[Juego Relatos] Frase 6

Se divisaban cientos de hadas en lontananza
Se divisaban cientos de hadas en lontananza. Revoloteaban batiendo rápidamente sus alas, moviéndose al ritmo de la melodía de la Sinfonía número cinco en do menor de Beethoven en una atmósfera solemne. El césped donde yacía estaba húmedo y pinchaba mi cuerpo por millones de sitios, pero no sentía dolor. Flautas, oboes, fagots, trompetas, violoncellos, ¡timbales! Ta-ta-ta taaaaaan. Levanté la vista y el cielo asalmonado reflejaba mi cara sonriente. Notaba el cosquilleo de millones de enanitos paseando por mi piel y solté una carcajada sonora que los espantó. Ni hadas, ni gnomos, estoy jodidamente solo ahora, salvo por el unicornio rosado.

Las endorfinas me mantienen en un estado de bienestar y siento que estoy en el edén, Mi cuerpo se alza eufórico sobre el pastizal y noto cómo floto sobre la ciudad. Soy ingrávido y etéreo y vagabundeo dejándome llevar por la brisa como una nube. Desde arriba puedo ver todo. ¡Violines! Ta-ta-ta taaan. El humo de las chimeneas me envuelve y noto un suave hormigueo por mis brazos, por mi cuello, por mi pecho, por mi p... ¡será cabrón! Doy manotazos enérgicamente al aire, apartando violentamente aquel pegajoso tufo y mi cuerpo cae en picado. Intento gritar, pero me cuesta vocalizar y tras un par de intentos finalmente me rindo. ¡Ta-ta-ta taan! Y la música se detiene bruscamente.

En uno coma tres segundos estoy de nuevo en la repulsiva tierra, cubierto de barro hasta las orejas y dolorido por el golpe. Huelo mal y el corazón me late rápidamente. Tembloroso, me intento levantar despacio y noto descargas eléctricas sobre mis piernas. Me siento desorientado, las fuerzas me fallan y los párpados me pesan. No nos dejan hacerlo, nos quieren estúpidos y airados para que luchemos entre nosotros. Para que votemos, compremos, invertamos, procreemos y el ciclo se complete. Maldita sea... Todo me da vueltas. Creo que es momento de otro chute de mi triptamina favorita... ¡Hola de nuevo, pequeñas!
Se divisaban cientos de hadas en lontananza, venían como una nube brillante de múltiples colores. Y yo quieto, esperando.

A mi alrededor, todo se fue disipando: mis sentidos estaban volcados en aquel zumbido provocado por sus frágiles y dulces alas. En mi cabeza, intentaba adivinar qué sucedería cuando llegaran a mi lado, qué opciones tenía.

Esperé.

La nube se convirtió en cientos de puntos brillantes. Y seguí esperando.

Los cientos de puntos brillantes, se convirtieron en diminutos individuos con alas que cruzaban el aire, cada vez más cerca.

La primera de ellas pasó rozándome la cabeza, el resto iban a seguir su camino, ignorándome totalmente. Ignorando mis ojos abiertos de par en par, fijos en ellas.

Por eso cuando se dieron cuenta, ya era demasiado tarde: mi lengua de sapo iba atrapando una a una aquellas deliciosas criaturas sin apenas pararme a masticar. Cuando tuve la boca llena, me retiré a masticar. La nube pasó de largo, diezmada.

Este lago es pequeño.

Sé que volverán.
Se divisaban cientos de hadas en lontananza, huían de un pequeño dragón fucsia que expulsaba un denso humo blanco por su boca...
Se acercaban, cada vez más... Era algo increible, un par de mis amigos no sabían que hacer, yo contemplaba el extraño expectáculo ensimismado, un tercer amigo exclamo: "Es la última vez que me como una tortilla de setas!!!"
- Se divisaban cientos de hadas en lontananza, un paraíso se prometía a través de los trazos agrisados de la realidad arenosa y cruel. Solo podía escuchar su canto, ver solo sus cuerpos y por eso quedé ciego. Mi mirada fija en este punto, justo en este ahora. Podía verlas con claridad, olerlas, tocarlas. Hablarles en susurros y ellas contestarme con gestos. Eran todas mías, me esperaban con el mismo anhelo que yo completar la llegada hasta vos, mi Señor.

- Y por eso obraste de ese modo.

- Sí, señor. Por eso ahora mismo me arrodillo ante ti y clamo por tu perdón, por dejar que tu voz auténtica se confundiera. Por usar tu nombre como instrumento del odio en cuenta de lo opuesto. Ahora entiendo mi culpa mucho más de lo que antes intuía.

- Dime, hijo, por qué pides clemencia e imploras perdón.

- En tu eterna misericordia. Por todas las vidas sagradas que tomé, por todos aquellos que no verán más hadas, hadas de verdad. Utilízame para que mi sacrificio no sea en balde. Sírvete de lo poco sustancial que en este alma quede para que tu voz resuene y nadie vuelva a confundir las figuras a lo lejos y sepan siempre qué son, qué serán.

- Así sea. Ya, sabes, hijo, que no habrá paraíso para ti, pues no obraste en consideración a aquellos que, pese a ser distintos a ti, son como tú.

- Con tu clemencia y tu perdón me siento dichoso. Tu voz de padre compasivo borra el dolor y el sonido de la explosión fatal. Gracias, Padre. Infinito Allāh.
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