LitEol '05. Relato Corto.

Este hilo permanecerá abierto hasta el dia 2 de julio de 2005.

Aqui, los concursantes inscritos en la seccion de relato corto, postearan únicamente sus obras. Por favor, nada de comentarios, ni dudas, ni nada por el estilo, sólo las obras.

Antes de participar, y si no lo habeis hecho aún, leeros las normas, en ese hilo podeis preguntar vuestras dudas.

Los concursantes inscritos son:

Arsygraft, Panex, Cinderella, Magico_johan, Vaiktor, Nylsa, Coricel, Khasius BCN, VozdeLosMuertos, Mercedes Manson, Kefalegereta, pepelolo.

Suerte!! :)
Un nuevo día gris, una nueva lágrima que arrastra dolor. La ira muerta que ha dejado paso al sufrimiento. Cenizas con el nombre de esperanza en la urna de la desolación.Y sólo queda decir adiós, sin mirar al pasado, y mucho menos al futuro. Todo es tan negro, tan oscuro. Incluso los rayos del sol son pálidos aquí abajo, en el abismo invisible que me envuelve.

Es triste, pero poco importa eso ahora, tan cerca del fin que el dolor abrasa mi alma. No debo mirar atrás, pero tampoco tengo mañana. Estancada en un presente gris y muerto, donde las brumas del amanecer lo cubren todo. Hace tanto frío...
Aún no puedo acostumbrarme a esta decadencia, a pesar de que mi ser está hecho enteramente de ella. Varada en un lugar que no tiene nombre, un lugar en el que sólo yo puedo estar. Una tumba de dolor y agonía, un asfixiante bosque que me atrapa entre sus ramas y no me deja escapar. Ya las lágrimas no sirven, ya no consuelan, pero son lo único que me muestran que aún no estoy muerta. ¿Acaso importa? Poco resta para el fin. Sólo un suspiro, sólo un adiós, una eternidad a cambio de otra. La agonía no cesa, no en mi ser.

Me arrastro por la tierra húmeda, pero es todo tan irreal... es como un sueño trágico, una realidad amarga. Podría seguir inmersa en esta pesadilla por siempre y nunca me acostumbraría a esto. No a este mundo de soledad y melancolía, no a este manto de congoja que se empeña en cubrir mi alma. Quisiera desaparecer y despedirme al fin. Debería ser fácil, pero no contaba con los recuerdos. Incluso deshacerme del dolor es duro, tal vez se deba a que es lo único que me queda de aquellos días.
Ser amante de la muerte y no poder abrazarla. Sólo me queda la despedida, sólo decir adiós. Sumergirme en la profundidad de la nada. Me tienta, pero no es sencillo, pues lo perderé todo. Lo poco que tengo, aquello que me atormenta y a la vez añoro. Estoy muerta ya, pero ese dolor aún me ata a lo terreno, a la droga de la desesperación. ¿Me estás viendo? ¿Ves mis lágrimas? ¿Mi dolor? ¿Puedes ver tu imagen en mi mente?
El dolor es lo único que me queda de entonces, por eso me es tan preciado. Un regalo que me está matando, que me ha matado, y que al mismo tiempo, no me deja morir. ¿Por qué? Sólo pido una respuesta.
Me hundo sin remedio, cada vez más. Te perderé, pero ya te he perdido. Sólo queda decir adiós.

En la quietud de la mañana, se escucha un disparo. El golpe sordo de un cuerpo que cae al suelo. El más absoluto silencio.
Carta al silencio

“Se acaba una conversación y... ¿qué queda? El silencio. El aire deja de vibrar, se llena de pensamientos, de palabras sin voz, de paz.

Siempre me ha gustado disfrutar del silencio; cuando paseo por la playa, al atardecer, mientras me acaricia el viento en la cara y peina mi pelo a su antojo. Entre sorbo y sorbo en una cafetería vacía. En el preciso momento en que te vas a quedar dormido... A veces no encuentro nada mejor que envolverme en él.

¿Qué se escucha cuando el silencio aparece?

Te oyes a ti mismo como cuando plasmas tu voz en una grabadora. Que si tengo que hacer esto, que si lo tengo que hacer lo otro... ¿como estará Laura?¿qué estarán haciendo mis amigos? Un monólogo sobre yo y mi vida. Mi pequeño diario de a bordo.

Creo que lo aprecio tanto debido a su magnitud, es capaz de mantener callado al universo y, sin embargo, cuando se concentra en un ascensor con dos personas desconocidas, se vuelve frágil como el talco, pues se rompe con la suavidad de un suspiro y los pensamientos se filtran entre sus grietas.

Ahora mismo, escribo y parece estar escondido, aquí, muy cerca. Lo noto débil porque el ordenador está encendido y las teclas suenan... pero lo sé, está ahí y también sé que en cuanto lo desee, él aparecerá, no hará falta ir a buscarlo.

El silencio es el mejor de mis amigos...

Jueves, 3 de Noviembre de 1999

Este fue el último documento hallado en el portátil de Julián López, el famoso novelista. Su cadáver fue encontrado en posición fetal y con las manos tapando sus orejas en el armario de su casa. El cuerpo presentaba una fase de descomposición avanzada y el hedor alertó a los vecinos. Según estos, hacía semanas que no se sabía nada de él pero que no se habían preocupado porque sabían que era un amante del silencio. Según fuentes polici...”


¡Clic!

Apagué la radio y el silencio me devoró.
Las vueltas de la vida


Ayer mi novio me dejó. Por repelente, y reconozco que lo he sido. Con la mala racha que llevo eso es inevitable.

Todo empezó cuando decidí dejar de estudiar. Los resultados no llegaban, y a pesar de la insistencia de mi familia, yo sabía que no podía salir adelante de esta forma. Me puse a trabajar en la panadería de enfrente, a mí me parecía perfecto, pero para unos padres exigentes como los míos, aquello significaba dejar a la familia como unos auténticos inútiles. Así son mis padres, siempre pensando en el qué dirán, más que en los sentimientos de sus seres queridos.

No hace falta decir que desde entonces he vivido un mal ambiente familiar, y es terrible ver como las personas que quieres te menosprecian por lo que eres.

Entonces también perdí los amigos. No tuvimos ninguna discusión, nadie se enfadó con nadie. Nuestras vidas cambiaron, y tomaron caminos distintos. Las primeras semanas seguimos en contacto, pero poco a poco éste se fue perdiendo.

Lo siguiente fue la marcha de mi hermana mayor. Le habían concedido una beca para estudiar en una de las universidades más importantes de Inglaterra. Me alegré por ella, pues era su gran ilusión. Pero lo pasé muy mal, estábamos muy unidas y ahora sólo hablábamos una vez al mes.

He de decir que después de todo esto, yo estaba al borde de caer en una depresión. Me pasaba el día triste, sin ganas de nada. Y cuando mi novio conseguía que saliera de casa, me ponía de mal humor con él, y después yo me sentía mal.

Además, me despidieron de la panadería. Estaba tan ausente que no paraba de equivocarme en el trabajo. Pensé que mis padres se alegrarían de ello, pero fue al revés, todavía se enfadaron más conmigo.

En este mundo no encontraba a nadie que me ayudara, que me animara, o que simplemente me dijera que estaba conmigo. Todo esto se lo solté ayer a mi chico. Él se despidió de mí, por supuesto. Le daba muchas vueltas a esta vida, pero en el fondo no pensaba.

Y ahora estoy en casa. En la terraza. En la décima planta. Da miedo mirar abajo. Pero qué da más miedo: ¿saltar y dejar de sentir, o seguir con una vida llena de problemas que no se acaban nunca?

- ¡Diana, mira esto!

Un billete de avión para Estados Unidos. Está a mi nombre. No entiendo nada.

Mi madre me lo cuenta, me sorprende que esté de buen humor.

No puede ser. No me lo creo. ¡He ganado un curso de dos años en una escuela de arte americana! Ya no me acordaba de aquellos dibujos que mandé a un concurso. Ni siquiera recordaba mi sueño de siempre, dedicarme a pintar cuadros.

No me he puesto a saltar de alegría, pero por dentro de mí empieza a crecer algo distinto. Sigo con ganas de llorar por todo lo que he vivido, pero no lo hago. Ni tampoco salto. Ahora tengo la oportunidad de empezar una nueva vida, una vida que me gusta. No puedo desaprovechar esta oportunidad. Siempre estaré a tiempo de suicidarme si las cosas no van bien. Pero será mejor que me quite esas ideas de la cabeza.

Vive, y sé feliz. Nunca sabes cuando se acabará la felicidad, pero siempre es mejor luchar por ella que acabar con todo.
Pasaban monótonos los paisajes por la ventanilla del tren. Se perdían por sus bordes desgastados de goma negra las encinas de la polvorienta Castilla. En aquel instante, se me antojaron solitarias las aglomeraciones de árboles; esas motas verdes e inmóviles que jamás volvería a reconocer. Esas pinceladas de verde en medio de un mundo amarillento. Se me antojaban solitarias las encinas; el cobijo del ganado por estas penillanuras... Esos árboles de aspecto cansado, inmóviles frente al viento.

Deseé en aquel instante detener el tren, bajarme a contemplar el susurro clamoroso de las hojas al rozar entre sí, para dar vida a aquel paisaje; para poblar de sonidos las solitarias llanuras amarillas por el trigo. Pero el tren continuó su viaje, dejando atrás el silencio del instante inmóvil en el que nos cruzamos con los árboles castellanos.

Más paisajes se perdieron por la goma negra, vieja y desgastada de los bordes de la ventanilla del tren...
Tras rogarle que no se posara sobre mi hombro como si fuera un reposabrazos continuamos caminando por una calle estrecha, plagada de esquinas sucias y antiguas casas. Estaba oscuro. Me agarré a él y con desconocida fuerza me besó en el cuello. Decidí instigarle para ir a otro lugar mejor que el que había decidido. El sentimiento de culpabilidad me atosigaba pues poco antes discutimos sobre su falta de iniciativa. Pero no quería ir allí. La presencia de una posible tercera persona comenzó a abrumarme y por eso le conduje hacia un banco cercano. Sentados, me besó diferente, con ansia, mas se levantó. Tenía sed, y no de mi. Estaba poco hablador, como siempre, pero sus ojos le delataban sin poder evitarlo. Al entrar en el bar le dije que estaba demasiado lleno, demasiado ruido. No insistió. Nunca lo hacía.

Cuando me giré pude ver su mirada, la del chico que estaba sentado de espaldas a la puerta. Creía haberle conocido años antes, cuando coincidimos en clase, pero me equivoqué. Normalmente le encontraba en aquel local, así que había dado por hecho que estaría allí.

Gracias a su complacencia no tuve que dar explicaciones más que las excusas tontas de siempre. Pocos metros a la derecha el escaparate de una librería relucía con las luces de las farolas cercanas. Se acercó impaciente. Criticó algunas portadas. Le cogí la mano y tiré de él. Podía estar toda la vida ahí delante sin que nada le inquietara, insultando a autores, recordando argumentos fatídicos o leyendo títulos estúpidos. Siempre prefirió a Miguel Hernández o La cocina del anarquista...

Un par de calles más paseando, vimos el lugar idóneo. Tienda de frutos secos, litrona y parque. No me apetecía; a él siempre le apetecía. Accedí. Tampoco me importaba dónde estuviéramos, con tan sólo pasar el rato juntos, mientras él me hacía reír.
Era un parque vallado, repleto de bancos, viejos y niños, que más que gritar, se regocijaban entre hormigas, palitos y helados. No sé porqué, aquel día no cerraron el recinto. Quizás fuera una...señal.

Ya en el césped se olvidó durante unos minutos de mí. Mientras bebía, se liaba un cigarro. Falso el mito que reza: “Los hombres no son capaces de hacer dos cosas a la vez”. Al menos él sí que podía. Al terminar el proceso me cogió la mano y tiró de ella. Me acercó. Al tumbarme sobre él su esencia me envolvió. Jamás pensé que pudiera sentir, pudiera querer de ese modo. No. Pero me sentía demasiado orgullosa de lo que creía haber conseguido como para perderlo.

Dos horas después me acompañó a la parada. Sin soltarme hasta que el desesperante autobús apareció por la esquina de la calle.
Implosión y Explosión. El Final y Principio de un Todo.

El auditorio presentaba un aspecto inmejorable. En lo alto de la tarima, el profesor Strauss caminaba de un lado a otro exponiendo sus conjeturas, pensamientos y suposiciones mientras martilleaba con preguntas que hacían saltar eléctricamente las neuronas de los atentos espectadores. En aquello se basaba la “Conferencia”. Era el verano de 2357 y la “clase” de Ciencia Psicológica & Filosófica dejaba durante un par de horas volar las mentes de los estudiantes y alejarse de la locura de la física quántica, del estudio de la antimateria y demás asignaturas. Los estudiantes dejaban en sus taquillas los libros y apuntes y se acercaban únicamente con sus sentidos alerta para ver que novedad les sería presentada. Como en la edad media los charlatanes, en la edad de la nanotecnología todos tenían sus quince minutos de gloria. Todos tenían su hueco y a todos se escuchaba. La telequinesis, la exploración de mundos extraterrestres o intraterrestres, la telepatía, la simbiosis humano-robótica, todos los temas tenían cabida en aquel grupo de estudiantes románticos que coleccionaban con orgullo las antiguas novelas de Julio Verne, H.G Welles y observaban maravillados las estrellas pensando en los seres que habitaban tan minúsculos puntos de luz.

Aquel era el día del profesor Strauss y el campus se mostró excitado toda la mañana. La última aparición del Doctor Hayde Strauss había levantado ampollas en el sector más conservador del claustro sobre todo en el profesor Spencer que ya se frotaba las manos al tener tan cerca un motivo para dar el despido a Strauss. Mas que eso, había un morboso interés por descubrir si Strauss sería capaz de ir más allá en sus tesis o por otra parte dejar a un lado aquella historia de conspiraciones militares científicas y volver a sus tan acostumbrados monólogos irónicos sobre universos paralelos en los que tan bien se desenvolvía relacionando a personajes como Adolf Hitler con prostitutas de dudosa sexualidad o proponiendo las descriogenización de George Bush II para que volviera a poner orden en el mundo.

Por supuesto, ninguna de aquellas historias se escuchó aquel día. Y los oyentes lo agradecieron. Y es que nunca habían visto a un Strauss mas inspirado. Semanas atrás había encendido una mecha que ya no era capaz de apagar, y decidió darle más fuego aún.

Strauss mostraba al auditorio unos documentos en los que se relataba la historia que días atrás había contado al público. De no haber sido por el revuelo del ala conservadora del claustro, aquella historia habría sido tomada como una nueva y disparatada más del profesor Hayde Strauss, pero en aquel mismo momento demostraba que no era así. Mostraba en alto un manuscrito de varias paginas en el que se relataba las posibilidades de un viaje en el tiempo, unas conjeturas que Strauss estaba convencido que habían sido llevadas a la practica en secreto, en algún lugar de Inglaterra y que sus resultados habían sido ocultados a la opinión publica. Desconocía eso si, el resultado del experimento. Sus aseveraciones calaron aun mas en el auditorio cuando señaló un dato que había mantenido oculto hasta ese momento, hasta que el manuscrito cayó al fin en sus manos. Aquel barullo de datos, variables, formulas y texto en clave de sensaciones personales estaba firmado por Alex DeChamanie. En el momento en que pronunció su nombre el silencio se hizo en el auditorio. Desde tiempos remotos, el tema de los viajes en el tiempo era un tema tabú, y los más antiguos de la universidad recordaban como el viejo DeChamaine había jugado con las prohibiciones del gobierno de experimentar un artilugio capaz de vacilar las leyes de la física y viajar a su antojo a través del espacio/tiempo.

DeChamaine siempre fue tratado como un viejo loco en el campus. Tenía una idea fija en su mente, un único tema de conversación. El viaje en el tiempo. Nadie en el campus, y por descontado en la isla y en toda Europa había leído y estudiado más a fondo el tema. El universo parecía no tener secretos para el viejo Alex cuando se proponía a explicar a los alumnos que curiosos se le acercaban como funcionaria su futura maquina.

Para DeChamaine estaba todo bastante claro. Explicaba con una cita de Isaac Asimov aquellos entresijos. El universo en continua expansión es un ser incontrolable que hace del ser humano una mínima e insignificante mota de polvo en un mar de grandeza. Somos unos mínimos seres que compartimos un planeta que gira alrededor de un sol, que a su vez gira alrededor de un núcleo de la galaxia, una galaxia que forma parte de un todo que sigue moviéndose y moviéndose. Para viajar en el tiempo es necesario que detengamos por un momento ese movimiento general inmenso y aprovecharlo para desplazarnos a nuestro antojo a través de la línea temporal.

Esa es la teoría-decía en aquel momento Strauss.-Hasta aquel momento, se había tomado al viejo DeChamaine como un tarado, pero un descubrimiento suyo hizo que se le tuviera más en cuenta, no desde el círculo científico, sino desde el militar. Desde siempre los gobiernos mundiales han tenido a efecto el neutralizar cualquier intento de estudio de una posible máquina del tiempo, pues en las manos erróneas seria un artilugio más potente y destructor que todas las bombas atómicas juntas.

Varios profesores que asistían a la charla comenzaron a incomodarse en sus asientos. Strauss tenía el apoyo de todo el foro y por supuesto no estaba dispuesto a callar aun a sabiendas que estaba metiendo sus piernas en terreno fangoso.

Bien-continúo Strauss-. Cómo he dicho, el ejercito tenía conocimiento exacto y puntual de los avances del Alex DeChamaine y no estaba dispuesto a ceder un palmo de terreno en un tema sobre el cual, el global de los países del planeta tierra estaba en contra. Así que como es costumbre en el ejercito, se opto por la vía rápida y limpia, y un día sin más el profesor DeChamaine desapareció del campus, y con él sus apuntes, manuscritos y demás enseres.

La sala afirmó en aquel momento. DeChamaine siempre había vivido alrededor de la universidad, de los estudiantes y sus nuevas ideas, y cuando un día de repente desapareció del campus un aire de extrañeza recorrió los edificios del antiguo complejo educativo. Para muchos de sus detractores se trataba de una nueva muestra de su locura, una extravagante forma de llamar la atención hacia alguna nueva loca teoría.

Pues bien señores-continuo Strauss-, tengo unas nuevas e interesantes novedades que ofrecerles. Como suele ocurrir en estos casos, el recorte de presupuestos de la Unión de Naciones ha hecho un milagro. Hemos recuperado al profesor DeChamaine de su largo retiro obligado y hoy está con nosotros. La multitud giró sus cabezas desorientada esperando la entrada triunfal del pequeño y encorvado francés. Strauss sonreía con aquella maniobra. Sacó de su bolsillo una especie de teléfono móvil y pulsó varias teclas. Las luces del auditorio bajaron su intensidad y un foco ilumino la esquina derecha del escenario. Hacia allí se dirigía Strauss.

-Como bien comprenderán, no podíamos arriesgarnos a presentarles en persona al profesor, aunque no dudo que a él le hubiera gustado estar aquí. ¿No es así profesor?

-Así es, mi querido compañero.-Una inmensa pantalla holográfica apareció en el lado izquierdo del escenario. Primero parpadeando bruscamente para finalmente ofrecer un primer plano del profesor DeChamaine muy envejecido.-Buenas tardes a todos.

Varios aplausos se oyeron en la sala. Sin duda había sido un gran golpe de efecto aquel y todos se entregaban a impresionantes y nuevas sensaciones.

-Como ven, el profesor se encuentra bien acompañado.- La cámara alejo su objetivo del profesor para mostrar a un joven con barba y pelo alborotado. Marc Sinedino, antiguo alumno y escritor de libros de dudosa calidad. Estos dos caballeros se encuentran en una isla alejada lo suficiente de Inglaterra como para mostrarnos un experimento excepcional sin tener que soportar la tortuosa y nada agradable compañía del ejercito. Ambos sonrieron.

Varias personas se mostraron inquietas en sus asientos. Los viejos profesores conservadores creían que aquello estaba yendo demasiado lejos, y uno de ellos se alzó y levantó la voz.

- Os ordeno que os detengáis. No tenéis la conciencia de a lo que os exponéis y a las consecuencias de lo que tratáis de hacer. ¡Es una locura!.

-Tranquilo Mr Spencer, le espetó DeChamaine. He tomado las medidas de seguridad oportunas. Van a ser los espectadores de lujo de un momento histórico. El primer viaje en el tiempo, aunque sea tan solo a unos segundos y no a la era de Jack el destripador como era el gusto de mi estimado Marc.-Marc ya no aparecía en pantalla, ahora era él el propio cámara y caminaba hacia una lona que DeChamaine retiraba airoso. Una espectacular nave que se asemejaba al cien por cien a la que aparecía en las ilustraciones de los viejos libros y que el viejo Julio Verne había llamado Nautilus.

-El nuevo Nautilus. Ve como esta loco. Esta poniendo en peligro la integridad de todos nosotros, de todo el universo.-Le gritó un histérico Spencer.

-Se equivoca de nuevo Spencer, una y otra vez desestima mis conocimientos. Nos encontramos en una isla desierta tan alejada de cualquier ciudad humana que será imperceptible nuestra marcha. Viajaremos al futuro unos segundos, será como una ilusión óptica, como un mago que saca al conejo de la chistera.

Spencer cayó sentado en su asiento. DeChamaine iba en serio y no había modo de pararlo. Tan solo esperaba que todo saliera bien. Había estudiado la obra del viejo francés y conocía la energía necesaria supuesta para viajar en el tiempo, tal cantidad capaz de proporcionar bienestar al hombre durante siglos.

Strauss había tomado asiento y asistía sonriente y expectante al espectáculo. Los dos hombres habían subido a la nave espacial, uno accionando mandos y el otro tomando cumplida información con la cámara para los espectadores. Decenas de paneles iluminaban la nave. Paneles holográficos aparecían y desaparecían al frente del profesor, unos paneles de tal modernidad que contrastaban con el diseño de la nave, adornada al estilo victoriano, con aquellas rusticas letras escritas en lo alto. Nuevo Nautilus.

DeChamaine comenzó a hablar.

-Acaban de verme cerrar el segmento B de la nave. Una enorme cúpula de cemento y hormigón que contiene un reactor nuclear, que procedo a poner en marcha. La fuente de energía proviene de un acumulador también nuclear capaz de ponerlo en marcha. El siguiente paso es dotar de la potencia necesaria al reactor para atraer suficiente energía como para crear un vació temporal en el que el movimiento del universo sea tan insignificantemente pequeño como para aprovecharlo nosotros y desplazarnos por el vértice temporal unos milímetros, que representarían varios segundos en nuestro espacio tiempo.

Mientras hablaba, el auditoria observaba absorto. Veían al profesor relatar sus actos y sentían el poder de la ciencia como suyo propio. Entonces un gran zumbido comenzó a molestarles a todos. Aumento de tamaño, y aunque no se movían del asiento tenían la sensación de ser atraídos por una fuerza descomunal a la que era imposible hacer contra. Sentían como sus cuerpos se transformaban, como toda la sala se concentraba en un punto negro que engullía Todo. Tras ellos, los antiguos edificios de ladrillo rojo de la universidad, la gravilla de la carretera, los árboles, el cielo y sus nubes, la luna fue lo siguiente en ser engullido. Una vez cogido fuerza, el agujero era imparable, tragándose por completo planetas, estrellas y basura espacial. Mientras tanto, el profesor DeChamaine seguía sus operaciones en el Nuevo Nautilus. Todos los sensores mostraban variables correctas, los gráficos eran parejos a los de las simulaciones. Entonces abrió una escotilla. Una ventana al exterior. Se quedó estupefacto. Un manto de energía rodeaba a la nave. Azul, como una ola eléctrica que iba y venía por iniciativa propia le indicaba al profesor que sus pasos iban por buen camino. En un momento se hizo el silencio. Silencio absoluto. Marc miró al maestro. Su mirada preguntaba si aquel era el final del viaje. El viejo miró por la escotilla, aparte del manto eléctrico no vislumbraba nada más allí fuera, tan solo negrura, la nada. Puede haber salido algo mal, se pregunto.

Entonces el manto comenzó a mostrarse inestable. La energía acumulada estaba buscando una válvula de escape y balanceaba la nave. Ambos fueron al suelo. Un tremendo estruendo fue lo último que escucharon. La nave echa añicos y toda la energía eléctrica se desintegraron en un momento. Un manto de luces iluminó la negrura. El viento espacial las dispersó, llevándolas por doquier sin forma ni rigor concreto. Un nuevo universo acababa de crearse. Estrellas, materia, quizá en varios millones de años una especie similar a la humana tuviera en su mano los conocimientos para descubrir como fue el principio. Los humanos, o al menos dos de ellos fueron los privilegiados de contemplar el final.


J.A.G.H. 30/06/2005
Panex
Allí estábamos Isma y yo. Un buen sitio “El Dalle”, ponen buena música, hay buen rollo..., lo único malo que tiene es lo estrecho que es, no caben dos tíos hombro con hombro entre la barra y la pared.

Acababan de pinchar esa canción de Maná que dice “aquí me tienen, atrapado, bebiendo tequila para olvidar todo”. Es una letra que da qué pensar, especialmente a gente en mi situación: la chica que parecía ser la mujer de mi vida (y por la que yo estaba locamente perdido) me había dejado apenas cuatro días antes. Y yo bebiendo mi 43 con chocolate ya había renunciado a olvidarla después de haber estado intentándolo con unos cubalibres. Estaba tan deprimido que lo único que el alcohol me había proporcionado eran ganas de ir al baño.

Pues bien, así estaba el cuadro: yo pensando que la vida era realmente un verdadera mierda, Isma aguantando con paciencia de amigo de verdad mi mala cara y mis pocas ganas de fiesta (y posiblemente planeando evitar que siguiera bebiendo para no tener que aguantarme después con la papa) y Maná tatuándome sin anestesia su letra en mi cerebro. Fue entonces cuando, de repente, entre la gente y la oscuridad aparece ella. Preciosa, algo borrosa pero preciosa. Todo había acabado de buenas y éramos amigos (por supuesto partiendo de las dos premisas de siempre: yo aguantando las ganas de pedirle volver a salir, de darnos otra oportunidad, y ella dándome algo de conversación para mitigar su sentimiento de culpa), de manera que se acercó. Nos saludamos con dos besos; su olor me llenó los pulmones y el tacto de su piel en la mía hizo que mi corazón se retorciera ¡quien besara otra vez esos labios!
Comentó riendo mi reciente corte de pelo (¡como habré podido cortar mi melena!) y preguntó cómo me había dado por ello. “A ti te gustaba largo y a mi madre no, como me has dejado y estaba bajo de moral mi madre ganó la batalla”. Se lo dije de manera tan natural que no supo como reaccionar, así que para que se le pasara el susto y de paso quitarle hierro al asunto le ofrecí mi copa riendo.
Dio un trago, y me iba a devolver el tubo cuando alguien la empujó y se le escurrió entre los dedos. No era una copa barata precisamente. Estiré el brazo para cogerlo ¡y lo atrapé! Increíblemente había salvado mi dosis de alcohol sin que se cayera ni una gota. Pero, evidentemente, yo no podía tener tanta suerte, tenía que pasarme algo que terminara por hundirme en la miseria. Y me pasó.

Todavía estaba agachado cuando me empujaron. Me resbalé y caí al suelo. Intenté apoyarme soltando el vaso. Cayó al suelo y se rompió (a otra persona le hubiera rodado por el suelo, pero a mi tuvo que rompérseme) esparciéndose por el suelo en forma de cortantes cuchillos irregulares entre los que fue a apoyarse mi mano. Sentí como mi carne se abría por varias partes. Sentí pequeñas agujas alojándose en mis heridas. Grité. Recuerdo que grité más alto de lo que nunca había llegado mi voz. Fue un aullido animal de dolor, pero también de rabia y de desesperanza. Un grito por la muerte de mi espíritu, aplastado bajo el peso de tantas desgracias.
La sangre manchaba el suelo mezclándose con el chocolate y el 43. Me levanté. Pedí hielo al camarero. Pero tardaba mucho. Y la sangre corría por mi brazo. Goteaba desde mi codo hasta el suelo. Y era tan intenso el dolor... Isma estaba paralizado y gritaba al camarero. “¡El hielo, el hielo hostia!”. Andrea intentó calmarme rodeando mis hombros con un brazo. “Tranquilízate, tranquilo”, ¡me estaba desangrando, no podía calmarme!

Sentía miradas morbosas disfrutando del espectáculo. Ninguna ayudaba. Recuerdo un corro de gente parada, lamentando no poder grabarme y mandarlo a Impacto TV. “Hijos de puta, me cago en vuestra vida de mierda”. Me arranqué la camiseta y empecé a romperla. Quería algo para tapar aquella horrible herida. Al cerrar la mano para tirar los cristales se clavaron aún más profundamente en mis heridas. Ese grito me lo tragué. Conseguí dos tiras de tela. Con una envolví mi mano y la anude sobre la herida. Con la otra rodee la muñeca. Salté sobre la barra y le arranque de la mano el abrelatas al camarero. Hice así un amago de torniquete que apreté hasta que el dolor me dijo que ya no pasaba la sangre.

Tenía el cuerpo cubierto de sudor y manchado de sangre. La barra, el suelo, toda mi ropa. Antes de caer inconsciente al suelo víctima del dolor, la falta de sangre y el espectáculo de mi sangre tiñéndolo todo, creo que pedí un ambulancia.

Ahora que me acabo de despertar lo he venido recordando todo poco a poco. Bajo la venda siento los puntos que cosen mis heridas pero el dolor ahora sólo es como el recuerdo vago del sentido anoche. Me miro incrédulo la mano, tan absorto que sólo te he sentido a mi lado cuando un sobresalto del sueño que ahora vives ha agitado tu respiración. En la silla, entre una tenue luz pálida te veo dormida, de nuevo con una expresión relajada que, a buen seguro, un agradable sueño te da y que hace que aún estés más hermosa. Me quedaré acariciándote con mi mirada hasta que despiertes.

Poco ha tardado la enfermera en interrumpir tu sueño. Tu cara somnolienta da inmediatamente paso a una expresión preocupada. Respondo con una sonrisa tranquilizadora que consigue un suspiro aliviado por respuesta. Intuyo un “lo siento” y alargo mi mano sana para silenciar tus labios. Ese contacto me hace cerrar los ojos y recordar tantos besos dados en esos labios... Pero la sorpresa de sentir como agarras mi mano y la besas hace que los abra de nuevo. Y no sé por qué una lágrima se desprende de mi ojo. Alargas tu mano para secarla y me miras a los ojos. Tus dedos acarician mi cara y ahora mi pelo. Intento calmarme mientras te vas acercando.
¡Me has besado! No puedo ser más feliz. Lágrimas de felicidad nacen bajo mis párpados. Vuelves a mi lado. Te miro desde mis ojos húmedos de alegría. Pero no veo mi alegría reflejada en tu cara. ¿Por qué sueltas mi mano? No, no dejes de acariciar mi pelo. Por favor no. Por favor no te levantes, quédate. un nudo de tristeza ahoga tu nombre en mi garganta ahora que me das la espalda.
La terrible certeza de me he engañado me pesa como una losa y me aplasta contra la camilla. Lloro desconsoladamente mientras un dolor agudo va taladrándome cada vez más fuerte la cabeza.


Ahí me desperté, cuando el dolor parecía que iba a hacer estallar mi cabeza. Sentí los puntos bajo la venda y en un momento fui consciente de cuánto me dolía aquella mano. Sólo cuando dejé caer mi cabeza a un lado y la vi allí, sentada a mi izquierda con los ojos rojos de llorar, cerrados y respirando calmada, olvidé el dolor de mi mano al despertar el dolor de mi pecho.

Ella debió de notar algo. Su respiración se aceleró y finalmente despertó. Inmediatamente me miró. Sonreí para quitar de su cara una terrible expresión de gravedad. Respondió con un suspiro aliviado mientras levantaba una ceja y sonreía mirándome a los ojos. Se acercó para besarme en la frente, acarició mi cara con su nariz. Yo cerré los ojos sin creerme lo que estaba pasando. Me dejé llevar por al paraíso con la dulzura de sus besos y el olor de su piel y el calor de sus manos rodeando mi mano sana.
“Caprichos de la naturaleza”. David y Daniel eran físicamente idénticos. Facción por facción, gesto por gesto, como en estos casos se suele decir; Eran dos gotas de agua.

“Caprichos del destino”. David y Daniel eran totalmente distintos. La vida les había llevado por sendas totalmente diferentes. David era un hombre rico, con éxito y feliz. Daniel era pobre, desgraciado y solitario. Sus vidas, en realidad, jamas se habían cruzado... al menos... hasta este momento.



Alicante, 1 de julio de 2005, Carretera de la playa del postiguet 13:03 pm 41º

La carretera despedía a lo lejos ese humo fruto del calor... el humo que engaña a la vista y que te dice “como no salgas de aquí pronto morirás de insolación”. Daniel lo sufría en su espalda subido en su discreto ciclomotor, tan discreto era que ni si quiera podía tomar la velocidad suficiente como para que la brisa le refrescara. Bajaba del barrio de “La goteta” junto al traqueteo de su moto. Los coches le pasaban a gran velocidad por el carril de la izquierda, haciendo que a ratos perdiera levemente la estabilidad de su ciclomotor.

Tras la ultima curva, la carretera se unía al “paseo de Gomis” el cual se extendía en paralelo por toda la playa del postiguet. Otra carretera se unía a ese paseo, era la carretera que venia de San Juan y por el cual a toda velocidad se acercaba David con su flamante deportivo descapotable. David no sufría tanto las inclemencias del tiempo pues el viento, agresivo, golpeaba su cara dándole una sensación de velocidad que anulaba totalmente cualquier efecto del calor.

David se situó rápidamente a la altura del pequeño ciclomotor de Daniel y “Capricho del destino” hizo que los dos hombres se miraran justo en el momento del adelantamiento.

Pido al lector un pequeño esfuerzo. Tan solo que respondan interiormente a una pregunta. ¿Qué sentirías si te cruzas con alguien a quien no conoces, pero que es idéntico a ti? Realmente no puedo adivinar lo que sentiríais, pero si se lo que David y Daniel sintieron en esos brevisimos momentos; Confusión.

Un semáforo se puso en rojo.

Fruto de la confusión, David no reaccionó a tiempo cuando inevitablemente el coche que circulaba delante frenó. El descapotable se empotró a una furiosa velocidad contra el trasero del coche que tenia delante. El descapotable hizo un pequeño trompo e invadió el carril contigüo; el mismo por donde circulaba Daniel.
La moto de Daniel se estampó contra el descapotable, lo que hizo que Daniel saliera despedido hacia el interior del coche de David, el cual se estampó contra el quita miedos y empezó de forma brutal a dar trompos durante cincuenta metros de carretera.

Finalmente David y Daniel fueron despedidos por las sacudidas brutales del coche deportivo. Había quedado un reguero de combustible en esos cincuenta metros. Y fue entonces cuando le tocó el turno al “Capricho de la naturaleza”. El sol y las chispas generadas por el metal, hicieron que el combustible prendiera. La llama fue avanzando a lo largo de los cincuenta metros de asfalto, lenta pero constantemente...

Se oyó una explosión...

Uno de los dos abrió los ojos... no oía nada. Un cuerpo ardía en el suelo enfrente de él. Volvió a cerrar los ojos y no los volvió a abrir de momento... Cayó en coma.



En el cementerio de Alicante una tumba sencilla permanecía solitaria. Esculpido un nombre sin nada mas acompañando. “Daniel xxxx xxxx”. Nadie había en este mundo que le echará flores.

Dos meses mas tarde los familiares y socios de David lo visitaban llenos de alegría. Un dia antes había salido del coma con una fuerte amnesia. Pero eso no importaba. Como dijo su mujer “Ha vuelto a nacer”, eso era lo importante. Podía volver a comenzar junto a los suyos.

Pese a no recuperar la memoria , pronto recuperó sus facultades físicas. La ayuda de sus familiares y amigos fue determinante para salir adelante. Y es que la fuerza de la esperanza es tan grande como peligrosa. Grande por obrar milagros, pero peligrosa por hacer que la gente no vea algo obvio:

Fue David quien murió calcinado aquella mañana de verano.
Nos habíamos perdido, la arena nublaba nuestra vista, y no se oía nada más que el murmurar del viento, la noche iba a caer sobre nosotros y no había rastro de oasis alguno, por ello nos pusimos a montar un refugio entre dos dunas, Mohamed se dispuso a montar la tienda de campaña que nos serviría para dormir e intentar comunicarnos por radio con el resto del grupo, como buen nómada del Sahara la tendría lista en poco tiempo, si el viento se lo permitía.

Mientras tanto buscando cobijo entre nuestros macutos yo intentaba hacer el fuego que nos permitiera calentarnos y hacer algo para comer, porque ya estaba un tanto harto de comer dátiles.

En 15 minutos la tienda estaba lista para ser alojada, pero en cuanto al fuego... no se podía decir lo mismo, Mohamed optó por hacer el fuego dentro del habitáculo,y el tío hizo el fuego en un abrir y cerrar de ojos, estos nómadas son de lo que no hay, sacó de su mochila un recipiente con carne, que parecía ser de cordero, la aliñó y condimentó con algunas especias y las pinchó en unos alambres, pichó un extremo en la arena lo suficientemente cerca del fuego como para que se asaran pero no se quemaran, fue una cena exquisita.

Parecía que la tormenta de arena amainaba y salimos de la tienda, no hacía demasiado frio, en ese instante miré al cielo, y me fijé en la cantidad de estrellas que nos perdiamos desde Madrid cada noche, también me fije en mi compañero nómada, de tez oscura como cualquier árabe de la zona, y sus ojos oscuros brillando en la oscuridad, esos ojos eran distintos a los de cualquier ciudadano de cualquier ciudad,él nunca había pensado en mejorar su vida, o hacerse sedentario, el desierto era su vida. Y allí estabamos dos personas tan distintas sentadas sin decirnos una palabra, pero con una calma, una paz y un respeto mutuo que no se puede explicar, las diferencias interraciales no existian para ninguno de los dos, entramos en la cabaña y nos
dormimos.

A la mañana siguiente me desperté, el calor era insoportable, y mi
reloj marcaba sólo las ocho de la mañana y estariamos a más de treinta grados, ¡máldito infierno!
Enseguida vi a Mohamed y sonriendo me dijo que había contactado con el resto del grupo, que ellos ya estaban en el oasis de destino, y que a nosotros no nos quedaba nada de camino.

Al llegar al oasis todo el concepto de desierto se esfumó de mi
cabeza, todo era verde, había muchas sombras en donde descansar, y hasta un pozo con agua en el centro de una plaza rodeado de tiendas y de comerciantes, sin duda alguna, despues de 1 mes andando por el desierto aquello era el paraíso.
Termina el plazo para entregar obras.

Vadin, cuando puedas cierra el hilo ;-)
Hola a quien lo lea.

Me disculpo por no publicar la obra de relato corto, se me ha juntado demasiado el trabajo y no he podido coordinarlo todo, lo siento ELXAVI, mis disculpas de nuevo.

Un saludo.
Tambien hay que destacar que los relatos de Panex y VozDeLosMuertos se saltan las normas. Panex escribe el doble de lo permitido, y VozDeLosMuertos una página más.

Prestad más atención la próxima vez... y vacía tu bandeja de correo Panex!
ELXAVI escribió:Termina el plazo para entregar obras.

Vadin, cuando puedas cierra el hilo ;-)


Cerrado.
13 respuestas