3.

Nos quedamos a solas los tres, pero parecía que hubiera más gente allí, ante tal silencio ensordecedor, incomodo y enfermo.
Yo desde luego no iba a romperlo, seria incapaz de cargarme tal clímax, de desmoronar este maravilloso momento que estábamos compartiendo. Este instante mágico.
Yo, me limitaba desde mi posición, a observar con los ojos fijos, muy abiertos.
Mi mirada debía causar miedo a cualquier extraño que no supiera que lo hacia normalmente.
Mi mirada empezó a acorrálalos, pero ninguno tampoco quería quebrantar aquel maravilloso instante.
Las lágrimas comenzaron a emanar de mis ojos. No sé muy bien el por qué, pero así era.
Los rostros de aquellas dos personas también siguieron a mis lagrimas y al unísono (o casi) comenzaron a llorar también.
Pero no eran lágrimas de tristeza, tampoco de alegría, eran lágrimas opacas, insulsas, inútiles. En aquel momento desahogaron mi interior, toda la bruticia que tenia contenida salio hacia fuera y me dejo, limpio y puro.
Nuestras miradas eran como haces de luz que se enfrentaban y se fundían en uno solo, formando la figura de un triángulo equilátero. No sabía porqué, pero sabia que no tenia que apartar la vista, no quería, el primero que la apartara se doblegaría ante el resto, el último seria el vencedor, el que se alzase victorioso.
Los rostros de los otros dos individuos llegaron a interconectarse con el mió, el mismo gesto, la misma expresión,…lo mismo, un mismo todo.
Pero a pesar de todo ello, cada uno tenía sus cosas y sus diferencias, jamás llegaríamos a ser iguales.
Sin pronunciar palabras, sólo con lo que reflejaban nuestros ojos, conseguí leer toda la vida de cada uno de ellos, conocerlos, averiguar sus inquietudes y pretensiones. Ideas, planes y debilidades; todo. Y ellos indagaron también en los míos.

Llegaron a saber de mí, tanto como sabía yo mismo.

La soledad me había acompañado a lo largo de mucho tiempo, el tiempo había causado cambios muy significativos tanto en mi vida, en mi ser, como en mi propia piel. Pero parecía que aquellos con los que compartía aquel momento, habían vivido lo mismo exactamente…

Ya llevaba mucho tiempo allí, me despedí de ellos y opte por abandonarlos.
Acto seguido, volvía entornar la puertas con espejos de mi armario…
Mis dos invitados se fueron.

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Vi mis defectos en ellos, y ellos en mí. Sólo entonces fui consciente de todo ello.
¿Por qué duele a veces verse al espejo?
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