Lo cual no es una sorpresa porque tenía ya 89 años, pero sin duda con él se va una de las figuras capitales de la literatura moderna, autor de algunos libros ( Meridiano de Sangre, No es País para Viejos, La Carretera,... ) que pueden ser considerados ya como auténticos clásicos norteamericanos.
Con un estilo personal realmente inconfundible ( escueto, seco, parco, árido y cualquier otro adjetivo del estilo ), alejado de formalismos ( su narrativa desprecia cualquier signo de orden estructural establecido ) y con tanta dureza en la forma como en el fondo, a menudo de una violencia descarnada, siempre de espaldas a las modas e incluso al propio lector y recluido en su propio mundo, alcanzó no obstante el favor de crítica y público ( pasados los 60, eso sí, antes vivía poco menos que en la miseria) y cierto status de leyenda viva reservado a muy pocos. Tras 16 años de silencio publicó recientemente la doble El Pasajero & Stella Maris, su obra póstuma, y tengo que decir que muy a mi pesar me defraudó enormemente, como ya comenté por aquí, ya que a mi modo de ver reflejaba todos sus defectos y muy pocas de sus virtudes, pero fue su despedida y así la quiso.
Le echaremos de menos.