LitEol 06 [RELATO CORTO]

NORMAS

Empezamos con las normas a seguir para el concurso.

- El jurado estará formado por eolianos voluntarios que no podrán presentarse a concurso.

- Participantes y jurado deberán haberse registrado en EOL antes del 25 de Mayo de 2006... con esto se intenta que un concursante no se cree clones para participar con varios textos.

- El concurso tendrá cuatro secciones, relato corto, relato hiperbreve, aforismo de oro y poesía, los autores podrán participar en las secciones que quieran, ya sea en una, en dos, en tres o en todas... pero deberán especificarlo en el momento de apuntarse.

- Una vez finalizado el plazo de inscripciones, se abrirán cuatro hilos (uno por categoría), para que los autores vayan posteando sus obras.

- Sólo se podrá entregar un texto por participante y sección.

- La extensión de los relatos cortos será como máximo de dos folios a una cara a letra tamaño 12 de Times New Roman, en poesía será de una cara con el mismo tipo de letra.

- La extensión de los relatos hiperbreves será de cincuenta palabras como máximo.

- Las creaciones expuestas no pueden ser obras ya publicadas en EOL.

- Cada juez otorgará, por sección, 3 puntos a la obra que considere mejor, 2 puntos a la segunda y 1 a la tercera, la puntuación final de la obra será la suma de las puntuaciones de todos los jueces.

- Los jueces elegirán a un portavoz y el resto deberá mandarle sus votaciones por MP en un corto periodo de tiempo. El portavoz será el que tenga que exponer las votaciones de todos, especificando a quién le ha dado los puntos cada juez.


- En este mismo hilo podemos discutir si añadimos o eliminamos alguna norma, pero deberemos hacerlo antes del 15 de junio, momento en el cual empezará el concurso y las normas ya serán intocables.

- El Aforismo de Oro: Nueva sección de concurso donde se puede poner una frase original (creada por el participante, no puede ser copiada de nadie) y que uséis de forma habitual (o vayáis a usarla) para algún fin...


cita de VozdeLosMuertos:
crear un aforismo, una frase con idea condensada... no sé. Es una propuesta que le da novedad al certamen y tal vez anime a los menos escritores.

También se podría denominar, y para que todo el mundo lo entienda, "Frase Mítica", pero hemos de tener en cuenta que tiene mucho más tirón el título que se le ha puesto ahora



La entrega de obras terminará el día 30 a medio día (más o menos)

Para postear comentarios sobre las obras utilizad el hilo de comentario de obras ya que cualquier mensaje que no sea un texto presentado a concurso por parte de uno de los inscritos será eliminado para facilitar la labor de los jueces a la hora de leer todas las obras y de emitir su voto.




Concursantes
Nylsa, Kefalegereta, Yui_K, nu_kru, arsygraft, Elemne, !MäryKêìt, Spartiata, snowflacke86, srkarakol, drew, Sun tzu, Mr.Mustard, MACLEUGIM, kiuk, Tidus Skold, magico_johan, Demiurgo

Jueces
McQuein, VozdeLosMuertos, Balmung, Vadín, Vilcore, Heku, Faith, darix2006, Dolphin

A todos y cada uno de vosotros, mucha suerte.
Un dia te levantas, te das cuenta de que todo ha terminado, todas las pequeñas cosas que te hacian salir adelante te las han arrebatado y entonces piensas : -¿Qué diablos hago aqui?
Cuando cada día es una monotonía, cuando te levantas sólo con ganas de esperar a que se haga de noche para dormir y olvidar que un dia amé.Que un dia amé y soñé con estar a tu lado y ese día me di cuenta de que todas las sombras desaparecían por la simple esperanza de estar a tu lado.Me di cuenta de que todas las sombras desaparecían por la simple esperanza de estar a tu lado, porque pasaron los meses y aquél dia llovieron lágrimas blancas recuerdas?
No se, no me veo con fuerzas de continuar en la inmensidad de la nada.Solo otra vez no. Tengo la solucíon y soy consciente de ello pero es más dolorosa el hecho de saberla y ser consciente de no poder hacer nada.
Soy un egoísta sí, pero,¿acaso no es egoista alguien que le pide a alguien que cambie? Puede que merezca todo esto, sí, me lo he ganado a pulso, pero yo no elijo a quien quiero y a quien no.
Si dependiera de mi no quisiera que me importase nadie
pero soy consciente que eso es imposible porque te perdí una vez sin haberte ganado.Ahora te amo cuando entonces solamente te quería....cuando no habia pasado por lamento y agonía. Para amar hay que sufrir pero...

Ahora que te tengo cerca veo que la llama que encendiste arde con más fuerza que nunca, sólo piensa en ello...prometelo e imagina por un instante todas las puertas que cruzariamos juntos,las ataduras que romperíamos, los grilletes se despedirian de nosotros mientras volamos y decimos adiós para siempre a lo que es un reflejo de nuestras vidas.
Porque decimos adiós a la muerte.Porque la muerte es no estar a tu lado..
Ésta es una de esas historias que no sabes muy bien cómo empezó; sólo que sucedió, pero desconoces por qué fue a ti al que le pasó. Un día cualquiera, en el que no tenías ningún plan, te llaman, insisten… al final aceptas y acabas saliendo. No lo pasas ni mejor ni peor de lo que esperabas, el tiempo simplemente avanza. Y, entonces, en un momento toda cambia de un modo que jamás pudiste imaginar, ni siquiera en tus mejores sueños. Allí, iluminada tenuemente por la leve luz, estaba ella. Una piel pálida aunque hermosa, etérea, como si el tiempo claudicara ante su tacto, evitando así dañarla. Ahora recordarlo me resulta curioso… siempre había oído que los chinos eran amarillos. Bueno, en realidad, en aquel instante ni siquiera sabía de dónde era. Pero sus rasgos, sin duda asiáticos, destacaban por encima de los demás. No sé qué pasó, pero tuve que acercarme. Entonces ella alzó sus ojos y, por un segundo, se cruzaron con los míos. Eran los ojos más bonitos que jamás había visto; rasgados, pequeños parecían, pero al abrirlos eclipsaban el brillo del astro sol al atardecer. Nunca los olvidaré. Por algún extraño capricho eran distintos. Uno gris claro…, hay que verlo, un color no muy definido, pero asombroso; el otro verde intenso como la esmeralda. Increíbles. Algo que científicamente parecía imposible; por un momento pensé que los genes sabían lo que hacían para regalarnos algo tan bello, único e intemporal. Daba igual en qué época hubiera nacido, su hermosura habría dejado en evidencia a cualquier canon de belleza del mundo antiguo.
Unos ojos inimaginables en una cara preciosa, detallada. Sin embargo, ahí tampoco se resolvió el misterio, aunque al acercarse sí parecía disiparse. La duda estaba entre china, japonesa… o quizá coreana. Según quien mira la realidad cambia, así que no podemos basarnos en la creencia popular de que unos son más guapos que otros, con rasgos más hermosos. Por tanto, tirando de los tópicos, ví que no llevaba ninguna cámara, ni aparato tecnológico desconocido, y descarté otra de las opciones. O al menos eso creí yo. Pero nada más pude averiguar. Alguien la llamó y se dio la vuelta, a cámara lenta me pareció, y sus pequeños pies la alejaron de mí. Entonces el viento sopló y lo odié por ello, como nunca antes había hecho, pues era como si la quisiera solamente para él ya que alejó su olor, su esencia, en dirección contraria, impidiendo que la siguiera. Y eso fue todo… la perdí. Pero la imagen de sus ojos me quedó grabada. No lo sé. Acababa de ver los ojos más misteriosos, pero a la vez más expresivos, de toda mi vida. Algo así no se olvida nunca… si los vieras lo comprenderías.

―¿Por qué vuelves a contarme esta historia después de tanto tiempo?

―Porque hoy hace 9 años que ocurrió. Siempre me he preguntado qué hubiera pasado si alguien no la hubiese llamado, qué sería de mí ahora. Pero sé que es un error. El tiempo se la llevó y ya nunca me la devolverá. Ahora sólo pervive en mi memoria, en mi recuerdo… y el tiempo lleva mucho reclamando lo que le pertenece. Ya he abusado demasiado de mi regalo, más de lo que me correspondía. La dama de negro está expectante ante mi último baile. Quién sabe, quizás tenga un ojo gris y otro verde. Pero no será fácil. Ahora atesoro cada uno de los segundos en que nuestras miradas se encontraron, aunque ella jamás supiera que me había embrujado de tal manera. Intenté encontrarla; creí que no sería difícil por su peculiaridad, pero nada. No la volví a ver nunca más.

Algún tiempo después, sus compañeros estaban preparándole una fiesta para su cumpleaños. Llegó el momento y él no se presentó. Pasaron las horas y no dio ninguna señal de vida, así que su mejor amigo fue hasta su casa. Abrió y no había nada fuera de lo normal, excepto que los peces aún no habían comido, pues la luz del acuario seguía apagada. Entró en su habitación, cuya puerta estaba cerrada, y observó lo que solamente era cuestión de tiempo. Allí, en la cama, tumbado, inmóvil y sin respirar, estaba él. Su cuerpo ya no había aguantado más, se había rendido. Nunca le había especificado cuál era su enfermedad, pero tampoco era necesario saberlo. Cogió el teléfono y llamó para comunicar lo que había pasado.
Poco más tarde, una ambulancia se presentó en el lugar de los hechos. Subieron hasta la casa y entraron. El primero de ellos se detuvo junto al amigo y el segundo, tras una indicación suya, entró en la habitación donde yacía el cuerpo sin vida. Lo examinaron, aunque ya se veía que no era necesario, y comprobaron que estaba muerto. En las urgencias nunca se podía aceptar la información proporcionaba por las personas que llamaban pues, a fin de cuentas, ellos no eran médicos.

―Siento lo de su amigo –dijo una voz de mujer poco tiempo después.

El que los llamara se giró sorprendido. Se había quedado hablando con el primero de ellos y no se había percatado de que el segundo era una mujer. Así que se lo agradeció y alzó su vista. Entonces, en ese instante, se quedó sin habla. Allí, frente a él, estaba una chica de rasgos asiáticos, muy hermosa, y con unos ojos que destacaban con enorme fuerza por encima de todo lo demás, pues ambos eran de colores distintos, uno gris y el otro verde. Ahora comprendía perfectamente el significado de la historia que contaba siempre su mejor amigo. Por mucho que se intentara explicar con palabras lo que representaban esos ojos, no se podía atisbar su significado hasta verlos. Con tristeza pero, a la vez, con un poco de felicidad esbozó una pequeña sonrisa. Al final, la dama de negro le había sacado a la pista en el baile correcto, aquel que hacía que se volvieran a encontrar después de los años. Quizá él nunca llegara a saberlo, nadie sabe qué sucede cuando ya no vives, pero los últimos ojos que miraron a los suyos inertes, antes de cerrarlos, fueron aquellos mismos que lo habían embelesado desde el instante en que los viera por primera y única vez en toda su vida.
Habitación 303

Ana Aldana es fuerte y segura, y tiene pruebas para todo, para escoger el hospital en que ahora dormita su hijo Pablo hizo la prueba de luz.
Según Ana Aldana la superior calidad del sector privado en la sanidad se observa en el hecho de que a la luz le da como miedo entrar en los hospitales públicos, queda en la ventana, tristona, pidiendo paso. En los privados entra a raudales, sin freno.

La habitación 303 es el paradigma de la luz feliz, penetra contenta, sonriente y no dejará secreto a cubierto.
Lo primero que verá será a Pablo dormitando, es de mala educación no hacer aunque sea una reverencia al lector, pero no todos los días te seccionan el cerebro para sacarte un tumor maligno, como no mucho hace que le sucedió a Pablo.
Lo segundo que ve la luz es a una chica en la esquina mas cercana a la puerta que mira tiernamente al cuerpo tendido.
Cuando la luz rebote contra el suelo y vaya a parar al pasillo verá a Ana Aldana con palabras en la boca y lagrimas en los ojos, su hermano Jesús, que ha venido para visitar a su sobrino está con ella, prefiere esperar a que charle con su ex-novia Carla, que sigue mirando con ternura al hombre de medio cerebro.
En el momento en que ese haz de luz este casi degradado y no se sepa si es luz o sombra, solo en ese momento Pablo se desperezará y dirá:

-¿Carla?
-Sí, ¿es que ya te olvidaste de mi cara?, sonríe.
-No no, te hacía aún en Alemania, ¿Qué tal estás?, yo tengo sueño.
-¿Sueño?, capullo, todo el día mareado y no ir al médico, menudo susto que nos has dado, bueno, volví hará cosa de una semana, tu madre me llamo y me dijo que te habían intervenido.
-Si ella te odia. Me extraña que te llamara.
-Bueno, mientras no volvamos a liarnos depondrá su temible hacha de guerra, ríe, ¿Recuerdas el día que nos encontró durmiendo juntos y me hecho de tu casa al grito de golfa?, que mujer mas antigua, pero bueno dime, ¿Cómo estás?

Cualquiera de los cuadros que viven en el pasillo central de la casa de los Aldana saben que Ana no la llamaba Golfa, sino Puta y que el motivo, mas que el amoroso encuentro fue que Carla era pobre como las ratas, a diferencia de Pablo.
Precisamente por motivos económicos Carla había marchado a Alemania.

-Fatal, me duele la cabeza, ¿Puedes acercarte un poco?, gracias, no tanto no querría faltarte al respeto y que viniera tu novio.
-Sabes que no tengo pareja ahora, no tengo nada serio desde que lo dejamos.
-¿Cómo lo sabría yo? ¿Eh?
-Porque se lo has preguntado como treinta veces a Marta, le mira con cara de pocos amigos, y rompe a reír.
-Bueno, como te iba diciendo, me duele mucho la cabeza, me ha dicho mi madre que es por la intervención, en unos días empiezo con el tratamiento.
-Paso lo peor, ¿no?
-Eso dicen, pero yo tengo miedo.
-Siempre fuiste un cagoncete, menos en la cama.

Realmente Carla no puede opinar sobre la valentía sexual de Pablo con gran criterio, el ha sido su primer y ultimo amante, aunque algunos alemanes la pretenden Carla lleva bien la carencia de sexo.

-Era y soy un toro, espero que no me hayan tocado nada de eso en la cabeza, ¿te imaginas que me vuelvo manso?
-Espero que no, le mira fijamente y se hace el silencio, ha pasado un ángel.
-Ya, ya.
-¿Qué te pasa?
-Que tengo miedo, de verdad, me han sacado un tumor de la cabeza, voy a tener una muerte horrible, me mearé encima, seré un nada.
-¡Claro por eso estoy riéndome tan a gusto!, además, te confieso que tengo fantasías sexuales con un moribundo, risas de nuevo acompañada de su mejor cara de susto.
¿Es eso éticamente correcto?.
-Estúpida, estoy acojonado y tú me sales con esas.
-Mira, he hablado con tu madre, vas a ponerte bien, ¿Crees que podrías reír mientras veo morirse a una persona que ha significado tanto en mi vida?, toma su mano.
-Gracias por animarme, ¿Por qué fuimos tan tontos como para dejarlo?
-¡Míralo!, se hace el moribundo para llevarme al huerto, rompe a reír, cariñín, lo dejamos porque me pusiste los cuernos.
-Fue un error.
-Llevas 3 años diciendo lo mismo.
-Acaban de operarme, ¿No puedes darme un poco de carrete?
-Bueno, de todas formas tengo que irme ya mismo.
-¿Ya?
-Sí, tengo que hacer la maleta, me voy a Alemania otra vez, además, sabes la grima que me dan los hospitales.
-¿Vas a irte a Alemania de nuevo?, se apena.

Carla besa su mejilla mientras le dice, tranquilo tonto, solo es por papeleo, una semana a lo sumo .Él sonríe.

-Pablo , cuando vuelvas hablaremos de nosotros , ¿vale?.
-Te quiero.
-Le mira seriamente, eso se lo dirás a todas, vuelve a reír, siento ser tan cabrona , pero pones unas caritas. Tú acaba de ponerte bien. Tu madre me ha dado tu número, te llamo en cuanto vuelva.



-¿Cómo ves a mi hijo?
-Pues, mejor de lo que esperaba encontrármelo, una operación brutal.
-¿Lo has hecho?
-He intentado animarlo lo máximo posible.
-Gracias, Ana Aldana saca un billete de 100 euros de su bolsillo, toma…
-¿Qué coño es eso?, no lo quiero.
-Lo siento.
-Me marcho ya, odio los hospitales, por favor, avíseme.
-Avisarte… ¿para que?
-¿Para que va a ser?, para el funeral.
Dicen que los cuentos deben empezar por érase una vez, pero a veces en la vida las cosas también empiezan así…

Érase una vez un joven normal, con una vida normal. Le pasaban cosas normales, como a todos, tenía una novia normal y un trabajo normal… Un día como otro cualquiera cometió un error, pensó. Pensó que no quería una vida tan… ¿cómo decirlo?… normal y decidió que había que hacer algo, intentó andar en todas direcciones pero allá donde iba le salía al paso su conciencia, no había forma de escapar de aquello, quería a su novia le gustaban sus amigos y hasta estaba a gusto en su trabajo, la cobardía de perder todo aquello y aun mas la de explicar a la gente que quería el por qué de su renuncia le hacían echarse atrás una y otra vez.

Un día como otro cualquiera, andando, como siempre, por la misma calle de cada mañana, se descubrió deseando, suplicando a quien fuese que estuviera mas allá, suplicaba algo incongruente, sin sentido… quiso ser transparente… y así fue, no se dio cuenta, pues él se seguía viendo, pero la gente empezó a ignorarlo, él no se preocupó, es lo que deseaba, ya nadie le preguntaba, nadie le invitaba y nadie le hablaba…. Nadie le veía.

No se dio cuenta de su transparencia hasta pasado un tiempo, el seguía yendo al trabajo como cada mañana, seguía andando por la calle sin hablar con nadie y olvidó llamar a la gente a la que quería, pues anhelaba estar solo, y aquella transparencia le daba la oportunidad perfecta. Un día como otro cualquiera, sin llamar a nadie decidió darse un paseo por donde tenía la certeza que estarían sus amigos, eran ya muchos años y sabía de sobra quién estaría y dónde, era curioso como podía adivinar por la hora que era quiñen estaría ya medio trompa y que anécdotas estaría contando. Así era, llegó al mismo bar de siempre a la hora de costumbre y allí estaban todos. Se sentó con ellos y no habló, sólo miraba y escuchaba, se reía con las bromas de sus compañeros de toda la vida, aquellos a los que con el tiempo había llegado a catalogar cómo sus amigos, gente con la que estaba a gusto y que sin notarlo había llegado a albergar en su corazón. Era curioso como cualquiera de los que estaban allí se hubiesen defendido hasta muerte entre ellos a la vez que eran capaces de llegar a las más encarnizadas discusiones sobre si la cerveza debía tener un dedo más o menos de espuma.

La noche transcurrió como siempre pero con una salvedad, el chico que quiso se transparente no habló en toda la noche y se limitó a escuchar, hasta que llegó un momento en el que hablaron de él… “¿Os acordáis de éste?” “Si, joder, ¿Qué habrá sido de él?” “Ostia, si que es verdad, las risas que nos echábamos… se le echa de menos” “Una copa por él… ¡Salud!”.

No quise levantar la copa, fue entonces cuando me di cuenta de que realmente, era transparente, había conseguido lo que tantas veces había anhelado… desaparecer, olvidarme de todo y por fin poder estar solo… ¿era feliz?, descubrí aquella noche que cuando deseas algo con tanta intensidad es posible que se cumpla, y lo peor es que cuando quieres algo con tanta fuerza no hay vuelta atrás. Allí quedaron mis amigos, mis secretos contados en noches de borrachera, mi primer beso, mi primera desilusión y todas las lágrimas que había derrochado en muchos años de amistad… allí quedaron mis recuerdos.

Volví a aquella casa que quise tener para estar sólo, mi rincón, mi lugar donde nadie pudiese molestarme, el sitio al que nadie ya venía, seguramente porque a nadie había invitado, llegué al sillón donde acostumbraba a pensar y donde tantas noches me había quedado en vela pensando lo maravilloso que sería poder desparecer… llegué allí y la ironía del destino me jugó la mala pasada de hacerme pensar en lo que dejaba detrás. Allí sentado volví la mirada, observé mi pasado y me vi a mi mismo añorando recordar lo que había olvidado…

Aquel día como otro cualquiera descubrí que el recuerdo es tan efímero como quieras que lo sea, descubrí que si no valoras tu recuerdos ellos te abandonan, y me di cuenta de que después de tanto tiempo me había convertido en la vaga sombra de un brindis en una lúgubre esquina del local de siempre… un brindis por el recuerdo de alguien que quiso ser transparente y lo consiguió.

Un día como otro cualquiera, me senté en mi sillón, solo, abrí mi última botella de whisky y vi pasar el resto de mi vida ante mí, aquel día mientras el resto del mundo corría, morí al querer olvidar, y olvidé querer vivir.
Había una vez una princesa que vivía un céntrico barrio de Madrid. Se supone que debía ser guapa, elegante, delicada y delgada a la vez que triunfadora, responsable, divertida y con dinero. Nada de eso. Nuestra princesa pasaba las tardes sentada en el suelo del balcón de su casa, con el hombro izquierdo apoyado contra los barrotes de la barandilla, leyendo novelas durante toda la tarde. No esperaba que pasara el príncipe azul de sus sueños por debajo del balcón, reclamando sus labios desnudos. La princesa veía pasar a la gente con la mirada distraída y sin caer en su presencia. Daba lentas caladas a un cigarro de cuando en cuando, consumiendo los minutos.

El trabajo no la dejaba demasiado tiempo, ya que entraba a las seis de la mañana, pero prefería leer durante la tarde a perder el tiempo echándose la siesta. Sin embargo, no se quejaba en absoluto: Tenía una casa pequeña, pero con buena luz y en buena zona. El alquiler no era excesivo y, por lo menos, estaba cerca del trabajo: Una pequeña cafetería de Moncloa. Tan sólo tenía que coger el metro desde La Latina hasta Callao y allí hacer un pequeño trasbordo hasta la línea tres, dirección Moncloa.

Una tarde pasó un príncipe invisible por debajo del balcón y la vio con el pelo recogido, leyendo absorta un libro de tapas descoloridas. Pensó en la vida bohemia y ociosa que debía de llevar aquella joven y sintió una mezcla de envidia y rabia. Se la imaginó pintando las calles estrechas de Madrid en los atardeceres, o quizá escribiendo novelas en la madrugada, cuando sólo paseaban por las calles los gatos, revolviendo entre las basuras.

Aquel príncipe estudiaba Bellas artes en la Universidad Complutense. Tomaba un tren todas las mañanas desde Guadalajara. Cogía la línea seis de metro en Nuevos Ministerios y dormitaba hasta llegar a Ciudad Universitaria. Allí, bordeaba el edificio de alumnos, cruzaba Puerta de Hierro y subía la calle Arquitecto López Otero, hasta llegar, por fin, a la Facultad de Bellas Artes. Solía tardar más de una hora y media en llegar, pero sus padres no podían permitirse pagar una residencia en Madrid. Aprobaba lo que podía y solía hacerlo raspado en la convocatoria de septiembre. Los profesores, muy duros con él, le aseguraban que debía esforzarse más para llegar a poder vivir de la pintura.

Aquella tarde él subía por la Calle de Toledo para ir a ver algunas tiendas cerca de la Plaza Mayor. Fue una casualidad, pero sus miradas se encontraron. La princesa apartó la vista del libro y se encontró con aquel joven parado en medio del gentío, con el cuello estirado, mirándola fijamente, muy serio.

La princesa se fijó en sus zapatillas de moda bien cuidadas, en sus gafas de montura negra y en su pelo alborotado pero cuidadosamente colocado y pensó: - Otro pijo gilipollas...- y prosiguió con su amena lectura.

Ninguno de los dos esperaba encontrarse aquella tarde con el amor de su vida. Quizá ni siquiera se les pasó por la cabeza que, a lo mejor, tenían más cosas en común de las que ambos pensaban. Quizá una sonrisa hubiera cambiado las cosas.

El príncipe continuó su paseo maldiciendo su mala suerte, añorando una vida que no tenía esperanzas de conseguir, pero por la que seguía luchando. Pensó en los superficial y en lo poco que debía valorar aquella chica su suerte. La princesa, por su parte, pensó fugazmente en lo caprichosos y poco sacrificados que solían ser los chicos como aquel.

- Qué poco valoran su suerte- murmuró la princesa, antes de encenderse otro cigarro.
“Me he ofrecido a ayudaros pero no a solucionar yo solo el problema, al menos seguidme alguno de vosotros, soy un anciano y una gruta no es un lugar por el que pueda caminar fácilmente:” Los habitantes de las aldeas de la región de los lagos se habían congregado entorno a la entrada de gruta donde vivía el demonio que les atormentaba a la espera de que el ermitaño Hao Wu al que habían hecho venir desde las montañas brumosas. Nadie quiso seguir a Wu. Entonces el anciano monje que dirigía el templo de la región ordenó a varios monjes jóvenes que le siguieran con antorchas, estos estaban también asustados y no se atrevieron. Sólo cuando Wu nombró que le acompañaran aquellos que entraban en la cueva cada luna nueva se levantaron algunos aldeanos, cogieron las antorchas y le siguieron, al fin y al cabo a que temían ellos si entraban cada luna en la cueva, Wu recordó que quedaba poco para la siguiente luna nueva, si era cierto lo que se decia, no odian ya temer a nada por que en aquella cueva no debía quedar nada, vivo.
Empezaron a andar por la cueva a buen ritmo, Wu veía cada pared y cada rincón iluminado por las antorchas de los hombres que le seguían de cerca hasta que en un recodo la iluminación bajo, los hombres caminaban mas lentamente. Hao Wu miró hacia atrás para ver si aun le seguían, ya que lo habían hecho venir desde las montañas al menos que ellos hicieran algo. Fue entonces cuando percibió el olor de los cadáveres, miró al suelo y allí estaban los cadáveres de las niñas que eran atadas en aquella cueva como sacrificio al demonio y morían de hambre, miedo y soledad. Su pie había pisado la mano de una y sintió como sus tripas se revolvían, así que era cierto lo de los sacrificios humanos. Siguieron caminando unos metros mas cuando Hao oyó un sollozo delante de él, cogió la antorcha a uno de los hombres e iluminó el lugar, allí vio a una niña atada a la roca, sollozando a punto de morir de hambre. En ese momento les hubiera gritado mil maldiciones a aquellos estúpidos supersticiosos pero de repente una garra inmensa atravesó el pecho de uno, la sangre salpico a todo el mundo incluido Hao Wu y solo entonces pudieron ver completamente al demonio. “Corred!” no se le ocurrió otra cosa, en eso quedaba toda la sabiduría del viejo Hao. Empezaron a correr pero no sirvió de nada, aunque llegaron a la salida donde les esperaba el resto de la gente de la aldea, solo sirvió para que el demonio atacara a el resto de las personas. Hao se quedó atrás, el demonio ni siquiera lo vio y corrió tanto como sus piernas le permitían pero al pisar por encima de los restos de las niñas se acordó de la que estaba aun viva, volvió atrás pero no estaba la niña y el no había visto que el demonio la hubiera atacado. Intentó salir fuera tan rápido como pudo. Los hombres y mujeres del pueblo habían pedido ayuda al ermitaño Wu para que les librará del demonio que devoraba sus rebaños y campos pero ahora, todos delante de la entrada de la gruta maldecían a Hao por qué había hecho salir al demonio y este les daba caza en la entrada uno por uno, a veces vacilaba antes de matar a alguien pero siempre acababa matándolos, pocos aldeanos corrieron ya que el miedo se lo impedía y los pocos que lo hacían antes haber recorrido veinte metros se encontraban con el demonio delante, y así poco a poco, uno a uno, los habitantes de las aldeas de la región, que se habían congregado ante la gruta para ver como el anciano derrotaba al demonio, como si fuera una fiesta, fueron muriendo hasta que quedaron bastantes menos de la mitad y la explanada que precedía a la gruta se convirtió en una amalgama de restos humanos, sangre y rocas. De repente el demonio paro y giró la cabeza.

- Mi pequeña, no tengas miedo.

La voz de Hao Wu solo la oyó el demonio, el resto de la gente gritaba y sollozaba impotente ante la destrucción, algunos pudieron ahora huir. Hao, se acerco pausadamente al demonio, sonriente. De sus ojos traslucía una extraña serenidad. El demonio se quedo mirando a Hao, quieto. Y Hao aprovecho para abrazar al monstruo por la cintura, ya que era tres veces mayor que él, tiernamente le susurro las palabras que susurraba le su madre cuando se despertaba asustado en medio de una pesadilla, y el demonio fue encogiéndose entre los brazos de Wu hasta convertirse en una niña, la niña que había visto en la cueva. Entonces Hao Wu saco un hilo de su ropa y ató el corazón de la niña al suyo, por qué solo atando el miedo a un corazón fuerte este ´deja de ser peligroso y se convierte en algo útil, la prudencia y así fue como llamó a la niña, ya que Hao Wu había tomado la decisión de tomar aquella niña bajo su protección, por qué ¿Qué otra razón podía haber llevado allí al viejo ermitaño excepto la de adoctrinar a un nuevo sabio?. Se disponía Hao Wu a alejarse de aquella masacre junto con su nueva discípula cuando un viejo monje budista con su habito ensangrentado los detuvo jadeando y entre sollozos y temblores pudo preguntar, “¿Qué ha ocurrido maestro?”, Hao Wu lo miró serio al reconocerle, tal vez aquel hombre no merecía saber lo que había ocurrido pero el creía fervientemente que la sabiduría no se puede negar a nadie.

- Es que ¿no reconoces a esta niña?Esta niña es el demonio que os ha estado molestando, pero ella no es mas que la unión de los miedos de todas las niñas que cada luna nueva durante cuarenta años ha muerto llenas de miedo en esta gruta para calmar vuestro miedo irracional a lo desconocido, ella es la suma de todos esos miedos. La hija a la que renunciasteis en vuestro egoísmo para calmar algo que solo necesitaba de un poco de sentido común para calmarse. Reconoce ahora tu culpa monje y pide perdón a todas las niñas a las que has matado.

El monje se abrazó a la niña y pidió perdón histericamente, la niña ni siquiera se movió, para ella aquel hombre ni siquiera existía por eso no lo había matado antes, solo había matado a aquellos que llevaron a todas las niñas a la cueva y los familiares de estas que lo permitieron. Pero el sabio Wu si sabía que aquel había sido el joven monje que cuarenta años atrás propuso los sacrificios como única solución para librarse de los demonios, desde entonces el corazón del hombre se encogía con cada luna nueva pero nunca se atrevió a ordenar que pararan los sacrificios creyéndose primero en lo cierto e incapaz de reconocer su error. No era un mal hombre y por eso Hao Wu sacó su daga y lo degolló, para librarle de su tormento que ahora ademas aumentaría hasta ser mas alto que las montañas brumosas.
Y así el ermitaño partió por siempre de la región de los lagos donde sabía que nunca mas podría estar tranquilo, cogió de la mano a su joven alumna y suavemente empezó a recitarle la canción del camino, por que un camino muy largo era e que se abría ahora para la pequeña Prudencia.
Solo la luna difumina una leve sombra bajo sus pies ensangrentados. Tumbado en el callejón 46 de la Calle Mayor yace el cuerpo desnudo de un hombre anónimo cuya sangre serpentea desde su corazón en la búsqueda de la libertad entre los dibujos del suelo.

5 años atrás el mismo individuo con un traje de tenue azul marino lloraba desconsoladamente en la taberna a 20 metros de su hogar, derrotado por el cruel destino; descargaba toda su furia en su móvil tras recibir la noticia de la muerte de su mujer embarazada, ahora sus cuerpos descansaban entre los hierros de un SEAT bajo el quitamiedos.

Hace 1 hora, en la puerta de Caja Madrid se encontraba al mismo hombre, de dudosa presencia y destrozado por el alcohol, sin sueños, sin motivaciones, tras su escaso rendimiento había sido despedido de su empresa después de 20 años de servicio.
El alto standing de la sociedad había enviado a este hombre a la calle porque los intereses de la hipoteca cada vez envejecían más su ropa.
Con un chándal y una camisa ocultos bajo una manta símbolo de la poca solidaridad del país, suspiraba nuestro personaje entre cartones.

A lo lejos, comienzan a dibujarse suaves figuras de bruscos movimientos; entre carcajadas, un estruendo inunda la calle y los cristales del bazar brillan entre el amasijo de objetos del escaparate. Las pisadas se hacen cada vez más fuertes, 8 mensajeros de la impotencia arrastran sus armas por la pared mientras enrojecen sus nudillos golpeando retrovisores
Tan solo un paso separa ya a nuestro vagabundo de unos primitivos seres que esbozan sonrisas desgarradoras de almas.

Primer contacto! Un grito atronador rompe el silencio nocturno! El humilde desgraciado ya no tiene fuerzas para combatir, los brazos del infierno le levantan del suelo bruscamente; él solo logra amarrarse fuertemente a la foto de su difunta esposa. Empapado en lágrimas los agresores le humillan obligándole a bailar mientras se quita la ropa...

El ángel del infierno piensa que ya es hora de terminar el trabajo, una estaca de hielo atraviesa su débil corazón, no sabe lo que ha ocurrido pero se encuentra en el suelo con una herida abierta en el torso, su esposa, le observa sonriente como siempre, su fina estampa que le acompañaba durante todo este tempo no le ha abandonado.

- “De vuelta juntos” Expira el desgraciado.
Morir es genial.

Lo que yo os diga, no es que sea el presidente de Amigos de la eutanasia o de Suicidas anónimos lo que pasa es que estoy muerto, y me encanta.
¿A que parece la presentación de una serie de televisión? Pues no, no me imaginéis como un Michael Landon al calor de una autopista. No soy ningún ente especial ni alma atrapada entre dos mundos en busca de crucigramas pendientes, dejemos el cultivo de tópicos de lado, por lo que sé todos pasareis lo mismo que yo.
La pregunta es si las decisiones que yo he tomado también las tomareis vosotros.

Estar muerto es como ser una especie de superhéroe etéreo, Almaman, uno se puede desplazar de aquí a allá instantáneamente, impregnarse de los pensamientos y emociones de los vivos, una especie de máxima para un voyeur. Todo destinado (bajo mi teoría, que aquí nadie explica nada a los recién llegados) a comprender mejor nuestras acciones en la vida pasada mediante la observación del mundo y de las personas que dejamos atrás, un buen momento para la autocrítica.

Lo primero que hice al morir no fue intentar poner en orden y entender lo vivido, para eso tenía la exacta cifra de una eternidad, sino satisfacer mi ego y curiosidad personal, ver mi propio entierro.

El tanatorio elegido era un lugar calculadamente bonito, con árboles y bancos donde debía haberlos, trabajadores respetuosamente serios, ventanales a granel y paredes en tono pastel. Los accesos a los velatorios, contiguos unos a otros, eran puertas en un pasillo que recordaba a un hospital. Cada una de las puertas daba acceso a una habitación previa a la del velatorio con el ataúd acristalado.
Mis padres agonizaban en pena, llegado un punto mi padre dejó de limpiarse las lágrimas que lo magdalenizaban en previsión de una hipoteca en kleenex y recibía, ausente, a los nuevos asistentes que iban llegando a mi última despedida. En su personalizada pesadilla mi madre alternaba los lloros con los desvanecimientos al galope del Prozac.

Un tipo sereno entre el caos sentimental aparentaba ser mi hermano, perdido, miraba mi rostro a través del cristal del ataúd acristalado del velatorio, aparentemente, lo que miraba realmente era su propio y transparente reflejo. Pensaba en su incierto futuro visto el certero mío, en cómo averiguar su arena restante en el reloj de la vida, en las revistas Playboy que nos intercambiábamos, en cuánta gente asistiría a su entierro, en porqué no conseguía llorar...
Por lástima le abracé conceptualmente, porque sin cuerpo es difícil abrazarle de otra manera, noté como sentía un escalofrío, que curioso, algo de conexión existía todavía. Le miré a los ojos.
Su rostro se horrorizó, irracionalmente desencajado, gritó como una niña y salió, entre tropezones, de la sala del velatorio. Me había visto a través del reflejo o se había echo aguas mayores en los pantalones, quizás las dos cosas. Yo no podía parar de reír, conceptualmente, pero no podía parar. Si hubierais visto la cara de espanto descoordinado estarías cacareando jotas y as todavía.

Experimenté con otro visitante, un conocido que había asistido al funeral más por compromiso que por sentimiento además de haberme menospreciado varias veces en público cuando la vida saltaba alegremente por mis venas. Me acerqué a su oreja y soplé suavemente, notó un escalofrío, me concentré en su oído y pronuncié la simpática frase:

- Vas a morir Carlos, yo te ayudaré a morir hijo de puta, ven, ven a verme al ataúd.

Y funcionó, su rostro gestó una mueca de incredulidad inicial que derivó en pánico al comprobar que nadie había cerca de él para susurrarle de esa manera al oído, salió de allí corriendo, dejando atrás a gente cada vez más consternada por las dos huidas recientes y sin justificar, casi me ahogo en carcajadas con el resbalón al doblar la esquina del pasillo.

Tras el entierro he repasado mi vida, sentimiento a sentimiento y vivencia a vivencia. Mucha gente tiene culpa de mis penurias vividas, ahora puedo ajustar cuentas con ellos gracias a las bromas de las cuales me estoy convirtiendo en un experto en realizar. Visiones en el espejo, frío, calor, gritos, susurros…todo un amplio abanico creativo de sustos con los que ajusto cuentas con las personas que me hicieron daño.

Mi hermano ya ha pagado todas las mentiras y burlas que me hizo, broma tras broma he conseguido que le internen en un psiquiátrico, incluso allí me sigo echando unas risas con él cuando me aburro de la eternidad. Las novias que me han dejado suelen ver mi cara en sus espejos cuando menos se lo esperan, poco a poco casi ninguna de ellas ha conseguido mantener una relación estable con nadie. Si no supieron valorarme no dejaré que nadie las valore a ellas, por putas.
Mis padres y su decente moralidad han visto que todas las dudas sobre mi futuro se han desvanecido, ya no me presionan a estudiar y no salir, o a trabajar y ahorrar, ya no me dan sermones desde que estoy muerto (aunque mi padre vino un día al cementerio a desahogarse un poco y acabó con reprochando con “¿Porqué cogiste el coche borracho? ...tanta gente en él...”) y creo que es justificable que sus duendes del jardín lloren sangre o sus azucareros vuelen por la cocina. Toda una vida dedicada a amargar la vida de un hijo se merece sufrir un poco de miedo, sobretodo cuando despues de muerto me vienen a continuar amargando la muerte.

Creo que el único mal cálculo que he cometido, pero total, solo ha sido uno, ha sido con una chica que me gustaba en vida y exactamente igual me pasa de muerto. La invité en varias ocasiones a que se uniera a mí, con el tiempo se suicidó pero por aquí no ha aparecido, la de folladas conceptuales que podríamos haber tenido.


Estar muerto es genial...y descubro día a día que las caras de pánico de la gente, más.
Apoyado en algo que parece cristal y sentado en plástico quemado por mecheros juveniles, viajo por la ruta por donde fluye mi día a día. La línea 02, cortesía de algún progresista que ha decidido atrevidamente cambiar la denominación de los autobuses y sustituir letras por números. ¿Y vivimos mejor? pues no, mas bien al contrario. Sobretodo teniendo en cuenta el colapso sufrido por miles de ancianos durante estas dos semanas posteriores a la “original” propuesta. Hay que intentar entenderlos, es duro estar durante cuarenta años en una parada de autobús viendo llegar a la línea “G” y que de repente un día sin que nadie te haya preguntado, la línea “G” se haya transformado en la línea “02”. Me da escalofríos solo de pensarlo. Pero bueno, al menos no han cambiado este simulacro barato de cristal y me alegro por ello no creáis, no quiero pegar un día una cabezada y despertarme diez paradas después con un chichón en la cabeza y pensar que al progresista de los números le han vuelto a dar trabajo.
Toda esta divagación serpentea hasta un destino concreto, no penséis que me quedo pensativo mirando tras el ¿cristal? para evitar tener que darle conversación al típico ciudadano cantamañanas que casualmente siempre se sienta frente a uno.
Bueno o quizás si, pero eso me ha ayudado a aprender a pensar por uno mismo. Y la consecuencia de tan atrevido acto es que a veces sacas conclusiones, incluso te sorprendes a ti mismo con alguna que otra teoría. Gracias al progresista de los números he desarrollado “la teoría del martes a mediodía”. La cual reza esta misiva. “El ser humano tiene necesidad de cambiar el mundo para poder cambiarse a si mismos”

Todos tenemos la romántica idea de que hemos venido aquí para algo, idea que por mucho que digan lo contrario la considero totalmente exenta de contenidos religiosos e hiperbiblicos. Da igual si crees en un ente superior o si tu única Biblia es un catalogo de “el corte ingles”. Querer cambiar algo es lo mas universal que se puede hacer. ¡¡¡O si no que me expliquen lo de los números por las letras !!!
Yo no soy la excepción a mi regla, he pensado mucho en todo esto y creo que yo también debo cambiar el mundo...



DIEZ AÑOS DESPUES... (en algún asiento quemado de la línea 02)

Voy a trabajar como cada día sentado en los sucios asientos de la línea 02, y no me resisto a hacerlo de otra forma. Ahora soy mi propio jefe y en mi empresa mis empleados se mofan cariñosamente (mas les vale) de por que teniendo el coche que tengo sigo yendo al trabajo en autobús. Creo que mi excusa sobre el pánico enfermizo a los pilares del parking no ha dado los frutos esperados, la realidad es otra.

Una vez quise cambiar el mundo y creo que no lo he conseguido de la forma en que esperaba. Abandonar esta línea daría como consecuencia una idea que me asusta. ¿y si dejo de divagar y pensar por mi mismo? ¿Y si ya no quiero cambiar el mundo?
Me encanta el tacto del falso cristal sobre mi frente cuando cae el mediodía y me entra el sueño repentino. Y por que no, me gusta observar las mismas calles y las mismas gentes por la ventana mientras pienso adonde van o donde han estado, que es lo que piensan y por que el mendigo de la calle principal se pasa el día mirando pasar todas las líneas de la ciudad mientras escribe cosas en una vieja libreta al paso de los autobuses.
Lo se, soy un romántico.

Y hablando del rey de roma...Al pasar por la calle principal lo veo a lo lejos, esta de pie. Mira fijamente el autobús y vuelve a apuntar algo en su libreta. Hace siete años apareció aquí y desde entonces lo he visto todos los días sin faltar uno solo. Es un hombre de unos cuarenta años, barba espesa y ojos tristes. Dios mío...no os podéis imaginar lo tristes que son, nunca me había fijado antes. Lleva un traje, el mismo que hace siete años. Un traje y una libreta, no tiene nada mas. De repente suspiro, algo me viene a la cabeza...”Teoría del martes a mediodía”.
Después de tantos años, hoy voy a bajarme en una parada diferente...debo cambiar el mundo.


-Hola.
El mendigo deja su libreta en el suelo y acto seguido se ayuda de sus brazos para sentarse en el suelo. No me contesta. Tampoco me mira.
-No querría interrumpir lo que esta haciendo pero ¿podría pedirle algo?
Alza la vista y clava sus ojos en los míos.
-¿Querría comer conmigo?

DOS HORAS DESPUES (en dos asientos acolchados de un restaurante cualquiera)

¿Estoy cambiando el mundo?
Llevo un buen rato hablando con el y me parece un hombre bastante cuerdo, debo reconocer que caí en el prejuicio fácil. Sin embargo hay algo que no puede contener mi curiosidad.

-¿Qué es lo que apunta en esa libreta?
El mendigo abre la libreta y no tiene ningún reparo en enseñarme lo que pone. Escrito a bolígrafo y formando columnas paralelas me encuentro con una serie de equivalencias gobernadas por un titulo:

“Así cambié el mundo:”
01----A
02----G
03----B
04----H
05----I
...

Miro unos segundos la libreta y después observo su traje. La carcajada me invade y no puedo parar de reír durante dos minutos. El hombre al principio se asusta, pero luego une su risa con la mía. Entonces me siento parte de un plan, estoy feliz.

Salgo del restaurante y dejo al progresista de los números disfrutando del postre. Mañana le he concedido una entrevista en mi empresa. Alzo el brazo y paro el autobús. Observo el rotulo...”Línea 02”. Creo que hoy desarrollare una nueva teoría...

“Teorema del 02:
La unión de pequeños cambios pueden cambiar el mundo”
RELATO CORTO....

Era una noche fría, aunque era verano no podía parar de tiritar, me adentré en el sinuoso bosque sin mirar atrás, sin hacer caso a esa presencia que sentía que me acechaba, en el silencio de la noche sólo se escuchaba el susurro del viento entre los árboles.
De pronto, me sorprendió algo, se oía más adelante en el camino el trote de un caballo, con una increíble sangre fría me agazapé detrás de unas rocas en el margen derecho de la senda. El jinete pasó por delante de mis narices, pero no pareció verme, salí de mi escondite, y según iba andando los pasos del caballo iban sonando cada vez más lejanos, pero de repente, se oyeron más fuertes y más cerca que nunca, miré hacia atrás, el caballero que lo montaba iba vestido totalmente de negro sólo relucía un brillo azulado en su mirada, corrí todo lo que pude, hasta que me dio alcance, y con un sutil movimiento de muñeca desenvainó su espada y estaba dispuesto a sentenciarme allí mismo, yo me agaché esquivando su estocada y corrí a través del bosque alejándome del camino, me pisaba los talones cuando de repente llegue a una explanada que me resultaba familiar, era un descampado de mi ciudad, entre dos bloques de edificios, y allí no había ni rastro del misterioso jinete.
Al estar en mi ciudad pensé ¿a dónde puedo ir? E inmediatamente fui directo al bar de un amigo mío, en donde yo solía trabajar los fines de semana de los meses que necesitaba dinero, cuando llegue todo el mundo me saludó tan normal como siempre, llegué a la barra, pedí un beefeater con sprite, y me lo tomé aún sudando de la terrible carrera que acababa de echarme, entonces reparé en un hombre sentado al final de la barra, no le había visto nunca por allí, era pelirrojo y tenía poco pelo, fumaba un cigarrillo de una marca que yo no conocía, levantó la mirada al sentirse observado, clavó sus ojos en mi, y se levantó para salir por la puerta, me di cuenta de que se había dejado un libro con tapas gruesas y verdes sobre la barra, aún no sé porqué lo fui a mirar, me senté lo abrí y mi cara pasó del moreno característico en mi, al más puro blanco, el libro tenía fotos mías, y frases escritas en los márgenes, frases de mi vida, que había dicho muchas veces, me quedé helado, me levante horrorizado y salí corriendo por la puerta sin hacer caso a las llamadas de mis amigos. Al salir a la calle, se oían sirenas de la policía y una gran masa de gente corría despavorida, como huyendo de algo, pregunté a una señora y me dijo que habían matado a un policía, decidí irme a mi casa, me metí por un callejón que no era habitual en mi ruta, y de pronto, allí estaba, el hombre pelirrojo del bar, se acercó a mi, y noté cómo algo se me clavaba en la tripa, notaba el frío metal dentro de mi, y los ojos de aquel tipo me miraban llegándome hasta lo más hondo de mi alma, y una sonrisa delataba que se lo estaba pasando francamente bien.
- Ya te tengo- dijo con voz siniestra. A ver cómo sales de esta, corre, van a por ti.
Desapareció antes de que yo me pudiera levantar, e inmediatamente la policía apareció por el otro extremo del callejón, me sentí aliviado hasta que oí un grito de un policía diciéndome que no tenía escapatoria, corrí con la mano puesta en la herida, las balas de los maderos pasaban silbando muy cerca de mi, giré a la izquierda en la primera calle y abrí una puerta oxidada que había, me metí dentro sin pensármelo.
Aquello era otro mundo, había un farol encendido en el techo como único mobiliario de una habitación sin ventanas, y con una única salida que era la puerta oxidada, intenté abrirla pero no pude, estaba encerrado. El suelo de aquel habitáculo estaba formado por cuadrados blancos y negros me fijé en uno que tenía algo inscrito, me agaché para leerlo, ya no tenía la herida en la tripa, decía lo siguiente: “VAN A POR TI”.
Me incorporé sobresaltado y de repente mire hacia mi alrededor, ahora la habitación no tenia paredes, y los cuadrados blancos y negros eran gigantes, o yo era el diminuto, no lo sé, comencé a andar desorientado por aquel desierto ajedrezado, me fijé que en el horizonte había un foco de luz que se veía enorme, y decidí ir hacia él, ande durante horas según me iba acercando a la luz ésta, se hacía cada vez más pequeña, hasta que llegué a ella, la luz salía de una cerradura situada en una puerta tan sumamente pequeña que tendría el tamaño de una ficha de dominó, me quería morir, pero de repente la puerta se abrió y me absorbió, llevándome de nuevo a un mundo nuevo, todo lleno de césped bien cortado, me tumbé sobre aquella hierba, pensando en que era lo mejor que me había pasado aquella noche, cuando noté un temblor bajo el suelo…
Un gran río de lava surgió de la tierra a unos 500 metros de mí, me di la vuelta, cual fue mi sorpresa cuando vi delante de mi a una pequeña niña rubia con trenzas, ojos azules y grandes ojeras, tan pálida como la nieve y sujetaba una margarita entre sus dos manos.
-¿Qué haces aquí? Pregunté.
La niña me miró, y de su ojo derecho cayó una lagrima, entonces abrió la boca y respondió: “VAN A POR TI”.
Me sentía aturdido, cerré los ojos y caí al suelo.
Cuando abrí los ojos estaba en mi cama, unos pasos venían hacia mi habitación desde el salón, me quede boquiabierto al ver que lo que se acercaba era una mujer, pero no una mujer cualquiera, era una mujer perfecta. Se acercaba a mi quitándose su camisón de seda, comenzó a tocarme a besarme por todo el cuerpo, yo cerré los ojos y al instante no la notaba a mi lado, abrí los ojos y pegué un grito de terror, ahora lo que estaba conmigo en mi cama no era aquella mujer, lo que estaba sentado en mi cama era otra vez aquel monstruo encarnado en la niña de antes, ahora no tenía lagrimas en los ojos, al contrario, me observaba con una mirada profunda y llena de odio, saltó sobre mi, y de un empujón la tire al suelo, salí corriendo sin mirar atrás , dejándome todas las puertas abiertas, y allí estaba yo, en calzoncillos en la calle.
Vagué por la ciudad buscando cobijo, pero la ciudad era muy distinta a como yo la recordaba, había coches quemados por las calles, y muchos edificios estaban quemados, atravesé una calle llena de charcos de sangre, notándola ya fría entre los dedos de mis pies, cuando vi un hospital de campaña situado en una pequeña plaza.
Pregunté a las enfermeras que qué había pasado, ¡pero no hablaban mi idioma! Me tumbaron en una camilla y me limpiaron, me dieron unas ropas haraposas y me invitaron a que me marchase, caminé por la ciudad sin saber muy bien a dónde ir, decidí ir al bar de mi amigo.
Al llegar allí lo que me encontré no fue el bar, había un edificio con una puerta de madera verde, miré por la ventana de la planta baja, estaba llena de heroinómanos dándose un festín en forma de jeringuillas, de pronto uno de ellos me vio, y dijo algo, pero antes de que terminara la frase yo me había percatado de que en aquella habitación estaba otra vez la niña rubia, toda vestida de blanco y con manchas de sangre por todo su vestido, junto a ella estaba una mujer mayor con el pelo cano y con un vestido como el de la niña, me miraron las dos, con la misma mirada de odio que la niña ya me había brindado antes, intenté correr, pero no pude, ellas salieron de la casa y se acercaban a mi diciendo aquella maldita frase: “VAN A POR TI”.
La niña abrió la mano, y de ella salieron miles de pétalos de rosa, la vieja abrió la mano y de ella salieron miles de jeringuillas, los pétalos y las jeringas venían volando hacía mi con una velocidad increíble, y justo me desperté, todo había sido una pesadilla, puesto que tenía 40 de fiebre y deliraba, por un momento dude de que siguiera dormido.
Relato Corto - Refugio

¡Que dolor de cabeza, madre mía! Quizás ayer me pase de la raya con las drogas, no son buenas, lo se, ya no las tomare mas, ¡no!, eso es lo que siempre digo y después vuelvo a caer, pero ahora lo dijo en serio, a la mierda con las drogas, estoy acojonado.

¿Donde coño estoy, que es esto? Una habitación de seis paredes, todas iguales, ninguna diferente a la anterior, de un color pasivo y plano, que no puedo describir, quizás blanco, quizás amarillo, quizás color pastel. ¿Qué hice ayer noche para merecer esto, demasiado LSD? ¿Por qué estoy aquí? Un cuarto vació, sin gente, homogéneo en todo su ser, sin nada en particular, seis paredes iguales, un ser dentro confuso, yo.

Me levanto y exploro mi entorno, las paredes son lisas, sin relieve, lo único que me llama la atención son las esquinas, no por nada, sino porque rompen la tónica impuesta por sus creadoras. Horas más tarde ya soy dueño de una de ellas, una esquina, igual que las demás pero diferente para mí, se convierte en mi altar, y es que esta claro, como rey de la habitación que soy, merezco un altar o algún sitio donde excusar mi puesto.

Ha pasado ya largo tiempo, sigo aquí, aburrido, sentado en mi altar, mi esquina, donde estoy pisando mi propia orina. Es curioso, me siento bien aquí dentro, no siento deseos de salir ni nada parecido, y es que me siento bien, soy el rey de este lugar y nada ni nadie me da miedo, aquí estoy seguro, nadie me puede dañar, nadie puede criticarme ni chillar, aquí mandan mis reglas, mando yo. Como si de una burbuja se tratase, me doy cuenta que esa habitación donde estoy esta actuando como tal, hoy he visto una pequeña puerta enfrente de mi atril, justo en la pared de enfrente, pero no quiero salir, no quiero enfrentarme a nadie ni a nada, aquí estoy bien, mi mundo.

Finalmente me he decidido a abrir la puerta, la curiosidad me corroe, necesitaba probar de esta manzana. Cada paso hacia ese redondo y dorado pomo (¿Cómo no lo puedo haber visto?) me da mas miedo, me aterra ver que ahí tras la puerta, pero el deseo es más fuerte que mis propios miedos. Pongo la mano encima de él y lo deslizo suavemente, hay luz, detrás de la porta hay luz, y se oyen ruidos, parece gente.

De un impulso acabo de abrir la puerta y de un salto me planto fuera de aquella habitación. Vaya, este lugar me es familiar, solo hay gente llorando, dolor, odio. Miro a mí alrededor y veo gente pasar delante de mis pupilas, nadie me pregunta como estoy ni de donde vengo, solo miran de salvar su pellejo y el de los suyos. Unos soldados se avecinan ante mí y me hacen tumbar en el suelo, parece que he llegado en mal momento. Entonces, lleno de lagrimas y terror, deseo con todas mis fuerzas volver a aquella pequeña habitación donde nadie podía herirme, no quiero estar más en ese mundo, real, si…este es mi verdadero mundo, del que intentaba escapar con las drogas, peor no, no puedo seguir escondiéndome en mi pequeña habitación, he de salir y luchar.



Saludos
Se abren las puertas automáticas de planta de maternidad; entro veloz, acabo de llegar; maldita mi suerte que estaba trabajando en el momento más importante de mi vida. Es bastante tarde por lo que hay poca gente. Me acerco a la recepción a preguntar por mi esposa.

- Está en el quirófano dos; tiene que subir dos plantas.


Entraba en casa tras un dia duro de trabajo.
Abro la puerta y la veo allí de pie esperándome. Tiene la típica sonrisa cuando sabe algo y me lo quiere contar.

- Cariño.....¡¡Estoy embarazada!!
- ¡¡Bieeeeeennnn!!

La abracé y la besé, lo llevábamos buscando desde hace un tiempo. ¿No sois muy jóvenes? Me decía mi madre, pero nuestra ilusión era tan grande que no podíamos esperar.


No puedo detenerme, así que subo por las escaleras. Todo esta en silencio y voy ascendiendo mientras pido a Dios que la proteja. La enfermera me indica la sala de espera, donde me siento, impaciente por conocer su estado.


Estábamos esperando a que el doctor dijese algo.
La cogí la mano porque la cara del médico no me daba confianza, pero sus palabras fueron claras:

- Verán, existe un alto riesgo en este embarazo, será difícil tanto para la madre como para el feto. Pero es una decisión que deben tener ustedes, por mi parte solo decir que haremos lo que deseen y no faltara atención medica en cualquiera de los casos.

Horas después discutíamos el asunto.
- ¿Estas segura? – La decía.
- Totalmente; no voy a abandonar a mi bebe. No va a pasar nada, no te preocupes.


Ahora me ahogo en el minutero del reloj, su paso lento y pausado es lo único que me acompaña en estos momentos. De repente aparece el cirujano, avanza hacia mi, por lo que me levanto rápido en busca de respuestas.

- Lo siento mucho.- Me dice. Llevo las manos a la cara, el dolor es tan intenso y tan dentro de tu cuerpo que apenas puedes decir nada.
- El parto se estaba complicando y hemos optado por realizar la cesárea. Pero su mujer ha tenido una hemorragia interna que nos ha sido imposible de detener...
- Quiero verla.
- Si por supuesto, acompáñeme.

Me guía hasta la mesa de operaciones. Allí esta ella, con los ojos cerrados, inmóvil; me acerco a ella entre lágrimas. ¿Por qué tomaste esta decisión? ¿por qué?
Beso su frente mientras lloro la perdida de la mujer más extraordinaria de este mundo, mi vida ya no será igual. Mi fortuna se acabó, pero celebraré y me acordaré de cada segundo que he pasado a su lado.

- Señor, aquí tiene a su hija.

Me había olvidado por completo, pero ahora que la enfermera me la entrega y la deposita en mis brazos empiezo a oírla. Sus sollozos son intermitentes y con un volumen muy bajito, casi en voz baja. Cuando la miro me doy cuenta de que es lo más bonito que he visto nunca, ahora comprendo el sacrificio. Mis lágrimas no cesan, pero un nuevo tallo de esperanza crece en mi corazón.

El nombre lo tengo claro, Carmen, como su madre, que ahora reposa junto a nosotros.

- Descansa en paz mi vida, lo daré todo por nuestra hija.
Se acabó el tiempo de entrega de obras.

A partir de ahora los jueces tendrán un período de una semana para deliberar (leer todas las obras y votar).

El hilo queda cerrado para que no se posteen más obras.

Que gane el mejor
@srkarakol desarchivado
Ten en cuenta que el OP pidió el cierre
Gracias @[erick] simplemente me ha dado por releer el relato que publiqué en su día (con un millón de faltas e incorrecciones) y me apetecía reflotar este hilo donde, creo que, hay auténticas maravillas...

Un "remember" de los años dorados del subforo de Literatura donde @vozdelosmuertos destacaba como auténtico maestro y profesor. Mil gracias por aquellos comentarios y correcciones.

Sin más, si consideras que no debe ser reflotado, borras este mensaje sin problema.

De nuevo, gracias.


srkarakol escribió:Dicen que los cuentos deben
empezar por érase una vez, pero a veces en la vida las cosas también empiezan así…

Érase una vez un joven normal, con una vida normal. Le pasaban cosas normales, como a todos, tenía una novia normal y un trabajo normal… Un día como otro cualquiera cometió un error, pensó. Pensó que no quería una vida tan… ¿cómo decirlo?… normal y decidió que había que hacer algo, intentó andar en todas direcciones pero allá donde iba le salía al paso su conciencia, no había forma de escapar de aquello, quería a su novia le gustaban sus amigos y hasta estaba a gusto en su trabajo, la cobardía de perder todo aquello y aun mas la de explicar a la gente que quería el por qué de su renuncia le hacían echarse atrás una y otra vez.

Un día como otro cualquiera, andando, como siempre, por la misma calle de cada mañana, se descubrió deseando, suplicando a quien fuese que estuviera mas allá, suplicaba algo incongruente, sin sentido… quiso ser transparente… y así fue, no se dio cuenta, pues él se seguía viendo, pero la gente empezó a ignorarlo, él no se preocupó, es lo que deseaba, ya nadie le preguntaba, nadie le invitaba y nadie le hablaba…. Nadie le veía.

No se dio cuenta de su transparencia hasta pasado un tiempo, el seguía yendo al trabajo como cada mañana, seguía andando por la calle sin hablar con nadie y olvidó llamar a la gente a la que quería, pues anhelaba estar solo, y aquella transparencia le daba la oportunidad perfecta. Un día como otro cualquiera, sin llamar a nadie decidió darse un paseo por donde tenía la certeza que estarían sus amigos, eran ya muchos años y sabía de sobra quién estaría y dónde, era curioso como podía adivinar por la hora que era quiñen estaría ya medio trompa y que anécdotas estaría contando. Así era, llegó al mismo bar de siempre a la hora de costumbre y allí estaban todos. Se sentó con ellos y no habló, sólo miraba y escuchaba, se reía con las bromas de sus compañeros de toda la vida, aquellos a los que con el tiempo había llegado a catalogar cómo sus amigos, gente con la que estaba a gusto y que sin notarlo había llegado a albergar en su corazón. Era curioso como cualquiera de los que estaban allí se hubiesen defendido hasta muerte entre ellos a la vez que eran capaces de llegar a las más encarnizadas discusiones sobre si la cerveza debía tener un dedo más o menos de espuma.

La noche transcurrió como siempre pero con una salvedad, el chico que quiso se transparente no habló en toda la noche y se limitó a escuchar, hasta que llegó un momento en el que hablaron de él… “¿Os acordáis de éste?” “Si, joder, ¿Qué habrá sido de él?” “Ostia, si que es verdad, las risas que nos echábamos… se le echa de menos” “Una copa por él… ¡Salud!”.

No quise levantar la copa, fue entonces cuando me di cuenta de que realmente, era transparente, había conseguido lo que tantas veces había anhelado… desaparecer, olvidarme de todo y por fin poder estar solo… ¿era feliz?, descubrí aquella noche que cuando deseas algo con tanta intensidad es posible que se cumpla, y lo peor es que cuando quieres algo con tanta fuerza no hay vuelta atrás. Allí quedaron mis amigos, mis secretos contados en noches de borrachera, mi primer beso, mi primera desilusión y todas las lágrimas que había derrochado en muchos años de amistad… allí quedaron mis recuerdos.

Volví a aquella casa que quise tener para estar sólo, mi rincón, mi lugar donde nadie pudiese molestarme, el sitio al que nadie ya venía, seguramente porque a nadie había invitado, llegué al sillón donde acostumbraba a pensar y donde tantas noches me había quedado en vela pensando lo maravilloso que sería poder desparecer… llegué allí y la ironía del destino me jugó la mala pasada de hacerme pensar en lo que dejaba detrás. Allí sentado volví la mirada, observé mi pasado y me vi a mi mismo añorando recordar lo que había olvidado…

Aquel día como otro cualquiera descubrí que el recuerdo es tan efímero como quieras que lo sea, descubrí que si no valoras tu recuerdos ellos te abandonan, y me di cuenta de que después de tanto tiempo me había convertido en la vaga sombra de un brindis en una lúgubre esquina del local de siempre… un brindis por el recuerdo de alguien que quiso ser transparente y lo consiguió.

Un día como otro cualquiera, me senté en mi sillón, solo, abrí mi última botella de whisky y vi pasar el resto de mi vida ante mí, aquel día mientras el resto del mundo corría, morí al querer olvidar, y olvidé querer vivir.
@srkarakol me parece chupi el reflote, no te preocupes 😍
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