Una copia precintada de Super Mario Bros. para NES se vende por 100.150 dólares

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No deja de ser una inversión, como el que en su momento invirtió en un cromo de baseball super cotizado pese a no ser más que un trozo de papel impreso, o el que compra un cuadro por diez veces esa cifra en la que se especula con el valor de la firma del autor. Nada nuevo bajo el sol, por muy absurdo que nos parezca.
Mi humilde opinión:

Las empresas tienen que tributar un porcentaje de sus beneficios.
Una forma de pagar menos impuestos es.... tener menos beneficios.
Para eso necesitas un gasto o inversión que esté relacionado con la actividad de la empresa (es muy común la adquisición de obras de arte por parte de grandes empresas o sus fundaciones satélite).
Este caso tiene pinta de ingeniería fiscal para pagar menos impuestos (con un extra de publicidad que ganan).
Al final, apuesto a que quien compra y quien vende están relacionados y así todo queda en casa.
A estas alturas de la historia del ocio electrónico, los videojuegos pueden ser y son mucho más que videojuegos. Algunos han trascendido a su simple uso para convertirse en objetos de colección más o menos codiciados. Y como en cualquier coleccionismo, como por ejemplo la numismática, hay piezas exclusivas por las que se pagan cifras impensables para la mayoría de los mortales.

No voy a entrar a juzgar si es moral o no gastarse 100.000 dólares en un videojuego. Coleccionar no es una necesidad vital a fin y al cabo. Lo que sí diré es que no creo que haya que rasgarse las vestiduras yéndonos a los extremos. Que esa unidad en concreto se haya vendido por ese precio no va a privar a nadie de jugar si quiere a Super Mario Bros.

Es más, cualquiera con trabajo puede permitirse tener una copia original de este y de la mayoría de juegos. No hay que olvidar que el 99% de los coleccionistas no son precisamente millonarios viviendo en mansiones. Es decir, que es poco probable que el mercado se vaya a volver loco de la noche a la mañana por un caso extremo como el referido en esta noticia. Simplemente el poder adquisitivo de la mayoría de participantes en la demanda no puede adaptarse a una oferta disparada y disparatada. Los casos extremos juegan en otra liga.
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