LOS NOMBRES MÁS ORIGINALES DE LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA Por: Pedro Madera
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¿Te ha pasado en alguno de tus viajes que te entretienes leyendo las señales de pueblos que están a sólo un par de kilómetros y, que además, tienen un nombre curioso? Seguro que en más de una ocasión te has echado unas risas con los nombres y, sobre todo, imaginándote cómo llaman a sus habitantes.
Suele ser muy recomendable para evitar el alzheimer ejercitar la cabeza buscándole el doble sentido a esos nombres o imaginarse, por lo menos, de dónde vienen, y para eso no hay nada mejor que desviarse, meterse en el bar del pueblo y hablar con los lugareños.
Ninguna provincia de este país se libra de poseer como mínimo un pueblo con nombre insólito. Tenemos de todo, incluso podemos clasificarlos imaginando el proceso creativo que seguían los responsables de bautizar aquellos poblados. Olvídate de razones coherentes del tipo “ se llama La Fuente, el nombre se lo debe a un manantial situado en la ladera …”, nada más lejos de lo que te descubrimos a continuación.
Imagínate que vas por una carretera por La Coruña y de repente aparece un cartel que lleva a Esto. ¿Tan pocas previsiones tenían quienes les pusieron el nombre al pueblo?¿Tan poca idea tenían de que el mundo podía ir mucho más de Esto y aquello? Pero que no se lo tomen a mal los gallegos, que en Teruel uno de sus municipios apenas si es considerado como tal ya que se llama Cosa, y en Burgos los habitantes de La Parte deben tener graves problemas a la hora de plantearse a dónde pertenecen exactamente. Aunque para humildes los alicantinos, que no confiaban en que uno de sus pueblos pareciera tal y lo llamaron El Pego, falta ver si lo sigue dando.
Muchos de estos rincones de nuestra geografía poseen su correspondiente iglesia románica bien conservada y otros atractivos culturales, naturales o gastronómicos, aunque muchos, por sus nombres, se empeñen en esconderlo. Estamos hablando de que en España se come que da gusto y uno no termina de entender por qué hay un pueblo que se llama Malcocinado, o mejor dicho, dos, en Badajoz y en Cádiz. Y ni qué decir de un pueblo en Jaén al que parece que bautizaron, no por la bondad de sus aguas, sino más bien por todo lo contrario, Baños de Aguas Hediondas no admite demasiados comentarios al respecto.
Imagínate ahora esta situación si vas por la A-2 rumbo a Calatayud y tu copiloto, tan atento al mapa como siempre, te dice: “cariño, desvíate por la próxima hacia Contamina”. Tu te desvías, no sabes mucho del pueblo sólo que, curiosamente, tiene una gasolinera enorme.
Los mapas de carreteras dan mucho juego y como nos encontramos en una época en la que los viajes son mejores si se hacen con ciertos objetivos, tú te puedes montar unas Rutas, sí, con mayúsculas, para dejar calladitos a tus amigos. Objetivo del verano: turismo de interior, La Ruta del Cuerpo. Pasaremos por , en Lugo, famoso por sus bosques, continuaremos hacia Ávila donde visitaremos la acogedora población de Ojos Albos, para después poner rumbo hacia su opuesto, Ojos Negros, en Teruel. En la vecina Cuenca, los lugareños de Uña nos esperan para agasajarnos con una comida tradicional antes de que partamos hacia su homónima, La Uña, esta vez en León. Aunque si no te apetece darte la paliza siempre te quedará la Breve Ruta de la Fruta, en Orense, un nombre con rima para conocer los parajes bellos e inolvidables de Melón y Sandiás.
Los andaluces también tienen gracia a la hora de bautizar sus pueblos, algunos incluso han marcado una tendencia que se decanta por actividades y/o características muy humanas. Tocón, Guarromán y Gandul, en Granada, Jaén y Sevilla respectivamente, fueron los pioneros, después siguieron Descargamaría en Cáceres y Correpoco, en Cantabria, entre otros. Aunque, todo hay que decirlo, también hubo una época de crisis creativa que se tradujo en un montón de pueblos con el mismo nombre, o mínimas variaciones, que se esparcen por toda la península. Fíjate por ejemplo en Pajarito, Pajarón y Pajaronzuelo, o en La Pared, uno en Albacete, otro en Fuerteventura y otro en Santander, y mira que hay sinónimos.
Nos quedan tres criterios por los que se pueden clasificar algunos de nuestros peculiares pueblos. No deben faltar surrealistas, como Marzo de Abajo, en Pontevedra, que lo llevan a uno a pensar si no se habrá quedado algún Enero de Arriba y Septiembre de la Izquierda enredado en otras carreteras. Después de los surrealistas llegan los más modernos, como Observatorio de Incendios, en Huesca, o Dólar, en Granada. Y por último lo que invitan a colocarles el símbolo de exclamaciones para darle más vidilla, ellos son el vizcaíno ¡Ea!, los catalanes ¡Copons! y ¡Sort! y los andaluces ¡Jodar! o ¡Buenas Noches! Sin embargo el que se lleva la palma por ser inclasificable, el único, irreductible e impensable a pesar de que existe es Wamba, vallisoletano de toda la vida. Créelo.