritaba con todas mis fuerzas abocinando las manos, aunque no sirvió de nada. Cada vez andaba más rápido. Dudé unos segundos y empecé a seguirla en silencio. ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué me sentía tan mal? ¿Había hecho algo malo? ¿Por qué me ignoraba? ¿Se burlaba de mí? ¿La iba a perder? No, no podía volver a perderla. No podía. No quería poder...

Sí, lo vi andando alegremente por el parque cuando volvía del trabajo, de lejos. Creo que estaría cantando o recitando algún verso porque recuerdo que ladeaba la cabeza como si hablase con alguien. No sé, ¿puede que en realidad practicara una obra de teatro? No, él no me vio en ningún momento. Luego se sentó bajo la sombra de un árbol y ya le perdí de vista. Sí, como le he dicho, agente; estaba solo.

Adjuntos

Bueno, creo que no lo he entendido muy bien. Se me vienen a la cabeza dos soluciones:

1. Que está loco y simplemente se inventa a la mujer con la que está, sin más.

2. Que está loco y mata a la mujer con la que cree estar, que puede ser cualquiera.


El relato está bien pero es un tanto confuso.
Wavebly escribió:Bueno, creo que no lo he entendido muy bien. Se me vienen a la cabeza dos soluciones:

1. Que está loco y simplemente se inventa a la mujer con la que está, sin más.

2. Que está loco y mata a la mujer con la que cree estar, que puede ser cualquiera.


El relato está bien pero es un tanto confuso.


Algo parecido a la primera opción. Gracias por leer.
La familiaridad del relato acentúa aún más la tremenda tristeza del mismo.
Curiosa historia, confusa y triste. Me ha recordado a un conocido :(

Un abrazo.
Muy original este cambio de persona en el narrador. Me encanta el cambio de primera, a segunda. De lo que él siente a lo que ella piensa. De lo que él dice a lo que ella ve en realidad. La breve historia nos mete en la piel del personaje desde el inicio pues ya quieres seguir leyendo y ver qué le ocurre al prota.

¿Está loco?
¿Está enfermo?
¿Está paranoico?

Y qué más da. Una vez escuché decir por ahí que la locura no era más que la perfecta cordura. La perfecta cordura de poder sentirte grande al lado de alguien que te proporciona seguridad, que te quiere tal y cómo eres, que te hace ver y reconocer tus errores para en definitiva crecer como personas.

Sabes cuál ha sido mi último libro y sabes lo muy enganchada y flipada que me dejó. Por eso te dejo a continuación un párrafo para este protagonista de este relato tan peculiar y original, que infunde tristeza así como ganas de abrazarlo, de mimarlo. A mí, no me da miedo. A mí me transmite ternura.

“La verdadera locura quizás no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca".
Está loco, quería jugar con diferentes personas en el mismo texto.
Además, ¿quién no lo está? (:

Me voy a ir yendo, ya sabes. ¡Un beso!
De relato me gusto bastante, es más, está como a medias... [+risas]
A ver si este autor... sube algo nuevo ;)
Yo por mi parte DeFT, sigo con K.I.S.S. Leerte anima a escribir.
Un abrazo. ;) ;)
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